martes, 2 de diciembre de 2014

Primer Libro: Harry Potter y la Piedra Filosofal - Capítulo 13: Nicolás Flamel


—Claro —contestó Molly.
Arthur que aún tenía el libro con él, se lo paso a su esposa.
Molly abrió el libro y busco la página en donde se había quedado su esposo.
“Nicolás Flamel” —leyó Molly.
Dumbledore había convencido a Harry de que no buscara otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo de su baúl. Harry deseaba poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no pudo. Comenzó a tener pesadillas. Una y otra vez, soñaba que sus padres desaparecían en un rayo de luz verde, mientras una voz aguda se reía.
—Oh, esas noches debieron ser terribles para ti —le susurró Lily a su hijo a la vez que ponía una mano sobre la del pelinegro.
Y Harry solo le sonrió en forma tranquilizadora.
—Ya paso —le contestó.
—¿Te das cuenta? Dumbledore tenía razón. Ese espejo te puede volver loco —dijo Ron, cuando Harry le contó sus sueños.
Hermione, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre el horror de la idea de Harry vagando por el colegio tres noches seguidas («¡Si Filch te hubiera atrapado!») y desilusionada porque finalmente no hubieran descubierto quién era Nicolás Flamel.
Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Harry estaba seguro de haber leído el nombre en algún lado. Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos (No encontrábamos nada porque resulta que Hermione ya tenía ese libro con ella, dijo Ron a Harry). Harry tenía menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también.
—Es cierto, nunca debes de olvidarte de los entrenamientos de quidditch, Harry, son muy importantes —aconsejó James a su hijo.
—No son tan importantes como los estudios —contradijo Lily.
James y Sirius pusieron cara de terror al escuchar lo que dijo Lily.
Harry no podía dejar de pensar en que su padre y su padrino actuaban de una manera muy infantil.
Wood los hacia trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Los Weasley se quejaban de que Wood se había convertido en un fanático, pero Harry estaba de acuerdo con Wood (¿Estabas de acuerdo con Wood?, preguntaron los gemelos a lo que Harry solo atino a encogerse de hombros). Si ganaban el próximo partido contra Hufflepuff, podrían alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años. Además de que deseaba ganar; Harry descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansado por el ejercicio.
—Eso es verdad —dijo Ron apoyando a su amigo.
Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Wood les dio una mala noticia. Se había enfadado mucho con los Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.
—¡Dejad de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor!
—¡¿Qué?! —exclamaron los merodeadores.
—¿Y desde cuando a Quijicus le gusta el quidditch? —dijo James.
—La pregunta correcta seria, ¿desde cuándo Quijicus sabe sobre quidditch? —dijo Sirius, con burla.
Snape que para ese entonces ya se había recuperado de la sorpresa del saludo de Harry y los demás, miró a los merodeadores con rencor.
—De seguro que lo hace solo para molestar, como es su costumbre —volvió a hablar Sirius.
—En realidad no —dijo Harry, a lo que mucho se sorprendieron por esa respuesta, hasta el mismo Snape.
—¿Qué estás diciendo, Harry? —preguntaron un poco exaltados James y Sirius.
Remus solo trataba de encontrarle el sentido a la respuesta del chico. Y Lily miraba molesta a su novio y a Sirius.
—No deben de juzgas a las personas antes de tiempo —dijo Harry.
James y Sirius iba a replicar, pero la voz de Ron los detuvo.
—Al finalizar de leer el primer libro entenderán la manera de actuar de Snape —dijo Ron, sorprendiendo a sus hermanos, Harry y Luna—, aunque eso no le quite que sea desagradable —agregó.
—Y lo tuviste que malograr todo, Ron. Por una vez en la vida creí que estabas actuando maduramente, pero me equivoque —dijo Ginny, eso hizo reír a Harry y sus hermanos.
—Que graciosa —ironizó el pelirrojo.
Snape volvió a sorprenderse al escuchar la conversación de los Weasley con Harry. Y no era el único, los que también estaban sorprendidos era los merodeadores, los gemelos Prewett, y los Longbottom.
George Weasley, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.
—En verdad esa noticia nos dejó más fríos que el clima de esa época —dijeron los gemelos Weasley al unisonó.
—¿Snape va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin.
—Por supuesto que no será parcial —alegó James.
El resto del equipo se acercó a George para quejarse.
—No es culpa mía —dijo Wood—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para marcarnos faltas.
—Eso no servirá de nada —dijo Sirius y James asentía dándole la razón.
Harry sonreía al ver la manera tan infantil de comportarse su padrino y su padre.
Todo aquello estaba muy bien, pensó Harry; pero él tenía otra razón para no querer estar cerca de Snape mientras jugaba a quidditch.
—¿Cuál era esa razón? —le preguntó Lily a su hijo.
—Bueno, en ese momento yo pensaba que el profesor Snape había hechizado mi escoba para que cayera —contó el pelinegro.
—Fue él, claro que fue Quijicus, Harry —dijo Sirius muy seguro.
Snape solo gruño la palabra.
—Estúpido.
—Repito, no juzguen a las personas antes de tiempo —dijo Harry.
—¿Por qué lo defiendes tanto? —le preguntó su padre un poco ofendido.
Ginny miró a su novio, y decidió responder por él.
—Ya lo entenderán —fue la respuesta de la pelirroja del futuro. James y Sirius la miraron con ojos entrecerrados, pero ya no dijeron nada, mientras Remus sacaba conclusiones a todas las palabras de Harry.
Los demás jugadores se quedaron, como siempre, para charlar entre ellos al finalizar el entrenamiento, pero Harry se dirigió directamente a la sala común de Gryffindor; donde encontró a Ron y Hermione jugando al ajedrez. El ajedrez era la única cosa a la que Hermione había perdido, algo que Harry y Ron consideraban muy beneficioso para ella.
—Estoy de acuerdo con Harry y Ron, que la castaña pierda de vez en cuando es muy beneficioso —dijo Sirius.
Harry, Ron, Ginny, Luna y los gemelos Weasley sonrieron.
—Puede ser —susurró Harry.
—Tienes suerte de que Hermione no esté aquí, porque si te hubiera escuchado, para este entonces ya estarías pasándola muy mal —dijo Ron, sonriendo.
—Ron tiene razón —habló Luna—, y más ahora que tiene el carácter más cambiante que de costumbre.
—¿Y eso porque? —preguntó Remus.
—Eh… porque últimamente está muy nerviosa —mintió Harry, y al parecer Remus le creyó porque ya no objeto nada más.
—No me hables durante un momento —dijo Ron, cuando Harry se sentó al lado—. Necesito concen… —vio el rostro de Harry—. ¿Qué te sucede? Tienes una cara terrible.
—No que necesitabas concentrarte —dijeron los gemelos, burlándose de su hermano.
—Sí, pero es que ustedes no vieron la cara de Harry, parecía que se iba a morir —respondió Ron.
—No es cierto —se defendió el ojiverde—, solo estaba preocupado.
En tono bajo, para que nadie más los oyera, Harry les explicó el súbito y siniestro deseo de Snape de ser árbitro de quidditch.
—¿Súbito y siniestro? —preguntó Snape, no pudiéndose controlar.
—No sé de qué te sorprendes —dijo James.
—Si todo lo que tú haces es súbito y siniestro —alegó Sirius.
—Como si lo que ustedes hicieran es tan bueno —contestó Snape pausadamente, pero con un toque amenazador.
Los merodeadores ya iban a responder, pero Harry los detuvo.
—No empiecen a discutir —advirtió.
—No juegues —dijo de inmediato Hermione.
—Diles que estás enfermo —añadió Ron.
—Finge que se te ha roto una pierna —sugirió Hermione.
—Rómpete una pierna de verdad —dijo Ron.
—¡Ronald! —lo regaño Molly, este solo se encogió de hombros.
—No puedo —dijo Harry—. No hay un buscador suplente. Si no juego, Gryffindor tampoco puede jugar.
En aquel momento Neville cayó en la sala común. Nadie se explicó cómo se las había arreglado para pasar por el agujero del retrato, porque sus piernas estaban pegadas juntas, con lo que reconocieron de inmediato el Maleficio de las Piernas Unidas. Había tenido que ir saltando todo el camino hasta la torre Gryffindor.
—¿Quién te lanzó ese hechizo, hijo? —le preguntó su madre a Neville.
—Ya te enteradas —contestó el chico.
Mientras tanto en la otra mesa, Draco sonrió al recordar cuando le lanzó ese hechizo a Neville, debía reconocer que se comportó como un cretino, pero eso no le quito lo divertido.
Todos empezaron a reírse, salvo Hermione (Hermione es una buena amiga, dijo Neville, a lo que Harry, Ron, Ginny, Luna y los demás Weasley asintieron estando de acuerdo), que se puso de pie e hizo el contramaleficio. Las piernas de Neville se separaron y pudo ponerse de pie, temblando.
—Tenemos que agradecerle a Hermione por ayudar a nuestro hijo, Frank —le dijo Alice a su esposo.
—Claro —aceptó este.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó Hermione, ayudándolo a sentarse junto a Harry y Ron.
—Malfoy —respondió Neville temblando—. Lo encontré fuera de la biblioteca. Dijo que estaba buscando a alguien para practicarlo.
Lucius sonrió orgullosamente, dándole palmaditas en la espalda a Draco, como si lo que hubiera hecho su hijo fuera algo bueno.
Draco solo hizo un gesto de molestia, que al parecer su padre no lo noto.
Mientras tanto en la mesa donde se encontraban casi todos los leones, miraban mal a Draco.
—Ese niño —dijo con ira Alice.
—Ya paso —dijo Neville tratando de relajar el ambiente.
—¡Ve a hablar con la profesora McGonagall! —lo instó Hermione—. ¡Acúsalo!
—¡Exacto! Eso es lo que debes haber hecho —dijo Sirius, mirando a su sobrino.
Neville negó con la cabeza.
—No quiero tener más problemas —murmuró.
—¿Cómo? Eso quiere decir que no le dijiste a Minnie —dijeron los merodeadores.
—No —respondió al instante Neville.
—Pero, porque no, tenías que hacerle frente y demostrarle porque habías quedado en la casa de los leones —dijo Sirius.
James y Remus se sorprendieron por las palabras de su amigo, mientras que Ron sonreía era casi las mismas palabras que él le había dicho a Neville en su momento.
—¿Qué? —preguntó el animago.
—Nada, nada —respondieron los otros dos merodeadores.
—¡Tienes que hacerle frente, Neville! —dijo Ron—. Está acostumbrado a llevarse a todo el mundo por delante, pero ésa no es una razón para echarse al suelo a su paso y hacerle las cosas más fáciles.
—No es necesario que me digas que no soy lo bastante valiente para pertenecer a Gryffindor; eso ya me lo dice Malfoy —dijo Neville, atragantándose.
—Neville, tú eres muy valiente, es solo que en ese tiempo eras un poco tímido —defendió Harry, a lo que Neville le sonrió como respuesta a su amigo.
Harry buscó en los bolsillos de su túnica y sacó una rana de chocolate, la última de la caja que Hermione le había regalado para Navidad. Se la dio a Neville, que parecía estar a punto de llorar.
—Tú vales por doce Malfoys (Alice y Frank sonrieron con agradecimiento a Harry) —dijo Harry—. ¿Acaso no te eligió para Gryffindor el Sombrero Seleccionador? ¿Y dónde está Malfoy? En la apestosa Slytherin.
—Harry —dijo Andrómeda un poco ofendida, puesto que ella había pertenecido a la casa de las serpientes en su época escolar.
—Lo siento, Andrómeda —de disculpó Harry—, pero es que estaba tratando de animar a mi amigo.
Andrómeda solo asintió.
Neville dejó escapar una débil sonrisa, mientras desenvolvía el chocolate.
—Gracias, Harry… Creo que me voy a la cama… ¿Quieres el cromo? Tú los coleccionas, ¿no?
Mientras Neville se alejaba, Harry miró el cromo de los Magos Famosos.
—Dumbledore otra vez —dijo— Él fue el primero que…
Bufó.
—¿Por qué bufaste? —le preguntó Lily a su hijo.
—Ya sabrás porque —le contestó Harry, a la vez que sonreía quedamente.
Miró fijamente la parte de atrás de la tarjeta. Luego levantó la vista hacia Ron y Hermione.
—¡Lo encontré! —susurró—. ¡Encontré a Flamel! Os dije que había leído ese nombre antes. Lo leí en el tren, viniendo hacia aquí. Escuchad lo que dice: «El profesor Dumbledore es particularmente famoso por derrotar al mago tenebroso Grindelwald, en 1945, por el descubrimiento de las doce aplicaciones de la sangre de dragón ¡y por su trabajo en alquimia con su compañero Nicolás Flamel!».
Remus rió.
—¿Qué te causa risa, Lunático? —preguntó James.
—Pues que encontraron a Flamel, gracias a un cromo —contestó Remus, que seguía sonriendo.
—Si es cierto, entonces, eso quiere decir que desperdiciaron mucho tiempo en la biblioteca —agregó Sirius, causando la risa de Harry y Ron, pero también causo la molestia de Lily.
Hermione dio un salto. No estaba tan excitada desde que le dieron la nota de su primer trabajo.
—¡Esperad aquí! —dijo, y se lanzó por la escalera hacia el dormitorio de las chicas. Harry y Ron casi no tuvieron tiempo de intercambiar una mirada de asombro y ya estaba allí de nuevo, con un enorme libro entre los brazos.
—Esa es Hermione —dijeron Harry, Ron, Ginny, Luna y Neville.
—¡Nunca pensé en buscar aquí! —susurró excitada—. Lo saqué de la biblioteca hace semanas, para tener algo ligero para leer.
—¿Ligero? ¿Cómo puede decir que había sacado ese libro para tener algo ligero que leer? Cuando antes mencionaron que era un enorme libro —dijo muy sorprendido Sirius.
—Hay quienes disfrutan de la lectura, Sirius —dijo Remus, defendiendo a Hermione.
—¿Ligero? —dijo Ron, pero Hermione le dijo que esperara, que tenía que buscar algo y comenzó a dar la vuelta a las páginas, enloquecida, murmurando para sí misma.
Al fin encontró lo que buscaba.
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía!
—¿Podemos hablar ahora? —dijo Ron con malhumor. Hermione hizo caso omiso de él.
—Nicolás Flamel —susurró con tono teatral— es el único descubridor conocido de la Piedra Filosofal.
—¿La Piedra Filosofal? —dijo Remus—, ahora que recuerdo, me parece alguna vez haber leído sobre esa Piedra.
—Sí, a mí también me parece haber leído sobre el mismo tema —agregó Lily.
—Ahora comprendo el título del libro —dijo Ted.
—¿Cómo se titula el libro? —preguntó un curioso Harry.
Harry Potter y la Piedra Filosofal —contestó Alice.
Harry y Ron se miraron y murmuraron algo incomprensible.
Aquello no tuvo el efecto que ella esperaba.
—¿La qué? —dijeron Harry y Ron.
—¡Oh, no lo entiendo! ¿No sabéis leer? Mirad, leed aquí. Empujó el libro hacia ellos, y Harry y Ron leyeron:

El antiguo estudio de la alquimia está relacionado con el descubrimiento de la Piedra Filosofal, una sustancia legendaria que tiene poderes asombrosos. La piedra puede transformar cualquier metal en oro puro. También produce el Elixir de la Vida, que hace inmortal al que lo bebe.
Se ha hablado mucho de la Piedra Filosofal a través de los siglos, pero la única Piedra que existe actualmente pertenece al señor Nicolás Flamel, el notable alquimista y amante de la ópera. El señor Flamel, que cumplió seiscientos sesenta y cinco años el año pasado, lleva una vida tranquila en Devon con su esposa Perenela (de seiscientos cincuenta y ocho años).

—Comprendo que la quisieran robar, cualquiera quisiera tener esa piedra en su poder —comentó Lily.
—¿Veis? —dijo Hermione, cuando Harry y Ron terminaron—. El perro debe de estar custodiando la Piedra Filosofal de Flamel. Seguro que le pidió a Dumbledore que se la guardase, porque son amigos y porque debe de saber que alguien la busca. ¡Por eso quiso que sacaran la Piedra de Gringotts!
—Una excelente deducción de la señorita Granger —dijo Dumbledore.
—Es brillante esa chica —agregó Moody.
—¡Una piedra que convierte en oro y hace que uno nunca muera! —dijo Harry—. ¡No es raro que Snape la busque! Cualquiera la querría.
—¡Potter! —gruñó Snape.
—Lo siento, profesor —se disculpó Harry, un poco sonrojado.
Ni James ni Sirius reclamaron nada a Harry por disculparse con Snape, puesto que estaban más atentos al tema de la Piedra Filosofal.
—Y no es raro que no pudiéramos encontrar a Flamel en ese Estudio del reciente desarrollo de la hechicería —dijo Ron—. Él no es exactamente reciente si tiene seiscientos sesenta y cinco años, ¿verdad?
—Solo buscaban en la sección equivocada —comentó Luna, a lo que Ron le sonrió.

A la mañana siguiente, en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, mientras copiaban las diferentes formas de tratar las mordeduras de hombre lobo (Remus se sintió un poco incómodo ante la mención de los hombres lobo, sus amigos le dedicaron sonrisas alentadoras), Harry y Ron seguían discutiendo qué harían con la Piedra Filosofal si tuvieran una. Hasta que Ron dijo que él se compraría su propio equipo de quidditch y Harry recordó el partido en que tendría a Snape de árbitro.
—Jugaré —informó a Ron y Hermione—. Si no lo hago, todos los Slytherins pensarán que tengo miedo de enfrentarme con Snape. Les voy a demostrar… les voy a borrar la sonrisa de la cara si ganamos.
—Sí, esa es la actitud —dijeron los merodeadores.
—Siempre y cuando no te borren a ti del terreno de juego —dijo Hermione.
—Aunque ese comentario no fue muy alentador —dijo Remus.

Sin embargo, a medida que se acercaba el día del partido, Harry se ponía más nervioso, pese a todo lo que le había dicho a sus amigos. El resto del equipo tampoco estaba demasiado tranquilo. La idea de alcanzar a Slytherin en el torneo de la casa era maravillosa, nadie lo había conseguido en siete años, pero ¿podrían hacerlo con aquel árbitro tan parcial?
—Tan solo tienes que confiar más en ti mismo, hijo —dijo Lily, sonriéndole a su hijo, que ya era un hombre, el pelinegro también le sonrió a su madre, y sus miradas, ambas de un hermoso verde esmeralda brillaron.
Harry no sabía si se lo imaginaba o no, pero veía a Snape por todas partes. Por momentos, hasta se preguntaba si Snape no lo estaría siguiendo para atraparlo. Las clases de Pociones se convirtieron en torturas semanales para Harry, por la forma en que lo trataba Snape. ¿Era posible que Snape supiera que ellos habían averiguado lo de la Piedra Filosofal? Harry no se imaginaba cómo podía saberlo… aunque algunas veces tenía la horrible sensación de que Snape podía leer los pensamientos.
—Pues claro que puede hacerlo —dijo Ron, llamando la atención de todos, y ganándose la mirada profunda de Snape, cosa que hizo que Ron sintiera un escalofrío y le pusieran rojas las orejas, puesto que hace muchos meses no sentía esa mirada de Snape sobre él.
Los merodeadores solo miraban a Snape con distintos pensamientos cruzándole la cabeza.

Harry supo, cuando le desearon suerte en la puerta de los vestuarios, la tarde siguiente, que Ron y Hermione se preguntaban si volverían a verlo con vida. Aquello no era lo que uno llamaría reconfortante. Harry casi no oyó las palabras de Wood, mientras se ponía la túnica de quidditch y cogía su Nimbus 2.000.
Ron y Hermione, entre tanto, encontraron un sitio en las gradas, cerca de Neville, que no podía entender por qué estaban tan preocupados, ni por qué llevaban sus varitas al partido. Lo que Harry no sabía era que Ron y Hermione habían estado practicando en secreto el Maleficio de las Piernas Unidas (Harry le sonrió a su amigo y le dio unas palmaditas en la espalda. James y Lily también sonrieron a Ron, ellos estaban muy contentos de que hijo hubiera hecho tan buenos amigos). Se les ocurrió la idea cuando Malfoy lo utilizó con Neville, y estaban listos para utilizarlo con Snape, si daba alguna señal de querer hacer daño a Harry.
—No te olvides, es locomotor mortis —murmuró Hermione, mientras Ron deslizaba su varita en la manga de la túnica.
—Ya lo sé —respondió enfadado—. No me des la lata.
Los gemelos Weasley rieron.
—¿De qué se ríen? —preguntó Ginny a sus hermanos.
—Pues de las típicas peleas del pequeño Ronnie —decía Fred, mientras que George le desordenaba el cabello a Ron y este hacia una mueca de desagrado—, y Hermione.
—Sí, si ese par no peleaban no eran ellos —agregó George.
Mientras tanto, en el vestuario, Wood había llevado aparte a Harry.
—No quiero presionarte, Potter; pero si alguna vez necesitamos que se capture en seguida la snitch, es ahora. Necesitamos terminar el partido antes de que Snape pueda favorecer demasiado a Hufflepuff.
—Tiene un poco de razón —dijeron los merodeadores.
—¡Todo el colegio está allí fuera! —dijo Fred Weasley, espiando a través de la puerta—. Hasta… ¡Vaya, Dumbledore ha venido al partido!
Casi todos los del pasado miraron a Dumbledore y este les sonrió amablemente.
El corazón de Harry dio un brinco.
—¿Dumbledore? —dijo, corriendo hasta la puerta para asegurarse. Fred tenía razón. Aquella barba plateada era inconfundible.
Harry tenía ganas de reírse a carcajadas, del alivio que sentía. Estaba a salvo. No había forma de que Snape se animara a hacerle algo si Dumbledore estaba mirando.
—Vaya, muchas gracias, Dumbledore, estando en el partido nadie tocara a Harry —dijeron los merodeadores.
—Más respeto con el director, Potter, Black y Lupin —los regañó McGonagall.
—No importa, Minerva —dijo Dumbledore quitándole importancia.
Tal vez por eso Snape parecía tan enfadado mientras los equipos desfilaban por el terreno de juego, algo que Ron también notó.
—Lo vi más enfado en tercero —comentó Ron.
—Yo lo vi peor cuando me daba clases de Oclumancia —dijo Harry.
Snape miró a Harry, no pudiendo creer que él le diera clases de Oclumancia al hijo del estúpido de Potter.
—¿Clases de Oclumancia? —preguntó Remus.
—¿Y qué fue lo que paso en tercero? —ahora preguntó Sirius.
James miró a su hijo muy fijamente.
—Un momento —dijo James—, Harry, Ron, ¿Qué paso en tercero y porque Quijicus te daba clases de Oclumancia? —le preguntó directamente a su hijo.
—Todo a su tiempo —respondió el ojiverde—. Y no insistas porque nadie dirá nada —agregó.
Los merodeadores y otros más curiosos se quedaron con ganas de saber de qué era lo que ocultaban el pelirrojo y Harry.
—Nunca vi a Snape con esa cara de malo —dijo a Hermione—. Mira, ya salen. ¡Eh!
Alguien había golpeado a Ron en la parte de atrás de la cabeza. Era Malfoy.
Ron hizo una mueca de disgusto al recordar ese episodio.
—Oh, perdón, Weasley, no te había visto.
Malfoy sonrió burlonamente a Crabbe y Goyle.
—Me pregunto cuánto tiempo durará Potter en su escoba esta vez. ¿Alguien quiere apostar? ¿Qué me dices, Weasley?
Ron no le respondió: Snape acababa de pitar un penalti a favor de Hufflepuff, porque George Weasley le había tirado una bludger (Molly miró con enfado a los gemelos, puesto que todavía no los reconocía muy bien). Hermione, que tenía los dedos cruzados sobre la falda, observaba sin cesar a Harry, que circulaba sobre el juego como un halcón, buscando la snitch.
—¿Sabéis por qué creo que eligen a la gente para la casa de Gryffindor? —dijo Malfoy en voz alta unos minutos más tarde, mientras Snape daba otro penalti a Hufflepuff, sin ningún motivo (Los merodeadores, los gemelos Prewett, Frank y Ted bufaron)—. Es gente a la que le tienen lástima. Por ejemplo, está Potter; que no tiene padres, luego los Weasley, que no tienen dinero… Y tú, Longbottom, que no tienes cerebro.
Los merodeadores, los Weasley, los Longbottom miraron muy enojados a Draco, este no dijo nado solo desvió la mirada, se sentía avergonzado por comportamiento de antes.
Lucius sonreía arrogante.
Es todo un Malfoy, pensaba Lucius.
—¡Draco! —lo regañó Narcisa, llamando la atención de todos.
—Solo ha dicho la verdad, Cissy —lo defendió Lucius.
—No, padre, no decía la verdad —se escuchó la voz de Draco y todos hicieron silencio—, me comportaba como un cretino, y me siento avergonzado por comportamiento de antes —todos quedaron sorprendidos al escuchar al hijo de Lucius hablar de esa forma.
—¡¿Qué?! —exclamó Sirius, él era el más sorprendido, después de Lucius.
—¿Qué estás diciendo, Draco? —le preguntó Lucius.
—Pues lo que oíste, padre —respondió Draco, con firmeza.
Lucius se quedó lelo, Narcisa miraba a su esposo que estaba más pálido de lo habitual.
—Ya no importa eso ahora, Malfoy —dijo Harry girando para mirarlo—, ya es pasado.
Ron apoyó a su amigo, no muy a gusto.
—Sí, ya es pasado, Malfoy —dijo Ron muy a su pesar.
Draco solo asintió.
—Bien, por favor, Molly podrías seguir leyendo —pidió Dumbledore y Molly siguió la lectura.
Neville se puso rojo y se volvió en su asiento para encararse con Malfoy.
—Yo valgo por doce como tú, Malfoy —tartamudeó.
—Así se habla, hijo —le dijo Frank.
Malfoy, Crabbe y Goyle estallaron en carcajadas, pero Ron, sin quitar los ojos del partido, intervino.
—Así se habla, Neville.
—Longbottom, si tu cerebro fuera de oro serías más pobre que Weasley, y con eso te digo todo.
—Vaya, qué diferencia hay entre el Malfoy de ahora y el de antes —comentó Remus, mirando al chico rubio.
—No mucha en realidad, Draco Malfoy siempre fue una buena persona, pero los malos consejos lo llevaron por un mal camino —dijo Luna, con voz soñadora. Ron pasó un brazo por los hombros de su novia y le sonrió.
La preocupación por Harry estaba a punto de acabar con los nervios de Ron.
—Te prevengo, Malfoy… Una palabra más…
—¡Ron! —dijo de pronto Hermione—. ¡Harry…!
—¿Qué? ¿Dónde?
Harry había salido en un espectacular vuelo, que arrancó gritos de asombro y vivas entre los espectadores. Hermione se puso de pie, con los dedos cruzados en la boca, mientras Harry se lanzaba velozmente hacia el campo, como una bala.
—Tenéis suerte, Weasley, es evidente que Potter ha visto alguna moneda en el campo —dijo Malfoy.
—Y ese es el momento en que Ron explota —dijo Ginny.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Ron.
—Te conozco hermano —respondió la pelirroja.
Ron estalló. Antes de que Malfoy supiera lo que estaba pasando, Ron estaba encima de él, tirándolo al suelo. Neville vaciló, pero luego se encaramó al respaldo de su silla para ayudar.
—¡Ronald, como se te ocurre pelear! —regañó Molly a su hijo, este solo se sonrojo.
—Neville, hijo, y yo que pensaba que eras más tranquilo —dijo Alice, causando que Neville también se sonrojará.
—¡Vamos, Harry! —gritaba Hermione, subiéndose al asiento para ver bien a Harry, sin darse cuenta de que Malfoy y Ron rodaban bajo su asiento y sin oír los gritos y golpes de Neville, Crabbe y Goyle.
—Vaya, y así dice que no le gusta el quidditch —dijeron los gemelos Weasley con burla.
En el aire, Snape puso en marcha su escoba justo a tiempo para ver algo escarlata que pasaba a su lado, y que no chocó con él por sólo unos centímetros. Al momento siguiente Harry subía con el brazo levantado en gesto de triunfo y la mano apretando la snitch.
—Sí, ese es mi hijo —dijo arrogantemente James.
Lily negaba con la cabeza a la vez que sonreía. James nunca iba a cambiar.
Las tribunas bullían. Aquello era un récord, nadie recordaba que se hubiera atrapado tan rápido la snitch.
—¡Ron! ¡Ron! ¿Dónde estás? ¡El partido ha terminado! ¡Hemos ganado! ¡Gryffindor es el primero! —Hermione bailaba en su asiento y se abrazaba con Parvati Patil, de la fila de delante.
—Insisto —dijo Fred—, según Hermione no le gusta para nada el quidditch, pero ahora nos hemos enterado que hasta bailo cuando ganó Gryffindor.
Algunos rieron por el comentario del pelirrojo.
Harry saltó de su escoba, a centímetros del suelo. No podía creerlo. Lo había conseguido… El partido había terminado y apenas había durado cinco minutos. Mientras los de Gryffindor se acercaban al terreno de juego, vio que Snape aterrizaba cerca, con el rostro blanco y los labios tirantes. Entonces Harry sintió una mano en su hombro y, al darse la vuelta, se encontró con el rostro sonriente de Dumbledore.
—Bien hecho —dijo Dumbledore en voz baja, para que sólo Harry lo oyera—. Muy bueno que no buscaras ese espejo… que te mantuvieras ocupado… excelente…
—El quidditch era lo único que me podía mantener entretenido —comentó Harry.
Snape escupió con amargura en el suelo.

Un rato después, Harry salió del vestuario para dejar su Nimbus 2.000 en la escobera. No recordaba haberse sentido tan contento. Había hecho algo de lo que podía sentirse orgulloso. Ya nadie podría decir que era sólo un nombre célebre (Me alegra que no hayas heredado la arrogancia de tu padre, dijo Lily a su hijo, a lo que James se quejó, mientras Harry reía viendo a su padre comportarse de una manera un poco infantil). El aire del anochecer nunca había sido tan dulce. Anduvo por la hierba húmeda, reviviendo la última hora en su mente, en una feliz nebulosa: los Gryffindors corriendo para llevarlo en andas, Ron y Hermione en la distancia, saltando como locos, Ron vitoreando en medio de una gran hemorragia nasal…
—¿Hemorragia nasal? —preguntó Molly alarmada, mirando a Ron.
—Me pregunto quién es el que escribió los libros, porque detalla cada pequeño detalle —se quejó Ron.
—Llamas pequeño detalle a una hemorragia de sangre —volvió a alarmarse Molly.
—Neville quedo peor que yo —se defendió el pelirrojo, a lo que Alice y Frank miraron fijamente a su hijo.
—Gracias, Ron —ironizó Neville.
—¿Cómo terminaste tú, Neville? —le preguntó Alice.
—No me… —Neville iba a mentir, pero no pudo al ver la mirada de que su madre le dirigía—, me tuvieron que llevar a la enfermería porque quede inconsciente —confesó.
A Alice casi le da el patatus, pero respiró profundo muchas veces y pudo tranquilizarse.
Harry llegó a la cabaña. Se apoyó contra la puerta de madera y miró hacia Hogwarts, cuyas ventanas despedían un brillo rojizo en la puesta del sol. Gryffindor a la cabeza. Él lo había hecho, le había demostrado a Snape…
Y hablando de Snape.
Una figura encapuchada bajó sigilosamente los escalones delanteros del castillo. Era evidente que no quería ser visto dirigiéndose a toda prisa hacia el bosque prohibido. La victoria se apagó en la mente de Harry mientras observaba. Reconoció a la figura que se alejaba. Era Snape, escabulléndose en el bosque, mientras todos estaban en la cena… ¿Qué sucedía?
—Nada bueno, si tiene que ver con Quijicus —dijo Sirius.
Harry saltó sobre su Nimbus 2.000 y se elevó. Deslizándose silenciosamente sobre el castillo, vio a Snape entrando en el bosque. Lo siguió.
—No puedes entrar al bosque prohibido, porque su mismo nombre lo dice, está prohibido —dijo Lily enojada a Harry, el cual solo suspiró.
—Ya déjalo, pelirroja —dijo Sirius, y lo único que consiguió fue una mirada fría de Lily.
Los árboles eran tan espesos que no podía ver adónde había ido Snape. Voló en círculos, cada vez más bajos, rozando las copas de los árboles, hasta que oyó voces. Se deslizó hacia allí y se detuvo sin ruido, sobre un haya.
—Así se hace muchacho —lo felicitó Moody—, nadie se debe dar cuenta cuando espías.
Con cuidado se detuvo en una rama, sujetando su escoba y tratando de ver a través de las hojas.
Abajo, en un espacio despejado y sombrío, vio a Snape. Pero no estaba solo. Quirrell también estaba allí (Snape y Quirrell, no suena nada bien, dijo Remus). Harry no podía verle la cara, pero tartamudeaba como nunca. Harry se esforzó por oír lo que decían.
—… n-no sé p-por qué querías ver-verme j-justo a-aquí, de entre t-todos los l-lugares, Severus…
—Oh, pensé que íbamos a mantener esto en privado —dijo Snape con voz gélida—. Después de todo, los alumnos no deben saber nada sobre la Piedra Filosofal.
—Ya ven, Quijicus sabía desde siempre que lo que escondía Fluffy era la Piedra Filosofal y por so la quería robar —acusó Sirius.
Snape le dedicó una mirada gélida a Sirius, pero este ni se inmuto.
—Yo no estaría tan segura —dijo Lily, pensativa—, porque ese profesor Quirrell no me da buena espina —Remus asintió estando de acuerdo con su amiga.
Harry se inclinó hacia delante. Quirrell tartamudeaba algo y Snape lo interrumpió.
—¿Ya has averiguado cómo burlar a esa bestia de Hagrid?
—P-p-pero Severus, y-yo…
—Tú no querrás que yo sea tu enemigo, Quirrell —dijo Snape, dando un paso hacia él.
—Y-yo no s-sé qué…
—Tú sabes perfectamente bien lo que quiero decir.
Una lechuza dejó escapar un grito y Harry casi se cae del árbol. Se enderezó a tiempo para oír a Snape decir:
—No puedes dejarte distraer por esa simple lechuza —dijo Moody.
—Solo tenía once años —se defendió Harry.
—… tu pequeña parte del abracadabra. Estoy esperando.
—P-pero y-yo no…
—Muy bien —lo interrumpió Snape—. Vamos a tener otra pequeña charla muy pronto, cuando hayas tenido tiempo de pensar y decidir dónde están tus lealtades.
—¿Qué quiso decir con eso? —preguntó Andrómeda.
—Yo tampoco entendí —dijo Ted.
Harry y Ron se miraron, puesto que ellos si habían entendido.
Se echó la capa sobre la cabeza y se alejó del claro. Ya estaba casi oscuro, pero Harry pudo ver a Quirrell inmóvil, como si estuviera petrificado.
Harry frunció el ceño al recordar a ese hombre, que tan bien pudo fingir.

—¿Harry, dónde estabas? —preguntó Hermione con voz aguda.
—¡Ganamos! ¡Ganamos! ¡Ganamos! —gritaba Ron al tiempo que daba palmadas a Harry en la espalda—. ¡Y yo le puse un ojo negro a Malfoy (Ron sonrió al recordar que le puso el ojo negro a Draco) y Neville trató de vencer a Crabbe y Goyle él solo! Todavía está inconsciente, pero la señora Pomfrey dice que se pondrá bien. Todos te están esperando en la sala común, vamos a celebrar una fiesta, Fred y George robaron unos pasteles y otras cosas de la cocina…
—Nosotros no robamos —aclararon los gemelos al ver que su madre los miraba muy seria—, los elfos nos lo regalaban.
—Ahora eso no importa —dijo Harry sin aliento—. Vamos a buscar una habitación vacía, ya veréis cuando oigáis esto…
Se aseguró de que Peeves no estuviera dentro antes de cerrar la puerta, y entonces les contó lo que había visto y oído.
—Ahora sabemos porque desaparecieron cuando apenas estaba por comenzar la fiesta —dijo Fred.
—Sí, hermano —dijo George—, pero eso no nos debería de sorprender, si la mayor parte del tiempo Harry, Ron y Hermione desaparecían sin que nosotros nos diéramos cuenta.
Los mencionados se sonrojaron.
—Así que teníamos razón, es la Piedra Filosofal y Snape trata de obligar a Quirrell a que lo ayude a conseguirla. Le preguntó si sabía cómo pasar ante Fluffy y dijo algo sobre el «abracadabra» de Quirrell… Eso significa que hay otras cosas custodiando la Piedra, además de Fluffy, probablemente cantidades de hechizos, y Quirrell puede haber hecho algunos encantamientos anti-Artes Oscuras que Snape necesita romper…
—Estábamos tan equivocados —se lamentó Ron.
—¿Por qué dices eso, Ron? —preguntó Lily.
—Eh… ya falta poco para que se sepa la verdad —fue la nerviosa respuesta de Ron, respuesta que no fue muy beneficiosa para Lily.
—¿Quieres decir que la Piedra estará segura mientras Quirrell se oponga a Snape? —preguntó alarmada Hermione.
—En ese caso no durará mucho —dijo Ron.
—Y no duró mucho —susurró Ron.
—Bien ahí termina el capítulo —anunció Molly cerrando el libro.
—Gracias, Molly —dijo Dumbledore—, hasta aquí nos quedamos porque ya es hora de almorzar.
—Sí, genial, muero de hambre —dijo Ron.
—Tú siempre, hermano —dijeron los gemelos Weasley y Ginny.
—¿Y dónde almorzaremos? —preguntó Harry—, acaso tendremos que ir al Gr…
Harry no pudo seguir hablando porque la comida apareció en las mesas.
Ron y Sirius fueron los primeros en empezar a comer, pero Harry aún se preguntaba quien aparecía la comida.
—¿Quién aparece la comida? —le preguntó Harry a su madre.
—En realidad no lo sé —contestó Lily—, Dumbledore solo dijo que era un amigo de Sirius.
—Amigo de Sirius —susurró Harry pensativo.
Luego de un par de minutos comiendo entre preguntas, anécdotas y bromas, Ginny le habló a su novio.
—Harry, no se te hace muy familiar el sabor de este pastel de calabaza —dijo Ginny después de llevarse una cucharada de pastel, Harry probó el pastel de calabaza y lo saboreo bien.
—Parece al pastel que prepara Kreacher, y toda la comida también parece haber sido hecha por Kreacher —dijo Harry luego de volver a probar el pastel de calabaza.
El que aparecía la comida, era un amigo de Sirius, le había dicho su madre.
Era obvio que se trataba de Kreacher, pero Harry no estaba seguro si era el Kreacher de su época o de la época de su padrino. Dejo su cubierto a un costado de su plato. Y de todas formas se arriesgó a llamarlo.
—¡Kreacher! —dijo con voz firme Harry, y todos lo miraron sorprendidos. Sirius al escuchar el nombre del elfo, dejo de comer.
Un “plop” se escuchó en la sala, y un elfo viejo apareció cerca a Harry.
—Me llamaba el amo —dijo Kreacher haciendo una reverencia a Harry.
—¿Kreacher? —dijo Sirius seriamente—, ¿Qué haces aquí? —preguntó, pero el elfo ni siquiera lo miró, solo miraba a Harry.
—Es Kreacher —dijeron James y Remus, sin quitarle la vista al elfo—. Pero llamó “Amo” a Harry —agregó James sorprendido.
—¿Qué haces aquí, Kreacher? —preguntó Harry—, creí que te había dejado en Grimmauld Place.
—Kreacher se disculpa, amo, pero es que la profesora del colegio donde estudia el amo requirió de sus servicios, y dijo que si yo ayudaba podía ayudar a cambiar el futuro y también dijo —el elfo empezó a sollozar—, dijo que… que el su antiguo amo Regulus… po-podría tener un mejor final —para esto el elfo ya estaba hecho un mar de lágrimas.
Harry asintió.
—La profesora McGonagall te pidió que vinieras aquí —el elfo asintió, mientras que la profesora McGonagall de esa época estaba sorprendida—, está bien, no hay problema, Kreacher, no te estoy recriminando tu acción, solo me sorprendió que estuvieras aquí —le dijo Harry al elfo, de una manera amable.
—Oh, el amo Harry es muy bueno con Kreacher —el elfo estaba arrodillado ante Harry y sollozando.
—Párate, Kreacher —dijo Harry, y el elfo obedeció, seco sus lágrimas con sus pequeñas manos.
Sirius estaba muy sorprendido de que Kreacher se comportara tan obediente, educado y amable con alguien que no era un sangre pura.
—¿Cómo fue que Kreacher llego a ser tu elfo? —preguntó Sirius.
—Bueno —empezó a hablar Harry, Ginny tomó una mano de su novio por debajo de la mesa, dándole su apoyo—, tú me lo dejaste —respondió el ojiverde.
—¿Qué yo te lo deje? —preguntó más sorprendido Sirius.

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