lunes, 16 de febrero de 2015

Segundo Libro: Harry Potter y la Cámara Secreta - Capítulo 9: La inscripción en el muro


“La inscripción en el muro” —leyó Katie. Y ese título la hizo recordar su tercer curso, y cuando Hermione Granger y Colin Creevey fueron petrificados.
—Eso no nos dice nada nuevo —refunfuñó Sirius.
—Tal vez ahora no entiendas, pero de seguro que explicara algo importante —dijo Lupin.
—Tal vez —murmuró el animago.
—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?
Atraído sin duda por el grito de Malfoy, Argus Filch se abría paso a empujones. Vio a la Señora Norris y se echó atrás, llevándose horrorizado las manos a la cara.
—Pobre hombre —se compadeció Molly—. Puede darle algo.
—Sí, puede ser odioso, pero da pena —apuntó Lily.
—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en Harry—. ¡Tú! —chilló—. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te…!
—Daba pena —se corrigió Lily luego de escuchar el resto del diálogo de Filch.
—¡Argus!
Había llegado Dumbledore, seguido de otros profesores (Que suegte, murmuró Fleur). En unos segundos, pasó por delante de Harry, Ron y Hermione y sacó a la Señora Norris de la argolla.
—Ven conmigo, Argus —dijo a Filch—. Vosotros también, Potter, Weasley y Granger.
—Pero ellos no hicieron nada —saltó James.
—Tal vez lo querría como testigos —dijo el director.
—Y entonces porque no se llevaron a Malfoy también —susurró Ginny.
Lockhart se adelantó algo asustado.
—Oh, no otra vez ese incompetente —dijeron los merodeadores.
—Mi despacho es el más próximo, director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.
—Por lo menos sirve de algo —dijo Luna.
—Gracias, Gilderoy —respondió Dumbledore.
La silenciosa multitud se apartó para dejarles paso. Lockhart, nervioso y dándose importancia, siguió a Dumbledore a paso rápido; lo mismo hicieron la profesora McGonagall y el profesor Snape.
—No creo que Snape los ayude mucho —dijeron al unisonó los gemelos Prewett.
Cuando entraron en el oscuro despacho de Lockhart, hubo gran revuelo en las paredes; Harry se dio cuenta de que algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los rulos puestos (En definitiva, Lockhart es gay, dijeron James y Sirius. Algunos asintieron). El Lockhart de carne y hueso encendió las velas de su mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora Norris sobre la pulida superficie y se puso a examinarla. Harry, Ron y Hermione intercambiaron tensas miradas y, echando una ojeada a los demás, se sentaron fuera de la zona iluminada por las velas.
Dumbledore acercó la punta de su nariz larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna, dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Snape estaba muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera haciendo grandes esfuerzos para no sonreír (¿Y por qué tendría que sonreír?, preguntó una confundida Lily. En verdad no le vía la gracia por ningún lado). Y Lockhart rondaba alrededor del grupo, haciendo sugerencias.
—Unas estúpidas sugerencias —afirmó Ron, y Harry sonrió.
—Puede concluirse que fue un hechizo lo que le produjo la muerte…, quizá la Tortura Metamórfica. He visto muchas veces sus efectos. Es una pena que no me encontrara allí, porque conozco el contrahechizo que la habría salvado.
Blaise Zabini rodó los ojos con fastidio.
—Me avergüenza de que me haya dado clases alguna vez —dijo Pansy Parkinson.
Los sollozos sin lágrimas, convulsivos, de Filch acompañaban los comentarios de Lockhart. El conserje se desplomó en una silla junto a la mesa, con la cara entre las manos, incapaz de dirigir la vista a la Señora Norris (Por primera vez Ron sintió pena por Filch, su gata era lo único que tenía. Y aunque en su tiempo no lo sintió de esa manera porque era un niño o porque lo único quería era librarse de un castigo ahora si entendí la pena del conserje). Pese a lo mucho que detestaba a Filch, Harry no pudo evitar sentir compasión por él, aunque no tanta como la que sentía por sí mismo. Si Dumbledore creía a Filch, lo expulsarían sin ninguna duda.
—No creo que Dumbledore haga eso —dijo Alice.
—Y además todo el mundo es inocente hasta demostrar lo contrario —dijo Ted.
Dumbledore murmuraba ahora extrañas palabras en voz casi inaudible. Golpeó a la Señora Norris con su varita, pero no sucedió nada; parecía como si acabara de ser disecada.
—Más bien petrificada —murmuró Seamus.
—Sí, eso parecer ser razonable —estuvo de acuerdo Remus.
—Pero, ¿quién podría petrificar a una gata? —preguntó Andrómeda.
Nadie contestó, y Katie siguió leyendo.
—… Recuerdo que sucedió algo muy parecido en Uagadugú —dijo Lockhart—, una serie de ataques. La historia completa está en mi autobiografía (Esos malditos libros llenos de mentiras, no nos interesa, dijo Ernie Macmillan). Pude proveer al poblado de varios amuletos que acabaron con el peligro inmediatamente.
—Sí, claro —dijo Fred con sarcasmo.
Todas las fotografías de Lockhart que había en las paredes movieron la cabeza de arriba abajo confirmando lo que éste decía. A una se le había olvidado quitarse la redecilla del pelo.
Snape resopló.
Finalmente, Dumbledore se incorporó.
—No está muerta, Argus —dijo con cautela.
Lockhart interrumpió de repente su cálculo del número de asesinatos evitados por su persona.
—Un hechizo silenciador hubiera servido para callarlo —dijo Remus. Era definitivo no le agradaba ese hombre, y no entendía como había podido llegar a ser profesor.
—¿Que no está muerta? —preguntó Filch entre sollozos, mirando por entre los dedos a la Señora Norris—. ¿Y por qué está rígida?
—La han petrificado —explicó Dumbledore.
—Ah, ya me parecía a mí… —dijo Lockhart.
—Es un imbécil —gruñó Ron.
—¡Ronald! —lo regañó Molly. Este solo puso cara de inocencia.
—Pero no podría decir como…
—¡Pregúntele! —chilló Filch, volviendo a Harry su cara con manchas y llena de lágrimas.
—Ningún estudiante de segundo curso podría haber hecho esto —dijo Dumbledore con firmeza—. Es magia negra muy avanzada.
—¡Exacto! —dijo Lily.
—Eso es evidente, eso parece obra de un mortífago —dijo Sirius mirando a Lucius.
—¡Lo hizo él! —saltó Filch, y su hinchado rostro enrojeció—. ¡Ya ha visto lo que escribió en el muro! Él encontró… en la conserjería… Sabe que soy, que soy un… —Filch hacía unos gestos horribles—. ¡Sabe que soy un squib! —concluyó.
—En esa época ni siquiera sabía lo que era un squib —dijo Harry.
—¡No he tocado a la Señora Norris! —dijo Harry con voz potente, sintiéndose incómodo al notar que todos lo miraban, incluyendo los Lockhart que había en las paredes—. Y ni siquiera sé lo que es un squib.
—¿No lo sabías? —preguntó Michael Corner.
—Que no lo oíste, Corner —respondió el pelinegro de una manera no muy amable. Todos los del pasado se quedaron sorprendidos de la manera de hablar de Harry, puesto que él siempre trataba bien a todos, hasta a Snape.
En cambio Ginny sonrió y tomo de la mano a su novio, ella sabía porque Harry le contestaba de esa manera a Corner, y era porque estaba celoso. Harry aun sentía celos del Ravenclaw, no podía evitarlo.
—¡Mentira! —gruñó Filch—. ¡Él vio la carta de Embrujorrápid!
—Si se me permite hablar, señor director —dijo Snape desde la penumbra, y Harry se asustó aún más, porque estaba seguro de que Snape no diría nada que pudiera beneficiarle (Estoy totalmente de acuerdo contigo, mini Cornamenta, murmuró Sirius)—, Potter y sus amigos simplemente podrían haberse encontrado en el lugar menos adecuado en el momento menos oportuno (Defendiste al hijo de Potter y sus amigos, dijo Lucius muy sorprendido. Aunque a decir verdad todos lo estaban. A lo que Snape respondió: No lo creo) —dijo, aunque con una leve expresión de desprecio en los labios, como si lo pusiera en duda—; sin embargo, aquí tenemos una serie de circunstancias sospechosas: ¿por qué se encontraban en el corredor del piso superior? ¿Por qué no estaban en la fiesta de Halloween?
—Era muy lindo para que fuera verdad —dijeron los gemelos Prewett.
Harry, Ron y Hermione se pusieron a dar a la vez una explicación sobre la fiesta de cumpleaños de muerte.
—… había cientos de fantasmas que podrán testificar que estábamos allí.
—Podría funcionar —dijo Sirius.
—Pero ¿por qué no os unisteis a la fiesta después? —preguntó Snape. Los ojos negros le brillaban a la luz de las velas—. ¿Por qué subisteis al corredor?
—Pues por las voces que solo Harry podía escuchar —respondió Ron.
—Eso sonó muy mal —se quejó Harry—, cualquiera podría pensar que me volví loco.
—Bueno a decir verdad —empezó Hermione—, si no hubiera habido víctimas —mi incluyó, pensó Hermione—, yo hubiera creído que tenías esquizofrenia.
—¿Qué es “esquizofrenia”? —preguntó Sirius.
—Es una enfermedad muggle, que se basa en que el enfermo escucha voces que le dicen que hacer y cómo actuar —respondió Lily.
—Vaya —murmuró Sirius y James.
Ron y Hermione miraron a Harry.
—Porque…, porque… —dijo Harry, con el corazón latiéndole a toda prisa; algo le decía que parecería muy rebuscado si explicaba que lo había conducido hasta allí una voz que no salía de ningún sitio y que nadie sino él había podido oír—, porque estábamos cansados y queríamos ir a la cama —dijo.
Los gemelos Weasley y Lee negaron con la cabeza.
—Alguien debería enseñarle a decir mejores excusas —dijo Lee.
—¿Sin cenar? —preguntó Snape. Una sonrisa de triunfo había aparecido en su adusto rostro—. No sabía que los fantasmas dieran en sus fiestas comida buena para los vivos.
—No teníamos hambre —dijo Ron con voz potente, y las tripas le rugieron en aquel preciso instante.
Ginny negó con la cabeza.
—Nadie te creería eso, Ron —le dijo Ginny—, y aun así tus tripas no te hubieran delatado.
—Cállate, enana —le contestó Ron, con las orejas rojas.
—No soy enana —gritó Ginny a la vez que le golpeaba la cabeza.
—No cabe duda que las pelirrojas son temibles —dijo Sirius.
Y James sonrió mirando a Lily.
—Y eso que todavía no has visto a una castaña enojada —murmuró Harry.
—Y peor si está embarazada —siguió Ron, sobándose la cabeza.
Hermione miró a sus amigos con severidad.
—¿Qué dijeron? —gruñó.
—Nada —respondieron Harry y Ron.
—Yo escuche que dijeron algo, no soy sorda —volvió a gruñir la castaña.
—Bueno en realidad dijimos… —Ron no sabía que inventar y se quedó callado, luego dirigió su mirada a Harry para que lo sacara del apuro.
—… comentábamos que… que ese vestido que traes puesto hoy te queda muy bien —dijo Harry con una sonrisa.
James podía notar el nerviosismo de su hijo. Sirius sonreía y Remus miraba atento la discusión.
—¿Ah sí? —preguntó Hermione y Harry y Ron asintieron—, perfecto, ¿qué les parece si les cambio su ropa por un vestido igual al mío? —Hermione saco su varita y apunto a sus amigos.
—¡NO! —gritaron Harry y Ron.
—¿Pero por qué? Si dijeron que les gustaba mi vestido, por eso yo quiero que ustedes también usen uno igual.
—Es que solo a ti te queda hermoso —dijeron los dos tratando de alejar la varita de Hermione.
Hermione bajo su varita, pero aún tenía esa mirada de severidad.
—La próxima vez que intenten hacerse los graciositos conmigo, no los voy a amenazar, voy a cumplir con mi palabra —sentenció.
Harry y Ron suspiraron aliviados.
Mientras Remus no podía creer lo que había pasado, porque a él que le contesto mal, le dijo que no había problema y todavía le había sonreído, pero a sus amigos casi les pone un vestido. Eso sí que era raro, pensó Lupin.
Luego de esa pequeña discusión Katie retomo la lectura.
La desagradable sonrisa de Snape se ensanchó más.
—Tengo la impresión, señor director, de que Potter no está siendo completamente sincero —dijo—. Podría ser una buena idea privarle de determinados privilegios hasta que se avenga a contarnos toda la verdad. Personalmente, creo que debería ser apartado del equipo de quidditch de Gryffindor hasta que decida no mentir.
—¿Tanto miedo tenía de que le ganáramos a su casa, profesor Snape? —preguntó Oliver Wood, pero se notaba un ligero toque de burla en sus palabras.
Los gemelos Weasley y Lee empezaron a vitorear.
—Sí, eso, como dice nuestro capitán… —empezó George.
—¿Tenía miedo, profesor Snape? —continuó Fred.
Todos los Gryffindor’s sonrieron, pero Snape parecía que quería matar con la mirada a los Weasley, Lee, y sobre todo a Wood.
—Francamente, Severus —dijo la profesora McGonagall bruscamente—, no veo razón para que el muchacho deje de jugar al quidditch. Este gato no ha sido golpeado en la cabeza con el palo de una escoba (Eso fue genial, Minnie, celebró Sirius. La profesora solo asintió). No tenemos ninguna prueba de que Potter haya hecho algo malo.
—Porque Harry no hizo nada malo, y nosotros tampoco —dijo Ron, señalando a sus amigos y luego señalándose él.
Dumbledore miraba a Harry de forma inquisitiva. Ante los vivos ojos azul claro del director, Harry se sentía como si le examinaran por rayos X.
—Es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Severus —dijo con firmeza.
—¡Eso es profesor! —dijeron los gemelos Weasley y los merodeadores.
Snape parecía furioso. Igual que Filch.
—Qué pena me dan —ironizó Angelina.
Fred miró con curiosidad a la chica.
—Pero miren George, Lee, nuestra querida Angelina se ha vuelto una de nosotros —dijo el pelirrojo.
Angelina miró a los gemelos y a Lee, luego sonrió.
—Todo es culpa de George —se defendió la chica.
—¿Mi culpa? —dijo George con aire ofendido.
—¡Sí! Y ya cállate, que quiero seguir escuchando la lectura —concluyó Angelina. Los gemelos y Lee se miraron para luego sonreír.
—¡Han petrificado a mi gata! —gritó. Tenía los ojos desorbitados—. ¡Exijo que se castigue a los culpables!
—Y el culpable será castigado, pero que dejen en paz a mi hijo —dijo Lily.
Ginny por su parte se encogió en su sitio, y Harry al notar nerviosa a su novia la a abrazo.
—No te preocupes, Ginny, nadie te juzgara —le susurró.
—Podremos curarla, Argus —dijo Dumbledore armándose de paciencia—. La señora Sprout ha conseguido mandrágoras recientemente. En cuanto hayan crecido, haré una poción con la que revivir a la Señora Norris.
—La haré yo —acometió Lockhart—. Creo que la he preparado unas cien veces, podría hacerla hasta dormido.
—Ese hombre es imposible —resopló Susan Bones.
—Disculpe —dijo Snape con frialdad—, pero creo que el profesor de Pociones de este colegio soy yo.
—Y por primera y única vez me alegro de que así haya sido —susurró Ron.
—Canuto, Lunático estoy en una disyuntiva —dijo James y los otros dos merodeadores le prestaron atención—, no sé a quién de los dos defender, si a  Snape o a Lockhart, o de plano a ninguno de los dos.
—Yo también estoy igual que tú, Cornamenta —dijo Sirius.
—Yo creo que es mejor defender a Snape —dijo Remus y James y Sirius lo miraron sorprendidos—, es que… yo creo que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
—Sí, creo que Lunático tiene razón —concluyó Sirius.
James asintió, aun no muy convencido.
Hubo un silencio incómodo.
—Podéis iros —dijo Dumbledore a Harry, Ron y Hermione.
Se fueron deprisa pero sin correr. Cuando estuvieron un piso más arriba del despacho de Lockhart, entraron en un aula vacía y cerraron la puerta con cuidado. Harry miró las caras ensombrecidas de sus amigos.
—¿Creéis que tendría que haberles hablado de la voz que oí?
—Oír voces que nadie más oye, es raro —dijo Percy.
—No —dijo Ron sin dudar—. Oír voces que nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.
—Eso es cierto —murmuraron varias voces en general.
Había algo en la voz de Ron que hizo que Harry le preguntase:
—Tú me crees, ¿verdad?
—Siempre —dijo Ron a Harry, y este sonrió a su amigo.
—Por supuesto —contestó Ron rápidamente—. Pero… tienes que admitir que parece raro…
—Sí, ya sé que parece raro —admitió Harry—. Todo el asunto es muy raro. ¿Qué era lo que estaba escrito en el muro? «La cámara ha sido abierta.» ¿Qué querrá decir?
—La pregunta correcta sería, ¿qué consecuencias traerá? —opinó Moody.
Los chicos del futuro se estremecieron al recordar el peligro que corrían algunos hijos de muggles.
—El caso es que me suena un poco —dijo Ron despacio—. Creo que alguien me contó una vez una historia de que había una cámara secreta en Hogwarts…; a lo mejor fue Bill.
—No fui yo, fue Charlie —se defendió el pelirrojo mayor al ver la cara de seriedad de su madre.
—¡Charlie! —gritó Molly—, ¿Por qué le contaste esa historia a tu hermano?
—Creí que sería divertido —trato de defenderse Charlie.
—Pues no fue divertido —contraatacó Ron.
—¿Y qué demonios es un squib? —preguntó Harry.
Para sorpresa de Harry, Ron ahogó una risita.
—¡Ronald! —lo regañó Molly.
—Lo siento, mamá —murmuró el pelirrojo.
—Bueno, no es que sea divertido realmente… pero tal como es Filch… (Algunos soltaron unas risitas) —dijo—. Un squib es alguien nacido en una familia de magos, pero que no tiene poderes mágicos. Todo lo contrario a los magos hijos de familia muggle, sólo que los squibs son casos muy raros (Y más Filch, murmuró Angelina). Si Filch está tratando de aprender magia mediante un curso de Embrujorrápid, seguro que es un squib. Eso explica muchas cosas, como que odie tanto a los estudiantes. —Ron sonrió con satisfacción—. Es un amargado.
—Sí, es un amargado —dijeron James y Sirius, mientras Ron asentía, pero dejo de asentir cuando vio la mirada enfurecida de su madre.
De algún lugar llegó el sonido de un reloj.
—Es medianoche —señaló Harry—. Es mejor que nos vayamos a dormir antes de que Snape nos encuentre y quiera acusarnos de algo más.
—Aunque el profesor Snape siempre castigaba a los Gryffindor con o sin motivos —dijo Parvati.
McGonagall miró con severidad a Snape, pero este solo hizo una mueca.
—Señor Snape, en el futuro debería cambiar esa actitud para con sus alumnos —regañó la profesora de Transformaciones.

Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris (Chismosos, murmuró Alice). Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen (Paranoico, dio Andrómeda). Harry le había visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día (Ginny se estremeció al oír sobre la inscripción que no se borraba, y Harry le pasó un brazo por sus hombros brindándole su apoyo). Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento».
—¿No nos castigaba ya a nosotros por eso? —preguntó Gideon a su hermano.
—Claro que sí —respondió Fabian.
Ginny Weasley parecía muy afectada por el destino de la Señora Norris. Según Ron, era una gran amante de los gatos.
Todos los del pasado miraban a Ginny, y esta solo se dedicaba a mirar sus manos como si fuera lo más interesante del mundo.
Molly Weasley se dio cuenta de que algo le pasaba a su hija, y estaba segura que tenía que ver con todo ese tema de la inscripción.
—Pero si no conocías a la Señora Norris —le dijo Ron para animarla—. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella (Eres un insensible, Ronald, lo regañó Hermione, y el pelirrojo trato de esconderse de tras de Harry). —A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma… —añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.
Ginny volvió a estremecerse.
—Lo bueno es que todo eso ya paso, solo es un mal recuerdo —dijo Luna tratando de animar a la pelirroja. Ginny le sonrió con agradecimiento.
Aquel acto vandálico también había afectado a Hermione (Remus miró de reojo a la castaña). Ya era habitual en ella pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora prácticamente no hacía otra cosa (Aburrida, dijo entre dientes Sirius. Hermione lo miró seria). Cuando le preguntaban qué buscaba, no obtenían respuesta, y tuvieron que esperar al miércoles siguiente para enterarse.
—Eso me suena a que harán  algo peligroso —dijo Lily mirando a su hijo, Ron y Hermione.
El trío de oro simplemente se hicieron los disimulados.
Harry se había tenido que quedar después de la clase de Pociones, porque Snape le había mandado limpiar los gusanos de los pupitres (Es un hijo de perra, susurró James. A lo que Sirius respondió ofendido: «¿Ey!, no te metas con los perros»). Tras comer apresuradamente, subió para encontrarse con Ron en la biblioteca, donde vio a Justin Finch-Fletchey, el chico de la casa de Hufflepuff con el que coincidían en Herbología, que se le acercaba. Harry acababa de abrir la boca para decir «hola» cuando Justin lo vio, cambió de repente de rumbo y se marchó deprisa en sentido opuesto.
—Cobarde —dijeron los gemelos Prewett.
—Oigan, yo no tuve la culpa —se defendió Justin—, además yo no era el único que creía que Harry era culpable por la inscripción en el muro, ¿o lo van a negar? —preguntó, y nadie lo negó, excepto Ron y Hermione.
—Harry no lo hizo —exclamaron Ron y Hermione al unisonó.
El pelinegro se sintió feliz de que sus amigos siempre creyeron en él.
Harry encontró a Ron al fondo de la biblioteca, midiendo sus deberes de Historia de la Magia. El profesor Binns les había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de Magos de Europa».
Todos los chicos gimieron al recordar un trabajo tan aburrido —según ellos— la única que se encontraba conforme con ese trabajo era Hermione, quien por cierto miraba con desaprobación a un pelirrojo y un pelinegro.
—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros… —dijo furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.
—¿Estás completamente segura de que eres humana? —preguntó Parvati a Hermione con verdadera sorpresa.
Hermione solo la ignoró, pero se sonrojó levemente al notar las miradas de muchos sobre ella.
—¿Dónde está? —preguntó Harry, cogiendo la cinta métrica y desenrollando su trabajo.
—En algún lado por allá —respondió Ron, señalando hacia las estanterías—. Buscando otro libro. Creo que quiere leerse la biblioteca entera antes de Navidad.
—Ronald —le reprocho Hermione.
Ron sonrió nerviosamente a su amiga.
—En mi defensa puedo decir que no lograste leer toda la biblioteca antes de Navidad —dijo el pelirrojo, causando la risa de los merodeadores, Harry, los gemelos Weasley, los gemelos Prewett, Lee, Angelina, si hasta Oliver Wood reía, pero paro al ver la mirada de la castaña.
—¡Ronald! ¡Harry! —gritó Hermione para que sus amigos dejaran de reír, pero no podían parar—, no los ayudare con sus deberes —los amenazó, estos al instante callaron y se pusieron serios.
—No lo estarás diciendo en serio, ¿verdad, Hermione? —preguntó Ron.
—Si no nos reíamos de ti —aseguro Harry.
—¿Ah no? ¿Entonces de que se reían? —preguntó dudosa la castaña.
—Pues… de la risa de los demás —contestó Harry.
—Sí, eso, como dijo Harry —apoyó Ron.
Hermione los miró con ojos entrecerrados. Y para esto todos se habían callado para poder escuchar la discusión del trío, bueno, en realidad no todos, James Potter aun reía.
—Silencio, James —le gritó Lily al ver que Hermione miraba con seriedad a su novio. James dejo de reír, pero no por notar la mirada de la castaña, sino por el grito de su novia.
—Lo tienen domesticado —susurró Sirius a Remus y este asintió.
Cuando todo se hubieron callado, Katie volvió a leer.
Harry le contó a Ron que Justin Finch-Fletchey lo había esquivado y se había alejado de él a toda prisa.
—No sé por qué te preocupa, si siempre has pensado que era un poco idiota (Lo siento, Justin, pero eso no cierto, se disculpó Harry al ver la cara de enojo del chico) —dijo Ron, escribiendo con la letra más grande que podía—. Todas esas tonterías sobre lo maravilloso que es Lockhart…
—En eso si tienes razón, Weasley —dijo Justin, aun mirando con enojo a Harry.
Hermione surgió de entre las estanterías. Parecía disgustada, pero dispuesta a hablarles por fin.
—No queda ni uno de los ejemplares que había en el colegio; se han llevado la Historia de Hogwarts —dijo, sentándose junto a Harry y Ron—. Y hay una lista de espera de dos semanas. Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar, pero con todos los libros de Lockhart, no me cabía en el baúl.
—Te hubieras ahorrado mucho espacio si hubieras dejado los libros basura de Lockhart —comentó James.
Inconscientemente Remus asintió.
—Sí, pero de todas formas, ¿para que querías el aburrido libro de Historia de Hogwarts? —preguntó Sirius, y McGonagall lo miró con seriedad—. Lo siento —murmuró.
—Pues es más que obvio, Sirius, lo quería para leer sobre la Cámara de los Secretos —respondió Lily.
—¿Para qué lo quieres? —le preguntó Harry.
—Para lo mismo que el resto de la gente —contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.
Lily y Hermione se sonrieron por sus respuestas tan similares.
—¿Qué es eso? —preguntó Harry al instante.
—Eso quisiera yo saber. Pero no lo recuerdo —contestó Hermione, mordiéndose el labio—. Y no consigo encontrar la historia en ningún otro lado.
Los gemelos Weasley rieron y todos los miraron.
—Es que conociendo a Hermione… —empezó Fred.
—… estoy seguro de que consiguió otra forma de saber sobre la Cámara… —siguió George.
—¿O no, hermanito? ¿O no Harry? —preguntaron a la vez.
Harry y Ron sonrieron, mientras Hermione se sonrojaba.
—Aun no sé cómo logran hablar de esa manera —dijo Sirius.
—Tendrías que tener un gemelo, para entenderlo —fue la respuesta de Fred y George.
—Hermione, déjame leer tu trabajo —le pidió Ron desesperado, mirando el reloj.
—¡Ronald! —lo regañó su madre, y Ron solo se encogió de hombros.
—No, no quiero —dijo Hermione, repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.
—Sólo me faltan seis centímetros, venga.
—Eres una mala amiga, castaña —dijo Sirius mirando a Hermione.
—¿Mala amiga? —repitió Hermione—, si desde el primer día en que nos dejaron la tarea yo les dije a Harry y a Ron para hacerla, y el único que avanzo un poco fue Harry y Ron me dijo que todavía había mucho tiempo.
Ron se sonrojó al notar que todos lo miraban.
Sonó la campana. Ron y Hermione se encaminaron al aula de Historia de la Magia, discutiendo.
—Como siempre —murmuró Harry solo para que Ginny lo escuchara.
Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra (Ahora ya ni eso es interesante, dijo Dean, causando la risa de Seamus). Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto. Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y se había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de profesores. Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve variación.
—A mí me gusta esa clase —dijeron a la vez James y Sirius, todos lo miraron con sorpresa, sobre todo la profesora McGonagall.
—Ese es el mejor momento para dormir —dijo James.
—Sobre todo si no has podido dormir bien en la noche —apoyó Sirius.
—¿Por qué no me sorprende? —murmuró Lily.
Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un sonsonete monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en un sopor profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse (Yo ni siquiera apuntaba los nombres o las fechas importantes, susurró Ron a Luna, sabiendo que ella era la única quien no lo regañaba por ser sincero). Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione alzó la mano.
—¿Cómo? —dijo Remus sorprendido y mirando a la chica.
—Eso ni siquiera la pelirroja lo ha hecho —dijo Sirius, y James asintió. Entonces Lily le dio una patada a Sirius por debajo de la mesa—. ¡Ay! —se quejó este.
—¿Qué te sucede? —le preguntó James.
—Eh… nada —contestó el animago al descubrir quién lo había pateado. James no le creyó, pero no dijo nada.
El profesor Binns, levantando la vista a mitad de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional de Brujos de 1289, pareció sorprendido.
—¿Señorita…?
—Granger, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz clara.
—No puedo creerlo —dijo James.
—Pues con uno de esos tres, puede pasar de todo —dijeron los gemelos Weasley.
Dean Thomas, que había permanecido boquiabierto, mirando por la ventana, salió de su trance dando un respingo. Lavender Brown levantó la cabeza y a Neville le resbaló el codo de la mesa.
El profesor Binns parpadeó.
—Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas (No es un mito ni una leyendo, es una realidad, murmuró Harry). —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió—: En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos…
Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de Hermione.
—Vaya, dos veces en una misma clase —dijeron los gemelos Prewett con sorpresa.
—¿Señorita Grant?
Algunos soltaron unas risitas por la confusión de apellido.
—No creo que el profesor Binns recuerde el apellido correcto de sus alumnos —dijo Remus, Hermione lo miró y sonrió de medio lado.
—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?
—Touche —dijo Ginny.
—Le dejaste con la boca cerrada —dijo Dean.
El profesor Binns la miraba con tal estupor, que Harry adivinó que ningún estudiante lo había interrumpido nunca, ni estando vivo ni estando muerto.
—Puede que tenga razón —murmuró Andrómeda.
—Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda…
—¿Absurda? —gruñó Ginny.
Sí, tan absurda que Myrtle murió la primera vez que abrieron la Cámara, pensó Hermione.
—Sí, absurda y Hermione…
—Ron —lo interrumpió la castaña.
—¿Hermione, qué? —preguntó Ted.
—Nada —respondió Ron, y le murmuró algo a Luna, esto hizo que ya nadie le preguntara nada.
La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él. Harry se sentía completamente desconcertado al ver unas muestras de interés tan inusitadas.
—Me imagino, nunca antes había sucedido —dijo Frank.
—Y después de ese día, nunca volvió a suceder —comentó Neville.
—Muy bien —dijo despacio—. Veamos… la Cámara de los Secretos… Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin (Slytherin era una basura, susurró Sirius). Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de las miradas indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución.
—Es por eso que debemos acabar con todos esos asquerosos muggles —murmuró Lucius, y suerte para él que solo lo logro escuchar Snape, porque si no los demás se le habrían ido encima.
Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó:
—Durante algunos años, los fundadores trabajaron conjuntamente en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás (¿Por qué no me sorprende?, dijeron los merodeadores). Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos (Eso es lo más estúpido que he oído en toda mi vida, dijo Dean). Lo desagradaba tener alumnos de familia muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio.
—Siento una profunda pena —ironizó Sirius, fingiendo que se limpiaba una lágrima.
Snape lo miró como si se tratase de una escoria.
El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas.
—Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos (Y dale con los mismo, no es una leyenda, hay pruebas de que es real, dijo Alicia Spinnet, y antes de que alguien preguntara algo, Katie volvió a leer). La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.
—Y sí que estaba muy oculta —murmuró Ron.
»Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero (Hagrid hizo una mueca al recordar la primera vez que abrieron la Cámara, y le echaron la culpa a él). Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia.
Ginny tembló con terror.
—Me odiaran cuando se enteren de todo —le susurró Harry.
—No lo harán, entenderán que tú no tuviste la culpa, solo tenías once años, Ginny —la reconfortó el ojiverde.
Sirius miraba a su futuro ahijado susurrarle cosas a su novia.
—¿Qué le estará diciendo? —le preguntó a Lupin, quien también había notado a Harry hablando con Ginny.
—No te metas, Canuto, recuerda que son novios, tienen todo el derecho de susurrarse cosas —defendió Remus.
—Aburrido —le dijo el animago.
Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns. Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto.
—¿Quién no? si solo le tomaron atención por la “supuesta” leyenda —dijo Charlie.
—Por supuesto, esta historia es un completo disparate —añadió—. Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.
Justin soltó una risita sarcástica.
—Pues entonces la Señora Norris, Colin Creevey —Harry se sintió mal al escuchar el nombre del chico—, el fantasma de Gryffindor, Penélope Clearwater —Percy se sonrojó ligeramente al escuchar el nombre de su ex novia—, Hermione L… Granger —se corrigió al instante—, y yo somos muy crédulos.
—¿Por qué dices eso, Justin? —preguntaron los gemelos Prewett.
—Ya lo sabrán —contesto Justin enigmático.
Hermione volvió a levantar la mano.
—Profesor…, ¿a qué se refiere usted exactamente al decir «el horror que contiene» la cámara?
—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el heredero de Slytherin —explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada.
—Me preguntó qué tipo de monstruo será —dijo Sirius.
—Tal vez sea una acromántula —dijo Susan, haciendo gemir de tristeza a Hagrid al recordar a Aragog, y estremecerse de terror a Ron.
La clase intercambió miradas nerviosas.
—Pero ya les digo que no existe —añadió el profesor Binns, revolviendo en sus apuntes—. No hay tal cámara ni tal monstruo.
—Sí la hay —aseguro Ron, haciendo estremecer a Lily y a Molly.
—Ron, calla, o es que quieres que a nuestras madres les dé un ataque —lo regañó Harry por lo bajo.
—Pero, profesor —comentó Seamus Finnigan—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?
—Tonterías, O’Flaherty (Sirius no pudo evitar reír por la confusión de apellidos) —repuso el profesor Binns en tono algo airado—, si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado…
—Es porque no buscaron bien —dijeron los gemelos Weasley, y Lee soltó una risotada.
—¡Fred!, ¡George! —los regañó Molly.
—Pero, profesor —intervino Parvati Patil—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla…
—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati (Sirius volvió a reír por la confusión de apellidos, pero se calló al ver las miradas asesinas de las hermanas Patil) —le interrumpió el profesor Binns—. Insisto, si los predecesores de Dumbledore…
—Pero tal vez sea preciso estar relacionado con Slytherin, y por eso Dumbledore no podría… —apuntó Dean Thomas, pero el profesor Binns ya estaba harto.
—Ese chico podría tener razón —dijo Arthur.
—Ya basta —dijo bruscamente—. ¡Es un mito! ¡No existe! ¡No hay el menor indicio de que Slytherin construyera semejante cuarto trastero! Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes, creíbles y comprobables.
—Yo creo que el profesor es un poco terco en algunas cosas, no ve lo evidente —comentó Luna, haciendo sonreír a su pelirrojo novio.
—Y qué carácter —dijo Lily.
—Mira quien lo dice —alegó Sirius.
—Nadie pidió tu opinión, Sirius Black —gruñó Lily.
Sirius miró a Lily que tenía su cara tan roja como su cabello, y luego miró a James y a Remus.
—Y después no quieren que le diga que tiene mal carácter. Pobre de ti, Cornamenta —susurró el animago.
Y en cinco minutos, la clase se sumergió de nuevo en su sopor habitual.

***

—Ya sabía que Salazar Slytherin era un viejo chiflado y retorcido —dijo Ron (Buena esa querido sobrino, lo felicitaron Fabian y Gideon) a Harry y Hermione, mientras se abrían camino por los abarrotados corredores al término de las clases, para dejar las bolsas en la habitación antes de ir a cenar—. Pero lo que no sabía es que hubiera sido él quien empezó todo este asunto de la limpieza de sangre. No me quedaría en su casa aunque me pagaran. Sinceramente, si el Sombrero Seleccionador hubiera querido mandarme a Slytherin, yo me habría vuelto derecho a casa en el tren.
—Nosotros también hubiéramos hecho lo mismo —dijeron los merodeadores.
—Idiotas —murmuró Snape.
Hermione asintió entusiasmada con la cabeza, pero Harry no dijo nada. Tenía el corazón encogido de la angustia.
—¿Por qué? Si tú eres un orgulloso león —le dijo James a su futuro hijo.
Pero casi termino en la casa de las serpientes, contestó mentalmente el ojiverde.
Harry no había dicho nunca a Ron y Hermione que el Sombrero Seleccionador había considerado seriamente la posibilidad de enviarlo a Slytherin. Recordaba, como si hubiera ocurrido el día anterior, la vocecita que le había hablado al oído cuando, un año antes, se había puesto el Sombrero Seleccionador.
—Cierto, lo había olvidado —susurró James.
—Pero lo bueno es que no te fuiste al lado oscuro —dijo Sirius sonriendo a su futuro ahijado.
Harry sonrió sin muchas ganas.
—Son unos tontos —los regañó Lily.

Podrías ser muy grande, ¿sabes?, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza. No hay dudas, ¿verdad?

—Pero Harry no necesito ser un Slytherin para llegar hacer ser grande —defendió Ginny, y Harry le sonrió en respuesta.
—Eso nadie lo discute, Ginny —Hermione estuvo de acuerdo con la pelirroja.
Pero Harry, que ya conocía la reputación de la casa de Slytherin por los brujos de magia negra que salían de ella, había pensado desesperadamente «¡Slytherin no!», y el sombrero había terminado diciendo:

Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!

—Claro, tenías que terminar siendo un león como tu grandioso padre y tu hermosa madre —dijo orgullosamente James.
Harry rió al escuchar la manera tan arrogante de hablar de su padre, mientras que Lily negaba con la cabeza.
Mientras caminaban empujados por la multitud, pasó Colin Creevey.
—¡Eh, Harry!
—¡Hola, Colin! —dijo Harry sin darse cuenta.
—Harry, Harry…, en mi clase un chaval ha estado diciendo que tú eres…
—¿No me digas que todos pensaban que tú eras el heredo de Slytherin? —preguntó Frank.
Harry asintió.
—Eso es ridículo —dijo James—, ¿Quién podría pensar eso de ti?
—Toda la escuela —respondió Harry.
—¿Toda la escuela? —repitió Hermione—, pues yo no —aclaró.
—Yo menos, y tampoco George, Fred y Ginny —dijo Ron.
—Bueno corrijo, casi toda la escuela —dijo Harry.
—Pero como se les ocurre pensar eso, si ni siquiera eras Slytherin —dijo un confuso Sirius—, en cambio el que sí podría ser el heredero seria…
—Yo tampoco era el heredero de Slytherin —dijo Draco al sentir la mirada de Sirius sobre él.
—Yo no mencione tu nombre —rebatió el animago.
—Pero lo pensaste y además sentí tu mirada sobre mí —contestó el rubio.
—Es un paranoico —comentó Sirius a Remus.
—Sí, claro —dijo Lupin con sarcasmo que Sirius no noto.
Pero Colin era demasiado pequeño para luchar contra la marea de gente que lo llevaba hacia el Gran Comedor. Le oyeron chillar:
—¡Hasta luego, Harry! —Y desapareció.
—¿Qué es lo que dice sobre ti un chaval de su clase? —preguntó Hermione.
—Que soy el heredero de Slytherin, supongo —dijo Harry, y el corazón se le encogió un poco más al recordar cómo lo había rehuido Justin Finch-Fletchley a la hora de la comida.
—En verdad lo siento, Harry —se disculpó Justin.
—La gente aquí es capaz de creerse cualquier cosa —dijo Ron, con disgusto.
—Tienes razón, hermanito… —empezó Fred.
—… sí, además yo sé de alguien que se creyó que había grageas con sabor a duende —dijo George y Ron se sonrojó.
Fred y George rieron al ver a su hermano sonrojado.
La masa de alumnos se aclaró, y consiguieron subir sin dificultad al siguiente rellano.
—¿Crees que realmente hay una Cámara de los Secretos? —preguntó Ron a Hermione.
—No lo sé —respondió ella, frunciendo el entrecejo—. Dumbledore no fue capaz de curar a la Señora Norris, y eso me hace sospechar que quienquiera que la atacase no debía de ser…, bueno…, humano.
—Excelente deducción —ironizó Lucius.
—Padre, por favor —advirtió Draco, y Lucius lo ignoró.
Al doblar la esquina se encontraron en un extremo del mismo corredor en que había tenido lugar la agresión. Se detuvieron y miraron. El lugar estaba tal como lo habían encontrado aquella noche, salvo que ningún gato tieso colgaba de la argolla en que se fijaba la antorcha, y que había una silla apoyada contra la pared del mensaje: «La cámara ha sido abierta.»
—¿Una silla? —preguntaron muchos al unisonó.
—Aquí es donde Filch ha estado haciendo guardia —dijo Ron.
Se miraron unos a otros. El corredor se encontraba desierto.
—No hay nada malo en echar un vistazo —dijo Harry, dejando la bolsa en el suelo y poniéndose a gatear en busca de alguna pista.
—Tenías que ser hijo de James Potter —dijo Lily—, así solo lograras meterte en más problemas.
—¡Esto está chamuscado! —dijo—. ¡Aquí… y aquí!
—Qué raro —susurró Moody, pensativamente.
—¡Ven y mira esto! —dijo Hermione—. Es extraño.
—¿Qué había? —preguntó Sirius con impaciencia.
—Pues si dejaras leer a Katie, primito, lo sabrías —dijo Andrómeda. Sirius la miró ofendido.
Harry se levantó y se acercó a la ventana más próxima a la inscripción de la pared. Hermione señalaba al cristal superior, por donde una veintena de arañas estaban escabulléndose, según parecía tratando de penetrar por una pequeña grieta en el cristal. Un hilo largo y plateado colgaba como una soga, y daba la impresión de que las arañas lo habían utilizado para salir apresuradamente.
—¿Arañas? Eso sí que es muy raro —dijo Remus.
—¿Habíais visto alguna vez que las arañas se comportaran así? —preguntó Hermione, perpleja.
—Hace más de cincuenta años —susurró Hagrid.
—Yo no —dijo Harry—. ¿Y tú, Ron? ¿Ron?
Los gemelos Weasley habían empezó a reír nuevamente al ver la cara de susto de su hermano.
—Ya dejen de reírse, que inmaduros —los regañó Percy, pero los gemelos no le hicieron caso y seguían riendo.
Volvió la cabeza hacia su amigo. Ron había retrocedido y parecía estar luchando contra el impulso de salir corriendo.
—¿De qué? —preguntó Frank.
—¿Qué pasa? —le preguntó Harry.
—No… no me gustan… las arañas —dijo Ron, nervioso.
Varios miraron a Ron sorprendidos.
—No lo sabía —dijo Hermione, mirando sorprendida a Ron—. Has usado arañas muchas veces en la clase de Pociones…
—Si están muertas no me importa —explicó Ron, quien tenía la precaución de mirar a cualquier parte menos a la ventana—. No soporto la manera en que se mueven.
Hermione soltó una risita tonta.
—Lo siento —se disculpó la castaña.
—No importa —respondió Ron.
—No tiene nada de divertido —dijo Ron impetuosamente—. Si quieres saberlo, cuando yo tenía tres años, Fred convirtió mi… mi osito de peluche en una araña grande y asquerosa porque yo le había roto su escoba de juguete. A ti tampoco te harían gracia si estando con tu osito, le hubieran salido de repente muchas patas y…
Molly miró hacia los gemelos.
—¡FRED WEASEY, COMO PUDISTE HACERLE ESO A TU HERMANO! ¿ACASO ESO TE PARECIÓ DIVERTIDO? —gritó Molly, y Fred la miró asustado.
—Mamá no grites, eso podría hacernos daño —dijo George para defender a su gemelo, y señalando el hinchado vientre de su madre—, podríamos nacer sordo si sigues gritando.
Molly miró enfadada a George, pero decidió dejar de gritar, porque tal vez George tenga razón.
—De acuerdo —susurró—, pero me aseguraré que en el futuro no vuelvas hacer algo parecido, Fred, ¿me escuchaste? —dijo Molly y Fred asintió.
Dejó de hablar, estremecido. Era evidente que Hermione seguía aguantándose la risa (Lo siento de nuevo, Ron, pero solo tenía doce años, dijo Hermione, y Ron asintió). Pensando que sería mejor cambiar de tema, Harry dijo:
—¿Recordáis toda aquella agua en el suelo? ¿De dónde vendría? Alguien ha pasado la fregona.
—Estaba por aquí —dijo Ron, recobrándose y caminando unos pasos más allá de la silla de Filch para indicárselo—, a la altura de esta puerta.
Asió el pomo metálico de la puerta, pero retiró la mano inmediatamente, como si se hubiera quemado.
—¿Por qué? ¿Qué paso? —preguntó una preocupada Molly.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry.
—No puedo entrar ahí —dijo Ron bruscamente—, es un aseo de chicas.
Algunos rodaron los ojos mientras otros soltaron unas risitas burlonas.
—Qué inocente, hermanito —dijo Charlie.
—Pero Ron, si no habrá nadie dentro —dijo Hermione, poniéndose derecha y acercándose—; aquí es donde está Myrtle la Llorona. Venga, echemos un vistazo.
Lily miró fijamente a Hermione.
—Y yo que creía que ella era la sensata del grupo —dijo Lily—, pero parece que se repite la misma historia de Remus, yo creía que él era el sensato y luego me resulto que él era el que planeaba las bromas —esto último lo susurró para que no escuchara McGonagall.
Remus y Hermione se sonrojaron.
—Es que no la conoces bien, mamá —dijo Harry, sonriendo.
—¡Harry! —exclamó Hermione, un poco ofendida. Pero su amigo solo sonrió.
—Te das cuenta, Cornamenta —susurró Sirius a James, este había estado muy atento a la conversación de Harry y Lily.
—¿De qué? —preguntó el ojiavellana.
—¿Cómo que de qué? —resopló Sirius—, pues que ya falta poco para confirmar que la castaña es la futura hija de nuestro querido amigo Lunático —siguió susurrando.
—¿Y cómo piensas confirmarlo? —preguntó James, más interesado mirando de reojo a Remus y a Hermione.
—Pues se lo preguntaremos a Harry o alguno de los Weasley, y ya —respondió triunfante.
—No creo que sea así de fácil, pero na perdemos con intentar —susurró James.
Y sin hacer caso del letrero de «No funciona», Hermione abrió la puerta.
Era el cuarto de baño más triste y deprimente en que Harry había puesto nunca los pies. Debajo de un espejo grande, quebrado y manchado, había una fila de lavabos de piedra en muy mal estado. El suelo estaba mojado y reflejaba la luz triste que daban las llamas de unas pocas velas que se consumían en sus palmatorias. Las puertas de los retretes estaban rayadas y rotas, y una colgaba fuera de los goznes.
Hermione les pidió silencio con un dedo en los labios y se fue hasta el último retrete. Cuando llegó, dijo:
—Hola, Myrtle, ¿qué tal?
—Oh, por favor —replicó Sirius—, no deberías haber perdido tiempo con ella —dijo a Hermione.
—Insensible —le reprochó Hermione.
Harry y Ron se acercaron a ver. Myrtle la Llorona estaba sobre la cisterna del retrete, reventándose un grano de la barbilla.
—Encantador —murmuró con sarcasmo Seamus.
—Esto es un aseo de chicas —dijo, mirando con recelo a Harry y Ron—. Y ellos no son chicas.
—No —confirmó Hermione—. Sólo quería enseñarles lo… lo bien que se está aquí.
Con la mano, indicó vagamente el espejo viejo y sucio, y el suelo húmedo.
—A veces pienso en cómo pudieron llegar tan lejos y salvarse de tantas cosas con excusas tan tontas —dijo Lee.
—Pregúntale si vio algo —dijo Harry a Hermione, sin pronunciar, para que le leyera en los labios.
—¿Qué murmuras? —le preguntó Myrtle, mirándole.
—Nada —se apresuró a decir Harry—. Queríamos preguntar…
—¡Me gustaría que la gente dejara de hablar a mis espaldas! —dijo Myrtle, con la voz ahogada por las lágrimas—. Tengo sentimientos, ¿sabéis?, aunque esté muerta.
—Sí, lo sabemos —dijo Ron con pesar.
—Myrtle, nadie quiere molestarte —dijo Hermione—. Harry sólo…
—¡Nadie quiere molestarme! ¡Ésta sí que es buena! —gimió Myrtle—. ¡Mi vida en este lugar no fue más que miseria, y ahora la gente viene aquí a amargarme la muerte!
—Pobre Myrtle no tuvo una buena vida, ¿no lo crees, Ron? —se compadeció Luna.
—Eh… si pobre —Ron le siguió la corriente a su novia, para que no notara que era un poco insensible.
—Queríamos preguntarte si habías visto últimamente algo raro —dijo Hermione dándose prisa—. Porque la noche de Halloween agredieron a un gato justo al otro lado de tu puerta.
—¿Viste a alguien por aquí aquella noche? —le preguntó Harry.
—No me fijé —dijo Myrtle con afectación—. Me dolió tanto lo que dijo Peeves, que vine aquí e intenté suicidarme. Luego, claro, recordé que estoy…, que estoy…
—¿En serio ella era una Ravenclaw? —preguntó Padma Patil con incredulidad.
—Eso dicen —dijo Terry Boot.
—Muerta ya —dijo Ron, con la intención de ayudar (Ron a veces eres tan insensible, como Myetle dramática, le dijo Ginny). Myrtle sollozó trágicamente, se elevó en el aire, se volvió y se sumergió de cabeza en la taza del retrete, salpicándoles, y desapareció de la vista; a juzgar por la procedencia de sus sollozos ahogados, debía de estar en algún lugar del sifón.
—Me preguntó porque Myrtle vive o mejor dicho su alma habita en ese baño —dijo Giedon.
—Yo también me pregunto mismo —dijo Fabian—, bien podría estar en su antigua casa —los Ravenclaw se estremecieron de solo pensar en tener a un fantasma llorón por su sala común o sus habitaciones.
Ron quería contestar, pero Harry negó con la cabeza, así que el pelirrojo no dijo nada.
Harry y Ron se quedaron con la boca abierta, pero Hermione, que ya estaba harta, se encogió de hombros, y les dijo:
—Tratándose de Myrtle, esto es casi estar alegre. Bueno, vámonos…
Harry acababa de cerrar la puerta a los sollozos gorjeantes de Myrtle, cuando una potente voz les hizo dar un respingo a los tres.
—¡RON!
—Oh, alguien los ha encontrado —dijo Bill.
—Sí, alguien un poco pomposo —se burló Ron y Percy lo miró entre serio y avergonzado.
Percy Weasley, con su resplandeciente insignia de prefecto, se había detenido al final de las escaleras, con una expresión de susto en la cara.
—Que exagerado —dijeron los gemelos Weasley.
—¡Esos son los aseos de las chicas! —gritó—. ¿Qué estás haciendo?
—Tal vez un trío —dijo Lee con burla.
James, Sirius, los gemelos Weasley y los gemelos Prewett reían, mientras que Harry, Ron y Hermione se sonrojaron al instante.
—James, para ya —lo regañó Lily al ver a su hijo, al pelirrojo y la castaña muy sonrojados. James se calló al instante.
—Tú también ya deja de reír —le advirtió Remus a Sirius—, no sé porque te causa tanta risa, por Merlín, solo tenían doce años.
—Tal vez eran precoces —contestó el animago entre risas.
—¡Ya basta! —gritó Hermione, para que los demás que reían se callaran, y eso fue exactamente lo que paso, todos hicieron silencio.
—Hermione no grites, le podría hacer daño al pequeño… —George se calló al ver la mirada enojada de la castaña, además fue muy oportuno porque él iba a decir al pequeño Lupin—, piensa en tu pequeño —fue lo único que pudo decir.
—Sólo echaba un vistazo —dijo Ron, encogiéndose de hombros—. Buscando pistas, ya sabes…
Percy parecía a punto de estallar. A Harry le recordó mucho a la señora Weasley.
—Ya lo creo —murmuraron George y Fred.
—Marchaos… fuera… de aquí… —dijo, caminando hacia ellos con paso firme y agitando los brazos para echarlos—. ¿No os dais cuenta de lo que podría parecer, volver a este lugar mientras todos están cenando?
—Percy tenía razón —apoyó Bill—, se podrían haber metido en grandes problemas si hubiera sido otro quien los hubiera encontrado.
Percy sonrió con agradecimiento, al fin alguien que lo entendía.
—¿Por qué no podemos estar aquí? —repuso Ron acaloradamente, parándose de pronto y enfrentándose a Percy—. ¡Escucha, nosotros no le hemos tocado un pelo a ese gato!
—Eso es lo que dije a Ginny —dijo Percy con contundencia—, pero ella todavía cree que te van a expulsar. No la he visto nunca tan afectada, llorando amargamente. Podrías pensar un poco en ella, y además, todos los de primero están asustados.
—Sí Ginny llora, es porque algo realmente malo está ocurriendo —comentó Charlie.
—Exacto, es por eso que estaba tan preocupado —dijo Percy.
—A ti no te preocupa Ginny —replicó Ron, enrojeciendo hasta las orejas—, a ti sólo te preocupa que yo eche a perder tus posibilidades de ser Representante del Colegio.
—Eso fue un poco ruin —dijo Bill—, sabemos que Percy es un poco ambicioso —Percy se sonrojó—, pero se preocupa por la familia.
—Me consta —corroboró Ginny—, él estuvo pendiente de mí todo el tiempo que podía.
—Está bien, lo siento, Percy —se disculpó Ron, su hermano asintió.
—¡Cinco puntos menos para Gryffindor! —dijo Percy secamente, llevándose una mano a su insignia de prefecto—. ¡Y espero que esto te enseñe la lección! ¡Se acabó el hacer de detective, o de lo contrario escribiré a mamá!
—¡¿Qué?! —exclamaron los merodeadores.
—Le quitaste puntos a tu propia casa —le reclamó Sirius. Y Percy volvió a sonrojarse.
—Y a tu hermano —siguió James—, con que le avises a tu mamá hubiera sido suficiente.
—¡No! —medio gritó Ron—, prefiero que quiten puntos.
—¿Qué cosa? —preguntó Molly.
—Te quiero, mamá —dijo Ron inocentemente.
Sus hermanos rieron de la actitud miedosa de Ron.
Y se marchó con el paso firme y la nuca tan colorada como las orejas de Ron.

***

Aquella noche, en la sala común, Harry, Ron y Hermione escogieron los asientos más alejados del de Percy (Percy rodó los ojos). Ron estaba todavía de muy mal humor y seguía emborronando sus deberes de Encantamientos. Cuando, sin darse cuenta, cogió su varita mágica para quitar las manchas, el pergamino empezó a arder (Bueno, por lo menos las manchas se fueron, dijo Fabian). Casi echando tanto humo como sus deberes, Ron cerró de golpe El libro reglamentario de hechizos (clase 2). Para sorpresa de Harry, Hermione lo imitó.
—Eso es raro —dijo Parvati.
—Pero ¿quién podría ser? —dijo con voz tranquila, como si continuara una conversación que hubieran estado manteniendo—. ¿Quién querría echar de Hogwarts a todos los squibs y los de familia muggle?
—Pensemos —dijo Harry con simulado desconcierto—. ¿Conocemos a alguien que piense que los que vienen de familia muggle son escoria?
Todos los del pasado —menos Narcisa, Lucius y Snape—, miraron a Draco.
—Malfoy —dijo con voz ronca Ojoloco, sin quitar su vista del rubio menor.
Miró a Hermione. Hermione miró hacia atrás, poco convencida.
—Si te refieres a Malfoy…
—Ya dije que yo no soy el maldito heredo de Slytherin —rugió el rubio a todos los del pasado, porque los de su tiempo ya sabían quién era el verdadero heredero.
—No hagas caso, Draco, nosotros te creemos —dijo Astoria, con voz calmada. Draco al verla se relajó y el enojo que sintió de disipo.
—¡Naturalmente! —dijo Ron—. Ya lo oísteis: «¡Los próximos seréis los sangre sucia!» Venga, no hay más que ver su asquerosa cara de rata para saber que es él…
—Yo no tengo cara de rata —alegó Draco, visiblemente ofendido—. Yo soy perfectamente hermoso —dijo arrogantemente.
—Él es más arrogante que tú, Canuto —dijo Remus a su amigo, quien hizo una mueca por la comparación.
—Sí, y ahora es el momento en que empiezo a notar el parentesco —dijo James.
—Pues si de arrogantes vamos, tú no te quedas atrás, Cornamenta —dijo Sirius ofendido.
—¿Malfoy, el heredero de Slytherin? —dijo escépticamente Hermione.
—Fíjate en su familia —dijo Harry, cerrando también sus libros—. Todos han pertenecido a Slytherin, él siempre alardea de ello. Podrían perfectamente ser descendientes del mismo Slytherin. Su padre es un verdadero malvado.
—De que es malvado, eso nadie lo discute —dijo Ted.
Andrómeda soltó un suspiro mirando con pesar a su hermana menor.
—¡Podrían haber conservado durante siglos la llave de la Cámara de los Secretos! —dijo Ron—. Pasándosela de padres a hijos…
—Bueno —dijo cautamente Hermione—, supongo que puede ser.
—Pero ¿cómo podríamos demostrarlo? —preguntó Harry; en tono de misterio.
—Aquí es cuando nuestra querida Hermione da la respuesta correcta —canturrearon los gemelos Weasley.
Hermione se sonrojó.
—Habría una manera —dijo Hermione hablando despacio, bajando aún más la voz y echando una fugaz mirada a Percy—. Por supuesto, sería difícil. Y peligroso, muy peligroso. Calculo que quebrantaríamos unas cincuenta normas del colegio.
—Ya escucharon, Hermione dio la respuesta —dijeron los gemelos Weasley con una sonrisita de superioridad.
—Sí, sí, pero acaso escuche bien —dijo Sirius confuso.
—Si te refieres a quebrantar cincuentas normas del colegio, entonces escuchaste bien, Sirius —dijo Lupin.
James y Sirius sonrieron encantados.
—Suena interesante —dijeron los dos a la vez, mirando a la castaña con ilusión.
—Sí, dentro de un mes más o menos, te parece que podrías empezar a explicárnoslo, háznoslo saber, ¿vale? —dijo Ron, airado.
—De acuerdo —repuso fríamente Hermione—. Lo que tendríamos que hacer es entrar en la sala común de Slytherin y hacerle a Malfoy algunas preguntas sin que sospeche que somos nosotros.
—Como harán eso, es imposible —dijo Terry.
—No es imposible —respondieron al unisonó Harry, Ron y Hermione, para luego sonreír entre los tres.
Esa actitud del trío de oro hizo pensar a Draco, o más bien recordar.
Remus miró de reojo a Hermione, y negó con la cabeza.
Yo sé de una manera para entrar en la sala común de Slyhterin, pero sería muy riesgoso, y no creo que Hermione esté pensado en la poción multijugos, solo están en segundo, no podrían hacerlo, se decía mentalmente Remus.
—Pero eso es imposible —dijo Harry, mientras Ron se reía.
—No, no lo es —repuso Hermione—. Lo único que nos haría falta es una poción multijugos.
¡Por Merlín! Si estaba pensando en la poción multijugos, se dijo Remus.
En ese momento todos miraron con asombro a Hermione, especialmente los merodeadores, los gemelos Prewett, Molly, Arthur, Lily, Dumbledore, McGonagall, Snape y Ojoloco.
—Brillante —dijo Ojoloco—. Esta chica es…
—Maravillosa —susurró Remus.
—¿Dijiste algo, Lunático? —le preguntó James, pero este negó con la cabeza.
Mientras tanto todos los Slytherin’s estaban indignados con el trío de oro.
—¿Lograrían su cometido? —preguntó Blaise a Draco.
—No estoy seguro —respondió lentamente el rubio.
—¿Qué es eso? —preguntaron a la vez Harry y Ron.
—Snape la mencionó en clase hace unas semanas.
—Al menos alguien me presta atención —bufó Snape.
—¿Piensas que no tenemos nada mejor que hacer en la clase de Pociones que escuchar a Snape? —dijo Ron.
—Excelente comentario, hermanito —dijo Fred.
—Estamos muy orgullosos de ti —dijeron al unisonó los gemelos Weasley, a la vez que fingían limpiarse una lágrima falsa.
Molly miraba a sus hijos estupefacta.
No gritaré, solo escucharé y luego me encargare de que en el futuro sean más responsables y educados, se decía Molly.
—Esa poción lo transforma a uno en otra persona. ¡Pensad en ello! Nos podríamos convertir en tres estudiantes de Slytherin. Nadie nos reconocería. Y seguramente Malfoy nos diría algo. Lo más probable es que ahora mismo esté alardeando de ello en la sala común de Slytherin.
Draco no replicó nada ante eso, sabía que muy en el fondo él había estado alardeando con los tontos de Crabbe y Goyle.
—Parece ser un buen plan —felicitó Ojoloco—, sin embargo, la poción multijugos es muy complicada de hacer, y más para una niñita de doce años.
Harry, Ron, Ginny, Luna y los gemelos Weasley rieron.
—Se nota que no conocen a Hermione —dijo Ron, entre risas mientras los demás seguían riendo.
—Esto del multijugos me parece un poco peligroso —dijo Ron, frunciendo el entrecejo—. ¿Y si nos quedamos para siempre convertidos en tres de Slytherin?
Ahora todos rieron por la pregunta de Ron, este se sonrojo al instante.
—El efecto se pasa después de un rato —dijo Hermione, haciendo un gesto con la mano como para descartar ese inconveniente—, pero lo realmente difícil será conseguir la receta. Snape dijo que se encontraba en un libro llamado Moste Potente Potions que se encuentra en la Sección Prohibida de la biblioteca.
Snape se prometió que en el futuro no sería tan legua larga cuando de libros prohibidos se trate.
Solamente había una manera de conseguir un libro de la Sección Prohibida: con el permiso por escrito de un profesor.
—Será difícil explicar para qué queremos ese libro si no es para hacer alguna de las pociones.
—Creo —dijo Hermione— que si consiguiéramos dar la impresión de que estábamos interesados únicamente en la teoría, tendríamos alguna posibilidad…
—Nadie se tragaría esa excusa —dijo Sirius.
—No te fastidia… ningún profesor se va a tragar eso —dijo Ron—. Tendría que ser muy tonto…
Los merodeadores se miraron y sonrieron.
—Lockhart —afirmaron los merodeadores.
—Se atrevieron a pedirle permiso a ese inepto —les reprocho Blaise Zabini al trío de oro.
El trío no respondió a la pregunta tan obvia.
En cambio Dumbledore sonrió ante la astucia de los tres chicos.
—Bueno, aquí termina el capítulo —anunció Katie.
—Muchas gracias, señorita Bell —dijo Dumbledore.

Luego de que Katie terminara de leer, Hermione se levantó de la mesa, mientras los demás comentaban el capítulo leído.
La castaña llego hasta su habitación.
—Qué bueno nadie se dio cuenta —murmuró la chica.
Pero en realidad alguien si se había dado cuenta, y la había seguido sigilosamente.
—Verlo y no poder estar con él, con tu papá como quisiera, se me va hacer muy difícil, bebé —decía Hermione tocándose el abultado vientre.
Unos golpes en su puerta la sacaron de su plática con su hijo.
Seguramente es Harry, él siempre se da cuenta cuando trato de pasar desapercibida.
—Pasa Harry —dijo la chica y escuchó cuando la puerta se abrió y se cerró—. No te preocupes por mí, Harry, no me encuentro mal, es solo que quise estar sola un momento, pero ya que estás aquí. ¿Crees que debería decirle a Remus sobre su futuro conm…? —todo esto Hermione lo decía de espaldas, porque estaba buscando algo en su bolsa de cuentas.
—¿Sobre mi futuro? ¿Qué es lo que tengo que saber exactamente sobre mi futuro? —preguntó una voz a sus espaldas. Hermione al escuchar esa voz dejo caer su bolsa.
No era Harry quien la había seguido, era Remus Lupin —su futuro esposo— y ahora Hermione se había quedado muy nerviosa.
—Re-Remus —murmuró a la vez que giraba para verlo parado aun junto a la puerta.
Lupin se acercó un poco más a ella.
—¿Y bien? —preguntó Lupin—, me vas a contar sobre mi futuro —hizo una pausa, pensando en lo que podría decirle Hermione. Pero la chica aún seguía callada, lo que lo llevo a creer lo peor—, ¿estoy… estoy muerto?
Hermione se puso pálida. ¿Qué contestaría? Estaba claro que no le diría la verdad, tal vez se lo tomaría mal, y ella no quería eso.
—¿Muerto? ¿Qué te hace pensar que estás muerto? —preguntó la castaña armándose de valor.
—Bueno, porque hasta donde vamos leyendo no me han mencionado y no solo a mí, a Sirius tampoco lo han mencionado —contestó calmadamente el ojimiel.
La castaña dio dos pasos hacia Remus.
—Eso no significa que estés muerto, Remus —aun, se dijo la chica aguantando las ganas de soltarse a llorar ahí mismo—, además recién vamos por el segundo libro, faltan cinco más.
—Sí, pero…
—Tú y Sirius aparecen en nuestro tercer curso —no pudo evitar hablar Hermione, al verlo no muy convencido.
—¿En serio? —preguntó Remus más animado, Hermione asintió—, bueno, en ese caso, ya me siento más tranquilo —sonrió. Hermione le devolvió la sonrisa.
Que hermosa sonrisa, pensó Lupin. Y se le quedo mirando por un buen rato, hasta que reacciono al ver a Hermione con las mejillas sonrojadas. Él también se sonrojo al instante.
—Lo siento —murmuró.
—¿Por qué te disculpas? —preguntó Hermione, tratando de agacharse para recoger su bolso.
—Espera —dijo Lupin, y recogió el bolso—, toma —se lo extendió.
—Gracias, eres muy amable —Hermione volvió a sonreírle—, y ahora solo por eso te has ganado una tableta de chocolate —bromeó.
—¿Chocolate? —repitió Remus, y sus ojos brillaron al escuchar el nombre de su golosina favorita.
Hermione volvió a sonreír y asintió.
—Sí, chocolate —confirmó—, creo que tengo una tonelada de chocolate en este bolso —dijo sacudiendo su bolso—, desde antes de enterarme que estaba embarazada me hice adicta, por eso antes de venir al pasado compre mucho chocolate, y también porque sé que a ti también gusta —comentó.
Eso sorprendió a Lupin.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Remus.
—Porque es más que obvio, tú comes chocolate cuando estás preocupado, cuando estás enojado, cuando estás desesperado, cuando estás feliz, cuando quieres celebrar, o simplemente porque se te antoja —respondió.
—Vaya, sí que me conoces —dijo Lupin.
—Claro, y también sé que te encanta leer, eres muy bueno en DCAO, detestas la violencia y la injusticia… básicamente se todo sobre ti —Hermione se dio cuenta de que Remus la miraba con sorpresa, así que trato de explicarle el por qué—, no creas que soy una loca psicópata, es solo que conozco muchas cosas de ti porque somos amigos, muy buenos amigos. Tú también conoces muchas cosas sobre mí, en realidad tenemos muchas cosas en común… —Hermione ya no sabía que más decir para que Remus no la creyera una loca.
—¿Así que somos muy buenos amigos en el futuro? —preguntó Lupin, y ella asintió—, nos llevamos bien, así como con James, Sirius y Peter —Hermione evito hacer una mueca de fastidio al oír el nombre de la rata.
—Sí, pero con la única diferencia de que yo soy una chica —bromeó.
—Cierto, entonces somos tan buenos amigos, como con Lily.
—Sí —dijo Hermione, aunque le hubiera gustado decir que ella era más que su amiga, que era su esposa y moría por que la volviera a besar y abrazar.
Y para evitar esas ganas de abrazarlo y besarlo ahí mismo, se puso a buscar en su bolsa el chocolate. Sonrió cuando pudo encontrar el chocolate. Saco dos tabletas y una le ofreció a Remus.
—Gracias —dijo Lupin.
—Ya sabes, cuando quieras chocolate solo me dices, yo tengo todo un almacén —sonrió.
Empezaron a comer chocolate en silencio, disfrutando de su dulce sabor. Hasta que Remus recordó el motivo por el que la siguió.
—Hermione —la llamo, y la chica lo miró directamente—, lo siento.
—¿Por qué te disculpas? —preguntó.
—Por haberte contestado mal hace unas horas —respondió apenado.
Hermione movió una mano quitándole importancia.
—No importa, como te dije todos tenemos derecho de estar de mal humor, además ya te habías disculpado antes —Remus iba a hablar, pero Hermione hablo primero—. Si supieras —murmuró y Remus le puso más atención—, Ron me ha contestado peor durante todo el tiempo que llevamos de conocernos y míranos seguimos siendo buenos amigos.
—Sí, por lo poco que sé Ron y tú pelean muy seguido —dijo Remus.
—Es que a veces Ron tiene la sensibilidad de una roca —contó la castaña.
Remus sonrió.
Volvieron a quedarse en silencio. Remus miraba de reojo que Hermione hacia leves caricias a su vientre.
—¿Y el padre de tu hijo porque no vino contigo? —no pudo evitar preguntar, pero luego deseo que la tierra se lo tragara al ver la expresión de tristeza en el rosto de la castaña—. Disculpa, no quise ser indiscreto.
—No pasa nada —Hermione negó con la cabeza—, él no pudo acompañarme —respondió.
—¿Están… están separados? —preguntó, y otra vez lo lamento porque ahora parecía que Hermione quería llorar.
Lo mejor será que me vaya, ya la importune demasiado, pensó el licántropo, pero antes de que él hiciera algún movimiento, escucho la voz de Hermione.
—Algo así —respondió con tristeza, pero luego lo vio a los ojos y sonrió—, pero estoy segura que cuando regrese él estará ahí, esperándome, para ser la familia que siempre quisimos ser, estoy segura que nuestro hijo nos unirá más —dijo volviéndose a dar masajes a su vientre.
Remus miró a Hermione, a él le gustaría tener una esposa como ella, y también le gustaría tener un hijo, formar una familia, su propia familia, pero él creía no tener tanta suerte.
No condenaría a una mujer y mucho menos a un hijo a estar al lado de un hombre como yo, que digo hombre, a un licántropo como yo. Mi destino es estar solo, se decía Remus.
—¿En qué piensas? —preguntó Hermione, al ver que se quedó callado repentinamente.
—Pues en… en Peter —mintió, y Hermione sabía perfectamente que mentía, pero no quería importunarlo—, si sabes que somos cuatro merodeadores, ¿verdad? —Hermione asintió—, pues yo me preguntaba porque Peter no está con nosotros oyendo sobre los libros.
Hermione hizo un gesto de molestia, que por suerte no vio Lupin.
—Bueno, en realidad no lo sé —ahora mintió ella.
Remus asintió.
—¿Pero qué sabes sobre Peter?, ¿está bien?, ¿está casado? —preguntó.
—No me gusta hablar de él —respondió la chica.
—¿Por qué? ¿Acaso no se llevan bien? ¿Te hizo algo?
—Lo único que te puedo decir es que estamos… distanciados —volvió a mentir—, él aparecerá en nuestro tercer curso también.
Recién en nuestro tercer curso, descubrimos que Scabbers era en realidad Peter, esa maldita rata traicionera, le hubiera gustado responder a Hermione.
Remus volvió a asentir.
—Creo que debemos regresar, todos se deben estar preguntando por nosotros —dijo luego de unos minutos la castaña.
Así que después de terminar de comer el chocolate, Hermione y Remus regresaron con los demás.

9 comentarios:

  1. Hola! wuau, este capitulo me ha gustado mucho, y kya! ya no puedo esperar las reacciones , al leer el próximo libro cx
    También me ha gustado mucho el momento de Remus y Hermione, Que lindos c:
    Bueno nos vemos en la proxima actualización
    Besos

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    1. Hola, Midori Yuri Umiko
      Muchas gracias por dejarme tu comentario, y también gracias por decirme que te gusto el capítulo, espero que el próximo también te agrade
      Saludos

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  2. Que hermoso estuvo este capitulo, me encanto que tuviera tantas intervenciones de los personajes,la pequeña discusion del trio en el que hermione queria ponerles vestido fue muy bueno o las bromas de fred,george ylee fueron buenas sobre todo la del trio, ojala actualizes pronto quedo muy buena la historia y quiero saber como reaccionaran cuando sepan que hermione le robo a snape

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    1. Hola, Denisse
      Me alegra que te haya gustado el capítulo, y gracias por tomarte el trabajo de leer y de comentar, en verdad gracias
      Saludos

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    2. Es un placer leer esta historia y me gusta comentar, gracias por tomarte el tiempo de responderme

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  3. Awww! Ellos son tan tiernos! Me encantó el capítulo pero amé completamente la última parte, la conversación entre Remus y Hermione te quedó fenomenal. Espero que puedas actualizar pronto, cada vez se pone mejor.
    Un beso, AuLingWood.

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    1. Hola, alwoodsnap1
      Muchas gracias también a ti por comentar, y sobre la última parte del capítulo, se me ocurrió de pronto, no pensaba ponerlo en ese capítulo, pero me alegra que les haya gustado, dentro de unos capítulos se empezaran a saber otras cosas, habrá descubrimientos, no muy gratos para algunos...
      Saludos

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  4. Hola¡¡¡
    Me encanto el capitulo, todas las reacciones, me muero por saber que dirán cuando roben los ingredientes, le escena de Hermione y Lupin estuvo muy buena e inesperada, te esta quedando muy bueno el fic. :D

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  5. Por un momento crei que la descubriria, me encanta esta pereja.

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