—“La inscripción en el muro” —leyó Katie. Y ese título la hizo
recordar su tercer curso, y cuando Hermione Granger y Colin Creevey fueron
petrificados.
—Eso no nos dice nada
nuevo —refunfuñó Sirius.
—Tal vez ahora no
entiendas, pero de seguro que explicara algo importante —dijo Lupin.
—Tal vez —murmuró el
animago.
—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?
Atraído sin duda por el grito de
Malfoy, Argus Filch se abría paso a empujones. Vio a la Señora
Norris y se echó atrás, llevándose horrorizado las manos a la cara.
—Pobre hombre —se
compadeció Molly—. Puede darle algo.
—Sí, puede ser odioso,
pero da pena —apuntó Lily.
—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado
a la Señora Norris? —chilló. Con los
ojos fuera de las órbitas, se fijó en Harry—. ¡Tú! —chilló—. ¡Tú! ¡Tú has
matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te…!
—Daba pena —se corrigió
Lily luego de escuchar el resto del diálogo de Filch.
—¡Argus!
Había llegado Dumbledore, seguido de
otros profesores (Que suegte, murmuró Fleur).
En unos segundos, pasó por delante de Harry, Ron y Hermione y sacó a la Señora
Norris de la argolla.
—Ven conmigo, Argus —dijo a Filch—.
Vosotros también, Potter, Weasley y Granger.
—Pero ellos no hicieron nada
—saltó James.
—Tal vez lo querría como
testigos —dijo el director.
—Y entonces porque no se
llevaron a Malfoy también —susurró Ginny.
Lockhart se adelantó algo asustado.
—Oh, no otra vez ese
incompetente —dijeron los merodeadores.
—Mi despacho es el más próximo,
director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.
—Por lo menos sirve de
algo —dijo Luna.
—Gracias, Gilderoy —respondió
Dumbledore.
La silenciosa multitud se apartó para
dejarles paso. Lockhart, nervioso y dándose importancia, siguió a Dumbledore a
paso rápido; lo mismo hicieron la profesora McGonagall y el profesor Snape.
—No creo que Snape los
ayude mucho —dijeron al unisonó los gemelos Prewett.
Cuando entraron en el oscuro despacho
de Lockhart, hubo gran revuelo en las paredes; Harry se dio cuenta de que
algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los
rulos puestos (En definitiva, Lockhart es gay,
dijeron James y Sirius. Algunos asintieron). El Lockhart de carne y
hueso encendió las velas de su mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora
Norris sobre la pulida superficie y se puso a examinarla. Harry,
Ron y Hermione intercambiaron tensas miradas y, echando una ojeada a los demás,
se sentaron fuera de la zona iluminada por las velas.
Dumbledore acercó la punta de su nariz
larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora
Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna,
dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora
McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Snape
estaba muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera
haciendo grandes esfuerzos para no sonreír (¿Y por
qué tendría que sonreír?, preguntó una confundida Lily. En verdad no le vía la
gracia por ningún lado). Y Lockhart rondaba alrededor del grupo,
haciendo sugerencias.
—Unas estúpidas
sugerencias —afirmó Ron, y Harry sonrió.
—Puede concluirse que fue un hechizo lo
que le produjo la muerte…, quizá la Tortura Metamórfica. He visto muchas veces
sus efectos. Es una pena que no me encontrara allí, porque conozco el
contrahechizo que la habría salvado.
Blaise Zabini rodó los
ojos con fastidio.
—Me avergüenza de que me
haya dado clases alguna vez —dijo Pansy Parkinson.
Los sollozos sin lágrimas, convulsivos,
de Filch acompañaban los comentarios de Lockhart. El conserje se desplomó en
una silla junto a la mesa, con la cara entre las manos, incapaz de dirigir la
vista a la Señora Norris (Por primera vez Ron sintió pena por Filch, su gata
era lo único que tenía. Y aunque en su tiempo no lo sintió de esa manera porque
era un niño o porque lo único quería era librarse de un castigo ahora si
entendí la pena del conserje). Pese a lo mucho que detestaba a
Filch, Harry no pudo evitar sentir compasión por él, aunque no tanta como la
que sentía por sí mismo. Si Dumbledore creía a Filch, lo expulsarían sin
ninguna duda.
—No creo que Dumbledore
haga eso —dijo Alice.
—Y además todo el mundo
es inocente hasta demostrar lo contrario —dijo Ted.
Dumbledore murmuraba ahora extrañas
palabras en voz casi inaudible. Golpeó a la Señora Norris
con su varita, pero no sucedió nada; parecía como si acabara
de ser disecada.
—Más bien petrificada
—murmuró Seamus.
—Sí, eso parecer ser
razonable —estuvo de acuerdo Remus.
—Pero, ¿quién podría
petrificar a una gata? —preguntó Andrómeda.
Nadie contestó, y Katie
siguió leyendo.
—… Recuerdo que sucedió algo muy
parecido en Uagadugú —dijo Lockhart—, una serie de ataques. La historia
completa está en mi autobiografía (Esos malditos
libros llenos de mentiras, no nos interesa, dijo Ernie Macmillan). Pude
proveer al poblado de varios amuletos que acabaron con el peligro
inmediatamente.
—Sí, claro —dijo Fred con
sarcasmo.
Todas las fotografías de Lockhart que
había en las paredes movieron la cabeza de arriba abajo confirmando lo que éste
decía. A una se le había olvidado quitarse la redecilla del pelo.
Snape resopló.
Finalmente, Dumbledore se incorporó.
—No está muerta, Argus —dijo con
cautela.
Lockhart interrumpió de repente su
cálculo del número de asesinatos evitados por su persona.
—Un hechizo silenciador
hubiera servido para callarlo —dijo Remus. Era definitivo no le agradaba ese
hombre, y no entendía como había podido llegar a ser profesor.
—¿Que no está muerta? —preguntó Filch
entre sollozos, mirando por entre los dedos a la Señora
Norris—. ¿Y por qué está rígida?
—La han petrificado —explicó
Dumbledore.
—Ah, ya me parecía a mí… —dijo
Lockhart.
—Es un imbécil —gruñó
Ron.
—¡Ronald! —lo regañó
Molly. Este solo puso cara de inocencia.
—Pero no podría decir como…
—¡Pregúntele! —chilló Filch, volviendo
a Harry su cara con manchas y llena de lágrimas.
—Ningún estudiante de segundo curso
podría haber hecho esto —dijo Dumbledore con firmeza—. Es magia negra muy
avanzada.
—¡Exacto! —dijo Lily.
—Eso es evidente, eso
parece obra de un mortífago —dijo Sirius mirando a Lucius.
—¡Lo hizo él! —saltó Filch, y su
hinchado rostro enrojeció—. ¡Ya ha visto lo que escribió en el muro! Él
encontró… en la conserjería… Sabe que soy, que soy un… —Filch hacía unos gestos
horribles—. ¡Sabe que soy un squib!
—concluyó.
—En esa época ni siquiera
sabía lo que era un squib —dijo
Harry.
—¡No he tocado a la Señora
Norris! —dijo Harry con voz potente, sintiéndose incómodo al notar
que todos lo miraban, incluyendo los Lockhart que había en las paredes—. Y ni
siquiera sé lo que es un squib.
—¿No lo sabías? —preguntó
Michael Corner.
—Que no lo oíste, Corner —respondió
el pelinegro de una manera no muy amable. Todos los del pasado se quedaron
sorprendidos de la manera de hablar de Harry, puesto que él siempre trataba
bien a todos, hasta a Snape.
En cambio Ginny sonrió y
tomo de la mano a su novio, ella sabía porque Harry le contestaba de esa manera
a Corner, y era porque estaba celoso. Harry aun sentía celos del Ravenclaw, no
podía evitarlo.
—¡Mentira! —gruñó Filch—. ¡Él vio la
carta de Embrujorrápid!
—Si se me permite hablar, señor
director —dijo Snape desde la penumbra, y Harry se asustó aún más, porque
estaba seguro de que Snape no diría nada que pudiera beneficiarle (Estoy totalmente de acuerdo contigo, mini Cornamenta,
murmuró Sirius)—, Potter y sus amigos simplemente podrían haberse
encontrado en el lugar menos adecuado en el momento menos oportuno (Defendiste al hijo de Potter y sus amigos, dijo Lucius
muy sorprendido. Aunque a decir verdad todos lo estaban. A lo que Snape
respondió: No lo creo) —dijo, aunque con una leve expresión de desprecio
en los labios, como si lo pusiera en duda—; sin embargo, aquí tenemos una serie
de circunstancias sospechosas: ¿por qué se encontraban en el corredor del piso
superior? ¿Por qué no estaban en la fiesta de Halloween?
—Era muy lindo para que
fuera verdad —dijeron los gemelos Prewett.
Harry, Ron y Hermione se pusieron a dar
a la vez una explicación sobre la fiesta de cumpleaños de muerte.
—… había cientos de fantasmas que
podrán testificar que estábamos allí.
—Podría funcionar —dijo
Sirius.
—Pero ¿por qué no os unisteis a la
fiesta después? —preguntó Snape. Los ojos negros le brillaban a la luz de las
velas—. ¿Por qué subisteis al corredor?
—Pues por las voces que
solo Harry podía escuchar —respondió Ron.
—Eso sonó muy mal —se
quejó Harry—, cualquiera podría pensar que me volví loco.
—Bueno a decir verdad —empezó
Hermione—, si no hubiera habido víctimas —mi incluyó, pensó Hermione—, yo
hubiera creído que tenías esquizofrenia.
—¿Qué es “esquizofrenia”?
—preguntó Sirius.
—Es una enfermedad
muggle, que se basa en que el enfermo escucha voces que le dicen que hacer y
cómo actuar —respondió Lily.
—Vaya —murmuró Sirius y
James.
Ron y Hermione miraron a Harry.
—Porque…, porque… —dijo Harry, con el
corazón latiéndole a toda prisa; algo le decía que parecería muy rebuscado si
explicaba que lo había conducido hasta allí una voz que no salía de ningún
sitio y que nadie sino él había podido oír—, porque estábamos cansados y
queríamos ir a la cama —dijo.
Los gemelos Weasley y Lee
negaron con la cabeza.
—Alguien debería
enseñarle a decir mejores excusas —dijo Lee.
—¿Sin cenar? —preguntó Snape. Una
sonrisa de triunfo había aparecido en su adusto rostro—. No sabía que los
fantasmas dieran en sus fiestas comida buena para los vivos.
—No teníamos hambre —dijo Ron con voz
potente, y las tripas le rugieron en aquel preciso instante.
Ginny negó con la cabeza.
—Nadie te creería eso,
Ron —le dijo Ginny—, y aun así tus tripas no te hubieran delatado.
—Cállate, enana —le
contestó Ron, con las orejas rojas.
—No soy enana —gritó
Ginny a la vez que le golpeaba la cabeza.
—No cabe duda que las
pelirrojas son temibles —dijo Sirius.
Y James sonrió mirando a
Lily.
—Y eso que todavía no has
visto a una castaña enojada —murmuró Harry.
—Y peor si está
embarazada —siguió Ron, sobándose la cabeza.
Hermione miró a sus
amigos con severidad.
—¿Qué dijeron? —gruñó.
—Nada —respondieron Harry
y Ron.
—Yo escuche que dijeron algo,
no soy sorda —volvió a gruñir la castaña.
—Bueno en realidad
dijimos… —Ron no sabía que inventar y se quedó callado, luego dirigió su mirada
a Harry para que lo sacara del apuro.
—… comentábamos que… que
ese vestido que traes puesto hoy te queda muy bien —dijo Harry con una sonrisa.
James podía notar el
nerviosismo de su hijo. Sirius sonreía y Remus miraba atento la discusión.
—¿Ah sí? —preguntó
Hermione y Harry y Ron asintieron—, perfecto, ¿qué les parece si les cambio su
ropa por un vestido igual al mío? —Hermione saco su varita y apunto a sus
amigos.
—¡NO! —gritaron Harry y
Ron.
—¿Pero por qué? Si
dijeron que les gustaba mi vestido, por eso yo quiero que ustedes también usen
uno igual.
—Es que solo a ti te
queda hermoso —dijeron los dos tratando de alejar la varita de Hermione.
Hermione bajo su varita,
pero aún tenía esa mirada de severidad.
—La próxima vez que
intenten hacerse los graciositos conmigo, no los voy a amenazar, voy a cumplir
con mi palabra —sentenció.
Harry y Ron suspiraron
aliviados.
Mientras Remus no podía
creer lo que había pasado, porque a él que le contesto mal, le dijo que no
había problema y todavía le había sonreído, pero a sus amigos casi les pone un
vestido. Eso sí que era raro, pensó Lupin.
Luego de esa pequeña
discusión Katie retomo la lectura.
La desagradable sonrisa de Snape se
ensanchó más.
—Tengo la impresión, señor director, de
que Potter no está siendo completamente sincero —dijo—. Podría ser una buena
idea privarle de determinados privilegios hasta que se avenga a contarnos toda
la verdad. Personalmente, creo que debería ser apartado del equipo de quidditch
de Gryffindor hasta que decida no mentir.
—¿Tanto miedo tenía de
que le ganáramos a su casa, profesor Snape? —preguntó Oliver Wood, pero se
notaba un ligero toque de burla en sus palabras.
Los gemelos Weasley y Lee
empezaron a vitorear.
—Sí, eso, como dice
nuestro capitán… —empezó George.
—¿Tenía miedo, profesor
Snape? —continuó Fred.
Todos los Gryffindor’s
sonrieron, pero Snape parecía que quería matar con la mirada a los Weasley,
Lee, y sobre todo a Wood.
—Francamente, Severus —dijo la
profesora McGonagall bruscamente—, no veo razón para que el muchacho deje de
jugar al quidditch. Este gato no ha sido golpeado en la
cabeza con el palo de una escoba (Eso fue genial,
Minnie, celebró Sirius. La profesora solo asintió). No tenemos ninguna
prueba de que Potter haya hecho algo malo.
—Porque Harry no hizo
nada malo, y nosotros tampoco —dijo Ron, señalando a sus amigos y luego
señalándose él.
Dumbledore miraba a Harry de forma
inquisitiva. Ante los vivos ojos azul claro del director, Harry se sentía como
si le examinaran por rayos X.
—Es inocente hasta que se demuestre lo
contrario, Severus —dijo con firmeza.
—¡Eso es profesor!
—dijeron los gemelos Weasley y los merodeadores.
Snape parecía furioso. Igual que Filch.
—Qué pena me dan —ironizó
Angelina.
Fred miró con curiosidad
a la chica.
—Pero miren George, Lee,
nuestra querida Angelina se ha vuelto una de nosotros —dijo el pelirrojo.
Angelina miró a los
gemelos y a Lee, luego sonrió.
—Todo es culpa de George
—se defendió la chica.
—¿Mi culpa? —dijo George
con aire ofendido.
—¡Sí! Y ya cállate, que
quiero seguir escuchando la lectura —concluyó Angelina. Los gemelos y Lee se
miraron para luego sonreír.
—¡Han petrificado a mi gata! —gritó.
Tenía los ojos desorbitados—. ¡Exijo que se castigue a los culpables!
—Y el culpable será
castigado, pero que dejen en paz a mi hijo —dijo Lily.
Ginny por su parte se
encogió en su sitio, y Harry al notar nerviosa a su novia la a abrazo.
—No te preocupes, Ginny,
nadie te juzgara —le susurró.
—Podremos curarla, Argus —dijo
Dumbledore armándose de paciencia—. La señora Sprout ha conseguido mandrágoras
recientemente. En cuanto hayan crecido, haré una poción con la que revivir a la
Señora Norris.
—La haré yo —acometió Lockhart—. Creo
que la he preparado unas cien veces, podría hacerla hasta dormido.
—Ese hombre es imposible
—resopló Susan Bones.
—Disculpe —dijo Snape con frialdad—,
pero creo que el profesor de Pociones de este colegio soy yo.
—Y por primera y única
vez me alegro de que así haya sido —susurró Ron.
—Canuto, Lunático estoy
en una disyuntiva —dijo James y los otros dos merodeadores le prestaron
atención—, no sé a quién de los dos defender, si a Snape o a Lockhart, o de plano a ninguno de
los dos.
—Yo también estoy igual
que tú, Cornamenta —dijo Sirius.
—Yo creo que es mejor
defender a Snape —dijo Remus y James y Sirius lo miraron sorprendidos—, es que…
yo creo que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
—Sí, creo que Lunático
tiene razón —concluyó Sirius.
James asintió, aun no muy
convencido.
Hubo un silencio incómodo.
—Podéis iros —dijo Dumbledore a Harry,
Ron y Hermione.
Se fueron deprisa pero sin correr.
Cuando estuvieron un piso más arriba del despacho de Lockhart, entraron en un
aula vacía y cerraron la puerta con cuidado. Harry miró las caras ensombrecidas
de sus amigos.
—¿Creéis que tendría que haberles
hablado de la voz que oí?
—Oír voces que nadie más
oye, es raro —dijo Percy.
—No —dijo Ron sin dudar—. Oír voces que
nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.
—Eso es cierto
—murmuraron varias voces en general.
Había algo en la voz de Ron que hizo
que Harry le preguntase:
—Tú me crees, ¿verdad?
—Siempre —dijo Ron a
Harry, y este sonrió a su amigo.
—Por supuesto —contestó Ron
rápidamente—. Pero… tienes que admitir que parece raro…
—Sí, ya sé que parece raro —admitió
Harry—. Todo el asunto es muy raro. ¿Qué era lo que estaba escrito en el muro?
«La cámara ha sido abierta.» ¿Qué querrá decir?
—La pregunta correcta
sería, ¿qué consecuencias traerá? —opinó Moody.
Los chicos del futuro se
estremecieron al recordar el peligro que corrían algunos hijos de muggles.
—El caso es que me suena un poco —dijo
Ron despacio—. Creo que alguien me contó una vez una historia de que había una
cámara secreta en Hogwarts…; a lo mejor fue Bill.
—No fui yo, fue Charlie
—se defendió el pelirrojo mayor al ver la cara de seriedad de su madre.
—¡Charlie! —gritó Molly—,
¿Por qué le contaste esa historia a tu hermano?
—Creí que sería divertido
—trato de defenderse Charlie.
—Pues no fue divertido
—contraatacó Ron.
—¿Y qué demonios es un squib?
—preguntó Harry.
Para sorpresa de Harry, Ron ahogó una
risita.
—¡Ronald! —lo regañó
Molly.
—Lo siento, mamá —murmuró
el pelirrojo.
—Bueno, no es que sea divertido
realmente… pero tal como es Filch… (Algunos
soltaron unas risitas) —dijo—. Un squib es
alguien nacido en una familia de magos, pero que no tiene poderes mágicos. Todo
lo contrario a los magos hijos de familia muggle,
sólo que los squibs son casos muy raros (Y más Filch, murmuró Angelina). Si Filch está
tratando de aprender magia mediante un curso de Embrujorrápid,
seguro que es un squib.
Eso explica muchas cosas, como que odie tanto a los estudiantes. —Ron sonrió
con satisfacción—. Es un amargado.
—Sí, es un amargado
—dijeron James y Sirius, mientras Ron asentía, pero dejo de asentir cuando vio
la mirada enfurecida de su madre.
De algún lugar llegó el sonido de un
reloj.
—Es medianoche —señaló Harry—. Es mejor
que nos vayamos a dormir antes de que Snape nos encuentre y quiera acusarnos de
algo más.
—Aunque el profesor Snape
siempre castigaba a los Gryffindor con o sin motivos —dijo Parvati.
McGonagall miró con
severidad a Snape, pero este solo hizo una mueca.
—Señor Snape, en el
futuro debería cambiar esa actitud para con sus alumnos —regañó la profesora de
Transformaciones.
Durante unos días, en la escuela no se
habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora
Norris (Chismosos,
murmuró Alice). Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos
haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que
el culpable volvería al escenario del crimen (Paranoico,
dio Andrómeda). Harry le había visto fregar la inscripción del muro con
el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower,
pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el
primer día (Ginny se estremeció al oír sobre la
inscripción que no se borraba, y Harry le pasó un brazo por sus hombros
brindándole su apoyo). Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen,
merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con
estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas
imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento».
—¿No nos castigaba ya a
nosotros por eso? —preguntó Gideon a su hermano.
—Claro que sí —respondió
Fabian.
Ginny Weasley parecía muy afectada por
el destino de la Señora Norris.
Según Ron, era una gran amante de los gatos.
Todos los del pasado
miraban a Ginny, y esta solo se dedicaba a mirar sus manos como si fuera lo más
interesante del mundo.
Molly Weasley se dio
cuenta de que algo le pasaba a su hija, y estaba segura que tenía que ver con
todo ese tema de la inscripción.
—Pero si no conocías a la Señora
Norris —le dijo Ron para animarla—. La verdad es que estamos mucho
mejor sin ella (Eres un insensible, Ronald, lo
regañó Hermione, y el pelirrojo trato de esconderse de tras de Harry).
—A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts.
Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que
le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma…
—añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.
Ginny volvió a
estremecerse.
—Lo bueno es que todo eso
ya paso, solo es un mal recuerdo —dijo Luna tratando de animar a la pelirroja.
Ginny le sonrió con agradecimiento.
Aquel acto vandálico también había
afectado a Hermione (Remus miró de reojo a la
castaña). Ya era habitual en ella pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora
prácticamente no hacía otra cosa (Aburrida, dijo
entre dientes Sirius. Hermione lo miró seria). Cuando le preguntaban qué
buscaba, no obtenían respuesta, y tuvieron que esperar al miércoles siguiente
para enterarse.
—Eso me suena a que
harán algo peligroso —dijo Lily mirando
a su hijo, Ron y Hermione.
El trío de oro
simplemente se hicieron los disimulados.
Harry se había tenido que quedar
después de la clase de Pociones, porque Snape le había mandado limpiar los
gusanos de los pupitres (Es un hijo de perra,
susurró James. A lo que Sirius respondió ofendido: «¿Ey!, no te metas con los
perros»). Tras comer apresuradamente, subió para encontrarse con Ron en
la biblioteca, donde vio a Justin Finch-Fletchey, el chico de la casa de
Hufflepuff con el que coincidían en Herbología, que se le acercaba. Harry
acababa de abrir la boca para decir «hola» cuando Justin lo vio, cambió de
repente de rumbo y se marchó deprisa en sentido opuesto.
—Cobarde —dijeron los
gemelos Prewett.
—Oigan, yo no tuve la
culpa —se defendió Justin—, además yo no era el único que creía que Harry era
culpable por la inscripción en el muro, ¿o lo van a negar? —preguntó, y nadie
lo negó, excepto Ron y Hermione.
—Harry no lo hizo —exclamaron
Ron y Hermione al unisonó.
El pelinegro se sintió
feliz de que sus amigos siempre creyeron en él.
Harry encontró a Ron al fondo de la
biblioteca, midiendo sus deberes de Historia de la Magia. El profesor Binns les
había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de
Magos de Europa».
Todos los chicos gimieron
al recordar un trabajo tan aburrido —según ellos— la única que se encontraba
conforme con ese trabajo era Hermione, quien por cierto miraba con
desaprobación a un pelirrojo y un pelinegro.
—No puede ser, todavía me quedan veinte
centímetros… —dijo furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de
rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.
—¿Estás completamente
segura de que eres humana? —preguntó Parvati a Hermione con verdadera sorpresa.
Hermione solo la ignoró,
pero se sonrojó levemente al notar las miradas de muchos sobre ella.
—¿Dónde está? —preguntó Harry, cogiendo
la cinta métrica y desenrollando su trabajo.
—En algún lado por allá —respondió Ron,
señalando hacia las estanterías—. Buscando otro libro. Creo que quiere leerse
la biblioteca entera antes de Navidad.
—Ronald —le reprocho
Hermione.
Ron sonrió nerviosamente
a su amiga.
—En mi defensa puedo
decir que no lograste leer toda la biblioteca antes de Navidad —dijo el pelirrojo,
causando la risa de los merodeadores, Harry, los gemelos Weasley, los gemelos
Prewett, Lee, Angelina, si hasta Oliver Wood reía, pero paro al ver la mirada
de la castaña.
—¡Ronald! ¡Harry! —gritó
Hermione para que sus amigos dejaran de reír, pero no podían parar—, no los
ayudare con sus deberes —los amenazó, estos al instante callaron y se pusieron
serios.
—No lo estarás diciendo
en serio, ¿verdad, Hermione? —preguntó Ron.
—Si no nos reíamos de ti
—aseguro Harry.
—¿Ah no? ¿Entonces de que
se reían? —preguntó dudosa la castaña.
—Pues… de la risa de los
demás —contestó Harry.
—Sí, eso, como dijo Harry
—apoyó Ron.
Hermione los miró con
ojos entrecerrados. Y para esto todos se habían callado para poder escuchar la
discusión del trío, bueno, en realidad no todos, James Potter aun reía.
—Silencio, James —le
gritó Lily al ver que Hermione miraba con seriedad a su novio. James dejo de
reír, pero no por notar la mirada de la castaña, sino por el grito de su novia.
—Lo tienen domesticado
—susurró Sirius a Remus y este asintió.
Cuando todo se hubieron
callado, Katie volvió a leer.
Harry le contó a Ron que Justin
Finch-Fletchey lo había esquivado y se había alejado de él a toda prisa.
—No sé por qué te preocupa, si siempre
has pensado que era un poco idiota (Lo siento,
Justin, pero eso no cierto, se disculpó Harry al ver la cara de enojo del
chico) —dijo Ron, escribiendo con la letra más grande que podía—. Todas
esas tonterías sobre lo maravilloso que es Lockhart…
—En eso si tienes razón,
Weasley —dijo Justin, aun mirando con enojo a Harry.
Hermione surgió de entre las
estanterías. Parecía disgustada, pero dispuesta a hablarles por fin.
—No queda ni uno de los ejemplares que
había en el colegio; se han llevado la Historia de Hogwarts —dijo,
sentándose junto a Harry y Ron—. Y hay una lista de espera de dos semanas.
Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar, pero con todos los libros de
Lockhart, no me cabía en el baúl.
—Te hubieras ahorrado
mucho espacio si hubieras dejado los libros basura de Lockhart —comentó James.
Inconscientemente Remus
asintió.
—Sí, pero de todas
formas, ¿para que querías el aburrido libro de Historia de Hogwarts? —preguntó
Sirius, y McGonagall lo miró con seriedad—. Lo siento —murmuró.
—Pues es más que obvio,
Sirius, lo quería para leer sobre la Cámara de los Secretos —respondió Lily.
—¿Para qué lo quieres? —le preguntó
Harry.
—Para lo mismo que el resto de la gente
—contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.
Lily y Hermione se
sonrieron por sus respuestas tan similares.
—¿Qué es eso? —preguntó Harry al
instante.
—Eso quisiera yo saber. Pero no lo
recuerdo —contestó Hermione, mordiéndose el labio—. Y no consigo encontrar la
historia en ningún otro lado.
Los gemelos Weasley
rieron y todos los miraron.
—Es que conociendo a
Hermione… —empezó Fred.
—… estoy seguro de que
consiguió otra forma de saber sobre la Cámara… —siguió George.
—¿O no, hermanito? ¿O no
Harry? —preguntaron a la vez.
Harry y Ron sonrieron,
mientras Hermione se sonrojaba.
—Aun no sé cómo logran
hablar de esa manera —dijo Sirius.
—Tendrías que tener un
gemelo, para entenderlo —fue la respuesta de Fred y George.
—Hermione, déjame leer tu trabajo —le
pidió Ron desesperado, mirando el reloj.
—¡Ronald! —lo regañó su
madre, y Ron solo se encogió de hombros.
—No, no quiero —dijo Hermione,
repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.
—Sólo me faltan seis centímetros,
venga.
—Eres una mala amiga,
castaña —dijo Sirius mirando a Hermione.
—¿Mala amiga? —repitió
Hermione—, si desde el primer día en que nos dejaron la tarea yo les dije a
Harry y a Ron para hacerla, y el único que avanzo un poco fue Harry y Ron me
dijo que todavía había mucho tiempo.
Ron se sonrojó al notar
que todos lo miraban.
Sonó la campana. Ron y Hermione se
encaminaron al aula de Historia de la Magia, discutiendo.
—Como siempre —murmuró
Harry solo para que Ginny lo escuchara.
Historia de la Magia era la asignatura
más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único
profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases
era su entrada en el aula, a través de la pizarra (Ahora
ya ni eso es interesante, dijo Dean, causando la risa de Seamus). Viejo
y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se
había muerto. Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y se
había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de
profesores. Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve
variación.
—A mí me gusta esa clase
—dijeron a la vez James y Sirius, todos lo miraron con sorpresa, sobre todo la
profesora McGonagall.
—Ese es el mejor momento
para dormir —dijo James.
—Sobre todo si no has
podido dormir bien en la noche —apoyó Sirius.
—¿Por qué no me
sorprende? —murmuró Lily.
Aquel día fue igual de aburrido. El
profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un sonsonete monótono, como el
de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en un sopor
profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota
de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse (Yo
ni siquiera apuntaba los nombres o las fechas importantes, susurró Ron a Luna,
sabiendo que ella era la única quien no lo regañaba por ser sincero).
Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione alzó la
mano.
—¿Cómo? —dijo Remus
sorprendido y mirando a la chica.
—Eso ni siquiera la
pelirroja lo ha hecho —dijo Sirius, y James asintió. Entonces Lily le dio una
patada a Sirius por debajo de la mesa—. ¡Ay! —se quejó este.
—¿Qué te sucede? —le
preguntó James.
—Eh… nada —contestó el
animago al descubrir quién lo había pateado. James no le creyó, pero no dijo
nada.
El profesor Binns, levantando la vista
a mitad de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional
de Brujos de 1289, pareció sorprendido.
—¿Señorita…?
—Granger, profesor. Pensaba que quizá
usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz
clara.
—No puedo creerlo —dijo
James.
—Pues con uno de esos
tres, puede pasar de todo —dijeron los gemelos Weasley.
Dean Thomas, que había permanecido
boquiabierto, mirando por la ventana, salió de su trance dando un respingo.
Lavender Brown levantó la cabeza y a Neville le resbaló el codo de la mesa.
El profesor Binns parpadeó.
—Mi disciplina es la Historia de la
Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita
Granger, no de los mitos ni de las leyendas (No es
un mito ni una leyendo, es una realidad, murmuró Harry). —Se aclaró la
garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió—:
En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos…
Balbució y se detuvo. De nuevo, en el
aire, se agitaba la mano de Hermione.
—Vaya, dos veces en una
misma clase —dijeron los gemelos Prewett con sorpresa.
—¿Señorita Grant?
Algunos soltaron unas
risitas por la confusión de apellido.
—No creo que el profesor
Binns recuerde el apellido correcto de sus alumnos —dijo Remus, Hermione lo
miró y sonrió de medio lado.
—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre
las leyendas una base real?
—Touche —dijo Ginny.
—Le dejaste con la boca
cerrada —dijo Dean.
El profesor Binns la miraba con tal
estupor, que Harry adivinó que ningún estudiante lo había interrumpido nunca,
ni estando vivo ni estando muerto.
—Puede que tenga razón
—murmuró Andrómeda.
—Veamos —dijo lentamente el profesor
Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione como si nunca
hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted
me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda…
—¿Absurda? —gruñó Ginny.
Sí, tan absurda que
Myrtle murió la primera vez que abrieron la Cámara, pensó Hermione.
—Sí, absurda y Hermione…
—Ron —lo interrumpió la
castaña.
—¿Hermione, qué?
—preguntó Ted.
—Nada —respondió Ron, y
le murmuró algo a Luna, esto hizo que ya nadie le preguntara nada.
La clase entera estaba ahora pendiente
de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las
caras estaban vueltas hacia él. Harry se sentía completamente desconcertado al
ver unas muestras de interés tan inusitadas.
—Me imagino, nunca antes
había sucedido —dijo Frank.
—Y después de ese día,
nunca volvió a suceder —comentó Neville.
—Muy bien —dijo despacio—. Veamos… la
Cámara de los Secretos… Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue
fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los
cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben
su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y
Salazar Slytherin (Slytherin era una basura,
susurró Sirius). Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de
las miradas indiscretas de los muggles,
dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los
magos y las brujas sufrían persecución.
—Es por eso que debemos
acabar con todos esos asquerosos muggles —murmuró Lucius, y suerte para él que
solo lo logro escuchar Snape, porque si no los demás se le habrían ido encima.
Se detuvo, miró a la clase con los ojos
empañados y continuó:
—Durante algunos años, los fundadores
trabajaron conjuntamente en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de
aptitud para la magia y trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego
surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y
los demás (¿Por qué no me sorprende?, dijeron los
merodeadores). Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes
que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería
reservarse para las familias de magos (Eso es lo
más estúpido que he oído en toda mi vida, dijo Dean). Lo desagradaba
tener alumnos de familia muggle,
porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al
respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio.
—Siento una profunda pena
—ironizó Sirius, fingiendo que se limpiaba una lágrima.
Snape lo miró como si se
tratase de una escoria.
El profesor Binns se detuvo de nuevo y
frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas.
—Esto es lo que nos dicen las fuentes
históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras
la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos (Y
dale con los mismo, no es una leyenda, hay pruebas de que es real, dijo Alicia
Spinnet, y antes de que alguien preguntara algo, Katie volvió a leer).
La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara
oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.
—Y sí que estaba muy
oculta —murmuró Ron.
»Slytherin, según la leyenda, selló la
Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al
colegio su auténtico heredero (Hagrid hizo una
mueca al recordar la primera vez que abrieron la Cámara, y le echaron la culpa
a él). Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos,
desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos
los que no tienen derecho a aprender magia.
Ginny tembló con terror.
—Me odiaran cuando se
enteren de todo —le susurró Harry.
—No lo harán, entenderán
que tú no tuviste la culpa, solo tenías once años, Ginny —la reconfortó el
ojiverde.
Sirius miraba a su futuro
ahijado susurrarle cosas a su novia.
—¿Qué le estará diciendo?
—le preguntó a Lupin, quien también había notado a Harry hablando con Ginny.
—No te metas, Canuto,
recuerda que son novios, tienen todo el derecho de susurrarse cosas —defendió
Remus.
—Aburrido —le dijo el
animago.
Cuando terminó de contar la historia,
se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las
clases del profesor Binns. Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo
le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía
levemente molesto.
—¿Quién no? si solo le
tomaron atención por la “supuesta” leyenda —dijo Charlie.
—Por supuesto, esta historia es un
completo disparate —añadió—. Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado
varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe.
Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.
Justin soltó una risita
sarcástica.
—Pues entonces la Señora Norris, Colin Creevey —Harry se
sintió mal al escuchar el nombre del chico—, el fantasma de Gryffindor,
Penélope Clearwater —Percy se sonrojó ligeramente al escuchar el nombre de su
ex novia—, Hermione L… Granger —se corrigió al instante—, y yo somos muy
crédulos.
—¿Por qué dices eso,
Justin? —preguntaron los gemelos Prewett.
—Ya lo sabrán —contesto
Justin enigmático.
Hermione volvió a levantar la mano.
—Profesor…, ¿a qué se refiere usted
exactamente al decir «el horror que contiene» la cámara?
—Se cree que es algún tipo de monstruo,
al que sólo podrá dominar el heredero de Slytherin —explicó el profesor Binns
con su voz seca y aflautada.
—Me preguntó qué tipo de
monstruo será —dijo Sirius.
—Tal vez sea una
acromántula —dijo Susan, haciendo gemir de tristeza a Hagrid al recordar a
Aragog, y estremecerse de terror a Ron.
La clase intercambió miradas nerviosas.
—Pero ya les digo que no existe —añadió
el profesor Binns, revolviendo en sus apuntes—. No hay tal cámara ni tal
monstruo.
—Sí la hay —aseguro Ron,
haciendo estremecer a Lily y a Molly.
—Ron, calla, o es que
quieres que a nuestras madres les dé un ataque —lo regañó Harry por lo bajo.
—Pero, profesor —comentó Seamus
Finnigan—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara,
nadie más podría encontrarla, ¿no?
—Tonterías, O’Flaherty (Sirius no pudo evitar reír por la confusión de
apellidos) —repuso el profesor Binns en tono algo airado—, si una larga
sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado…
—Es porque no buscaron
bien —dijeron los gemelos Weasley, y Lee soltó una risotada.
—¡Fred!, ¡George! —los
regañó Molly.
—Pero, profesor —intervino Parvati
Patil—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla…
—El hecho de que un mago no utilice la
magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati (Sirius volvió a reír por la confusión de apellidos, pero
se calló al ver las miradas asesinas de las hermanas Patil) —le
interrumpió el profesor Binns—. Insisto, si los predecesores de Dumbledore…
—Pero tal vez sea preciso estar
relacionado con Slytherin, y por eso Dumbledore no podría… —apuntó Dean Thomas,
pero el profesor Binns ya estaba harto.
—Ese chico podría tener
razón —dijo Arthur.
—Ya basta —dijo bruscamente—. ¡Es un
mito! ¡No existe! ¡No hay el menor indicio de que Slytherin construyera
semejante cuarto trastero! Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan
absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes,
creíbles y comprobables.
—Yo creo que el profesor
es un poco terco en algunas cosas, no ve lo evidente —comentó Luna, haciendo
sonreír a su pelirrojo novio.
—Y qué carácter —dijo
Lily.
—Mira quien lo dice
—alegó Sirius.
—Nadie pidió tu opinión,
Sirius Black —gruñó Lily.
Sirius miró a Lily que
tenía su cara tan roja como su cabello, y luego miró a James y a Remus.
—Y después no quieren que
le diga que tiene mal carácter. Pobre de ti, Cornamenta —susurró el animago.
Y en cinco minutos, la clase se
sumergió de nuevo en su sopor habitual.
***
—Ya sabía que Salazar Slytherin era un
viejo chiflado y retorcido —dijo Ron (Buena esa
querido sobrino, lo felicitaron Fabian y Gideon) a Harry y Hermione,
mientras se abrían camino por los abarrotados corredores al término de las
clases, para dejar las bolsas en la habitación antes de ir a cenar—. Pero lo
que no sabía es que hubiera sido él quien empezó todo este asunto de la
limpieza de sangre. No me quedaría en su casa aunque me pagaran. Sinceramente,
si el Sombrero Seleccionador hubiera querido mandarme a Slytherin, yo me habría
vuelto derecho a casa en el tren.
—Nosotros también
hubiéramos hecho lo mismo —dijeron los merodeadores.
—Idiotas —murmuró Snape.
Hermione asintió entusiasmada con la
cabeza, pero Harry no dijo nada. Tenía el corazón encogido de la angustia.
—¿Por qué? Si tú eres un
orgulloso león —le dijo James a su futuro hijo.
Pero casi termino en la
casa de las serpientes, contestó mentalmente el ojiverde.
Harry no había dicho nunca a Ron y
Hermione que el Sombrero Seleccionador había considerado seriamente la
posibilidad de enviarlo a Slytherin. Recordaba, como si hubiera ocurrido el día
anterior, la vocecita que le había hablado al oído cuando, un año antes, se
había puesto el Sombrero Seleccionador.
—Cierto, lo había
olvidado —susurró James.
—Pero lo bueno es que no
te fuiste al lado oscuro —dijo Sirius sonriendo a su futuro ahijado.
Harry sonrió sin muchas
ganas.
—Son unos tontos —los
regañó Lily.
Podrías ser muy grande, ¿sabes?,
lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza.
No hay dudas, ¿verdad?
—Pero Harry no necesito
ser un Slytherin para llegar hacer ser grande —defendió Ginny, y Harry le
sonrió en respuesta.
—Eso nadie lo discute,
Ginny —Hermione estuvo de acuerdo con la pelirroja.
Pero Harry, que ya conocía la
reputación de la casa de Slytherin por los brujos de magia negra que salían de
ella, había pensado desesperadamente «¡Slytherin no!», y el sombrero había
terminado diciendo:
Bueno, si estás seguro, mejor
que seas ¡GRYFFINDOR!
—Claro, tenías que
terminar siendo un león como tu grandioso padre y tu hermosa madre —dijo
orgullosamente James.
Harry rió al escuchar la
manera tan arrogante de hablar de su padre, mientras que Lily negaba con la
cabeza.
Mientras caminaban empujados por la
multitud, pasó Colin Creevey.
—¡Eh, Harry!
—¡Hola, Colin! —dijo Harry sin darse
cuenta.
—Harry, Harry…, en mi clase un chaval
ha estado diciendo que tú eres…
—¿No me digas que todos
pensaban que tú eras el heredo de Slytherin? —preguntó Frank.
Harry asintió.
—Eso es ridículo —dijo
James—, ¿Quién podría pensar eso de ti?
—Toda la escuela
—respondió Harry.
—¿Toda la escuela?
—repitió Hermione—, pues yo no —aclaró.
—Yo menos, y tampoco
George, Fred y Ginny —dijo Ron.
—Bueno corrijo, casi toda
la escuela —dijo Harry.
—Pero como se les ocurre
pensar eso, si ni siquiera eras Slytherin —dijo un confuso Sirius—, en cambio
el que sí podría ser el heredero seria…
—Yo tampoco era el
heredero de Slytherin —dijo Draco al sentir la mirada de Sirius sobre él.
—Yo no mencione tu nombre
—rebatió el animago.
—Pero lo pensaste y
además sentí tu mirada sobre mí —contestó el rubio.
—Es un paranoico —comentó
Sirius a Remus.
—Sí, claro —dijo Lupin
con sarcasmo que Sirius no noto.
Pero Colin era demasiado pequeño para
luchar contra la marea de gente que lo llevaba hacia el Gran Comedor. Le oyeron
chillar:
—¡Hasta luego, Harry! —Y desapareció.
—¿Qué es lo que dice sobre ti un chaval
de su clase? —preguntó Hermione.
—Que soy el heredero de Slytherin,
supongo —dijo Harry, y el corazón se le encogió un poco más al recordar cómo lo
había rehuido Justin Finch-Fletchley a la hora de la comida.
—En verdad lo siento,
Harry —se disculpó Justin.
—La gente aquí es capaz de creerse
cualquier cosa —dijo Ron, con disgusto.
—Tienes razón, hermanito…
—empezó Fred.
—… sí, además yo sé de
alguien que se creyó que había grageas con sabor a duende —dijo George y Ron se
sonrojó.
Fred y George rieron al
ver a su hermano sonrojado.
La masa de alumnos se aclaró, y
consiguieron subir sin dificultad al siguiente rellano.
—¿Crees que realmente hay una Cámara de
los Secretos? —preguntó Ron a Hermione.
—No lo sé —respondió ella, frunciendo
el entrecejo—. Dumbledore no fue capaz de curar a la Señora
Norris, y eso me hace sospechar que quienquiera que la atacase no
debía de ser…, bueno…, humano.
—Excelente deducción
—ironizó Lucius.
—Padre, por favor
—advirtió Draco, y Lucius lo ignoró.
Al doblar la esquina se encontraron en
un extremo del mismo corredor en que había tenido lugar la agresión. Se
detuvieron y miraron. El lugar estaba tal como lo habían encontrado aquella
noche, salvo que ningún gato tieso colgaba de la argolla en que se fijaba la
antorcha, y que había una silla apoyada contra la pared del mensaje: «La cámara
ha sido abierta.»
—¿Una silla? —preguntaron
muchos al unisonó.
—Aquí es donde Filch ha estado haciendo
guardia —dijo Ron.
Se miraron unos a otros. El corredor se
encontraba desierto.
—No hay nada malo en echar un vistazo
—dijo Harry, dejando la bolsa en el suelo y poniéndose a gatear en busca de
alguna pista.
—Tenías que ser hijo de
James Potter —dijo Lily—, así solo lograras meterte en más problemas.
—¡Esto está chamuscado! —dijo—. ¡Aquí…
y aquí!
—Qué raro —susurró Moody,
pensativamente.
—¡Ven y mira esto! —dijo Hermione—. Es
extraño.
—¿Qué había? —preguntó
Sirius con impaciencia.
—Pues si dejaras leer a
Katie, primito, lo sabrías —dijo Andrómeda. Sirius la miró ofendido.
Harry se levantó y se acercó a la
ventana más próxima a la inscripción de la pared. Hermione señalaba al cristal
superior, por donde una veintena de arañas estaban escabulléndose, según
parecía tratando de penetrar por una pequeña grieta en el cristal. Un hilo
largo y plateado colgaba como una soga, y daba la impresión de que las arañas
lo habían utilizado para salir apresuradamente.
—¿Arañas? Eso sí que es muy
raro —dijo Remus.
—¿Habíais visto alguna vez que las
arañas se comportaran así? —preguntó Hermione, perpleja.
—Hace más de cincuenta
años —susurró Hagrid.
—Yo no —dijo Harry—. ¿Y tú, Ron? ¿Ron?
Los gemelos Weasley
habían empezó a reír nuevamente al ver la cara de susto de su hermano.
—Ya dejen de reírse, que
inmaduros —los regañó Percy, pero los gemelos no le hicieron caso y seguían
riendo.
Volvió la cabeza hacia su amigo. Ron
había retrocedido y parecía estar luchando contra el impulso de salir corriendo.
—¿De qué? —preguntó
Frank.
—¿Qué pasa? —le preguntó Harry.
—No… no me gustan… las arañas —dijo
Ron, nervioso.
Varios miraron a Ron
sorprendidos.
—No lo sabía —dijo Hermione, mirando
sorprendida a Ron—. Has usado arañas muchas veces en la clase de Pociones…
—Si están muertas no me importa
—explicó Ron, quien tenía la precaución de mirar a cualquier parte menos a la
ventana—. No soporto la manera en que se mueven.
Hermione soltó una risita tonta.
—Lo siento —se disculpó
la castaña.
—No importa —respondió Ron.
—No tiene nada de divertido —dijo Ron
impetuosamente—. Si quieres saberlo, cuando yo tenía tres años, Fred convirtió
mi… mi osito de peluche en una araña grande y asquerosa porque yo le había roto
su escoba de juguete. A ti tampoco te harían gracia si estando con tu osito, le
hubieran salido de repente muchas patas y…
Molly miró hacia los
gemelos.
—¡FRED WEASEY, COMO
PUDISTE HACERLE ESO A TU HERMANO! ¿ACASO ESO TE PARECIÓ DIVERTIDO? —gritó
Molly, y Fred la miró asustado.
—Mamá no grites, eso
podría hacernos daño —dijo George para defender a su gemelo, y señalando el
hinchado vientre de su madre—, podríamos nacer sordo si sigues gritando.
Molly miró enfadada a
George, pero decidió dejar de gritar, porque tal vez George tenga razón.
—De acuerdo —susurró—, pero
me aseguraré que en el futuro no vuelvas hacer algo parecido, Fred, ¿me
escuchaste? —dijo Molly y Fred asintió.
Dejó de hablar, estremecido. Era
evidente que Hermione seguía aguantándose la risa (Lo
siento de nuevo, Ron, pero solo tenía doce años, dijo Hermione, y Ron asintió).
Pensando que sería mejor cambiar de tema, Harry dijo:
—¿Recordáis toda aquella agua en el
suelo? ¿De dónde vendría? Alguien ha pasado la fregona.
—Estaba por aquí —dijo Ron,
recobrándose y caminando unos pasos más allá de la silla de Filch para
indicárselo—, a la altura de esta puerta.
Asió el pomo metálico de la puerta,
pero retiró la mano inmediatamente, como si se hubiera quemado.
—¿Por qué? ¿Qué paso?
—preguntó una preocupada Molly.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry.
—No puedo entrar ahí —dijo Ron
bruscamente—, es un aseo de chicas.
Algunos rodaron los ojos
mientras otros soltaron unas risitas burlonas.
—Qué inocente, hermanito
—dijo Charlie.
—Pero Ron, si no habrá nadie dentro
—dijo Hermione, poniéndose derecha y acercándose—; aquí es donde está Myrtle la
Llorona. Venga, echemos un vistazo.
Lily miró fijamente a
Hermione.
—Y yo que creía que ella
era la sensata del grupo —dijo Lily—, pero parece que se repite la misma
historia de Remus, yo creía que él era el sensato y luego me resulto que él era
el que planeaba las bromas —esto último lo susurró para que no escuchara
McGonagall.
Remus y Hermione se
sonrojaron.
—Es que no la conoces
bien, mamá —dijo Harry, sonriendo.
—¡Harry! —exclamó
Hermione, un poco ofendida. Pero su amigo solo sonrió.
—Te das cuenta,
Cornamenta —susurró Sirius a James, este había estado muy atento a la
conversación de Harry y Lily.
—¿De qué? —preguntó el
ojiavellana.
—¿Cómo que de qué?
—resopló Sirius—, pues que ya falta poco para confirmar que la castaña es la futura
hija de nuestro querido amigo Lunático —siguió susurrando.
—¿Y cómo piensas
confirmarlo? —preguntó James, más interesado mirando de reojo a Remus y a
Hermione.
—Pues se lo preguntaremos
a Harry o alguno de los Weasley, y ya —respondió triunfante.
—No creo que sea así de
fácil, pero na perdemos con intentar —susurró James.
Y sin hacer caso del letrero de «No
funciona», Hermione abrió la puerta.
Era el cuarto de baño más triste y
deprimente en que Harry había puesto nunca los pies. Debajo de un espejo grande,
quebrado y manchado, había una fila de lavabos de piedra en muy mal estado. El
suelo estaba mojado y reflejaba la luz triste que daban las llamas de unas
pocas velas que se consumían en sus palmatorias. Las puertas de los retretes
estaban rayadas y rotas, y una colgaba fuera de los goznes.
Hermione les pidió silencio con un dedo
en los labios y se fue hasta el último retrete. Cuando llegó, dijo:
—Hola, Myrtle, ¿qué tal?
—Oh, por favor —replicó
Sirius—, no deberías haber perdido tiempo con ella —dijo a Hermione.
—Insensible —le reprochó
Hermione.
Harry y Ron se acercaron a ver. Myrtle la
Llorona estaba sobre la cisterna del retrete, reventándose un grano
de la barbilla.
—Encantador —murmuró con
sarcasmo Seamus.
—Esto es un aseo de chicas —dijo,
mirando con recelo a Harry y Ron—. Y ellos no son chicas.
—No —confirmó Hermione—. Sólo quería
enseñarles lo… lo bien que se está aquí.
Con la mano, indicó vagamente el espejo
viejo y sucio, y el suelo húmedo.
—A veces pienso en cómo
pudieron llegar tan lejos y salvarse de tantas cosas con excusas tan tontas
—dijo Lee.
—Pregúntale si vio algo —dijo Harry a
Hermione, sin pronunciar, para que le leyera en los labios.
—¿Qué murmuras? —le preguntó Myrtle,
mirándole.
—Nada —se apresuró a decir Harry—.
Queríamos preguntar…
—¡Me gustaría que la gente dejara de
hablar a mis espaldas! —dijo Myrtle, con la voz ahogada por las lágrimas—.
Tengo sentimientos, ¿sabéis?, aunque esté muerta.
—Sí, lo sabemos —dijo Ron
con pesar.
—Myrtle, nadie quiere molestarte —dijo
Hermione—. Harry sólo…
—¡Nadie quiere molestarme! ¡Ésta sí que
es buena! —gimió Myrtle—. ¡Mi vida en este lugar no fue más que miseria, y
ahora la gente viene aquí a amargarme la muerte!
—Pobre Myrtle no tuvo una
buena vida, ¿no lo crees, Ron? —se compadeció Luna.
—Eh… si pobre —Ron le
siguió la corriente a su novia, para que no notara que era un poco insensible.
—Queríamos preguntarte si habías visto
últimamente algo raro —dijo Hermione dándose prisa—. Porque la noche de
Halloween agredieron a un gato justo al otro lado de tu puerta.
—¿Viste a alguien por aquí aquella
noche? —le preguntó Harry.
—No me fijé —dijo Myrtle con
afectación—. Me dolió tanto lo que dijo Peeves, que vine aquí e intenté
suicidarme. Luego, claro, recordé que estoy…, que estoy…
—¿En serio ella era una
Ravenclaw? —preguntó Padma Patil con incredulidad.
—Eso dicen —dijo Terry
Boot.
—Muerta ya —dijo Ron, con la intención
de ayudar (Ron a veces eres tan insensible, como
Myetle dramática, le dijo Ginny). Myrtle sollozó trágicamente, se elevó
en el aire, se volvió y se sumergió de cabeza en la taza del retrete,
salpicándoles, y desapareció de la vista; a juzgar por la procedencia de sus
sollozos ahogados, debía de estar en algún lugar del sifón.
—Me preguntó porque
Myrtle vive o mejor dicho su alma habita en ese baño —dijo Giedon.
—Yo también me pregunto
mismo —dijo Fabian—, bien podría estar en su antigua casa —los Ravenclaw se
estremecieron de solo pensar en tener a un fantasma llorón por su sala común o
sus habitaciones.
Ron quería contestar,
pero Harry negó con la cabeza, así que el pelirrojo no dijo nada.
Harry y Ron se quedaron con la boca
abierta, pero Hermione, que ya estaba harta, se encogió de hombros, y les dijo:
—Tratándose de Myrtle, esto es casi
estar alegre. Bueno, vámonos…
Harry acababa de cerrar la puerta a los
sollozos gorjeantes de Myrtle, cuando una potente voz les hizo dar un respingo
a los tres.
—¡RON!
—Oh, alguien los ha
encontrado —dijo Bill.
—Sí, alguien un poco
pomposo —se burló Ron y Percy lo miró entre serio y avergonzado.
Percy Weasley, con su resplandeciente
insignia de prefecto, se había detenido al final de las escaleras, con una
expresión de susto en la cara.
—Que exagerado —dijeron
los gemelos Weasley.
—¡Esos son los aseos de las chicas!
—gritó—. ¿Qué estás haciendo?
—Tal vez un trío —dijo
Lee con burla.
James, Sirius, los
gemelos Weasley y los gemelos Prewett reían, mientras que Harry, Ron y Hermione
se sonrojaron al instante.
—James, para ya —lo
regañó Lily al ver a su hijo, al pelirrojo y la castaña muy sonrojados. James
se calló al instante.
—Tú también ya deja de
reír —le advirtió Remus a Sirius—, no sé porque te causa tanta risa, por
Merlín, solo tenían doce años.
—Tal vez eran precoces
—contestó el animago entre risas.
—¡Ya basta! —gritó
Hermione, para que los demás que reían se callaran, y eso fue exactamente lo
que paso, todos hicieron silencio.
—Hermione no grites, le
podría hacer daño al pequeño… —George se calló al ver la mirada enojada de la
castaña, además fue muy oportuno porque él iba a decir al pequeño Lupin—, piensa en tu pequeño —fue lo único que pudo decir.
—Sólo echaba un vistazo —dijo Ron,
encogiéndose de hombros—. Buscando pistas, ya sabes…
Percy parecía a punto de estallar. A
Harry le recordó mucho a la señora Weasley.
—Ya lo creo —murmuraron
George y Fred.
—Marchaos… fuera… de aquí… —dijo,
caminando hacia ellos con paso firme y agitando los brazos para echarlos—. ¿No
os dais cuenta de lo que podría parecer, volver a este lugar mientras todos
están cenando?
—Percy tenía razón —apoyó
Bill—, se podrían haber metido en grandes problemas si hubiera sido otro quien
los hubiera encontrado.
Percy sonrió con
agradecimiento, al fin alguien que lo entendía.
—¿Por qué no podemos estar aquí?
—repuso Ron acaloradamente, parándose de pronto y enfrentándose a Percy—.
¡Escucha, nosotros no le hemos tocado un pelo a ese gato!
—Eso es lo que dije a Ginny —dijo Percy
con contundencia—, pero ella todavía cree que te van a expulsar. No la he visto
nunca tan afectada, llorando amargamente. Podrías pensar un poco en ella, y
además, todos los de primero están asustados.
—Sí Ginny llora, es
porque algo realmente malo está ocurriendo —comentó Charlie.
—Exacto, es por eso que
estaba tan preocupado —dijo Percy.
—A ti no te preocupa Ginny —replicó
Ron, enrojeciendo hasta las orejas—, a ti sólo te preocupa que yo eche a perder
tus posibilidades de ser Representante del Colegio.
—Eso fue un poco ruin
—dijo Bill—, sabemos que Percy es un poco ambicioso —Percy se sonrojó—, pero se
preocupa por la familia.
—Me consta —corroboró
Ginny—, él estuvo pendiente de mí todo el tiempo que podía.
—Está bien, lo siento,
Percy —se disculpó Ron, su hermano asintió.
—¡Cinco puntos menos para Gryffindor!
—dijo Percy secamente, llevándose una mano a su insignia de prefecto—. ¡Y
espero que esto te enseñe la lección! ¡Se acabó el hacer de detective, o de lo
contrario escribiré a mamá!
—¡¿Qué?! —exclamaron los
merodeadores.
—Le quitaste puntos a tu
propia casa —le reclamó Sirius. Y Percy volvió a sonrojarse.
—Y a tu hermano —siguió
James—, con que le avises a tu mamá hubiera sido suficiente.
—¡No! —medio gritó Ron—,
prefiero que quiten puntos.
—¿Qué cosa? —preguntó
Molly.
—Te quiero, mamá —dijo
Ron inocentemente.
Sus hermanos rieron de la
actitud miedosa de Ron.
Y se marchó con el paso firme y la nuca
tan colorada como las orejas de Ron.
***
Aquella noche, en la sala común, Harry,
Ron y Hermione escogieron los asientos más alejados del de Percy (Percy rodó los ojos). Ron estaba todavía de muy
mal humor y seguía emborronando sus deberes de Encantamientos. Cuando, sin darse
cuenta, cogió su varita mágica para quitar las manchas, el pergamino empezó a
arder (Bueno, por lo menos las manchas se fueron,
dijo Fabian). Casi echando tanto humo como sus deberes, Ron cerró de
golpe El libro reglamentario de hechizos (clase
2). Para sorpresa de Harry, Hermione lo imitó.
—Eso es raro —dijo
Parvati.
—Pero ¿quién podría ser? —dijo con voz
tranquila, como si continuara una conversación que hubieran estado
manteniendo—. ¿Quién querría echar de Hogwarts a todos los squibs
y los de familia muggle?
—Pensemos —dijo Harry con simulado
desconcierto—. ¿Conocemos a alguien que piense que los que vienen de familia muggle
son escoria?
Todos los del pasado
—menos Narcisa, Lucius y Snape—, miraron a Draco.
—Malfoy —dijo con voz
ronca Ojoloco, sin quitar su vista
del rubio menor.
Miró a Hermione. Hermione miró hacia
atrás, poco convencida.
—Si te refieres a Malfoy…
—Ya dije que yo no soy el
maldito heredo de Slytherin —rugió el rubio a todos los del pasado, porque los
de su tiempo ya sabían quién era el verdadero heredero.
—No hagas caso, Draco,
nosotros te creemos —dijo Astoria, con voz calmada. Draco al verla se relajó y
el enojo que sintió de disipo.
—¡Naturalmente! —dijo Ron—. Ya lo
oísteis: «¡Los próximos seréis los sangre sucia!» Venga, no hay más que ver su
asquerosa cara de rata para saber que es él…
—Yo no tengo cara de rata
—alegó Draco, visiblemente ofendido—. Yo soy perfectamente hermoso —dijo
arrogantemente.
—Él es más arrogante que
tú, Canuto —dijo Remus a su amigo, quien hizo una mueca por la comparación.
—Sí, y ahora es el
momento en que empiezo a notar el parentesco —dijo James.
—Pues si de arrogantes
vamos, tú no te quedas atrás, Cornamenta —dijo Sirius ofendido.
—¿Malfoy, el heredero de Slytherin?
—dijo escépticamente Hermione.
—Fíjate en su familia —dijo Harry,
cerrando también sus libros—. Todos han pertenecido a Slytherin, él siempre
alardea de ello. Podrían perfectamente ser descendientes del mismo Slytherin.
Su padre es un verdadero malvado.
—De que es malvado, eso
nadie lo discute —dijo Ted.
Andrómeda soltó un
suspiro mirando con pesar a su hermana menor.
—¡Podrían haber conservado durante
siglos la llave de la Cámara de los Secretos! —dijo Ron—. Pasándosela de padres
a hijos…
—Bueno —dijo cautamente Hermione—,
supongo que puede ser.
—Pero ¿cómo podríamos demostrarlo?
—preguntó Harry; en tono de misterio.
—Aquí es cuando nuestra
querida Hermione da la respuesta correcta —canturrearon los gemelos Weasley.
Hermione se sonrojó.
—Habría una manera —dijo Hermione
hablando despacio, bajando aún más la voz y echando una fugaz mirada a Percy—.
Por supuesto, sería difícil. Y peligroso, muy peligroso. Calculo que
quebrantaríamos unas cincuenta normas del colegio.
—Ya escucharon, Hermione
dio la respuesta —dijeron los gemelos Weasley con una sonrisita de
superioridad.
—Sí, sí, pero acaso
escuche bien —dijo Sirius confuso.
—Si te refieres a
quebrantar cincuentas normas del colegio, entonces escuchaste bien, Sirius
—dijo Lupin.
James y Sirius sonrieron
encantados.
—Suena interesante
—dijeron los dos a la vez, mirando a la castaña con ilusión.
—Sí, dentro de un mes más o menos, te
parece que podrías empezar a explicárnoslo, háznoslo saber, ¿vale? —dijo Ron,
airado.
—De acuerdo —repuso fríamente
Hermione—. Lo que tendríamos que hacer es entrar en la sala común de Slytherin
y hacerle a Malfoy algunas preguntas sin que sospeche que somos nosotros.
—Como harán eso, es
imposible —dijo Terry.
—No es imposible
—respondieron al unisonó Harry, Ron y Hermione, para luego sonreír entre los
tres.
Esa actitud del trío de
oro hizo pensar a Draco, o más bien recordar.
Remus miró de reojo a
Hermione, y negó con la cabeza.
Yo sé de una manera para
entrar en la sala común de Slyhterin, pero sería muy riesgoso, y no creo que
Hermione esté pensado en la poción multijugos,
solo están en segundo, no podrían hacerlo, se decía mentalmente Remus.
—Pero eso es imposible —dijo Harry,
mientras Ron se reía.
—No, no lo es —repuso Hermione—. Lo
único que nos haría falta es una poción multijugos.
¡Por Merlín! Si estaba
pensando en la poción multijugos, se dijo Remus.
En ese momento todos
miraron con asombro a Hermione, especialmente los merodeadores, los gemelos
Prewett, Molly, Arthur, Lily, Dumbledore, McGonagall, Snape y Ojoloco.
—Brillante —dijo Ojoloco—. Esta chica es…
—Maravillosa —susurró
Remus.
—¿Dijiste algo, Lunático?
—le preguntó James, pero este negó con la cabeza.
Mientras tanto todos los
Slytherin’s estaban indignados con el trío de oro.
—¿Lograrían su cometido?
—preguntó Blaise a Draco.
—No estoy seguro
—respondió lentamente el rubio.
—¿Qué es eso? —preguntaron a la vez
Harry y Ron.
—Snape la mencionó en clase hace unas
semanas.
—Al menos alguien me
presta atención —bufó Snape.
—¿Piensas que no tenemos nada mejor que
hacer en la clase de Pociones que escuchar a Snape? —dijo Ron.
—Excelente comentario,
hermanito —dijo Fred.
—Estamos muy orgullosos
de ti —dijeron al unisonó los gemelos Weasley, a la vez que fingían limpiarse
una lágrima falsa.
Molly miraba a sus hijos
estupefacta.
No gritaré, solo
escucharé y luego me encargare de que en el futuro sean más responsables y
educados, se decía Molly.
—Esa poción lo transforma a uno en otra
persona. ¡Pensad en ello! Nos podríamos convertir en tres estudiantes de
Slytherin. Nadie nos reconocería. Y seguramente Malfoy nos diría algo. Lo más
probable es que ahora mismo esté alardeando de ello en la sala común de
Slytherin.
Draco no replicó nada
ante eso, sabía que muy en el fondo él había estado alardeando con los tontos
de Crabbe y Goyle.
—Parece ser un buen plan
—felicitó Ojoloco—, sin embargo, la
poción multijugos es muy complicada
de hacer, y más para una niñita de doce años.
Harry, Ron, Ginny, Luna y
los gemelos Weasley rieron.
—Se nota que no conocen a
Hermione —dijo Ron, entre risas mientras los demás seguían riendo.
—Esto del multijugos
me parece un poco peligroso —dijo Ron, frunciendo el
entrecejo—. ¿Y si nos quedamos para siempre convertidos en tres de Slytherin?
Ahora todos rieron por la
pregunta de Ron, este se sonrojo al instante.
—El efecto se pasa después de un rato
—dijo Hermione, haciendo un gesto con la mano como para descartar ese
inconveniente—, pero lo realmente difícil será conseguir la receta. Snape dijo
que se encontraba en un libro llamado Moste Potente Potions que
se encuentra en la Sección Prohibida de la biblioteca.
Snape se prometió que en
el futuro no sería tan legua larga cuando de libros prohibidos se trate.
Solamente había una manera de conseguir
un libro de la Sección Prohibida: con el permiso por escrito de un profesor.
—Será difícil explicar para qué queremos
ese libro si no es para hacer alguna de las pociones.
—Creo —dijo Hermione— que si
consiguiéramos dar la impresión de que estábamos interesados únicamente en la
teoría, tendríamos alguna posibilidad…
—Nadie se tragaría esa
excusa —dijo Sirius.
—No te fastidia… ningún profesor se va
a tragar eso —dijo Ron—. Tendría que ser muy tonto…
Los merodeadores se
miraron y sonrieron.
—Lockhart —afirmaron los
merodeadores.
—Se atrevieron a pedirle
permiso a ese inepto —les reprocho Blaise Zabini al trío de oro.
El trío no respondió a la
pregunta tan obvia.
En cambio Dumbledore
sonrió ante la astucia de los tres chicos.
—Bueno, aquí termina el
capítulo —anunció Katie.
—Muchas gracias, señorita
Bell —dijo Dumbledore.
Luego de que Katie
terminara de leer, Hermione se levantó de la mesa, mientras los demás
comentaban el capítulo leído.
La castaña llego hasta su
habitación.
—Qué bueno nadie se dio
cuenta —murmuró la chica.
Pero en realidad alguien
si se había dado cuenta, y la había seguido sigilosamente.
—Verlo y no poder estar
con él, con tu papá como quisiera, se me va hacer muy difícil, bebé —decía
Hermione tocándose el abultado vientre.
Unos golpes en su puerta
la sacaron de su plática con su hijo.
Seguramente es Harry, él
siempre se da cuenta cuando trato de pasar desapercibida.
—Pasa Harry —dijo la
chica y escuchó cuando la puerta se abrió y se cerró—. No te preocupes por mí,
Harry, no me encuentro mal, es solo que quise estar sola un momento, pero ya
que estás aquí. ¿Crees que debería decirle a Remus sobre su futuro conm…? —todo
esto Hermione lo decía de espaldas, porque estaba buscando algo en su bolsa de
cuentas.
—¿Sobre mi futuro? ¿Qué
es lo que tengo que saber exactamente sobre mi futuro? —preguntó una voz a sus
espaldas. Hermione al escuchar esa voz dejo caer su bolsa.
No era Harry quien la
había seguido, era Remus Lupin —su futuro esposo— y ahora Hermione se había
quedado muy nerviosa.
—Re-Remus —murmuró a la
vez que giraba para verlo parado aun junto a la puerta.
Lupin se acercó un poco
más a ella.
—¿Y bien? —preguntó
Lupin—, me vas a contar sobre mi futuro —hizo una pausa, pensando en lo que
podría decirle Hermione. Pero la chica aún seguía callada, lo que lo llevo a
creer lo peor—, ¿estoy… estoy muerto?
Hermione se puso pálida.
¿Qué contestaría? Estaba claro que no le diría la verdad, tal vez se lo tomaría
mal, y ella no quería eso.
—¿Muerto? ¿Qué te hace
pensar que estás muerto? —preguntó la castaña armándose de valor.
—Bueno, porque hasta
donde vamos leyendo no me han mencionado y no solo a mí, a Sirius tampoco lo
han mencionado —contestó calmadamente el ojimiel.
La castaña dio dos pasos
hacia Remus.
—Eso no significa que
estés muerto, Remus —aun, se dijo la
chica aguantando las ganas de soltarse a llorar ahí mismo—, además recién vamos
por el segundo libro, faltan cinco más.
—Sí, pero…
—Tú y Sirius aparecen en
nuestro tercer curso —no pudo evitar hablar Hermione, al verlo no muy
convencido.
—¿En serio? —preguntó
Remus más animado, Hermione asintió—, bueno, en ese caso, ya me siento más
tranquilo —sonrió. Hermione le devolvió la sonrisa.
Que hermosa sonrisa,
pensó Lupin. Y se le quedo mirando por un buen rato, hasta que reacciono al ver
a Hermione con las mejillas sonrojadas. Él también se sonrojo al instante.
—Lo siento —murmuró.
—¿Por qué te disculpas?
—preguntó Hermione, tratando de agacharse para recoger su bolso.
—Espera —dijo Lupin, y
recogió el bolso—, toma —se lo extendió.
—Gracias, eres muy amable
—Hermione volvió a sonreírle—, y ahora solo por eso te has ganado una tableta
de chocolate —bromeó.
—¿Chocolate? —repitió
Remus, y sus ojos brillaron al escuchar el nombre de su golosina favorita.
Hermione volvió a sonreír
y asintió.
—Sí, chocolate
—confirmó—, creo que tengo una tonelada de chocolate en este bolso —dijo
sacudiendo su bolso—, desde antes de enterarme que estaba embarazada me hice
adicta, por eso antes de venir al pasado compre mucho chocolate, y también
porque sé que a ti también gusta —comentó.
Eso sorprendió a Lupin.
—¿Cómo lo sabes?
—preguntó Remus.
—Porque es más que obvio,
tú comes chocolate cuando estás preocupado, cuando estás enojado, cuando estás
desesperado, cuando estás feliz, cuando quieres celebrar, o simplemente porque
se te antoja —respondió.
—Vaya, sí que me conoces
—dijo Lupin.
—Claro, y también sé que
te encanta leer, eres muy bueno en DCAO, detestas la violencia y la injusticia…
básicamente se todo sobre ti —Hermione se dio cuenta de que Remus la miraba con
sorpresa, así que trato de explicarle el por qué—, no creas que soy una loca
psicópata, es solo que conozco muchas cosas de ti porque somos amigos, muy
buenos amigos. Tú también conoces muchas cosas sobre mí, en realidad tenemos
muchas cosas en común… —Hermione ya no sabía que más decir para que Remus no la
creyera una loca.
—¿Así que somos muy
buenos amigos en el futuro? —preguntó Lupin, y ella asintió—, nos llevamos
bien, así como con James, Sirius y Peter —Hermione evito hacer una mueca de
fastidio al oír el nombre de la rata.
—Sí, pero con la única
diferencia de que yo soy una chica —bromeó.
—Cierto, entonces somos
tan buenos amigos, como con Lily.
—Sí —dijo Hermione,
aunque le hubiera gustado decir que ella era más que su amiga, que era su
esposa y moría por que la volviera a besar y abrazar.
Y para evitar esas ganas
de abrazarlo y besarlo ahí mismo, se puso a buscar en su bolsa el chocolate.
Sonrió cuando pudo encontrar el chocolate. Saco dos tabletas y una le ofreció a
Remus.
—Gracias —dijo Lupin.
—Ya sabes, cuando quieras
chocolate solo me dices, yo tengo todo un almacén —sonrió.
Empezaron a comer
chocolate en silencio, disfrutando de su dulce sabor. Hasta que Remus recordó
el motivo por el que la siguió.
—Hermione —la llamo, y la
chica lo miró directamente—, lo siento.
—¿Por qué te disculpas?
—preguntó.
—Por haberte contestado
mal hace unas horas —respondió apenado.
Hermione movió una mano
quitándole importancia.
—No importa, como te dije
todos tenemos derecho de estar de mal humor, además ya te habías disculpado
antes —Remus iba a hablar, pero Hermione hablo primero—. Si supieras —murmuró y
Remus le puso más atención—, Ron me ha contestado peor durante todo el tiempo
que llevamos de conocernos y míranos seguimos siendo buenos amigos.
—Sí, por lo poco que sé
Ron y tú pelean muy seguido —dijo Remus.
—Es que a veces Ron tiene
la sensibilidad de una roca —contó la castaña.
Remus sonrió.
Volvieron a quedarse en
silencio. Remus miraba de reojo que Hermione hacia leves caricias a su vientre.
—¿Y el padre de tu hijo
porque no vino contigo? —no pudo evitar preguntar, pero luego deseo que la
tierra se lo tragara al ver la expresión de tristeza en el rosto de la
castaña—. Disculpa, no quise ser indiscreto.
—No pasa nada —Hermione
negó con la cabeza—, él no pudo acompañarme —respondió.
—¿Están… están separados?
—preguntó, y otra vez lo lamento porque ahora parecía que Hermione quería llorar.
Lo mejor será que me
vaya, ya la importune demasiado, pensó el licántropo, pero antes de que él
hiciera algún movimiento, escucho la voz de Hermione.
—Algo así —respondió con
tristeza, pero luego lo vio a los ojos y sonrió—, pero estoy segura que cuando
regrese él estará ahí, esperándome, para ser la familia que siempre quisimos
ser, estoy segura que nuestro hijo nos unirá más —dijo volviéndose a dar
masajes a su vientre.
Remus miró a Hermione, a
él le gustaría tener una esposa como ella, y también le gustaría tener un hijo,
formar una familia, su propia familia, pero él creía no tener tanta suerte.
No condenaría a una mujer
y mucho menos a un hijo a estar al lado de un hombre como yo, que digo hombre,
a un licántropo como yo. Mi destino es estar solo, se decía Remus.
—¿En qué piensas?
—preguntó Hermione, al ver que se quedó callado repentinamente.
—Pues en… en Peter
—mintió, y Hermione sabía perfectamente que mentía, pero no quería
importunarlo—, si sabes que somos cuatro merodeadores, ¿verdad? —Hermione
asintió—, pues yo me preguntaba porque Peter no está con nosotros oyendo sobre
los libros.
Hermione hizo un gesto de
molestia, que por suerte no vio Lupin.
—Bueno, en realidad no lo
sé —ahora mintió ella.
Remus asintió.
—¿Pero qué sabes sobre
Peter?, ¿está bien?, ¿está casado? —preguntó.
—No me gusta hablar de él
—respondió la chica.
—¿Por qué? ¿Acaso no se
llevan bien? ¿Te hizo algo?
—Lo único que te puedo
decir es que estamos… distanciados —volvió a mentir—, él aparecerá en nuestro
tercer curso también.
Recién en nuestro tercer
curso, descubrimos que Scabbers era
en realidad Peter, esa maldita rata traicionera, le hubiera gustado responder a
Hermione.
Remus volvió a asentir.
—Creo que debemos
regresar, todos se deben estar preguntando por nosotros —dijo luego de unos
minutos la castaña.
Así que después de terminar de comer el chocolate, Hermione y Remus
regresaron con los demás.
Hola! wuau, este capitulo me ha gustado mucho, y kya! ya no puedo esperar las reacciones , al leer el próximo libro cx
ResponderEliminarTambién me ha gustado mucho el momento de Remus y Hermione, Que lindos c:
Bueno nos vemos en la proxima actualización
Besos
Hola, Midori Yuri Umiko
EliminarMuchas gracias por dejarme tu comentario, y también gracias por decirme que te gusto el capítulo, espero que el próximo también te agrade
Saludos
Que hermoso estuvo este capitulo, me encanto que tuviera tantas intervenciones de los personajes,la pequeña discusion del trio en el que hermione queria ponerles vestido fue muy bueno o las bromas de fred,george ylee fueron buenas sobre todo la del trio, ojala actualizes pronto quedo muy buena la historia y quiero saber como reaccionaran cuando sepan que hermione le robo a snape
ResponderEliminarHola, Denisse
EliminarMe alegra que te haya gustado el capítulo, y gracias por tomarte el trabajo de leer y de comentar, en verdad gracias
Saludos
Es un placer leer esta historia y me gusta comentar, gracias por tomarte el tiempo de responderme
EliminarAwww! Ellos son tan tiernos! Me encantó el capítulo pero amé completamente la última parte, la conversación entre Remus y Hermione te quedó fenomenal. Espero que puedas actualizar pronto, cada vez se pone mejor.
ResponderEliminarUn beso, AuLingWood.
Hola, alwoodsnap1
EliminarMuchas gracias también a ti por comentar, y sobre la última parte del capítulo, se me ocurrió de pronto, no pensaba ponerlo en ese capítulo, pero me alegra que les haya gustado, dentro de unos capítulos se empezaran a saber otras cosas, habrá descubrimientos, no muy gratos para algunos...
Saludos
Hola¡¡¡
ResponderEliminarMe encanto el capitulo, todas las reacciones, me muero por saber que dirán cuando roben los ingredientes, le escena de Hermione y Lupin estuvo muy buena e inesperada, te esta quedando muy bueno el fic. :D
Por un momento crei que la descubriria, me encanta esta pereja.
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