martes, 17 de marzo de 2015

Segundo Libro: Harry Potter y la Cámara Secreta - Capítulo 13: El diario secretísimo



Al siguiente día todos se levantaron temprano y se dirigieron a sus respectivas mesas.
Solo el trío de oro se había retrasado un  poco y eso es porque Harry y Ron fueron a la habitación de su amiga a platicar antes con ella —hace días que no hablaban los tres— querían saber sobre su estado de salud y confirmar por ellos mismos si su amiga estaba tan bien como ella les había dicho.
Ginny y Luna decidieron darles su espacio a los amigos así que ellas si estaban en sus lugares.
—¿Y dónde están Harry, Ron y la castaña? —preguntó Sirius a Ginny y Luna.
—Se quedaron platicando en la habitación de Hermione —respondió Luna como si nada.
—No tardaran —agregó Ginny.
Sirius asintió, pero eso no significaba que el interrogatorio del animago había terminado.
—Y tan solo por curiosidad, ¿Quién es el padre del hijo de la castaña? —volvió a preguntar, James espero impaciente la respuesta, pero Remus parecía serio de repente.
Nadie respondió. Pero Luna que platicaba con Neville entendió mal la pregunta —mejor dicho ambos entendieron mal— y dio una respuesta errónea.
—Es Harry —respondió la chica con una sonrisa inocente.
Todos quedaron completamente confundidos. ¿Harry el padre del niño que esperaba Hermione? Imposible, que no se suponía que eran amigos, ese era el pensamiento de todos.
¿Hijo de Harry? ¿Voy a ser abuela? ¿Voy hacer abuelo?, esos eran los pensamientos de James y Lily.
Luego miraron a Ginny y se asombraron más al no verla enojada sino confusa.
Pero nuevamente antes de que Ginny pudiera aclarar las cosas Neville habló:
—Que no era Ron.
Luna negó con la cabeza.
—No, es Harry —dijo esta.
James, Lily, Molly y Arthur estaban confundidos quien de ellos dos serian abuelos.
Pero Remus se sentía enojado, y no sabía porque, aunque muy dentro de él si lo sabía solo que no quería reconocerlo.
Él no podía creer que Harry o Ron sean los presuntos padres del bebé que esperaba Hermione, puesto que ella le había dicho que el padre de su hijo no había podido acompañarla, pero también le había dicho que se encontraban algo separados, como tenía que interpretar eso.
Unas risitas lo sacaron de sus cavilaciones y cuando miró hacia donde provenían las risas se encontró con Harry, Ron y Hermione —que iba al medio de ellos— riendo, pero callaron al verlos a todos en silencio y con cara de confusión.
Hermione miró a su futuro esposo, y no le gustó mucho verlo con la mirada perdida y con el ceño levemente fruncido.
Eso solo indicaba que esta confuso o enojado por algo o tal vez las dos cosas, se decía Hermione.
—¿Qué les pasa? —preguntó Ron, él fue el primero que se atrevió a romper el silencio.
Nadie respondió.
Pero Hermione noto que no dejaban de mirarla a ella, su vientre y luego a Harry y Ron. Y eso no le gustaba nada.
—Solo nos preguntábamos —dijo James señalando a Lily y al matrimonio Weasley—, que quien de nosotros dos se convertirá en abuelos.
—¡James! —lo reprendió Lily, aunque ella también quería hacer la misma pregunta.
El trío los con confusión.
—¿Qué? —preguntó Hermione con el ceño fruncido porque había entendido la insinuación.
—Para ser más claros queríamos saber quién de los dos es el padre del niño que esperas, ¿Harry o Ron? —aclaró James, pensando que Hermione no había entendido la pregunta.
—Papá, ¿por qué piensan que Ron o yo somos los presuntos padres del niño que Herms espera? —preguntó Harry.
—Porque eso dijeron Luna y Neville —contestó Sirius.
La castaña miró a sus amigos con seriedad. Los cuales se sonrojaron.
—¡Eso no es cierto! Ninguno de los dos es padre de mi bebé —gruñó la chica.
—Creo que acá ha habido una confusión —dijo Luna.
—¿Confusión? —preguntaron James, Lily, Molly y Arthur.
—Nosotros creímos escuchar que preguntaban por el padrino del bebé —dijo Neville.
Luna asintió.
—Sí, y ahí fue cuando yo dije era Harry.
—Y dije que era Ron —dijo Neville.
—Ustedes pensaron que preguntábamos por el padrino —dijo Sirius y los chicos volvieron a asentir.
—Vaya, que confusión —dijo James pasándose una mano por el cabello desordenándoselo.
Repentinamente a Remus se le paso el enojo que tenía.
Claro, solo se trataba de una confusión, ya decía yo que Hermione no era de esa clase de chicas que se enredaban con dos hombres a la vez y menos siendo ellos sus amigos, se decía Remus.
—Bueno, ya aclarado el punto —dijo Ron—. ¿A qué hora empezaremos a desayunar? —preguntó.
Todos rieron ante lo dicho por el pelirrojo, si hasta a Hermione se le quito el enojo.
—¿Qué? —dijo Ron encogiéndose de hombros—, muero de hambre —agregó.
—¿Tú? Cuando no, Ron —rió Ginny.
Todos se sentaron en sus sitios, aunque esta vez Hermione no pudo sentarse junto a Remus porque este estaba sentado al medio de Sirius y James, así que Hermione tuvo que sentarse entre sus amigos, lo único bueno era que estaba frente a Remus y así podía mirarlo las vece que quisiera.
Kreacher apareció el desayuno y todos comentaban el pequeño incidente sobre el padre del niño de Hermione entre bromas y miradas disimuladas por parte de Remus y Hermione.
Cuando terminaron de desayunar Albus tomo el libro y preguntó:
—¿Quién quiere leer ahora?
—Yo leeré —dijo Padma Patil. Dumbledore levito el libro hasta las manos de la chica.
Pero antes de que Padma empezara a leer, Crookshanks llego ronroneando y se subió en el regazo de Remus y se acomodó dispuesto a dormir.
—Oh, Crookshanks —dijo Hermione en tono de disculpa.
Remus sonrió ante el descaro del gato.
—No importa —dijo a Hermione y empezó a acariciar al gato detrás de las orejas y este empezó a ronronear más.
Padma abrió el libro y busca la página correcta, cuando la hallo, leyó:
“El diario secretísimo”.
Ginny tembló y se puso pálida al escuchar sobre el diario, Harry la abrazo por la cintura pegándola más a él a la vez que le susurraba palabras tranquilizadoras que solo podía escuchar la pelirroja.
Hermione pasó varias semanas en la enfermería (Sirius rió al imaginar a Hermione convertida en gato, pero callo cuando la chica lo fulminó con la mirada). Corrieron rumores sobre su desaparición cuando el resto del colegio regresó a Hogwarts al final de las vacaciones de Navidad, porque naturalmente todos creyeron que la habían atacado (No la habían atacado, solo se convirtió en la chica gato, murmuró Sirius). Eran tantos los alumnos que se daban una vuelta por la enfermería tratando de echarle la vista encima, que la señora Pomfrey quitó las cortinas de su propia cama y las puso en la de Hermione para ahorrarle la vergüenza de que la vieran con la cara peluda.
Sirius empezó a reír nuevamente contagiando a los gemelos Weasley.
—Seguramente te parecerías mucho a la Señora Norris —dijo Sirius entre risas.
—¡Una vez más! —advirtió Hermione a Sirius—. Una vez más que escuche tus risas a mí sota Sirius, juró por todos los Dioses que te arrancare la cabeza y antes de irme de este tiempo la colocare al medio de Gran Comedor para que todos sepan que no deben de reírse de mí —gruñó.
Sirius se calló inmediatamente, sentía un poco de temor por la amenaza de Hermione. Pero también parecía sentir una especie de déjà vu porque la forma en como lo amenazo le hizo recordar a Lily.
Luego miró a Hermione y a Lily.
Sí, definitivamente las pelirrojas y las castañas son peligrosas, se dijo.
Harry y Ron iban a visitarla todas las noches. Cuando comenzó el nuevo trimestre, le llevaban cada día los deberes.
Lo mismo hace Cornamenta, Canuto y Colagusano conmigo después de cada luna llena, recordaba Remus con una ligera sonrisa.
—Si a mí me hubieran salido bigotes de gato, aprovecharía para descansar —le dijo Ron una noche, dejando un montón de libros en la mesita que tenía Hermione junto a la cama.
—Eso nadie lo duda, Ron —le dijeron sus hermanos y Harry.
Al pelirrojo se le pusieron rojas las orejas.
—No te preocupes, Ron —dijo Sirius—, tú eres de los míos —Ron sonrió al igual que el animago.
—No seas tonto, Ron, tengo que mantenerme al día —replicó Hermione rotundamente. Estaba de mucho mejor humor porque ya le había desaparecido el pelo de la cara, y los ojos, poco a poco, recuperaban su habitual color marrón—. ¿Tenéis alguna pista nueva? —añadió en un susurro, para que la señora Pomfrey no pudiera oírla.
—Y ahí van nuevamente a meterse en problemas —bufó Lily—, ¿qué no podían aunque sea ese día no pensar en la Cámara Secreta?
—No insista, señora Potter, ellos siempre son así —dijo Percy.
—Nada —dijo Harry con tristeza.
—Estaba tan convencido de que era Malfoy… —dijo Ron por centésima vez.
—Les dije que no era yo —dijo Draco con una sonrisa arrogante.
—Ahora lo sabemos, pero antes eras muy sospechoso —respondió Ron.
—¿Qué es eso? —preguntó Harry, señalando algo dorado que sobresalía debajo de la almohada de Hermione.
Hermione se sonrojó al instante.
Y Remus se preguntaba el porqué de ese sonrojo.
Se ve adorable sonrojada, pensaba Lupin. Pero luego negó con la cabeza recordándose que debía mantener las distancias con ella.
—Nada, una tarjeta para desearme que me ponga bien —dijo Hermione a toda prisa, intentando esconderla, pero Ron fue más rápido que ella. La sacó, la abrió y leyó en voz alta:

A la señorita Granger deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja».

Todos miraban a la castaña que cada vez se sonrojaba más.
—Su estúpida presentación ocupa más espacio que en desearte que te recuperes, castaña —dijo Sirius con enojo.
—Ya no la molestes, Sirius —la defendió Remus sin poder evitarlo.
Ron miró a Hermione con disgusto.
—¿Duermes con esto debajo de la almohada?
—Eso es evidente —dijeron los gemelos Weasley, con ligero toque de diversión.
Pero Hermione no necesitó responder, porque la señora Pomfrey llegó con la medicina de la noche.
—¿A que Lockhart es el tío más pelota que has conocido en tu vida? —dijo Ron a Harry al abandonar la enfermería y empezar a subir hacia la torre de Gryffindor (Esas son las palabras más verdaderas dichas nunca, dijeron los merodeadores). Snape les había mandado tantos deberes, que a Harry le parecía que no los terminaría antes de llegar al sexto curso (No crees que exagerabas un poco, dijo Alice. Y Ron alegó defendiendo a su amigo: “No son exageraciones, en verdad era mucha tarea”). Precisamente Ron estaba diciendo que tenía que haber preguntado a Hermione cuántas colas de rata había que echar a una poción crecepelo (40, respondieron Hermione y Remus al unisonó), cuando llegó hasta sus oídos un arranque de cólera que provenía del piso superior.
—Es Filch —susurró Harry, y subieron deprisa las escaleras y se detuvieron a escuchar donde no podía verlos.
—Espero que no hayan atacado a nadie más —dijo Ron, alarmado.
—No creo que a Filch le importe mucho que hayan atacado a otro estudiante más como para que entre en cólera —dijo George.
—Yo creo que otro ataque más en vez de ponerlo colérico lo pondría eufórico —dijo Fred.
Se quedaron inmóviles, con la cabeza inclinada hacia la voz de Filch, que parecía completamente histérico.
—… aún más trabajo para mí. ¡Fregar toda la noche, como si no tuviera otra cosa que hacer! No, ésta es la gota que colma el vaso, me voy a ver a Dumbledore.
—Va a hacer todo un drama, solo porque tiene que limpiar un poco más —dijo Ted negando con la cabeza.
Sus pasos se fueron distanciando, y oyeron un portazo a lo lejos.
Asomaron la cabeza por la esquina. Evidentemente, Filch había estado cubriendo su habitual puesto de vigía; se encontraban de nuevo en el punto en que habían atacado a la Señora Norris. Buscaron lo que había motivado los gritos de Filch. Un charco grande de agua cubría la mitad del corredor, y parecía que continuaba saliendo agua de debajo de la puerta de los aseos de Myrtle la Llorona. Ahora que los gritos de Filch habían cesado, podían oír los gemidos de Myrtle resonando a través de las paredes de los aseos.
—Me preguntó si alguna vez dejara de llorar —dijo Fabian.
—No lo creo hermano, ese es su pasatiempo favorito —le contestó su gemelo.
Pero Ginny sabía perfectamente lo que había hecho en ese momento y por eso volvió a empalidecer.
—¿Qué le pasará ahora? —preguntó Ron.
—Vamos a ver —propuso Harry, y levantándose la túnica por encima de los tobillos, se metieron en el charco chapoteando, llegaron a la puerta que exhibía el letrero de «No funciona» y, haciendo caso omiso de la advertencia, como de costumbre, entraron.
—Presiento que entrar ahí no traerá nada bueno —murmuró Lily.
Myrtle la Llorona estaba llorando, si cabía, con más ganas y más sonoramente que nunca (Eso despertó la curiosidad de muchos). Parecía estar metida en su retrete habitual. Los aseos estaban a oscuras, porque las velas se habían apagado con la enorme cantidad de agua que había dejado el suelo y las paredes empapados.
—Me da mala espina —gruñó Moody.
—¿Qué pasa, Myrtle? —inquirió Harry.
—¿Quién es? —preguntó Myrtle, con tristeza, como haciendo gorgoritos—. ¿Vienes a arrojarme alguna otra cosa?
Ginny ahora sí que perdió todo el color y Molly que no le quitaba la mirada a su hija lo noto.
—Pero que es lo que le pasa —susurró.
—Dijiste algo, Molly —preguntó Arthur y Molly negó con la cabeza.
—Pero qué sentido tiene arrojarle cosas a un fantasma —dijo James.
—Sí, no les causara dolor, solo las trapazará —dijo Sirius con aburrimiento.
Harry fue hacia el retrete y le preguntó:
—¿Por qué tendría que hacerlo?
—Exacto —dijo Andrómeda.
—No sé —gritó Myrtle, provocando al salir del retrete una nueva oleada de agua que cayó al suelo ya mojado—. Aquí estoy, intentando sobrellevar mis propios problemas, y todavía hay quien piensa que es divertido arrojarme un libro…
—¿Un libro? —preguntó Moody.
—Eso sí que es raro —dijo Remus.
—No es raro, Lunático —dijo James—, tal vez se trataba de alguien que no quería hacer sus deberes.
—No lo creo —susurró Remus.
Mientras tanto Ginny apretaba los puños con tanta fuerza que ya tenía los nudillos blancos.
—Pero si alguien te arroja algo, a ti no te puede doler —razonó Harry—. Quiero decir, que simplemente te atravesará, ¿no?
—Oh, palabras equivocadas en el momento equivocado —canturrearon los gemelos Weasley.
Acababa de meter la pata. Myrtle se sintió ofendida y chilló:
—¡Vamos a arrojarle libros a Myrtle, que no puede sentirlo! ¡Diez puntos al que se lo cuele por el estómago! ¡Cincuenta puntos al que le traspase la cabeza! ¡Bien, ja, ja, ja! ¡Qué juego tan divertido, pues para mí no lo es!
—Sí que la heriste y yo que pensaba que Ron era el único que no tenía tacto al decir las cosas —dijo Hermione.
—Algo se me pego tanto estar con Ron —dijo Harry en son de broma.
—¡Oye! —se quejó el pelirrojo, haciendo reír a sus amigos.
—Pero ¿quién te lo arrojó? —le preguntó Harry.
—No lo sé… Estaba sentada en el sifón, pensando en la muerte (Un apasionante tema, ironizó Zabini), y me dio en la cabeza —dijo Myrtle, mirándoles—. Está ahí, empapado.
Ginny trago grueso.
—Tranquila —le susurró Harry.
Harry y Ron miraron debajo del lavabo, donde señalaba Myrtle. Había allí un libro pequeño y delgado. Tenía las tapas muy gastadas, de color negro, y estaba tan humedecido como el resto de las cosas que había en los lavabos. Harry se acercó para cogerlo, pero Ron lo detuvo con el brazo.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry.
—¿Estás loco? —dijo Ron—. Podría resultar peligroso.
—Vaya, ahora el sensato eres tú, pequeño Ronnie —se burlaron los gemelos Weasley.
—¡Ya cállense! —dijo Ron con las orejas rojas.
—Su hermano tiene razón —dijo Arthur a sus hijos gemelos—, los libros también resultan ser peligrosos en algunos casos.
—¿Peligroso? —dijo Harry, riendo—. Venga, ¿cómo va a resultar peligroso?
Fue peligroso, pensó Harry al recordar todo lo que ese libro le hizo a Ginny.
—Te sorprendería saber —dijo Ron, asustado, mirando el librito— que entre los libros que el Ministerio ha confiscado había uno que les quemó los ojos. Me lo ha dicho mi padre. Y todos los que han leído Sonetos del hechicero han hablado en cuartetos y tercetos el resto de su vida. ¡Y una bruja vieja de Bath tenía un libro que no se podía parar nunca de leer! Uno tenía que andar por todas partes con el libro delante, intentando hacer las cosas con una sola mano. Y…
Percy estaba gratamente sorprendido, porque nunca pensó que su hermano menor pusiera atención a todo lo que contaba su padre.
—Vale, ya lo he entendido —dijo Harry. El librito seguía en el suelo, empapado y misterioso—. Bueno, pero si no le echamos un vistazo, no lo averiguaremos —dijo y, esquivando a Ron, lo recogió del suelo.
—¡Harry Potter! No debiste coger ese libro, pode ser peligroso —lo regañó Lily.
—Solo tenía curiosidad —se justificó el ojiverde.
—¿Curiosidad? —repitió Lily—, ¿y cuantas veces tu curiosidad te ha metido en problemas? —siguió regañando.
—Lo siento —se disculpó Harry.
Ron rió y su amigo pelinegro lo volteo a ver, puesto que no le parecía nada gracioso ser regañado, y más siendo ya mayor de edad.
—Ahora sabes lo que se siente que tu madre te regañe —se burló el pelirrojo.
Harry sonrió, cuanto había añorado eso.
—Sí, no es muy agradable —respondió Harry.
Hermione que había escuchado toda la conversación de sus amigos —ya que ella estaba al medio de ambos— negó con la cabeza.
Para algunas cosas ellos pueden ser tan infantiles, pensaba la castaña.
Harry vio al instante que se trataba de un diario, y la desvaída fecha de la cubierta le indicó que tenía cincuenta años de antigüedad (Varios quedaron sorprendidos por la antigüedad. Pero Dumbledore tenía ciertas sospechas de quien podría ser ese diario y no le gustaba nada). Lo abrió intrigado. En la primera página podía leerse, con tinta emborronada, «T.M. Ryddle».
Los del pasado  —excepto Dumbledore— miraban con curiosidad el libro, puesto que nunca habían escuchado ese nombre, pero los del futuro, sobre todo el trío de oro, los hermanos Weasley sabían perfectamente quien era Ryddle.
Dumbledore suspiró, ahora ya no tenías dudas de que el que había abierto nuevamente la Cámara de los Secretos había sido Ryddle —así como había hecho hace muchos años atrás— y que seguramente lo había logrado manipulando a algún alumno.
Ginny volvió a temblar. Y Harry como siempre la pego más a él. Pero la pelirroja no se podía quitar de la cabeza aun después de casi seis años a ese terrible hombre, ese hombre que decía ser su amigo, un amigo muy comprensivo, gentil, amable, que la entendía en todo, la consolaba en sus sufrimientos, pero con el tiempo también la inducia hacer cosas terribles de las que luego no recordaba, pero la hacían sentir culpable y temerosa, sentía que Voldemort se apoderaba de ella, porque si el nombre con que lo conocían en su tiempo era Voldemort.
Ginny se volvió a estremecer, y ahora no solo Molly se había dado cuenta de ese detalle, sus tíos y los merodeadores también.
—¿Qué le sucede a Ginny? —preguntó Fabian a su hermano en susurros.
—No lo sé, hermano, pero hace rato que Harry la tiene abrazada y parece susurrarle cosas, como tranquilizándola —le contestó su gemelo.
Después de ese intercambio de palabras de los hermanos Prewett, todos quedaron en silencio y Padma volvió a leer.
—Espera —dijo Ron, que se había acercado con cuidado y miraba por encima del hombro de Harry—, ese nombre me suena… T.M. Ryddle ganó un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio.
Hagrid que había permanecido en silencio cuando Padma menciono aquel monstruoso nombre, no pudo evitar gruñir al recordar todo lo que había pasado para que Ryddle recibiera ese premio.
—¿Y cómo sabes eso? —preguntó Harry sorprendido.
—Lo sé porque Filch me hizo limpiar su placa unas cincuenta veces cuando nos castigaron —dijo Ron con resentimiento—. Precisamente fue encima de esta placa donde vomité una babosa. Si te hubieras pasado una hora limpiando un nombre, tú también te acordarías de él.
—No lo dudamos —dijeron los merodeadores.
—Ya nos ha pasado —dijeron a coro los gemelos Weasley y los gemelos Prewett.
McGonagall negó con la cabeza.
Definitivamente los gemelos Weasley me darán igual o más problemas que los merodeadores, pensaba la profesora de Transformaciones.
—Pero aun así, como es que alguien puede ganar un premio por Servicios Especiales al Colegio —dijo Sirius pensativo.
—Tal vez atrapo al que abrió la Cámara de los Secretos —dijo James.
—No creo que un solo chico pueda atrapar al culpable —dijo Remus—, lo único que hubiera logrado es que petrifiquen también como a los chicos de la época de Harry —concluyó.
Toda esta conversación lo escucho Moody, y estaba completamente de acuerdo con Remus. Él tampoco creía que Ryddle hubiera atrapado al culpable.
Harry separó las páginas humedecidas. Estaban en blanco. No había en ellas el más leve resto de escritura, ni siquiera «cumpleaños de tía Mabel» o «dentista, a las tres y media».
—¿Dentista? —preguntó Frank.
Hermione se entristeció al escuchar la palabra «Dentista». Porque esa simple palabra le hacía recordar a sus padres.
—No te preocupes Hermione, te ayudaremos a encontrar a tus padres —le dijo Ron, y la castaña le sonrió a su amigo pelirrojo.
—Un dentista es la persona que se encarga de la salud de tus dientes —explicó Lily.
Frank asintió, pero no entendía muy bien porque los muggles se dedicaban a eso.
—No llegó a escribir nada —dijo Harry, decepcionado.
—Me pregunto por qué querría alguien tirarlo al retrete —dijo Ron con curiosidad.
Ron miró con tristeza a su hermana —que estaba abrazada a Harry— porque aún no se podía si quiera imaginar lo horrible que ha de haber sentido Ginny al ser manipulada por ese ser tan malvado.
Harry volvió a mirar las tapas del cuaderno y vio impreso el nombre de un quiosco de la calle Vauxhall, en Londres.
—Debió de ser de familia muggle —dijo Harry, especulando—, ya que compró el diario en la calle Vauxhall…
Solo mitad muggle, pensó Harry. Justo era por esa mitad muggle que odiaba a todos los que eran sangre pura.
—Bueno, eso da igual —dijo Ron. Luego añadió en voz muy baja—. Cincuenta puntos si lo pasas por la nariz de Myrtle.
Todos los bromistas rieron.
—Muy buena esa, sobrino —festejaron los gemelos Prewett. Mientras que Molly los taladraba con la mirada.
Harry, sin embargo, se lo guardó en el bolsillo.
—No me parece correcto eso —murmuró Lily. No sabía decir muy bien, pero que ese libro este en las manos de su hijo le causaba terror.

Hermione salió de la enfermería, sin bigotes, sin cola y sin pelaje, a comienzos de febrero (Oh, ya casi me había olvidado de eso, dijo Sirius con cierta burla). La primera noche que pasó en la torre de Gryffindor, Harry le enseñó el diario de T.M. Ryddle y le contó la manera en que lo habían encontrado.
—¡Aaah, podría tener poderes ocultos! —dijo con entusiasmo Hermione, cogiendo el diario y mirándolo de cerca.
—Sí que los tenía —murmuró Harry.
—Pareces más responsable que ellos dos —dijo Andrómeda señalando a Harry y Ron—, pero al final eres igual de curiosa y rompe reglas que ellos.
Hermione se sonrojó, mientras que los merodeadores reían por lo bajo.
—Si los tiene, los oculta muy bien —repuso Ron—. A lo mejor es tímido. No sé por qué lo guardas, Harry.
Nuevamente los bromistas volvieron a reír ante las ocurrencias de Ron.
Cuando las risas cesaron Padma volvió a leer.
—Lo que me gustaría saber es por qué alguien intentó tirarlo —dijo Harry—. Y también me gustaría saber cómo consiguió Ryddle el Premio por Servicios Especiales.
—Todos quisiéramos saber —opinó Lee.
—Por cualquier cosa —dijo Ron—. A lo mejor acumuló treinta matrículas de honor en Brujería o salvó a un profesor de los tentáculos de un calamar gigante. Quizás asesinó a Myrtle, y todo el mundo lo consideró un gran servicio…
—¡Ronald! —lo regañó Molly—. Nunca bromees con la muerte de alguien.
—Lo siento —se disculpó el pelirrojo.
—Aunque he de decir a tu favor que todo lo que dijiste era cierto —le susurró Harry.
Pero Harry estaba seguro, por la cara de interés que ponía Hermione, de que ella estaba pensando lo mismo que él.
—Así era —afirmó Hermione.
—¿Qué pasa? —dijo Ron, mirando a uno y a otro.
—Bueno, la Cámara de los Secretos se abrió hace cincuenta años, ¿no? —explicó Harry—. Al menos, eso nos dijo Malfoy.
—Sí… —admitió Ron.
—Y este diario tiene cincuenta años —dijo Hermione, golpeándolo, emocionada, con el dedo.
—Vaya, es asombroso ver como unos niños de doce años tratan de resolver problemas de adultos —dijo Moody gratamente sorprendido.
Esos tres podrían ser grandes aurores, pensaba Moody.
—¿Y?
—Venga, Ron, despierta ya —dijo Hermione bruscamente—. Sabemos que la persona que abrió la cámara la última vez fue expulsada hace cincuenta años. Sabemos que a T.M. Ryddle le dieron un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio. Bueno, ¿y si a Ryddle le dieron el premio por atrapar al heredero de Slytherin? (O fingir que lo hacía, murmuró Harry) En su diario seguramente estará todo explicado: dónde está la cámara, cómo se abre y qué clase de criatura vive en ella. La persona que haya cometido las agresiones en esta ocasión no querría que el diario anduviera por ahí, ¿no?
—Es brillante esa deducción —felicitó McGonagall.
—Y solo tenías doce —agregó Ted.
Remus miraba a Hermione como si fuera una estrella muy brillante —esa chica sí que es extraordinaria, pensaba Lupin— no solo era hermosa sino también muy, muy inteligente, brillante como había dicho McGonagall.
Hermione sintió una mirada sobre ella y levanto la cabeza para encontrarse con unos ojos miles. Ella sonrió al chico y este le respondió la sonrisa, pero luego giró la vista, cosa que sorprendió a Hermione.
Tengo que alejarme de ella, ni siquiera debo mirarla, se decía Remus.
—Es una teoría brillante, Hermione —dijo Ron—, pero tiene un pequeño defecto: que no hay nada escrito en el diario.
Ginny se estremeció recordando porque no había nada escrito en el diario.
Pero Hermione sacó su varita mágica de la bolsa.
—¡Podría ser tinta invisible! —susurró.
Y dio tres golpecitos al cuaderno, diciendo:
¡Aparecium!
Pero no ocurrió nada. Impertérrita, volvió a meter la mano en la bolsa y sacó lo que parecía una goma de borrar de color rojo.
—Es un revelador, lo compré en el callejón Diagon —dijo ella.
Frotó con fuerza donde ponía «1 de enero». Siguió sin pasar nada.
—Es extraño, en verdad creí que ese libro tenía que con la cámara —dijo con confusión Alice—. Tal solo es un simple libro.
—No es un simple, libro —susurró Ginny.
—Ya te lo decía yo; no hay nada que encontrar aquí —dijo Ron—. Simplemente, a Ryddle le regalaron un diario por Navidad, pero no se molestó en rellenarlo.
—Sí, puede ser —dijo Susan.
—Pero qué casualidad que cincuenta años después volviera a aparecer —gruñó Moody.
Todos estuvieron de acuerdo con el auror, eso sí que era muy extraño.

Harry no podría haber explicado, ni siquiera a sí mismo, por qué no tiraba a la basura el diario de Ryddle. El caso es que aunque sabía que el diario estaba en blanco, pasaba las páginas atrás y adelante, concentrado en ellas, como si contaran una historia que quisiera acabar de leer (Algunos miraron a Harry como preguntando porque hacia eso, si se supone que el libro está en blanco). Y, aunque estaba seguro de no haber oído antes el nombre de T.M. Ryddle, le parecía que ese nombre le decía algo, como si se tratara de un amigo olvidado de la más remota infancia (No se trataba precisamente de un amigo, susurró Ron). Pero era absurdo: no había tenido amigos antes de llegar a Hogwarts, Dudley se había encargado de eso.
A nadie le gustaba eso, pero los más enojados eran Lily, James y los otros dos merodeadores.
Sin embargo, Harry estaba determinado a averiguar algo más sobre Ryddle, así que al día siguiente, en el recreo, se dirigió a la sala de trofeos para examinar el premio especial de Ryddle, acompañado por una Hermione rebosante de interés y un Ron muy reticente, que les decía que había visto el premio lo suficiente para recordarlo toda la vida.
—Oh, pequeño Ronnie… —dijo Fred.
—… a veces sí que puedes ser muy gracioso —terminó George.
La placa de oro bruñido de Ryddle estaba guardada en un armario esquinero. No decía nada de por qué se lo habían concedido.
—Menos mal —dijo Ron—, porque si lo dijera, la placa sería más grande, y en el día de hoy aún no habría acabado de sacarle brillo.
Todos rieron por las ocurrencias del pelirrojo.
—Insistimos a veces si eres gracioso —dijeron los gemelos Weasley.
Sin embargo, encontraron el nombre de Ryddle en una vieja Medalla al Mérito Mágico y en una lista de antiguos alumnos que habían recibido el Premio Anual.
—Me recuerda a Percy —dijo Ron, arrugando con disgusto la nariz—: prefecto, Premio Anual…, supongo que sería el primero de la clase.
—¿y que tiene eso de malo? —dijeron Percy, Hermione, Lily y Remus.
Ron se sonrojó y se encogió de hombros.
—Además Ron, te recuerdo que tú también eres prefecto —dijo Hermione.
—¡¿Qué?! —gritaron los gemelos Prewett.
—Otro más que nos decepciona, Gideon —dijo Fabian fingiendo quitarse una lágrima del ojo.
—Padma podrías seguir leyendo —pidió Harry para salvar a su amigo.
—Lo dices como si fuera algo vergonzoso —señaló Hermione, algo herida.
Esa sería la frase que diría la pelirroja, pensaba Sirius, no me habré equivocado y la castaña es la hija perdida de Cornamenta y la pelirroja.
El animago miró a Hermione y luego a Lily buscando algún parecido y al no encontrarlo miró a su amigo y a Hermione, y nuevamente no encontró ningún parecido.
Aunque esa frase también es muy típica de Lunático, se dijo, claro, la castaña es la hija perdida de Lunático, así tiene que ser.

El sol había vuelto a brillar débilmente sobre Hogwarts. Dentro del castillo, la gente parecía más optimista. No había vuelto a haber ataques después del cometido contra Justin y Nick Casi Decapitado, y a la señora Pomfrey le encantó anunciar que las mandrágoras se estaban volviendo taciturnas y reservadas, lo que quería decir que rápidamente dejarían atrás la infancia (Al menos esa es una buena noticia, dijo Molly). Una tarde, Harry oyó que la señora Pomfrey decía a Filch amablemente:
—Cuando se les haya ido el acné, estarán listas para volver a ser trasplantadas. Y entonces, las cortaremos y las coceremos inmediatamente. Dentro de poco tendrá a la Señora Norris con usted otra vez.
—Pobre de Filch, seguramente se sentiría completamente solo sin su gata —dijo Luna.
—¿Solo? —repitió Sirius—, lo único que sentiría seria coraje porque sin esa esquelética gata no podría molestar a nadie.
Harry pensaba que tal vez el heredero de Slytherin se había acobardado. Cada vez debía de resultar más arriesgado abrir la Cámara de los Secretos, con el colegio tan alerta y todo el mundo tan receloso. Tal vez el monstruo, fuera lo que fuera, se disponía a hibernar durante otros cincuenta años.
—Que equivocado estaba —murmuró el pelinegro.
Ernie Macmillan, de Hufflepuff, no era tan optimista. Seguía convencido de que Harry era el culpable y que se había delatado en el club de duelo (Lo siento, Harry, se disculpó Ernie). Peeves no era precisamente una ayuda, pues iba por los abarrotados corredores saltando y cantando: «¡Oh, Potter, eres un zote, estás podrido…!», pero ahora además interpretando un baile al ritmo de la canción.
Los del futuro reían por lo bajo recordado a Peeves bailando y cantando, aunque para Harry no era muy gracioso.
—Debemos hacerle una gran broma a Peeves —propuso James y los otros dos merodeadores asintieron.
Gilderoy Lockhart estaba convencido de que era él quien había puesto freno a los ataques (Todo estaba tan bien, pero tuvieron que mencionar a ese idiota, dijeron los merodeadores). Harry le oyó exponerlo así ante la profesora McGonagall mientras los de Gryffindor marchaban en hilera hacia la clase de Transformaciones.
Espero no tener que soportar a ese hombre en el futuro, pensaba la seria profesora de Transformaciones.
—No creo que volvamos a tener problemas, Minerva —dijo, guiñando un ojo y dándose golpecitos en la nariz con el dedo, con aire de experto—. Creo que esta vez la cámara ha quedado bien cerrada. Los culpables se han dado cuenta de que en cualquier momento yo podía pillarlos y han sido lo bastante sensatos para detenerse ahora, antes de que cayera sobre ellos… Lo que ahora necesita el colegio es una inyección de moral, ¡para barrer los recuerdos del trimestre anterior! No te digo nada más, pero creo que sé qué es exactamente lo que…
—¡Oh, por Merlín! ¿Es completamente necesario leer todas las barbaridades que dice ese tipo? —cuestionó Remus.
—Me temo que sí, señor Lupin —respondió el director.
—Además algunas de sus estupideces serán importantes para que descubran la verdad —dijo Harry.
—¿Y lo que planeaba daba miedo? —preguntó Alice.
—Fue realmente aterrador —respondió Ron.
De nuevo se tocó la nariz en prueba de su buen olfato y se alejó con paso decidido.
La idea que tenía Lockhart de una inyección de moral se hizo patente durante el desayuno del día 14 de febrero (Los chicos del futuro al acordarse de eso hicieron muecas de desagrado, mientras que las chicas suspiraban). Harry no había dormido mucho a causa del entrenamiento de quidditch de la noche anterior y llegó al Gran Comedor corriendo, algo retrasado. Pensó, por un momento, que se había equivocado de puerta.
—¿Después de tres años? —cuestionaron los merodeadores.
—Es que la decoración era como decirlo… —dijo Harry, pero paro de hablar al no encontrar la palabra correcta para la decoración del Gran Comedor.
—Muy cursi —dijo Ron.
—Espantosa —dijeron los gemelos Weasley fingiendo vomitar.
—Asquerosa —dijeron Seamus y Dean.
—Ridículo —dijo Zabini.
—Yo diría que asquerosamente ridículo —concluyó Draco con un gesto de molestia.
Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones (¡¿Qué?!, fue la exclamación de los chicos del pasado, mientras que Snape y Lucius ponían cara de asco por aquella decoración). Harry se fue a la mesa de Gryffindor, en la que estaban Ron, con aire asqueado (Los chicos asintieron estando de acuerdo con Ron), y Hermione, que se reía tontamente.
—Creo que esa fue la primera vez que el terminó tonta te sentaba bien —comentó Luna con  toda sinceridad.
Hermione muy a su pesar tuvo que asentir estando de acuerdo con la rubia.
—¿Qué ocurre? —les preguntó Harry, sentándose y quitándose de encima el confeti.
Ron, que parecía estar demasiado enojado para hablar, señaló la mesa de los profesores. Lockhart, que llevaba una túnica de un vivo color rosa que combinaba con la decoración, reclamaba silencio con las manos (¡Por Merlín! ¿En verdad no podemos saltarnos esta parte?, preguntó James asqueado, pero Dumbledore negó con la cabeza). Los profesores que tenía a ambos lados lo miraban estupefactos. Desde su asiento, Harry pudo ver a la profesora McGonagall con un tic en la mejilla. Snape tenía el mismo aspecto que si se hubiera bebido un gran vaso de crecehuesos.
—Lo preferiría el crecehuesos —dijo Snape—, antes que ver esa ridiculez —terminó con asco.
—Y quien no —dijeron los merodeadores con la misma cara de asco que Snape.
—¡Feliz día de San Valentín! —gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! (Hermione se sonrojó de repente, gesto que no paso de desapercibido por Remus quien la miraba de reojo) Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros… ¡y no acaba aquí la cosa!
—¡Hay más aún! —se quejaron los merodeadores y los gemelos Prewett.
—¿Con que otra ridiculez saldrá ahora? —preguntó Frank.
—La peor de todas —contestó Ron.
Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco. Pero no enanos así, tal cual; Lockbart les había puesto alas doradas y además llevaban arpas.
—¿Cómo se prestaron a esa humillación? —preguntó un incrédulo Bill.
Nadie respondió, por lo que Padma siguió leyendo.
—¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —sonrió Lockhart—. ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín! (Ginny repentinamente de lo pálida que estaba se puso completamente roja al escuchar sobre las felicitaciones de San Valentín) ¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día. ¿Por qué no pedís al profesor Snape que os enseñe a preparar un filtro amoroso? (Envenenaría al primero que se atreviera a pedirme un filtro de amor, susurró Snape con una sonrisa maligna) ¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido!
McGonagall negó con la cabeza, mientras que Dumbledore sonreía levemente.
El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos. Snape parecía dispuesto a envenenar a la primera persona que se atreviera a pedirle un filtro amoroso.
—Probablemente lo haría —susurró Lucius sonriendo con malicia, y aun no pudiendo creer que Snape llegara a ser profesor con la tan poca paciencia que tiene.
—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis —le dijo Ron, cuando abandonaban el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.
—No es posible —dijo Remus sin poder evitarlo, y ahora miraba a Hermione fijamente, la cual cada vez se sonrojaba más.
Los gemelos Weasley sonreían.
—Parece que alguien esta celoso —susurró Lee, causando la risa de los gemelos.
—¡Oh, profesor Lockhart! —canturrearon los gemelos fingiendo una voz muy aguda.
—¡Cállense! —exigió a los gemelos—, era pequeña, tan solo tenía doce y lo creía un héroe.
Los gemelos la miraron con ojos entrecerrados.
—Pero al siguiente curso también eras pequeña y aun así te… —Fred y George tuvieron que callar al instante al notar la mirara asesina que Hermione les dirigía.
Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Gryffindor subían hacia el aula de Encantamientos, uno de ellos alcanzó a Harry.
Sirius miró a su futuro ahijado con una sonrisa burlona.
—Vaya, así que el mini Cornamenta tenía una admiradora.
Ginny se sonrojó más, Harry la miró y no pudo evitar soltar una carcajada que terminó por contagiar a la pelirroja.
—¿Qué les causa tanta risa? —preguntó Charlie.
—Tú —señaló James a Ginny—, tú eres la admiradora.
Ginny asintió. Y Molly miró enternecida a su hija.
—Pero solo tenías once años, y ya le envías felicitaciones de San Valentín a Harry —dijo Bill, la pelirroja se encogió de hombros.
—Eso fue un poco vergonzoso —admitió Harry.
—Y patético —siguió Ginny—. Aunque no era una tarjeta exactamente, era más bien rimas cantadas —agregó.
Cuando pararon de hablar, Padma siguió leyendo.
—¡Eh, tú! ¡Harry Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Harry.
Ruborizándose al pensar que le iba a ofrecer una felicitación de San Valentín delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley, Harry intentó escabullirse (Harry y Ginny se miraron y volvieron a reír). El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos.
—Qué delicadeza —dijeron los gemelos Weasley con burla.
—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona —dijo, rasgando el arpa de manera pavorosa.
—¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar.
—No creo que el enano acepte esa respuesta —dijo Seamus.
—¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Harry por la bolsa para detenerlo.
—¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte.
Tanto tiraron que la bolsa se partió en dos. Los libros, la varita mágica, el pergamino y la pluma se desparramaron por el suelo, y la botellita de tinta se rompió encima de todas las demás cosas.
—Vaya, tú y tu mala suerte —dijeron los gemelos Prewett.
Harry intentó recogerlo todo antes de que el enano comenzara a cantar ocasionando un atasco en el corredor.
—¿Qué pasa ahí? —era la voz fría de Draco Malfoy (El que faltaba, dijeron los merodeadores al unisonó), que hablaba arrastrando las palabras. Harry intentó febrilmente meterlo todo en la bolsa rota, desesperado por alejarse antes de que Malfoy pudiera oír su felicitación musical de San Valentín.
—Pero no fue así, ¿te acuerdas, Potter? —Draco rió.
Harry no contestó.
—¿Por qué toda esta conmoción? —dijo otra voz familiar, la de Percy Weasley, que se acercaba.
—Y ahí llego otro más —dijo Ginny.
Su hermano la miró ofendido.
—Era un prefecto y mi obligación era poner orden —respondió Percy.
A la desesperada, Harry intentó escapar corriendo, pero el enano se le echó a las rodillas y lo derribó.
—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Harry—, ésta es tu canción de San Valentín:
—Ahora viene lo mejor —dijo Sirius alentando a Padma a continuar leyendo.

Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche
y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.
Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,
el héroe que venció al Señor Tenebroso.

Todos reían a más no poder, ese era la felicitación de San Valentín más graciosa que habían escuchado.
Mientras algunas chicas murmuraban cosas como:
—¡Qué tierno!
—Son adorables.
Harry habría dado todo el oro de Gringotts por desvanecerse en aquel momento. Intentando reírse con todos los demás, se levantó, con los pies entumecidos por el peso del enano, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de chavales, algunos de los cuales estaban llorando de risa.
Lo mismo pasaba en ese momento.
—Te agradezco tanto que hayas echo eso, Percy —dijo Harry.
—Era mi trabajo —contestó el pelirrojo con tono pomposo.
—¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía, empujando a algunos de los más pequeños—. Tú también, Malfoy.
Harry vio que Malfoy se agachaba y cogía algo, y con una mirada burlona se lo enseñaba a Crabbe y Goyle. Harry comprendió que lo que había recogido era el diario de Ryddle.
—¿Por qué tanto interés por el diario de Ryddle? —le pregunto Moody con seriedad.
Draco se encogió de hombros.
—Yo solo quería molestar —confesó el rubio—, no era por ningún interés en especial.
—¡Devuélveme eso! —le dijo Harry en voz baja.
—¿Qué habrá escrito aquí Potter? —dijo Malfoy, que obviamente no había visto la fecha en la cubierta y pensaba que era el diario del propio Harry. Los espectadores se quedaron en silencio. Ginny miraba alternativamente a Harry y al diario, aterrorizada.
Nuevamente Ginny perdió todo el color que había recuperado en los siguientes párrafos.
Todos miraban a Ginny con confusión, sobre todo Moody.
¿Qué tendrá que ver el diario con la chica Weasley? ¿Ella sería la que arrojo el diario?, se preguntaba el auror.
—¿Ginny, hija? —preguntó Molly, al ver el cambió de actitud de su hija.
Ginny negó con la cabeza.
—Sigue leyendo por favor Padma —pidió la pelirroja y la chica le hizo caso.
—Devuélvelo, Malfoy —dijo Percy con severidad.
—Cuando le haya echado un vistazo —dijo Malfoy, burlándose de Harry.
Percy dijo:
—Como prefecto del colegio…
Pero Harry estaba fuera de sus casillas. Sacó su varita mágica y gritó:
¡Expelliarmus!
Y tal como Snape había desarmado a Lockhart, así Malfoy vio que el diario se le escapaba a Malfoy de las manos y salía volando. Ron, sonriendo, lo atrapó.
—Impresionante —felicitó Moody—, y esa era la primera vez que lanzabas ese hechizo, ¿verdad, Potter? —preguntó y Harry asintió.
—¡Realmente increíble! —exclamaron los merodeadores.
Dumbledore miraba fijamente a Harry.
Harry Potter es un gran mago, pensaba el director.
—¡Harry! —dijo Percy en voz alta—. No se puede hacer magia en los pasillos. ¡Tendré que informar de esto!
—¡Por Merlín, Percy! Ni quiera una vez en tu vida, podías dejar pasar una —rogaron los gemelos Weasley.
Pero Harry no se preocupó. Le había ganado una a Malfoy, y eso bien valía cinco puntos de Gryffindor (Por supuesto, dijeron los merodeadores). Malfoy estaba furioso, y cuando Ginny pasó por su lado para entrar en el aula, le gritó despechado:
—¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín!
—Eres un patán, Malfoy —dijeron las chicas de Gryffindor.
—Ya lo sé, y lo siento, mini Weasley —dijo Draco, Ginny solo asintió.
Esta vez Lucius ya no reclamó nada a su hijo porque cuando terminaran de leer todos los libros restantes hablaría muy seriamente con él.
Ginny se tapó la cara con las manos y entró en clase corriendo. Dando un gruñido, Ron sacó también su varita mágica, pero Harry se la quitó de un tirón. Ron no tenía necesidad de pasarse la clase de Encantamientos vomitando babosas.
—Fue una buena idea que me quitaras mi varita, porque no hubiera soportado una segunda vez vomitando babosas —dijo Ron.
Harry no se dio cuenta de que algo raro había ocurrido en el diario de Ryddle hasta que llegaron a la clase del profesor Flitwick (¿Qué era lo raro?, preguntó Ted. A lo que Harry respondió con un “Ya te enteraras”). Todos los demás libros estaban empapados de tinta roja. El diario, sin embargo, estaba tan limpio como antes de que la botellita de tinta se hubiera roto (Me da mala espina, gruñó Moody). Intentó hacérselo ver a Ron, pero éste volvía a tener problemas con su varita mágica: de la punta salían pompas de color púrpura, y él no prestaba atención a nada más.
—Debiste habernos escrito para que te compráramos una nueva varita, Ron —lo regañó Molly. A lo que el pelirrojo solo se encogió de hombros.
Aquella noche, Harry fue el primero de su dormitorio en irse a dormir. En parte fue porque no creía poder soportar a Fred y George cantando: «Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche» una vez más (Eso nos ofende, Harry. Si nuestra voz es más melodiosa que la de ese enano, se quejaron los gemelos Weasley con cierto tono jocoso), y en parte, porque quería examinar de nuevo el diario de Ryddle, y sabía que Ron opinaba que eso era una pérdida de tiempo.
—Lo siento, colega —se disculpó Ron, a lo que Harry le hizo gesto de que no tenía mucha importancia.
Se sentó en la cama y hojeó las páginas en blanco; ninguna tenía la más ligera mancha de tinta roja. Luego sacó una nueva botellita de tinta del cajón de la mesita, mojó en ella su pluma y dejó caer una gota en la primera página del diario.
La tinta brilló intensamente sobre el papel durante un segundo y luego, como si la hubieran absorbido desde el interior de la página, se desvaneció (Es magia negra, dijo Arthur). Emocionado, Harry mojó de nuevo la pluma y escribió:
«Mi nombre es Harry Potter.»
—No es buena idea poner tu nombre completo a un libro que tiene magia negra —lo regañó Lily.
—Yo solo quería probar lo que sucedía —se defendió Harry.
Las palabras brillaron un instante en la página y desaparecieron también sin dejar huella. Entonces ocurrió algo.
—¿Qué? —fue la pregunta en general.
—Sigue leyendo por favor, Padma —le pidió Harry y la chica continuó leyendo.
Rezumando de la página, en la misma tinta que había utilizado él, aparecieron unas palabras que Harry no había escrito:
«Hola, Harry Potter. Mi nombre es Tom Ryddle. ¿Cómo ha llegado a tus manos mi diario?»
Un silencio aterrador se extendió por la sala, bueno lo único que se oía era los ronroneos de Crookshanks sobre el regazo de Remus.
Padma volvió a leer.
Estas palabras también se desvanecieron, pero no antes de que Harry comenzara de nuevo a escribir:
«Alguien intentó tirarlo por el retrete.»
—Debes dejar ese libro donde lo encontraste —le dijo Lily a su hijo—. Parece muy peligroso —agregó.
Por otra lado, Ginny parecía apunto de desmayarse.
Aguardó con impaciencia la respuesta de Ryddle.
«Menos mal que registré mis memorias en algo más duradero que la tinta. Siempre supe que habría gente que no querría que mi diario fuera leído.»
Dumbledore miraba con preocupación a Harry, y esperaba que no haya caído en las garras de Ryddle.
«¿Qué quieres decir?», escribió Harry, emborronando la página debido a los nervios.
«Quiero decir que este diario da fe de cosas horribles; cosas que fueron ocultadas; cosas que sucedieron en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.»
—La Cámara de los Secretos —murmuró Remus.
—Debiste dejar ese libro, Harry —le dijo Lily a su hijo con mucha preocupación.
«Es donde estoy yo ahora», escribió Harry apresuradamente. «Estoy en Hogwarts, y también suceden cosas horribles. ¿Sabes algo sobre la Cámara de los Secretos?»
Aunque Lily quería que su hijo dejara ese extraño diario, en el fondo también sentía mucha curiosidad sobre la cámara, y quería respuestas.
El corazón le latía violentamente. La réplica de Ryddle no se hizo esperar, pero la letra se volvió menos clara, como si tuviera prisa por consignar todo cuanto sabía.
«¡Por supuesto que sé algo sobre la Cámara de los Secretos! En mi época, nos decían que era sólo una leyenda, que no existía realmente. Pero no era cierto (¡Lo mismo nos dijeron a nosotros!, exclamaron los chicos del futuro). Cuando yo estaba en quinto, la cámara se abrió y el monstruo atacó a varios estudiantes y mató a uno (¡Oh, por Merlín!, exclamaron horrorizadas Lily, Molly y Alice). Yo atrapé a la persona que había abierto la cámara, y lo expulsaron (Hagrid volvió a gruñir). Pero el director, el profesor Dippet, avergonzado de que hubiera sucedido tal cosa en Hogwarts, me prohibió decir la verdad. Inventaron la historia de que la muchacha había muerto en un espantoso accidente (Dumbledore frunció el ceño, él había tratado de convencer a Dippet de decir la verdad, pero no quiso). A mí me entregaron por mi actuación un trofeo muy bonito y muy brillante, con unas palabras grabadas, y me recomendaron que mantuviera la boca cerrada. Pero yo sabía que podía volver a ocurrir. El monstruo sobrevivió, y el que pudo liberarlo no fue encarcelado.»
Hagrid se tensó, sería muy difícil para él lo que vendría adelante.
—¿No atraparon al culpable? —preguntó Molly.
—No tenían suficientes pruebas —con voz ronca.
En su precipitación por escribir, Harry casi vuelca la botellita de la tinta.
«Ha vuelto a suceder. Ha habido tres ataques y nadie parece saber quién está detrás. ¿Quién fue en aquella ocasión?»
—Ese diario posee magia negra, no creo que diga la verdad —gruñó Moody.
«Te lo puedo mostrar, si quieres», contestó Ryddle. «No necesitas leer mis palabras. Podrás ver dentro de mi memoria lo que ocurrió la noche en que lo capturé.»
—Espero que no hayas aceptado, Harry, parece muy peligroso —dijo Remus, igual de pálido que Ginny.
Harry dudó, y la pluma se detuvo encima del diario. ¿Qué quería decir Ryddle? ¿Cómo podía alguien introducirse en la memoria de otro? Miró asustado la puerta del dormitorio; iba oscureciendo. Cuando retornó la vista al diario, vio que aparecían unas palabras nuevas:
«Deja que te lo enseñe.»
—Esa insistencia no me agrada —dijo James.
—Tienes que decir que no —dijo Lily, nerviosa.
Harry meditó durante una fracción de segundo, y luego escribió una sola palabra:
«Vale.»
—La respuesta correcta hubiera sido NO —dijo Sirius.
—Lo siento, Sirius, pero lo hecho, hecho esta —respondió Harry.
Las páginas del diario comenzaron a pasar, como si estuviera soplando un fuerte viento, y se detuvieron a mediados del mes de junio. Con la boca abierta, Harry vio que el pequeño cuadrado asignado al día 13 de junio se convertía en algo parecido a una minúscula pantalla de televisión (Los ojos de Arthur Weasley brillaron, y luego preguntó: “¿Qué es una…?” pero no logro formular su pregunta completa porque Molly lo conto con un: “Ahora no, Arthur”). Las manos le temblaban ligeramente. Levantó el cuaderno para acercar uno de sus ojos a la ventanita, y antes de que comprendiera lo que sucedía, se estaba inclinando hacia delante. La ventana se ensanchaba, y sintió que su cuerpo dejaba la cama y era absorbido por la abertura de la página en un remolino de colores y sombras.
Dumbledore sabía lo que Ryddle le iba a mostrar a Harry y también sabía a quién iba a culpar.
—Esto no me gusta nada, Albus —le susurró McGonagall.
—A mí tampoco —respondió Dumbledore.
Notó que pisaba tierra firme y se quedó temblando, mientras las formas borrosas que lo rodeaban se iban definiendo rápidamente.
Enseguida se dio cuenta de dónde estaba. Aquella sala circular con los retratos de gente dormida era el despacho de Dumbledore, pero no era Dumbledore quien estaba sentado detrás del escritorio. Un mago de aspecto delicado, con muchas arrugas y calvo, excepto por algunos pelos blancos, leía una carta a la luz de una vela. Harry no había visto nunca a aquel hombre.
—Dippet —murmuró Dumbledore.
—Ni siquiera nosotros lo conocimos a ese director, y eso que somos los más antiguos —dijeron los gemelos Prewett.
—Lo siento —dijo con voz trémula—. No quería molestarle…
Pero el mago no levantó la vista. Siguió leyendo, frunciendo el entrecejo levemente. Harry se acercó más al escritorio y balbució:
—¿Me-me voy?
El mago siguió sin prestarle atención. Ni siquiera parecía que le hubiera oído. Pensando que tal vez estuviera sordo, Harry levantó la voz.
—Lamento molestarle, me iré ahora mismo —dijo casi a gritos.
—¿Acaso no puede escucharte o es un maleducado? —preguntó Alice.
—No puede escucharlo porque es un recuerdo —respondió Remus.
—Y también porque no pertenecía a ese tiempo —agregó Harry.
Los demás asintieron ya entendiendo lo que pasaba.
Con un suspiro, el mago dobló la carta, se levantó, pasó por delante de Harry sin mirarlo y fue hasta la ventana a descorrer las cortinas.
El cielo, al otro lado de la ventana, estaba de un color rojo rubí; parecía el atardecer. El mago volvió al escritorio, se sentó y, mirando a la puerta, se puso a juguetear con los pulgares.
—No era el mejor momento de Dippet —susurró Dumbledore.
Harry contempló el despacho. No estaba Fawkes, el fénix, ni los artilugios metálicos que hacían ruiditos. Aquello era Hogwarts tal como debía ser en los tiempos de Ryddle, y aquel mago desconocido tenía que ser el director de entonces, no Dumbledore, y él, Harry, era una especie de fantasma, completamente invisible para la gente de hacía cincuenta años.
—Sí, algo así —dijo Remus.
Llamaron a la puerta.
—Entre —dijo el viejo mago con una voz débil.
Un muchacho de unos dieciséis años entró quitándose el sombrero puntiagudo. En el pecho le brillaba una insignia plateada de prefecto. Era mucho más alto que Harry, pero tenía, como él, el pelo de un negro azabache.
—Tom Ryddle —susurró Dumbledore con una expresión seria en su rostro.
—Ah, Ryddle —dijo el director.
—¿Quería verme, profesor Dippet? —preguntó Ryddle. Parecía azorado.
Moody alzo una ceja.
—Siéntese —indicó Dippet—. Acabo de leer la carta que me envió.
—¡Ah! —exclamó Ryddle, y se sentó, cogiéndose las manos fuertemente.
—Muchacho —dijo Dippet con aire bondadoso—, me temo que no puedo permitirle quedarse en el colegio durante el verano. Supongo que querrá ir a casa para pasar las vacaciones…
—Menos si tienen unos padres y hermano como el mío —comentó Sirius—. Por eso pasaba las vacaciones en casa de Cornamenta y mamá Dorea nos trataba como reyes.
James sonrió a su amigo, recordando que ambos ponían la casa patas para arriba y más cuando venían de visita Remus y Peter.
—No —respondió Ryddle enseguida—, preferiría quedarme en Hogwarts a regresar a ese…, a ese…
—Según creo, pasa las vacaciones en un orfanato muggle, ¿verdad? —preguntó Dippet con curiosidad.
Lily y Molly que no sabían la verdadera identidad de Ryddle sintieron pena por la situación del chico.
—Sí, señor —respondió Ryddle, ruborizándose ligeramente.
—¿Es usted de familia muggle?
—A medias, señor —respondió Ryddle—. De padre muggle y de madre bruja.
—Mestizo —escupió Lucius Malfoy con asco.
Draco rió sin ninguna gracia por el comentario de su padre.
Si supieras, padre, si supieras que te arrodillaras y llamaras mi señor, mi lord a ese “mestizo” que tanto asco te causa, pensaba Draco.
—¿Y tanto uno como otro están…?
—Mi madre murió nada más nacer yo, señor. En el orfanato me dijeron que había vivido sólo lo suficiente para ponerme nombre: Tom por mi padre, y Sorvolo por mi abuelo.
—¿Sorvolo? —repitió Sirius—, me parece haber leído ese nombre en algún lado.
El trío miró al animago.
—Claro, ya sé dónde lo leí —dijo Sirius con la cara iluminada.
—¿Dónde? —preguntaron James y Remus.
—Mi madre me obligaba a leer libros sobre todas las familias de sangre pura, pero el caso es que “Sorvolo” es el nombre de uno de los últimos descendientes de Salazar Slytherin.
—¿Crees que este Sorvolo, el abuelo de Ryddle tenga algo que ver con Slytherin? —preguntó Remus.
—No, no lo creo —respondió Sirius.
Estás tan equivocado, Sirius, pensaban el trío.
Dippet chasqueó la lengua en señal de compasión.
—La cuestión es, Tom —suspiró—, que se podría haber hecho con usted una excepción, pero en las actuales circunstancias…
—¿Se refiere a los ataques, señor? —dijo Ryddle, y a Harry el corazón le dio un brinco. Se acercó, porque no quería perderse ni una sílaba de lo que allí se dijera.
Todos en la sala prestaron mucha más atención a la lectura.
—Exactamente —dijo el director—. Muchacho, tiene que darse cuenta de lo irresponsable que sería que yo le permitiera quedarse en el castillo al término del trimestre. Especialmente después de la tragedia…, la muerte de esa pobre muchacha… Usted estará muchísimo más seguro en el orfanato. De hecho, el Ministerio de Magia se está planteando cerrar el colegio. No creo que vayamos a poder localizar al…, descubrir el origen de todos estos sucesos tan desagradables…
—¿Pero no llegaron a cerrar Hogwarts, verdad? —preguntó Frank con temor.
—No, señor Longbottom —respondió Dumbledore con seriedad, cosa que llamo mucho la atención de sus alumnos, excepto de Harry que ya lo había visto así de serio antes.
Ryddle abrió más los ojos.
—Señor, si esa persona fuera capturada… Si todo terminara…
Moody pareció comprender lo que Ryddle se traía entre manos.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Dippet, soltando un gallo. Se incorporó en el asiento—. ¿Ryddle, sabe usted algo sobre esas agresiones?
—No, señor —respondió Ryddle con presteza.
Pero Harry estaba seguro de que aquel «no» era del mismo tipo que el que él mismo había dado a Dumbledore.
Dumbledore estaba terriblemente sorprendido de que entre Ryddle y Harry había muchas similitudes.
Dippet volvió a hundirse en el asiento, ligeramente decepcionado.
—Puede irse, Tom.
Ryddle se levantó del asiento y salió de la habitación pisando fuerte. Harry fue tras él.
—¿Por qué seguías ahí? —preguntó Lily a su hijo.
—Es que aún me faltaba mostrarme algo más —respondió Harry.
—¿Qué más tenías que ver? —preguntó James.
—Ahora lo sabrás —le contestó.
Y Padma volvió a leer.
Bajaron por la escalera de caracol que se movía sola, y salieron al corredor, que ya iba quedando en penumbra, junto a la gárgola. Ryddle se detuvo y Harry hizo lo mismo, mirándolo. Le pareció que Ryddle estaba concentrado: se mordía los labios y tenía la frente fruncida.
—Parece estar tomando una decisión importante —murmuró Moody.
Luego, como si hubiera tomado una decisión repentina, salió precipitadamente, y Harry lo siguió en silencio. No vieron a nadie hasta llegar al vestíbulo, cuando un mago de gran estatura, con el cabello largo y ondulado de color castaño rojizo y con barba, llamó a Ryddle desde la escalera de mármol.
—¿Qué hace paseando por aquí tan tarde, Tom?
Harry miró sorprendido al mago. No era otro que Dumbledore, con cincuenta años menos.
Todos pusieron cara de sorprendidos.
—¿Tenía el cabello castaño rojizo? —preguntó Sirius.
Dumbledore sonrió levemente.
—No pensara que nací con el cabello cano, ¿no, señor Black? —respondió el director.
—Tenía que ver al director, señor —respondió Ryddle.
—Bien, pues váyase enseguida a la cama —le dijo Dumbledore, dirigiéndole a Ryddle la misma mirada penetrante que Harry conocía tan bien—. Es mejor no andar por los pasillos durante estos días, desde que…
Suspiró hondo, dio las buenas noches a Ryddle y se marchó con paso decidido (Si tan solo me hubiera aseguro de que Tom se fuera a dormir, Hagrid no hubiera sido expulsado, pensaba Dumbledore con pesar). Ryddle esperó que se fuera y a continuación, con rapidez, tomó el camino de las escaleras de piedra que bajaban a las mazmorras, seguido por Harry.
Pero, para su decepción, Ryddle no lo condujo a un pasadizo oculto ni a un túnel secreto, sino a la misma mazmorra en que Snape les daba clase (Algunos estaban confundidos, mientras que otros miraban disimuladamente a Snape). Como las antorchas no estaban encendidas y Ryddle había cerrado casi completamente la puerta, lo único que Harry veía era a Ryddle, que, inmóvil tras la puerta, vigilaba el corredor que había al otro lado.
Hagrid tenía los nudillos blancos de tanto apretar el puño.
A Harry le pareció que permanecían allí al menos una hora. Seguía viendo únicamente la figura de Ryddle en la puerta, mirando por la rendija, aguardando inmóvil. Y cuando Harry dejó de sentirse expectante y tenso, y empezaron a entrarle ganas de volver al presente, oyó que se movía algo al otro lado de la puerta.
—¿Quién era? —preguntó Seamus.
Hagrid gruñó.
Todo había sido por la culpa de Tom, pensaba el semi-gigante.
Alguien caminaba por el corredor sigilosamente. Quienquiera que fuese, pasó ante la mazmorra en la que estaban ocultos él y Ryddle. Éste, silencioso como una sombra, cruzó la puerta y lo siguió, con Harry detrás, que se ponía de puntillas, sin recordar que no le podían oír.
Lo estúpido lo saco del padre, pensaba Snape.
Persiguieron los pasos del desconocido durante unos cinco minutos, cuando de improviso Ryddle se detuvo, inclinando la cabeza hacia el lugar del que provenían unos ruidos. Harry oyó el chirrido de una puerta y luego a alguien que hablaba en un ronco susurro.
—Vamos…, te voy a sacar de aquí ahora…, a la caja…
Dumbledore y el trío dieron una rápida mirada a Hagrid.
—Era el monstruo —susurró Parvati con terror.
Algo le resultaba conocido en aquella voz.
De repente, Ryddle dobló la esquina de un salto. Harry lo siguió y pudo ver la silueta de un muchacho alto como un gigante que estaba en cuclillas delante de una puerta abierta, junto a una caja muy grande.
—Hola, Rubeus —dijo Ryddle con voz seria.
—¡¿Hagrid?! —exclamaron todos en general.
—De seguro es una equivocación —dijeron los merodeadores a coro. Ellos no podían creer que alguien tan bueno como Hagrid fuera el heredo de Slytherin.
De pronto la risa de Lucius llamo la atención de todos.
—¿Ese? —dijo Lucius señalando a Hagrid—, ¿El heredero de Slytherin? No me hagan reír, él solo es un tonto que estuvo en el lugar equivocado —siseó.
—Por primera vez tiene razón, Malfoy —dijo Hagrid con seriedad—. Yo solo fui un tonto en el lugar equivocado.
Dumbledore lo miró como para que ya no dijera más nada y así lo hizo Hagrid.
Cuando todos se hubieron callado Padma siguió leyendo.
El muchacho cerró la puerta de golpe y se levantó.
—¿Qué haces aquí, Tom?
Ryddle se le acercó.
—Todo ha terminado —dijo—. Voy a tener que entregarte, Rubeus. Dicen que cerrarán Hogwarts si los ataques no cesan.
—Pero yo tenía la culpa de esos ataques —gruñó Hagrid.
—¿Qué vas a…?
—No creo que quisieras matar a nadie. Pero los monstruos no son buenas mascotas. Me imagino que lo dejaste salir para que le diera el aire y…
—Hagrid… —empezó a formular la pregunta Frank, pero al ver la cara apesadumbrada del semi-gigante no se atrevió a continuar.
—¡No fue él! —defendió Hagrid.
—¿Entonces qué sucedió? —preguntó Sirius—. Porque… a ti te expulsaron… y bueno según el libro… el culpable fue expulsado. Claro que no estoy diciendo que crea que tú eres el culpable —se apresuró a aclarar el animago—, porque yo sé que serias incapaz de hacer algo tan atroz.
—Sí, me expulsaron —admitió Hagrid—, pero Aragog no fue el culpable, él era inocente y el único que me creyó fue Dumbledore.
—Creo que todo lo explica los libros —dijo Harry—, ya descubrirán que fue lo que realmente pasó.
—¡No ha matado a nadie! —interrumpió el muchachote, retrocediendo contra la puerta cerrada. Harry oía unos curiosos chasquidos y crujidos procedentes del otro lado de la puerta.
—¿Qué animal escondías ahí, Hagrid? —preguntó Terry Boot con curiosidad.
Pero Hagrid no contestó, parecía muy tenso.
—Vamos, Rubeus —dijo Ryddle, acercándose aún más—. Los padres de la chica muerta llegarán mañana. Lo menos que puede hacer Hogwarts es asegurarse de que lo que mató a su hija sea sacrificado…
—¡No fue él! —gritó el muchacho. Su voz resonaba en el oscuro corredor—. ¡No sería capaz! ¡Nunca!
—Quizás en ese momento no atacaría a nadie, pero cincuenta años después bien que nos quiso comer —comentó en un susurró Ron a Harry, el cual asintió.
—Hazte a un lado —dijo Ryddle, sacando su varita mágica.
Su conjuro iluminó el corredor con un resplandor repentino. La puerta que había detrás del muchacho se abrió con tal fuerza que golpeó contra el muro que había enfrente. Por el hueco salió algo que hizo a Harry proferir un grito que nadie sino él pudo oír.
Ron se estremeció, él también hubiera gritado o hasta se hubiera desmayado si hubiera visto lo que Harry vio.
Un cuerpo grande, peludo, casi a ras de suelo, y una maraña de patas negras, varios ojos resplandecientes y unas pinzas afiladas como navajas… (Algunas chicas y Ron se estremecieron al darse cuenta de lo que era. “Era un acromantula”, dijo James y Hagrid asintió) Ryddle levantó de nuevo la varita, pero fue demasiado tarde. El monstruo lo derribó al escabullirse, enfilando a toda velocidad por el corredor y perdiéndose de vista. Ryddle se incorporó, buscando la varita. Consiguió cogerla, pero el muchachón se lanzó sobre él, se la arrancó de las manos y lo tiró de espaldas contra el suelo, al tiempo que gritaba: ¡NOOOOOOOO!
—¡Aragog no mato a nadie! —exclamó Hagrid.
—¿Aragog? —repitieron muchos al darse cuenta que no era la primera vez que Hagrid lo mencionaba.
—Así se llamaba mi acromantula —respondió Hagrid con los ojos brillantes al recordar a su mascota.
Todo empezó a dar vueltas y la oscuridad se hizo completa. Harry sintió que caía y aterrizó de golpe con los brazos y las piernas extendidos sobre su cama en el dormitorio de Gryffindor, y con el diario de Ryddle abierto sobre el abdomen.
—Ese recuerdo me da entender que se trata de una trampa, de algo premeditado —dijo Moody.
Antes de que pudiera recuperar el aliento, se abrió la puerta del dormitorio y entró Ron.
—¡Estás aquí! —dijo.
Harry se sentó. Estaba sudoroso y temblaba.
—¿Qué pasa? —dijo Ron, preocupado.
—Fue Hagrid, Ron. Hagrid abrió la Cámara de los Secretos hace cincuenta años.
—¡No fui yo! —dijo Hagrid cabizbajo.
—Lo sé, Hagrid y lo siento —dijo Harry—. Nunca debí desconfiar de ti.
—En verdad lo sentimos —agregó Ron.

16 comentarios:

  1. Yeah! Primer comentario *-*
    Holi! Que buen capitulo , que lindo, Remus celoso de Ronnie y Harry. Muero por la reacción de el, al enterarse de la identidad del padre del niño *0*
    Bueno nos vemos en la próxima actualización c':

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    1. Hola, Mirodi
      Muchas gracias por comentar, y sobre si cuando Remus se entere que él es el padre del hijo de Hermione, déjame adelantarte que se enterada muy pronto y de la boca de alguien muy desesperado...
      Besos

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  2. Genial la primera parte, me reí un montón con los comentarios de Luna y Neville... ¡qué lío armaron! Y Lockhart si es un idiota (con todas las letras bien puestas) pero lo que me río con sus tonterías no tiene nombre.
    Sin dudas, un capítulo buenísimo y un final que deja con ganas de más, jajajajaj =)
    Un beso, AuLingWood.

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    1. Hola, alwoodsnap1
      Gracias por pasarte por mi blog y dejar tu comentario, me agrada que te gustara el capítulo
      Besos

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  3. Estuvo muy bueno el capitulo, eres genial, escribes muy bien,me gusto mucho que remus se pusiera celoso cuando pensaba que uno de los chicos era el padre del hijo de mione,fue genial, y la amenaza que le hizo mione a sirius me rei mucho con eso, gracias por actualizar tan pronto.nos leemos pronto

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    1. Hola, Denisse
      Ante todo gracias por siempre ser una de las que se toma el trabajo de comentar, en verdad gracias, espero que los siguiente capítulos te sigan agradando... y sí actualizare dentro de unos días
      Besos

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  4. Chicas quería invitarlas a un nuevo blog que acabo de empezar
    Este blog esta creado para ustedes, ahí me podran hacer sus pedidos de sus libros favoritos y yo se los conseguire, espero que se puedan pasar por mi blog, de ante mano muchas gracias
    Aquí les dejo el link:
    http://obsesionanteslibros.blogspot.com/

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Hola!!
    Se que tarde bastante en comentar es que en la escuela me torturan con mucha tarea :'(
    Lo único que puedo decir es que me fascino el capitulo y que AMO la pareja que hacen Remus y Hermione, mi parte favorita fue en la que Remus le dieron celos pensando que Harry o Ron era el posible padre del hijo que espera Hermione. No veo la hora en que llegue el capitulo en que Remus se entere del futuro que tuvo con Hermione y que también espera un hijo de el, por favor sigue que cada minuto es una tortura quiero mas ¿¿Remione?? *.*
    Saludos y besos, por favor sigue escribiendo que me encanta, byeee...

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  7. Miro todos los dias la pagina para ver si actualizas, ojala puedas hacerlo pronto esta muy buena la historia, me encanto cuando remus se puso celoso, ahota la historia se pone muy buena cuando tengan que ir a ver las arañas y como reaccionaran cuando vean que savan a albus de la direccion por culpa de lucius, bueno espero que nos leamos pronto.

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  8. No he terminado de leer el primer libro, sin embargo, créeme que lo que he leído me ha bastado para maravillarme de tal historia. ¡Me encanta! Creo que hoy voy a desvelarme terminando de leerla; aunque eso me retrase leyendo el 4rto libro... no sé, la verdad me parece fantástica tu historia, por favor, síguela, no nos dejes a medias, estoy tan emocionada porque llegues al tercer libro... cuando Harry quiere asesinar a Black porque cree que él traicionó y provocó la muerte de sus padres uwu bueno, ¡contínuala! por favor. Mis cordiales saludos uvu

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  9. Ehm, ya estoy aquí al corriente de tu historia; realmente me gustaría que la actualizaras, porque esto no debe quedarse aquí, después de tantos meses uvu y cualsea tu situación, por si es mala espero que todo se solucione y estés bien; mientras que si no, igual, espero que estés bien.
    Ya quisiera leer cuando llegan a la cámara de los secretos y cuando Harry ayuda a Ginny y todo se sabe o3o hasta casi puedo imaginar cómo habrán mirado a Ginny al enterarse.

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  10. Jaja andrea te comprendo como que uno se pasa el medio rollo pensando en lo que pasara despues jaajja, ojala merodeadora black puedas actualizar pronto, quiero saber que pasa jiji, bueno cuidate y pasalo bn, nos leemos pronto

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  11. Si yo también espero que actualice pronto ya quiero ver sus reacciones cuando hermione sea petrificada, esto se pone cada vez más interesante. Saludos :)

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  12. Hola, se que prometí que subiría un capítulo nuevo, pero es que he estado un poco ocupada con mi tesis, pero ya voy a actualizar
    Besos y abrazos a todas <3

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  13. Jajajaja parece que estamos todas en la misma... a la espera =)
    Igual se entiende bien la demora, una tesis es algo que demanda mucho tiempo y esfuerzo.
    Hasta el otro capítulo =)

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