1998 – Época actual
McGonagall se encontraba en el despacho que había sido de
Albus Dumbledore. Porque ahora ella era la nueva directora de Hogwarts. Sentada
en la silla principal detrás de una gran mesa, McGonagall hablaba con el
retrato de Dumbledore.
—¿Crees que todo esta locura sirva de algo Albus? —preguntó
la directora, con una mirada seria.
—Servirá mi querida
Minerva, servirá. Todo resultará bien, ya verás, confía en los libros y
sobretodo confía en los chicos, ellos ayudaran en esto —contestó Dumbledore
desde su retrato.
—Esta bien, confiaré, y espero que todo salgo bien.
—No te olvides que
tienes que traer al Fred Weasley de hace seis meses, él también tiene que ir al
pasado con sus hermanos y así no preocupar a sus padres por su temprana muerte.
Además sus hermanos estarán felices de tenerlo junto a ellos nuevamente, y el
más feliz seguramente será su gemelo, George —dijo Albus.
—Ya lo hice, Albus, ahora el señor Weasley se encuentra
en la Sala de los Menesteres, lo lleve allí sin que nadie se dé cuenta. El
pobre estaba muy confundido, porque lo traje cuando estábamos en plena guerra.
—Muy bien, entonces
solo será cuestión de un par de horas para que vayan al pasado —McGonagall
asintió—, ya sabes como hacer el portal
para enviarlos.
—Sí, ya esta todo listo. Pero, ¿Por qué la señora Lupin
será la última en ir al pasado? —preguntó
la directora con el semblante serio.
—Será lo mejor para
ella, Minerva, todavía esta muy sensible a pesar de que ya haya pasado seis
meses de la guerra, bueno en realidad todos aun están así, pero ella por su
estado esta aun más sensible.
—Sí, tienes razón, la pobre sufrió mucho, y sigue sufriendo
por la muerte de Remus, y no es para menos él era su esposo. Sabes, aun me
parece raro que ellos dos terminaran casados —Albus sonrió.
—El amor es así,
Minerva, creí que ya lo sabías, las cosas del amor son inexplicables, ¿no te
parece?
McGonagall asintió.
—Al parecer la noticia de que ellos dos se casaron, no pereció
sorprenderlo —lo cuestiono la directora.
—A ti tampoco te
hubiera sorprendido, si hubieras visto sus corazones —¿ver sus corazones?,
repitió mentalmente la directora—, se
podría decir que sus corazones tenían el mismo código, y eso significa que eran
compatibles —terminó de hablar con una sonrisa en sus labios.
Hay algunas cosas que Albus dice que no logró comprender,
y tal vez nunca lo haga, se dijo McGonagall.
—¿Qué pasa,
Minerva? Te quedaste repentinamente callada —dijo Dumbledore con su típica
expresión serena en su rostro.
—Solo me quede pensando en lo que me dijiste.
—Sobre Remus y
Hermione —McGonagall asintió. De pronto se escucharon unos golpecitos en la
puerta. El retrato de Dumbledore dejo de tener movimiento. McGonagall susurró
un «Pase».
Al abrirse la
puerta el primero en pasar fue el conserje, Argus Filch, con su gata, la Señora Norris, cargada y tras él estaban
cuatro chicos pelirrojos, obviamente se trataba de los Weasley.
—Señora
directora, encontré merodeando a estos invasores, no sé qué hacen aquí, si
ellos ya no tienen edad para estar en Hogwarts —habló Filch—, y por más que los
interrogue, ellos solo mienten.
—Ya te
dijimos que nos mandaron a llamar —contestó el mayor de los Weasley, Bill.
—Eso no es
cierto —contradijo Filch—, ¿o sí, señora?
—Es cierto lo
que dice el señor Weasley, Filch. Ahora si me lo permites, puedes dejarnos
solos —el conserje salió del despacho refunfuñando.
—Directora,
apenas recibimos su carta vinimos, pero no nos explica el motivo. ¿Acaso ya es
hora de viajar? —preguntó Percy, tan respetuoso como siempre.
—Así es,
señores Weasley, llego la hora de viajar al pasado. Síganme por favor, iremos a
la Sala de los Menesteres, ahí alguien muy especial para ustedes los está
esperando —los Weasley saliendo detrás de la directora, y con cautela se
dirigieron al séptimo piso donde se encontraba la famosa Sala.
La puerta se
materializo frente a ellos, la directora abrió la puerta y todos pasaron.
Grande fue la
sorpresa de los Weasley, al ver al que menos pensaban ver, sabiendo
especialmente que él estaba muerto, ellos habían visto su cuerpo sin vida, lo habían
llorado, lo habían sepultado y lo habían vuelto a llorar.
—F-Fr-Fred —tartamudeó su gemelo.
—Sí, creo que soy yo —dijo Fred revisándose las manos,
mirando hacia abajo sus pies, su ropa—. Sí, soy Fred —dijo seguro—. Ahora me
podrían decir que sucede.
Antes de que McGonagall pudiera contestar, George fue
corriendo a abrazar a su gemelo, seguido de sus otros hermanos.
—Oigan, ¿Por qué tan cariñosos, eh? Ni que me hubiera
muerto —bromeó Fred.
Sin imaginar que lo último que había dicho era verdad.
—Eh… tú… estás… o es-est-estaba —trato de explicar
George, pero las palabras no le salían claras.
—Yo le explicaré todo, señor Weasley —dijo la directora,
al ver que ninguno de sus hermanos decía nada para explicarlo, y George que lo
intentó, se trabo—. Lamento tener que decirle esto —Fred miraba a McGonagall
sorprendido, la directora tenía una expresión seria, y nerviosa—, Fred, usted
pertenece al pasado, y yo lo traje del pasado…
—¿Qué? —dijo el aludido, ahora estaba más confundido que
nunca—. ¿Me trajo del pasado? —preguntó y la directora asintió.
—¿Qué es lo último que recuerdas Fred? —le preguntó
Charlie, su hermano mayor.
—Bueno, recuerdo que estaba en la guerra… ah, los
hechizos volaban de un lado a otro y… un momento si estamos en guerra ustedes
que hacen aquí —les preguntó a sus hermanos—, no deberían, no deberíamos —se
corrigió—, estar todos en la guerra apoyando a Harry y a los demás. Vamos, que
esperan, saquen sus varitas y salgamos de aquí —Fred empezó a caminar hacia la
puerta.
—Fred la guerra término —dijo George.
Fred se giró y miró a su gemelo. No era una broma lo que
había dicho. George estaba serio, al igual que sus demás hermanos y la directora.
Caminó otra vez hacia sus hermanos.
—¿Terminó? —repitió.
—Sí, señor Weasley, la guerra termino hace seis meses
—contestó MaGonagall.
Decirle a este chico que está muerto, iba a ser más
difícil que luchar otra vez contra Voldemort, pensó McGonagall.
—¿Quién gano? —preguntó con temor.
Sus hermanos sonrieron y la directora esbozó una ligera
sonrisa, pero luego volvió a poner su rostro serio.
—Harry ganó —dijo Bill.
—Sí —gritó y sonrió—. Ese Potter es grandioso, ¿no?
Todos asintieron.
Pero luego borro su sonrisa al recordar las palabras de
la directora: «usted pertenece al pasado, y yo lo traje del pasado…». Y luego George
dijo: «Fred la guerra término».
Un escalofrío
recorrió mi cuerpo.
Entonces eso quiere decir que yo estoy… muerto.
Por eso me sorprendí cuando cambio mi escenario, de la
guerra al despacho del director. Sí, debería estar muerto, para no recordar
como termino la guerra, y lo que paso estos seis meses después de la guerra, es
porque estoy muerto. Yo estoy muerto.
—Estoy muerto —no fue una pregunta, más bien fue una
afirmación.
Mis hermanos bajaron la mirada, pero antes pude ver la
tristeza en sus miradas.
—Lamento decirle que sí, Fred. En verdad lo lamento.
La directora también tenía cara de tristeza.
—¿Quién me mato? —me sorprendí del tono tan sereno de mi
voz. Cuando estaba hablando de mi propia muerte.
Al parecer el tono de mi voz también los sorprendió a
todos, porque levantaron la mirada hacia mí.
—Al parecer fue… Augustus Rookwood —contestó George, lo
dijo con tanto odio, que me sorprendió, nunca había escuchado a George usar ese
tono de voz.
—Bien, por lo menos habrán vengado mi muerte, ¿no?
—Claro que sí —contestaron los Weasley—, lo hicimos, pero
todo fue gracias a Aberforth Dumbledore, él lo derroto, y luego lo enviaron a
Azkaban —agregó Charlie.
—Genial —sonrió, sus hermanos lo miraron anonadados—,
entonces, ahora soy considerado un héroe de guerra —preguntó a McGonagall.
—Por supuesto —afirmó la directora.
—Y… me han hecho una estatua por mi valentía y
perseverancia —no espero respuesta y continuó hablando—, no me diga, directora,
que han puesto mi estatua en la entrada principal de Hogwarts, con la
dedicatoria de: «Fred Weasley, mejor hijo, hermano, amigo. Te honráremos por siempre por
tu valentía. Y también te honráremos por ser unos de los fundadores de la
maravillosa tienda de broma, Sortilegios Weasley» —terminó de hablar con una
mirada soñadora, como imaginándose su estatua.
—¿Qué? —susurró la directora.
—Eso quiere
decir que mi estatua no está en la entrada principal de Hogwarts —la directora
estaba conmocionada por esas palabras—, entonces está en la biblioteca, ¡ay,
no! qué zona más aburrida —negó con la cabeza, sus hermanos estaban con la
mirada incrédula, el único que sonreía un poco era George, que ya extrañaba el
sentido del humor de su gemelo—, vaya, pero díganme algo, no se queden
callados, que tanto les cuesta decirme que mi estatua esta por lo menos en el
baño de Myrtle la llorona.
—Señor
Weasley, no creo que eso sea motivo de broma —lo regaño McGonagall.
—Pero,
directora, ¿Dónde está su sentido del humor?
—Fred, McGonagall, tiene razón, como puedes bromear con
tu propia muerte —ahora lo regaño Percy.
—Pero si no lo hago yo, entonces quien lo hará —se
justificó—, además deberías respetarme Percy, todos deberían respetarme, soy un
muerto y a los muertos se les respeta —sentenció.
Luego soltó una risita, para sorpresa de todos.
—Déjalo que haga lo que quiera, Percy —lo defendió
George.
—Gracias, hermano. Ahora díganme donde esta papá, mamá,
el pequeño Ronnie y nuestra dulce Ginny —preguntó al darse cuenta que sus
padres y sus dos menores hermanos no estaban con él en la sala—, ¡Oh, por
Merlín! —soltó alarmado—, no me digan que ellos también est…
—No, no, ellos están a salvo —dijo Bill.
Fred suspiró, aliviado.
—Pero, ¿por qué ellos no están también aquí?
—Eso se lo responderé yo, señor Weasley —dijo
McGonagall—, todo se debe a que antes del que el profesor Dumbledore muriera,
le llegaron unos libros —Fred escuchaba atento—, del futuro. En ellos explicaba
cómo iba a terminar todo.
—¿Habla de mi muerte también? —preguntó Fred.
—Sí, y también de los otras personas que murieron en la
guerra.
—Entonces, ¿por qué no hicieron nada para evitar las
muertes, si tenían algo tan valioso? —preguntó George.
—El profesor Dumbledore, quería que todo siguiera su
curso, pero luego al ver el sufrimiento de algunas familias por perder a un ser
querido, decidió que era hora de cambiar el futuro —Percy iba hablar, pero la
profesora le respondió su pregunta que tenía en mente—, sé que Dumbledore ya
había muerto cuando se desato la guerra final, pero luego de que colgaran su
retrato en su antiguo despacho, él me contó que había visto el sufrimiento de
las familias que habían perdido un ser querido, y que por eso me iba a
encomendar una misión.
—¿Qué misión, directora? —preguntó Fred.
—Como ya lo había dicho. Él me hablo de los libros que le
habían enviado del futuro, y mi misión era que tenía que enviar esos libros al
pasado, exactamente al año 1977, para que reuniendo a las personas que
Dumbledore indicará empezaran al leer los libros, y así poder cambiar el
futuro.
—¿1977? Esa no es la época de cuando los padres de Harry
todavía iban a Hogwarts —preguntó Bill, y la directora asintió.
—¿Y nosotros que tenemos que ver con todo eso?, digo,
nosotros no pertenecemos a esa época —dijo Fred.
—Ustedes también irán al año 1977, por eso los mande a
llamar —se dirigió a Bill, Charlie, Percy y George—, y respecto a usted, Fred,
es por ese motivo que lo traje de la guerra, para cuando viajen al pasado sus
padres no sufran al saber de su muerte, eso todavía lo sabrán, me imagino que en
el último libro así que no veo el motivo porque sufran antes de tiempo, y más
aun sabiendo que con esos libros se podrá cambiar el futuro —dijo la directora.
Todos asintieron.
—Vamos, ya es hora de que viajen al pasado —dijo
McGonagall—, seguidme, abriré el portal —la directora saco su varita, pero
antes que pronunciara el hechizo la interrumpió George.
—Directora, Ron y Ginny no vendrán con nosotros también.
—Ellos irán dentro de unos días, ahora no hay tiempo, es
hora de que partan —McGonagal apuntó con su varita en ningún lugar específico y
pronuncio unas palabras, más que palabras, parecían canticos en otro idioma.
De pronto una luz cegadora los sorprendió a los hermanos
Weasley.
—Vamos, chicos, crucen el portal, que no se mantendrá
abierto por siempre —les ordeno la directora. Los Weasley obedecieron sin decir
ni una palabra, confiaban en McGonagall, y si ella decía que tenían que ir al
año 1977, seria por algo bueno.
Empezaron a cruzar el portal, no escuchaban ni veían
nada, solo esa luz cegadora, pero luego cuando ya habían cruzado el portal, lo
único que escuchan eran murmullos y exclamaciones de sorpresa, la luz empezaba
a desaparecer y ellos podían ver mejor todo la estancia.
Era la misma Sala de los Menesteres, donde se encontraban
hace un momento, solo que esta era en otra época, la sala estaba distinta,
habían mesas largas con sillas y sillones a las esquinas, en la aparte de atrás
había una especie de habitaciones. Luego miraron bien a las personas presentes,
habían personas conocidas para ellos, pero efectivamente más jóvenes que de su
época.
—Buenos días, jovencitos, ¿me podrían decir quiénes son?
—preguntó una voz amable y extremadamente familiar para ellos.
Voltearon para cerciorarse si era cierto lo que creían. Y
sí, era cierto. Esa voz pertenecía a Albus Dumbledore, pero 21 años más joven.
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