Draco se aclaró la
garganta para empezar a leer.
—“El autobús noctámbulo” —leyó
el rubio.
Y sin que el rubio se
diera cuenta Astoria vio claramente cuando le roso la mano a Hermione, pero
ella no se sentía celosa de aquel acto, puesto que conocía muy bien a su futuro
esposa, todo lo que hizo solo fue para molestar.
—Ese viaje fue algo
incómodo —murmuró Harry.
—No lo dudo, no creo que
a alguien le agrade viajar en ese autobús —dijo Ron estando de acuerdo con su
mejor amigo.
Draco empezó a leer
cuando los murmullos se detuvieron.
Después de alejarse varias calles, se
dejó caer sobre un muro bajo de la calle Magnolia, jadeando a causa del
esfuerzo. Se quedó sentado, inmóvil, todavía furioso, escuchando los latidos
acelerados del corazón (Harry suspiró, esa
sensación no era para nada agradable). Pero después de estar diez
minutos solo en la oscura calle, le sobrecogió una nueva emoción: el pánico (Era de esperarse, comentaron Lily y Molly a la vez).
De cualquier manera que lo mirara, nunca se había encontrado en peor apuro (Yo no estaría tan segura de eso, dijo Hermione).
Estaba abandonado a su suerte y totalmente solo en el sombrío mundo muggle, sin
ningún lugar al que ir (Podrías a ver ido a La
Madriguera, dijeron los gemelos Weasley). Y lo peor de todo era que
acababa de utilizar la magia de forma seria, lo que implicaba, con toda
seguridad, que sería expulsado de Hogwarts. Había infringido tan gravemente el
Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad que
estaba sorprendido de que los representantes del Ministerio de Magia no se
hubieran presentado ya para llevárselo.
—Parece muy extraño que
ni siquiera recibiera una notificación del Ministerio —comentó Arthur
pensativo.
Le dio un escalofrío. Miró a ambos
lados de la calle Magnolia. ¿Qué le sucedería? ¿Lo detendrían o lo expulsarían
del mundo mágico? (Siempre tan optimista, amigo,
ironizó Ron) Pensó en Ron y Hermione, y aún se entristeció más. Harry
estaba seguro de que, delincuente o no, Ron y Hermione querrían ayudarlo (Los aludidos asintieron), pero ambos estaban en
el extranjero, y como Hedwig se
había ido, no tenía forma de comunicarse con ellos.´
—No te ofendas… —empezó a
decir Gideon al ojiverde.
—… pero eres muy
melodramático —acabo Fabian.
—Tenía 13 años —se
justificó Harry.
Tampoco tenía dinero muggle (Siempre deberías cambiar el dinero mágico por el muggle,
aconsejó Lily a su futuro hijo). Le quedaba algo de oro mágico en el
monedero, en el fondo del baúl, pero el resto de la fortuna que le habían
dejado sus padres estaba en una cámara acorazada del banco mágico Gringotts, en
Londres. Nunca podría llevar el baúl a rastras hasta Londres. A menos que…
—No pensabas hacer más
magia, ¿verdad? —preguntó Frank.
Harry negó con la cabeza.
Miró la varita mágica, que todavía
tenía en la mano. Si ya lo habían expulsado (el corazón le latía con dolorosa
rapidez), un poco más de magia no empeoraría las cosas (Eres
muy pesimista, comentó Ted). Tenía la capa invisible que había heredado
de su padre. ¿Qué pasaría si hechizaba el baúl para hacerlo ligero como una
pluma, lo ataba a la escoba, se cubría con la capa y se iba a Londres volando?
Podría sacar el resto del dinero de la cámara y… comenzar su vida de marginado (Se escuchó varias risitas por toda la sala, pero las
risas más escandalosas eran de los gemelos Weasley y los gemelos Prewett. Harry
se sonrojó al escuchar que se reían de él. ¿Quién
mando estos libros? ¿Quién los escribió? Porque ponen a la perfección cada uno
de mis pensamientos, ¿habré sido mi yo del futuro? No lo creo, pensaba
Harry. “Ay, Harry, tienes unas ideas tan pesimista como Cornamenta”, comentó
Sirius aun sonriendo. Ganándose una mirada ofendida de su amigo). Era un
horrible panorama, pero no podía quedarse allí sentado o tendría que explicarle
a la policía muggle por qué se hallaba allí a las tantas de la noche con una
escoba y un baúl lleno de libros de encantamientos.
—Sin duda alguna,
hubieras tenido más problemas sin un policía, te llegara a encontrar —dijo
Lily.
Harry asintió.
Harry volvió a abrir el baúl y lo fue
vaciando en busca de la capa para hacerse invisible. Pero antes de que la
encontrara se incorporó y volvió a mirar a su alrededor.
—¿Qué pasa ahora?
—preguntó James.
Un extraño cosquilleo en la nuca le
provocaba la sensación de que lo estaban vigilando, pero la calle parecía
desierta y no brillaba luz en ninguna casa.
—¿Pero quién lo podría
vigilar, si dice que la calle estaba desierta? —preguntó Sirius.
—Dice que parecía
desierta —lo corrigió Lily.
—Es lo mismo —alegó el
animago encogiéndose de hombros.
—No, no es lo mismo porque
un delincuente lo podría estar vigilando y el pobre de mi hijo solo en las
calles y sobre todo a tan altas horas de la noche —argumentó histéricamente la
pelirroja de ojos verdes.
No era un delincuente,
mamá. Era Sirius, pensaba Harry, mirando de reojo a su futuro padrino.
Volvió a inclinarse sobre el baúl y
casi inmediatamente se incorporó de nuevo, todavía con la varita en la mano (Eso es muchacho, recuerda, alerta permanente, aconsejó
Alastor). Más que oírlo, lo intuyó: había alguien detrás de él, en el
estrecho hueco que se abría entre el garaje y la valla. Harry entornó los ojos
mientras miraba el oscuro callejón. Si se moviera, sabría si se trataba de un
simple gato callejero o de otra cosa.
—¡Es un delincuente!
—exclamó Lily.
—Calme, señora Potter
—dijo Ron—, tal solo se trate de un perro, si tal vez solo se trate de una gran
perro negro —dijo concierta diversión el pelirrojo, a lo que su amigo de
anteojos sonrió.
—O puede que sea el Grim —bromeó Hermione, pero lo dijo en
un tono tan bajo que solo Harry pudo escucharla.
Harry volvió a sonreír.
—¡Lumos!
—susurró Harry (Y sigues usando
magia, comentó Alice). Una luz apareció en el extremo de la varita, casi
deslumbrándole. La mantuvo en alto, por encima de la cabeza, y las paredes del
nº 2, recubiertas de guijarros, brillaron de repente. La puerta del garaje se
iluminó y Harry vio allí, nítidamente, la silueta descomunal de algo que tenía
ojos grandes y brillantes.
—Ron dijo que podría
tratarse de un perro —murmuró James.
—Y también dijo que el
perro podría ser negro —murmuró Remus.
—Y ahora dice que vio
unos ojos grandes y brillantes —dijeron los dos a la vez.
—Esperen —susurró
Sirius—, ¿creen que se trate de mí? —preguntó.
Los tres miraron a Harry,
el cual estaba atento a su cuchicheo. Pero antes de que los merodeadores
formularan la pregunta, Harry asintió.
Los merodeadores
sonrieron.
—Bueno, ya era hora de
que hiciera algo por mi futuro ahijado —susurró Sirius con orgullo.
Se echó hacia atrás. Tropezó con el
baúl. Alargó el brazo para impedir la caída, la varita salió despedida de la
mano y él aterrizó junto al bordillo de la acera.
—La mala suerte no te
abandona —dijo Seamus.
Sonó un estruendo y Harry se tapó los
ojos con las manos, para protegerlos de una repentina luz cegadora…
—¿Por qué te pasa todo lo
raro y malo a ti? —le preguntó Hannah.
Harry solo se encogió de
hombros, al no encontrar una respuesta concreta. Ni él mismo sabía porque le
pasaba todo a él. Pero en el fondo Harry sabía que no lo que le pasaba era
malo, puesto que encontró a sus dos mejores amigos, a los Weasley que se
convirtió en su familia y a muchos otros magos que estaban de su lado.
Dando un grito, se apartó rodando de la
calzada justo a tiempo. Un segundo más tarde, un vehículo de ruedas enormes y
grandes faros delanteros frenó con un chirrido exactamente en el lugar en que
había caído Harry. Era un autobús de dos plantas, pintado de rojo vivo, que
había salido de la nada (El autobús noctámbulo. Claro,
ahora entiendo porque el capítulo tiene su nombre, comentó Sirius). En el
parabrisas llevaba la siguiente inscripción con letras doradas: AUTOBÚS
NOCTÁMBULO. Durante una fracción de segundo, Harry pensó si no lo habría
aturdido la caída (No estabas aturdido es tu
salvación, no es una gran salvación, pero por lo menos no dormirás en la calle,
dijo Dean). El cobrador, de uniforme rojo salto del autobús y dijo en
voz alta sin mirar a nadie:
—Bienvenido al autobús
noctámbulo, transporte de emergencia para el
brujo abandonado a su suerte. Alargue la varita, suba a bordo y lo llevaremos a
donde quiera. Me llamo Stan Shunpike. Estaré a su disposición esta no…
Harry sintió un poco de
lastima al recordar que Stan fue manipulado por los mortífagos.
—¿Shumpike? —dijo Charlie
Weasley—, claro, ahora lo recuerdo, el asistió a Hogwarts el mismo año que yo,
pero él era de Hufflepuff igual que Nimphadora.
Hermione hizo una mueca
al escuchar ese nombre, puesto que la chica no se había portado muy bien con
ella.
—¿Nimphadora?
—preguntaron Andrómeda y Ted a la vez.
Charlie asintió.
—¿Se trata de nuestra
hija? —preguntó Andrómeda.
—Claro que se trata de tu
hija, querida primita, porque no creo que haya otra mujer que se atreva a
ponerle ese nombre tan poco bonito a su hija —respondió Sirius antes que el
pelirrojo.
Andrómeda lo fulminó con
la mirada, y fijo su vista en Charlie.
—Sí se trata de ella
—respondió Charlie.
Los esposos Tonks se
abrazaron al imaginar a su hija asistiendo a Hogwarts.
—Y es una Hufflepuff
igual que yo —comentó un orgulloso Ted.
Lucius a lo lejos hacia
una mueca de asco.
Draco continuó con la
lectura antes de que alguien hiciera un comentario más.
El cobrador se interrumpió. Acababa de
ver a Harry que seguía sentado en el suelo. Harry cogió de nuevo la varita y se
levantó de un brinco. Al verlo de cerca, se dio cuenta de que Stan Shunpike era
tan sólo unos años mayor que él: no tendría más de dieciocho o diecinueve.
Tenía las orejas grandes y salidas, y un montón de granos.
—¿Qué hacías ahí? —dijo Stan,
abandonando los buenos modales.
—Me caí —contestó Harry.
—¿Para qué? —preguntó Stan, con risa
burlona.
—Es que Harry vio a su
amiga hormiga… —empezó Fred.
—… y como la vio tan
sola… —siguió George.
—Se lanzó al suelo para
darle un abrazo —dijeron los dos a coro.
Los gemelos empezaron a
reír de su broma.
—Silencio, eso no es
gracioso —los regañó Molly.
Y ellos al instante se
callaron, no querían hacer enojar a su madre, porque si no les iría peor.
—No me caí a propósito —contestó Harry
enfadado.
Se había hecho un agujero en la
rodillera de los vaqueros y le sangraba la mano con que había amortiguado la
caída (Lily suspiró). De pronto recordó por
qué se había caído y se volvió para mirar en el callejón, entre el garaje y la
valla. Los faros delanteros del autobús noctámbulo lo iluminaban y era evidente
que estaba vacío.
—Qué extraño —comentó
Terry.
—¿Qué miras? —preguntó Stan.
—Había algo grande y negro —explicó
Harry, señalando dubitativo—. Como un perro enorme…
Los merodeadores
sonrieron.
Se volvió hacia Stan, que tenía la boca
ligeramente abierta. No le hizo gracia que se fijara en la cicatriz de su
frente.
—¿Qué es lo que tienes en la frente?
—preguntó Stan.
—Siempre la misma
pregunta —dijo Bill.
Harry asintió.
James y Lily miraron a su
hijo, no les gustaba esa cicatriz temían que esa marca conllevara a algo mucho
más peligroso, aunque en su momento le salvara la vida, no les gustaba.
—Nada —contestó Harry, tapándose la
cicatriz con el pelo. Si el Ministerio de Magia lo buscaba, no quería ponerles
las cosas demasiado fáciles.
James y Sirius sonrieron.
—¿Cómo te llamas? —insistió Stan.
—Neville Longbottom —respondió Harry (Harry al instante dio una mirada de disculpa a su amigo.
A lo que Neville parpadeó varias veces para luego hablar: “¿Usaste mi nombre
para escapar del Ministerio? ¡Genial!”. Esa exclamación sorprendió a muchos,
pero nadie comento nada), dando el primer nombre que le vino a la
cabeza—. Así que… así que este autobús… —dijo con rapidez, esperando desviar la
atención de Stan—. ¿Has dicho que va a donde yo quiera?
—Sí —dijo Stan con orgullo—. A donde
quieras, siempre y cuando haya un camino por tierra. No podemos ir por debajo
del agua. Nos has dado el alto, ¿verdad? —dijo, volviendo a ponerse suspicaz—.
Sacaste la varita y… ¿verdad?
—Pues aunque no lo haya
hecho, será mejor que suba, digo es mejor que quedarse en la calle —comentó
Ted, aun emocionado por enterarse que su hija pertenecía a la misma casa que
él.
—Sí —respondió Harry con prontitud—.
Escucha, ¿cuánto costaría ir a Londres?
—Once sickles
—dijo Stan—. Pero por trece te damos además una taza de
chocolate y por quince una bolsa de agua caliente y un cepillo de dientes del
color que elijas.
—Aunque con la velocidad
que va, es recomendable no tomar el chocolate caliente —dijo Harry.
Harry rebuscó otra vez en el baúl, sacó
el monedero y entregó a Stan unas monedas de plata. Entre los dos cogieron el
baúl, con la jaula de Hedwig encima,
y lo subieron al autobús.
No había asientos; en su lugar; al lado
de las ventanas con cortinas, había media docena de camas de hierro. A los
lados de cada una había velas encendidas que iluminaban las paredes revestidas
de madera.
Un brujo pequeño con gorro de dormir
murmuró en la parte trasera:
—Ahora no, gracias: estoy escabechando
babosas. —Y se dio la vuelta, sin dejar de dormir.
—Adorable —dijo James con
burla—. Aún recuerdo que hace ya varias noches Canuto dijo entre sueños: Seré tu esclavo, Marlene, pero se mi novia.
—¡Cállate, Cornamenta!
—gritó Sirius.
El trío de oro, miró al
aludido con sorpresa.
—¿Marlene? ¿Quién es
Marlene? —preguntó Harry, acomodándose sus lente.
—La única chica que se le
resiste a Sirius —respondió Remus, con una sonrisita en sus labios.
—Tú también cállate,
Lunático —volvió gritar Sirius, pero esta vez estaba un poco sonrojado, algo
raro en él definitivamente.
—Y yo que creí que eras
un alma libre, Sirius —se burló Ron.
James y Remus rieron,
pero luego de unos minutos los demás se le unieron.
—Así —dijo Sirius un poco
avergonzado de que se rían de él—, porque mejor no hablamos de Emmeline Vance, la NOVIA de Lunático —gritó recalcando la
palabra “novia”.
El aludido dejo de reír y se sonrojo,
los demás también dejaron de reír para escuchar bien el chisme.
Mientras que Hermione tenía
ligeramente el ceño fruncido.
Cálmate, Hermione, cálmate. Recuerda
que Remus te dijo que él nunca había tenido una relación con Emmeline, se decía
la castaña.
Flashback
Hermione y Remus se encontraban en La
Madriguera, solo faltaba unos par de días para regresar a Hogwarts —donde
Hermione cursaría su sexto curso—. El ambiente se sentía lleno de incomodidad
desde que Hermione beso por primera vez a su ex profesor.
La castaña se acercó a Remus cuando
vio que este se encontraba solo.
—Remus… —empezó Hermione, pero Remus
la interrumpió.
—Hermione, por favor ahora no, no
insistas con lo mismo, entiende que no soy bueno para ti —la miró seriamente—,
soy un licántropo.
—Que seas un licántropo, no significa
que seas indigno de ser amado —Remus sintió como su corazón se aceleraba al
escuchar esas palabras—, y yo te amo.
—No sabes lo que dices —alegó Remus,
obligando a su corazón dejar de sentir ese pequeño cosquilleo.
—Claro que lo sé, no soy tonta —la
chica hizo una pausa—, ¿es que acaso tú no me quieres? —preguntó con timidez.
Remus la miró a los ojos. Las orbes
miel de Remus se encontraron con las orbes chocolates de Hermione por varios
segundos.
—Claro que te quiero, pero no de la
forma que tú deseas, Hermione.
Hermione sintió que su corazón sufría
una fractura por las palabras de Remus.
—¿Estás enamorado de Nimphadora,
cierto? —le preguntó en un susurró.
—No, de donde sacas tal cosa
—respondió Remus. Aunque claro, él tenía con Nimphadora el mismo problema que con
Hermione. Pero la diferencia era que por la pelirrosa no sentía absolutamente
nada, solo amistad, pero por Hermione, aun no sabía definir que sentía por
ella, o solo trataba de negarse a sí mismo sobre sus verdaderos sentimientos.
—¿Entonces estás enamorado de
Emmeline Vance? —volvió a preguntar.
—Emmeline es solo una compañera en la
Orden, así como lo fue cuando iba a Hogwarts. Y nunca tendría nada ver con
ella, ni con Nimphadora —luego de aclarar eso, dio media vuelta y salió de la
casa.
Hermione no lo siguió, pero una
esperanza creció dentro de ella, al escuchar que había descartado tener una
relación con Emmeline y con Nimphadora.
Pero sobre tener una relación con
ella no dijo nada.
Fin
de Flashback
—Emmeline no es mi novia, Sirius,
ella solo es mi amiga —aclaró el licántropo, sacando de sus recuerdos a
Hermione.
—Pero ella está enamorada de ti
—contraatacó el animago.
Remus ya no dijo nada más. Miró al
frente y se encontró con la mirada de Hermione, quien le sonreía, él también le
sonrió.
—La tuya es ésta —susurró Stan,
metiendo el baúl de Harry bajo la cama que había detrás del conductor; que
estaba sentado ante el volante—. Éste es nuestro conductor; Ernie Prang. Éste
es Neville Longbottom, Ernie.
—¿Ernie Prang? ¿Aún
seguía vivo en esa época? —preguntó con sorpresa James—, pero si ya debería de
tener como unos mil años.
—No seas exagerado, James
—lo reprendió Lily.
Ernie Prang, un brujo anciano que
llevaba unas gafas muy gruesas, le hizo un ademán con la cabeza. Harry volvió a
taparse la cicatriz con el flequillo y se sentó en la cama.
—Vámonos, Ernie —dijo Stan, sentándose
en su asiento, al lado del conductor.
—Y ahí empieza lo bueno
—dijo Charlie.
Se oyó otro estruendo y al momento Harry
se encontró estirado en la cama, impelido hacia atrás por la aceleración del
autobús noctámbulo. Al incorporarse miró por la ventana y vio, en medio de la
oscuridad, que pasaban a velocidad tremenda por una calle irreconocible. Stan
observaba con gozo la cara de sorpresa de Harry.
—Aquí estábamos antes de que nos dieras
el alto —explicó—. ¿Dónde estamos, Ernie? ¿En Gales?
—Sí —respondió Ernie.
—¿Cómo es que los muggles no oyen el
autobús? —preguntó Harry.
—¿Ésos? —respondió Stan con desdén—. No
saben escuchar; ¿a qué no? Tampoco saben mirar. Nunca ven nada.
—Ese chico debería cuidar
su forma de hablar —dijo Lily, visiblemente ofendida por la manera de hablar de
los muggles—, o de lo contrario podría meterse en muchos problemas.
—Y sí que se metió en
problemas susurró Harry.
—Vete a despertar a la señora Marsh
—ordenó Ernie a Stan—. Llegaremos a Abergavenny en un minuto.
Stan pasó al lado de la cama de Harry y
subió por una escalera estrecha de madera. Harry seguía mirando por la ventana,
cada vez más nervioso. Ernie no parecía dominar el volante. El autobús
noctámbulo invadía continuamente la acera, pero no chocaba contra nada. Cuando
se aproximaba a ellos, los buzones, las farolas y las papeleras se apartaban y
volvían a su sitio en cuanto pasaba.
—Vaya, parece sencillo
conducir ese autobús —comentó George.
—Sí, tal vez algún día
nosotros también podríamos conducirlo —dijo Fred.
A Molly casi se le salen
los ojos de las orbitas al escuchar a sus hijos.
—Ni se les ocurra —los
amenazó apuntándoles con el dedo.
Stan reapareció, seguido por una bruja
ligeramente verde arropada en una capa de viaje.
—Hemos llegado, señora Marsh —dijo Stan
con alegría, al mismo tiempo que Ernie pisaba a fondo el freno, haciendo que
las camas se deslizaran medio metro hacia delante. La señora Marsh se tapó la
boca con un pañuelo y se bajó del autobús tambaleándose. Stan le arrojó el
equipaje y cerró las portezuelas con fuerza (Que
grosero, comentó Katie). Hubo otro estruendo y volvieron a encontrarse
viajando a la velocidad del rayo, por un camino rural, entre árboles que se
apartaban.
Harry no habría podido dormir aunque
viajara en un autobús que no hiciera aquellos ruidos ni fuera a tal velocidad (En realidad nadie hubiera podido dormir, dijo Hermione).
Se le revolvía el estómago al pensar en lo que podía ocurrirle, y en si los
Dursley habrían conseguido bajar del techo a tía Marge.
—No creo que tus tíos
hayan podido bajarla —dijo Arthur.
Stan había abierto un ejemplar de El
Profeta y lo leía con la lengua entre los
dientes. En la primera página, una gran fotografía de un hombre con rostro
triste y pelo largo y enmarañado le guiñaba a Harry un ojo, lentamente. A Harry
le resultaba extrañamente familiar.
—¿Quién era ese hombre?
—le preguntó Lily a su futuro hijo.
—Sirius Black —susurró
Seamus a Dean, recordando su tercer curso.
—Ah, pues… —murmuró
Harry.
—Ahora lo dirán —dijo
Ron.
Draco al notar la
incomodad del ojiverde continuó leyendo.
—¡Ese hombre! —dijo Harry, olvidando
por unos momentos sus problemas—. ¡Salió en el telediario de los muggles!
Stan volvió a la primera página y rió
entre dientes.
—Es Sirius Black —asintió—. Por
supuesto que ha salido en el telediario muggle, Neville. ¿Dónde has estado este
tiempo?
Sirius
se quedó en shock, no movía ni un musculo. James, Remus, Lily, Andrómeda, Ted,
Frank, Alice, los Prewett, los esposos Weasley y todos los del pasado quedaron
muy sorprendidos por lo que se acababan de enterar.
Lily
y Andrómeda miraban al animago con lastima por su futuro.
—¿Yo?
—murmuró Sirius, cuando recobró nuevamente el habla—, ¿yo soy el peligroso
prófugo? —preguntó mirando a Harry.
—Esa
es una estupidez —gruñó James—, Canuto no puede ser ese tipo que buscan… él no…
—el pelinegro se cortó, no siguió hablando, todo eso le parecía tan imposible.
—Claro
que no, James —dijo Remus—, Sirius no pudo hacer nada para que lo metan a
Azkaban.
Snape
miró despectivamente a Sirius.
Es
un estúpido, arrogante de lo peor y lo odio, pero muy en el fondo reconozco que
ese no haría nada malo, pensaba Snape
con el ceño fruncido.
—Yo
tampoco creo que Sirius haya hecho algo malo —dijo Lily.
—Ni
yo —dijeron a la ver Andrómeda y Alice.
—¿Qué
fue lo que hice para que me encerraran? —preguntó Sirius a Harry, ya dando por
hecho que en un futuro estaría refundido en Azkaban.
Harry
le devolvió la mirada a su padrino, y se debatía entre contarle todo o no.
Hermione
que sabía las intenciones de su amigo lo detuvo.
—No
podemos decirle nada, Harry. Aun no es el momento.
—Tengo
derecho a saber —dijo seriamente Sirius.
—Lo
siento, Sirius, pero aun no debes saberlo —le dijo Hermione—. No ahora.
Sirius
apretó los puños con ira. Pero luego respiró profundo tratando de
tranquilizarse y pensando en que delito pudo cometer para que lo metan a
Azkaban.
Los
demás aún estaban tan enojados como sorprendidos por la noticia. El único que
sonreía con cierta maldad era Lucius.
—Tal
vez te volviste un mortífago —se mofó el rubio.
—¡CIERRA
LA BOCA, MALFOY! —gritó James.
Pero
Lucius ni se inmuto por el grito del Gryffindor, es más sonrió con arrogancia.
Por
otra parte Narcissa no sabía que pensar ante todo el tema de su primo y su
encierro en prisión. Pero definitivamente no le causaba alegría.
Dumbledore
le hizo una seña a Draco para que continuara con la lectura, ya que todos se
encontraban callados.
Volvió a sonreír con aire de
superioridad al ver la perplejidad de Harry. Desprendió la primera página del
diario y se la entregó a Harry.
—Deberías leer más el periódico,
Neville.
Harry acercó la página a la vela y
leyó:
BLACK
SIGUE SUELTO
El Ministerio de Magia confirmó
ayer que Sirius Black, tal vez el más malvado recluso que haya albergado la
fortaleza de Azkaban, aún no ha sido capturado.
Sirius se estremeció al
escuchar hablar de él como un delincuente. Siempre habían hablado de él, pero
se referían como el hijo rebelde de Orión y Walburga, como el mujeriego, el
bromista, el merodeador, pero nunca creyó algún día que hablaran de él como el
prisionero de Azkaban.
«Estamos
haciendo todo lo que está en nuestra mano para volver a apresarlo, y rogamos a
la comunidad mágica que mantenga la calma», ha declarado esta misma mañana el
ministro de Magia Cornelius Fudge. Fudge ha sido criticado por miembros de la
Federación Internacional de Brujos por haber informado del problema al Primer
Ministro muggle. «No he tenido más remedio que hacerlo», ha replicado Fudge,
visiblemente enojado. «Black está loco, y supone un serio peligro para
cualquiera que se tropiece con él, ya sea mago o muggle (Loco sí, pero ¿peligroso?,
definitivamente no, pensaba James). He obtenido
del Primer Ministro la promesa de que no revelará a nadie la verdadera
identidad de Black. Y seamos realistas, ¿quién lo creería si lo hiciera?»
Mientras
que a los muggles se les ha dicho que Black va armado con un revólver (una
especie de varita de metal que los muggles utilizan para matarse entre ellos),
la comunidad mágica vive con miedo de que se repita la matanza que se produjo
hace doce años, cuando Black mató a trece personas con un solo hechizo.
—Eso tiene que ser un
error —dijeron a coro James y Remus.
—¿Qué? ¿Cómo puede ser
que yo matará a trece personas? ¿En verdad me volví tan malvado? —preguntó
Sirius a nadie en particular.
Harry noto que su padrino
se veía tan deprimido, como cuando lo vio por primera vez.
—Claro que no —se
apresuró a contestar Harry.
—Vaya, así que eres un
asesino —dijo Lucius.
Asesino. Esa palabra tensó al
ojigris.
—¡CÁLLATE, PADRE! —gruñó
Draco.
—No eres un asesino
—dijeron los gemelos Weasley.
—Claro que no —dijeron
los demás chicos del futuro.
—Tú eres incapaz de ser
un asesino —le dijo Remus.
Draco decidió volver a
leer.
Harry observó los ojos ensombrecidos de
Black, la única parte de su cara demacrada que parecía poseer algo de vida.
Harry no había visto nunca a un vampiro, pero había visto fotos en sus clases
de Defensa Contra las Artes Oscuras, y Black, con su piel blanca como la cera,
parecía uno.
—¡Merlín! Tanto desmejoro
mi hermoso rostro —dijo Sirius, con una sonrisa extraña.
Todos lo miraron con
sorpresa.
—¿Sirius te encuentras
bien? —le preguntó Lily.
—Él está bien, Lily —le
respondió James.
—Solo que cuando Sirius
está nervioso o preocupado suele hacer bromas sin sentido —secundó Remus.
—Da miedo mirarlo, ¿verdad? —dijo Stan,
que mientras leía el artículo se había estado fijando en Harry.
—¿Mató a trece personas —preguntó
Harry, devolviéndole a Stan la página— con un hechizo?
—Sí —respondió Stan—. Delante de
testigos y a plena luz del día. Causó conmoción, ¿no es verdad, Ernie?
Muchos de los chicos de
futuro, entre ellos Ron, Seamus y Dean asintieron, puesto que en verdad parecía
muy peligroso.
—Sí —confirmó Ernie sombríamente.
Para ver mejor a Harry, Stan se volvió
en el asiento, con las manos en el respaldo.
—Black era un gran partidario de Quien
Tú Sabes —dijo.
—¡¿Qué?! —exclamó
Sirius—, ¡eso sí que no!, ¡primero muerto que ser un mortífago!
—No eras un mortífago
—aseguraron el trío de oro.
—¿Quién? ¿Voldemort? —dijo Harry sin
pensar.
Stan palideció hasta los granos. Ernie
dio un giro tan brusco con el volante que tuvo que quitarse del camino una
granja entera para esquivar el autobús.
—¿Te has vuelto loco? —gritó Stan—.
¿Por qué has mencionado su nombre?
—Lo siento —dijo Harry con prontitud—.
Lo siento, se… se me olvidó.
—Es absurdo temerle a un
nombre —dijo Hermione rodando los ojos.
—¡Que se te olvidó! —exclamó Stan con
voz exánime—. ¡Caramba, el corazón me late a cien por hora!
—Entonces… entonces, ¿Black era
seguidor de Quien Tú Sabes? —soltó Harry como disculpa.
—Sí —confirmó Stan, frotándose todavía
el pecho—. Sí, exactamente. Muy próximo a Quien Tú Sabes, según dicen… De cualquier
manera, cuando el pequeño Harry Potter acabó con Quien Tú Sabes (Harry volvió a
aplastarse el pelo contra la cicatriz), todos los seguidores de Quien Tú Sabes
fueron descubiertos (No todos, dijo Moody mirando
con recelo a Lucius), ¿verdad, Ernie? Casi todos sabían que la historia
había terminado una vez vencido Quien Tú Sabes, y se volvieron muy prudentes.
Pero no Sirius Black. Según he oído, pensaba ser el lugarteniente de Quien Tú
Sabes cuando llegara al poder (¿Qué clase de idiota
podría creer eso?, resopló James. Sirius estaba serio). El caso es que
arrinconaron a Black en una calle llena de muggles, Black sacó la varita y de
esa manera hizo saltar por los aires la mitad de la calle. Pilló a un mago y a
doce muggles que pasaban por allí (Eso más suena a
lo que haría la loca de Bellatrix, dijo Sirius. A lo que Andrómeda y Narcissa
asintieron, puesto que conocían perfectamente el actuar de su hermana mayor).
Horrible, ¿no? ¿Y sabes lo que hizo Black entonces? —prosiguió Stan con un
susurro teatral.
—¿Qué? —preguntó Harry.
—Reírse —explicó Stan—. Se quedó allí
riéndose. Y cuando llegaron los refuerzos del Ministerio de Magia, dejó que se
lo llevaran como si tal cosa, sin parar de reír a mandíbula batiente. Porque
está loco, ¿verdad, Ernie? ¿Verdad que está loco?
Harry comprendía a su
padrino. ¿Cómo esperaban que actuase Sirius? Cuando uno de sus mejores amigos
resulta ser un traicionero, que no solo mato a todas esas personas, sino que
por su culpa sus otros mejores amigos habían muerto y luego al verse solo hay
al medio de la calle con todas esas personas muertas y los aurores que ya
habían llegado a su encuentro. Pues entro en shock.
—¿Un mago? ¿Quién era ese
mago? —preguntó Moody, pero nadie respondió.
—Si no lo estaba cuando lo llevaron a
Azkaban, lo estará ahora —dijo Ernie con voz pausada—. Yo me maldeciría a mí
mismo si tuviera que pisar ese lugar, pero después de lo que hizo le estuvo
bien empleado.
—Les dio mucho trabajo encubrirlo todo,
¿verdad, Ernie? —dijo Stan—. Toda la calle destruida y todos aquellos muggles
muertos. ¿Cuál fue la versión oficial, Ernie?
—Una explosión de gas —gruñó Ernie.
—Sí lo encubrieron todo
—dijo Ron—, pero como el ministro es maldito bastardo no hicieron las
averiguaciones necesarias, solo…
—Ya, Ron —lo calló
Hermione, antes de que siga hablando de más.
—¿Qué querías decir, Ron?
—preguntó Remus.
—Que el ministerio hace
cualquier cosa, menos cumplir con su trabajo —respondió Harry.
—Y ahora está libre —dijo Stan
volviendo a examinar la cara demacrada de Black, en la fotografía del
periódico—. Es la primera vez que alguien se fuga de Azkaban, ¿verdad, Ernie?
No entiendo cómo lo ha hecho. Da miedo, ¿no? No creo que los guardias de
Azkaban se lo pusieran fácil, ¿verdad, Ernie?
Ernie se estremeció de repente.
—Vaya, eres famoso,
Sirius —comentó Gideon.
Sirius frunció el ceño,
no entendía porque era famoso.
—Claro, eres el único
prisionero que logró escapar de Azkaban, burlando a los dementores —dijo
Fabian.
Sirius parpadeó.
—Es cierto —dijo Sirius,
mejorando un poco su ánimo.
James y Remus ya
imaginaban como había logrado escapar Sirius de Azkaban, pero se preguntaban
porque no lo había hecho antes.
Sirius se hacia la misma
pregunta, y sobre todo cual fue el motivo para tomar la decisión de escapar,
aparte de no soportar el lugar, claro está.
—Sé buen chico y cambia de
conversación. Los guardias de Azkaban me ponen los pelos de punta.
Stan retiró el periódico a
regañadientes, y Harry se reclinó contra la ventana del autobús noctámbulo,
sintiéndose peor que nunca. No podía dejar de imaginarse lo que Stan contaría a
los pasajeros noches más tarde: «¿Has oído lo de ese Harry Potter? Hinchó a su
tía como si fuera un globo. Lo tuvimos aquí, en el autobús noctámbulo, ¿verdad,
Ernie? Trataba de huir…»
—Eres un poquito
exagerado —comentó Luna.
Harry había infringido las leyes
mágicas, exactamente igual que Sirius Black. ¿Inflar a tía Marge sería
considerado lo bastante grave para ir a Azkaban? (No,
es imposible que te llevaran a Azkaban solo por eso, aparte eras menor de edad,
dijo Lee) Harry no sabía nada acerca de la prisión de los magos, aunque
todos a cuantos había oído hablar sobre ella empleaban el mismo tono aterrador.
Hagrid, el guardabosques de Hogwarts, había pasado allí dos meses el curso
anterior (Mi peor época, dijo Hagrid recordando
esos días encerrado). Tardaría en olvidar la expresión de terror que
puso cuando le dijeron adónde lo llevaban, y Hagrid era una de las personas más
valientes que conocía.
—Muchas gracias, Harry
—dijo Hagrid con los ojos negros brillantes.
Harry asintió.
El autobús noctámbulo circulaba en la
oscuridad echando a un lado los arbustos, las balizas, las cabinas de teléfono,
los árboles, mientras Harry permanecía acostado en el colchón de plumas,
deprimido. Después de un rato, Stan recordó que Harry había pagado una taza de
chocolate caliente, pero lo derramó todo sobre la almohada de Harry con el
brusco movimiento del autobús entre Anglesea y Aberdeen (Definitivamente no es buena idea tomar vender chocolate caliente en
ese autobús, comentó Susan). Brujos y brujas en camisón y zapatillas
descendieron uno por uno del piso superior; para abandonar el autobús. Todos
parecían encantados de bajarse.
—Quien no —susurró Ron.
Al final sólo quedó Harry.
—Bien, Neville —dijo Stan, dando
palmadas—, ¿a qué parte de Londres?
—Al callejón Diagon —respondió Harry.
—De acuerdo —dijo Stan—, agárrate
fuerte…
PRUMMMMBBB.
Lily hizo una mueca, no
le gustaba esas exclamaciones.
Circularon por Charing Cross como un
rayo. Harry se incorporó en la cama, y vio edificios y bancos apretujándose
para evitar al autobús. El cielo aclaraba. Reposaría un par de horas, llegaría
a Gringotts a la hora de abrir y se iría, no sabía dónde.
Ernie pisó el freno, y el autobús
noctámbulo derrapó hasta detenerse delante de una taberna vieja y algo sucia,
el Caldero Chorreante, tras la cual estaba la entrada mágica al callejón
Diagon.
—Gracias —le dijo a Ernie. Bajó de un
salto y con la ayuda de Stan dejó en la acera el baúl y la jaula de Hedwig—.
Bueno —dijo Harry—, entonces, ¡adiós!
—Sí, por fin te bajaste
de ese endemoniado autobús —comentó Alice.
Pero Stan no le prestaba atención.
Todavía en la puerta del autobús, miraba con los ojos abiertos de par en par la
entrada enigmática del Caldero Chorreante.
—¿A quién miraba?
—preguntó Ted.
—Es el inútil —respondió
Ron, y Harry no pudo evitar reír.
—¡Ronald! —lo regañó
Molly.
—Con que estás aquí, Harry —dijo una
voz.
Antes de que Harry se pudiera dar la
vuelta, notó una mano en el hombro. Al mismo tiempo, Stan gritó:
—¡Caray! ¡Ernie, ven aquí! ¡Ven aquí!
—Podría ser menos
indiscreto —dijo Lily.
—Lo dudo —respondió
Charlie.
Harry miró hacia arriba para ver quién
le había puesto la mano en el hombro y sintió como si le echaran un caldero de
agua helada en el estómago. Estaba delante del mismísimo Cornelius Fudge, el
ministro de Magia.
—Ya ven, era el inútil
—volvió a decir Ron, y Molly solo negaba con la cabeza.
—¿Pero que hace allí?
—preguntó Frank.
—Pues fingir cumplir con
su trabajo —dijeron los gemelos Weasley.
Stan saltó a la acera, tras ellos.
—¿Cómo ha llamado a Neville, señor
ministro? —dijo nervioso.
Fudge, un hombre pequeño y corpulento
vestido con una capa larga de rayas, parecía distante y cansado.
—¿Neville? —repitió frunciendo el
entrecejo—. Es Harry Potter.
—¡Lo sabía! —gritó Stan con alegría—.
¡Ernie! ¡Ernie! ¡Adivina quién es Neville! ¡Es Harry Potter! ¡Veo su cicatriz!
—Sí —dijo Fudge irritado—. Bien, estoy
muy orgulloso de que el autobús noctámbulo haya transportado a Harry Potter;
pero ahora él y yo tenemos que entrar en el Caldero Chorreante…
Harry suspiró, siempre
era lo mismo, lugar por donde pasaba llamaba la atención y ni siquiera fingir
ser otra persona le sirvió.
—Demasiado alboroto por
nada —susurró Harry.
Fudge apretó más fuerte el hombro de
Harry, y Harry se vio conducido al interior de la taberna. Una figura
encorvada, que portaba un farol, apareció por la puerta de detrás de la barra.
Era Tom, el dueño desdentado y lleno de arrugas.
—¡Lo ha atrapado, señor ministro! —dijo
Tom—. ¿Querrá tomar algo? ¿Cerveza? ¿Brandy?
—Tal vez un té —contestó Fudge, que aún
no había soltado a Harry.
Detrás de ellos se oyó un ruido de
arrastre y un jadeo, y aparecieron Stan y Ernie acarreando el baúl de Harry y
la jaula de Hedwig,
y mirando emocionados a su alrededor.
Los gemelos Wesley
sonrieron.
—Solo faltaba que te
pidieran un autógrafo —dijo Fred.
—O una foto para colgarlo
dentro del autobús —siguió George.
Harry rodó los ojos.
—¿Por qué no nos has dicho quién eras,
Neville? —le preguntó Stan sonriendo, mientras Ernie, con su cara de búho,
miraba por encima del hombro de Stan con mucho interés.
—Y un salón privado, Tom, por favor
—pidió Fudge lanzándoles una clara indirecta.
—Adiós —dijo Harry con tristeza a Stan
y Ernie, mientras Tom indicaba a Fudge un pasadizo que salía del bar.
—¡Adiós, Neville! —dijo Stan.
—Ese chico es idiota
—comentó Sirius, su ánimo iba mejorando—. Ya sabe que eres Harry y te sigue
llamando Neville.
Fudge llevó a Harry por el estrecho
pasadizo, tras el farol de Tom, hasta que llegaron a una pequeña estancia. Tom
chascó los dedos, y se encendió un fuego en la chimenea. Tras hacer una
reverencia, se fue.
—Siéntate, Harry —dijo Fudge, señalando
una silla que había al lado del fuego.
—¿Aquí es donde empieza
esa productiva y maravillosa platica? —ironizó George.
Harry asintió con una sonrisa
irónica.
Harry se sentó. Se le había puesto
carne de gallina en los brazos, a pesar del fuego. Fudge se quitó la capa de
rayas y la dejó a un lado. Luego se subió un poco los pantalones del traje
verde botella y se sentó enfrente de Harry.
—Soy Cornelius Fudge, ministro de
Magia.
—Le queda mejor “el
inútil” que ministro de magia —susurró Ron.
Por supuesto, Harry ya lo sabía. Había
visto a Fudge en una ocasión anterior, pero como entonces llevaba la capa
invisible que le había dejado su padre en herencia, Fudge no podía saberlo.
Tom, el propietario, volvió con un
delantal puesto sobre el camisón y llevando una bandeja con té y bollos. Colocó
la bandeja sobre la mesa que había entre Fudge y Harry, y salió de la estancia
cerrando la puerta tras de sí.
—Bueno, Harry —dijo Fudge, sirviendo el
té—, no me importa confesarte que nos has traído a todos de cabeza. ¡Huir de
esa manera de casa de tus tíos! Había empezado a pensar… (Harry rodó los ojos) Pero estás a salvo y eso es
lo importante.
—¿A salvo? ¿De qué? —preguntó
Remus.
—No deberían prestar
mucha atención a Fudge, es un inútil, ya lo dije —recalcó el pelirrojo.
—Estamos de acuerdo
contigo, pequeño Ronnie —dijeron los gemelos.
Ron frunció el ceño, odia
cuando sus hermanos lo llamaban “pequeño Ronnie”.
Fudge se untó un bollo con mantequilla
y le acercó el plato a Harry.
—Come, Harry, pareces desfallecido.
Ahora… te agradará oír que hemos solucionado la hinchazón de la señorita
Marjorie Dursley. Hace unas horas que enviamos a Privet Drive a dos miembros
del departamento encargado de deshacer magia accidental. Han desinflado a la
señorita Dursley y le han modificado la memoria. No guarda ningún recuerdo del
incidente. Así que asunto concluido y no hay que lamentar daños.
—Me preguntó, ¿si era
algo tan sencillo, que hace el ministro allí? —preguntó Arthur.
Los demás también se
hacían la misma pregunta, pero nadie respondió así que la lectura continuó.
Fudge sonrió a Harry por encima del
borde de la taza. Parecía un tío contemplando a su sobrino favorito (Que extraño, dijeron los merodeadores). Harry,
que no podía creer lo que oía, abrió la boca para hablar; pero no se le ocurrió
nada que decir; así que la volvió a cerrar.
—¡Ah! ¿Te preocupas por la reacción de
tus tíos? —añadió Fudge—. Bueno, no te negaré que están muy enfadados, Harry,
pero están dispuestos a volver a recibirte el próximo verano, con tal de que te
quedes en Hogwarts durante las vacaciones de Navidad y de Semana Santa.
—Es lo que siempre hace
—dijeron los Weasley.
Harry carraspeó.
—Siempre me quedo en Hogwarts durante
la Navidad y la Semana Santa —observó—. Y no quiero volver nunca a Privet
Drive.
—Sí yo tuviera unos tíos
como ellos, tampoco quisiera volver nunca —comentó Oliver Wood, sintiendo
compasión por Harry.
—Vamos, vamos. Estoy seguro de que no
pensarás así cuando te hayas tranquilizado —dijo Fudge en tono de
preocupación—. Después de todo, son tu familia, y estoy seguro de que sentís un
aprecio mutuo… eh… muy en el fondo.
—Definitivamente muy en
el fondo —dijo Luna.
Harry sonrió levemente.
No se le ocurrió a Harry desmentir a
Fudge. Quería oír cuál sería su destino.
—Así que todo cuanto queda por hacer
—añadió Fudge untando de mantequilla otro bollo— es decidir dónde vas a pasar
las dos últimas semanas de vacaciones. Sugiero que cojas una habitación aquí,
en el Caldero Chorreante, y…
—Un momento —interrumpió Harry—. ¿Y mi
castigo?
—¿Castigo? —preguntaron
unos perplejos gemelos Prewett.
—Prácticamente estás a
salvo, ¿y tú pides un castigo? —preguntó Sirius con una sonrisita—. Pero si esa
mujer se merecía lo que le hiciste.
Esa moralidad lo heredo
de la pelirroja, pensó Sirius.
Fudge parpadeó.
—¿Castigo?
—¡He infringido la ley! ¡El Decreto
para la moderada limitación de la brujería en menores de edad!
—No puedo creerlo —dijo
Blaise Zabini hablando por primera vez en lo que llevaba del capítulo—. ¿En
verdad pedías un castigo? —el Slytherin miró perplejo a Harry—. Creo que eres
un tonto, Potter.
Los merodeadores y Lily
miraron mal al chico.
—Solo quería que me
pasaría, además un dicho muggle dice: “al mal paso darle prisa” —se trató de
defender el ojiverde.
—¡No te vamos a castigar por una
tontería como ésa! —gritó Fudge, agitando con impaciencia la mano que sostenía
el bollo—. ¡Fue un accidente! ¡No se envía a nadie a Azkaban sólo por inflar a
su tía!
Pero aquello no cuadraba del todo con
el trato que el Ministerio de Magia había dispensado a Harry anteriormente.
—Ni con lo que paso un
par de años después —comentó Neville.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—preguntó Lily.
—Nada que tenga solución
—respondió Luna.
—¡El año pasado me enviaron una
amonestación oficial sólo porque un elfo doméstico tiró un pastel en la casa de
mi tío! —exclamó Harry arrugando el entrecejo—. ¡El Ministerio de Magia me
comunicó que me expulsarían de Hogwarts si volvía a utilizarse magia en aquella
casa!
Si a Harry no le engañaban los ojos,
Fudge parecía embarazado.
Los gemelos Weasley
soltaron una risa sarcástica.
—Las circunstancias cambian, Harry…
Tenemos que tener en cuenta… Tal como están las cosas actualmente… No querrás
que te expulsemos, ¿verdad?
—¿Quién querría eso? —dijo
Hermione.
—Por supuesto que no —dijo Harry.
—Bueno, entonces, ¿por qué protestas?
—dijo Fudge riéndose, sin darle importancia—. Ahora cómete un bollo, Harry,
mientras voy a ver si Tom tiene una habitación libre para ti.
Fudge salió de la estancia con paso
firme, y Harry lo siguió con la mirada. Estaba sucediendo algo muy raro. ¿Por
qué lo había esperado Fudge en el Caldero Chorreante si no era para castigarlo
por lo que había hecho? (Ahora ya lo sabemos, susurró
Ron) Y pensando en ello, seguro que no era normal que el mismísimo
ministro de Magia se encargara de problemas como la utilización de la magia por
menores de edad.
—Ese es un buen punto —dijo
Moody pensativamente.
Fudge regresó acompañado por Tom, el
tabernero.
—La habitación 11 está libre, Harry —le
comunicó Fudge—. Creo que te encontrarás muy cómodo. Sólo una petición (y estoy
seguro de que lo entenderás): no quiero que vayas al Londres muggle, ¿de
acuerdo? No salgas del callejón Diagon. Y tienes que estar de vuelta cada tarde
antes de que oscurezca. Supongo que lo entiendes. Tom te vigilará en mi nombre.
—Demasiadas indicaciones,
¿no? —dijo Lily.
—Pero ¿por qué? —preguntó
Alice.
—Por el supuesto prisionero
que escapo —dijo Ron, sin nada de tacto como era su costumbre.
—¡Ron! —lo regañó
Hermione.
—¿Qué? ¿Todas esas
indicaciones y que ese Tom vigilara a Harry es porque temen que yo le haga
daño? —preguntó un Sirius sumamente enfadado—. Yo nunca lo lastimaría, es el
hijo de Cornamenta y la pelirroja —agregó.
—Sabemos que no le harías
daño, pero ellos pensaban que si lo harías —respondió Ginny.
—¿Pero por qué piensan
que le haré daño? No tiene sentido —volvió a preguntar Sirius.
Nadie respondió, pero ese
silencio le daba muy mala espina a James y a Remus, puesto que no sabían que más
ocultaban acerca del encierro de Sirius.
—De acuerdo —respondió Harry—. Pero
¿por qué…?
—No queremos que te vuelvas a perder
—explicó Fudge, riéndose con ganas—. No, no… mejor saber dónde estás… Lo que
quiero decir…
Fudge se aclaró ruidosamente la
garganta y recogió su capa.
—Me voy. Ya sabes, tengo mucho que
hacer.
—Sí, claro —ironizaron
los gemelos Weasley.
—¿Han atrapado a Black? —preguntó
Harry.
Sirius frunció el ceño.
—Lo siento, pero en ese
tiempo ni siquiera sabía quién eras tú en verdad —se disculpó Harry.
—Comprendo —dijo el
ojigris.
Los dedos de Fudge resbalaron por los
broches de plata de la capa.
—¿Qué? ¿Has oído algo? Bueno, no. Aún
no, pero es cuestión de tiempo. Los guardias de Azkaban no han fallado nunca,
hasta ahora… Y están más irritados que nunca. —Fudge se estremeció
ligeramente—. Bueno, adiós.
Alargó la mano y Harry, al estrecharla,
tuvo una idea repentina.
—¿Qué idea? —preguntó
Andrómeda.
—Solo diré que no
funciono —respondió el pelinegro, mirando de reojo a Andrómeda y aun sorprendiéndose
por el parecido que tenía con su desquiciada hermana Bellatrix.
—¡Señor ministro! ¿Puedo pedirle algo?
—Por supuesto —sonrió Fudge.
—Los de tercer curso, en Hogwarts, tienen
permiso para visitar Hogsmeade, pero mis tíos no han firmado la autorización.
¿Podría hacerlo usted?
Lily y James se sintieron
apenados por su futuro hijo.
—Ya veo porque no
funciono —dijo Percy—, podría ser el ministro, pero no era tu tutor.
Fudge parecía incómodo.
—Ah —exclamó—. No, no, lo siento mucho,
Harry. Pero como no soy ni tu padre ni tu tutor…
—Pero usted es el ministro de Magia
—repuso Harry—. Si me diera permiso…
—No. Lo siento, Harry, pero las normas
son las normas —dijo Fudge rotundamente—. Quizá puedas visitar Hogsmeade el
próximo curso. De hecho, creo que es mejor que no… Sí. Bueno, me voy. Espero
que tengas una estancia agradable aquí, Harry.
—Se nota claramente que está
ocultando algo —dijo Ted.
Por su parte Dumbledore estaba
pensativo; él también sospechaba que Fudge ocultaba algo, y sabía que una parte
era por Sirius Black.
Y con una última sonrisa, salió de la
estancia. Tom se acercó a Harry sonriendo.
—Si quiere seguirme, señor Potter… Ya
he subido sus cosas…
Harry siguió a Tom por una escalera de
madera muy elegante hasta una puerta con un número 11 de metal colgado en ella.
Tom la abrió con la llave para que Harry pasara.
Dentro había una cama de aspecto muy
cómodo, algunos muebles de roble con mucho barniz, un fuego que crepitaba
alegremente y, encaramada sobre el armario…
—¡Hedwig!
—exclamó Harry.
—La lechuza regreso —comentó
Gideon.
La blanca lechuza dio un picotazo al
aire y se fue volando hasta el brazo de Harry.
—Tiene una lechuza muy lista —dijo Tom
con una risita—. Ha llegado unos cinco minutos después de usted. Si necesita
algo, señor Potter; no dude en pedirlo.
Harry sonrió con
nostalgia al recordar a su amada lechuza.
Volvió a hacer una inclinación, y
abandonó la habitación.
Harry se sentó en su cama durante un
rato, acariciando a Hedwig y
pensando en otras cosas. El cielo que veía por la ventana cambió rápidamente
del azul intenso y aterciopelado a un gris frío y metálico, y luego, lentamente,
a un rosa con franjas doradas. Apenas podía creer que acabara de abandonar
Privet Drive hacía sólo unas horas, que no hubiera sido expulsado y que tuviera
por delante la perspectiva de pasar dos semanas sin los Dursley.
—Eso si es bueno —dijeron
los gemelos Prewett.
—Ha sido una noche muy rara, Hedwig
—dijo bostezando.
Y sin siquiera quitarse las gafas, se
desplomó sobre la almohada y se quedó dormido.
—Fin del capítulo —anunció
Draco, con su característica voz aristócrata y varonil.
—Muchas gracias, señor Malfoy —dijo Dumbledore.
Gracias por actualizar, me gusto el capitulo, quería saber como reaccionaba sirius con toda la noticia, me gusto, por e de sirius durante todo el libro lo tildan de asesino, me encantó esa parte del recuerdo de Hermione, de a poco se va formando la historia de ellos, ya quiero saber que más va a pasar, ya quiero que aparezca remus y saber cómo será el contacto entre ellos, quiero saber si cambiarás algo del libro en el momento en que se conozcan, bueno eso, nos leemos pronto, me gusto bastante el capitulo, ojala no demores tanto en actualizar y que te vaya muy bien en tus estudios
ResponderEliminarMuy bueno!!!👏👏
ResponderEliminarEres increible sigue actualizandola
ResponderEliminar!!Spy tu fan¡¡
Hola! Vaya no pudiste responder mi pregunta mas directamente , XDDD .
ResponderEliminarBueno, estaba esperando este capitulo, en la parte que Sirius se entera de la "verdad", lo hiciste como lo espere; me gusto mucho como lo manejaste en esa parte.
Nos vemos en la próxima actualización.
Besos c:
Esta genial
ResponderEliminarsiguela pliss
¡Por Merlín! me fascino este capitulo, sobre todo el recuerdo de Hermione y Remus
ResponderEliminarespero la pronta actualizacion
besos
Estoy deseando leer más este libro es mi favorito
ResponderEliminarme dejastes sin palabras, por favor actualiza pronto
ResponderEliminarbesos