—Obviamente porque todos
están ansiosos por saber de la Cámara —respondió Angelina, cambian de página.
Se aclaró la garganta y
leyó:
—“El club de duelo”.
—Este capítulo parece ser
interesante. ¿Quiénes se debaten a duelo? —preguntó Sirius.
—Pues el profesor Snape y
Lockhart —respondió Ron al ver que su amigo se quedó callado.
—¿Qué? —dijeron muchos al
unisonó.
Estoy completamente
seguro que yo seré el ganador del duelo, ese idiota no podrá conmigo, pensaba
Snape.
Al despertar Harry la mañana del
domingo, halló el dormitorio resplandeciente con la luz del sol de invierno, y
su brazo otra vez articulado, aunque muy rígido (Lo
bueno es que ya recupero sus huesos, pensaba Lily). Se sentó enseguida y
miró hacia la cama de Colin (Harry se sintió mal
por el triste final del chico), pero estaba oculto tras las largas
cortinas que el propio Harry había corrido el día anterior. Al ver que se había
despertado, la señora Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del
desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Harry el brazo y los dedos.
Eso fue poco molesto,
recordó Harry.
—Todo va bien —le dijo (Lily y Molly suspiraron aliviadas), mientras él
apuraba torpemente con su mano izquierda las gachas de avena—. Cuando termines
de comer, puedes irte.
Harry se vistió lo más deprisa que pudo
y salió precipitadamente hacia la torre de Gryffindor, deseoso de hablar con
Ron y Hermione sobre Colín y Dobby (¡Cuando no!,
exclamó Seamus sonriendo al trío), pero no los encontró allí. Harry dejó
de buscarlos, preguntándose adónde podían haber ido y algo molesto de que no
parecieran interesados en saber si él había recuperado o no sus huesos.
—Si estábamos interesados
—se apresuró a aclarar Hermione, y Ron asintió.
—Solo que en ese momento
estábamos haciendo otra cosa —dijo Ron.
—¿Qué cosa, Ronnie?
—preguntaron Fred y George levantando una ceja con picardía.
—¡Oigan! —los regañó
Hermione entendiendo el doble sentido de las palabras.
Ron se sonrojo hasta las
orejas, y Luna sonreía, no le molestaba la broma de los gemelos porque sabía
perfectamente a quien pertenecían los sentimientos del pelirrojo.
Los merodeadores habían
prestado mayor atención a la pequeña discusión.
—¿Ustedes creen que la
castaña y Ron hayan tenido una relación? —preguntó en susurros Sirius a sus
amigos.
—Yo creo que no
—respondió Remus con seguridad.
—Yo creo que sí —dijo
James, con una sonrisita picara.
—Yo también —apoyó
Sirius—, entonces que dicen apostamos —preguntó, James acepto la puesta y Remus
no quería, pero al final acepto —que sean veinte galeones —concluyó el animago.
Cuando pasó por delante de la
biblioteca, Percy Weasley precisamente salía de ella, y parecía estar de mucho
mejor humor que la última vez que lo habían encontrado.
Ginny rió ligeramente
mirando a su hermano, mientras este se sonrojaba.
—¿Y por qué estabas de
tan buen humor, hermanito? —preguntó Fred.
—Sería acaso por cierta
rubia Ravenclaw. ¿Cómo era que se llamaba? —siguió George.
—No lo sé —mintió Fred.
—Pero Percy solía
llamarla PENNY —terminaron los dos al unisonó, haciendo reír a sus tíos.
—¡Cállense! —rugió Percy
aun sonrojado al recordar a su ex novia.
Angelina decidió continuar
leyendo antes de que se armara una discusión que nadie podría parar.
—¡Ah, hola, Harry! —dijo—. Excelente
jugada la de ayer, realmente excelente (Opino lo
mismo, dijo James con orgullo). Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza
de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!
—Su hermano hablando de
quidditch, es raro —musitó Lee a los gemelos.
—Ese era el poder que
tenía Penélope —contestaron los gemelos.
—¿No has visto a Ron ni a Hermione?
—preguntó Harry.
—Que directo —comentó
Sirius.
—No, no los he visto —contestó Percy,
dejando de sonreír—. Espero que Ron no esté otra vez en el aseo de las chicas…
—Seguramente si estaría
allí —murmuró Arthur.
Harry forzó una sonrisa, siguió a Percy
con la vista hasta que desapareció, y se fue derecho al aseo de Myrtle la
Llorona. No encontraba ningún motivo para que Ron y Hermione
estuvieran allí (¿Acaso ya te olvidaste la poción multijugos?, dijo Dean), pero
después de asegurarse de que no merodeaban por el lugar Filch ni ningún
prefecto, abrió la puerta y oyó sus voces provenientes de un retrete cerrado.
Y antes de que los
gemelos volvieran hacer sus bromas, Hermione los miró con seriedad a los dos. A
lo que ellos solo pusieron cara de inocencia.
—Soy yo —dijo, entrando en los lavabos
y cerrando la puerta. Oyó un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y
un grito ahogado, y vio a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.
—Tenían que haber sido
más precavidos, que tal si no hubiera sido Potter quien los encontraba —gruñó
Ojoloco.
Hermione y Ron se miraron.
—Bueno, para la próxima
seremos más precavidos —aceptó Ron.
—¿La próxima? —preguntó
Molly con el ceño fruncido.
—Fue solo un decir
—respondió Hermione sacando de un apuro a su amigo. A lo que Molly se quedó
mirando a su hijo menor por un rato.
—¡Harry! —dijo ella—. Vaya susto que
nos has dado. Entra. ¿Cómo está tu brazo?
—Bien —dijo Harry, metiéndose en el
retrete. Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que
provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero (A los Slytherin no les gustaba nada esto porque sabían
que el trío habían logrado hacer la poción y entonces también habían logrado
entras a su sala común). Prender fuegos transportables y sumergibles era
la especialidad de Hermione.
—Al parecer Hermione es
brillante en todo —comentó Remus mirando de reojo a la chica.
Esta se sonrojo y le
dedico una sonrisa tímida a su futuro esposo.
—Pensamos ir a verte, pero decidimos
comenzar a preparar la poción multijugos
—le explicó Ron, después de que Harry cerrara de nuevo la puerta del retrete—.
Hemos pensado que éste es el lugar más seguro para guardarla.
—Por supuesto —dijo
McGonagall—, ni siquiera yo lo hubiera imaginado.
Albus Dumbledore sonrió
por la astucia del trío.
Harry empezó a contarles lo de Colin, pero
Hermione lo interrumpió.
—Ya lo sabemos, oímos a la profesora
McGonagall hablar con el profesor Flitwick esta mañana. Por eso pensamos que
era mejor darnos prisa.
—¿Esos chicos siempre
para alerta? —preguntó McGonagall.
—Siempre —respondió
Hagrid con una sonrisa en su grande rostro.
—Cuanto antes le saquemos a Malfoy una
declaración, mejor —gruñó Ron—. ¿No piensas igual? Se ve que después del
partido de quidditch estaba tan sulfurado que la tomó con
Colin.
Draco rodó los ojos.
¿Cuántas veces más tengo que
decir que no era yo el que hacia todo eso?, pensaba el rubio.
—Hay alguien más —dijo Harry,
contemplando a Hermione, que partía manojos de centinodia
y los echaba a la poción—. Dobby vino en mitad de la noche a
hacerme una visita.
Ron y Hermione levantaron la mirada,
sorprendidos. Harry les contó todo lo que Dobby le había dicho… y lo que no le
había querido decir. Ron y Hermione lo escucharon con la boca abierta.
—¿La Cámara de los Secretos ya fue
abierta antes? —le preguntó Hermione.
—Sí, por desgracia sí
—murmuró Hagrid.
—Es evidente —dijo Ron con voz de
triunfo—. Lucius Malfoy abriría la cámara en sus tiempos de estudiante y ahora
le ha explicado a su querido Draco cómo hacerlo (En
mi tiempo en Hogwarts la Cámara no fue abierta, Weasley, aclaró Lucius. A lo
que el trío contestó con un: “Lo sabemos”). Está claro. Sin embargo, me
gustaría que Dobby te hubiera dicho qué monstruo hay en ella. Me gustaría saber
cómo es posible que nadie se lo haya encontrado merodeando por el colegio.
—Eso todos lo queremos
saber —dijo Sirius, pensativamente.
—Quizá pueda volverse invisible —dijo
Hermione, empujando unas sanguijuelas hacia el fondo del caldero—. O quizá
pueda disfrazarse, hacerse pasar por una armadura o algo así. He leído algo
sobre fantasmas camaleónicos…
—¿En serio pensabas que
se trataba de un fantasma? —preguntó Andrómeda a Hermione.
—Eso era lo único que se
me ocurría en ese momento —contestó.
—Pero los fantasmas no
podrían herir a ningún ser con vida —dijo Snape, y muy a su pesar James y
Sirius tuvieron que asentir.
—Lees demasiado, Hermione —le dijo Ron,
echando crisopos encima de las sanguijuelas. Arrugó la bolsa vacía de los
crisopos y miró a Harry—. Así que fue Dobby el que no nos dejó coger el tren y
el que te rompió el brazo… —Movió la cabeza—. ¿Sabes qué, Harry? Si no deja de
intentar salvarte la vida, te va a matar.
Lily empalideció.
—¡Ronald! ¿Cómo se te
ocurre decir eso? —lo regañó su madre.
—Lo siento —se disculpó
el pelirrojo.
La noticia de que habían atacado a
Colin Creevey y de que éste yacía como muerto en la enfermería se extendió por
todo el colegio durante la mañana del lunes. El ambiente se llenó de rumores y
sospechas (Eso siempre sucede, comentó Padma).
Los de primer curso se desplazaban por el castillo en grupos muy compactos,
como si temieran que los atacaran si iban solos.
—Buena idea el de
permanecer a alerta —dijo Ojoloco.
Ginny Weasley, que se sentaba junto a
Colin Creevey en la clase de Encantamientos (La
pelirroja se estremeció), estaba consternada, pero a Harry le parecía que
Fred y George se equivocaban en la manera de animarla (Molly
miró a los gemelos en forma interrogativa). Se turnaban para esconderse
detrás de las estatuas, disfrazados con una piel, y asustarla cuando pasaba (¡Fred! ¡George! Les parece esa la forma correcta para
ayudar a su hermanita menor, les gritó encolerizada). Pero tuvieron que
parar cuando Percy se hartó y les dijo que iba a escribir a su madre para
contarle que por su culpa Ginny tenía pesadillas.
—Oh, Percy eso es muy
sensato de tu parte —lo felicitó Molly—, y ustedes deberían comportarse mejor
—siguió regañando a los gemelos.
—Ellos no tuvieron la
culpa en realidad, mamá —Ginny trato de defender a sus hermanos.
Molly miró a su única
hija con ternura.
—Ya entenderá que son
inocentes —le susurró Harry a Ginny.
Mientras tanto, a escondidas de los
profesores, se desarrollaba en el colegio un mercado de talismanes, amuletos y
otros chismes protectores. Neville Longbottom había comprado una gran cebolla
verde, cuyo olor decían que alejaba el mal, un cristal púrpura acabado en punta
y una cola podrida de tritón antes de que los demás chicos de Gryffindor le
explicaran que él no corría peligro, porque tenía la sangre limpia y por tanto
no era probable que lo atacaran.
Neville se sonrojó tanto
que parecía el cabello de los Weasley. Mientras algunos soltaban unas risitas.
—Oigan, ya cállense —lo
defendió Hannah. Neville le sonrió.
—Fueron primero por Filch —dijo
Neville, con el miedo escrito en su cara redonda—, y todo el mundo sabe que yo
soy casi un squib.
—No lo eres —dijeron
varias voces.
—Porque si lo hubieras
sido no te habrías comportado tan valientemente en la batalla —le dijo
Hermione, dedicándole una sonrisa amable.
Durante la segunda semana de diciembre,
la profesora McGonagall pasó, como de costumbre, a recoger los nombres de los
que se quedarían en el colegio en Navidades. Harry, Ron y Hermione firmaron en
la lista; habían oído que Malfoy se quedaba, lo cual les pareció muy sospechoso
(No quería ir a casa solo porque no tenía ganas de
aguantar a mi padre y sus fiestas, dijo Draco. Lucius lo miró con seriedad,
mientras Sirius reía). Las vacaciones serían un momento perfecto para
utilizar la poción multijugos e
intentar sonsacarle una confesión.
—Es un plan —dijo Moody.
Mientras Draco miraba al
trío de oro.
—¡NO FUI YO! —dijo con
molestia.
—Ahora lo sabemos, pero
antes no —alegó Harry, encogiéndose de hombros.
Por desgracia, la poción estaba a medio
acabar. Aún necesitaban el cuerno de bicornio y la piel de serpiente arbórea
africana, y el único lugar del que podrían sacarlos era el armario privado de
Snape (¿Y si le robaron a… Snape?, preguntó James
sonriendo. El trío enmudeció). A Harry le parecía que preferiría
enfrentarse al monstruo legendario de Slytherin a tener que soportar las iras
de Snape si lo pillaba robándole en el despacho.
—Eso es totalmente
comprensible —dijeron todos los chicos del futuro.
¿Tanto miedo me tenían?,
se preguntaba Snape a la vez que miraba a cada uno de sus futuros alumnos.
—Lo que tenemos que hacer —dijo
animadamente Hermione, cuando se acercaba la doble clase de Pociones de la
tarde del jueves— es distraerle con algo. Entonces uno de nosotros podrá entrar
en el despacho de Snape y coger lo que necesitamos. (Todos
miraron a la chica, en especial Snape. Sirius sonrió y dijo: “Me gusta tu
aptitud, castaña”) —Harry y Ron la miraron nerviosos—. Creo que es mejor
que me encargue yo misma del robo (Nuevamente las
miradas se pusieron sobre Hermione) —continué Hermione, como si tal
cosa—. A vosotros dos os expulsarían si os pillaran en otra, mientras que yo
tengo el expediente limpio. Así que no tenéis más que originar un tumulto lo
suficientemente importante para mantener ocupado a Snape unos cinco minutos.
—¡Hermione! —dijo Percy—,
no te imagino robando, y mucho menos a un profesor.
Hermione se sonrojó.
—Con razón que tuvo las
agallas para robar junto con Harry y Ron en Gring… —George se vio interrumpido
por la patada de Ginny bajo la mesa.
—Cállate —le susurró con
irritación.
—¿Qué ibas a decir?
—preguntó McGonagall.
—Nada, profesora, no
puedo decirlo porque si no me va mal —contestó el pelirrojo mirando a su
hermana.
Harry sonrió tímidamente. Provocar un
tumulto en la clase de Pociones de Snape era tan arriesgado como pegarle un
puñetazo en el ojo a un dragón dormido.
—O tratar de hacerle
cosquillas —dijeron los gemelos Prewett.
Las clases de Pociones se impartían en
una de las mazmorras más espaciosas. Aquella tarde de jueves, la clase se
desarrollaba como siempre. Veinte calderos humeaban entre los pupitres de
madera, en los que descansaban balanzas de latón y jarras con los ingredientes.
Snape rondaba por entre los fuegos, haciendo comentarios envenenados sobre el
trabajo de los de Gryffindor, mientras los de Slytherin se reían a cada crítica
(Minerva negó con la cabeza mirando a Snape y dijo:
“Señor Snape en futuro cuando sea profesor tendrá que dejar sus diferencias a
un lado, porque un profesor no debe hacer esa cosas”. Mientras este solo trataba
de mirar hacia otro lado, puesto que sentía la mirada con reproche de Lily).
Draco Malfoy, que era el alumno favorito de Snape (Narcisa
sonrió quedamente), hacia burla con los ojos a Ron y Harry, que sabían
que si le contestaban tardarían en ser castigados menos de lo que se tarda en
decir «injusto».
Los Gryffindors y la
profesora McGonagall fruncieron el ceño.
A Harry la pócima infladora le salía
demasiado líquida, pero en aquel momento le preocupaban otras cosas más
importantes. Aguardaba una seña de Hermione, y apenas prestó atención cuando
Snape se detuvo a mirar con desprecio su poción agnada. Cuando Snape se volvió
y se fue a ridiculizar a Neville (Esto molesto
mucho a Alice y Frank. Y cuando Alice le iba a reclamar, Neville le dijo que no
se preocupara porque eso ya había pasado), Hermione captó la mirada de
Harry; y le hizo con la cabeza un gesto afirmativo.
—Esto se va a poner
interesante —dijeron los gemelos Prewett eufóricos.
Harry se agachó rápidamente y se
escondió detrás de su caldero, se sacó de un bolsillo una de las bengalas del
doctor Filibuster que tenía Fred (Me alegra saber
que le diste un buen uso a las bengalas, le dijo el pelirrojo a Harry),
y le dio un golpe con la varita. La bengala se puso a silbar y echar chispas.
Sabiendo que sólo contaba con unos segundos, Harry se levantó, apuntó y la
lanzó al aire. La bengala aterrizó dentro del caldero de Goyle.
—Vaya, así que fuiste tú
—dijo Neville señalando a Harry y este asintió sonriendo.
Snape miraba seria al
ojiverde.
La poción de Goyle estalló, rociando a
toda la clase. Los alumnos chillaban cuando los alcanzaba la pócima infladora.
A Malfoy le salpicó en toda la cara, y la nariz se le empezó a hinchar como un
balón (Todos los Gryffindors soltaron risitas y
Sirius murmuraba “Eres un digno hijo de tu padre”. Mientras Draco fruncía el
ceño); Goyle andaba a ciegas tapándose los ojos con las manos, que se le
pusieron del tamaño de platos soperos, mientras Snape trataba de restablecer la
calma y de entender qué había sucedido (En el
futuro tengo que estar más precavido con esos tres, pensaba Snape).
Harry vio a Hermione aprovechar la confusión para salir discretamente por la
puerta.
—¡ASÍ SE HACE, CASTAÑA!
—la felicitó Sirius.
Hermione sonrió
ligeramente.
—¡Silencio! ¡SILENCIO! —gritaba Snape—.
Los que hayan sido salpicados por la poción, que vengan aquí para ser curados.
Y cuando averigüe quién ha hecho esto…
—No creo que sea fácil
averiguarlo, parece un trabajo limpio —comentó Remus. Y el trío rió.
Harry intentó contener la risa cuando
vio a Malfoy apresurarse hacia la mesa del profesor, con la cabeza caída a
causa del peso de la nariz, que había llegado a alcanzar el tamaño de un
pequeño melón (No me parece gracioso, Potter, gruñó
Draco. “Sí era gracioso”, alegó Ron). Mientras la mitad de la clase se
apiñaba en torno a la mesa de Snape, unos quejándose de sus brazos del tamaño
de grandes garrotes, y otros sin poder hablar debido a la hinchazón de sus
labios, Harry vio que Hermione volvía a entrar en la mazmorra, con un bulto
debajo de la túnica.
—Lo logró —dijo Ted con
emoción.
—Sí, buen trabajo —la
felicitaron los gemelos Prewett.
Cuando todo el mundo se hubo tomado un
trago de antídoto y las diversas hinchazones remitieron, Snape se fue hasta el
caldero de Goyle y extrajo los restos negros y retorcidos de la bengala. Se
produjo un silencio repentino.
—Si averiguo quién ha arrojado esto
—susurró Snape—, me aseguraré de que lo expulsen.
—Pero nunca lo supo
—dijeron Harry y Ron al unisonó.
Harry puso una cara que esperaba que
fuera de perplejidad. Snape lo miraba a él, y la campana que sonó al cabo de
diez minutos no pudo ser mejor bienvenida.
—Y sí que lo fue —murmuró
Hermione.
—Sabe que fui yo —dijo Harry a Ron y
Hermione, mientras iban deprisa a los aseos de Myrtle la
Llorona—. Podría jurarlo.
—Al parecer no estaba
seguro —dijo Ron.
Hermione echó al caldero los nuevos
ingredientes y removió con brío.
—Estará lista dentro de dos semanas
—dijo contenta.
—Snape no tiene ninguna prueba de que
hayas sido tú (Exacto, dijo Charlie) —dijo
Ron a Harry, tranquilizándolo—. ¿Qué puede hacer?
—Tal vez te pudo haber
dado Veritaserum —dijo Luna con sinceridad característica.
Qué bueno que no lo hizo,
pensó Harry.
—Conociendo a Snape, algo terrible
—dijo Harry, mientras la poción levantaba borbotones y espuma.
Todos los que habían sido
alumnos de Snape asintieron.
Una semana más tarde, Harry, Ron y
Hermione cruzaban el vestíbulo cuando vieron a un puñado de gente que se
agolpaba delante del tablón de anuncios para leer un pergamino que acababan de
colgar. Seamus Finnigan y Dean Thomas les hacían señas, entusiasmados.
—¿Y ahora que sucede? —preguntó
un curioso Sirius.
—Tal vez tenga que ver
con la Cámara —dijo Ted.
—No lo creo —alegó Remus.
—¡Van a abrir un club de duelo! —dijo
Seamus—. ¡La primera sesión será esta noche! No me importaría recibir unas
clases de duelo, podrían ser útiles en estos días…
—Esa es una buena, ¿a
quién se le habrá ocurrido? —dijo Ojoloco.
—No podrá creerlo —dijeron
los chicos del futuro.
—No puede ser que haya
sido idea del idiota de Lockhart —dijo un furioso James.
Harry,
Ron y Hermione asintieron.
—¿Por qué? ¿Acaso piensas que se va a
batir el monstruo de Slytherin? —preguntó Ron, pero lo cierto es que también él
leía con interés el cartel.
—Podría ser útil —les dijo a Harry y
Hermione cuando se dirigían a cenar—. ¿Vamos?
Harry y Hermione se mostraron
completamente a favor, así que aquella noche, a las ocho, se dirigieron deprisa
al Gran Comedor. Las grandes mesas de comedor habían desaparecido, y adosada a
lo largo de una de las paredes había una tarima dorada, iluminada por miles de
velas que flotaban en el aire. El techo volvía a ser negro, y la mayor parte de
los alumnos parecían haberse reunido debajo de él, portando sus varitas mágicas
y aparentemente entusiasmados.
—¿Entusiasmados? No creo
que haya sido la palabra correcta, más era ansiedad por hacer magia —dijo Neville
y mucho de los chicos asintieron estando de acuerdo con él.
Mientras tanto Harry se
estaba preparando mentalmente para lo que le dirían cuando descubrieran que
hablaba pársel.
—Me pregunto quién nos enseñará —dijo
Hermione, mientras se internaban en la alborotada multitud—. Alguien me ha
dicho que Flitwick fue campeón de duelo cuando era joven, quizá sea él.
—¿En serio? —preguntaron
los Prewett.
Hermione asintió.
—Ojala Flitwick hubiera
sido el nos enseñara —dijeron los chicos del futuro a coro.
—Con tal de que no sea… —Harry empezó
una frase que terminó en un gemido: Gilderoy Lockhart se encaminaba a la
tarima, resplandeciente en su túnica color ciruela oscuro, y lo acompañaba nada
menos que Snape, con su usual túnica negra.
—Vaya, nunca pensé decir
esto, pero si ellos dos se van a debatir en un duelo… espero que Snape gane —susurró
James a sus amigos.
—También yo quiero que
gane —murmuró Remus. Y muy a su pesar Sirius tuvo que asentir.
Lockhart rogó silencio con un gesto del
brazo y dijo:
—¡Venid aquí, acercaos! ¿Me ve todo el
mundo? ¿Me oís todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido
permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararos a
todos vosotros por si algún día necesitáis defenderos tal como me ha pasado a
mí en incontables ocasiones (para más detalles, consultad mis obras).
—Es un maldito pedante
—murmuró Zabini.
—¿Cómo podían soportarlo?
—preguntó Sirius con desesperación.
—Lo único que quiere es
hacerse publicidad, seguramente el muy tonto piensa que está en una librería
firmando libros y no en una clase que le será de mucha ayuda para el futuro de
sus alumnos —dijo Remus.
—Sabias palabras,
Lunático —dijeron al unisonó James y Sirius.
Remus sintió las miradas
de Lily y Hermione sobre él, y cuando las miró se pudo dar cuenta de que ambas
le sonreían, pero Hermione le sonreí de una manera distinta, su sonrisa lo hacía
sentir una calidez en su pecho.
»Permitidme que os presente a mi
ayudante, el profesor Snape —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa (¿Ayudante?, repitió Lucius y para sorpresa de Snape
también los merodeadores. Tú podrías asesinarlo con un solo hechizo, agregó el
Malfoy mayor)—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse (Snape miró con frialdad al libro que tenía Angelina en
sus manos como si fuera al mismísimo Lockhart al que estuviera mirando),
y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes
de empezar. Pero no quiero que os preocupéis los más jóvenes: no os quedaréis
sin profesor de Pociones después de esta demostración, ¡no temáis!
—Nunca pensé decir esto,
Snape —dijo James y el aludido lo miró con recelo—, pero espero que lo dejes en
ridículo.
Snape no dijo palabra
alguna, todavía estaba sorprendido —y no solo él era el sorprendido, sino casi
todos— por las palabras de su enemigo.
—¿No estaría bien que se mataran el uno
al otro? —susurró Ron a Harry al oído.
—Eso sería perfecto —susurró
Sirius, porque aunque por el momento hubieran hecho una tregua eso no
significaba que le cayera bien.
En el labio superior de Snape se
apreciaba una especie de mueca de desprecio. Harry se preguntaba por qué
Lockhart continuaba sonriendo; si Snape lo hubiera mirado como miraba a
Lockhart, habría huido a todo correr en la dirección opuesta.
Snape reprimió una
sonrisa.
Lockhart y Snape se encararon y se
hicieron una reverencia. O, por lo menos, la hizo Lockhart, con mucha floritura
de la mano, mientras Snape movía la cabeza de mal humor. Luego alzaron sus
varitas mágicas frente a ellos, como si fueran espadas.
—Como veis, sostenemos nuestras varitas
en la posición de combate convencional —explicó Lockhart a la silenciosa
multitud—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está
que ninguno de los dos tiene intención de matar.
—Seguramente de su parte —murmuró
Snape con malicia.
—Yo no estaría tan seguro —susurró
Harry, viendo a Snape enseñar los dientes.
—Una…, dos… y tres.
Ambos alzaron las varitas y las
dirigieron a los hombros del contrincante. Snape gritó:
—¡Expelliarmus!
Resplandeció un destello de luz roja, y
Lockhart despegó en el aire, voló hacia atrás, salió de la tarima, pegó contra
el muro y cayó resbalando por él hasta quedar tendido en el suelo.
Zabini y Nott rieron
recordando ese momento.
Malfoy y algunos otros de Slytherin
vitorearon. Hermione se puso de puntillas.
—¿Creéis que estará bien? —chilló por
entre los dedos con que se tapaba la cara.
—¿A quién le preocupa
eso? —dijeron los merodeadores.
—¿A quién le preocupa? —dijeron Harry y
Ron al mismo tiempo.
Lockhart se puso de pie con esfuerzo.
Se le había caído el sombrero y su pelo ondulado se le había puesto de punta.
—¡Bueno, ya lo habéis visto! —dijo,
tambaleándose al volver a la tarima—. Eso ha sido un encantamiento de desarme;
como podéis ver, he perdido la varita… (La varita y
la dignidad, dijeron los gemelos Weasley) ¡Ah, gracias, señorita Brown! (Algunos se entristecieron por la mención de la chica,
pero a Parvati se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar a su amiga)
Sí, profesor Snape, ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si
no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera.
Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que
sería instructivo dejarles que vieran…
—Oh, claro, por supuesto
—ironizó Seamus.
Snape parecía dispuesto a matarlo, y
quizá Lockhart lo notara, porque dijo:
—¡Basta de demostración! (Al menos tiene instinto de supervivencia, dijo Luna)
Vamos a colocaros por parejas. Profesor Snape, si es tan amable de ayudarme…
Se metieron entre la multitud a formar
parejas. Lockhart puso a Neville con Justin Finch-Fletchley, pero Snape llegó
primero hasta donde estaban Ron y Harry.
Los merodeadores y Lily
miraron con ojos entrecerrados a Snape.
—Ya es hora de separar a este equipo
ideal, creo —dijo con expresión desdeñosa—. Weasley, puedes emparejarte con
Finnigan. Potter…
Harry se acercó automáticamente a
Hermione.
—Me parece que no —dijo Snape,
sonriendo con frialdad—. Señor Malfoy, aquí. Veamos qué puedes hacer con el
famoso Potter. La señorita Granger que se ponga con Bulstrode.
—¡¿Qué?! —exclamaron los
merodeadores. Mientras Lucius sonreía de lado.
—Mi hijo destrozara a tu
mestizo, Potter —se burló Lucius.
—Y mi hijo pondrá en su
lugar a tu niño bonito sangre pura, Malfoy —rugió James.
Harry y Draco miraron a
sus padres.
—Y sus hijos solo desean
seguir escuchando la lectura —dijeron al unisonó Harry y Draco.
Ambos se miraron
sorprendidos por lo que dijeron.
Angelina continuó leyendo
luego de esa pequeña discusión.
Malfoy se acercó pavoneándose y sonriendo.
Detrás de él iba una chica de Slytherin que le recordó a Harry una foto que
había visto en Vacaciones con las brujas.
Era alta y robusta, y su poderosa mandíbula sobresalía agresivamente. Hermione
la saludó con una débil sonrisa que la otra no le devolvió.
—Que grosera —dijo Molly.
—¡Poneos frente a vuestros
contrincantes —dijo Lockhart, de nuevo sobre la tarima— y haced una
inclinación!
Harry y Malfoy apenas bajaron la
cabeza, mirándose fijamente.
—¡Varitas listas! —gritó Lockhart—.
Cuando cuente hasta tres, ejecutad vuestros hechizos para desarmar al oponente.
Sólo para desarmarlo; no queremos que haya ningún accidente (Si han puesto juntos a Harry y a Malfoy, claro que habrá
problemas, dijo Hagrid). Una, dos y… tres.
Harry apuntó la varita hacia los
hombros de Malfoy, pero éste ya había empezado a la de dos (Eso es trampa, gruñó Lily mirando al rubio). Su
conjuro le hizo el mismo efecto que si le hubieran golpeado en la cabeza con
una sartén. Harry se tambaleó pero aguantó, y sin perder tiempo, dirigió contra
Malfoy su varita, diciendo:
—¡Rictusempra!
—¡Bien hecho! —dijo James
con voz infantil.
Un chorro de luz plateada alcanzó a
Malfoy en el estómago, y el chico se retorció, respirando con dificultad.
Los merodeadores y los
demás Gryffindor veían a Lucius con suficiencia.
—¡He dicho sólo desarmarse! —gritó
Lockhart a la combativa multitud cuando Malfoy cayó de rodillas; Harry lo había
atacado con un encantamiento de cosquillas, y apenas se podía mover de la risa (Y el tramposo era yo, ironizó Draco). Harry no
volvió a atacar, porque le parecía que no era deportivo hacerle a Malfoy más
encantamientos mientras estaba en el suelo, pero fue un error (Lily sonrió a su hijo, porque había hecho lo correcto).
Tomando aire, Malfoy apuntó la varita a las rodillas de Harry, y dijo con voz
ahogada:
—¡Tarantallegra!
Un segundo después, a Harry las piernas
se le empezaron a mover a saltos, fuera de control, como si bailaran un baile
velocísimo.
Draco no pudo evitar reír
al recordar ese episodio.
—Eso no fue gracioso
—dijo Harry.
—Par mí sí —respondió
Draco.
—¡Alto!, ¡alto! —gritó Lockhart, pero
Snape se hizo cargo de la situación.
—¡Finite
incantatem! —gritó. Los pies de Harry dejaron de bailar, Malfoy dejó de
reír y ambos pudieron levantar la vista.
Una niebla de humo verdoso se cernía
sobre la sala. Tanto Neville como Justin estaban tendidos en el suelo, jadeando
(¿Qué les paso?, preguntó Frank. Pero ninguno de
los dos chicos respondió, parecían avergonzados); Ron sostenía a Seamus,
que estaba lívido, y le pedía disculpas por los efectos de su varita rota; pero
Hermione y Millicent Bulstrode no se habían detenido: Millicent tenía a
Hermione agarrada del cuello y la hacía gemir de dolor (Bulstrode
sí que es muy ruda, me dejo adolorido el cuello, dijo Hermione). Las varitas
de las dos estaban en el suelo. Harry se acercó de un salto y apartó a
Millicent. Fue difícil, porque era mucho más robusta que él.
—Y teniendo en cuenta los
esqueletos de Potter, sí que debió haber sido difícil —bromeó Sirius.
—¿Disculpa? —objetaron ofendidos
padre e hijo.
—Saben que es verdad
—dijo el animago encogiéndose de hombros.
—Muchachos, muchachos… —decía Lockhart,
pasando por entre los estudiantes, examinando las consecuencias de los duelos—.
Levántate, Macmillan…, con cuidado, señorita Fawcett…, pellízcalo con fuerza,
Boot, y dejará de sangrar enseguida…
—¡Qué barbaridad, Albus!
¡Definitivamente no debes contratar a Lockhart! ¡Él nunca servirá como
educador! —se escandalizó McGonagall.
—Tratare de no hacer,
pero me imagino que no había conseguido a nadie para el puesto de profesor de
DCAO —dijo Dumbledore, pensativamente.
»Creo que será mejor que os enseñe a
interceptar los hechizos indeseados —dijo Lockhart, que se había quedado
quieto, con aire azorado, en medio del comedor. Miró a Snape y al ver que le
brillaban los ojos, apartó la vista de inmediato—. Necesito un par de
voluntarios… Longbottom y Finch-Fletchley, ¿qué tal vosotros?
—Que no se daba cuenta
que mi hijo y el otro chico estaban tendidos en el suelo —dijo Alice.
—Pero Lockhart es un
tonto, señora Longbottom —dijo Ron.
—Mala idea, profesor Lockhart —dijo
Snape, deslizándose como un murciélago grande y malévolo (Como un murciélago grande y malévolo, ese apodo le queda
muy bien, se burló Sirius, y Remus le dio un ligero golpe en las costillas para
que no vaya a arruinar la tregua con Snape)—. Longbottom provoca
catástrofes con los hechizos más simples, tendríamos que enviar a
Finch-Fletchley a la enfermería en una caja de cerillas. (Cuando acabemos de leer todos los libros me las vas a
pagar todas juntas, Snape, lo amenazó Alice por humillar a su hijo) —La
cara sonrosada de Neville se puso de un rosa aún más intenso (Lo mismo pasaba en ese momento)—. ¿Qué tal Malfoy
y Potter? —dijo Snape con una sonrisa malvada.
—El Snape del futuro esta
haciendo meritos para que la tregua que tenemos se rompa —comentó James a sus
amigos.
—¡Excelente idea! —dijo Lockhart,
haciéndoles un gesto para que se acercaran al centro del Salón, al mismo tiempo
que la multitud se apartaba para dejarles sitio—. Veamos, Harry —dijo
Lockhart—, cuando Draco te apunte con la varita, tienes que hacer esto.
—¿Salir corriendo? —dijo
Fred.
—¿Llorar? —dijo George.
—¿O gritar a todo pulmón?
—dijeron al unisonó.
—¿O quizás lanzarle un Obliviate? —susurró Ron—. Total era el único
hechizo que sabía hacer —se mofó.
Levantó la varita, intentó un
complicado movimiento, y se le cayó al suelo. Snape sonrió y Lockhart se
apresuró a recogerla, diciendo:
—¡Vaya, mi varita está un poco
nerviosa!
—¡Qué injusticia! O sea
que mi hijo tiene a un incompetente para que lo ayude mientras que Malfoy tiene
a Snape —se lamentó James.
—Claro que no es justo.
Minnie y usted donde estaba —protestó Sirius.
La profesora no supo que
contestar, pero al cabo de unos respondió:
—Me temo que no lo sé,
señor Black.
Snape se acercó a Malfoy, se inclinó y
le susurró algo al oído. Malfoy también sonrió. Harry miró asustado a Lockhart
y le dijo:
—Profesor, ¿me podría explicar de nuevo
cómo se hace eso de interceptar?
—¿Explicar? Ese idiota ni
siquiera sabía dónde estaba parado —dijeron los gemelos Weasley.
—¡Fred! ¡George! —los
regañó Molly.
Estos solo pusieron cara
angelical para que su madre no los siguiera regañando.
—¿Asustado? —murmuró Malfoy, de forma
que Lockhart no pudiera oírle.
—Eso quisieras tú —le dijo Harry
torciendo la boca.
—¡Así se habla, Harry!
—lo felicitaron los merodeadores y los gemelos Prewett.
Lockhart dio una palmada amistosa a
Harry en el hombro.
—¡Simplemente, hazlo como yo, Harry!
—¿El qué?, ¿dejar caer la varita?
Los del pasado soltaron
risitas, claro menos Snape, y los Malfoy.
—¿O tal vez el ridículo?
—murmuró Sirius.
Pero Lockhart no le escuchaba.
—Tres, dos, uno, ¡ya! —gritó.
Malfoy levantó rápidamente la varita y
bramó:
—¡Serpensortia!
Lily, Molly y Alice
jadearon.
Los merodeadores se
pusieron pálidos.
Mientras el resto
murmuraba cosas y dirigían a Draco miradas acusatorias.
Harry por su parte ya
sabía de antemano que ahora todos se enterarían de que hablaba pársel. Y no sería muy bonito sentir que
todos los miraban como lo hacían justo como lo hicieron la primera vez.
Hubo un estallido en el extremo de su
varita. Harry vio, aterrorizado, que de ella salía una larga serpiente negra,
caía al suelo entre los dos y se erguía, lista para atacar. Todos se echaron
atrás gritando y despejaron el lugar en un segundo.
Lucius sonreía orgulloso
por la osadía de su hijo.
—No te muevas, Potter —dijo Snape sin
hacer nada, disfrutando claramente de la visión de Harry, que se había quedado
inmóvil, mirando a los ojos a la furiosa serpiente—. Me encargaré de ella…
—No era necesario su
ayuda —murmuró Harry.
—Eres un imbécil, Severus
—le recriminó Lily completamente furiosa—, querías asustar a mi hijo, dejarlo
en ridículo, no te dabas cuenta de que solo era un niño —ahora la pelirroja
gritaba. James tuvo que intervenir para que se calmara.
Lily respiró profundo
varias veces para calmarse, pero ante todo ese griterío Snape no dijo ni media
palabra, porque estaba seguro de que esa había sido su idea en el futuro, dejar
en ridículo al hijo de Potter.
—Pues espero que Snape se
haya encargado de la serpiente, tan bien como se ha estado encargando de
proteger su… virginidad —dijo Sirius
calmadamente, pero con toda la intensión de dejar en vergüenza al futuro
profesor de pociones.
Todos rieron por el
comentario de Sirius, hasta Lucius sonrió un poco, los únicos que no reían era
Hermione —puesto que no le veía la gracia— Ginny, Luna y Harry, este último no
lo hacía por el respeto que se había ganado Snape por parte de él en la guerra.
A Snape se le había
puesto ligeramente las mejillas sonrosadas a la vez que gruñía,
Cuando las risas cesaron
Angelina retomo la lectura.
—¡Permitidme! —gritó Lockhart (¿Qué? ¡No! Lo único que hará ese idiota será empeorar
las cosas, dijo James). Blandió su varita apuntando a la serpiente y se
oyó un disparo: la serpiente, en vez de desvanecerse, se elevó en el aire unos
tres metros y volvió a caer al suelo con un chasquido. Furiosa, silbando de
enojo, se deslizó derecha hacia Finch-Fletchley y se irguió de nuevo, enseñando
los colmillos venenosos.
—¡Ya ven! —dijo James.
El Hufflepuff se
estremeció al rememorar ese momento.
Harry no supo por qué lo hizo, ni
siquiera fue consciente de ello. Sólo percibió que las piernas lo impulsaban
hacia delante como si fuera sobre ruedas y que gritaba absurdamente a la
serpiente: «¡Déjale!» Y milagrosa e inexplicablemente, la serpiente bajó al
suelo, tan inofensiva como una gruesa manguera negra de jardín, y volvió los
ojos a Harry. A éste se le pasó el miedo (Todos
miraban a sorprendidos a Harry. James fue el primero en hablar “¿Hijo hablas pársel?, le preguntó a lo que Harry
lentamente asintió. Eso dejo más asombrados a todos, sobre todo a Dumbledore y
Moody”). Sabía que la serpiente ya no atacaría a nadie, aunque no habría
podido explicar por qué lo sabía.
Lucius despertando de su
asombro, miró fijamente a Harry y dijo:
—¿Hablas pársel? Nunca supe de nadie que pudiera
hacer eso, excepto… —se calló de repente.
—¿Excepto quién?
—cuestionó Moody, pero Lucius lo ignoró.
—Voldemort —susurró
Harry.
Sonriendo, miró a Justin, esperando
verlo aliviado, o confuso, o agradecido, pero ciertamente no enojado y
asustado.
—¿Asustado y enojado?
—preguntó James con confusión.
—Harry habló el idioma de
las serpientes, James, ¿cómo crees que estaría el chico? —explicó Lupin, y ahí
James entendió.
—Lo siento, Harry —se
disculpó Justin.
—No importa, Justin, ya
paso —respondió el pelinegro.
—¿A qué crees que jugamos? —gritó, y
antes de que Harry pudiera contestar, se había dado la vuelta y abandonaba el
salón.
Snape se acercó, blandió la varita y la
serpiente desapareció en una pequeña nube de humo negro. También Snape miraba a
Harry de una manera rara; era una mirada astuta y calculadora que a Harry no le
gustó (Claro, a quien le va a gustar que nos miren
de ese modo, murmuró Frank). Fue vagamente consciente de que a su
alrededor se oían unos inquietantes murmullos. A continuación, sintió que
alguien le tiraba de la túnica por detrás.
—Vamos —le dijo Ron al oído—. Vamos…
—Gracias por eso, Ron
—dijo Lily y el aludido asintió sonrojado.
Ron lo sacó del salón, y Hermione fue
con ellos. Al atravesar las puertas, los estudiantes se apartaban como si les
diera miedo contagiarse (¡Cobardes!, exclamaron los
merodeadores). Harry no tenía ni idea de lo que pasaba, y ni Ron ni
Hermione le explicaron nada hasta llegar a la sala común de Gryffindor, que
estaba vacía. Entonces Ron sentó a Harry en una butaca y le dijo:
—Hablas pársel.
¿Por qué no nos lo habías dicho?
—Porque en ese momento no
lo sabía, Ron —respondió Hermione.
—¿Que hablo qué? —dijo Harry.
—¡Pársel! —dijo
Ron—. ¡Puedes hablar con las serpientes!
—Lo sé —dijo Harry—. Quiero decir, que
ésta es la segunda vez que lo hago. Una vez, accidentalmente, le eché una boa
constrictor a mi primo Dudley en el zoo… (Los
merodeadores y los gemelos Prewett rieron al recordar el segundo capítulo del
primer libro. Era tantas las risas que contagiaron a los gemelos Weasley)
Es una larga historia… pero ella me estaba diciendo que no había estado nunca
en Brasil, y yo la liberé sin proponérmelo. Fue antes de saber que era un mago…
—Increíble —murmuró Dean
con sorpresa.
—¿Entendiste que una boa constrictor te
decía que no había estado nunca en Brasil? —repitió Ron con voz débil.
—¿Y qué? —preguntó Harry—. Apuesto a
que pueden hacerlo montones de personas.
—No. en realidad es muy
poco común —dijo Moody con voz osca.
—Desde luego que no —dijo Ron—. No es
un don muy frecuente. Harry, eso no es bueno.
—No necesariamente es tan
malo —dijo Dumbledore y todos le prestaron atención—, es solo una habilidad… especial. Y Harry es el único que decide
si lo usara para el bien o para el mal.
—El profesor Dumbledore
tiene razón, no es tan malo —dijo Lily mirando a su hijo.
—Sí, Lily no es tan malo
—apoyó James, pasando un brazo por los hombros de su novia.
—¿Que no es bueno? —dijo Harry,
comenzando a enfadarse—. ¿Qué le pasa a todo el mundo? Mira, si no le hubiera
dicho a esa serpiente que no atacara a Justin…
—¿Eso es lo que le dijiste?
—¿Qué pasa? Tú estabas allí… Tú me
oíste.
—Lo único que escuchamos
Ron y yo fue como un siseo —explicó Hermione y todos los que habían tenido
oportunidad de escuchar a Harry asintieron.
—Hablaste en lengua pársel
—le dijo Ron—, la lengua de las serpientes. Podías haber
dicho cualquier cosa. No te sorprenda que Justin se asustara, parecía como si
estuvieras incitando a la serpiente, o algo así. Fue escalofriante.
—Sí, fue realmente
escalofriante —corroboró Justin.
Harry se quedó con la boca abierta.
—¿Hablé en otra lengua? Pero no
comprendo… ¿Cómo puedo hablar en una lengua sin saber que la conozco?
—Yo tampoco lo entiendo
—dijo Ted.
Aunque Dumbledore por su
parte ya tenía una teoría de lo que podría estar pasando.
Ron negó con la cabeza. Por la cara que
ponían tanto él como Hermione, parecía como si acabara de morir alguien. Harry
no alcanzaba a comprender qué era tan terrible.
—Lo sé, ahora —murmuró
Harry.
—¿Me quieres decir qué hay de malo en
impedir que una serpiente grande y asquerosa arranque a Justin la cabeza de un
mordisco? —preguntó—. ¿Qué importa cómo lo hice si evité que Justin tuviera que
ingresar en el Club de Cazadores Sin Cabeza?
Algunos soltaron risitas
tontas. Pero Justin se estremeció ante la posibilidad de aquella idea.
Ernie al ver a su amigo
estremecerse le palmeo la espalda para calmarlo.
—Sí importa —dijo Hermione, hablando
por fin, en un susurro—, porque Salazar Slytherin era famoso por su capacidad
de hablar con las serpientes. Por eso el símbolo de la casa de Slytherin es una
serpiente.
—Vaya —dijo Alice.
—No me digas que ahora
todos pensaran que tú eres el heredo de Slytherin solo porque hablas pársel —preguntó James a Harry.
El ojiverde asintió.
—Oh, por favor —resopló
Sirius.
—Además como pueden
pensar que el hijo de una sangre sucia es el heredero de Slytherin —gruñó
ofendido Lucius.
Lily miró enfadada a
Lucius, pero James se paró de su asiento y sacando su varita apunto al rubio
mayor.
—¡Retracte de lo que has
dicho, Malfoy! —gritó James.
Lucius solo sonrió con
arrogancia desafiante, y cuando James estaba dispuesto a lanzarle un hechizo,
Dumbledore lo paro.
—Señor Potter guarde su
varita —ordenó con voz calmada, James demora en obedecer, pero al final lo
hizo—, y usted, señor Malfoy si vuelve a ofender de ese modo a la señorita
Evans o hacer cualquier otro tipo de comentario inadecuado, me veré obligado a
lanzarle un hechizo silenciador.
Lucius miró con furia a
James, Lily, y a Dumbledore.
Mientras Sirius reía de
la cara de Lucius, Dumbledore lo había callado.
Harry se quedó boquiabierto.
—Exactamente —dijo Ron—. Y ahora todo
el colegio va a pensar que tú eres su tatara-tatara-tatara-tataranieto o algo
así.
Sirius miró a su futuro
ahijado.
¿Podría ser?, se
preguntaban, al fin y al cabo todas las familia sangre pura están emparentadas.
—Pero no lo soy —dijo Harry, sintiendo
un inexplicable terror.
—Te costará mucho demostrarlo —dijo
Hermione—. Él vivió hace unos mil años, así que bien podrías serlo.
—No pertenecemos a esa
familia —objeto James.
Harry miró a su padre,
pero no dijo nada.
Aquella noche, Harry pasó varias horas
despierto. Por una abertura en las colgaduras de su cama, veía que la nieve
comenzaba a amontonarse al otro lado de la ventana de la torre, y meditaba.
¿Era posible que fuera un descendiente
de Salazar Slytherin? (Absolutamente no, protestó
James con cierta ira) Al fin y al cabo, no sabía nada sobre la familia
de su padre. Los Dursley nunca le habían permitido hacerles preguntas sobre sus
familiares magos.
—No creo que Petunia haya
sabido sobre los Potter —dijo Lily.
En voz baja, trató de decir algo en
lengua pársel, pero no encontró las palabras. Parecía
que era requisito imprescindible estar delante de una serpiente.
—Es que lo hacías
conscientemente —dijo Hermione.
«Pero estoy en Gryffindor —pensó
Harry—. El Sombrero Seleccionador no me habría puesto en esta casa si tuviera
sangre de Slytherin…»
«¡Ah! —dijo en su cerebro una voz
horrible—, pero el Sombrero Seleccionador te quería enviar a Slytherin, ¿lo
recuerdas?»
—No deberías atormentarte
con eso, cielo —dijo cariñosamente Lily a Harry.
—Además no creo que hayas
encajado en Slytherin —dijo Daphne hablando por primera vez desde su
presentación—, porque tú eres tan… —calló porque no encontró el termino
adecuado para describirlo.
—Eres tan San Potter —concluyó Draco, con cierta
burla en el término que utilizo.
Harry sonrió por el apodo
que Draco le había puesto, y porque sabía que el rubio por más que se hubiera
disculpado y trataba de ser menos él,
siempre sería sarcástico y narcisista.
Harry se volvió. Al día siguiente vería
a Justin en clase de Herbología y le explicaría que le había pedido a la serpiente
que se apartara de él, no que lo atacara, algo (pensó enfadado, dando puñetazos
a la almohada) de lo que cualquier idiota se habría dado cuenta.
—Lockhart es un idiota
cualquiera y no se dio cuenta, así que creo que te equivocaste —dijo Oliver
Wood. Causando las risas en general.
A la mañana siguiente, sin embargo, la
nevada que había empezado a caer por la noche se había transformado en una
tormenta de nieve tan recia que se suspendió la última clase de Herbología del
trimestre. La profesora Sprout quiso tapar las mandrágoras con pañuelos y
calcetines, una operación delicada que no habría confiado a nadie más, puesto
que el crecimiento de las mandrágoras se había convertido en algo tan
importante para revivir a la Señora
Norris y a Colin Creevey.
Harry y todos los chicos
que sufrieron la petrificación de sus amigos se estremecieron, sobre todo por
el pobre de Colin.
Harry le daba vueltas a aquello,
sentado junto a la chimenea, en la sala común de Gryffindor, mientras Ron y
Hermione aprovechaban el hueco dejado por la clase de Herbología para echar una
partida al ajedrez mágico.
—¿Cuántas veces te gano
Ron, Hermione? —preguntó Fred, a lo que Hermione se sonrojo.
—Porque en algo en que no
puedes ganar a Ron es en el ajedrez —continuó George—, es más creo que nadie le
podría ganar.
Ron sonrió a su hemano.
—¡Por Dios, Harry! —dijo Hermione,
exasperada, mientras uno de los alfiles de Ron tiraba al suelo al caballero de
uno de sus caballos y lo sacaba a rastras del tablero—. Si es tan importante
para ti, ve a buscar a Justin.
De forma que Harry se levantó y salió
por el retrato, preguntándose dónde estaría Justin.
—Posiblemente en mi sala
común —dijo Justin, pensativamente.
El castillo estaba más oscuro de lo
normal en pleno día, a causa de la nieve espesa y gris que se arremolinaba en
todas las ventanas. Tiritando, Harry pasó por las aulas en que estaban haciendo
clase, vislumbrando algunas escenas de lo que ocurría dentro. La profesora
McGonagall gritaba a un alumno que, a juzgar por lo que se oía, había convertido
a su compañero en un tejón (Los merodeadores, los
gemelos Weasley y los gemelos Prewett rieron, mientras que la profesora
McGonagall fruncía el ceño). Aguantándose las ganas de echar un vistazo,
Harry siguió su camino, pensando que Justin podría estar aprovechando su hora
libre para hacer alguna tarea pendiente, y decidió mirar antes que nada en la
biblioteca.
Ernie y Hannah se
sonrojaron porque habían recordado lo que habían estado hablando en ese
momento.
Ambos amigos se miraron
con preocupación.
Efectivamente, algunos de los de
Hufflepuff que tenían clase de Herbología estaban en la parte de atrás de la
biblioteca, pero no parecía que estudiasen. Entre las largas filas de estantes,
Harry podía verlos con las cabezas casi pegadas unos a otros, en lo que parecía
una absorbente conversación. No podía distinguir si entre ellos se encontraba
Justin. Se les estaba acercando cuando consiguió entender algo de lo que
decían, y se detuvo a escuchar, oculto tras la sección de «Invisibilidad».
—¡Harry! —lo regañó
Lily—, es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.
—Créeme, mamá, hubiese
deseado no escuchar nada —dijo Harry.
—Así que —decía un muchacho corpulento—
le dije a Justin que se ocultara en nuestro dormitorio. Quiero decir que si
Potter lo ha señalado como su próxima víctima, es mejor que se deje ver poco
durante una temporada. Por supuesto, Justin se temía que algo así pudiera
ocurrir desde que se le escapó decirle a Potter que era de familia muggle
(Justin se
sentía incómodo por haber sido tan crédulo). Lo que Justin le
dijo exactamente es que le habían reservado plaza en Eton. No es el mejor
comentario que se le puede hacer al heredero de Slytherin, ¿verdad?
—Todo es tan absurdo
—dijo James, negando con la cabeza.
—Lo siento, Harry —se
disculpó Ernie al ver las miradas amenazantes no solo de James sino también de
Sirius.
—No tienes por qué
disculparte, Ernie —le dijo Harry—, ya pasó. Además en el quinto curso tú
fuiste unos de los pocos que declaró públicamente que creía en mí cuando todos
pensaban que era un mentiroso —le recordó.
Ernie sonrió con alivio.
—¿Por qué creían que eras
un mentiroso en tu quinto curso? —preguntó Lily con curiosidad.
—Lo siento, mamá, pero
para eso tendremos que esperar leer el quinto libro —contestó Harry.
Lily asintió con
preocupación.
—¿Entonces estás convencido de que es
Potter, Ernie? —preguntó asustada una chica rubia con coletas.
La rubia sentada junto a
Neville volvió a sonrojarse.
—Hannah —le dijo solemnemente el chico
robusto—, sabe hablar pársel.
Todo el mundo sabe que ésa es la marca de un mago tenebroso. ¿Sabes de alguien
honrado que pueda hablar con las serpientes? (Claro
que sí, Harry, contestaron Hermione y Ginny al unisonó) Al mismo
Slytherin lo llamaban «lengua de serpiente».
Esto provocó densos murmullos. Ernie
prosiguió:
—¿Recordáis lo que apareció escrito en
la pared? «Temed, enemigos del heredero.» Potter estaba enemistado con Filch. A
continuación, el gato de Filch resulta agredido. Ese chaval de primero,
Creevey, molestó a Potter en el partido de quidditch,
sacándole fotos mientras estaba tendido en el barro. Y entonces aparece Creevey
petrificado.
—Estás tratando de decir
que Harry se vengó porque lo molestaban —dijo Sirius—, entonces los Dursley ya
estarían en San Mungo o tres metros bajo tierra por lo mal que lo tratan.
—¡Exacto! —apoyaron James
y Remus.
—Además todos estábamos
enemistados con Filch —dijo Lee.
—Sobre todo Fred y George
—comentó Angelina—, ¿entonces por qué a ellos no lo acusaron de ser los
herederos de Slytherin?
George veía embobado a
Angelina a la vez que asentía a todo lo que decía, por su parte Fred se reía de
su gemelo.
—Pero —repuso Hannah, vacilando— parece
tan majo… y, bueno, fue él quien hizo desaparecer a Quien-vosotros-sabéis. No
puede ser tan malo, ¿no creéis?
—¡Vaya! Por fin alguien
que dice lo correcto —dijo Bill.
—Y es la novia de Neville
—comentó Ron. En ese instante todos miraban a la rubia y a Neville.
—Eso no es cierto, solo
somos amigos —dijeron los dos rojos de vergüenza.
Ernie bajó la voz para adoptar un tono
misterioso. Los de Hufflepuff se inclinaron y se juntaron más unos a otros, y
Harry tuvo que acercarse más para oírlas palabras de Ernie.
—Nadie sabe cómo pudo sobrevivir al
ataque de Quien-vosotros-sabéis. Quiero decir que era tan sólo un niño cuando
ocurrió, y tendría que haber saltado en pedazos (¡Eso
es lo que querías! Qué quedara hecho pedazos, lo acuso Sirius. Ernie negó con
la cabeza, mientras que James y Lily se horrorizaron con la sola idea).
Sólo un mago tenebroso con mucho poder podría sobrevivir a una maldición como
ésa (Al parecer mucho poder sí, pero tenebroso no,
pensaba Albus Dumbledore). —Bajó la voz hasta que no fue más que un
susurro, y prosiguió—: Por eso seguramente es por lo que Quien-vosotros-sabéis
quería matarlo antes que a nadie. No quería tener a otro Señor Tenebroso que le
hiciera la competencia (¡Eso es ridículo!,
exclamaron los merodeadores, Lily y Molly). Me pregunto qué otros
poderes oculta Potter.
Harry no pudo aguantar más y salió de
detrás de la estantería, carraspeando sonoramente. De no estar tan enojado, le
habría parecido divertida la forma en que lo recibieron: todos parecían
petrificados por su sola visión, y Ernie se puso pálido.
—Eso si hubiera sido
digno de ver —dijo Sirius.
—Hola —dijo Harry—. Busco a Justin
Finch-Fletchley.
—Mala idea de comenzar,
después de todo lo que has escuchado de ti —dijo Ted.
Harry asintió estando de
acuerdo.
Los peores temores de los de Hufflepuff
se vieron así confirmados. Todos miraron atemorizados a Ernie.
—¿Para qué lo buscas? —le preguntó
Ernie, con voz trémula.
—Quería explicarle lo que sucedió
realmente con la serpiente en el club de duelo —dijo Harry.
—No iban a creerte de
todos modos —dijo Ron.
Ernie se mordió los labios y luego,
respirando hondo, dijo:
—Todos estábamos allí. Vimos lo que
sucedió.
—Pero fue como si no
hubieran visto nada —añadió James.
—No lo entendieron —dijo
Lily.
—Entonces te darías cuenta de que,
después de lo que le dije, la serpiente retrocedió —le dijo Harry.
—Yo sólo me di cuenta —dijo Ernie
tozudamente, aunque temblaba al hablar— de que hablaste en lengua pársel
y le echaste la serpiente a Justin.
—¡No le echo la
serpiente! —defendieron Hermione y Ron.
—Lo sabemos ahora
—dijeron Ernie y Justin.
—¡Yo no se la eché! —dijo Harry, con la
voz temblorosa por el enojo—. ¡Ni siquiera lo tocó!
—Le anduvo muy cerca —dijo Ernie—. Y
por si te entran dudas —añadió apresuradamente—, he de decirte que puedes
rastrear mis antepasados hasta nueve generaciones de brujas y brujos y no
encontrarás una gota de sangre muggle,
así que…
—¡Por Merlín! —exclamó
Hermione—, yo soy su mejor amiga y soy hija de muggles, ¿no creen que yo hubiera sido la primera en ser atacada?
Remus fue el primero en
mirar a la castaña.
—¿A ti no te atacaron?
—le preguntó con un dejo de preocupación.
Hermione dudó al
contestar.
—Eh… no —contestó
finalmente—, en ese momento —susurró eso último.
—¡No me preocupa qué tipo de sangre
tengas! —dijo Harry con dureza—. ¿Por qué tendría que atacar a los de familia muggle?
—He oído que odias a esos muggles
con los que vives —dijo Ernie apresuradamente.
—Cualquiera en su sano
juicio los odiaría —dijo Andrómeda.
—Pero ni siquiera por eso
los atacaría —aclaró Harry—, al fin y al cabo son mi familia.
Lily se sintió orgullosa
de los buenos sentimientos de su hijo, porque a pesar de lo mal que lo habían
tratado él nunca los lastimaría.
—No es posible vivir con los Dursley
sin odiarlos —dijo Harry—. Me gustaría que lo intentaras.
—Vaya, sí que estabas
enojado con él —dijeron los gemelos Weasley.
Dio media vuelta y salió de la biblioteca,
provocando una mirada reprobatoria de la señora Pince, que estaba sacando
brillo a la cubierta dorada de un gran libro de hechizos. Furioso como estaba,
iba dando traspiés por el corredor, sin ser consciente de adónde iba. Y al fin
se dio de bruces contra una mole grande y dura que lo tiró al suelo de
espaldas.
—Seguro que es Hagrid
—canturrearon los gemelos Prewett.
—¡Ah, hola, Hagrid! —dijo Harry,
levantando la vista.
Los Prewett sonrieron
porque acertaron.
Aunque llevaba la cara completamente
tapada por un pasamontañas de lana cubierto de nieve, no podía tratarse de
nadie más que Hagrid, pues ocupaba casi todo el ancho del corredor con su
abrigo de piel de topo. En una de sus grandes manos enguantadas llevaba un
gallo muerto.
Ginny se estremeció al
escuchar eso sobre el gallo muerto y trataba de luchar para que sus lágrimas no
salgan de sus ojos.
—Tranquila Ginny —le
susurró Harry al darse cuenta de la ligera palidez que tomo el rostro de la
pelirroja.
—¿Qué hacías con un gallo
muerto, Hagrid? —le preguntó Frank al semi-gigante.
—Lo encontré por ahí
—respondió Hagrid sin dar demasiadas explicaciones.
—¿Va todo bien, Harry? —preguntó
Hagrid, quitándose el pasamontañas para poder hablar—. ¿Por qué no estás en
clase?
—La han suspendido —contestó Harry,
levantándose—. ¿Y tú, qué haces aquí?
Hagrid levantó el gallo sin vida.
Harry pasó un brazo por
los hombros de Ginny para atraerla más hacia él y reconfortarla.
—El segundo que matan este trimestre
—explicó—. O son zorros o chupasangres, y necesito el permiso del director para
poner un encantamiento alrededor del gallinero.
No era ni lo uno ni lo
otro, pensó Ginny con remordimientos.
Por otro lado Moody
prestaba más atención porque ese dato podría ser una pista para resolver el
problema.
Miró a Harry más de cerca por debajo de
sus cejas espesas, cubiertas de nieve.
—¿Estás seguro de que te encuentras
bien? Pareces preocupado y alterado.
Harry no pudo repetir lo que decían de
él Ernie y el resto de los de Hufflepuff.
—Sí que tienes paciencia,
porque si yo hubiera estado en tu lugar hace rato ya hubiera despotricado
contra ellos —dijo Andrómeda.
—No es nada —repuso—. Mejor será que me
vaya, Hagrid, después tengo Transformaciones y debo recoger los libros.
Se fue con la mente cargada con todo lo
que había dicho Ernie sobre él:
«Justin se temía que algo así pudiera
ocurrir desde que se le escapó decirle a Potter que era de familia muggle…»
Ernie se sentía peor al
descubrir que sus palabras habían hecho daño a Harry, pero lo que él se decía a
su defensa es que solo era un chico de doce años y tenía que reconocer que
estaba muy asustado como todos los demás.
Harry subió las escaleras y volvió por
otro corredor. Estaba mucho más oscuro, porque el viento fuerte y helado que
penetraba por el cristal flojo de una ventana había apagado las antorchas. Iba
por la mitad del corredor cuando tropezó y cayó de cabeza contra algo que había
en el suelo.
—¿Qué ocurrió esta vez?
—preguntó Lily con preocupación.
—Lo peor —susurró Harry.
Se volvió y afinó la vista para ver qué
era aquello sobre lo que había caído, y sintió que el mundo le venía encima.
Sobre el suelo, rígido y frío, con una
mirada de horror en el rostro y los ojos en blanco vueltos hacia el techo,
yacía Justin Finch-Fletchley (¡Santísima mierda!,
dijo Sirius. Y luego de que McGonagall lo regañara por decir groserías Angelina
continúo leyendo). Y eso no era todo. A su lado había otra figura,
componiendo la visión más extraña que Harry hubiera contemplado nunca.
—¿Qué más paso? —preguntó
Alice.
Pero nadie respondió, por
lo que Angelina siguió con la lectura.
Se trataba de Nick Casi Decapitado, que
no era ya transparente ni de color blanco perlado, sino negro y neblinoso, y
flotaba inmóvil, en posición horizontal, a un palmo del suelo. La cabeza estaba
medio colgando, y en la cara tenía una expresión de horror idéntica a la de
Justin.
—Pero Nick es un
fantasma, a él no le afectaría el monstruo —dijo James un poco pálido por la
impresión.
—¿Quién sabe Cornamenta?
Pero esto descarta totalmente que se trate de un humano —dijo Remus con
seriedad.
—¿Qué fue lo que vieron
que los asusto tanto? —preguntó Sirius a Justin. Pero este no dijo nada.
Harry se puso de pie, con la
respiración acelerada y el corazón ejecutando contra sus costillas lo que
parecía un redoble de tambor. Miró enloquecido arriba y abajo del corredor
desierto y vio una hilera de arañas huyendo de los cuerpos a todo correr (¿Arañas?, repitió Moody con expresión pensativa.
Mientras que Ron hacia un gesto de desagrado al escuchar sobre estos animales).
Lo único que se oía eran las voces amortiguadas de los profesores que daban
clase a ambos lados.
Podía salir corriendo, y nadie se
enteraría de que había estado allí. Pero no podía dejarlos de aquella manera…,
tenía que hacer algo por ellos. ¿Habría alguien que creyera que él no había
tenido nada que ver?
—¿Pero no saliste
corriendo, cierto? —preguntó James y Harry negó con la cabeza.
—Pues yo si lo hubiera
hecho —dijo Seamus.
Aún estaba allí, aterrorizado, cuando
se abrió de golpe la puerta que tenía a su derecha. Peeves el poltergeist
surgió de ella a toda velocidad.
—Peeves lo empeorara todo
—dijeron los gemelos Prewett.
—Ya lo creo —dijo Harry.
No solo Ginny la estaba
pasando mal en ese capítulo, Harry también porque todos pensaban que él era el
heredo de Slytherin.
Harry suspiró al pensar
en los capítulos que faltaban.
—¡Vaya, si es Potter pipí en el pote!
—cacareó Peeves, ladeándole las gafas de un golpe al pasar a su lado dando
saltos—. ¿Qué trama Potter? ¿Por qué acecha?
Peeves se detuvo a media voltereta.
Boca abajo, vio a Justin y Nick Casi Decapitado. Cayó de pie, llenó los
pulmones y, antes de que Harry pudiera impedirlo, gritó:
—¡AGRESIÓN! ¡AGRESIÓN! ¡OTRA AGRESIÓN!
¡NINGUN MORTAL NI FANTASMA ESTÁ A SALVO! ¡SALVESE QUIEN PUEDA! ¡AGREESIÓÓÓÓN!
—¡Peeves! —gruñeron los
merodeadores.
—Tienes la peor suerte
del mundo, hijo —dijo Lily con pesar.
Pataplún, patapán, pataplún: una puerta
tras otra, se fueron abriendo todas las que había en el corredor, y la gente
empezó a salir. Durante varios minutos, hubo tal jaleo que por poco no aplastan
a Justin y atraviesan el cuerpo de Nick Casi Decapitado.
Harry volvió a suspirar.
Los alumnos acorralaron a Harry contra
la pared hasta que los profesores pidieron calma. La profesora McGonagall llegó
corriendo, seguida por sus alumnos, uno de los cuales aún tenía el pelo a rayas
blancas y negras. La profesora utilizó la varita mágica para provocar una
sonora explosión que restaurase el silencio y ordenó a todos que volvieran a
las aulas. Cuando el lugar se hubo despejado un poco, llegó corriendo Ernie, el
de Hufflepuff.
—Lo único que te faltaba
—gruñó James.
—¡Te han cogido con las manos en la
masa! —gritó Ernie, con la cara completamente blanca, señalando con el dedo a
Harry.
—En mi defensa puedo
decir que habían petrificado a mi amigo —dijo Ernie al ver que todos lo miraban
con seriedad.
—¡Ya vale, Macmillan! —dijo con
severidad la profesora McGonagall.
—Por eso es nuestra
profesora favorita Minnie —dijeron los merodeadores y McGonagall solo negó con
la cabeza.
Peeves se meneaba por encima del grupo
con una malvada sonrisa, escrutando la escena; le encantaba el follón. Mientras
los profesores se inclinaban sobre Justin y Nick Casi Decapitado,
examinándolos, Peeves rompió a cantar:
—¡Oh, Potter, eres un zote,
estás podrido, te cargas a los estudiantes, y te parece divertido!
—¡Ya basta, Peeves! —gritó la profesora
McGonagall, y Peeves escapó por el corredor, sacándole la lengua a Harry.
—¡Voy a matar a Peeves!
—gruñó Lily.
Los profesores Flitwick y Sinistra, del
departamento de Astronomía, fueron los encargados de llevar a Justin a la
enfermería, pero nadie parecía saber qué hacer con Nick Casi Decapitado (Pobre Nick, hasta él tuvo que sufrir un ataque, dijo
Frank). Al final, la profesora McGonagall hizo aparecer de la nada un
gran abanico, y se lo dio a Ernie con instrucciones de subir a Nick Casi
Decapitado por las escaleras. Ernie obedeció, abanicando a Nick por el corredor
para llevárselo por el aire como si se tratara de un aerodeslizador silencioso
y negro. De esa forma, Harry y la profesora McGonagall se quedaron a solas.
—Minnie, usted no creería
a mi hijo culpable, ¿verdad? —preguntó James.
—No lo creo, señor Potter
—contestó la profesora.
—Por aquí, Potter —indicó ella.
—Profesora —le dijo Harry enseguida—,
le juro que yo no…
—Eso se escapa de mi competencia,
Potter —dijo de manera cortante la profesora McGonagall.
—¿Qué quiso decir con
eso, Minnie? —preguntaron los merodeadores.
—Debió haberlo ayudado,
profesora McGonagall —dijeron Lily y Molly.
Caminaron en silencio, doblaron una
esquina, y ella se paró ante una gárgola de piedra grande y extremadamente fea.
—¡Sorbete de limón! —dijo la profesora.
Se trataba, evidentemente, de una
contraseña (Ridículo, murmuró Lucius),
porque de repente la gárgola revivió y se hizo a un lado, al tiempo que la
pared que había detrás se abría en dos. Incluso aterrorizado como estaba por lo
que le esperaba, Harry no pudo dejar de sorprenderse. Detrás del muro había una
escalera de caracol que subía lentamente hacia arriba, como si fuera mecánica.
Al subirse él y la profesora McGonagall, la pared volvió a cerrarse tras ellos
con un golpe sordo. Subieron más y más dando vueltas, hasta que al fin,
ligeramente mareado, Harry vio ante él una reluciente puerta de roble, con una
aldaba de bronce en forma de grifo, el animal mitológico con cuerpo de león y
cabeza de águila.
Esto no sorprendía mucho
a James y Sirius porque ya habían estado muchas veces en el despacho de
Dumbledore. Pero a otros sí que les sorprendía, sobre todo a Alice y Lily.
Entonces supo adónde lo llevaba.
Aquello debía de ser la vivienda de Dumbledore.
—Aquí termina el capítulo
—anunció Angelina.
—Gracias, señorita
Johnson —dijo Dumbledore—, ahora leeremos un capítulo más y luego cenaremos.
—Yo quiero leer, profesor
—dijo Seamus, y el libro levito hasta sus manos.
Y antes de irme
les deseo…
... espero que la pasen muy bien ♥
Hola! Gracias por actualizar, me encanto la parte donde Remus aseguro que Herms y Ronnie no tuvieron una relación, celos ... que lindo! Ya quiero ver su reacción , pero también la de Sirius y James, como también ellos se lo tomaran ;) Gracias por el saludo, y también, un feliz día de la mujer para ti, bueno hasta la próxima, estaré esperando la actualización muy ansiosa.
ResponderEliminarGracias por actualizar, me gusto el capitulo, fue muy entretenido mi parte favorita de este capitulo es cuando hermione dice que va a robaraunque esperaba que algun.personaje dijiera algo sobre por que hermione va a robar, me gusto que remus confiara en mione y como cada vez le gusta mas.
ResponderEliminarme gusto mucho el capitulo,eres una muy buena escritora, voy a estar esperando el proximo capitulo, cuidate, con cariño denisse
Yo coincido con Lily en una cosa, Harry tiene la peor suerte en algunas ocasiones.
ResponderEliminarMe gustó muchísimo el capítulo, así que gracias por subirlo. Ojalá que puedas actualizar pronto, en los próximos capítulos es donde todo se pone mejor =)
Otra vez gracias y espero que también hayas tenido un feliz día de la mujer.
Un beso, AuLingWood.
hola!!
ResponderEliminarGracias por actualizar e igualmente feliz día de la mujer (tal vez sea un poco tarde :P), la verdad me encanto como Remus reacciono al imaginarse que hubiera "algo" entre Hermione y Ron. No veo la hora en poder leer cuando Remus sepa la futura relación entre el y Hermione.
Por favor sigue escribiendo que en verdad me encanta como lo haces y bueno, gracias...
byee....