martes, 29 de julio de 2014

Libros del Futuro

10 de Octubre de 1977

Era un día viernes por la noche. Todos los alumnos estaban felices porque al día siguiente seria sábado, y por lógica no había clases. Los más felices eran Los Merodeadores, ya tenían planeado la broma que le harían a Quijicus —la manera más cariñosa como lo llamaban a Severus Snape—; Los Medoreadores se encontraban en su sala a común, sentados frente a la chimenea, con un pergamino, con ellos también estaba una pelirroja de ojos verde esmeralda.
Antes esto hubiera sido raro, puesto que la pelirroja no se llevaba bien con este grupito, bueno solo se llevaba bien con Remus Lupin, un chico alto, delgado, cabello castaño, ojos color miel, y con unas leves cicatrices en el rostro —él era su amigo— con los que no se llevaba bien era con Sirius Black —uno de los rompe corazones de Hogwarts— alto, cabello oscuro largo hasta el cuello y un poco rizado, y de unos hermosos ojos grises; tampoco se llevaba bien con James Potter —otro de los rompe corazones de Hogwarts—, un chico delgado de cabello alborotado negro azabache, con unos ojos color castaño que estaban detrás de unas gafas de marco redondo, con este último no se llevaba nada bien, porque siempre la paraba acosando, y con el último integrante de Los Medoreadores Peter Pettigrew, no se llevaba mal, pero tampoco se llevaba tan bien. Ahora Lily Evans siempre para con ellos, puesto que James consiguió que sea su novia. Y ella ahora se da cuenta que no es tan malo pasar el rato libro con los Medoreadores, en el fondo son buenos chicos.
Eso es lo que pensaba Lily de los Medoreadores.
—Y que les parece si para cerrar con broche de oro dejamos caer sobre la cabeza de quijicus cosas asquerosas y pegajosas —propuso Sirius, con una gran sonrisa que no se le borraría de la cara.
Sirius, James y Peter rieron con ganas, mientras Remus solo sonrió.
—Muy buena idea canuto —estuvo de acuerdo James, quien tenía el brazo pasado por la cintura de su pelirroja.
Lily quito su vista del libro que estaba leyendo para mirar a su novio y a su amigo, y negó con la cabeza. Bueno muy en el fondo son buenos chicos, se dijo.
—Oigan, pero y si Snape nos acusa con el director —dijo Peter cuando termino de reír.
—No tendrá pruebas —respondió Siruis muy seguro.
—Pero Sev —James frunció el ceño al escuchar a su novia llamar “Sev” a quijicus—, sabrá que fueron ustedes, ya son los únicos que siempre lo molestaban.
—No te gastes hablando Lily, porque no importa lo que les digas igual harán la broma, y no les importa que Dumbledore los castigue, total un castigo más, un castigo menos, no les afecta —dijo Remus con un poco de burla a sus amigos.
—¿Te das cuenta canuto? —dijo James.
—Sí, cornamenta, ya me di cuenta —dijo Sirius mirando fijamente a Lupin—, fuiste tú el que planeo la primera parte de la broma y yo solo estoy terminando de darle el toque final.
—¿Remus? —dijo Lily sorprendida—, pero si yo creí que él era el más maduro de ustedes tres.
—Las apariencias engañan pelirroja, con esa carita de ángel que tiene nadie creería que él muchas veces es el creador de todas las bromas —dijo Sirius.
Sin saber Sirius dijo algo muy cierto, en verdad las apariencias engañan.
Lupin se sonrojo, porque Lily no le quitaba la vista de encima sorprendida.
—Bueno yo ya me voy a dormir —dijo Peter parándose del cómodo sofá, y haciendo que dejaran de prestar atención a Remus, cosa que él agradeció internamente.
—Tan temprano colagusano —le dijo James.
—Sí, es que no dormí bien por los ronquidos de uno de ustedes tres —contestó Peter.
Los aludidos miraron sorprendidos.
—Nosotros no roncamos, el único que ronca eres tú, colagusano —lo acusó canuto.
—No es cierto. Yo no ronco —se defendió.
—Sí roncas, y lunático te lo puede confirmar, puesto que él se queda estudiando o leyendo hasta muy tarde, ¿verdad? —dijo James a Lupin.
—Bueno, ellos tienen razón, el único que ronca eres tú Peter, y luego tú mismo te despiertas con tus ronquidos.
Lily sonrió.
—Oh, entonces tratare de no roncar —se fue murmurando eso último.
Unos minutos después, por el hueco de la entrada de la sala común de Gryffindor, que custodiaba la señora gorda, entro la profesora McGonagall, con el rostro serio.
Caminó hasta llegar junto a los chicos que estaban sentados frente a la chimenea.
—Justo con ustedes cuatro quería hablar —dijo la profesora.
—Puedo preguntar, ¿sobre qué? —dijo Lily.
La profesora miró a la chica pelirroja, más no dijo nada. Luego pasó la mirada por los tres chicos.
—El director quiere hablar con ustedes. Síganme —fue lo único que dijo para luego empezar a caminar hacia la salida.
—¿Qué hicieron esta vez? —dijo Lily en un susurró para que la profesora no la escuchara.
—No hicimos nada —contestó Lupin en el mismo tono.
Entonces Lily miró a James y Sirius.
—Nosotros tampoco hicimos nada esta vez —dijeron al unísono.
McGonagall volteó a mirarlos severa.
Se quedaron un momento callados, pero luego volvieron a hablar.
—De seguro han hecho algo ustedes, pero no entiendo porque me llama a mí e4l director —dijo Lily—. Creerá que yo también participe en una de sus bromas.
—Que no hicimos nada Lily —dijo James.
—Y si fuera el caso de que a ti también te están culpando de una broma nuestra, entonces agradécenos, te estás haciendo famosa —dijo Siruis y Lily lo fulminó con la mirada. Pero no dijo nada ya que habían llegado donde estaba la gárgola.
—Sorbete de limón —dijo la contraseña McGonagall.
La gárgola les di pase, la profesora primero dejo subir las escaleras a sus alumnos y subió ella. Toco la puerta y tras un “pase”, entraron al despacho.
—Albus, aquí están la señorita Evans y los señores Potter, Black y Lupin como me pediste que trajera —dijo McGonagall.
Dumbledore le dedicó una mirada amable a la profesora y luego asintió.
—Bien, chicos pasen por favor —dijo Dumbledore, los chicos pasaron. Pero al hacerlo vieron ahí dentro a Severus Snape.
James, Sirius lo miraron serios a Snape, mientras que Lily y Remus, solo lo miraron, no hicieron ningún gesto de molestia.
—Dumbledore nosotros no hicimos nada de lo que le dijo quijicus —se adelantó Sirius y James le dio un codazo en las costillas para que se callara.
Dumbledore solo sonrió.
—Señor Black, más respeto con el director —le regaño la profesora McGonagall.
Severus le sonrió con burla.
—Joven Black, nadie ha acusado a nadie de nada —los Medoreadores suspiraron tranquilos, al igual que Lily que pensaba que la habían metido en una de esas bromas que acostumbra hacer—. Los mande a llamar, porque les tengo que comunicar algo importante.
—¿De qué se trata, profesor? —preguntó Lily.
—Bueno ayer me llego una carta —y que tiene eso de raro pensaron los alumnos—, con siete libros —sobre la mesa habían siete libros, cada uno más grueso que el otro.
—¿Y eso que tiene de raro? —dijo James.
—Señor Potter —regaño McGonagall.
—Bueno contestando su pregunta señor Potter, lo raro en estos libros y la carta… es que vienen  del futuro.
—¿Qué? —dijeron los Medoreadores, Lily y Snape a la vez.
—Eso es imposible profesor, nadie podría hacer eso, y además, ¿Por qué lo harían? —dijo Lily.
—Al parecer si es posible, señorita Evans, ¿Y por qué lo harían?, pues lo harían para cambiar algunos sucesos lamentables de su futuro —dijo el director con un semblante serio.
—¿Qué quiere decir con sucesos lamentables? —preguntó Lupin.
—Eso todavía no lo sabemos, señor Lupin, porque todavía no hemos leído los libros.
—Y que espera para leerlo —dijo Sirius, pero al ver la mirada de la profesora McGonagall, dijo—: lo siento.
—No lo he leído todavía, señor Black, porque todavía no vienen las demás personas a las cuales nombran en la carta.
—¿Quiénes son esas personas? —preguntó canuto.
—¿Quién le envía la carta? —ahora preguntó James.
Albus sonrió al ver la impaciencia de los dos chicos. Y Snape frunció el ceño.
—Bueno, esa es una pregunta interesante, señor Potter —Albus volvió a sonreír—, la carta me la envió yo mismo.
—¿Cómo dijo profesor? ¿La envió usted mismo? —dijo Remus sorprendido.
—Creo que Dumbledore ahora si se volvió loco —le susurró Sirius a James, y este último asintió.
—Sí, me la envió yo mismo, o mejor dicho la profesora McGonagal del año 1998, me envió la carta que deje escrita en el año 1996, al igual que los libros, solo que los libros no los escribí yo.
Todos estaban asombrados.
—¿Quién escribió los libros, profesor? —preguntó Lily.
—Eso luego lo sabrán —dijo el director—, ahora si me permiten les leeré la carta que escribió mi yo del futuro, para que se cercioren de lo que digo es cierto.

Hola, mi yo del pasado:
Sé que al leer esto estarás muy sorprendido, pero nunca haría esto si no supiera que se podría cambiar el futuro. Antes que nada yo te envió esta carta y estos libros, gracias a un buen chico, un chico que sufrió mucho y no solo él, también muchas personas más, pero eso lo sabrás de acuerdo vayan avanzando con los libros.
Bueno lo que yo quiero es que lean estos libros, pero antes deben mandar a llamar a las siguientes personas: Lily Evans, James Potter, Sirius Black, Remus Lupin, Severus Snape, Lucius y Narcisa Malfoy, Ted y Andrómeda Tonks, los Weasley, los gemelos Prewett, los Longbottom, Ojoloco Moody, Minerva McGonagall, y mi yo del pasado.
Deberán leer los libros en la Sala de los Menesteres y nadie podrá salir de ahí hasta que los libros hayan sido terminados de leer.
Albus P. Dumbledore, del futuro

P.D.: Por favor no juzguen a nadie, todo será explicado depende lean los libros. Y recuerden todos son inocentes hasta que no se demuestre lo contrario.

—¿Y por qué las serpientes también tienen que estar para la lectura de los libros? —preguntó Sirius, mirando despectivamente a Snape.
—Porque así me lo piden, señor Black —Sirius iba a replicar, pero Dumbledore siguió hablando—, y me imagino que su presencia debe ser muy importante. Bien, es hora de ir a la Sala de los Menesteres —concluyó.
Todos salieron del despacho de Dumbledore y empezaron a dirigirse a la famosa sala de los menesteres que se encontraba en el séptimo piso. Adelante iban Albus y McGonagall, los seguían Lily y James que iba tomados de la mano, atrás de ellos iban Remus y Sirius, y al último Snape con cara de aburrido.
Ya en el séptimo piso un puerta se materializo frente a ellos, Dumbledore abrió la puerta de la inmensa sala y le dio pase para que todos pasaran y al último paso él.
La Sala en verdad era inmensa, en la parte de adelante habían mesas largas con sus respectivas sillas, igual que el Gran Comedor, solo que esta no estaba dividida por casas, a los costados también habían cómodos sillones y al fondo había como una especie de habitaciones, pero en verdad muchas habitaciones.
Apenas se habían acomodado en las mesas, claro, Snape separado de los Gryffindor; cuando la puerta la puerta de la sala se volvió abrir, y por ahí entraron los Weasley, los Longbottom, los Malfoy, Ojoloco, y los gemelos Prewett.
Apenas Narcisa Malfoy entró, se percató de la presencia de su primo y su grupo.
—Sirius —dijo con un tono serio.
—Vaya, primita a mí también me da gusto verte —Sirius sonrió con ironía—, oh, parece que trajiste a tu maridito contigo. Hola, primito, ¿Qué tal?
Sus amigos se rieron.
—Black —siseó Lucius, y camino con su esposa del brazo hacia la mesa donde se encontraba Snape.
Los demás se sentaron en la mesa donde estaban los Medoreadores y Lily, salvo por Ojoloco que se fue a la otra mesa donde estaban los profesores.
—Hola, Sirius —saludó Andrómeda Tonks—, oh, James, Remus. Los dos últimos contestaron con un «hola».
—Hola, primita —Sirius la saludó con una sonrisa sincera—, tú mis tres primas eres la que mejor me cae —eso último lo dijo fuerte para que Narcisa escuchará.
—Hola —saludo Andrómeda a Lily—, disculpa, tú eres…
—Lily Evans —contestó la pelirroja.
Luego de todos ya se hubieran saludado y estuvieran sentados, Albus habló:
—Buenas noches, señores —dijo—, les pido un poco de su atención. Los mande a llamar porque me mandaron una carta de mi yo del futuro —hubo murmullos—, y estos siete libros que cuentan los sucesos de sus vidas futuras, o por lo menos de algunos de los presentes.
—Solo por eso nos hizo venir —dijo Lucius Malfoy—, por tonterías, por esos libros que tal vez puedan y sean solo mentiras.
—No solo por eso, señor Malfoy, no solo los hice venir para leer estos libros —señaló los libros—, también vendrán personas del futuro.
Hubo más murmullos, porque eso no se los había comunicado a nadie.
 —Y pueda que su hijo también venga, señor Malfoy —eso último que dijo Dumbledore, pareció calmar el carácter de Malfoy—. Bien, ya que todos estamos tranquilos, pasaremos a leer el primer capítulo de la historia y luego nos podemos ir a descansar. Profesora McGonagall, quisiera leer el primer capítulo —dijo Albus.
—Sí, por supuesto, Albus —contestó la profesora—. Bien, el primer libro se llama: Harry Potter y la Piedra Filosofal.
—¿Qué? —dijo James Potter, muy sorprendido y sus amigos voltearon para verlo.

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