10 de Octubre de
1977
Era un día viernes por la noche. Todos los alumnos estaban felices
porque al día siguiente seria sábado, y por lógica no había clases. Los más
felices eran Los Merodeadores, ya tenían planeado la broma que le harían a Quijicus
—la manera más cariñosa como lo llamaban a Severus Snape—; Los Medoreadores se
encontraban en su sala a común, sentados frente a la chimenea, con un
pergamino, con ellos también estaba una pelirroja de ojos verde esmeralda.
Antes esto hubiera sido raro, puesto que la pelirroja no se llevaba bien
con este grupito, bueno solo se llevaba bien con Remus Lupin, un chico alto,
delgado, cabello castaño, ojos color miel, y con unas leves cicatrices en el
rostro —él era su amigo— con los que no se llevaba bien era con Sirius Black
—uno de los rompe corazones de Hogwarts— alto, cabello oscuro largo hasta el
cuello y un poco rizado, y de unos hermosos ojos grises; tampoco se llevaba
bien con James Potter —otro de los rompe corazones de Hogwarts—, un chico
delgado de cabello alborotado negro azabache, con unos ojos color castaño que
estaban detrás de unas gafas de marco redondo, con este último no se llevaba
nada bien, porque siempre la paraba acosando, y con el último integrante de Los
Medoreadores Peter Pettigrew, no se llevaba mal, pero tampoco se llevaba tan
bien. Ahora Lily Evans siempre para con ellos, puesto que James consiguió que
sea su novia. Y ella ahora se da cuenta que no es tan malo pasar el rato libro
con los Medoreadores, en el fondo son buenos chicos.
Eso es lo que pensaba Lily de los Medoreadores.
—Y que les parece si para cerrar con broche de oro dejamos caer sobre la
cabeza de quijicus cosas asquerosas y pegajosas —propuso Sirius, con una gran
sonrisa que no se le borraría de la cara.
Sirius, James y Peter rieron con ganas, mientras Remus solo sonrió.
—Muy buena idea canuto —estuvo de acuerdo James, quien tenía el brazo
pasado por la cintura de su pelirroja.
Lily quito su vista del libro que estaba leyendo para mirar a su novio y
a su amigo, y negó con la cabeza. Bueno muy en el fondo son buenos chicos, se
dijo.
—Oigan, pero y si Snape nos acusa con el director —dijo Peter cuando
termino de reír.
—No tendrá pruebas —respondió Siruis muy seguro.
—Pero Sev —James frunció el ceño al escuchar a su novia llamar “Sev” a
quijicus—, sabrá que fueron ustedes, ya son los únicos que siempre lo
molestaban.
—No te gastes hablando Lily, porque no importa lo que les digas igual harán
la broma, y no les importa que Dumbledore los castigue, total un castigo más,
un castigo menos, no les afecta —dijo Remus con un poco de burla a sus amigos.
—¿Te das cuenta canuto? —dijo James.
—Sí, cornamenta, ya me di cuenta —dijo Sirius mirando fijamente a
Lupin—, fuiste tú el que planeo la primera parte de la broma y yo solo estoy
terminando de darle el toque final.
—¿Remus? —dijo Lily sorprendida—, pero si yo creí que él era el más
maduro de ustedes tres.
—Las apariencias engañan pelirroja, con esa carita de ángel que tiene
nadie creería que él muchas veces es el creador de todas las bromas —dijo
Sirius.
Sin saber Sirius dijo algo muy cierto, en verdad las apariencias engañan.
Lupin se sonrojo, porque Lily no le quitaba la vista de encima sorprendida.
—Bueno yo ya me voy a dormir —dijo Peter parándose del cómodo sofá, y
haciendo que dejaran de prestar atención a Remus, cosa que él agradeció
internamente.
—Tan temprano colagusano —le dijo James.
—Sí, es que no dormí bien por los ronquidos de uno de ustedes tres
—contestó Peter.
Los aludidos miraron sorprendidos.
—Nosotros no roncamos, el único que ronca eres tú, colagusano —lo acusó
canuto.
—No es cierto. Yo no ronco —se defendió.
—Sí roncas, y lunático te lo puede confirmar, puesto que él se queda estudiando
o leyendo hasta muy tarde, ¿verdad? —dijo James a Lupin.
—Bueno, ellos tienen razón, el único que ronca eres tú Peter, y luego tú
mismo te despiertas con tus ronquidos.
Lily sonrió.
—Oh, entonces tratare de no roncar —se fue murmurando eso último.
Unos minutos después, por el hueco de la entrada de la sala común de
Gryffindor, que custodiaba la señora gorda, entro la profesora McGonagall, con
el rostro serio.
Caminó hasta llegar junto a los chicos que estaban sentados frente a la
chimenea.
—Justo con ustedes cuatro quería hablar —dijo la profesora.
—Puedo preguntar, ¿sobre qué? —dijo Lily.
La profesora miró a la chica pelirroja, más no dijo nada. Luego pasó la
mirada por los tres chicos.
—El director quiere hablar con ustedes. Síganme —fue lo único que dijo
para luego empezar a caminar hacia la salida.
—¿Qué hicieron esta vez? —dijo Lily en un susurró para que la profesora
no la escuchara.
—No hicimos nada —contestó Lupin en el mismo tono.
Entonces Lily miró a James y Sirius.
—Nosotros tampoco hicimos nada esta vez —dijeron al unísono.
McGonagall volteó a mirarlos severa.
Se quedaron un momento callados, pero luego volvieron a hablar.
—De seguro han hecho algo ustedes, pero no entiendo porque me llama a mí
e4l director —dijo Lily—. Creerá que yo también participe en una de sus bromas.
—Que no hicimos nada Lily —dijo James.
—Y si fuera el caso de que a ti también te están culpando de una broma
nuestra, entonces agradécenos, te estás haciendo famosa —dijo Siruis y Lily lo
fulminó con la mirada. Pero no dijo nada ya que habían llegado donde estaba la
gárgola.
—Sorbete de limón —dijo la contraseña McGonagall.
La gárgola les di pase, la profesora primero dejo subir las escaleras a
sus alumnos y subió ella. Toco la puerta y tras un “pase”, entraron al despacho.
—Albus, aquí están la señorita Evans y los señores Potter, Black y Lupin
como me pediste que trajera —dijo McGonagall.
Dumbledore le dedicó una mirada amable a la profesora y luego asintió.
—Bien, chicos pasen por favor —dijo Dumbledore, los chicos pasaron. Pero
al hacerlo vieron ahí dentro a Severus Snape.
James, Sirius lo miraron serios a Snape, mientras que Lily y Remus, solo
lo miraron, no hicieron ningún gesto de molestia.
—Dumbledore nosotros no hicimos nada de lo que le dijo quijicus —se adelantó
Sirius y James le dio un codazo en las costillas para que se callara.
Dumbledore solo sonrió.
—Señor Black, más respeto con el director —le regaño la profesora
McGonagall.
Severus le sonrió con burla.
—Joven Black, nadie ha acusado a nadie de nada —los Medoreadores
suspiraron tranquilos, al igual que Lily que pensaba que la habían metido en
una de esas bromas que acostumbra hacer—. Los mande a llamar, porque les tengo
que comunicar algo importante.
—¿De qué se trata, profesor? —preguntó Lily.
—Bueno ayer me llego una carta —y que tiene eso de raro pensaron los
alumnos—, con siete libros —sobre la mesa habían siete libros, cada uno más
grueso que el otro.
—¿Y eso que tiene de raro? —dijo James.
—Señor Potter —regaño McGonagall.
—Bueno contestando su pregunta señor Potter, lo raro en estos libros y
la carta… es que vienen del futuro.
—¿Qué? —dijeron los Medoreadores, Lily y Snape a la vez.
—Eso es imposible profesor, nadie podría hacer eso, y además, ¿Por qué
lo harían? —dijo Lily.
—Al parecer si es posible, señorita Evans, ¿Y por qué lo harían?, pues
lo harían para cambiar algunos sucesos lamentables de su futuro —dijo el
director con un semblante serio.
—¿Qué quiere decir con sucesos lamentables? —preguntó Lupin.
—Eso todavía no lo sabemos, señor Lupin, porque todavía no hemos leído
los libros.
—Y que espera para leerlo —dijo Sirius, pero al ver la mirada de la
profesora McGonagall, dijo—: lo siento.
—No lo he leído todavía, señor Black, porque todavía no vienen las demás
personas a las cuales nombran en la carta.
—¿Quiénes son esas personas? —preguntó canuto.
—¿Quién le envía la carta? —ahora preguntó James.
Albus sonrió al ver la impaciencia de los dos chicos. Y Snape frunció el
ceño.
—Bueno, esa es una pregunta interesante, señor Potter —Albus volvió a
sonreír—, la carta me la envió yo mismo.
—¿Cómo dijo profesor? ¿La envió usted mismo? —dijo Remus sorprendido.
—Creo que Dumbledore ahora si se volvió loco —le susurró Sirius a James,
y este último asintió.
—Sí, me la envió yo mismo, o mejor dicho la profesora McGonagal del año
1998, me envió la carta que deje escrita en el año 1996, al igual que los
libros, solo que los libros no los escribí yo.
Todos estaban asombrados.
—¿Quién escribió los libros, profesor? —preguntó Lily.
—Eso luego lo sabrán —dijo el director—, ahora si me permiten les leeré
la carta que escribió mi yo del futuro, para que se cercioren de lo que digo es
cierto.
Hola, mi yo del
pasado:
Sé que al
leer esto estarás muy sorprendido, pero nunca haría esto si no supiera que se
podría cambiar el futuro. Antes que nada yo te envió esta carta y estos libros,
gracias a un buen chico, un chico que sufrió mucho y no solo él, también muchas
personas más, pero eso lo sabrás de acuerdo vayan avanzando con los libros.
Bueno lo que
yo quiero es que lean estos libros, pero antes deben mandar a llamar a las
siguientes personas: Lily Evans, James Potter, Sirius Black, Remus Lupin,
Severus Snape, Lucius y Narcisa Malfoy, Ted y Andrómeda Tonks, los Weasley, los
gemelos Prewett, los Longbottom, Ojoloco Moody, Minerva McGonagall, y mi yo del
pasado.
Deberán leer
los libros en la Sala de los Menesteres y nadie podrá salir de ahí hasta que
los libros hayan sido terminados de leer.
Albus P. Dumbledore, del futuro
P.D.: Por favor no
juzguen a nadie, todo será explicado depende lean los libros. Y recuerden todos
son inocentes hasta que no se demuestre lo contrario.
—¿Y por qué las serpientes también tienen que estar para la lectura de
los libros? —preguntó Sirius, mirando despectivamente a Snape.
—Porque así me lo piden, señor Black —Sirius iba a
replicar, pero Dumbledore siguió hablando—, y me imagino que su presencia debe
ser muy importante. Bien, es hora de ir a la Sala de los Menesteres —concluyó.
Todos salieron del despacho de Dumbledore y
empezaron a dirigirse a la famosa sala de los menesteres que se encontraba en
el séptimo piso. Adelante iban Albus y McGonagall, los seguían Lily y James que
iba tomados de la mano, atrás de ellos iban Remus y Sirius, y al último Snape
con cara de aburrido.
Ya en el séptimo piso un puerta se materializo
frente a ellos, Dumbledore abrió la puerta de la inmensa sala y le dio pase
para que todos pasaran y al último paso él.
La Sala en verdad era inmensa, en la parte de
adelante habían mesas largas con sus respectivas sillas, igual que el Gran
Comedor, solo que esta no estaba dividida por casas, a los costados también
habían cómodos sillones y al fondo había como una especie de habitaciones, pero
en verdad muchas habitaciones.
Apenas se habían acomodado en las mesas, claro,
Snape separado de los Gryffindor; cuando la puerta la puerta de la sala se
volvió abrir, y por ahí entraron los Weasley, los Longbottom, los Malfoy,
Ojoloco, y los gemelos Prewett.
Apenas Narcisa Malfoy entró, se percató de la
presencia de su primo y su grupo.
—Sirius —dijo con un tono serio.
—Vaya, primita a mí también me da gusto verte
—Sirius sonrió con ironía—, oh, parece que trajiste a tu maridito contigo.
Hola, primito, ¿Qué tal?
Sus amigos se rieron.
—Black —siseó Lucius, y camino con su esposa del
brazo hacia la mesa donde se encontraba Snape.
Los demás se sentaron en la mesa donde estaban los
Medoreadores y Lily, salvo por Ojoloco que se fue a la otra mesa donde estaban
los profesores.
—Hola, Sirius —saludó Andrómeda Tonks—, oh, James,
Remus. Los dos últimos contestaron con un «hola».
—Hola, primita —Sirius la saludó con una sonrisa
sincera—, tú mis tres primas eres la que mejor me cae —eso último lo dijo
fuerte para que Narcisa escuchará.
—Hola —saludo Andrómeda a Lily—, disculpa, tú eres…
—Lily Evans —contestó la pelirroja.
Luego de todos ya se hubieran saludado y estuvieran
sentados, Albus habló:
—Buenas noches, señores —dijo—, les pido un poco de
su atención. Los mande a llamar porque me mandaron una carta de mi yo del
futuro —hubo murmullos—, y estos siete libros que cuentan los sucesos de sus
vidas futuras, o por lo menos de algunos de los presentes.
—Solo por eso nos hizo venir —dijo Lucius Malfoy—,
por tonterías, por esos libros que tal vez puedan y sean solo mentiras.
—No solo por eso, señor Malfoy, no solo los hice
venir para leer estos libros —señaló los libros—, también vendrán personas del
futuro.
Hubo más murmullos, porque eso no se los había
comunicado a nadie.
—Y pueda que
su hijo también venga, señor Malfoy —eso último que dijo Dumbledore, pareció
calmar el carácter de Malfoy—. Bien, ya que todos estamos tranquilos, pasaremos
a leer el primer capítulo de la historia y luego nos podemos ir a descansar.
Profesora McGonagall, quisiera leer el primer capítulo —dijo Albus.
—Sí, por supuesto, Albus —contestó la profesora—.
Bien, el primer libro se llama: Harry
Potter y la Piedra Filosofal.
—¿Qué? —dijo James Potter, muy sorprendido y sus
amigos voltearon para verlo.
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