—Bien el siguiente capítulo se llama “El guardián de las llaves” —leyó
Percy.
—Escuchaste eso George, ese título me
hace acordar de nuestro muy grandote amiguito —dijo uno de los gemelos Weasley.
—Claro que me acuerdo Fred. ¿Cómo era
que se llamaba? —preguntó su gemelo, en manera de olvido.
Ambos se miraron y sonrieron.
—Ah, claro, su nombre era Hagrid
—dijeron al unisonó los gemelos Weasley.
—Entonces mando a Hagrid para que le
entregara su carta a mi hijo —dijo James—, que bueno ese Hagrid no permitirá
que ninguno de sus parientes muggles de mi hijo le impida leer su carta —el
pelinegro sonreía de oreja a oreja.
—Sí, todo eso está muy bien, pero
aquí hay algo raro —dijo Sirius pensativo.
—¿Algo raro? ¿A qué te refieres
Sirius? —preguntó Lupin.
—A que ellos dos —Sirius señaló a los
gemelos Weasley—, dijeron que se llamaban Gred y Feorge, pero ahora se están
llamando Fred y George, ¿asaco eso no te parece raro, Lunático?
Los merodeadores miraron a los
gemelos Weasley. Mientras que los gemelos Prewett empezaron a reír seguidos de
sus gemelos sobrinos.
Bill y Charlie rodaron los ojos,
mientras que Percy estaba serio porque habían interrumpido su lectura.
—¿De qué se ríen? —preguntaron los
merodeadores.
—Ese es una pequeña broma personal
que tenemos nosotros —explicaron los gemelos Weasley.
—No me digan que no se dieron cuenta
—dijeron los gemelos Prewett—, ellos intercambian la primera letra de sus
nombres… —agregó Gideon.
—… igual que nosotros —corroboró
Fabian—, ¿cierto Fideon?
—Cierto Gabian.
Ambos pares de gemelos se soltaron a
reír.
—Ah, ya entendimos —dijo Sirius,
también riendo—. Ustedes dos podrían seguir nuestros pasos, ¿verdad? —dijo
buscando el apoyo de sus amigos.
—Claro —respondieron James y Remus.
—Ustedes dos serán una mala influencia
para mis hijos —les reclamó Molly a sus hermanos, y de soslayo mirando a lo
merodeadores.
—Nos ofendes hermanita —dijeron con
fingido enojo los gemelos Prewett.
—Ya que resolvieron sus dudas acerca
de los nombres del par de inmaduros de mis hermanos, puedo continuar leyendo
—dijo Percy a la vez que agitaba el libro que tenía en la mano.
—Claro que puedes continuar querido
—le dijo su madre, mirando con severidad a sus hermanos y a sus dos hijos.
—¿Siempre es así? —preguntó Sirius a
los gemelos Weasley.
—Antes era peor —contestó Fred.
Sirius hizo una mueca de horror.
Causando la risa de sus dos fieles amigos.
Percy carraspeó, dando a entender que
iba a continuar leyendo.
BUM. Llamaron otra vez. Dudley se despertó
bruscamente.
—¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente.
—¿El cañón? —repitió el ojigris—, que
tonto —rió.
Percy lo miró serio, y Sirius dejo de
reír.
Se oyó un crujido detrás de ellos y tío Vernon
apareció en la habitación. Llevaba un rifle en las manos: ya sabían lo que
contenía el paquete alargado que había llevado.
—¿Qué es un rifle? —preguntó James a
su novia.
Percy no se molestó por la
interrupción porque él también tenía curiosidad de saber que era ese objeto.
—Un rifle es un arma de fuego, es
como una especie de varita en el mundo muggle, pero que solo sirve como para
lanzar una Avada Kedavra—explicó la
pelirroja—. Pero es muy peligroso tener esa arma cuando hay niños —agregó.
James asintió.
—¿Quién está ahí? —gritó—. ¡Le advierto… estoy
armado!
Hubo una pausa. Luego…
¡UN GOLPE VIOLENTO!
La puerta fue empujada con tal fuerza que se salió
de los goznes y, con un golpe sordo, cayó al suelo.
Un hombre gigantesco apareció en el umbral. Su
rostro estaba prácticamente oculto por una larga maraña de pelo y una barba
desaliñada, pero podían verse sus ojos, que brillaban como escarabajos negros
bajo aquella pelambrera.
—Vaya, que descripción más explícita
—comentó Sirius.
—Sí, tienes razón —dijo Remus—, me
pregunto, quien habrá escrito los libros —James y Sirius se encogieron de
hombros.
El gigante se abrió paso doblando la cabeza, que
rozaba el techo. Se agachó, cogió la puerta y, sin esfuerzo, la volvió a poner
en su lugar. El ruido de la tormenta se apagó un poco. Se volvió para mirarlos.
—Qué gran entrada —dijo Fabian.
—No se podría esperar otra de Hagrid
—siguió Gideon.
—Podríamos preparar té. No ha sido un viaje
fácil... Se desparramó en el sofá donde Dudley estaba petrificado de miedo.
—Levántate, bola de grasa —dijo el desconocido.
Casi todos rieron por la ocurrencia
de Hagrid.
—Creo deberíamos invitar a Hagrid
para que sea el quinto merodeador —propuso Sirius, con una gran sonrisa en los
labios.
—Me parece una gran idea —dijo Remus,
también sonriendo.
—Claro, después de terminar de leer
los libros hay que proponérselo —dijo James.
—¿Qué están cuchicheando ustedes
tres? —preguntó McGonagall, al verlos hablando por lo bajo.
—Nada —respondieron inocentemente los
merodeadores. La profesora los quedo mirando con sospecha, sobre todo a un
pelinegro de anteojos y aun ojigris.
Dudley se escapó de allí y corrió a esconderse
junto a su madre, que estaba agazapada detrás de tío Vernon.
—Cobarde —dijo Ojoloco.
—¡Ah! ¡Aquí está Harry! —dijo el gigante.
Harry levantó la vista ante el rostro feroz y
peludo, y vio que los ojos negros le sonreían.
—La última vez que te vi eras sólo una criatura
—dijo el gigante—. Te pareces mucho a tu padre, pero tienes los ojos de tu
madre.
Lily y James se sonrieron y luego se
abrazaron.
Tío Vernon dejó escapar un curioso sonido.
—¡Le exijo que se vaya enseguida, señor! —dijo—. ¡Esto
es allanamiento de morada!
—Bah, cierra la boca, Dursley, grandísimo majadero
—dijo el gigante. Se estiró, arrebató el rifle a tío Vernon, lo retorció como
si fuera de goma y lo arrojó a un rincón de la habitación.
Todos rieron por la reacción de Hagrid.
Tío Vernon hizo otro ruido extraño, como si
hubieran aplastado a un ratón.
—De todos modos, Harry —dijo el gigante, dando la
espalda a los Dursley—, te deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal
vez lo he aplastado un poco, pero tiene buen sabor.
Del bolsillo interior de su abrigo negro sacó una
caja algo aplastada. Harry la abrió con dedos temblorosos. En el interior había
un gran pastel de chocolate pegajoso, con «Feliz Cumpleaños, Harry» escrito en
verde.
—Cuando hayamos terminado de leer los
libros, deberíamos ir a agradecerle a Hagrid por ser tan amable con Harry —dijo
Lily conmovida.
—Estoy de acuerdo contigo Lily —le
respondió su novio.
Harry miró al gigante. Iba a darle las gracias,
pero las palabras se perdieron en su garganta y, en lugar de eso, dijo:
—¿Quién es usted?
El gigante rió entre dientes.
—Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid,
Guardián de las Llaves y Terrenos de Hogwarts.
Extendió una mano gigantesca y sacudió todo el
brazo de Harry
Sirius rió.
—Pobre de Harry, con una sacudida de
manos de Hagrid, ha de haber sentido como si le arrancaran el brazo. Por lo
menos a mí me paso.
—A mí también me paso lo mismo —dijo
Remus, recordando—, no puede controlar su fuerza —el licántropo sonrió.
—Y a mí también me paso igual, si
hasta a veces todavía me duele el brazo —dijo James.
—No seas exagerado, James —le dijo
Lily—, porque cuando estás jugando Quidditch parece que no te duele el brazo.
James ya no dijo nada, mientras Remus
y Sirius reían.
—¿Qué tal ese té, entonces? —dijo, frotándose las
manos—. Pero no diría que no si tienen algo más fuerte.
—Ese Hagrid nunca cambiara —dijo Ted
Tonks.
La profesora McGonagall solo negaba
con la cabeza, mientras Albus Dumbledore sonreía.
Sus ojos se clavaron en el hogar apagado, con las
bolsas de patatas fritas arrugadas, y dejó escapar una risa despectiva. Se
inclinó ante la chimenea. Los demás no podían ver qué estaba haciendo, pero
cuando un momento después se dio la vuelta, había un fuego encendido, que
inundó de luz toda la húmeda cabaña. Harry sintió que el calor lo cubría como
si estuviera metido en un baño caliente.
El gigante volvió a sentarse en el sofá, que se
hundió bajo su peso, y comenzó a sacar toda clase de cosas de los bolsillos de
su abrigo: una cazuela de cobre, un paquete de salchichas, un atizador, una
tetera, varias tazas agrietadas y una botella de un líquido color ámbar, de la
que tomó un trago antes de empezar a preparar el té (Y
en eso tampoco ha cambiado Hagrid, dijeron los gemelos Prewett). Muy
pronto, la cabaña estaba llena del aroma de las salchichas calientes. Nadie
dijo una palabra mientras el gigante trabajaba, pero cuando sacó las primeras
seis salchichas jugosas y calientes, Dudley comenzó a impacientarse. Tío Vernon
dijo en tono cortante:
—No toques nada que él te dé, Dudley.
El gigante lanzó una risa sombría.
—Ese gordo pastel que es su hijo no necesita
engordar más, Dursley, no se preocupe.
—Definitivamente Hagrid sería un gran
merodeador —dijo James, y sus amigos asintieron estando de acuerdo con él.
—Y nosotros no somos dignos de él,
porque ahora resulta que Hagrid tenía su chispa de las bromas muy bien
escondido —dijo Fabian.
—Tienes razón hermano —corroboró
Gideon—. Y nosotros sin darnos cuenta de que teníamos una gran joya en nuestras
narices.
Le sirvió las salchichas a Harry, el cual estaba
tan hambriento que pensó que nunca había probado algo tan maravilloso, pero
todavía no podía quitarle los ojos de encima al gigante. Por último, como nadie
parecía dispuesto a explicar nada, dijo:
—Lo siento, pero todavía sigo sin saber quién es
usted.
El gigante tomó un sorbo de té y se secó la boca
con el dorso de la mano.
—Llámame Hagrid —contesto—. Todos lo hacen. Y como
te dije, soy el guardián de las llaves de Hogwarts. Ya lo sabrás todo sobre
Hogwarts, por supuesto.
—No, no lo sabe —dijo Alice
Longbottom.
—Cariño, parece como si le hubieras
respondido al libro —se burló Frank.
Alice lo miró ofendida.
—Un día y medio de estar con estos
—Alice señaló a los merodeadores—, y ya estás actuando como ellos, lo que me demuestra
que son muy mala influencia.
—Nosotros no hemos hecho nada —se
quejaron los merodeadores.
—Puedo continuar —dijo Percy, a lo
cual Lily contestó con un «Sí», al ver que todos se quedaron callados.
—Pues… yo no… —dijo Harry.
Hagrid parecía impresionado.
—Lo lamento —dijo rápidamente Harry.
—Ellos son los que deberían
lamentarlo —dijo Andrómeda.
—¿Lo lamento? —preguntó Hagrid, volviéndose a mirar
a los Dursley, que retrocedieron hasta quedar ocultos por las sombras—. ¡Ellos
son los que tienen que disculparse! Sabía que no estabas recibiendo las cartas,
pero nunca pensé que no supieras nada de Hogwarts. ¿Nunca te preguntaste dónde
lo habían aprendido todo tus padres?
—¿El qué? —preguntó Harry.
—¿EL QUÉ? —bramó Hagrid—. ¡Espera un segundo!
Se puso de pie de un salto. En su furia parecía
llenar toda la habitación. Los Dursley estaban agazapados contra la pared.
—Sí, hacen muy bien en temerle a
Hagrid, porque ahora ya está enojado —dijo Ted.
Su esposa asintió.
—¿Me van a decir —rugió a los Dursley— que este
muchacho, ¡este muchacho!, no sabe nada… sobre NADA?
Harry pensó que aquello iba demasiado lejos.
Después de todo, había ido al colegio y sus notas no eran tan malas.
—Yo sé algunas cosas —dijo—. Puedo hacer cuentas y
todo eso.
—No creo que se refiera exactamente a
eso —dijo Alice.
—Harry heredo tu ingenuidad pelirroja
—dijo Sirius como si nada.
—¿Qué dijiste Black? —dijo Lily
enojada.
—Nada, nada. Yo dije que Harry heredo
muchas cosas de ti… como… tu inteligencia —trató de arreglar lo que dijo Sirius
al ver la cara de la pelirroja.
Remus solo negó con la cabeza. Su
amigo nunca iba a dejar de ser imprudente.
Pero Hagrid simplemente agito la mano.
—Me refiero a nuestro mundo. Tu mundo. Mi mundo. El
mundo de tus padres.
—¿Qué mundo?
Hagrid lo miró como si fuera a estallar.
—¡DURSLEY! —bramó.
—No quisiera estar en el pellejo de
los Dursley en ese momento —dijo Frank—. Hagrid está enojado.
Tío Vernon, que estaba muy pálido, susurró algo que
sonaba como mimblewimble. Hagrid, enfurecido, contempló a Harry.
—Pero tú tienes que saber algo sobre tu madre y tu
padre —dijo—. Quiero decir, ellos son famosos. Tú eres famoso.
James se irguió en su silla y sonrió
orgulloso. Y Lily solo negó con la cabeza.
—¿Cómo? ¿Mi madre y mi padre… eran famosos? ¿En
serio?
—Y ahí está la arrogancia heredara
del padre —siseó Snape.
—Tú cállate Quijicus, eso a ti no te
importa —Sirius defendió a su amigo—, claro, como tú no eres popular, por eso
te molestas.
—Cierra la boca Black —gritó Snape.
—Señor Snape y señor Black, silencio
los dos —los regaño McGonagall—. Si vuelven a discutir les quitare puntos a
ambas casas —los amenazó.
—Pero Snape empezó profesora
—reclamaron Remus y James.
—A mí no me importa quien empezó o
quien termino, lo único que quiero es que no se peleen —dijo McGonagall.
Todos se quedaron callados, pero
Sirius y Snape se miraron con odio.
Luego del pequeño incidente Percy
continúo con la lectura.
—No sabías… no sabías… —Hagrid se pasó los dedos
por el pelo, clavándole una mirada de asombro—. ¿De verdad no sabes lo que
ellos eran? —dijo por último.
De pronto, tío Vernon recuperó la voz.
—¡Deténgase! —ordenó—. ¡Deténgase ahora mismo,
señor! ¡Le prohíbo que le diga nada al muchacho!
—No creo que ese Durley pueda detener
a Hagrid —dijo Remus.
Los demás asintieron estando de
acuerdo.
Un hombre más valiente que Vernon Dursley se habría
acobardado ante la mirada furiosa que le dirigió Hagrid. Cuando éste habló,
temblaba de rabia.
—¿No se lo ha dicho? ¿No le ha hablado sobre el
contenido de la carta que Dumbledore le dejó? ¡Yo estaba allí! ¡Vi que
Dumbledore la dejaba, Dursley! ¿Y se la ha ocultado durante todos estos años?
—¿Qué es lo que me han ocultado? —dijo Harry en
tono anhelante.
—Eso es pequeño Cornamenta, sigue
insistiendo hasta que te digan la verdad —dijo Sirius—, se tan terco como tu
madre —agregó—. ¡Ay! —gritó.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Remus.
—Pues que la pelirroja me piso mi
hermoso pie —contestó Sirius—, James contrólala.
—No creo que pueda —susurró James.
—Yo no soy un animal para que me
estén controlando —dijo Lily.
—De todas maneras te lo merecías por
haber dicho que Lily era terca, Sirius —Remus defendió a su amiga.
—¡DETÉNGASE! ¡SE LO PROHÍBO! —rugió tío Vernon
aterrado.
Tía Petunia dejó escapar un gemido de horror.
—Voy a romperles la cabeza —dijo Hagrid—. Harry
debes saber que eres un mago.
—No tuvo mucho tacto para decirle la
verdad —dijo Fred—. Se parece a Ronnie —sonrió.
—Sí, pero es mejor que le digan a uno
las cosas de frente a con rodeos —dijo George.
—¿Quién es Ronnie? —preguntó Molly a
sus hijos.
—Oh, todo lo sabrás a su tiempo, mamá
—contestó Bill.
Se produjo un silencio en la cabaña. Sólo podía
oírse el mar y el silbido del viento.
—¿Que soy qué? —dijo Harry con voz entrecortada.
—Un mago —respondió Hagrid, sentándose otra vez en
el sofá, que crujió y se hundió—. Y muy bueno, debo añadir, en cuanto te hayas
entrenado un poco. Con unos padres como los tuyos ¿qué otra cosa podías ser? Y
creo que ya es hora de que leas la carta.
Harry extendió la mano para coger, finalmente, el
sobre amarillento, dirigido, con tinta verde esmeralda al «Señor H. Potter, El
Suelo de la Cabaña en la Roca, El Mar». Sacó la carta y leyó:
—¡Por fin! ¡Ya era hora! —exclamaron
los merodeadores y los gemelos Weasley y Prewett.
COLEGIO
HOGWARTS DE MAGIA
Director:
Albus Dumbledore
(Orden de
Merlín, Primera Clase,
Gran
Hechicero, Jefe de Magos,
JefeSupremo,
Confederación
Internacional
de Magos).
Querido señor
Potter:
Tenemos el
placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de
Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Las clases
comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.
Muy
cordialmente, Minerva McGonagall
Directora
adjunta
Las preguntas estallaban en la cabeza de Harry como
fuegos artificiales, y no sabía cuál era la primera. Después de unos minutos,
tartamudeó:
—¿Qué quiere decir eso de que esperan mi lechuza?
—Tantas cosas interesantes que tenía
que preguntar y sale con esa pregunta —dijo Sirius, moviendo la cabeza de un
lado a otro.
—Black, mi hijo solo tenía curiosidad
al saber para que tenía que enviar una lechuza —le reclamó Lily.
Sirius solo levantó las manos en son
de paz.
Es mejor no discutir con la
pelirroja, es peligroso, pensó Sirius.
—Gorgonas galopantes, ahora me acuerdo —dijo
Hagrid, golpeándose la frente con tanta fuerza como para derribar un caballo.
De otro bolsillo sacó una lechuza (una lechuza de verdad, viva y con las plumas
algo erizadas), una gran pluma y un rollo de pergamino. Con la lengua entre los
dientes, escribió una nota que Harry pudo leer al revés.
Querido señor Dumbledore:
Entregué a Harry su carta. Lo llevo mañana a
comprar sus cosas.
El tiempo es horrible. Espero que usted esté bien.
Hagrid
Hagrid enrolló la nota y se la dio a la lechuza,
que la cogió con el pico. Después fue hasta la puerta y lanzó a la lechuza en
la tormenta. Entonces volvió y se sentó, como si aquello fuera tan normal como
hablar por teléfono.
—Es que eso para nosotros es muy
normal —comentó Molly Weasley.
—Por supuesto —estuvo de acuerdo
Arthur—, aunque ese aparato, como se llamaba, así «tefeleno»…
—Teléfono —le corrigió Lily.
—Sí, eso el teléfono me parece que es
un aparato muy interesante —terminó Arthur.
—Desde esta época papá ya está
obsesionado con los inventos muggles —susurró George a su gemelo, el cual
asintió.
Harry se dio cuenta de que tenía la boca abierta y
la cerró rápidamente.
—¿Por dónde iba? —dijo Hagrid. Pero en aquel
momento tío Vernon, todavía con el rostro color ceniza, pero muy enfadado, se
acercó a la chimenea.
—Él no irá —dijo.
—Tan solo inténtalo mastodonte
—rugieron los merodeadores.
—Sí, quisiera ver que lo hagas —siseó
James, como una serpiente, Lily lo miró sorprendida—, ¿Qué? —preguntó el
pelinegro al ver a su novia que lo quitaba la mirada de encima.
—Nada —contestó esta.
Hagrid gruñó.
—Me gustaría ver a un gran muggle como usted
deteniéndolo a él —dijo.
—¿Un qué? —preguntó interesado Harry.
—Un muggle —respondió Hagrid—. Es como
llamamos a la gente «no mágica» como ellos. Y tuviste la mala suerte de crecer
en una familia de los más grandes muggles que haya visto.
—Cuando lo adoptamos, juramos que íbamos a detener
toda esa porquería —dijo tío Vernon—. ¡Juramos que la íbamos a sacar de él! ¡Un
mago, ni más ni menos!
—No pueden sacar la magia de Harry
nada más porque ellos no quieren —dijo Andrómeda—, es ilógico.
—¿Vosotros lo sabíais? —preguntó Harry—. ¿Vosotros
sabíais que yo era… un mago?
—Claro que lo sabían, nada más que te
lo ocultaron —dijo Sirius.
—¡Saber! —chilló de pronto tía Petunia—. ¡Saber!
¡Por supuesto que lo sabíamos! ¿Cómo no ibas a serlo, siendo lo que era mi
condenada hermana? Oh, ella recibió una carta como ésta de ese... ese colegio,
y desapareció, y volvía a casa para las vacaciones con los bolsillos llenos de
ranas, y convertía las tazas de té en ratas. Yo era la única que la veía tal
como era: ¡una monstruosidad! Pero para mi madre y mi padre, oh no, para ellos
era «Lily hizo esto» y «Lily hizo esto otro». ¡Estaban orgullosos de tener una
bruja en la familia!
Lily agacho la cabeza entristecida
por lo que pensaba su hermana de ella, claro, ella ya sabía que desde que le
llego la carta de Hogwarts, Petunia la rechazo fervientemente.
—Tú no eres todo eso que dice tu
hermana Lily —la consoló James, besándole la mejilla.
Snape apretaba los puños debajo de la
mesa al no poder él consolar a su amada Lily.
Maldito Potter, si tú no existieras,
yo sería el que estaría con Lily, pensaba Snape.
—Claro, no le hagas caso a la loca de
tu hermana, pelirroja —apoyó Sirius.
—Por supuesto, Lily, tú no eres una
monstruosidad —dijo Remus—, tú eres la más inteligente de Hogwarts.
Lily les sonrió a Remus y Sirius.
Lily no es una monstruosidad, la
única monstruosidad soy yo, que me convierto en licántropo cada luna llena,
pensaba Remus.
Sus amigos se dieron cuenta que la
expresión en el rostro de Remus había cambiado, le dedicaron una mirada de
apoyo incondicional, porque supusieron razón de su tristeza.
Se detuvo para respirar profundamente y luego
continuó. Parecía que hacía años que deseaba decir todo aquello.
—Luego conoció a ese Potter en el colegio y se
fueron y se casaron y te tuvieron a ti, y por supuesto que yo sabía que ibas a
ser igual, igual de raro, un… un anormal. ¡Y luego, como si no fuera poco, hubo
esa explosión y nosotros tuvimos que quedarnos contigo!
Harry se había puesto muy pálido. Tan pronto como
recuperó la voz, preguntó:
—¿Explosión? ¡Me dijisteis que habían muerto en un
accidente de coche!
—Pues te mintieron —respondió Sirius.
—Eh, Sirius, sabes que el libro no
podrá agradecerte tu respuesta, ¿verdad? —habló Lupin, con un tono de burla.
El ojigris solo hizo una mueca de
ofensa.
—¿ACCIDENTE DE COCHE? —rugió Hagrid dando un salto,
tan enfadado que los Dursley volvieron al rincón—. ¿Cómo iban a poder morir
Lily y James Potter en un accidente de coche? ¡Eso es un ultraje! ¡Un
escándalo! ¡Qué Harry Potter no conozca su propia historia, cuando cada chico
de nuestro mundo conoce su nombre!
—Vaya, si será muy famoso —comento
Ted Tonks.
—Sí, pero una fama a base de una
tragedia —dijo Andrómeda—, si me preguntan a mí, yo no querría esa fama.
—Pero ¿por qué? ¿Qué sucedió? —preguntó Harry con
tono de apremio.
La furia se desvaneció del rostro de Hagrid. De
pronto parecía nervioso.
—Nunca habría esperado algo así —dijo en voz baja y
con aire preocupado—. No tenía ni idea. Cuando Dumbledore me dijo que podía
tener problemas para llegar a ti, no sabía que sería hasta este punto. Ah,
Harry, no sé si soy la persona apropiada para decírtelo, pero alguien debe
hacerlo. No puedes ir a Hogwarts sin saberlo.
—Espero que Hagrid no hable más de la
cuenta —dijo McGonagall.
Todos estaban expectantes por lo que
le diría Hagrid al pequeño Potter.
Lanzó una mirada despectiva a los Dursley.
—Bueno, es mejor que sepas todo lo que yo puedo
decirte… porque no puedo decírtelo todo. Es un gran misterio, al menos una
parte…
—Eso solo avivara más la curiosidad
de Harry —comentó Remus.
Se sentó, miró fijamente al fuego durante unos
instantes, y luego continuó.
—Comienza, supongo, con… con una persona llamada…
pero es increíble que no sepas su nombre, todos en nuestro mundo lo saben…
—¿Quién?
—Bueno… no me gusta decir el nombre si puedo
evitarlo. Nadie lo dice.
—Y no creo que logré que Hagrid
pronuncie el nombre del innombrable —dijo Ted.
—¿Por qué no?
—Por ignorancia —dijo Dumbledore.
—Yo diría más que por cobardía que
ignorancia —dijo Ojoloco.
—Gárgolas galopantes, Harry, la gente todavía tiene
miedo. Vaya, esto es difícil. Mira, estaba ese mago que se volvió… malo. Tan
malo como te puedas imaginar. Peor. Peor que peor. Su nombre era…
Hagrid tragó, pero no le salía la voz.
—¿Quiere escribirlo? —sugirió Harry.
—No… no sé cómo se escribe. Está bien… Voldemort.
—Hagrid se estremeció—. No me lo hagas repetir (¡¿Qué?!,
exclamaron los merodeadores muy sorprendidos de que Hagrid dijera el nombre de
Voldemort, puesto que él nunca lo decía, pero el único que lo consiguió fue el
pequeño Harry). De todos modos, este… este mago, hace unos veinte años,
comenzó a buscar seguidores. Y los consiguió. Algunos porque le tenían miedo,
otros sólo querían un poco de su poder, porque él iba consiguiendo poder. Eran
días negros, Harry. No se sabía en quién confiar, uno no se animaba a hacerse
amigo de magos o brujas desconocidos… Sucedían cosas terribles. Él se estaba
apoderando de todo. Por supuesto, algunos se le opusieron y él los mató.
Horrible. Uno de los pocos lugares seguros era Hogwarts. Hay que considerar que
Dumbledore era el único al que Quien-tú-sabes temía. No se atrevía a apoderarse
del colegio, no entonces, al menos.
»Ahora bien, tu madre y tú padre eran la mejor
bruja y el mejor mago que yo he conocido nunca (Lily
se sonrojó con el elogio de Hagrid, en cambio James sonrió con arrogancia).
¡En su época de Hogwarts eran los primeros! Supongo que el misterio es por qué
Quien-tú-sabes nunca había tratado de ponerlos de su parte… Probablemente sabía
que estaban demasiado cerca de Dumbledore para querer tener algo que ver con el
Lado Oscuro.
—Un momento —dijo Sirius—, estoy de
acuerdo con la pelirroja y James sean muy inteligentes, pero en donde quedamos
Remus y yo.
—Ustedes también son muy inteligentes
—les dijo Lily, sonriéndoles.
—No te olvides de Peter —le recordó
Remus.
—Bueno, Peter es nuestro amigo, pero
hay que reconocer que a veces no es muy brillante que digamos —dijo Sirius.
—¡Sirius! —le regañó Remus, aunque
muy en fondo estaba de acuerdo con el ojigris.
»Tal vez pensó que podía persuadirlos… O quizá
simplemente quería quitarlos de en medio. Lo que todos saben es que él apareció
en el pueblo donde vosotros vivíais, el día de Halloween, hace diez años. Tú
tenías un año.Él fue a vuestra casa y… y…
Lily y James se miraron fijamente, y
sin necesidad de decir ni una palabra se comprendieron, ambos todavía no
asimilaban del todo que iban a morir y mucho menos que iban a dejar a su único hijo
huérfano.
De pronto, Hagrid sacó un pañuelo muy sucio y se
sonó la nariz con un sonido como el de una corneta.
—Lo siento —dijo—. Pero es tan triste... pensar que
tu madre y tu padre, la mejor gente del mundo que podrías encontrar…
»Quien-tú-sabes los mató. Y entonces… y ése es el
verdadero misterio del asunto… también trató de matarte a ti. Supongo que
quería hacer un trabajo limpio, o tal vez, para entonces, disfrutaba matando.
Pero no pudo hacerlo. ¿Nunca te preguntaste cómo te hiciste esa marca en la
frente? No es un corte común. Sucedió cuando una poderosa maldición diabólica
te tocó. Fue la que terminó con tu madre, tu padre y la casa, pero no funcionó
contigo, y por eso eres famoso, Harry. Nadie a quien él hubiera decidido matar
sobrevivió, nadie excepto tú, y eso que acabó con algunas de las mejores brujas
y de los mejores magos de la época (los McKinnons, los Bones, los Prewetts…) y
tú eras muy pequeño. Pero sobreviviste.
—¡NO! —gritó Molly desesperada
mirando a su hermano. Los cuales se encontraban en shock.
—Tranquila Molly, eso también lo
cambiaremos —la consoló Arthur.
Para ese entonces Molly estaba
llorando, sus hijos trataban de consolar a su madre.
—Eso… quiere de-decir… que
nos-sotr-ros también moriremos —le costó hablar a Fabian, al salir del shock.
—Así parece hermano —dijo Gideon n
poco más calmado.
—No puede ser, y privar al mundo de
nuestras grandiosas bromas, no es justo —dijeron al unisonó.
—Vaya, ni siquiera al enterarse de
sus muertes se pueden comportar maduros —susurró Percy, sorprendido al ver la
reacción de sus tíos.
Algo muy doloroso estaba sucediendo en la mente de
Harry. Mientras Hagrid iba terminando la historia, vio otra vez la cegadora luz
verde con más claridad de lo que la había recordado antes y, por primera vez en
su vida, se acordó de algo más, de una risa cruel, aguda y fría.
—Oh, por Merlín, pobre de mi hijo al
recordar ese episodio tan horrible —Lily empezó a sollozar, y James la abrazo
consolándola.
Hagrid lo miraba con tristeza.
—Yo mismo te saqué de la casa en ruinas, por orden
de Dumbledore. Y te llevé con esta gente…
—Tonterías —dijo tío Vernon.
Harry dio un respingo. Casi había olvidado que los
Dursley estaban allí. Tío Vernon parecía haber recuperado su valor. Miraba con
rabia a Hagrid y tenía los puños cerrados.
—Veamos cuanto le dura ese calor al
mastodonte —dijo Sirius.
—Ahora escucha esto, chico —gruñó—: acepto que haya
algo extraño acerca de ti, probablemente nada que unos buenos golpes no curen.
Y todo eso sobre tus padres… Bien, eran raros, no lo niego y, en mi opinión, el
mundo está mejor sin ellos… Recibieron lo que buscaban, al mezclarse con esos
brujos… Es lo que yo esperaba: siempre supe que iban a terminar mal…
—¿Cómo puede decirle eso a un niño?
—se escandalizó Molly, todavía con algunas lágrimas resbalándole por la
mejilla.
—Esos muggles son unos insensibles
—dijo Alice, enojada.
—Pobre de Harry —dijo Andrómeda.
Pero en aquel momento Hagrid se levantó del sofá y
sacó de su abrigo un paraguas rosado. Apuntando a tío Vernon, como con una
espada, dijo:
—Le prevengo, Dursley, le estoy avisando, una
palabra más y…
Ante el peligro de ser alanceado por la punta de un
paraguas empuñado por un gigante barbudo, el valor de tío Vernon desapareció
otra vez. Se aplastó contra la pared y permaneció en silencio.
—Así está mejor —dijo Hagrid, respirando con
dificultad y sentándose otra vez en el sofá, que aquella vez se aplastó hasta
el suelo.
Harry, entre tanto, todavía tenía preguntas que
hacer, cientos de ellas.
—Pero ¿qué sucedió con Vol… perdón, quiero decir
con Quién-usted-sabe?
—No temas llamarlo por su nombre,
Harry —dijo Dumbledore. Los merodeadores y Lily estuvieron de acuerdo con él.
—Aunque esa es una muy buena pregunta
—dijo Remus.
—Sí, que habrá pasado con ese idiota
de Voldy —dijo Sirius.
Lucius Malfoy miró mal a Sirius.
¿Cómo se atreven a decirle a si al
Lord?, pensaba Lucius.
Mientras Ojoloco no dejaba de vigilar
las reacciones de Malfoy, tenía sospechas de que él era mortífago.
—Buena pregunta, Harry Desapareció. Se desvaneció.
La misma noche que trató de matarte. Eso te hizo aún más famoso. Ése es el
mayor misterio, sabes… Se estaba volviendo más y más poderoso… ¿Por qué se fue?
»Algunos dicen que murió. No creo que le quede lo
suficiente de humano para morir. Otros dicen que todavía está por ahí,
esperando el momento, pero no lo creo. La gente que estaba de su lado volvió
con nosotros. Algunos salieron como de un trance. No creen que pudieran volver
a hacerlo si él regresara.
—O tal vez algunos fingirían salir de
un trance —dijo Ojoloco mirando fijamente a Malfoy.
—¿Por qué me ve de esa manera?
—preguntó Lucius, sin ninguna pizca de temor.
—No lo sé, explícamelo tú —rebatió
Ojoloco.
Lucius se hizo el desentendido.
»La mayor parte de nosotros cree que todavía está
en alguna parte, pero que perdió sus poderes. Que está demasiado débil para
seguir adelante. Porque algo relacionado contigo, Harry, acabó con él. Algo
sucedió aquella noche que él no contaba con que sucedería, no sé qué fue, nadie
lo sabe… Pero algo relacionado contigo lo confundió.
Lily al igual que los demás se
preguntaba qué era lo que le había salvado la vida a Harry, puesto que nadie se
salva de la maldición asesina. El único que parecía saber la respuesta a ese
misterio era Albus Dumbledore, que miraba a todos con tranquilidad.
Hagrid miró a Harry con afecto y respeto, pero
Harry, en lugar de sentirse complacido y orgulloso, estaba casi seguro de que
había una terrible equivocación. ¿Un mago? ¿Él? ¿Cómo era posible? Había estado
toda la vida bajo los golpes de Dudley y el miedo que le inspiraban tía Petunia
y tío Vernon.
Si realmente era un mago, ¿por qué no los había
convertido en sapos llenos de verrugas cada vez que lo encerraban en la
alacena? Si alguna vez derrotó al más grande brujo del mundo, ¿cómo es que
Dudley siempre podía pegarle patadas como si fuera una pelota?
—Ese maldito hijo de perra. Oh,
perdón Lily —dijo al ver a su novia, lo siento se me olvido que su madre es tu
hermana.
—No te preocupes —le dijo Lily.
—¿Cómo que no te preocupes? Estas
insultando a los perros, James —le reclamó Sirius.
—Lo siento —se disculpó el pelinegro,
a lo cual todos lo miraron sorprendidos.
—¿Por qué te disculpas con Sirius?
—preguntó Andrómeda.
—No, por nada —contestó Remus por su
amigo—, es que a Sirius le gustan mucho los perros —fue lo único que se pudo
inventar.
Andrómeda asintió no muy segura.
—Hagrid —dijo con calma—, creo que está equivocado.
No creo que yo pueda ser un mago.
Snape estaba verdaderamente
sorprendido por los pensamientos y las palabras del hijo de Lily, puesto que
ahora ya no le parecía un chico arrogante como el padre, ahora más bien se
parecía a Lily.
Acoso el sería un Potter distinto,
pensaba Snape.
Para su sorpresa, Hagrid se rió entre dientes.
—No eres un mago, ¿eh? ¿Nunca haces que sucedan
cosas cuando estás asustado o enfadado?
Harry contempló el fuego. Si pensaba en ello… todas
las cosas raras que habían hecho que sus tíos se enfadaran con él, habían
sucedido cuando él, Harry, estaba molesto o enfadado: perseguido por la banda
de Dudley, de golpe se había encontrado fuera de su alcance; temeroso de ir al
colegio con aquel ridículo corte de pelo, éste le había crecido de nuevo y, la
última vez que Dudley le pegó, ¿no se vengó de él, aunque sin darse cuenta de
que lo estaba haciendo? ¿No le había soltado encima la boa constrictor?
—Y estoy seguro de que si lo sacaran
de sus casillas, podría hacer mucha más magia —dijo James.
Harry miró de nuevo a Hagrid, sonriendo, y vio que
el gigante lo miraba radiante.
—¿Te das cuenta? —dijo Hagrid—. Conque Harry Potter
no es un mago… Ya verás, serás muy famoso en Hogwarts.
Pero tío Vernon no iba a rendirse sin luchar.
—Y ahora con que saldrá esa morsa
—dijo Ted.
—¿No le hemos dicho que no irá? —dijo con
desagrado—. Irá a la escuela secundaria Stonewall y nos dará las gracias por
ello. Ya he leído esas cartas y necesitará toda clase de porquerías: libros de
hechizos, varitas y…
—Si él quiere ir, un gran muggle como usted
no lo detendrá —gruñó Hagrid—. ¡Detener al hijo de Lily y James Potter para que
no vaya a Hogwarts! Está loco. Su nombre está apuntado casi desde que nació.
Irá al mejor colegio de magia del mundo. Siete años allí y no se conocerá a sí
mismo. Estará con jóvenes de su misma clase, lo que será un cambio. Y estará
con el más grande director que Hogwarts haya tenido: Albus Dumbled…
—¡NO VOY A PAGAR PARA QUE ALGÚN CHIFLADO VIEJO
TONTO LE ENSEÑE TRUCOS DE MAGIA! —gritó tío Vernon.
—Oh, oh, frase equivocada —dijo
Gideon.
—Está muerto —continuó Fabian.
—Nadie ofende a Dumbledore en
presencia de Hagrid sin esperar las consecuencias —dijo Remus.
—Estoy de acuerdo contigo amigo —dijo
James.
—Deberían advertir a la gente sobre
la debilidad de Hagrid —dijo Sirius—, aunque esa morsa se lo merece.
Pero aquella vez había ido demasiado lejos. Hagrid
empuñó su paraguas y lo agitó sobre su cabeza.
—¡NUNCA… —bramó—
INSULTE-A-ALBUS-DUMBLEDORE-EN-MIPRESENCIA!
—Y ahora viene lo bueno —susurró
Sirius.
Agitó el paraguas en el aire para apuntar a Dudley.
Se produjo un relámpago de luz violeta, un sonido como de un petardo, un agudo chillido
y, al momento siguiente, Dudley saltaba, con las manos sobre su gordo trasero,
mientras gemía de dolor. Cuando les dio la espalda, Harry vio una rizada cola
de cerdo que salía a través de un agujero en los pantalones.
Las risas inundaron la Sala de los
Menesteres, claro los únicos en no reír eran los Malfoy y Snape, que no le
encontraban nada de gracioso a esos muggles con Hagrid.
Tío Vernon rugió. Empujó a tía Petunia y a Dudley a
la otra habitación, lanzó una última mirada aterrorizada a Hagrid y cerró con
fuerza la puerta detrás de ellos.
Hagrid miró su paraguas y se tiró de la barba.
—No debería enfadarme —dijo con pesar—, pero a lo
mejor no ha funcionado. Quise convertirlo en un cerdo, pero supongo que ya se
parece mucho a un cerdo y no había mucho por hacer.
Las risas ya estaban cesando, pero
cuando escucharon eso último las risas se volvieron avivar.
—Ese Hagrid es realmente genial —dijo
James.
—Claro, no por nada se convertirá en
el quinto merodeador —dijo Remus.
—Te imaginas a Hagrid haciéndole
bromas a Quijicus —dijo Sirius, volviendo a reír, contagiando a los otros
merodeadores.
Miró de reojo a Harry, bajo sus cejas pobladas.
—Te agradecería que no le mencionaras esto a nadie
de Hogwarts —dijo—. Yo… bien, no me está permitido hacer magia, hablando
estrictamente. Conseguí permiso para hacer un poquito, para que te llegaran las
cartas y todo eso… Era una de las razones por las que quería este trabajo…
—¿Por qué no le está permitido hacer magia?
—preguntó Harry.
—Eso no fue nada educado —dijo Lily—.
Creo que tendré que encargarme muy estrictamente de su educación —sentenció.
—Oh, Lily, cariño, cuando dices que
te encargaras muy «estrictamente» de su educación, te referías a que no podrá
hacer bromas —dijo James.
—No me refería exactamente a eso, me
refiero más que no sea tan imprudente —contestó la pelirroja.
Los merodeadores suspiraron con
alivio.
—Bueno… yo fui también a Hogwarts y, si he de ser
franco, me expulsaron. En el tercer año. Me rompieron la varita en dos. Pero
Dumbledore dejó que me quedara como guardabosques. Es un gran hombre.
—¿Por qué lo expulsaron?
—Ahí l tienes, vez lo que te digo, es
un poco imprudente y eso es lo que le voy a corregir —dijo la pelirroja a
James, negando con la cabeza.
James no dijo nada, porque en el
fondo estaba de acuerdo con su novia, pero muy en el fondo.
—Se está haciendo tarde y tenemos muchas cosas que
hacer mañana —dijo Hagrid en voz alta—. Tenemos que ir a la ciudad y
conseguirte los libros y todo lo demás.
Se quitó su grueso abrigo negro y se lo entregó a
Harry.
—Puedes taparte con esto —dijo—. No te preocupes si
algo se agita. Creo que todavía tengo lirones en un bolsillo.
—¿Lirones en su bolsillo? Pero si
también tenía a una lechuza —dijo Frank.
—Recuerda que es Hagrid, él suele
tener esas cosas en los bolsillos, Frank —dijo Alice.
—Me preguntó a donde mandara hacer
sus abrigos —dijo Fred.
—Sí, te imaginas a nosotros con uno
de esos abrigos —dijo George—, la cantidad de cosas que podríamos guardar
—ambos gemelos se miraron con complicidad.
Percy aún tenía el libro entre sus
manos, pero con la mirada en sus hermanos gemelos.
—¿Qué están tramando ustedes dos?
—preguntó.
—Nada, Percito —dijo al unisonó los
gemelos.
Gideon y Fabian rieron al escuchar a
sus sobrinos llamar a su hermano menor.
—No me llamen así —reclamó Percy.
—Bien como quieras —dijeron los
gemelos sin importancia.
Percy frunció el ceño.
—Bien —dijo Dumbledore—, paremos con
la lectura por ahora, porque vamos a almorzar.
Percy le entregó el libro a
Dumbledore. Y después de eso aparecieron la vajilla, cubiertos y las bandejas
con comida en las mesas.
—Bien, pero hace rato que ya era hora
de almorzar —se quejó Sirius.
—Si no hubieras estado interrumpiendo
hubiera terminado de leer antes y hubiéramos almorzado antes —dijo Percy.
Sirius iba a alegar, pero Remus le
dijo:
—Come —y esa palabra fue ley para
Sirius, porque enseguida empezó a comer.
Mientras comían, algo se le cruzo en
la cabeza a Remus.
—Profesor Dumbledore —llamó la
atención de director.
—Sí, joven Lupin, se le ofrece algo
—contestó Dumbledore amablemente.
—Sí. Me preguntaba quién era quien
trae la comida aquí, si el tiempo está parado mientras estamos en esta sala, y
puesto que los elfos se encuentran del otro lado…
—Yo también me pregunto lo mismo
—dijo James.
—Muy buena pregunta, pues le diré
jóvenes Lupin y Potter que la comida aparece porque un pequeño amigo del futuro
nos hace el favor de cocinar y luego servir la comida cuando…
—¿Un amigo? ¿Qué amigo? —Sirius
interrumpió al director.
—Ya lo sabrá joven Black, ya lo
sabrá, pero creo que usted lo conoce muy bien —Dumbledore sonrió, pero Sirius
quedo más confundido de lo que estaba.
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