Andrómeda paso la página.
—“Quidditch”
—leyó la bruja.
—Sí, ese capítulo promete ser muy
interesante —celebraron James y Sirius.
—Y sí que lo fue —estuvieron de
acuerdo los gemelos Weasley.
Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se
volvió muy frío. Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de
hielo y el lago parecía de acero congelado. Cada mañana, el parque aparecía
cubierto de escarcha. Por las ventanas de arriba veían a Hagrid descongelando
las escobas en el campo de quidditch, enfundado en un enorme abrigo de
piel de topo, guantes de pelo de conejo y enormes botas de piel de castor.
—Me pregunto quién es el que escribe
el libro, porque hace unas buenas descripciones —comentó Charlie Weasley.
—No tengo la menor idea —contestó su
hermano Bill.
Iba a comenzar la temporada de quidditch.
Aquel sábado, Harry jugaría su primer partido, después de semanas de
entrenamiento: Gryffindor contra Slytherin. Si Gryffindor ganaba, pasarían a
ser segundos en el campeonato de las casas.
—Eso sería maravilloso —dijeron al
unisonó James y Sirius.
—Pero no nos podrían adelantar, para
saber quien ganara el partido —dijo Sirius.
—No digan nada —advirtió Percy a sus
hermanos gemelos, porque los vio con intenciones de responder.
Casi nadie había visto jugar a Harry, porque Wood
había decidido que sería su arma secreta. Harry también debía mantenerlo en
secreto. Pero la noticia de que iba a jugar como buscador se había filtrado, y
Harry no sabía qué era peor: que le dijeran que lo haría muy bien o que sería
un desastre.
—Por supuesto que le irá muy bien
—aseguró James.
—Aunque de seguro estará por nervioso
por su primer partido —recordó Remus.
—Los nervios se le pasaran cuando se
vea en el campo de juego —agregó Sirius, con optimismo, cosa que agradeció Lily.
Era realmente una suerte que Harry tuviera a
Hermione como amiga. No sabía cómo habría terminado todos sus deberes sin la
ayuda de ella, con todo el entrenamiento de quidditch que Wood le
exigía. La niña también le había prestado Quidditch a través de los tiempos,
que resultó ser un libro muy interesante.
—El único libro que no me cansaría de
leer —dijo Sirius y James asintió dándole la razón—. Y lo bueno es que ahora la
castaña es su amiga y lo apoya con las tareas —agregó el animago.
—Su nombre es Hermione —lo corrigió
Remus, por segunda vez en el día.
Los gemelos Weasley sonrieron ante el
hecho de que Remus le prestara atención a ese pequeño detalle.
—Sí, como sea Lunático, pero fue una
buena idea de que la castaña —Sirius volvió a llamarla como siempre solía
hacerlo sin importarle la corrección de Remus—, se volviera su amiga, porque de
ese modo Harry tendrá más tiempo para entrenar.
—Yo creo que Potter saca provecho de
tener a Granger como amiga —comentó Draco, con burla.
Sirius miró a su futuro sobrino.
—Tú… —dijo, pero no continuó porque
Andrómeda lo interrumpió.
—Mejor seguiré leyendo —anunció.
Harry se enteró de que había setecientas formas de
cometer una falta y de que todas se habían consignado durante los Mundiales de
1473; que los buscadores eran habitualmente los jugadores más pequeños y
veloces, y que los accidentes más graves les sucedían a ellos (Eso no le gustó nada a Lily); que, aunque la
gente no moría jugando al quidditch, se sabía de árbitros que habían
desaparecido, para reaparecer meses después en el desierto del Sahara.
—Como me hubiera gustado ver eso
—comentó Sirius.
Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo
que se refería a quebrantar las reglas (Creo que me
está agradando más la castaña, dijo Sirius), desde que Harry y Ron la
salvaron del monstruo, y era mucho más agradable. El día anterior al primer
partido de Harry los tres estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo,
y la muchacha había hecho aparecer un brillante fuego azul, que podían llevar
con ellos, en un frasco de mermelada. Estaban de espaldas al fuego para
calentarse cuando Snape cruzó el patio. De inmediato, Harry se dio cuenta de
que Snape cojeaba. Los tres chicos se apiñaron para tapar el fuego, ya que no
estaban seguros de que aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus
rostros culpables hizo detener a Snape. Se dio la vuelta, arrastrando la
pierna. No había visto el fuego, pero parecía buscar una razón para regañarlos.
—¡Quijicus! —gritaron los
merodeadores.
—¿Por qué siempre tienes que estar
molestando a mi hijo? Sí él no te ha hecho nada —exclamó James molesto.
—No eres precisamente la persona que
debería de decir eso —contraatacó Snape.
James no dijo nada, pero ninguno de
los dos dejaron de dirigirse miradas de odio.
—¿Qué tienes ahí, Potter?
Era el libro sobre quidditch. Harry se lo
enseñó.
—Los libros de la biblioteca no pueden sacarse
fuera del colegio —dijo Snape—. Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.
—Esa no es una regla —dijo Lily—, tú
lo único que quieres es molestarlos —Severus no se defendió, solo se dedicó a
mirar a la chica.
—Seguro que se ha inventado esa regla —murmuró
Harry con furia, mientras Snape se alejaba cojeando—. Me pregunto qué le pasa
en la pierna.
—Pues ojala y le duela mucho —dijo
Sirius, con rencor.
—No sé, pero espero que le duela mucho —dijo Ron
con amargura.
Algunos sonrieron por la similitud de
palabras.
—Es como Sirius, pero en versión
pelirrojo —comentó Remus, sonriendo.
—Entonces eso quiere decir que Ron
debe ser genial, como yo —agregó, con pose arrogante.
James rió, mientras que Lily solo lo
miró y negó con la cabeza.
En la sala común de Gryffindor había mucho ruido
aquella noche. Harry, Ron y Hermione estaban sentados juntos, cerca de la
ventana. Hermione estaba repasando los deberes de Harry y Ron sobre
Encantamientos. Nunca los dejaba copiar («¿cómo vais a aprender?»), pero si le
pedían que revisara los trabajos les explicaba las respuestas correctas.
—Igual que, Lunático. Yo creo que es
tu hija —dijo mirando a su amigo—, ¿ustedes que opinan? —preguntó a Alice y
Frank.
—Bueno… —empezó a decir Frank, viendo
las similitudes.
—Esa chica no es hija mía, Sirius. No
te das cuenta que no nos apellidamos igual —contraatacó Remus.
Sirius pareció ver ese pequeño
detalle. Remus suspiró al ver a su amigo no tan seguro de sus palabras, pero
luego se decepciono al verlo sonreír.
—Podría ser tu hija perdida —le dijo,
para luego reír junto con James.
Harry se sentía inquieto. Quería recuperar su libro
sobre quidditch, para mantener la mente ocupada y no estar nervioso por
el partido del día siguiente. ¿Por qué iba a temer a Snape? Se puso de pie y
dijo a Ron y Hermione que le preguntaría a Snape si podía devolverle el libro.
—Yo no lo haría —dijeron al mismo tiempo, pero
Harry pensaba que Snape no se iba a negar, si había otros profesores presentes.
—Es astuto —comentó Moody.
Bajó a la sala de profesores y llamó. No hubo
respuesta. Llamó otra vez. Nada.
¿Tal vez Snape había dejado el libro allí? Valía la
pena intentarlo. Empujó un poco la puerta, miró antes de entrar… y sus ojos
captaron una escena horrible.
Snape y Filch estaban allí, solos. Snape tenía la
túnica levantada por encima de las rodillas (Quijicus,
como te atreves a hacer tus cochinadas en la sala de profesores. Eres un
degenerado, dijo Sirius, causando la risa de los otros dos merodeadores y una
mirada de odio por parte de Severus). Una de sus piernas estaba
magullada y llena de sangre. Filch le estaba alcanzando unas vendas.
—Esa cosa maldita… —decía Snape—. ¿Cómo puede uno
vigilar a tres cabezas al mismo tiempo?
—Fuffly
lo mordió —dijo Remus, luego de parar de reír.
—¿De verdad? —preguntó James
sonriendo.
—Cada vez me cae mejor el pequeño Fluffy —mencionó Sirius.
Snape los miraba queriéndolos
asesinar con la mirada.
—Señores, por favor eso no es motivo
de gracia —los regañó McGonagall.
Harry intentó cerrar la puerta sin hacer ruido,
pero…
—¡POTTER!
—Lo descubrieron —dijeron los gemelos
Prewett.
—Sabes que le hubiera servido en ese
momento a Harry para que no lo descubran, Freddie —preguntó George.
—Claro, le hubiera sido muy útil Polvo Peruano de Oscuridad Instantánea
—respondió Fred.
—¿Y para qué sirve ese polvo?
—preguntó Sirius.
—Sirve para que una zona cualquiera
este oscura por un periodo de tiempo determinado —contestó Fred.
—¿Y dónde podemos conseguir ese
polvo? —preguntaron James y Remus.
—Pues eso lo pueden conseguir en…
—George ya no siguió hablando porque miró a su mamá de reojo, y sabía que si
decía donde lo podían conseguirlo, los regañaría.
—En esta época todavía no existe
—Neville, ayudó a los gemelos a no hablar de más.
—Que lastima —se lamentó Sirius.
El rostro de Snape estaba crispado de furia y dejó
caer su túnica rápidamente, para ocultar la pierna herida. Harry tragó saliva.
—Me preguntaba si me podía devolver mi libro —dijo.
—¡FUERA! ¡FUERA DE AQUÍ!
Lily y James miraron amenazadoramente
a Snape por tratar mal a su hijo.
Harry se fue, antes de que Snape pudiera quitarle
puntos para Gryffindor. Subió corriendo la escalera.
—¿Lo has conseguido? —preguntó Ron, cuando se
reunió con ellos—. ¿Qué ha pasado?
Entre susurros, Harry les contó lo que había visto.
—Ellos siempre están hablando en
susurros —comentó Neville.
—Y nunca nos podemos enterar de nada,
pero luego siempre pasa algo —hablaron los gemelos Weasley.
—¿Algo malo o bueno? —preguntaron al
unisonó Lily y Molly.
—Depende del lado que lo vean —fue la
única respuesta que dieron Fred y George.
Las dos madres pelirrojas ya no
pudieron seguir preguntando porque Andrómeda continuo leyendo.
—¿Sabéis lo que quiere decir? —terminó sin
aliento—. ¡Que trató de pasar por donde estaba el perro de tres cabezas, en
Halloween! Allí se dirigía cuando lo vimos… ¡Iba a buscar lo que sea que tengan
guardado allí! ¡Y apuesto mi escoba a que fue él quien dejó entrar al monstruo,
para distraer la atención!
Hermione tenía los ojos muy abiertos.
—No, no puede ser —dijo—. Sé que no es muy bueno,
pero no iba a tratar de robar algo que Dumbledore está custodiando.
—De verdad, Hermione, tú crees que todos los
profesores son santos o algo parecido —dijo enfadado Ron—. Yo estoy con Harry.
Creo que Snape es capaz de cualquier cosa. Pero ¿qué busca? ¿Qué es lo que
guarda el perro?
—Y nosotros estamos de acuerdo con
Ron —dijeron los merodeadores.
Harry se fue a la cama con aquellas preguntas dando
vueltas en su cabeza. Neville roncaba con fuerza, pero Harry no podía dormir.
Trató de no pensar en nada (necesitaba dormir; debía hacerlo, tenía su primer
partido de quidditch en pocas horas) pero la expresión de la cara de
Snape cuando Harry vio su pierna era difícil de olvidar.
—Es comprensible —murmuró Remus.
—Sí, claro que sí, Lunático, pero yo
opino a que Harry ya debe dormir o no podrá concentrarse en el juego —dijo
Sirius.
—Y tiene que estar muy concentrado
para derrotar a los Slytherin —agregó James mirando a la mesa donde estaban Snape,
los Malfoy, y la chica pelinegra.
La mañana siguiente amaneció muy brillante y fría.
El Gran Comedor estaba inundado por el delicioso aroma de las salchichas fritas
y las alegres charlas de todos, que esperaban un buen partido de quidditch.
—Tienes que comer algo para el desayuno.
—No quiero nada.
—Aunque sea un pedazo de tostada —suplicó Hermione.
—No tengo hambre.
—Igual a ti, cariño —dijo Lily a la
vez que abrazaba a su novio.
Harry se sentía muy mal. En cualquier momento
echaría a andar hacia el terreno de juego.
—Harry, necesitas fuerza —dijo Seamus Finnigan—.
Los únicos que el otro equipo marca son los buscadores.
—Gracias, Seamus —respondió Harry, observando cómo
llenaba de salsa de tomate sus salchichas.
A las once de la mañana, todo el colegio parecía
estar reunido alrededor del campo de quidditch. Muchos alumnos tenían
prismáticos. Los asientos podían elevarse pero, incluso así, a veces era
difícil ver lo que estaba sucediendo.
Ron y Hermione se reunieron con Seamus y Dean en la
grada más alta. Para darle una sorpresa a Harry, habían transformado en
pancarta una de las sábanas que Scabbers había estropeado. Decía:
«Potter; presidente», y Dean, que dibujaba bien, había trazado un gran león de
Gryffindor. Luego Hermione había realizado un pequeño hechizo y la pintura
brillaba, cambiando de color.
—Que bien eso le dará ánimos a mini
Cornamenta para su primer partido —comentó Sirius.
—Que obviamente ganara —agregó James,
con optimismo.
Mientras tanto, en los vestuarios, Harry y el resto
del equipo se estaban cambiando para ponerse las túnicas color escarlata de quidditch
(Slytherin jugaba de verde).
Wood se aclaró la garganta para pedir silencio.
—Bueno, chicos —dijo.
—Y chicas —añadió la cazadora Angelina Johnson.
George se sonrojó levente al escuchar
el nombre de la chica. Su gemelo lo miró entre sorprendido y divertido.
—Y chicas —dijo Wood—. Éste es…
—El grande —dijo Fred Weasley
—El que estábamos esperando —dijo George.
—Nos sabemos de memoria el discurso de Oliver —dijo
Fred a Harry—. Estábamos en el equipo el año pasado.
—Aún recuerdo los típicos discursos
de Oliver —dijo Fred.
—Sí, yo también los recuerdo, eran
muy aburridos —dijo George.
—Y lo peor de todo era que nos sacaba
de la cama temprano para darnos sus discursos —concluyeron ambos chicos.
—Entonces ese Wood es igual a
Cornamenta —dijo Sirius.
—Y yo ni siquiera jugaba y James me
despertaba temprano —se quejó Remus.
—Tú das ánimos al entrenamiento del
equipo —se justificó James—, además también Peter también nos acompaña y no se
queja mucho.
—Porque Peter tiene la habilidad de
seguir durmiendo en las gradas aun y con alaridos del equipo —contraatacó
Remus.
—Callaos los dos —ordenó Wood—. Éste es el mejor
equipo que Gryffindor ha tenido en muchos años. Y vamos a ganar.
Les lanzó una mirada que parecía decir: «Si no…».
Sirius y Remus miraron a James
diciéndole con la mirada que ambos capitanes eran similares.
—Bien. Ya es la hora. Buena suerte a todos.
Harry siguió a Fred y George fuera del vestuario y,
esperando que las rodillas no le temblaran, pisó el terreno de juego entre
vítores y aplausos.
La señora Hooch hacía de árbitro. Estaba en el
centro del campo, esperando a los dos equipos, con su escoba en la mano.
—Bien, quiero un partido limpio y sin problemas,
por parte de todos —dijo cuando estuvieron reunidos a su alrededor.
—¿Un partido limpio y sin problemas?
—preguntó dudoso Sirius.
—Pero si van a jugar con Slytherin
—agregó James—, ellos siempre juegan haciendo trampas.
Muy a su pesar Draco tu que aceptar
que Slytherin siempre hacia trampa para ganar, aunque con Harry en el equipo
contrario no lograban ganar.
Harry notó que parecía dirigirse especialmente al
capitán de Slytherin, Marcus Flint, un muchacho de quinto año. Le pareció que
tenía un cierto parentesco con el trol gigante. Con el rabillo del ojo, vio el
estandarte brillando sobre la muchedumbre: «Potter; presidente». Se le aceleró
el corazón. Se sintió más valiente.
—Lo que dije, Harry se sentirá
animado si ven que sus amigos lo apoyan —reafirmó Sirius.
—Montad en vuestras escobas, por favor.
Harry subió a su Nimbus 2.000.
La señora Hooch dio un largo pitido con su silbato
de plata. Quince escobas se elevaron, alto, muy alto en el aire. Y estaban muy
lejos.
—Y la quaffle es atrapada de inmediato por
Angelina Johnson de Gryffindor… Qué excelente cazadora es esta joven y, a
propósito, también es muy guapa…
George se volvió a sonrojar.
—¡JORDAN!
—Lo siento, profesora.
El amigo de los gemelos Weasley, Lee Jordan, era el
comentarista del partido, vigilado muy de cerca por la profesora McGonagall.
—Y realmente golpea bien, un buen pase a Alicia
Spinnet, el gran descubrimiento de Oliver Wood, ya que el año pasado estaba en
reserva… Otra vez Johnson y… No, Slytherin ha cogido la quaffle, el
capitán de Slytherin, Marcus Flint se apodera de la quaffle y allá va…
Flint vuela como un águila… está a punto de… no, lo detiene una excelente
jugada del guardián Wood de Gryffindor y Gryffindor tiene la quaffle…
Aquí está la cazadora Katie Bell de Gryffindor; buen vuelo rodeando a Flint,
vuelve a elevarse del terreno de juego y… ¡Aaayyyy!, eso ha tenido que dolerle,
un golpe de bludger en la nuca… La quaffle en poder de Slytherin…
Adrian Pucey cogiendo velocidad hacia los postes de gol, pero lo bloquea otra bludger,
enviada por Fred o George Weasley, no sé cuál de los dos… (Fue George, aclaró Fred) bonita jugada del
golpeador de Gryffindor, y Johnson otra vez en posesión de la quaffle,
el campo libre y allá va, realmente vuela, evita una bludger, los postes
de gol están ahí… vamos, ahora Angelina… el guardián Bletchley se lanza… no
llega… ¡GOL DE GRYFFINDOR!
Los merodeadores se habían mantenidos
callados, atentos a la narración del partido, pero no pudieron evitar gritar de
emoción ante el primer gol de Gryffindor, y no solo ellos sino también todos
los Gryffindor que se encontraban en la sala. Hasta los gemelos Weasley que ya
habían jugado ese partido se emocionaron como si lo estuvieran jugando
nuevamente.
Los gritos de los de Gryffindor llenaron el aire
frío, junto con los silbidos y quejidos de Slytherin.
—Venga, dejadme sitio.
—¡Hagrid!
Ron y Hermione se juntaron para dejarle espacio a
Hagrid.
—Estaba mirando desde mi cabaña —dijo Hagrid,
enseñando el largo par de binoculares que le colgaban del cuello—. Pero no es
lo mismo (Por supuesto que no es lo mismo,
aceptaron los merodeadores, los gemelos Weasley y Prewett, Neville y Charlie) que estar con toda la gente. Todavía no hay señales
de la snitch, ¿no?
—No —dijo Ron—. Harry todavía no tiene mucho que
hacer.
—Mantenerse fuera de los problemas ya es algo —dijo
Hagrid, cogiendo sus binoculares y fijándolos en la manchita que era Harry.
Por encima de ellos, Harry volaba sobre el juego,
esperando alguna señal de la snitch. Eso era parte del plan que tenían
con Wood.
—Mantente apartado hasta que veas la snitch —le
había dicho Wood—. No queremos que ataques antes de que tengas que hacerlo.
—Ese es un buen plan —estuvo de
acuerdo James.
Cuando Angelina anotó un punto, Harry dio unas
volteretas para aflojar la tensión, y volvió a vigilar la llegada de la snitch.
En un momento vio un resplandor dorado, pero era el reflejo del reloj de uno de
los gemelos Weasley; en otro, una bludger decidió perseguirlo, como si
fuera una bala de cañón, pero Harry la esquivó y Fred Weasley salió a
atraparla.
—¿Cómo en segundo? —ironizó Neville,
los gemelos lo miraron.
—¿Está todo bien, Harry? —tuvo tiempo de gritarle,
mientras lanzaba la bludger con furia hacia Marcus Flint.
—Slytherin toma posesión —decía Lee Jordan—. El
cazador Pucey esquiva dos bludgers, a los dos Weasley y al cazador Bell,
y acelera… esperen un momento… ¿No es la snitch?
—Ese Jordan cometió un error al decir
que vio la snitch —dijo James.
—Claro, los del equipo enemigo
podrían ir por ella —apoyó Sirius.
Un murmullo recorrió la multitud, mientras Adrian
Pucey dejaba caer la quaffle, demasiado ocupado en mirar por encima del
hombro el relámpago dorado, que había pasado al lado de su oreja izquierda.
Harry la vio. En un arrebato de excitación se lanzó
hacia abajo, detrás del destello dorado. El buscador de Slytherin, Terence
Higgs, también la había visto. Nariz con nariz, se lanzaron hacia la snitch…
Todos los cazadores parecían haber olvidado lo que debían hacer y estaban
suspendidos en el aire para mirar.
Harry era más veloz que Higgs. Podía ver la pequeña
pelota, agitando sus alas, volando hacia delante. Aumentó su velocidad y…
—¿Qué paso? —preguntaron los
merodeadores, muy excitados por el juego.
—Pues si no me interrumpieran, ya lo
sabrían —contestó Andrómeda.
¡PUM! Un rugido de furia resonó desde los
Gryffindors de las tribunas… Marcus Flint había cerrado el paso de Harry, para
desviarle la dirección de la escoba, y éste se aferraba para no caer.
—Ese maldito chico es un idiota, como
se atreve a hacer eso —exclamó Lily, preocupada y enojada a la vez.
—Y además cometió falta —dijeron los
merodeadores.
—¿Eso es lo único que te importa,
Potter? —espetó Lily a James.
—Por supuesto que no, Lily, también
me importa mucho la seguridad de nuestro hijo —James trató de calmar a su novia
que lo taladraba con la mirada.
—¡Falta! —gritaron los Gryffindors.
La señora Hooch le gritó enfadada a Flint, y luego
ordenó tiro libre para Gryffindor; en el poste de gol. Pero con toda la
confusión, la snitch dorada, como era de esperar, había vuelto a
desaparecer.
Abajo en las tribunas, Dean Thomas gritaba.
—¡Eh, árbitro! ¡Tarjeta roja!
—¿Tarjeta roja? —preguntaron todos
los que no conocían ese término.
—Cuando un árbitro en el mundo muggle
saca “Tarjeta roja”, significa que el jugador sancionado tiene que abandonar el
campo de juego —explicó Lily.
—Pues entonces que la señora Hooch le
saque tarjeta roja a la serpiente —dijeron los merodeadores al unisonó.
—Esto no es el fútbol, Dean —le recordó Ron—. No se
puede echar a los jugadores en quidditch… ¿Y qué es una tarjeta roja?
Pero Hagrid estaba de parte de Dean.
—Deberían cambiar las reglas. Flint ha podido
derribar a Harry en el aire.
Muchos asintieron estando de acuerdo
con Hagrid.
A Lee Jordan le costaba ser imparcial.
—¿Y a quién no? —dijeron los gemelos
Prewett.
—Entonces… después de esta obvia y desagradable
trampa…
—¡Jordan! —lo regañó la profesora McGonagall.
—Pero en verdad fue una trampa,
Minnie —dijeron James y Remus a la vez.
La profesora solo los miró seria, y
ellos ya no replicaron.
—Quiero decir, después de esta evidente y asquerosa
falta…
—¡Jordan, no digas que no te aviso…!
—Nos agrada ese comentarista —dijeron
los merodeadores, Frank, Ted y los gemelos Prewett.
—Muy bien, muy bien. Flint casi mata al buscador de
Gryffindor, cosa que le podría suceder a cualquiera, estoy seguro, así que
penalti para Gryffindor; la coge Spinnet, que tira, no sucede nada, y continúa
el juego, Gryffindor todavía en posesión de la pelota.
Cuando Harry esquivó otra bludger, que pasó
peligrosamente cerca de su cabeza, ocurrió. Su escoba dio una súbita y
aterradora sacudida. Durante un segundo pensó que iba a caer. Se aferró con
fuerza a la escoba con ambas manos y con las rodillas. Nunca había
experimentado nada semejante.
—¿Qué la escoba ha hecho qué?
—preguntó Remus.
—¡Oh, Merlín! ¿Qué está pasando?
—preguntó alarmada Lily, y James la abrazo tratando de calmarla.
Sucedió de nuevo. Era como si la escoba intentara
derribarlo. Pero las Nimbus 2.000 no decidían súbitamente tirar a sus jinetes.
Harry trató de dirigirse hacia los postes de Gryffindor para decirle a Wood que
pidiera una suspensión del partido, y entonces se dio cuenta de que su escoba
estaba completamente fuera de control. No podía dar la vuelta. No podía
dirigirla de ninguna manera. Iba en zigzag por el aire y, de vez en cuando,
daba violentas sacudidas que casi lo hacían caer.
—Eso es muy extraño. Por lo general
las escobas nunca hacen eso —comentó Moody.
—La están maldiciendo —opinó Remus.
—Pero quien podría ser, esa es magia
muy avanzada —dijo James.
—Quien más va hacer, de seguro es
Quijicus —dijo Sirius. Snape escucho que lo acusaban a él.
Tal vez si lo haría, pero no delante
de todos, pensó malévolamente.
De pronto Snape tenía muchos pares de
ojos encima de él, pero no le hizo caso, siguió con su misma actitud.
Lee seguía comentando el partido.
—Es que acaso todavía no se dan
cuenta de lo que le pasa a Harry —dijo Alice, también muy nerviosa de que algo
malo le suceda al primogénito de James.
—Slytherin en posesión… Flint con la quaffle…
la pasa a Spinnet, que la pasa a Bell… una bludger le da con fuerza en
la cara, espero que le rompa la nariz (era una broma, profesora), Slytherin
anota un tanto, oh, no…
Los de Slytherin vitoreaban. Nadie parecía haberse
dado cuenta de la conducta extraña de la escoba de Harry. Lo llevaba cada vez
más alto, lejos del juego, sacudiéndose y retorciéndose.
—No sé qué está haciendo Harry —murmuró Hagrid.
Miró con los binoculares—. Si no lo conociera bien, diría que ha perdido el
control de su escoba… pero no puede ser…
—Claro que puede ser —exclamo Lily,
quien cada vez abrazaba con más fuerza a James.
—No se preocupe, señora Potter,
Hermione ira en su ayuda y a Harry no le pasara nada —consoló Neville.
Todos miraban expectantes a Neville,
esperando que dé más detalles de cómo fue que Hermione ayudo a Harry.
—¿Y cómo lo ayudo la castaña?
—preguntó Sirius, después de unos segundos de silencio.
—Ya lo sabrán —contestaron Fred y George.
De pronto, la gente comenzó a señalar hacia Harry
por encima de las gradas. Su escoba había comenzado a dar vueltas y él apenas
podía sujetarse. Entonces la multitud jadeó. La escoba de Harry dio un salto
feroz y Harry quedó colgando, sujeto sólo con una mano.
Lily soltó un gritó de desesperación.
—¡Oh, por Merlín! Que no le pase nada
—suplicaba Lily.
—Tranquila cariño, no le pasara nada,
ya oíste a Neville —le recordó James, pero eso no calmo a Lily.
—¿Le sucedió algo cuando Flint le cerró el paso? —susurró
Seamus.
—No puede ser —dijo Hagrid, con voz temblorosa—.
Nada puede interferir en una escoba, excepto la poderosa magia tenebrosa…
Ningún chico le puede hacer eso a una Nimbus 2.000.
—Pues yo estoy seguro que fue
Quijicus, además quien dice que él no es un mortífago —lo acusó Sirius.
—Eso no podemos comprobarlo —dijo
Remus, ganándose una mirada nada amistosa de Sirius.
—Quieres comprobar que de verdad soy
un mortífago —Snape ya se había cansado de las estupideces de los merodeadores,
según él—, tal vez podría lanzarte la maldición asesina, estoy seguro que así
ya no te quedaría dudas.
—Basta —dijo Dumbledore—, señor Black
deje de levantar falsos contra su compañero, y usted señor Snape no vuelva a
insinuar que matara a alguien —Dumbledore terminó hablando con ligero toque de
enojo, cosa rara en el tranquilo director, pero seguramente ya le habría
cansado las peleas de ese par.
Todos hicieron silencio, permitiendo
que Andrómeda siguiera leyendo.
Ante esas palabras, Hermione cogió los binoculares
de Hagrid, pero en lugar de enfocar a Harry comenzó a buscar frenéticamente
entre la multitud.
—¿Qué haces? —gimió Ron, con el rostro grisáceo.
—Lo sabía —resopló Hermione—. Snape… Mira.
—Lo sabía, ya ve Dumbledore, yo tenía
razón —exclamó Sirius.
Y aunque Dumbledore también había
escuchado que Snape era el culpable de que la escoba de Harry se descontrolara,
no estaba completamente seguro que en verdad fuera Snape el que estuviera
maldiciendo la escoba. Seguramente habría otra explicación, se decía internamente
el director.
Lily dejo de abrazar a su novio y
giró para mirar directamente a Snape.
—¡TANTO ODIAS A JAMES QUE QUIERES
MATAR A MI HIJO! ¡CREÍ QUE ERAS MI AMIGO, PERO YA VEO QUE NUNCA LO FUISTE!
—gritó Lily, en un arranque de desesperación combinado con ira.
—Lily, por favor —pidió la profesora
McGonagall—, cálmese, todavía no sabemos realmente si el señor Snape es el
culpable.
—Claro que lo es —afirmó Sirius.
—Yo no voy a discutir eso con usted
señor Black, y les pediría a todos que se calmen para poder seguir con la
lectura. Y no diga nada más —agregó al ver a Sirius apunto de protestar.
Ron cogió los binoculares. Snape estaba en el
centro de las tribunas frente a ellos. Tenía los ojos clavados en Harry y
murmuraba algo sin detenerse.
—Está haciendo algo… Mal de ojo a la escoba —dijo
Hermione.
—¿Qué podemos hacer?
—Déjamelo a mí.
Antes de que Ron pudiera decir nada más, Hermione
había desaparecido. Ron volvió a enfocar a Harry. La escoba vibraba tanto que
era casi imposible que pudiera seguir colgado durante mucho más tiempo. Todos
miraban aterrorizados, mientras los Weasley volaban hacía él, tratando de poner
a salvo a Harry (Molly miró con ternura a sus hijos
gemelos, por querer ayudar a Harry) en una de las escobas. Pero aquello
fue peor: cada vez que se le acercaban, la escoba saltaba más alto. Se dejaron
caer y comenzaron a volar en círculos, con el evidente propósito de atraparlo
si caía. Marcus Flint cogió la quaffle y marcó cinco tantos sin que
nadie lo advirtiera.
—Esas serpientes siempre sacando provecho
de las desgracias —murmuró Sirius.
—Vamos, Hermione —murmuraba desesperado Ron.
Hermione había cruzado las gradas hacia donde se
encontraba Snape y en aquel momento corría por la fila de abajo. Ni se detuvo
para disculparse cuando atropelló al profesor Quirrell y, cuando llegó donde
estaba Snape, se agachó, sacó su varita y susurró unas pocas y bien elegidas
palabras.
Unas llamas azules salieron de su varita y saltaron
a la túnica de Snape. El profesor tardó unos treinta segundos en darse cuenta
de que se incendiaba. Un súbito aullido le indicó a la chica que había hecho su
trabajo. Atrajo el fuego, lo guardó en un frasco dentro de su bolsillo y se
alejó gateando por la tribuna. Snape nunca sabría lo que le había sucedido.
Sirius sonrió con verdadera alegría.
—Definitivamente cada vez me cae
mejor esa castaña —dijo el animago.
Mientras que en la mesa Snape, este
refunfuñaba en contra de Hermione.
—Maldita mocosa, Gryffindor tenía que
ser.
—Esa jovencita sí que es muy hábil
—reconoció el auror.
Lily y James se sentían profundamente
agradecidos con la chica, y sin duda le agradecerían lo que hizo por su hijo
cuando viniera a su época, bueno si venia.
Fue suficiente. Allí arriba, súbitamente, Harry
pudo subir de nuevo a su escoba.
—¡Neville, ya puedes mirar! —dijo Ron. Neville
había estado llorando dentro de la chaqueta de Hagrid aquellos últimos cinco
minutos.
Neville se sonrojo, se sentía apenado
por ese acto tan deprimente, según el chico. Pero se sintió mejor cuando sus
padres no los juzgaron por lo cobarde que fue en ese momento.
Harry iba a toda velocidad hacia el terreno de
juego cuando vieron que se llevaba la mano a la boca, como si fuera a marearse.
Tosió y algo dorado cayó en su mano.
—¡Tengo la snitch! —gritó, agitándola sobre
su cabeza; el partido terminó en una confusión total.
—Lo hizo, lo consiguió —exclamó
Sirius.
—Claro que lo consiguió, Canuto, es
mi hijo —dijo con orgullos James.
Remus sonrió al ver a su amigo de
mejor ánimo, y por supuesto también estaba feliz porque Harry logro atrapar la snitch, y sobre todo estaba feliz porque
gracias a Hermione el hijo de uno de sus mejores amigos estaba a salvo.
—No es que la haya atrapado, es que casi se la
traga —todavía gritaba Flint veinte minutos más tarde. Pero aquello no cambió
nada. Harry no había faltado a ninguna regla y Lee Jordan seguía proclamando
alegremente el resultado. Gryffindor había ganado por ciento setenta puntos a
sesenta. Pero Harry no oía nada. Tomaba una taza de té fuerte, en la cabaña de
Hagrid, con Ron y Hermione.
—Era Snape —explicaba Ron—. Hermione y yo lo vimos.
Estaba maldiciendo tu escoba. Murmuraba y no te quitaba los ojos de encima.
—Tonterías —dijo Hagrid, que no había oído una
palabra de lo que había sucedido—. ¿Por qué iba a hacer algo así Snape?
—Porque me odia —contestó James.
Harry, Ron y Hermione se miraron, preguntándose qué
le iban a decir. Harry decidió contarle la verdad.
—Descubrimos algo sobre él —dijo a Hagrid—. Trató
de pasar ante ese perro de tres cabezas, en Halloween. Y el perro lo mordió.
Nosotros pensamos que trataba de robar lo que ese perro está guardando.
Hagrid dejó caer la tetera.
—¿Qué sabéis de Fluffy? —dijo.
—No es muy bueno para ocultar cosas
—comentó Ted.
—¿Fluffy?
—Ajá… Es mío… Se lo compré a un griego que conocí
en el bar… y se lo presté a Dumbledore para guardar…
—¿Para guardar qué? —preguntó muy
impaciente Sirius.
—¿Sí?—dijo Harry con nerviosismo.
—Bueno, no me preguntéis más —dijo con rudeza
Hagrid—. Es un secreto.
—Pero Snape trató de robarlo.
—Tonterías —repitió Hagrid—. Snape es un profesor
de Hogwarts, nunca haría algo así.
Snape relajo su rostro, al saber que
por lo menos alguien confiaba en él. Lo único malo era que Hagrid era muy amigo
de Potter y sus amiguitos.
—Entonces ¿por qué trató de matar a Harry? —gritó
Hermione.
Los acontecimientos de aquel día parecían haber
cambiado su idea sobre Snape.
—Yo conozco un maleficio cuando lo veo, Hagrid. Lo
he leído todo sobre ellos. ¡Hay que mantener la vista fija y Snape ni
pestañeaba, yo lo vi!
—Muy buena apuntación —susurró Remus,
más para él que para que lo escucharan los demás.
—Os digo que estáis equivocados —dijo ofuscado
Hagrid—. No sé por qué la escoba de Harry reaccionó de esa manera… ¡Pero Snape
no iba a tratar de matar a un alumno! Ahora, escuchadme los tres, os estáis
metiendo en cosas que no os conciernen y eso es peligroso. Olvidaos de ese
perro y olvidad lo que está vigilando. En eso sólo tienen un papel el profesor
Dumbledore y Nicolás Flamel…
—¿Quién es Nicolás Flamel?
—preguntaron James y Sirius.
—Creo que le dieron demasiada
información a esos chicos —dijo Arthur.
—¡Ah! —dijo Harry—. Entonces hay alguien llamado
Nicolás Flamel que está involucrado en esto, ¿no?
Hagrid pareció enfurecerse consigo mismo.
—¿Cómo pudo ser tan descuidado?
—exclamó Lily—, aun conociendo muy poco de mi hijo, pienso que ahora estará más
interesado en descubrir ese enredo.
Muchos asintieron estando de acuerdo
con la pelirroja.
—Aquí termina el capítulo, profesor
—comunicó Andrómeda.
—Bien, entonces ahora cenaremos y
luego todos nos podemos ir a descansar, sobre todo los recién llegados, me
imagino que deben de estar cansados —dijo Dumbledore amablemente.
Y como siempre la comida apareció en
las mesas segundos después de que Dumbledore anunciara la cena.
—Aún me preguntó quién será el que
aparece la cena, porque no creo que sea Kreacher —comentó Sirius.
—Pues si no es Kreacher, entonces no
tengo idea de quien sea —dijo James.
Luego de esa pequeña plática siguieron cenando.
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