martes, 5 de mayo de 2015

Segundo Libro: Harry Potter y la Cámara Secreta - Capítulo 17: El heredero de Slytherin


Oliver Wood cogió el libro, cambió de página y leyó:
“El heredo de Slytherin”.
—Al fin —dijo Sirius, todos lo miraron—, sí, al fin sabremos quién es el heredo de la peor casa.
—Señor Black —advirtió McGonagall.
—Yo pertenecí a esa casa, Sirius —dijo Andrómeda visiblemente ofendida.
—Bien, lo siento —dijo Sirius—, pero al fin sabremos quién es el heredo.
—Y lo sabremos más rápido si cerradas la boca, Sirius —dijo una desesperada Lily.
—Claro, ahora todos contra el pobre e inocente perro —dijo el animago teatralmente.
James rió y Remus negó con la cabeza.
Se hallaba en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.
—Un decorado típico de las serpientes —bufó Sirius.
Andrómeda rodó los ojos con exasperación, quería a su primo, pero había veces en que su comportamiento era tan infantil.
—Es nuestro emblema, ¿qué esperabas? —dijo Andrómeda.
Con el corazón latiéndole muy rápido, Harry escuchó aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?
Molly Weasley miraba a su hija abrazada a Harry, no podía creer que su niña en ese tiempo tan pequeña, hubiera tenido que pasar por una situación tan peligroso.
—Mi pobre niña —susurraba.
Por su parte Ginny estaba más pálida que Remus cuando estaba cerca la luna llena y sus manos sudaban.
Calma, Ginny, se repetía internamente la pelirroja.
Sacó su varita y avanzó por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iba con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Le parecía que las serpientes de piedra lo vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón le dio un vuelco al creer que alguna se movía.
—Eso solo son distractores —gruñó Moody—. Querían confundirte.
Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.
—Slytherin —dijeron casi todos, suponiendo que esa era la estatua del mismísimo, Salazar Slytherin.
Harry asintió.
—Por favor, Harry, dime que era tan horrible como su propia casa —rogó Sirius.
—Señor Black —lo regañó McGonagall.
Pero Harry sonrió ligeramente.
—Bueno, no era la imagen de la belleza —respondió el ojiverde, y Sirius sonrió complacido.
Harry tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.
—¡Mi hija! —medio gritó Molly con pánico.
Y aunque eso desagradable episodio ya había pasado hace muchos años atrás —o para los chicos del pasado todavía no sucedía— escuchar lo que tuvo que pasar Ginny los llenaba de preocupación, a todos, no solo a su familia.
Ginny se estremeció en los brazos de Harry.
—¡Ginny! —susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! —dejó la varita a un lado (Nunca te desprendas de tu varita, es lo único que tienes para defenderte, le reclamó Alastor Moody. A lo que Harry le contestó: “Sí, ahora lo sé”), cogió a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol (Exactamente como estaba en ese momento), aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar…—. Ginny, por favor, despierta —susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.
—¡Por Merlín! —susurró Molly.
—No despertará —dijo una voz suave.
—¿Quién era…? ¿Acaso era el heredero de Slytherin? —preguntó Alice.
Todos miraron a Harry, pero este no respondió.
Harry se enderezó de un salto.
Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándole. Tenía los contornos borrosos, como si Harry lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no había dudas sobre quién era.
—Tom… ¿Tom Ryddle?
—¿Qué? —exclamaron todos extrañados.
—¿Qué hacía él ahí? ¿Cómo pudo llegar él a ese lugar? —dijo Ted.
Lucius Malfoy escuchaba todo con su típica más máscara de frialdad en su rostro, pero él ya sabía lo que eso podría ser, pero, claro, que no diría nada.
A su vez Dumbledore también escuchaba con atención todo.
Tom, Tom, no descasaras hasta cumplir con tus deseos más oscuros, ¿verdad?, pensaba Dumbledore negando con la cabeza.
Ryddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? —dijo Harry desesperado—. ¿Ella no está… no está…?
—Todavía está viva —contestó Ryddle—, pero por muy poco tiempo.
—¿Por poco tiempo? ¿Qué quiere decir con eso? —preguntaron los gemelos Prewett al unisonó.
—Lo sabrás en breve —respondió Harry.
Harry lo miró detenidamente. Tom Ryddle había estudiado en Hogwarts hacía cincuenta años, y sin embargo allí, bajo aquella luz rara, neblinosa y brillante, aparentaba tener dieciséis años, ni un día más.
—¿Eres un fantasma? —preguntó Harry dubitativo.
—Soy un recuerdo —respondió Ryddle tranquilamente— guardado en un diario durante cincuenta años.
Esa declaración dejo muy sorprendidos y confundidos a todos, incluso a Snape, que tenía amplios conocimientos sobre la magia negra.
—¿Cómo diablos puede ser un recuerdo? —preguntó Sirius.
—Magia negra —respondió Remus con seriedad.
Ryddle señaló hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se encontraba, abierto, el pequeño diario negro que Harry había hallado en los aseos de Myrtle la Llorona. Durante un segundo, Harry se preguntó cómo habría llegado hasta allí. Pero tenía asuntos más importantes en los que pensar.
—Tienes que ayudarme, Tom —dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny (Que iluso fui al creer que él me ayudaría, pensaba Harry)—. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco… No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame…
—No creo que vaya a ayudarlo —murmuró Lily, teniendo un mal presentimiento.
Ryddle no se movió. Harry, sudando, logró levantar a medias a Ginny del suelo, y se inclinó a recoger su varita.
Pero la varita ya no estaba.
—Es por eso que los magos y brujas nunca deben separarse de sus varitas, ni siquiera para dormir. ¿Cuántas veces tengo que decir que deben estar en alerta permanente? —gruñó Moody.
—Calma, Alastor —dijo Dumbledore.
—¿Has visto…?
Levantó los ojos. Ryddle seguía mirándolo… y jugueteaba con la varita de Harry entre los dedos.
—Entonces no es un simple recuerdo, tiene una forma corpórea —dijo Remus con seriedad.
—¡Oh, por Merlín! —dijo Lily.
—Gracias —dijo Harry, tendiendo la mano para que el muchacho se la devolviera.
Una sonrisa curvó las comisuras de la boca de Ryddle. Siguió mirando a Harry, jugando indolente con la varita.
—Escucha —dijo Harry con impaciencia. Las rodillas se le doblaban bajo el peso muerto de Ginny—. ¡Tenemos que huir! Si aparece el basilisco…
—No vendrá si no es llamado —dijo Ryddle con toda tranquilidad.
—Ese maldito Ryddle es el heredero —dijo amargamente James.
Harry volvió a posar a Ginny en el suelo, incapaz de sostenerla.
—¿Qué quieres decir? —preguntó—. Mira, dame la varita, podría necesitarla.
—Claro que la necesitaras, por eso no te la devolverá —dijo Moody.
—Ese comentario no es de ayuda —le reclamó James al auror.
La sonrisa de Ryddle se hizo más evidente.
—No la necesitarás —repuso.
Harry lo miró.
—¿A qué te refieres, yo no…?
—He esperado este momento durante mucho tiempo, Harry Potter —dijo Ryddle—. Quería verte. Y hablarte.
—¿Y por qué esta tan interesado en ti? —preguntó Sirius—. No lo comprendo.
Porque él es Voldemort, contestó Harry internamente.
—Mira —dijo Harry, perdiendo la paciencia—, me parece que no lo has entendido: estamos en la Cámara de los Secretos. Ya tendremos tiempo de hablar luego.
—Vamos a hablar ahora —dijo Ryddle, sin dejar de sonreír, y se guardó en el bolsillo la varita de Harry.
Moody bufó.
Harry lo miró. Allí sucedía algo muy raro.
—¿Cómo ha llegado Ginny a este estado? —preguntó, hablando despacio.
—Bueno, ésa es una cuestión interesante —dijo Ryddle, con agrado—. Es una larga historia (¿Él conocía a Ginny?, se preguntaban los padres de la pelirroja. Mientras tanto Ginny, notaba que cada vez se acercaba el peor momento de su vida). Supongo que el verdadero motivo por el que Ginny está así es que le abrió el corazón y le reveló todos sus secretos a un extraño invisible.
Todas las miradas se centraron en Ginny.
—¿Quieren dejar de mirarla como si fuera un bicho raro? —dijo Ron, compadeciéndose del estado de animo de su hermana.
—Lo siento —murmuraban algunos y dejaban de mirar a la pelirroja.
—¿De qué hablas? —dijo Harry.
—Del diario (¿Cómo?, dijeron varios) —respondió Ryddle—. De mi diario. La pequeña Ginny ha estado escribiendo en él durante muchos meses, contándome todas sus penas y congojas: que sus hermanos se burlaban de ella (Fred y George se sintieron terrible al escuchar eso, su única intensión de ellos era levantarle el ánimo, no burlarse de ella), que tenía que venir al colegio con túnica y libros de segunda mano (Molly y Arthur se sintieron mal por no poderles dar algo mejor a sus hijos, pero Ginny levanto la mirada, una que les decía que no se preocuparan por eso), que… —a Ryddle le brillaron los ojos—… pensaba que el famoso, el bueno, el gran Harry Potter no llegaría nunca a quererla…
Harry se sintió mal al pensar en todo los años que Ginny estuvo interesada en él, y él solo la veía como la hermanita de su mejor amigo.
¿Cuánto habría sufrido Ginny por él?, se preguntaba con pesar Harry.
—Lo lamento, Ginny —susurró Harry, y luego deposito un beso en la cabeza de la pelirroja.
Mientras hablaba, Ryddle mantenía los ojos fijos en Harry. Había en ellos una mirada casi ávida.
—Es una lata tener que oír las tonterías de una niña de once años —siguió—. Pero me armé de paciencia. Le contesté por escrito. Fui comprensivo, fui bondadoso. Ginny, simplemente, me adoraba: Nadie me ha comprendido nunca como tú, Tom… Estoy tan contenta de poder confiar en este diario… Es como tener un amigo que se puede llevar en el bolsillo…
Ginny se sentía avergonzada, y enojada a la vez.
¿Cómo pude haber sido tan tonta y haber confiado en ese diario?, se recriminaba Ginny con amargura.
—¡Qué miserable! —gruño Charlie.
—¿Cómo se atrevió a burlarse así de una niña? —siguió Bill, furioso.
Ryddle se rió con una risa potente y fría que parecía ajena. A Harry se le erizaron los pelos de la nuca.
—Si es necesario que yo lo diga, Harry, la verdad es que siempre he fascinado a la gente que me ha convenido (Dumbledore asintió ante esa declaración. “Tom siempre se las arregló para agradarles a todos, menos a mí, claro, porque algo en él no me gustaba”, pensaba el director). Así que Ginny me abrió su alma, y era precisamente su alma lo que yo quería. Me hice cada vez más fuerte alimentándome de sus temores y de sus profundos secretos. Me hice más poderoso, mucho más que la pequeña señorita Weasley. Lo bastante poderoso para empezar a alimentar a la señorita Weasley con algunos de mis propios secretos, para empezar a darle un poco de mi alma…
Ginny sin poder evitarlo comenzó a sollozar. Harry hacia suaves masajes en la espalda de Ginny, tratando de calmarla.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Sirius, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
—Que es un malnacido —gruñó Ron.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry, con la boca completamente seca.
—¿Todavía no lo adivinas, Harry Potter? —dijo sin inmutarse Ryddle—. Ginny Weasley abrió la Cámara de los Secretos (¡¿Qué?!, fue la exclamación en general. Ginny no miró a nadie, pero sabía que todos la miraban. Mientras tanto Lucius Malfoy miraba a Ginny despectivamente, “¿Cómo esa pequeña traidora a la sangre pudo abrir la cámara?”, se preguntaba el rubio). Ella retorció el pescuezo a los gallos del colegio y pintarrajeó pavorosos mensajes en las paredes. Ella echó la serpiente de Slytherin contra los cuatro sangre sucia y el gato del squib.
—No, no puede ser —dijo Justin incrédulo.
—No es posible, mi hija no lo haría —dijo Molly desesperadamente.
—S-sí… f-fui… yo… y lo s-siento —contestó Ginny sollozando.
—Nadie te culpa, Ginny, no eras consciente de lo que hacías, tú solo eres otra victima más —la consoló Hermione.
Luego de que los sollozos de Ginny cesaron, Oliver continuó leyendo.
—No —susurró Harry.
—Sí —dijo Ryddle con calma—. Por supuesto, al principio ella no sabía lo que hacía. Fue muy divertido. Me gustaría que hubieras podido ver las anotaciones que escribía en el diario… Se volvieron mucho más interesantes… Querido Tom —recitó, contemplando la horrorizada cara de Harry—, creo que estoy perdiendo la memoria. He encontrado plumas de gallo en mi túnica y no sé por qué están ahí. Querido Tom, no recuerdo lo que hice la noche de Halloween, pero han atacado a un gato y yo tengo manchas de pintura en la túnica. Querido Tom, Percy me sigue diciendo que estoy pálida y que no parezco yo. Creo que sospecha de mí… (Nunca tuve idea de lo que realmente te pasaba, Ginny, se lamentó Percy) Hoy ha habido otro ataque y no sé dónde me encontraba en aquel momento. ¿Qué voy a hacer, Tom? Creo que me estoy volviendo loca. ¡Me parece que soy yo la que ataca a todo el mundo, Tom!
Ginny tiritó, ella nunca imagino que Voldemort le recitara todo lo que ella escribía en el diario, pero claro, como pudo creer eso del mago más maligno de todos.
Que estúpida fui, se recriminaba Ginny.
Molly sollozaba, no podía creer por todo lo que había pasado su hija. Arthur trataba de consolarle, pero la verdad es que él se sentía demasiado enojado consigo mismo, se recriminaba no haber podido ayudar a su hija en su tiempo.
—Mi pobre niña —susurraba Molly.
—Es un maldito hijo de puta —dijeron los gemelos Prewett.
Y para sorpresa de los Prewett, McGonagall no los regañó, voltearon a verla, y la profesora tenía el ceño fruncido, estaba demasiado concentrada en la lectura.
Mientras tanto, Snape, había acertado en que Ginny había sido poseída, pero lo que no entendía era que tenía que ver Ryddle en todo eso.
¿Acaso es un mortífago?, se preguntaba el futuro profesor de Pociones.
Harry tenía los puños apretados y se clavaba las uñas en las palmas.
—Le llevó mucho tiempo a esa tonta de Ginny dejar de confiar en su diario —explicó Ryddle—. Pero al final sospechó e intentó deshacerse de él (Los aseos de Myrtle, susurró Alice). Y entonces apareciste tú, Harry. Tú lo encontraste, y nada podría haberme hecho tan feliz. De todos los que podrían haberlo cogido, fuiste tú, la persona a la que yo tenía más ganas de conocer…
—¿Por qué quería conocerte? —preguntó una temerosa Lily.
Pero Harry no contestó.
—¿Y por qué querías conocerme? —preguntó Harry. La ira lo embargaba y tenía que hacer un gran esfuerzo para mantener firme la voz.
—Bueno, verás, Ginny me lo contó todo sobre ti, Harry —dijo Ryddle—. Toda tú fascinante historia (¡Oh, no!, susurró Ginny). —Sus ojos vagaron por la cicatriz en forma de rayo que Harry tenía en la frente, y su expresión se volvió más ávida—. Quería averiguar más sobre ti, hablar contigo, conocerte si era posible, así que decidí mostrarte mi famosa captura de ese zopenco, Hagrid, para ganarme tu confianza.
Hagrid apretó los puños.
Fue injusto que yo pagará por las cosas que ese desalmado hizo, pensaba Hagrid.
—¿Por qué siento que todo esto tiene que ver con… Voldemort? —dijo James, haciendo que muchos se estremecieran al escuchar ese nombre.
—Tal vez sea un mortífago, Cornamenta —dijo Sirius.
O tal vez sea… Voldemort, pensaba Remus, pero luego negó con la cabeza. No tal vez me estoy dejando llevar por la ira, él no podría ser Voldemort, se dijo.
—Hagrid es mi amigo —dijo Harry, con voz temblorosa—. Y tú lo acusaste, ¿no? Creí que habías cometido un error, pero…
Ryddle volvió a reírse con su risa sonora.
Hagrid frunció el ceño.
—Maldito —gruñó.
—Era mi palabra contra la de Hagrid. Bueno, ya te puedes imaginar lo que pensaría el viejo Armando Dippet. Por un lado, Tom Ryddle, pobre, pero muy inteligente, sin padres, pero muy valeroso, prefecto del colegio, estudiante modelo; por el otro lado, el grandón e idiota de Hagrid (¡Hagrid no es un idiota!, exclamaron muchos), que tenía problemas cada dos por tres, que intentaba criar cachorros de hombre lobo debajo de la cama, que se escapaba al bosque prohibido para luchar con los trols (¿Culpo a un inocente? Podrían haber mandado a Azkaban a Hagrid, dijo un desconcertado Sirius). Pero admito que incluso yo me sorprendí de lo bien que funcionó mi plan. Creía que alguien al fin comprendería que Hagrid no podía ser el heredero de Slytherin (Con la eficiencia del ministerio no dudo que hayan creído lo que Ryddle contó, dijo Ted). Me había llevado cinco años averiguarlo todo sobre la Cámara de los Secretos y descubrir la entrada oculta… ¡como si Hagrid tuviera la inteligencia o el poder necesarios!
—Por supuesto —dijo Lucius mirando con desprecio a Hagrid.
Draco miró a su padre con frialdad, pero este no se acobardo, es más hasta sonrió con arrogancia a su futuro hijo.
—Te lo digo por última vez, padre, cierra la boca —siseó Draco, y sin dar tregua a que su padre replicara, dijo—: Wood, ¿podrías seguir con la lectura?
Oliver asintió un poco sorprendido de que Draco fuera amable con él, un ex Gryffindor y que a su padre le ha hecho cerrar la boca.
»Sólo el profesor de Transformaciones, Dumbledore, creía en la inocencia de Hagrid. Convenció a Dippet para que retuviera a Hagrid y le enseñara el oficio de guarda. Sí, creo que Dumbledore podría haberlo adivinado. A Dumbledore nunca le gusté tanto como a los otros profesores…
Todas las miradas se posaron sobre el director, pero claro que todas estas miradas eran de agradecimiento.
Es que nunca dudé de tus poderes siniestros, Tom. Desde el primer instante que te vi, supe de lo que eras capaz de hacer, nunca me engañaste con tu excesiva amabilidad. Y con los antecedentes que tenías en el orfanato donde te criaste, y luego cuando acusaste a Hagrid de algo de lo que él era inocente, menos confiaría en ti,  pensaba Dumbledore con seriedad.
—Me apuesto algo a que Dumbledore descubrió tus intenciones —dijo Harry, rechinando los dientes.
—Bueno, es verdad que él me vigiló mucho más después de la expulsión de Hagrid, me fastidió bastante —dijo Ryddle sin darle importancia—. Me di cuenta de que no sería prudente volver a abrir la cámara mientras siguiera estudiando en el colegio. Pero no iba a desperdiciar todos los años que había pasado buscándola. Decidí dejar un diario, conservándome en sus páginas con mis dieciséis años de entonces, para que algún día, con un poco de suerte, sirviese de guía para que otro siguiera mis pasos y completara la noble tarea de Salazar Slytherin.
—Lo que no entiendo, es como logro hacer que su recuerdo permanezca en el diario después de tantos años, ¿qué clase de magia oscura lograría retener el recuerdo y el alma de alguien en un objeto? —preguntó Alice.
Dumbledore frunció el ceño. Él sabía lo que Tom Ryddle había hecho.
—Pero lo que yo aun no comprendo es, ¿cómo ese diario llego a manos de mi hija? —dijo Molly.
Harry miró a Lucius Malfoy, nadie se dio cuenta de esto, excepto Draco.
Claro, ahora entiendo, se decía Draco, mi padre fue quien puso el diario en el caldero de la mini Weasley luego de revisar su libro de segunda mano, y metió el diario en el caldero junto con su libro.
—Bueno, pues no la has completado —dijo Harry en tono triunfante—. Nadie ha muerto esta vez, ni siquiera el gato. Dentro de unas pocas horas la pócima de mandrágora estará lista y todos los petrificados volverán a la normalidad.
—No creo que ese siga siendo su principal interés —dijo McGonagall.
—¿No te he dicho todavía —dijo Ryddle con suavidad— que ya no me preocupa matar a los sangre sucia? Desde hace meses mi nuevo objetivo has sido… tú.  (Los merodeadores y Lily quedaron horrorizados. ¿Pero qué es lo que quiere Ryddle con mi hijo?, preguntaba una desesperada Lily. A lo que James contestó: No lo sé, Lily, pero seguramente ahora lo explicaran) —Harry lo miró—. Imagina mi disgusto cuando alguien volvió a abrir mi diario, y ya no eras tú quien me escribía, sino Ginny. Ella te vio con el diario y se puso muy nerviosa. ¿Y si averiguabas cómo funcionaba, y el diario te contaba todos sus secretos? ¿Y si, lo que aún era peor, te decía quién había retorcido el pescuezo a los pollos? Así que esa mocosa esperó a que tu dormitorio quedara vacío y te lo robó (¡No fue por eso! Yo solo quise proteger a Harry, por eso fui por el diario, temía que le haga lo mismo que a mí, dijo Ginny entre sollozos. Todos miraban a la pelirroja entre confundidos, pena y admiración. Harry a su vez le susurró: Gracias). Pero yo ya sabía lo que tenía que hacer. Era evidente que tú ibas detrás del heredero de Slytherin. Por todo lo que Ginny me había dicho sobre ti, yo sabía que irías al fin del mundo para resolver el misterio… y más si atacaban a uno de tus mejores amigos (Porque es la persona más leal que hemos conocido, dijeron Hermione y Ron al unisonó). Y Ginny me había dicho que todo el colegio era un hervidero de rumores porque te habían oído hablar pársel
Harry frunció el ceño.
»Así que hice que Ginny escribiera en la pared su propia despedida y bajara a esperarte. Luchó y gritó y se puso muy pesada (Pero no sirvió de nada, susurró Ginny). Pero ya casi no le quedaba vida: había puesto demasiado en el diario, en mí. Lo suficiente para que yo pudiera salir al fin de las páginas (¡Es un maldito bastardo!, dijeron los padres de la pelirroja). He estado esperándote desde que llegamos. Sabía que vendrías. Tengo muchas preguntas que hacerte, Harry Potter.
—No termino de entender que es lo que quiere de ti —dijo James a su futuro hijo.
—Pero Harry no respondió, no podía dercirle que o único que quería Tom Ryddle de él, era verlo muerto.
—¿Cómo cuál? —soltó Harry, con los puños aún apretados.
—Bueno —dijo Ryddle, sonriendo—, ¿cómo es que un bebé sin un talento mágico extraordinario derrota al mago más grande de todos los tiempos? ¿Cómo escapaste sin más daño que una cicatriz, mientras que lord Voldemort perdió sus poderes?
—Ryddle es un mortífago —volvió a decir Sirius—, sino no le interesara tanto que Voldemort haya sido destruido.
Tom Ryddle y Voldemort es la misma persona, pensaba Harry.
En aquel momento apareció un extraño brillo rojo en su mirada.
—¿Por qué te preocupa cómo me libré? —dijo Harry despacio—. Voldemort fue posterior a ti.
—Voldemort —dijo Ryddle imperturbable— es mi pasado, mi presente y mi futuro, Harry Potter…
—¡¿Qué demonios?! —exclamaron los merodeadores.
Solamente Dumbledore, y los del futuro que conocían la verdadera identidad de Ryddle no les sorprendió esta declaración.
Los murmullos en la Sala de los Menesteres era evidente. Nadie estaba preparado para escuchar esta verdad.
¿Cómo no lo sospeche antes? Fui un tonto al no relacionar a Ryddle con Voldemort, se regañaba mentalmente Moody.
Cuando los murmullos cesaron, Oliver continuó leyendo.
Sacó del bolsillo la varita de Harry y escribió en el aire con ella tres resplandecientes palabras:

TOM SORVOLO RYDDLE

Luego volvió a agitar la varita, y las letras cambiaron de lugar:

SOY LORD VOLDEMORT

Todos estaban en completo silencio, los del pasado tratando de asimilar el último descubrimiento. Mientras Lucius Malfoy estaba totalmente sorprendido. Tom Ryddle y su señor eran un mismo ser.
—¡Por Merlín! —exclamó Alice.
—¿Q-Qué él es… q-quien? —preguntó Lily con mucha dificultad.
—¿Entonces Ryddle es Voldemort?  —preguntó James.
Dumbledore, Harry, Ron y Hermione y los demás Weasley asintieron.
—No puedo creerlo —dijo Remus—. Eso era justo lo que estaba pensando, pero luego deseche la idea.
—Pues acertaste desde el comienzo —dijo Hermione a Remus.
—Eso explica que sea tan maldito —dijo un anonadado Sirius.
—Otra vez él, ¿es que todos los cursos tienes que enfrentarlo? —preguntó Lily a su hijo.
—Bueno, en el tercer curso… ocurrieron otras cosas —respondió Harry tratando de calmar a su madre.
—Pero aun así no fue un curso tranquilo —susurró Hermione.
Pero hubo algo bueno en ese curso, conocí a Remus, pensó Hermione dibujando una pequeña sonrisa a la vez que acariciaba su abultado vientre.
Remus la miró extrañado.
¿Por qué sonríe Hermione?, se preguntaba Lupin.
Por todas partes se volvieron a escuchar murmullos, Harry ya no soportando más escuchar cosas negativas, le pidió a Oliver que siguiera leyendo, y este así lo hizo, y funciono porque apenas escucharon a Oliver todos se quedaron callados, estaban muy interesados en saber lo que pasó en la cámara.
—¿Ves? —susurró—. Es un nombre que yo ya usaba en Hogwarts, aunque sólo entre mis amigos más íntimos, claro. ¿Crees que iba a usar siempre mi sucio nombre muggle? ¿Yo, que soy descendiente del mismísimo Salazar Slytherin, por parte de madre? ¿Conservar yo el nombre de un vulgar muggle que me abandonó antes de que yo naciera, sólo porque se enteró de que su mujer era bruja? (¿Qué clase de hombre abandona a su mujer embarazada?, dijo Arthur muy contrariado) No, Harry. Me di un nuevo nombre, un nombre que sabía que un día temerían pronunciar todos los magos, ¡cuando yo llegara a ser el hechicero más grande del mundo!
—Esperen un momento —dijo James con una sonrisita desafiante—, Voldemort que odia todo lo impuro, ¿es un mestizo?
—Sí, es un mestizo —respondió Ron.
Sirius empezó a reír.
—Esto es increíble —dijo riendo—, eso quiere decir que los tontos de los sangre pura siguen las ordenes de un mestizo con complejo de sangre pura.
Todos empezaron a reír ante esto.
Lucius estaba pálido, no podía creer lo que había escuchado.
—¡Eso es imposible! —dijo Lucius con el rostro contrariado al igual que Narcissa.
—Es verdad, padre —dijo Draco con seriedad. A él y ninguno de los otros Slytherin no les sorprendía esto, porque ya lo habían asimilado esta verdad en su tiempo.
—Pero… —balbuceaba Lucius.
—Es verdad, señor Malfoy, el padre de Ryddle es muggle y su madre una bruja —confirmó Dumbledore.
Lucius no volvió a hablar.
A Harry pareció bloqueársele el cerebro. Miraba como atontado a Ryddle, al huérfano que se convirtió en el asesino de sus padres (Esa declaración afecto a James y Lily, aun no aceptaban que ellos morirían y dejarían a su hijo solo. Por otra parte Snape se sintió enojado al recordar que su amada Lily moriría a manos de Voldemort), y de otra mucha gente… Al final hizo un esfuerzo por hablar.
—Yo me habría quedado paralizado —dijo Ernie.
—No lo eres —dijo. Su voz aparentemente calmada estaba llena de odio.
—¿No soy qué? —preguntó Ryddle bruscamente.
—No eres el hechicero más grande del mundo —dijo Harry, con la respiración agitada—. Lamento decepcionarte, pero el mejor mago del mundo es Albus Dumbledore (Sus palabras me halagan, joven Potter, aunque no sé qué tan ciertas sean sus palabras, dijo Dumbledore, pensando que en su juventud cometió mucho errores, pero que habían culminaron con la muerte de su hermana Ariana). Todos lo dicen. Ni siquiera cuando eras fuerte te atreviste a apoderarte de Hogwarts. Dumbledore te descubrió cuando estabas en el colegio y todavía le tienes miedo, te escondas donde te escondas.
Todos miraron a Harry, su valentía lo sobrepasaba, solo era un niño de doce años, pero aun así se volvió a enfrentar a Voldemort, y lo que sorprendía más era que ni siquiera tenía su varita para defenderse de algún ataque.
Sus padres, Sirius, Remus, sus amigos y los profesores miraban con orgullo a Harry.
De la cara de Ryddle había desaparecido la sonrisa, y había ocupado su lugar una mirada de desprecio absoluto.
—¡A Dumbledore lo han echado del castillo gracias a mi simple recuerdo! —dijo Ryddle, irritado.
—Solo por poco tiempo, al final del curso él regreso porque reconocieron que era un gran director —dijo Neville.
—No creo que merezca todos esos halagos, señor Longbottom —dijo Dumbledore.
—Claro que sí merece todos esos halagos y más, profesor Dumbledore —fue la respuesta en general.
—No está tan lejos como crees —replicó Harry. Hablaba casi sin pensar, con la intención de asustar a Ryddle y deseando, más que creyendo, que lo que afirmaba fuese verdad.
Ryddle abrió la boca, pero no dijo nada.
Llegaba música de algún lugar. Ryddle se volvió para comprobar que en la cámara no había nadie más. Pero aquella música sonaba cada vez más y más fuerte (¿Música?, esa fue la pregunta que se escuchó por toda la Sala de los Menesteres). Era inquietante, estremecedora, sobrenatural. A Harry le puso los pelos de punta y le pareció que el corazón iba a salírsele del pecho. Luego, cuando la música alcanzó tal fuerza que Harry la sentía vibrar en su interior, surgieron llamas de la columna más cercana a él.
—¿Llamas? —preguntó Frank.
—Qué raro, primero música y luego llamas —dijo James con confusión.
Harry solo sonrió recordando al hermoso fénix del profesor Dumbledore.
Dumbledore también sonrió sabiendo de quien se trataba.
Apareció de repente un pájaro carmesí del tamaño de un cisne, que entonaba hacia el techo abovedado su rara música. Tenía una cola dorada y brillante, tan larga como la de un pavo real, y brillantes garras doradas, con las que sujetaba un fardo de harapos.
—¡El fénix del profesor Dumbledore! —dijo Lily.
Harry asintió.
—¿Pero cómo fue que llego hasta allí? —preguntó Sirius.
—Tal vez lo mando Dumbledore —contestó James.
—Pero el profesor Dumbledore no estaba en ese momento en Hogwarts —recordó Remus.
—Pues si quieren saberlo, deberían seguir escuchando la lectura —dijo Ron.
Oliver enseguida se puso a leer.
El pájaro se encaminó derecho a Harry, dejó caer el fardo a sus pies y se le posó en el hombro. Cuando plegó las grandes alas, Harry levantó la mirada y vio que tenía un pico dorado afilado y los ojos redondos y brillantes.
El pájaro dejó de cantar y acercó su cuerpo cálido a la mejilla de Harry, sin dejar de mirar fijamente a Ryddle.
—Es curioso que un fénix se apeguen a dos humanos, generalmente solo lo hacen con uno —comentó Charlie.
—Es un fénix —dijo Ryddle, devolviéndole una mirada perspicaz.
¿Fawkes? —musitó Harry, sintiendo la suave presión de las garras doradas.
—Y eso —dijo Ryddle, mirando el fardo que Fawkes había dejado caer—, eso no es más que el viejo Sombrero Seleccionador del colegio.
—¿Para qué Fawkes el sombrero seleccionador? —preguntó Andrómeda.
—Sí, no creo que sirva de mucho un viejo sombrero y un fénix —dijo Narcissa Malfoy.
—No todo es lo que parece, señora Malfoy —respondió Harry misteriosamente.
Así era. Remendado, deshilachado y sucio, el sombrero yacía inmóvil a los pies de Harry.
Ryddle volvió a reír. Rió tan fuerte que su risa se multiplicó en la oscura cámara, como si estuvieran riendo diez Ryddles al mismo tiempo.
—¡Eso es lo que Dumbledore envía a su defensor: un pájaro cantor y un sombrero viejo! ¿Te sientes más seguro, Harry Potter? ¿Te sientes a salvo?
Las miradas se centraron en Harry como esperando una respuesta. Pero Harry solo se lomito a sonreír, porque ese viejo sombrero y Fawkes lo había ayudado a salir con vida, y no solo a él, a Ginny, Ron y hasta Lockhart también.
Ese siempre fue tu error, Tom. Subestimar las cosas que según tú no te parecían importantes, pensaba Dumbledore.
Harry no respondió. No veía la utilidad de Fawkes ni del viejo sombrero, pero ya no se sentía solo, y aguardó con creciente valor a que Ryddle dejara de reír.
—A lo que íbamos, Harry —dijo Ryddle, sonriendo todavía con ganas—. En dos ocasiones, en tu pasado, en mi futuro, nos hemos encontrado. Han sido dos ocasiones en que no he logrado matarte (Y esa fue la tercera, dijo Hermione). ¿Cómo sobreviviste? Cuéntamelo todo. Cuanto más hables —añadió con voz suave—, más tardarás en morir.
—Maldito desgraciado —rugió Sirius.
—No se han dado cuenta de que habla como si temiera algo o a alguien —dijo Frank.
Lucius soltó una risa sarcástica.
—Mejor cállate, Malfoy —dijo James—, recuerda que es un mestizo, un mestizo al que tú un “sangre pura” llama “señor”, fue derrotado dos veces por un niño.
Lucius dejo de reír, y miraba a James como si quisiera matarlo allí mismo.
Harry pensó deprisa, sopesando sus posibilidades. Ryddle tenía la varita (Lo cual es una gran ventaja, dijo Michael Corner); él tenía a Fawkes y el Sombrero Seleccionador, que no resultarían de gran utilidad en un duelo. No prometían mucho, la verdad. Pero cuanto más tiempo permaneciera Ryddle allí, menos vida le quedaría a Ginny… (Molly empezó a sollozar nuevamente) Harry percibió algo de pronto: en el tiempo que llevaban en la cámara, los contornos de la imagen de Ryddle se habían vuelto más claros, más corpóreos (Ginny se acurruco más en el pecho de su novio, se sentí aterrada al revivir todo eso). Si Ryddle y él tenían que luchar, mejor que fuera pronto.
 A Lily no le gustaba esa parte de la historia, que su hijo de doce años —en ese tiempo— luche con un loco desquiciado la ponía de los nervios.
—Nadie sabe por qué perdiste tus poderes al atacarme —dijo bruscamente Harry—. Yo tampoco. Pero sé por qué no pudiste matarme: porque mi madre murió para salvarme. Mi vulgar madre de origen muggle —añadió, temblando de rabia—; ella evitó que me mataras (Y lo volvería a hacer, le dijo Lily sollozando, abrazada a James. Harry lo único que hizo fue sonreírle con tristeza a su madre). Y yo te he visto de verdad, te vi el año pasado. Eres una ruina. Apenas estás vivo. A esto te ha llevado todo tu poder. Te ocultas. ¡Eres horrible, inmundo!
—Me agrada la forma en que lo enfrentas, Potter —dijo Moody.
—¿Horrible e inmundo? —susurró Draco, para luego sonreír.
Lucius miró a su hijo, pero no se atrevía a decir nada, aún estaba tan sorprendido con el nuevo descubrimiento sobre “su señor”.
Ryddle tenía el rostro contorsionado. Forzó una horrible sonrisa.
—O sea que tu madre murió para salvarte. Sí, ése es un potente contrahechizo. Tenía curiosidad, ¿sabes? Porque existe una extraña afinidad entre nosotros, Harry Potter. Incluso tú lo habrás notado (¿De qué esta hablando?, dijo Terry Boot). Los dos somos de sangre mezclada, los dos huérfanos, los dos criados por muggles. Tal vez somos los dos únicos hablantes de pársel que ha habido en Hogwarts después de Slytherin. Incluso nos parecemos físicamente… (¿Físicamente?, preguntó James desconcertado. A lo que Harry solo respondió que Ryddle solo estaba exagerando) Pero, después de todo, sólo fue suerte lo que te salvó de mí. Eso es lo que quería saber.
—No fue suerte, fue amor —respondió Harry. Y Dumbledore asintió, pero nadie lo noto.
—¿Amor? —preguntó Andrómeda.
—Ya descubrirán el por qué —respondió Harry.
Lucius bufó.
—Amor —murmuró con ironía.
Harry permaneció quieto, tenso, aguardando que Ryddle levantara su varita. Pero Ryddle se limitaba a exagerar más su sonrisa contrahecha.
—Ahora, Harry, voy a darte una pequeña lección. Enfrentemos los poderes de lord Voldemort, heredero de Salazar Slytherin, contra el famoso Harry Potter, que tiene de su parte las mejores armas de Dumbledore.
—Y sí que fueron las mejores armas —aceptó Harry sonriendo.
—¿Qué quieres decir con eso, cachorro? —preguntó Sirius.
—Ahora lo sabrás, Sirius —respondió el ojiverde.
Ryddle dirigió una mirada socarrona a Fawkes y al Sombrero Seleccionador, y luego anduvo unos pasos en dirección opuesta. Harry, notando que el miedo se le extendía por las entumecidas piernas, vio que Ryddle se detenía entre las altas columnas y dirigía la mirada al rostro de Slytherin, que se elevaba sobre él en la oscuridad. Ryddle abrió la boca y silbó… pero Harry comprendió lo que decía.
Háblame, Slytherin, el más grande de los Cuatro de Hogwarts.
—Sí, claro —ironizaron los que pertenecían a las otras casas.
Harry se volvió hacia la estatua. Fawkes se balanceaba sobre su hombro.
El gigantesco rostro de piedra de la estatua de Slytherin se movió y Harry vio, horrorizado, que abría la boca, más y más, hasta convertirla en un gran agujero.
Algo se movía dentro de la boca de la estatua. Algo que salía de su interior.
—¡El basilisco! —exclamó Angelina.
Ginny se estremeció.
—¡Oh, Merlín! —dijo Lily horrorizada.
—Calma, Lily, míralo, Harry está bien, y está aquí con nosotros —la consoló James.
Lily miró a su hijo sano y salvo, que tenía abrazada a Ginny y le susurraba cosas al oído.
Harry retrocedió hasta dar de espaldas contra la pared de la cámara y cerró fuertemente los ojos. Sintió que el ala de Fawkes le rozaba el rostro al emprender el vuelo. Harry quiso gritar: «¡No me dejes!» Pero ¿de qué le podía valer un fénix contra el rey de las serpientes?
A decir verdad, de mucho, pensó Harry.
Una gran mole golpeó contra el suelo de piedra de la cámara, y Harry notó que toda la estancia temblaba. Sabía lo que estaba ocurriendo, podía sentirlo, podía ver sin abrir los ojos la gran serpiente desenroscándose de la boca de Slytherin. Entonces oyó una voz silbante.
Mátalo.
—¡NO! —el gritó ahogado de Lily se escuchó por toda la Sala.
—No me paso nada, mamá, estoy aquí —le recordó Harry.
El basilisco se movía hacia Harry, éste podía oír su pesado cuerpo deslizándose lentamente por el polvoriento suelo. Con los ojos cerrados, Harry comenzó a moverse a ciegas hacia un lado, palpando con las manos el camino. Ryddle reía…
—¡Ese maldito de Voldemort! —gruñó James.
Harry tropezó. Cayó contra la piedra y notó el sabor de la sangre. La serpiente se encontraba a un metro escaso de él, y Harry la oía acercarse.
De repente oyó un ruido fuerte, como un estallido, justo encima de él, y algo pesado lo golpeó con tanta fuerza que lo tiró contra el muro (¡Merlín!, dijeron Lily y Molly). Esperando que la serpiente le hincara los colmillos, oyó más silbidos enloquecidos y algo que azotaba las columnas.
—¿Qué sucedía? —preguntó Katie.
—Nada malo —respondió Harry.
No pudo evitarlo. Abrió los ojos lo suficiente para vislumbrar qué sucedía.
—Mata con la mirada, ¡tienes que cerrar los ojos! —le recordó una desesperada Lily a su hijo.
La serpiente, de un verde brillante y gruesa como el tronco de un roble, se había alzado en el aire y su gran cabeza roma zigzagueaba como borracha entre las columnas. Temblando, Harry se preparó a cerrar los ojos en cuanto el monstruo hiciera ademán de volverse, y entonces vio qué era lo que había enloquecido a la serpiente.
Fawkes planeaba alrededor de su cabeza, y el basilisco le lanzaba furiosos mordiscos con sus colmillos largos y afilados como sables.
—Ahora entiendo lo que Fawkes planea hacer —dijo Lupin.
—¿Qué? —preguntaron los otros dos merodeadores.
—Dejarla ciega —respondió Lupin.
Todos miraron a Harry para que confirmara lo que había dicho Remus, y este asintió.
Lily respiró profundo al escuchar eso.
Entonces Fawkes descendió. Su largo pico de oro se hundió en la carne del monstruo y un chorro de sangre negruzca salpicó el suelo. La cola de la serpiente golpeaba muy cerca de Harry, y antes de que pudiera cerrar los párpados, el basilisco se volvió. Harry miró de frente a su cabeza y se dio cuenta de que el fénix lo había picado en los ojos, aquellos grandes y prominentes ojos amarillos. La sangre resbalaba hasta el suelo y la serpiente escupía agonizando.
—Sí que fue de gran ayuda Fawkes —dijo Susan sorprendida.
Narcissa y Lucius no podían creer lo que escuchaban, como un fénix pudo dejar discapacitada a un basilisco.
¡No! —oyó Harry gritar a Ryddle—. ¡Deja al pájaro! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! ¡Puedes olerlo! ¡Mátalo!
La serpiente ciega se balanceaba desorientada, herida de muerte. Fawkes describía círculos alrededor de su cabeza, silbando su inquietante canción, picando aquí y allá en el morro lleno de escamas del basilisco, mientras brotaba la sangre de sus ojos heridos.
—¿Crees que Fawkes logré matar al basilisco? —preguntó Sirius a Remus.
—No lo creo, pero dejarla ciega ya es de gran ayuda —respondió el licántropo.
—¡Ayuda, ayuda! —pedía Harry enloquecido—. ¡Que alguien me ayude!
La cola de la serpiente volvió a golpear contra el suelo. Harry se agachó. Un objeto blando le golpeó en la cara.
—¿Qué era ese objeto suave? —preguntó Fabian.
Gideon lo pensó un momento.
—Tal vez sea el sombrero seleccionador —respondió a su gemelo.
El basilisco había lanzado en su furia el Sombrero Seleccionador sobre Harry (Sí, acerté, celebró Gideon), y éste lo cogió. Era cuanto le quedaba, su última oportunidad. Se lo caló en la cabeza y se echó al suelo antes de que la serpiente sacudiera la cola de nuevo.
—Ayúdame…, ayúdame… —pensó Harry, apretando los ojos bajo el sombrero—, ¡ayúdame, por favor!
—¿Así que, así fue? —preguntó Hermione a Harry, y este asintió.
—¿De qué hablan? —preguntó Sirius.
—Ahora te enteraras, Sirius —respondió Hermione.
No hubo una voz que le respondiera. En su lugar, el sombrero encogió, como si una mano invisible lo estrujara.
Algo muy duro y pesado golpeó a Harry en lo alto de la cabeza, dejándolo casi sin sentido (Eso es extraño, pensó Zabini). Viendo todavía parpadear estrellas en los ojos, cogió el sombrero para quitárselo y notó que debajo había algo largo y duro.
—Harry —dijo Neville y el ojiverde lo miró—, esa es la…
—Sí —respondió Harry antes de que Neville terminará de formular la pregunta—, la misma que tú sacaste aquella vez.
Neville sonrió.
Alice y Frank miraban con curiosidad a su hijo.
Se trataba de una espada plateada y brillante, con la empuñadura llena de fulgurantes rubíes del tamaño de huevos.
—¿Una espada? —preguntó Andrómeda—. Pero apareció así de la nada.
—No me digas que es la… —empezó James con sorpresa.
—Sí, era la espada de Gyffindor —respondió Harry.
—Vaya —dijo Sirius.
—Es increíble —dijo Remus.
¡Mata al chico! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! Olfatea… ¡Huélelo!
Harry empuñó la espada, dispuesto a defenderse. El basilisco bajó la cabeza, retorció el cuerpo, golpeando contra las columnas, y se volvió para enfrentarse a Harry. Pudo verle las cuencas de los ojos llenas de sangre, y la boca que se abría. Una boca lo bastante grande para tragarlo entero, bordeada de colmillos tan largos como su espada, delgados, brillantes, venenosos…
Padma tembló tan solo al imaginarse al basilisco.
—Es escalofriante —dijo Hannah.
La bestia arremetió a ciegas. Harry, al esquivarla, dio contra la pared de la cámara. El monstruo arremetió de nuevo, y su lengua bífida azotó un costado de Harry. Entonces levantó la espada con ambas manos.
El basilisco atacó de nuevo, pero esta vez fue directo a Harry, que hincó la espada con todas sus fuerzas, hundiéndola hasta la empuñadura en el velo del paladar de la serpiente.
—¡Impresionante! —exclamó Moody mirando a Harry.
—¡Sí, así se hace, Harry! —gritaron los merodeadores y los Prewett.
Hermione sonrió al ver a Remus feliz.
Y el bebé dentro del vientre de Hermione se movió.
A ti también te gusta que tu papá esté feliz, ¿verdad, mi pequeño?, pensaba Hermione, mientras se tocaba el vientre.
—Señores, Potter, Black, Lupin y Prewett, silencio —los regañó McGonagall, pero a ella también se le veía feliz.
Pero mientras la cálida sangre le empapaba los brazos, sintió un agudo dolor encima del codo. Un colmillo largo y venenoso se le estaba hundiendo más y más en el brazo, y se partió cuando el monstruo volvió la cabeza a un lado y con un estremecimiento se desplomó en el suelo.
—¡Mierda! —dijo Sirius.
—Señor Black —lo regañó la profesora de Transformaciones.
—Veneno de basilisco —susurró Lily—. No, eso no puede ser.
—No te preocupes, Lily, Fawkes esta con Harry —calmó Remus.
—Y de que podría serv… —empezó a decir James, pero algo lo ilumino—, cierto las lágrimas del fénix son curativas.
Ese comentario animo a todos, sobre todo a Lily que estaba asustada.
Cuando todos se hubieron calmado Oliver volvió a leer.
Harry; apoyado en la pared, se dejó resbalar hasta quedar sentado en el suelo. Agarró el colmillo envenenado y se lo arrancó. Pero sabía que ya era demasiado tarde. El veneno había penetrado (El veneno del basilisco, es el más potente y letal de todos, susurró Moody). La herida le producía un dolor candente que se le extendía lenta, pero regularmente por todo el cuerpo. Al extraer el colmillo y ver su propia sangre que le empapaba la túnica, se le nubló la vista. La cámara se disolvió en un remolino de colores apagados.
—Pobre de mi pequeño —susurraba Lily retorciéndose las manos con nerviosismo.
Una mancha roja pasó a su lado y Harry oyó un ruido de garras.
—Fawkes —dijo con dificultad—. Eres estupendo, Fawkes… —Sintió que el pájaro posaba su hermosa cabeza en el brazo, donde la serpiente lo había herido.
Lily calmo sus nervios al saber que gracias a Fawkes su hijo se encontraba con vida ahora.
Nunca terminaré de agradecerle a Fawkes lo que hizo por mu hijo, o bueno lo que hará, se decía Lily.
Oyó unos pasos que resonaban en la cámara, y luego vio una negra sombra delante de él.
—Estás muerto, Harry Potter —dijo sobre él la voz de Ryddle—. Muerto. Hasta el pájaro de Dumbledore lo sabe. ¿Ves lo que hace, Potter? Está llorando.
—Siempre subestimando a todos, Tom —susurró Dumbledore.
Harry parpadeó. Sólo un instante vio con claridad la cabeza de Fawkes. Por las brillantes plumas le corrían unas lágrimas gruesas como perlas.
—Me voy a sentar aquí a esperar que mueras, Harry Potter. Tómate todo el tiempo que quieras. No tengo prisa.
—Es un estúpido —dijo Neville.
—Sabias palabras, Neville —le dijeron los gemelos Weasley.
Harry cayó en un profundo sopor. Todo le daba vueltas.
—Éste es el fin del famoso Harry Potter —dijo la voz distante de Ryddle—. Solo en la Cámara de los Secretos, abandonado por sus amigos (Eso no es verdad, dijeron Ron y Hermione al unisonó), derrotado al fin por el Señor Tenebroso al que él tan imprudentemente se enfrentó. Volverás con tu querida madre sangre sucia, Harry… Ella compró con su vida doce años de tiempo para ti… pero al final te ha vencido lord Voldemort. Sabías que sucedería.
—Su madre no le compro doce años de vida, ella se sacrificó para que su hijo viviera —dijo Charlie.
—Maldito bastardo —gruñía Snape por lo bajo.
Si aquello era morirse, pensó Harry, no era tan desagradable. Incluso el dolor se iba…
Pero ¿de verdad era aquello la muerte? En lugar de oscurecerse, la cámara se volvía más clara (Fawkes ya lo curó, dijo Hermione sonriendo). Harry movió un poco la cabeza, y allí estaba Fawkes, apoyándole todavía la suya en el brazo. Un charquito de lágrimas brillaba en torno a la herida… Sólo que ya no había herida.
Mi viejo amigo Fawkes, hizo un buen trabajo, pensaba Dumbledore.
—Márchate, pájaro —dijo de pronto la voz de Ryddle—. Sepárate de él. ¡He dicho que te vayas!
—Demasiado tarde, idiota —dijeron los gemelos Prewett.
Harry levantó la cabeza. Ryddle apuntaba a Fawkes con la varita de Harry. Sonó como un disparo y Fawkes emprendió el vuelo en un remolino de rojo y oro.
—Lágrimas de fénix… —dijo Ryddle en voz baja, contemplando el brazo de Harry—. Naturalmente… Poderes curativos…, me había olvidado… (Vaya, y así decía ser el mago más poderoso de todos los tiempos, dijo Draco con ironía) —miró a Harry a la cara—. Pero igual da. De hecho, lo prefiero así. Solos tú y yo, Harry Potter…, tú y yo…
Levantó la varita.
—Es un cobarde —dijo Frank—, si tan deseaba enfrentarlo, debería soltar la varita, así los dos estarían iguales.
—¿Tom? ¿Luchando con igualdad? —dijo Harry, y soltó una risa sarcástica—. Lo dudo.
Entonces, con un batir de alas, Fawkes pasó de nuevo por encima de sus cabezas y dejó caer algo en el regazo de Harry: el diario.
Ginny tembló al recordar el diario.
—¿El diario? ¿Y por qué le llevaría ese maldito diario? —preguntó Sirius.
—Pues si dejara de interrumpir, señor Black, lo sabríamos —dijo McGonagall con severidad.
Lo miraron los dos durante una fracción de segundo, Ryddle con la varita levantada. Luego, sin pensar, sin meditar, como si todo aquel tiempo hubiera esperado para hacerlo, Harry cogió el colmillo de basilisco del suelo y lo clavó en el cuaderno.
Todos los del pasado quedaron sorprendidos de la acción de Harry.
Se oyó un grito largo, horrible, desgarrado. La tinta salió a chorros del diario, vertiéndose sobre las manos de Harry e inundando el suelo. Ryddle se retorcía, gritando, y entonces…
Esto es increíble, pensaba Dumbledore, lo que el joven Potter hizo, fue destruir un Horrocrux.
Y sin saberlo en ese momento, destruí el primer Horrocrux de Voldemort, pensaba Harry.
—¿Y luego que paso? —preguntó Ted.
Desapareció (¿Solo así? ¿Desapareció así de pronto?, preguntó un incrédulo James. A lo que Hermione respondió: “Luego ya se enterada porque desapareció así de fácil, señor Potter”. James asintió no muy conforme con la respuesta de la castaña). Se oyó caer al suelo la varita de Harry y luego se hizo el silencio, sólo roto por el goteo de la tinta que aún manaba del diario. El veneno del basilisco había abierto un agujero incandescente en el cuaderno.
Moody se acercó a Dumbledore y le susurró:
—Eso es lo que creo que es.
—Así es, Alastor, el diario era un Horrocrux —respondió en susurros el director.
El auror asintió con seriedad.
Harry se levantó temblando. La cabeza le daba vueltas, como si hubiera recorrido kilómetros con los polvos flu. Recogió la varita y el sombrero y, de un fuerte tirón, extrajo la brillante espada del paladar del basilisco.
Le llegó un débil gemido del fondo de la cámara. Ginny se movía (¡Gracias a Merlín!, exclamó Molly). Mientras Harry corría hacia ella, la muchacha se sentó, y sus ojos desconcertados pasaron del inmenso cuerpo del basilisco a Harry, con la túnica empapada de sangre, y luego al cuaderno que éste llevaba en la mano. Profirió un grito estremecido y se echó a llorar.
—Pobre de mi niña —dijo Molly.
—En ese momento, estaba tan sorprendida y asustada —admitió Ginny, ella ya no temblaba, por fin se había acabado su martirio—, no entendía nada.
—Y qué bueno que no lo viste, Ginny. Tal vez hubieras quedado traumatizada de lo que ya estabas —dijo Charlie. Molly le dirigió una mirada severa a su hijo por decirle todo aquello a su hermana, y este solo dijo—: lo siento.
—No importa, Charlie, sé que no lo dijiste con mala intención —dijo Ginny, para no hacer sentir mal a su hermano.
—Harry…, ah, Harry, intenté decíroslo en el desayuno, pero delante de Percy no fui capaz. Era yo, Harry, pero te juro que no quería… Ryddle me obligaba a hacerlo, se apoderó de mí y… ¿cómo lo has matado? ¿Dónde está Ryddle? Lo último que recuerdo es que salió del diario.
McGonagall miraba a Ginny con preocupación.
—Pobre niña, tan pequeña y haber tenido que vivir todo eso —susurraba la profesora.
—Ha terminado todo bien —dijo Harry, cogiendo el diario para enseñarle a Ginny el agujero hecho por el colmillo—. Ryddle ya no existe. ¡Mira! Ni él ni el basilisco. Vamos, Ginny, salgamos…
—Por fin saldrán de ese horrible lugar —dijeron Lily y Molly al unisonó.
—¡Me van a expulsar! —se lamentó Ginny, incorporándose torpemente con la ayuda de Harry—. Siempre quise estudiar en Hogwarts, desde que vino Bill, y ahora tendré que irme y… ¿qué pensarán mis padres?
—Pensaremos que eres una chica muy valiente, Ginny —le dijo Arthur.
Ginny sonrió cálidamente a su padre.
—Así es, hija, fuiste muy valiente —corroboró Molly.
Fawkes los estaba esperando, revoloteando en la entrada de la cámara. Harry apremió a Ginny. Dejaron atrás el cuerpo retorcido e inanimado del basilisco, y a través de la penumbra resonante regresaron al túnel. Harry oyó cerrarse las puertas tras ellos con un suave silbido.
Tras unos minutos de andar por el oscuro túnel, a los oídos de Harry llegó un distante ruido de piedras.
—¡Ron! —gritó Harry, apresurándose—. ¡Ginny está bien! ¡La traigo conmigo!
Oyó que Ron daba un grito ahogado de alegría (Ginny le sonrió con agradecimiento a su hermano), y al doblar la última curva vieron su cara angustiada que asomaba por el agujero que había logrado abrir en el montón de piedras.
—¡Ginny! —Ron sacó un brazo por el agujero para ayudarla a pasar—. ¡Estás viva! ¡No me lo puedo creer! ¿Qué ocurrió?
—Era una larga historia, como para contártela en ese momento, Ron —dijo Hermione.
—No le iba a exigir todos los detalles, solo quería saber lo más importante —se defendió el pelirrojo.
Intentó abrazarla, pero Ginny se apartó, sollozando.
—Lo siento, Ron, pero es que estaba muy asustada en ese momento —se defendió Ginny.
—Entiendo —respondió Ron.
—Pero estás bien, Ginny —dijo Ron, sonriéndole—. Todo ha pasado. ¿De dónde ha salido ese pájaro?
Fawkes había pasado por el agujero después de Ginny.
—Es de Dumbledore —dijo Harry, encogiéndose para pasar.
—¿Y cómo has conseguido esa espada? —dijo Ron, mirando con la boca abierta el arma que brillaba en la mano de Harry.
—Te lo explicaré cuando salgamos —dijo Harry, mirando a Ginny de soslayo.
—Pero…
—¡Ay, Ron! —dijeron los gemelos negando con la cabeza—. Lo principal era salir de esa cámara y tú queriendo explicaciones —Ron se quedó mirando fijamente a sus hermanos, estaban muy serios. Raro en ellos.
—¿Qué? —dijo Ron incrédulo—. Ustedes primero hubieran querido jugar primero con la espada, y luego recién pensarían en salir —contraatacó.
Los gemelos soltaron unas risitas, toda la seriedad quedó en el pasado.
—Bueno, lo admitimos… —dijo Fred.
Ron sonrió.
—Pero estamos hablando de ti, no de nosotros —dijo George señalando a su gemelo y luego señalándose el mismo.
—Más tarde —insistió Harry. No creía que fuera buena idea decirle en aquel momento quién había abierto la cámara, y menos delante de Ginny—. ¿Dónde está Lockhart?
—Por un momento había olvidado a ese idiota —dijo Lee.
—Volvió atrás —dijo Ron, sonriendo y señalando con la cabeza hacia el principio del túnel—. No está bien. Ya veréis.
Guiados por Fawkes, cuyas alas rojas emitían en la oscuridad reflejos dorados, desanduvieron el camino hasta la tubería. Gilderoy Lockhart estaba allí sentado, tarareando plácidamente.
—Bueno, por lo menos ya se está comportando como lo que realmente es, un idiota —dijeron los merodeadores a coro.
—Ha perdido la memoria —dijo Ron—. El embrujo desmemorizante le salió por la culata. Le dio a él. No tiene ni idea de quién es, ni de dónde está, ni de quiénes somos. Le dije que se quedara aquí y nos esperara. Es un peligro para sí mismo.
—Cayo bajo su mismo hechizo —dijo Lily, con una ligera sonrisa en su rostro.
—Parece una ironía del destino —dijo Andrómeda—, ahora él está igual que las personas que hechizo y robo sus logros.
—¿Es por eso que está en San Mungo? —preguntó Alice, y Neville asintió.
Lockhart los miró a todos afablemente.
—Hola —dijo—. Qué sitio tan curioso, ¿verdad? ¿Vivís aquí?
—No —respondió Ron, mirando a Harry y arqueando las cejas.
Harry se inclinó y miró la larga y oscura tubería.
—¿Has pensado cómo vamos a subir? —preguntó a Ron.
—Esa es una buena pregunta —dijo Corner.
—Sí, como subieran —preguntó Frank.
Ron negó con la cabeza, pero Fawkes ya había pasado delante de Harry y se hallaba revoloteando delante de él. Los ojos redondos del ave brillaban en la oscuridad mientras agitaba sus alas doradas. Harry lo miró, dubitativo.
—Parece como si quisiera que te cogieras a él… —dijo Ron, perplejo—. Pero pesas demasiado para que un pájaro te suba.
—Ay, Ronnie —dijo Fred, y Ron frunció el ceño—, con lo pequeño y delgado que era Harry…
—… hasta Errol podía llevarlo —termino George.
Harry entrecerró los ojos.
—Sí, que graciosos son —ironizó Harry.
Sirius y Remus no pudieron evitar reír.
—No es gracioso —dijo James infantilmente.
—Sí, lo es Cornamenta —dijo Sirius aun riendo.
Cuando las risas hubieron cesaron, Oliver volvió a leer.
—Fawkes —aclaró Harry— no es un pájaro normal.
—Se volvió inmediatamente a los otros—. Vamos a darnos la mano. Ginny, coge la de Ron. Profesor Lockhart…
—Se refiere a usted —aclaró Ron a Lockhart.
—Coja la otra mano de Ginny.
Harry se metió la espada y el Sombrero Seleccionador en el cinto. Ron se agarró a los bajos de la túnica de Harry, y Harry, a las plumas de la cola de Fawkes, que resultaban curiosamente cálidas al tacto.
—Vaya, esto es increíble, Fawkes pudo con Harry, Ron, Ginny y hasta con el idiota de Lockhart —dijo James.
—Los fénix son muy resistentes, señor Potter —dijo Dumbledore con una ligera sonrisa en su rostro.
—Sí, que los son —dijo Alice.
Una extraordinaria luminosidad pareció extenderse por todo el cuerpo del ave, y en un segundo se encontraron subiendo por la tubería a toda velocidad. Harry podía oír a Lockhart que decía:
—¡Asombroso, asombroso! ¡Parece cosa de magia!
—Idiota —dijeron los gemelos Weasley.
El aire helado azotaba el pelo de Harry, y cuando empezaba a disfrutar del paseo, el viaje por la tubería terminó. Los cuatro fueron saltando al suelo mojado junto a Myrtle la Llorona, y mientras Lockhart se arreglaba el sombrero, el lavabo que ocultaba la tubería volvió a su lugar cerrando la abertura.
Myrtle los miraba con ojos desorbitados.
—Estás vivo —dijo a Harry sin comprender.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Lily.
—Al parecer Myrtle estaba muy interesada en Harry, y por eso lo esperaba en otras condiciones —dijo Luna.
Todos la miraron sin comprender por un momento, pero luego Oliver siguió leyendo.
—Pareces muy decepcionada —respondió serio, limpiándose las motas de sangre y de barro que tenía en las gafas.
—No, es que… había estado pensando. Si hubieras muerto, aquí serías bienvenido. Te dejaría compartir mi retrete —le dijo Myrtle, ruborizándose de color plata.
Se escucharon varias risas por toda la sala.
—Vaya, Harry, hasta las chicas fantasmas mueren por ti… —dijo Fred.
—… espera, espera Fred, pero Myrtle ya está muerta —dijo George riendo.
Harry se sonrojó.
—¡Oigan! ¡Ya dejen de reírse! —gritó Ginny, recuperando su buen semblante.
Los gemelos pararon de reír al instante, cuando su hermana se ponía a gritar y les dedicaba esa mirara retadora, se parecía tanto a su madre que mejor hicieron lo que la pelirroja les dijo.
—Las pelirrojas son de cuidado —susurró Sirius a Remus, y este rió quedamente—, y también las castañas —dijo luego Sirius al ver a la Hermione mirarlo con seriedad, en ese momento Remus dejo de reír.
—¡Uf! —dijo Ron, cuando salieron de los aseos al corredor oscuro y desierto—. ¡Harry, creo que le gustas a Myrtle! ¡Ginny, tienes una rival!
Ginny taladro con la mirada a su hermano. Y este se encogió en su asiento.
—Eres un idiota, Ron —le dijo Ginny a Ron.
Pero por el rostro de Ginny seguían resbalando unas lágrimas silenciosas.
—¿Adónde vamos? —preguntó Ron, mirando a Ginny con impaciencia. Harry señaló hacia delante.
Fawkes iluminaba el camino por el corredor, con su destello de oro. Lo siguieron a grandes zancadas, y en un instante se hallaron ante el despacho de la profesora McGonagall.
Harry llamó y abrió la puerta.
—Fin del capítulo —dijo Oliver—. Solo falta un capítulo por leer —anunció.
—Yo leeré —dijo Lee Jordan.
Porque él igual que los demás estaban ansiosos por saber cómo terminaba todo.
Pero Remus no solo estaba ansioso por saber el final del libro, sino que también quería saber si todo salió bien con Hermione.
Por otra parte Hermione sin darse cuenta se quedó mirando a Remus, pero Remus aún no se había dado cuenta, pero el que si lo había notado era Sirius, y rápidamente le paso la voz a James.
—¿Por qué la castaña mirara de esa manera a Lunático? —preguntó en un susurró Sirius a James.
—No lo sé —respondió James—. Pero parece como si… como si estuviera enamorada de Lunático, ¿no te parece, Canuto?
Sirius se fijó bien en la manera en que Hermione miraba a su amigo.
—¡Merlín, Cornamenta! —exclamó Sirius—, pero ¿cómo una hija se puede enamorar de su propio padre? —preguntó con sorpresa.
James solo negó con la cabeza, su amigo no le había entendido. Lo que James realmente había dado a entender es que Hermione estaba secretamente enamorada de Remus, y que había comprobado que ella no era la hija del futuro de su amigo. Pero mejor no lo saco de su error, porque sería muy difícil hacer comprender a Sirius lo que había descubierto, porque cuando a Sirius se le metía una idea a la cabeza era muy difícil quitársela.
Lee Jordan tomo el libro en sus manos y se dispuso a leer.

8 comentarios:

  1. Hola! Wuau , el tiempo ha volado, sin duda pareciera ayer que recién comenzabas el primer y segundo libro, respectivamente, y ya lo estáis acabando, ¡es genial! Solo un capitulito mas x3 ...
    Bueno nos vemos en la próxima actualización, que espero que sea muy pronto c:
    Besos

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  2. Hola¡¡ woow esta terminando muy bien este segundo libro, me muero por que empiece el tercero ya que es mi favorito¡¡¡ espero que actualices pronto el ultimo capitulo y coincido con las demás no importa si tardas en actualizar pero no dejes la historia esta muy buena¡¡. :D saludos¡¡

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  3. Oo gracias por actualizar tan pronto, este capítulo es muy bueno, te quedo genial, ya queda solo el capitulo de doy y se termina el libro, estoy ansiosa por que comiences el tercer libro, es mi favorito por que aparece remus y sirius, ojala puedas seguir actualizando como lo has hecho este último tiempo, bueno adiós espero que te vaya bien y nos leemos luego.

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  4. Gracias por actualizar pronto estoy deseando leer el tercer libro

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  5. Hola, me encantó el capítulo. Parece que James ya descubrió lo de Hermione, creo que en poco tiempo más si saca las conclusiones adecuadas podría llegar a la verdad antes de que ella lo diga jajajajajaja :) habrá que ver.
    Hasta el siguente capítulo, un beso.
    AuLingWood.

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  6. me gusta, me encanta, excelente capitulo, muero por leer el ultimo capitulo del segundo libro y asi poder empezar con el tercero
    besos y saludos de:
    Renesmee

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  7. U y estoy en las mismas, estoy muy ansiosa por seguir leyendo, espero que actualices pronto para poder seguir además que luego viene mi capítulo favorito, ojala puedas actualizar pronto Bueno nos leemos pronto

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