Oliver Wood cogió el
libro, cambió de página y leyó:
—“El heredo de Slytherin”.
—Al fin —dijo Sirius,
todos lo miraron—, sí, al fin sabremos quién es el heredo de la peor casa.
—Señor Black —advirtió
McGonagall.
—Yo pertenecí a esa casa,
Sirius —dijo Andrómeda visiblemente ofendida.
—Bien, lo siento —dijo
Sirius—, pero al fin sabremos quién es el heredo.
—Y lo sabremos más rápido
si cerradas la boca, Sirius —dijo una desesperada Lily.
—Claro, ahora todos
contra el pobre e inocente perro —dijo el animago teatralmente.
James rió y Remus negó
con la cabeza.
Se hallaba en el extremo de una sala
muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes
enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad,
proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba
en la estancia.
—Un decorado típico de
las serpientes —bufó Sirius.
Andrómeda rodó los ojos
con exasperación, quería a su primo, pero había veces en que su comportamiento
era tan infantil.
—Es nuestro emblema, ¿qué
esperabas? —dijo Andrómeda.
Con el corazón latiéndole muy rápido,
Harry escuchó aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en
algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?
Molly Weasley miraba a su
hija abrazada a Harry, no podía creer que su niña en ese tiempo tan pequeña,
hubiera tenido que pasar por una situación tan peligroso.
—Mi pobre niña —susurraba.
Por su parte Ginny estaba
más pálida que Remus cuando estaba cerca la luna llena y sus manos sudaban.
Calma, Ginny, se repetía
internamente la pelirroja.
Sacó su varita y avanzó por entre las
columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos.
Iba con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor
indicio de movimiento. Le parecía que las serpientes de piedra lo vigilaban
desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón le dio un
vuelco al creer que alguna se movía.
—Eso solo son
distractores —gruñó Moody—. Querían confundirte.
Al llegar al último par de columnas,
vio una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada
al muro del fondo.
—Slytherin —dijeron casi
todos, suponiendo que esa era la estatua del mismísimo, Salazar Slytherin.
Harry asintió.
—Por favor, Harry, dime
que era tan horrible como su propia casa —rogó Sirius.
—Señor Black —lo regañó
McGonagall.
Pero Harry sonrió
ligeramente.
—Bueno, no era la imagen
de la belleza —respondió el ojiverde, y Sirius sonrió complacido.
Harry tuvo que echar atrás la cabeza
para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y
simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la
amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre
el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica
negra y el cabello de un rojo encendido.
—¡Mi hija! —medio gritó
Molly con pánico.
Y aunque eso desagradable
episodio ya había pasado hace muchos años atrás —o para los chicos del pasado
todavía no sucedía— escuchar lo que tuvo que pasar Ginny los llenaba de
preocupación, a todos, no solo a su familia.
Ginny se estremeció en
los brazos de Harry.
—¡Ginny! —susurró Harry, corriendo
hacia ella e hincándose de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no
estés muerta! —dejó la varita a un lado (Nunca te
desprendas de tu varita, es lo único que tienes para defenderte, le reclamó
Alastor Moody. A lo que Harry le contestó: “Sí, ahora lo sé”), cogió a
Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como
el mármol (Exactamente como estaba en ese momento),
aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces
tenía que estar…—. Ginny, por favor, despierta —susurró Harry sin esperanza,
agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.
—¡Por Merlín! —susurró
Molly.
—No despertará —dijo una voz suave.
—¿Quién era…? ¿Acaso era
el heredero de Slytherin? —preguntó Alice.
Todos miraron a Harry,
pero este no respondió.
Harry se enderezó de un salto.
Un muchacho alto, de pelo negro, estaba
apoyado contra la columna más cercana, mirándole. Tenía los contornos borrosos,
como si Harry lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no
había dudas sobre quién era.
—Tom… ¿Tom Ryddle?
—¿Qué? —exclamaron todos
extrañados.
—¿Qué hacía él ahí? ¿Cómo
pudo llegar él a ese lugar? —dijo Ted.
Lucius Malfoy escuchaba
todo con su típica más máscara de frialdad en su rostro, pero él ya sabía lo
que eso podría ser, pero, claro, que no diría nada.
A su vez Dumbledore
también escuchaba con atención todo.
Tom, Tom, no descasaras
hasta cumplir con tus deseos más oscuros, ¿verdad?, pensaba Dumbledore negando con
la cabeza.
Ryddle asintió con la cabeza, sin
apartar los ojos del rostro de Harry.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no
despertará? —dijo Harry desesperado—. ¿Ella no está… no está…?
—Todavía está viva —contestó Ryddle—,
pero por muy poco tiempo.
—¿Por poco tiempo? ¿Qué
quiere decir con eso? —preguntaron los gemelos Prewett al unisonó.
—Lo sabrás en breve
—respondió Harry.
Harry lo miró detenidamente. Tom Ryddle
había estudiado en Hogwarts hacía cincuenta años, y sin embargo allí, bajo
aquella luz rara, neblinosa y brillante, aparentaba tener dieciséis años, ni un
día más.
—¿Eres un fantasma? —preguntó Harry
dubitativo.
—Soy un recuerdo —respondió Ryddle
tranquilamente— guardado en un diario durante cincuenta años.
Esa declaración dejo muy
sorprendidos y confundidos a todos, incluso a Snape, que tenía amplios
conocimientos sobre la magia negra.
—¿Cómo diablos puede ser
un recuerdo? —preguntó Sirius.
—Magia negra —respondió
Remus con seriedad.
Ryddle señaló hacia los gigantescos
dedos de los pies de la estatua. Allí se encontraba, abierto, el pequeño diario
negro que Harry había hallado en los aseos de Myrtle la
Llorona. Durante un segundo, Harry se preguntó
cómo habría llegado hasta allí. Pero tenía asuntos más importantes en los que
pensar.
—Tienes que ayudarme, Tom —dijo Harry,
volviendo a levantar la cabeza de Ginny (Que iluso
fui al creer que él me ayudaría,
pensaba Harry)—. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco… No sé
dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame…
—No creo que vaya a
ayudarlo —murmuró Lily, teniendo un mal presentimiento.
Ryddle no se movió. Harry, sudando,
logró levantar a medias a Ginny del suelo, y se inclinó a recoger su varita.
Pero la varita ya no estaba.
—Es por eso que los magos
y brujas nunca deben separarse de sus varitas, ni siquiera para dormir.
¿Cuántas veces tengo que decir que deben estar en alerta permanente? —gruñó
Moody.
—Calma, Alastor —dijo
Dumbledore.
—¿Has visto…?
Levantó los ojos. Ryddle seguía
mirándolo… y jugueteaba con la varita de Harry entre los dedos.
—Entonces no es un simple
recuerdo, tiene una forma corpórea —dijo Remus con seriedad.
—¡Oh, por Merlín! —dijo
Lily.
—Gracias —dijo Harry, tendiendo la mano
para que el muchacho se la devolviera.
Una sonrisa curvó las comisuras de la
boca de Ryddle. Siguió mirando a Harry, jugando indolente con la varita.
—Escucha —dijo Harry con impaciencia.
Las rodillas se le doblaban bajo el peso muerto de Ginny—. ¡Tenemos que huir!
Si aparece el basilisco…
—No vendrá si no es llamado —dijo
Ryddle con toda tranquilidad.
—Ese maldito Ryddle es el
heredero —dijo amargamente James.
Harry volvió a posar a Ginny en el
suelo, incapaz de sostenerla.
—¿Qué quieres decir? —preguntó—. Mira,
dame la varita, podría necesitarla.
—Claro que la
necesitaras, por eso no te la devolverá —dijo Moody.
—Ese comentario no es de ayuda
—le reclamó James al auror.
La sonrisa de Ryddle se hizo más
evidente.
—No la necesitarás —repuso.
Harry lo miró.
—¿A qué te refieres, yo no…?
—He esperado este momento durante mucho
tiempo, Harry Potter —dijo Ryddle—. Quería verte. Y hablarte.
—¿Y por qué esta tan
interesado en ti? —preguntó Sirius—. No lo comprendo.
Porque él es Voldemort,
contestó Harry internamente.
—Mira —dijo Harry, perdiendo la
paciencia—, me parece que no lo has entendido: estamos en la Cámara de los
Secretos. Ya tendremos tiempo de hablar luego.
—Vamos a hablar ahora —dijo Ryddle, sin
dejar de sonreír, y se guardó en el bolsillo la varita de Harry.
Moody
bufó.
Harry lo miró. Allí
sucedía algo muy raro.
—¿Cómo ha llegado Ginny a este estado?
—preguntó, hablando despacio.
—Bueno, ésa es una cuestión interesante
—dijo Ryddle, con agrado—. Es una larga historia (¿Él
conocía a Ginny?, se preguntaban los padres de la pelirroja. Mientras tanto
Ginny, notaba que cada vez se acercaba el peor momento de su vida).
Supongo que el verdadero motivo por el que Ginny está así es que le abrió el
corazón y le reveló todos sus secretos a un extraño invisible.
Todas las miradas se
centraron en Ginny.
—¿Quieren dejar de
mirarla como si fuera un bicho raro? —dijo Ron, compadeciéndose del estado de
animo de su hermana.
—Lo siento —murmuraban
algunos y dejaban de mirar a la pelirroja.
—¿De qué hablas? —dijo Harry.
—Del diario (¿Cómo?,
dijeron varios) —respondió Ryddle—. De mi diario. La pequeña Ginny ha
estado escribiendo en él durante muchos meses, contándome todas sus penas y
congojas: que sus hermanos se burlaban de ella (Fred
y George se sintieron terrible al escuchar eso, su única intensión de ellos era
levantarle el ánimo, no burlarse de ella), que tenía que venir al
colegio con túnica y libros de segunda mano (Molly
y Arthur se sintieron mal por no poderles dar algo mejor a sus hijos, pero
Ginny levanto la mirada, una que les decía que no se preocuparan por eso),
que… —a Ryddle le brillaron los ojos—… pensaba que el famoso, el bueno, el gran
Harry Potter no llegaría nunca a quererla…
Harry se sintió mal al
pensar en todo los años que Ginny estuvo interesada en él, y él solo la veía
como la hermanita de su mejor amigo.
¿Cuánto habría sufrido Ginny
por él?, se preguntaba con pesar Harry.
—Lo lamento, Ginny
—susurró Harry, y luego deposito un beso en la cabeza de la pelirroja.
Mientras hablaba, Ryddle mantenía los
ojos fijos en Harry. Había en ellos una mirada casi ávida.
—Es una lata tener que oír las
tonterías de una niña de once años —siguió—. Pero me armé de paciencia. Le
contesté por escrito. Fui comprensivo, fui bondadoso. Ginny, simplemente, me
adoraba: Nadie me ha comprendido nunca
como tú, Tom… Estoy tan contenta
de poder confiar en este diario… Es como tener un amigo que se puede llevar
en el bolsillo…
Ginny se sentía
avergonzada, y enojada a la vez.
¿Cómo pude haber sido tan
tonta y haber confiado en ese diario?, se recriminaba Ginny con amargura.
—¡Qué miserable! —gruño
Charlie.
—¿Cómo se atrevió a
burlarse así de una niña? —siguió Bill, furioso.
Ryddle se rió con una risa potente y
fría que parecía ajena. A Harry se le erizaron los pelos de la nuca.
—Si es necesario que yo lo diga, Harry,
la verdad es que siempre he fascinado a la gente que me ha convenido (Dumbledore asintió ante esa declaración. “Tom siempre se
las arregló para agradarles a todos, menos a mí, claro, porque algo en él no me
gustaba”, pensaba el director). Así que Ginny me abrió su alma, y era
precisamente su alma lo que yo quería. Me hice cada vez más fuerte
alimentándome de sus temores y de sus profundos secretos. Me hice más poderoso,
mucho más que la pequeña señorita Weasley. Lo bastante poderoso para empezar a
alimentar a la señorita Weasley con algunos de mis propios secretos, para
empezar a darle un poco de mi alma…
Ginny sin poder evitarlo
comenzó a sollozar. Harry hacia suaves masajes en la espalda de Ginny, tratando
de calmarla.
—¿Qué quieres decir con
eso? —preguntó Sirius, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
—Que es un malnacido
—gruñó Ron.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry,
con la boca completamente seca.
—¿Todavía no lo adivinas, Harry Potter?
—dijo sin inmutarse Ryddle—. Ginny Weasley abrió la Cámara de los Secretos (¡¿Qué?!, fue la exclamación en general. Ginny no miró a
nadie, pero sabía que todos la miraban. Mientras tanto Lucius Malfoy miraba a
Ginny despectivamente, “¿Cómo esa pequeña traidora a la sangre pudo abrir la
cámara?”, se preguntaba el rubio). Ella retorció el pescuezo a los
gallos del colegio y pintarrajeó pavorosos mensajes en las paredes. Ella echó
la serpiente de Slytherin contra los cuatro sangre
sucia y el gato del squib.
—No, no puede ser —dijo
Justin incrédulo.
—No es posible, mi hija
no lo haría —dijo Molly desesperadamente.
—S-sí… f-fui… yo… y lo
s-siento —contestó Ginny sollozando.
—Nadie te culpa, Ginny,
no eras consciente de lo que hacías, tú solo eres otra victima más —la consoló
Hermione.
Luego de que los sollozos
de Ginny cesaron, Oliver continuó leyendo.
—No —susurró Harry.
—Sí —dijo Ryddle con calma—. Por
supuesto, al principio ella no sabía lo que hacía. Fue muy divertido. Me
gustaría que hubieras podido ver las anotaciones que escribía en el diario… Se
volvieron mucho más interesantes… Querido Tom —recitó,
contemplando la horrorizada cara de Harry—, creo
que estoy perdiendo la memoria. He encontrado
plumas de gallo en mi túnica y no sé por qué están ahí. Querido Tom, no
recuerdo lo que hice la noche de Halloween, pero han
atacado a un gato y yo tengo manchas
de pintura en la túnica. Querido Tom, Percy me sigue diciendo que estoy
pálida y que no parezco yo. Creo que sospecha de mí… (Nunca tuve idea de lo que realmente
te pasaba, Ginny, se lamentó Percy) Hoy ha
habido otro ataque y no sé
dónde me encontraba en aquel momento. ¿Qué voy a hacer, Tom? Creo que me
estoy volviendo loca. ¡Me parece que soy yo la que
ataca a todo el mundo, Tom!
Ginny tiritó, ella nunca
imagino que Voldemort le recitara todo lo que ella escribía en el diario, pero
claro, como pudo creer eso del mago más maligno de todos.
Que estúpida fui, se
recriminaba Ginny.
Molly sollozaba, no podía
creer por todo lo que había pasado su hija. Arthur trataba de consolarle, pero
la verdad es que él se sentía demasiado enojado consigo mismo, se recriminaba
no haber podido ayudar a su hija en su tiempo.
—Mi pobre niña —susurraba
Molly.
—Es un maldito hijo de
puta —dijeron los gemelos Prewett.
Y para sorpresa de los
Prewett, McGonagall no los regañó, voltearon a verla, y la profesora tenía el
ceño fruncido, estaba demasiado concentrada en la lectura.
Mientras tanto, Snape,
había acertado en que Ginny había sido poseída, pero lo que no entendía era que
tenía que ver Ryddle en todo eso.
¿Acaso es un mortífago?,
se preguntaba el futuro profesor de Pociones.
Harry tenía los puños apretados y se
clavaba las uñas en las palmas.
—Le llevó mucho tiempo a esa tonta de
Ginny dejar de confiar en su diario —explicó Ryddle—. Pero al final sospechó e
intentó deshacerse de él (Los aseos de Myrtle,
susurró Alice). Y entonces apareciste tú, Harry. Tú lo encontraste, y
nada podría haberme hecho tan feliz. De todos los que podrían haberlo cogido,
fuiste tú, la persona a la que yo tenía más ganas de conocer…
—¿Por qué quería
conocerte? —preguntó una temerosa Lily.
Pero Harry no contestó.
—¿Y por qué querías conocerme?
—preguntó Harry. La ira lo embargaba y tenía que hacer un gran esfuerzo para
mantener firme la voz.
—Bueno, verás, Ginny me lo contó todo
sobre ti, Harry —dijo Ryddle—. Toda tú fascinante historia (¡Oh, no!, susurró Ginny). —Sus ojos vagaron por
la cicatriz en forma de rayo que Harry tenía en la frente, y su expresión se
volvió más ávida—. Quería averiguar más sobre ti, hablar contigo, conocerte si
era posible, así que decidí mostrarte mi famosa captura de ese zopenco, Hagrid,
para ganarme tu confianza.
Hagrid apretó los puños.
Fue injusto que yo pagará
por las cosas que ese desalmado hizo, pensaba Hagrid.
—¿Por qué siento que todo
esto tiene que ver con… Voldemort? —dijo James, haciendo que muchos se
estremecieran al escuchar ese nombre.
—Tal vez sea un
mortífago, Cornamenta —dijo Sirius.
O tal vez sea… Voldemort,
pensaba Remus, pero luego negó con la cabeza. No tal vez me estoy dejando
llevar por la ira, él no podría ser Voldemort, se dijo.
—Hagrid es mi amigo —dijo Harry, con voz
temblorosa—. Y tú lo acusaste, ¿no? Creí que habías cometido un error, pero…
Ryddle volvió a reírse con su risa
sonora.
Hagrid frunció el ceño.
—Maldito —gruñó.
—Era mi palabra contra la de Hagrid.
Bueno, ya te puedes imaginar lo que pensaría el viejo Armando Dippet. Por un
lado, Tom Ryddle, pobre, pero muy inteligente, sin padres, pero muy valeroso,
prefecto del colegio, estudiante modelo; por el otro lado, el grandón e idiota
de Hagrid (¡Hagrid no es un idiota!, exclamaron
muchos), que tenía problemas cada dos por tres, que intentaba criar
cachorros de hombre lobo debajo de la cama, que se escapaba al bosque prohibido
para luchar con los trols (¿Culpo a un inocente?
Podrían haber mandado a Azkaban a Hagrid, dijo un desconcertado Sirius).
Pero admito que incluso yo me sorprendí de lo bien que funcionó mi plan. Creía
que alguien al fin comprendería que Hagrid no podía ser el heredero de
Slytherin (Con la eficiencia del ministerio no dudo
que hayan creído lo que Ryddle contó, dijo Ted). Me había llevado cinco
años averiguarlo todo sobre la Cámara de los Secretos y descubrir la entrada
oculta… ¡como si Hagrid tuviera la inteligencia o el poder necesarios!
—Por supuesto —dijo
Lucius mirando con desprecio a Hagrid.
Draco miró a su padre con
frialdad, pero este no se acobardo, es más hasta sonrió con arrogancia a su
futuro hijo.
—Te lo digo por última
vez, padre, cierra la boca —siseó Draco, y sin dar tregua a que su padre
replicara, dijo—: Wood, ¿podrías seguir con la lectura?
Oliver asintió un poco
sorprendido de que Draco fuera amable con él, un ex Gryffindor y que a su padre
le ha hecho cerrar la boca.
»Sólo el profesor de Transformaciones,
Dumbledore, creía en la inocencia de Hagrid. Convenció a Dippet para que
retuviera a Hagrid y le enseñara el oficio de guarda. Sí, creo que Dumbledore
podría haberlo adivinado. A Dumbledore nunca le gusté tanto como a los otros
profesores…
Todas las miradas se
posaron sobre el director, pero claro que todas estas miradas eran de
agradecimiento.
Es que nunca dudé de tus
poderes siniestros, Tom. Desde el primer instante que te vi, supe de lo que
eras capaz de hacer, nunca me engañaste con tu excesiva amabilidad. Y con los
antecedentes que tenías en el orfanato donde te criaste, y luego cuando
acusaste a Hagrid de algo de lo que él era inocente, menos confiaría en
ti, pensaba Dumbledore con seriedad.
—Me apuesto algo a que Dumbledore
descubrió tus intenciones —dijo Harry, rechinando los dientes.
—Bueno, es verdad que él me vigiló
mucho más después de la expulsión de Hagrid, me fastidió bastante —dijo Ryddle
sin darle importancia—. Me di cuenta de que no sería prudente volver a abrir la
cámara mientras siguiera estudiando en el colegio. Pero no iba a desperdiciar
todos los años que había pasado buscándola. Decidí dejar un diario,
conservándome en sus páginas con mis dieciséis años de entonces, para que algún
día, con un poco de suerte, sirviese de guía para que otro siguiera mis pasos y
completara la noble tarea de Salazar Slytherin.
—Lo que no entiendo, es
como logro hacer que su recuerdo permanezca en el diario después de tantos
años, ¿qué clase de magia oscura lograría retener el recuerdo y el alma de
alguien en un objeto? —preguntó Alice.
Dumbledore frunció el
ceño. Él sabía lo que Tom Ryddle había hecho.
—Pero lo que yo aun no
comprendo es, ¿cómo ese diario llego a manos de mi hija? —dijo Molly.
Harry miró a Lucius
Malfoy, nadie se dio cuenta de esto, excepto Draco.
Claro, ahora entiendo, se
decía Draco, mi padre fue quien puso el diario en el caldero de la mini Weasley
luego de revisar su libro de segunda mano, y metió el diario en el caldero
junto con su libro.
—Bueno, pues no la has completado —dijo
Harry en tono triunfante—. Nadie ha muerto esta vez, ni siquiera el gato.
Dentro de unas pocas horas la pócima de mandrágora estará lista y todos los
petrificados volverán a la normalidad.
—No creo que ese siga
siendo su principal interés —dijo McGonagall.
—¿No te he dicho todavía —dijo Ryddle
con suavidad— que ya no me preocupa matar a los sangre
sucia? Desde hace meses mi nuevo objetivo
has sido… tú. (Los
merodeadores y Lily quedaron horrorizados. ¿Pero qué es lo que quiere Ryddle
con mi hijo?, preguntaba una desesperada Lily. A lo que James contestó: No lo
sé, Lily, pero seguramente ahora lo explicaran) —Harry lo miró—. Imagina
mi disgusto cuando alguien volvió a abrir mi diario, y ya no eras tú quien me
escribía, sino Ginny. Ella te vio con el diario y se puso muy nerviosa. ¿Y si
averiguabas cómo funcionaba, y el diario te contaba todos sus secretos? ¿Y si,
lo que aún era peor, te decía quién había retorcido el pescuezo a los pollos?
Así que esa mocosa esperó a que tu dormitorio quedara vacío y te lo robó (¡No fue por eso! Yo solo quise proteger a Harry, por eso
fui por el diario, temía que le haga lo mismo que a mí, dijo Ginny entre
sollozos. Todos miraban a la pelirroja entre confundidos, pena y admiración.
Harry a su vez le susurró: Gracias). Pero yo ya sabía lo que tenía que
hacer. Era evidente que tú ibas detrás del heredero de Slytherin. Por todo lo
que Ginny me había dicho sobre ti, yo sabía que irías al fin del mundo para
resolver el misterio… y más si atacaban a uno de tus mejores amigos (Porque es la persona más leal que hemos conocido,
dijeron Hermione y Ron al unisonó). Y Ginny me había dicho que todo el
colegio era un hervidero de rumores porque te habían oído hablar pársel…
Harry frunció el ceño.
»Así que hice que Ginny escribiera en
la pared su propia despedida y bajara a esperarte. Luchó y gritó y se puso muy
pesada (Pero no sirvió de nada, susurró Ginny).
Pero ya casi no le quedaba vida: había puesto demasiado en el diario, en mí. Lo
suficiente para que yo pudiera salir al fin de las páginas (¡Es un maldito bastardo!, dijeron los padres de la
pelirroja). He estado esperándote desde que llegamos. Sabía que
vendrías. Tengo muchas preguntas que hacerte, Harry Potter.
—No termino de entender
que es lo que quiere de ti —dijo James a su futuro hijo.
—Pero Harry no respondió,
no podía dercirle que o único que quería Tom Ryddle de él, era verlo muerto.
—¿Cómo cuál? —soltó Harry, con los
puños aún apretados.
—Bueno —dijo Ryddle, sonriendo—, ¿cómo
es que un bebé sin un talento mágico extraordinario derrota al mago más grande
de todos los tiempos? ¿Cómo escapaste sin más daño que una cicatriz, mientras
que lord Voldemort perdió sus poderes?
—Ryddle es un mortífago
—volvió a decir Sirius—, sino no le interesara tanto que Voldemort haya sido
destruido.
Tom Ryddle y Voldemort es
la misma persona, pensaba Harry.
En aquel momento apareció un extraño
brillo rojo en su mirada.
—¿Por qué te preocupa cómo me libré?
—dijo Harry despacio—. Voldemort fue posterior a ti.
—Voldemort —dijo Ryddle imperturbable—
es mi pasado, mi presente y mi futuro, Harry Potter…
—¡¿Qué demonios?!
—exclamaron los merodeadores.
Solamente Dumbledore, y
los del futuro que conocían la verdadera identidad de Ryddle no les sorprendió
esta declaración.
Los murmullos en la Sala
de los Menesteres era evidente. Nadie estaba preparado para escuchar esta
verdad.
¿Cómo no lo sospeche
antes? Fui un tonto al no relacionar a Ryddle con Voldemort, se regañaba
mentalmente Moody.
Cuando los murmullos
cesaron, Oliver continuó leyendo.
Sacó del bolsillo la varita de Harry y
escribió en el aire con ella tres resplandecientes palabras:
TOM SORVOLO RYDDLE
Luego volvió a agitar la varita, y las
letras cambiaron de lugar:
SOY LORD VOLDEMORT
Todos estaban en completo
silencio, los del pasado tratando de asimilar el último descubrimiento.
Mientras Lucius Malfoy estaba totalmente sorprendido. Tom Ryddle y su señor
eran un mismo ser.
—¡Por Merlín! —exclamó
Alice.
—¿Q-Qué él es… q-quien?
—preguntó Lily con mucha dificultad.
—¿Entonces Ryddle es
Voldemort? —preguntó James.
Dumbledore, Harry, Ron y
Hermione y los demás Weasley asintieron.
—No puedo creerlo —dijo
Remus—. Eso era justo lo que estaba pensando, pero luego deseche la idea.
—Pues acertaste desde el
comienzo —dijo Hermione a Remus.
—Eso explica que sea tan
maldito —dijo un anonadado Sirius.
—Otra vez él, ¿es que
todos los cursos tienes que enfrentarlo? —preguntó Lily a su hijo.
—Bueno, en el tercer
curso… ocurrieron otras cosas —respondió Harry tratando de calmar a su madre.
—Pero aun así no fue un
curso tranquilo —susurró Hermione.
Pero hubo algo bueno en
ese curso, conocí a Remus, pensó Hermione dibujando una pequeña sonrisa a la
vez que acariciaba su abultado vientre.
Remus la miró extrañado.
¿Por qué sonríe
Hermione?, se preguntaba Lupin.
Por todas partes se
volvieron a escuchar murmullos, Harry ya no soportando más escuchar cosas
negativas, le pidió a Oliver que siguiera leyendo, y este así lo hizo, y
funciono porque apenas escucharon a Oliver todos se quedaron callados, estaban
muy interesados en saber lo que pasó en la cámara.
—¿Ves? —susurró—. Es un nombre que yo
ya usaba en Hogwarts, aunque sólo entre mis amigos más íntimos, claro. ¿Crees
que iba a usar siempre mi sucio nombre muggle?
¿Yo, que soy descendiente del mismísimo Salazar Slytherin, por parte de madre?
¿Conservar yo el nombre de un vulgar muggle
que me abandonó antes de que yo naciera, sólo porque se
enteró de que su mujer era bruja? (¿Qué clase de
hombre abandona a su mujer embarazada?, dijo Arthur muy contrariado) No,
Harry. Me di un nuevo nombre, un nombre que sabía que un día temerían
pronunciar todos los magos, ¡cuando yo llegara a ser el hechicero más grande
del mundo!
—Esperen un momento —dijo
James con una sonrisita desafiante—, Voldemort que odia todo lo impuro, ¿es un
mestizo?
—Sí, es un mestizo
—respondió Ron.
Sirius empezó a reír.
—Esto es increíble —dijo
riendo—, eso quiere decir que los tontos de los sangre pura siguen las ordenes
de un mestizo con complejo de sangre pura.
Todos empezaron a reír
ante esto.
Lucius estaba pálido, no
podía creer lo que había escuchado.
—¡Eso es imposible! —dijo
Lucius con el rostro contrariado al igual que Narcissa.
—Es verdad, padre —dijo
Draco con seriedad. A él y ninguno de los otros Slytherin no les sorprendía
esto, porque ya lo habían asimilado esta verdad en su tiempo.
—Pero… —balbuceaba
Lucius.
—Es verdad, señor Malfoy,
el padre de Ryddle es muggle y su madre una bruja —confirmó Dumbledore.
Lucius no volvió a
hablar.
A Harry pareció bloqueársele el
cerebro. Miraba como atontado a Ryddle, al huérfano que se convirtió en el
asesino de sus padres (Esa declaración afecto a
James y Lily, aun no aceptaban que ellos morirían y dejarían a su hijo solo.
Por otra parte Snape se sintió enojado al recordar que su amada Lily moriría a
manos de Voldemort), y de otra mucha gente… Al final hizo un esfuerzo
por hablar.
—Yo me habría quedado
paralizado —dijo Ernie.
—No lo eres —dijo. Su voz aparentemente
calmada estaba llena de odio.
—¿No soy qué? —preguntó Ryddle
bruscamente.
—No eres el hechicero más grande del
mundo —dijo Harry, con la respiración agitada—. Lamento decepcionarte, pero el
mejor mago del mundo es Albus Dumbledore (Sus
palabras me halagan, joven Potter, aunque no sé qué tan ciertas sean sus
palabras, dijo Dumbledore, pensando que en su juventud cometió mucho errores,
pero que habían culminaron con la muerte de su hermana Ariana). Todos lo
dicen. Ni siquiera cuando eras fuerte te atreviste a apoderarte de Hogwarts.
Dumbledore te descubrió cuando estabas en el colegio y todavía le tienes miedo,
te escondas donde te escondas.
Todos miraron a Harry, su
valentía lo sobrepasaba, solo era un niño de doce años, pero aun así se volvió
a enfrentar a Voldemort, y lo que sorprendía más era que ni siquiera tenía su
varita para defenderse de algún ataque.
Sus padres, Sirius,
Remus, sus amigos y los profesores miraban con orgullo a Harry.
De la cara de Ryddle había desaparecido
la sonrisa, y había ocupado su lugar una mirada de desprecio absoluto.
—¡A Dumbledore lo han echado del
castillo gracias a mi simple recuerdo! —dijo Ryddle, irritado.
—Solo por poco tiempo, al
final del curso él regreso porque reconocieron que era un gran director —dijo
Neville.
—No creo que merezca
todos esos halagos, señor Longbottom —dijo Dumbledore.
—Claro que sí merece
todos esos halagos y más, profesor Dumbledore —fue la respuesta en general.
—No está tan lejos como crees —replicó
Harry. Hablaba casi sin pensar, con la intención de asustar a Ryddle y
deseando, más que creyendo, que lo que afirmaba fuese verdad.
Ryddle abrió la boca, pero no dijo
nada.
Llegaba música de algún lugar. Ryddle
se volvió para comprobar que en la cámara no había nadie más. Pero aquella
música sonaba cada vez más y más fuerte (¿Música?,
esa fue la pregunta que se escuchó por toda la Sala de los Menesteres).
Era inquietante, estremecedora, sobrenatural. A Harry le puso los pelos de
punta y le pareció que el corazón iba a salírsele del pecho. Luego, cuando la
música alcanzó tal fuerza que Harry la sentía vibrar en su interior, surgieron
llamas de la columna más cercana a él.
—¿Llamas? —preguntó
Frank.
—Qué raro, primero música
y luego llamas —dijo James con confusión.
Harry solo sonrió
recordando al hermoso fénix del profesor Dumbledore.
Dumbledore también sonrió
sabiendo de quien se trataba.
Apareció de repente un pájaro carmesí
del tamaño de un cisne, que entonaba hacia el techo abovedado su rara música.
Tenía una cola dorada y brillante, tan larga como la de un pavo real, y
brillantes garras doradas, con las que sujetaba un fardo de harapos.
—¡El fénix del profesor
Dumbledore! —dijo Lily.
Harry asintió.
—¿Pero cómo fue que llego
hasta allí? —preguntó Sirius.
—Tal vez lo mando
Dumbledore —contestó James.
—Pero el profesor
Dumbledore no estaba en ese momento en Hogwarts —recordó Remus.
—Pues si quieren saberlo,
deberían seguir escuchando la lectura —dijo Ron.
Oliver enseguida se puso
a leer.
El pájaro se encaminó derecho a Harry,
dejó caer el fardo a sus pies y se le posó en el hombro. Cuando plegó las
grandes alas, Harry levantó la mirada y vio que tenía un pico dorado afilado y
los ojos redondos y brillantes.
El pájaro dejó de cantar y acercó su
cuerpo cálido a la mejilla de Harry, sin dejar de mirar fijamente a Ryddle.
—Es curioso que un fénix
se apeguen a dos humanos, generalmente solo lo hacen con uno —comentó Charlie.
—Es un fénix —dijo Ryddle,
devolviéndole una mirada perspicaz.
—¿Fawkes?
—musitó Harry, sintiendo la suave presión de las garras doradas.
—Y eso —dijo Ryddle, mirando el fardo
que Fawkes había
dejado caer—, eso no es más que el viejo Sombrero Seleccionador del colegio.
—¿Para qué Fawkes el sombrero seleccionador?
—preguntó Andrómeda.
—Sí, no creo que sirva de
mucho un viejo sombrero y un fénix —dijo Narcissa Malfoy.
—No todo es lo que
parece, señora Malfoy —respondió Harry misteriosamente.
Así era. Remendado, deshilachado y
sucio, el sombrero yacía inmóvil a los pies de Harry.
Ryddle volvió a reír. Rió tan fuerte
que su risa se multiplicó en la oscura cámara, como si estuvieran riendo diez
Ryddles al mismo tiempo.
—¡Eso es lo que Dumbledore envía a su
defensor: un pájaro cantor y un sombrero viejo! ¿Te sientes más seguro, Harry
Potter? ¿Te sientes a salvo?
Las miradas se centraron
en Harry como esperando una respuesta. Pero Harry solo se lomito a sonreír,
porque ese viejo sombrero y Fawkes lo
había ayudado a salir con vida, y no solo a él, a Ginny, Ron y hasta Lockhart
también.
Ese siempre fue tu error,
Tom. Subestimar las cosas que según tú no te parecían importantes, pensaba
Dumbledore.
Harry no respondió. No veía la utilidad
de Fawkes ni del viejo
sombrero, pero ya no se sentía solo, y aguardó con creciente valor a que Ryddle
dejara de reír.
—A lo que íbamos, Harry —dijo Ryddle,
sonriendo todavía con ganas—. En dos ocasiones, en tu pasado, en mi futuro, nos
hemos encontrado. Han sido dos ocasiones en que no he logrado matarte (Y esa fue la tercera, dijo Hermione). ¿Cómo
sobreviviste? Cuéntamelo todo. Cuanto más hables —añadió con voz suave—, más
tardarás en morir.
—Maldito desgraciado
—rugió Sirius.
—No se han dado cuenta de
que habla como si temiera algo o a alguien —dijo Frank.
Lucius soltó una risa
sarcástica.
—Mejor cállate, Malfoy
—dijo James—, recuerda que es un mestizo, un mestizo al que tú un “sangre pura”
llama “señor”, fue derrotado dos veces por un niño.
Lucius dejo de reír, y
miraba a James como si quisiera matarlo allí mismo.
Harry pensó deprisa, sopesando sus
posibilidades. Ryddle tenía la varita (Lo cual es
una gran ventaja, dijo Michael Corner); él tenía a Fawkes
y el Sombrero Seleccionador, que no resultarían de gran
utilidad en un duelo. No prometían mucho, la verdad. Pero cuanto más tiempo
permaneciera Ryddle allí, menos vida le quedaría a Ginny… (Molly empezó a sollozar nuevamente) Harry
percibió algo de pronto: en el tiempo que llevaban en la cámara, los contornos
de la imagen de Ryddle se habían vuelto más claros, más corpóreos (Ginny se acurruco más en el pecho de su novio, se sentí
aterrada al revivir todo eso). Si Ryddle y él tenían que luchar, mejor
que fuera pronto.
A Lily no le gustaba esa parte de la historia,
que su hijo de doce años —en ese tiempo— luche con un loco desquiciado la ponía
de los nervios.
—Nadie sabe por qué perdiste tus
poderes al atacarme —dijo bruscamente Harry—. Yo tampoco. Pero sé por qué no
pudiste matarme: porque mi madre murió para salvarme. Mi vulgar madre de origen
muggle —añadió, temblando
de rabia—; ella evitó que me mataras (Y lo volvería
a hacer, le dijo Lily sollozando, abrazada a James. Harry lo único que hizo fue
sonreírle con tristeza a su madre). Y yo te he visto de verdad, te vi el
año pasado. Eres una ruina. Apenas estás vivo. A esto te ha llevado todo tu
poder. Te ocultas. ¡Eres horrible, inmundo!
—Me agrada la forma en
que lo enfrentas, Potter —dijo Moody.
—¿Horrible e inmundo?
—susurró Draco, para luego sonreír.
Lucius miró a su hijo,
pero no se atrevía a decir nada, aún estaba tan sorprendido con el nuevo
descubrimiento sobre “su señor”.
Ryddle tenía el rostro contorsionado.
Forzó una horrible sonrisa.
—O sea que tu madre murió para
salvarte. Sí, ése es un potente contrahechizo. Tenía curiosidad, ¿sabes? Porque
existe una extraña afinidad entre nosotros, Harry Potter. Incluso tú lo habrás
notado (¿De qué esta hablando?, dijo Terry Boot).
Los dos somos de sangre mezclada, los dos huérfanos, los dos criados por muggles.
Tal vez somos los dos únicos hablantes de pársel
que ha habido en Hogwarts después de Slytherin. Incluso nos
parecemos físicamente… (¿Físicamente?, preguntó James
desconcertado. A lo que Harry solo respondió que Ryddle solo estaba exagerando)
Pero, después de todo, sólo fue suerte lo que te salvó de mí. Eso es lo que
quería saber.
—No fue suerte, fue amor
—respondió Harry. Y Dumbledore asintió, pero nadie lo noto.
—¿Amor? —preguntó
Andrómeda.
—Ya descubrirán el por
qué —respondió Harry.
Lucius bufó.
—Amor —murmuró con
ironía.
Harry permaneció quieto, tenso,
aguardando que Ryddle levantara su varita. Pero Ryddle se limitaba a exagerar
más su sonrisa contrahecha.
—Ahora, Harry, voy a darte una pequeña
lección. Enfrentemos los poderes de lord Voldemort, heredero de Salazar
Slytherin, contra el famoso Harry Potter, que tiene de su parte las mejores
armas de Dumbledore.
—Y sí que fueron las
mejores armas —aceptó Harry sonriendo.
—¿Qué quieres decir con
eso, cachorro? —preguntó Sirius.
—Ahora lo sabrás, Sirius
—respondió el ojiverde.
Ryddle dirigió una mirada socarrona a Fawkes
y al Sombrero Seleccionador, y luego anduvo unos pasos en
dirección opuesta. Harry, notando que el miedo se le extendía por las
entumecidas piernas, vio que Ryddle se detenía entre las altas columnas y
dirigía la mirada al rostro de Slytherin, que se elevaba sobre él en la
oscuridad. Ryddle abrió la boca y silbó… pero Harry comprendió lo que decía.
—Háblame,
Slytherin, el más grande de los Cuatro de Hogwarts.
—Sí, claro —ironizaron
los que pertenecían a las otras casas.
Harry se volvió hacia la estatua. Fawkes
se balanceaba sobre su hombro.
El gigantesco rostro de piedra de la
estatua de Slytherin se movió y Harry vio, horrorizado, que abría la boca, más
y más, hasta convertirla en un gran agujero.
Algo se movía dentro de la boca de la
estatua. Algo que salía de su interior.
—¡El basilisco! —exclamó
Angelina.
Ginny se estremeció.
—¡Oh, Merlín! —dijo Lily
horrorizada.
—Calma, Lily, míralo,
Harry está bien, y está aquí con nosotros —la consoló James.
Lily miró a su hijo sano
y salvo, que tenía abrazada a Ginny y le susurraba cosas al oído.
Harry retrocedió hasta dar de espaldas
contra la pared de la cámara y cerró fuertemente los ojos. Sintió que el ala de
Fawkes le rozaba el rostro
al emprender el vuelo. Harry quiso gritar: «¡No me dejes!» Pero ¿de qué le
podía valer un fénix contra el rey de las serpientes?
A decir verdad, de mucho,
pensó Harry.
Una gran mole golpeó contra el suelo de
piedra de la cámara, y Harry notó que toda la estancia temblaba. Sabía lo que
estaba ocurriendo, podía sentirlo, podía ver sin abrir los ojos la gran
serpiente desenroscándose de la boca de Slytherin. Entonces oyó una voz silbante.
—Mátalo.
—¡NO! —el gritó ahogado
de Lily se escuchó por toda la Sala.
—No me paso nada, mamá,
estoy aquí —le recordó Harry.
El basilisco se movía hacia Harry, éste
podía oír su pesado cuerpo deslizándose lentamente por el polvoriento suelo.
Con los ojos cerrados, Harry comenzó a moverse a ciegas hacia un lado, palpando
con las manos el camino. Ryddle reía…
—¡Ese maldito de
Voldemort! —gruñó James.
Harry tropezó. Cayó contra la piedra y
notó el sabor de la sangre. La serpiente se encontraba a un metro escaso de él,
y Harry la oía acercarse.
De repente oyó un ruido fuerte, como un
estallido, justo encima de él, y algo pesado lo golpeó con tanta fuerza que lo
tiró contra el muro (¡Merlín!, dijeron Lily y
Molly). Esperando que la serpiente le hincara los colmillos, oyó más
silbidos enloquecidos y algo que azotaba las columnas.
—¿Qué sucedía? —preguntó
Katie.
—Nada malo —respondió
Harry.
No pudo evitarlo. Abrió los ojos lo
suficiente para vislumbrar qué sucedía.
—Mata con la mirada,
¡tienes que cerrar los ojos! —le recordó una desesperada Lily a su hijo.
La serpiente, de un verde brillante y
gruesa como el tronco de un roble, se había alzado en el aire y su gran cabeza
roma zigzagueaba como borracha entre las columnas. Temblando, Harry se preparó
a cerrar los ojos en cuanto el monstruo hiciera ademán de volverse, y entonces
vio qué era lo que había enloquecido a la serpiente.
Fawkes planeaba
alrededor de su cabeza, y el basilisco le lanzaba furiosos mordiscos con sus
colmillos largos y afilados como sables.
—Ahora entiendo lo que Fawkes planea hacer —dijo Lupin.
—¿Qué? —preguntaron los
otros dos merodeadores.
—Dejarla ciega —respondió
Lupin.
Todos miraron a Harry
para que confirmara lo que había dicho Remus, y este asintió.
Lily respiró profundo al
escuchar eso.
Entonces Fawkes
descendió. Su largo pico de oro se hundió en la carne del
monstruo y un chorro de sangre negruzca salpicó el suelo. La cola de la
serpiente golpeaba muy cerca de Harry, y antes de que pudiera cerrar los
párpados, el basilisco se volvió. Harry miró de frente a su cabeza y se dio
cuenta de que el fénix lo había picado en los ojos, aquellos grandes y
prominentes ojos amarillos. La sangre resbalaba hasta el suelo y la serpiente
escupía agonizando.
—Sí que fue de gran ayuda
Fawkes —dijo Susan sorprendida.
Narcissa y Lucius no
podían creer lo que escuchaban, como un fénix pudo dejar discapacitada a un
basilisco.
—¡No!
—oyó Harry gritar a Ryddle—. ¡Deja
al pájaro! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está
detrás de ti! ¡Puedes olerlo! ¡Mátalo!
La serpiente ciega se balanceaba
desorientada, herida de muerte. Fawkes describía
círculos alrededor de su cabeza, silbando su inquietante canción, picando aquí
y allá en el morro lleno de escamas del basilisco, mientras brotaba la sangre
de sus ojos heridos.
—¿Crees que Fawkes logré matar al basilisco?
—preguntó Sirius a Remus.
—No lo creo, pero dejarla
ciega ya es de gran ayuda —respondió el licántropo.
—¡Ayuda, ayuda! —pedía Harry
enloquecido—. ¡Que alguien me ayude!
La cola de la serpiente volvió a
golpear contra el suelo. Harry se agachó. Un objeto blando le golpeó en la
cara.
—¿Qué era ese objeto
suave? —preguntó Fabian.
Gideon lo pensó un
momento.
—Tal vez sea el sombrero
seleccionador —respondió a su gemelo.
El basilisco había lanzado en su furia
el Sombrero Seleccionador sobre Harry (Sí, acerté,
celebró Gideon), y éste lo cogió. Era cuanto le quedaba, su última
oportunidad. Se lo caló en la cabeza y se echó al suelo antes de que la
serpiente sacudiera la cola de nuevo.
—Ayúdame…, ayúdame… —pensó Harry,
apretando los ojos bajo el sombrero—, ¡ayúdame, por favor!
—¿Así que, así fue?
—preguntó Hermione a Harry, y este asintió.
—¿De qué hablan?
—preguntó Sirius.
—Ahora te enteraras,
Sirius —respondió Hermione.
No hubo una voz que le respondiera. En
su lugar, el sombrero encogió, como si una mano invisible lo estrujara.
Algo muy duro y pesado golpeó a Harry
en lo alto de la cabeza, dejándolo casi sin sentido (Eso
es extraño, pensó Zabini). Viendo todavía parpadear estrellas en los
ojos, cogió el sombrero para quitárselo y notó que debajo había algo largo y
duro.
—Harry —dijo Neville y el
ojiverde lo miró—, esa es la…
—Sí —respondió Harry
antes de que Neville terminará de formular la pregunta—, la misma que tú
sacaste aquella vez.
Neville sonrió.
Alice y Frank miraban con
curiosidad a su hijo.
Se trataba de una espada plateada y
brillante, con la empuñadura llena de fulgurantes rubíes del tamaño de huevos.
—¿Una espada? —preguntó
Andrómeda—. Pero apareció así de la nada.
—No me digas que es la…
—empezó James con sorpresa.
—Sí, era la espada de
Gyffindor —respondió Harry.
—Vaya —dijo Sirius.
—Es increíble —dijo
Remus.
—¡Mata
al chico! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! Olfatea… ¡Huélelo!
Harry empuñó la espada, dispuesto a
defenderse. El basilisco bajó la cabeza, retorció el cuerpo, golpeando contra
las columnas, y se volvió para enfrentarse a Harry. Pudo verle las cuencas de
los ojos llenas de sangre, y la boca que se abría. Una boca lo bastante grande
para tragarlo entero, bordeada de colmillos tan largos como su espada,
delgados, brillantes, venenosos…
Padma tembló tan solo al
imaginarse al basilisco.
—Es escalofriante —dijo
Hannah.
La bestia arremetió a ciegas. Harry, al
esquivarla, dio contra la pared de la cámara. El monstruo arremetió de nuevo, y
su lengua bífida azotó un costado de Harry. Entonces levantó la espada con
ambas manos.
El basilisco atacó de nuevo, pero esta
vez fue directo a Harry, que hincó la espada con todas sus fuerzas, hundiéndola
hasta la empuñadura en el velo del paladar de la serpiente.
—¡Impresionante! —exclamó
Moody mirando a Harry.
—¡Sí, así se hace, Harry!
—gritaron los merodeadores y los Prewett.
Hermione sonrió al ver a
Remus feliz.
Y el bebé dentro del
vientre de Hermione se movió.
A ti también te gusta que
tu papá esté feliz, ¿verdad, mi pequeño?, pensaba Hermione, mientras se tocaba
el vientre.
—Señores, Potter, Black,
Lupin y Prewett, silencio —los regañó McGonagall, pero a ella también se le
veía feliz.
Pero mientras la cálida sangre le
empapaba los brazos, sintió un agudo dolor encima del codo. Un colmillo largo y
venenoso se le estaba hundiendo más y más en el brazo, y se partió cuando el
monstruo volvió la cabeza a un lado y con un estremecimiento se desplomó en el
suelo.
—¡Mierda! —dijo Sirius.
—Señor Black —lo regañó
la profesora de Transformaciones.
—Veneno de basilisco
—susurró Lily—. No, eso no puede ser.
—No te preocupes, Lily, Fawkes esta con Harry —calmó Remus.
—Y de que podría serv…
—empezó a decir James, pero algo lo ilumino—, cierto las lágrimas del fénix son
curativas.
Ese comentario animo a
todos, sobre todo a Lily que estaba asustada.
Cuando todos se hubieron
calmado Oliver volvió a leer.
Harry; apoyado en la pared, se dejó
resbalar hasta quedar sentado en el suelo. Agarró el colmillo envenenado y se
lo arrancó. Pero sabía que ya era demasiado tarde. El veneno había penetrado (El veneno del basilisco, es el más potente y letal de
todos, susurró Moody). La herida le producía un dolor candente que se le
extendía lenta, pero regularmente por todo el cuerpo. Al extraer el colmillo y
ver su propia sangre que le empapaba la túnica, se le nubló la vista. La cámara
se disolvió en un remolino de colores apagados.
—Pobre de mi pequeño
—susurraba Lily retorciéndose las manos con nerviosismo.
Una mancha roja pasó a su lado y Harry
oyó un ruido de garras.
—Fawkes —dijo
con dificultad—. Eres estupendo, Fawkes…
—Sintió que el pájaro posaba su hermosa cabeza en el brazo, donde la serpiente
lo había herido.
Lily calmo sus nervios al
saber que gracias a Fawkes su hijo se
encontraba con vida ahora.
Nunca terminaré de
agradecerle a Fawkes lo que hizo por
mu hijo, o bueno lo que hará, se decía Lily.
Oyó unos pasos que resonaban en la
cámara, y luego vio una negra sombra delante de él.
—Estás muerto, Harry Potter —dijo sobre
él la voz de Ryddle—. Muerto. Hasta el pájaro de Dumbledore lo sabe. ¿Ves lo
que hace, Potter? Está llorando.
—Siempre subestimando a
todos, Tom —susurró Dumbledore.
Harry parpadeó. Sólo un instante vio
con claridad la cabeza de Fawkes.
Por las brillantes plumas le corrían unas lágrimas gruesas como perlas.
—Me voy a sentar aquí a esperar que
mueras, Harry Potter. Tómate todo el tiempo que quieras. No tengo prisa.
—Es un estúpido —dijo
Neville.
—Sabias palabras, Neville
—le dijeron los gemelos Weasley.
Harry cayó en un profundo sopor. Todo
le daba vueltas.
—Éste es el fin del famoso Harry Potter
—dijo la voz distante de Ryddle—. Solo en la Cámara de los Secretos, abandonado
por sus amigos (Eso no es verdad, dijeron Ron y
Hermione al unisonó), derrotado al fin por el Señor Tenebroso al que él
tan imprudentemente se enfrentó. Volverás con tu querida madre sangre
sucia, Harry… Ella compró con su vida doce
años de tiempo para ti… pero al final te ha vencido lord Voldemort. Sabías que
sucedería.
—Su madre no le compro
doce años de vida, ella se sacrificó para que su hijo viviera —dijo Charlie.
—Maldito bastardo —gruñía
Snape por lo bajo.
Si aquello era morirse, pensó Harry, no
era tan desagradable. Incluso el dolor se iba…
Pero ¿de verdad era aquello la muerte?
En lugar de oscurecerse, la cámara se volvía más clara (Fawkes ya lo curó, dijo Hermione
sonriendo). Harry movió un poco la cabeza, y allí estaba Fawkes,
apoyándole todavía la suya en el brazo. Un charquito de lágrimas brillaba en
torno a la herida… Sólo que ya no había herida.
Mi viejo amigo Fawkes, hizo un buen trabajo, pensaba
Dumbledore.
—Márchate, pájaro —dijo de pronto la
voz de Ryddle—. Sepárate de él. ¡He dicho que te vayas!
—Demasiado tarde, idiota
—dijeron los gemelos Prewett.
Harry levantó la cabeza. Ryddle apuntaba
a Fawkes con la varita de
Harry. Sonó como un disparo y Fawkes emprendió
el vuelo en un remolino de rojo y oro.
—Lágrimas de fénix… —dijo Ryddle en voz
baja, contemplando el brazo de Harry—. Naturalmente… Poderes curativos…, me
había olvidado… (Vaya, y así decía ser el mago más
poderoso de todos los tiempos, dijo Draco con ironía) —miró a Harry a la
cara—. Pero igual da. De hecho, lo prefiero así. Solos tú y yo, Harry Potter…,
tú y yo…
Levantó la varita.
—Es un cobarde —dijo
Frank—, si tan deseaba enfrentarlo, debería soltar la varita, así los dos
estarían iguales.
—¿Tom? ¿Luchando con
igualdad? —dijo Harry, y soltó una risa sarcástica—. Lo dudo.
Entonces, con un batir de alas, Fawkes
pasó de nuevo por encima de sus cabezas y dejó caer algo en
el regazo de Harry: el diario.
Ginny tembló al recordar
el diario.
—¿El diario? ¿Y por qué
le llevaría ese maldito diario? —preguntó Sirius.
—Pues si dejara de
interrumpir, señor Black, lo sabríamos —dijo McGonagall con severidad.
Lo miraron los dos durante una fracción
de segundo, Ryddle con la varita levantada. Luego, sin pensar, sin meditar,
como si todo aquel tiempo hubiera esperado para hacerlo, Harry cogió el
colmillo de basilisco del suelo y lo clavó en el cuaderno.
Todos los del pasado
quedaron sorprendidos de la acción de Harry.
Se oyó un grito largo, horrible,
desgarrado. La tinta salió a chorros del diario, vertiéndose sobre las manos de
Harry e inundando el suelo. Ryddle se retorcía, gritando, y entonces…
Esto es increíble,
pensaba Dumbledore, lo que el joven Potter hizo, fue destruir un Horrocrux.
Y sin saberlo en ese
momento, destruí el primer Horrocrux de Voldemort, pensaba Harry.
—¿Y luego que paso?
—preguntó Ted.
Desapareció (¿Solo
así? ¿Desapareció así de pronto?, preguntó un incrédulo James. A lo que
Hermione respondió: “Luego ya se enterada porque desapareció así de fácil,
señor Potter”. James asintió no muy conforme con la respuesta de la castaña).
Se oyó caer al suelo la varita de Harry y luego se hizo el silencio, sólo roto
por el goteo de la tinta que aún manaba del diario. El veneno del basilisco
había abierto un agujero incandescente en el cuaderno.
Moody se acercó a
Dumbledore y le susurró:
—Eso es lo que creo que
es.
—Así es, Alastor, el
diario era un Horrocrux —respondió en susurros el director.
El auror asintió con
seriedad.
Harry se levantó temblando. La cabeza
le daba vueltas, como si hubiera recorrido kilómetros con los polvos flu.
Recogió la varita y el sombrero y, de un fuerte tirón, extrajo la brillante
espada del paladar del basilisco.
Le llegó un débil gemido del fondo de
la cámara. Ginny se movía (¡Gracias a Merlín!,
exclamó Molly). Mientras Harry corría hacia ella, la muchacha se sentó,
y sus ojos desconcertados pasaron del inmenso cuerpo del basilisco a Harry, con
la túnica empapada de sangre, y luego al cuaderno que éste llevaba en la mano.
Profirió un grito estremecido y se echó a llorar.
—Pobre de mi niña —dijo
Molly.
—En ese momento, estaba
tan sorprendida y asustada —admitió Ginny, ella ya no temblaba, por fin se
había acabado su martirio—, no entendía nada.
—Y qué bueno que no lo
viste, Ginny. Tal vez hubieras quedado traumatizada de lo que ya estabas —dijo
Charlie. Molly le dirigió una mirada severa a su hijo por decirle todo aquello
a su hermana, y este solo dijo—: lo siento.
—No importa, Charlie, sé
que no lo dijiste con mala intención —dijo Ginny, para no hacer sentir mal a su
hermano.
—Harry…, ah, Harry, intenté decíroslo
en el desayuno, pero delante de Percy no fui capaz. Era yo, Harry, pero te juro
que no quería… Ryddle me obligaba a hacerlo, se apoderó de mí y… ¿cómo lo has
matado? ¿Dónde está Ryddle? Lo último que recuerdo es que salió del diario.
McGonagall miraba a Ginny
con preocupación.
—Pobre niña, tan pequeña
y haber tenido que vivir todo eso —susurraba la profesora.
—Ha terminado todo bien —dijo Harry,
cogiendo el diario para enseñarle a Ginny el agujero hecho por el colmillo—.
Ryddle ya no existe. ¡Mira! Ni él ni el basilisco. Vamos, Ginny, salgamos…
—Por fin saldrán de ese
horrible lugar —dijeron Lily y Molly al unisonó.
—¡Me van a expulsar! —se lamentó Ginny,
incorporándose torpemente con la ayuda de Harry—. Siempre quise estudiar en
Hogwarts, desde que vino Bill, y ahora tendré que irme y… ¿qué pensarán mis
padres?
—Pensaremos que eres una
chica muy valiente, Ginny —le dijo Arthur.
Ginny sonrió cálidamente
a su padre.
—Así es, hija, fuiste muy
valiente —corroboró Molly.
Fawkes los
estaba esperando, revoloteando en la entrada de la cámara. Harry apremió a
Ginny. Dejaron atrás el cuerpo retorcido e inanimado del basilisco, y a través
de la penumbra resonante regresaron al túnel. Harry oyó cerrarse las puertas
tras ellos con un suave silbido.
Tras unos minutos de andar por el
oscuro túnel, a los oídos de Harry llegó un distante ruido de piedras.
—¡Ron! —gritó Harry, apresurándose—.
¡Ginny está bien! ¡La traigo conmigo!
Oyó que Ron daba un grito ahogado de
alegría (Ginny le sonrió con agradecimiento a su
hermano), y al doblar la última curva vieron su cara angustiada que
asomaba por el agujero que había logrado abrir en el montón de piedras.
—¡Ginny! —Ron sacó un brazo por el
agujero para ayudarla a pasar—. ¡Estás viva! ¡No me lo puedo creer! ¿Qué
ocurrió?
—Era una larga historia,
como para contártela en ese momento, Ron —dijo Hermione.
—No le iba a exigir todos
los detalles, solo quería saber lo más importante —se defendió el pelirrojo.
Intentó abrazarla, pero Ginny se
apartó, sollozando.
—Lo siento, Ron, pero es
que estaba muy asustada en ese momento —se defendió Ginny.
—Entiendo —respondió Ron.
—Pero estás bien, Ginny —dijo Ron,
sonriéndole—. Todo ha pasado. ¿De dónde ha salido ese pájaro?
Fawkes había
pasado por el agujero después de Ginny.
—Es de Dumbledore —dijo Harry,
encogiéndose para pasar.
—¿Y cómo has conseguido esa espada?
—dijo Ron, mirando con la boca abierta el arma que brillaba en la mano de
Harry.
—Te lo explicaré cuando salgamos —dijo
Harry, mirando a Ginny de soslayo.
—Pero…
—¡Ay, Ron! —dijeron los
gemelos negando con la cabeza—. Lo principal era salir de esa cámara y tú
queriendo explicaciones —Ron se quedó mirando fijamente a sus hermanos, estaban
muy serios. Raro en ellos.
—¿Qué? —dijo Ron
incrédulo—. Ustedes primero hubieran querido jugar primero con la espada, y
luego recién pensarían en salir —contraatacó.
Los gemelos soltaron unas
risitas, toda la seriedad quedó en el pasado.
—Bueno, lo admitimos…
—dijo Fred.
Ron sonrió.
—Pero estamos hablando de
ti, no de nosotros —dijo George señalando a su gemelo y luego señalándose el
mismo.
—Más tarde —insistió Harry. No creía
que fuera buena idea decirle en aquel momento quién había abierto la cámara, y
menos delante de Ginny—. ¿Dónde está Lockhart?
—Por un momento había
olvidado a ese idiota —dijo Lee.
—Volvió atrás —dijo Ron, sonriendo y
señalando con la cabeza hacia el principio del túnel—. No está bien. Ya veréis.
Guiados por Fawkes,
cuyas alas rojas emitían en la oscuridad reflejos dorados, desanduvieron el
camino hasta la tubería. Gilderoy Lockhart estaba allí sentado, tarareando
plácidamente.
—Bueno, por lo menos ya
se está comportando como lo que realmente es, un idiota —dijeron los
merodeadores a coro.
—Ha perdido la memoria —dijo Ron—. El
embrujo desmemorizante le salió por la culata. Le dio a él. No tiene ni idea de
quién es, ni de dónde está, ni de quiénes somos. Le dije que se quedara aquí y
nos esperara. Es un peligro para sí mismo.
—Cayo bajo su mismo
hechizo —dijo Lily, con una ligera sonrisa en su rostro.
—Parece una ironía del
destino —dijo Andrómeda—, ahora él está igual que las personas que hechizo y
robo sus logros.
—¿Es por eso que está en
San Mungo? —preguntó Alice, y Neville asintió.
Lockhart los miró a todos afablemente.
—Hola —dijo—. Qué sitio tan curioso,
¿verdad? ¿Vivís aquí?
—No —respondió Ron, mirando a Harry y
arqueando las cejas.
Harry se inclinó y miró la larga y
oscura tubería.
—¿Has pensado cómo vamos a subir?
—preguntó a Ron.
—Esa es una buena
pregunta —dijo Corner.
—Sí, como subieran
—preguntó Frank.
Ron negó con la cabeza, pero Fawkes
ya había pasado delante de Harry y se hallaba revoloteando
delante de él. Los ojos redondos del ave brillaban en la oscuridad mientras
agitaba sus alas doradas. Harry lo miró, dubitativo.
—Parece como si quisiera que te
cogieras a él… —dijo Ron, perplejo—. Pero pesas demasiado para que un pájaro te
suba.
—Ay, Ronnie —dijo Fred, y
Ron frunció el ceño—, con lo pequeño y delgado que era Harry…
—… hasta Errol podía llevarlo —termino George.
Harry entrecerró los
ojos.
—Sí, que graciosos son
—ironizó Harry.
Sirius y Remus no
pudieron evitar reír.
—No es gracioso —dijo
James infantilmente.
—Sí, lo es Cornamenta
—dijo Sirius aun riendo.
Cuando las risas hubieron
cesaron, Oliver volvió a leer.
—Fawkes —aclaró
Harry— no es un pájaro normal.
—Se volvió inmediatamente a los otros—.
Vamos a darnos la mano. Ginny, coge la de Ron. Profesor Lockhart…
—Se refiere a usted —aclaró Ron a
Lockhart.
—Coja la otra mano de Ginny.
Harry se metió la espada y el Sombrero
Seleccionador en el cinto. Ron se agarró a los bajos de la túnica de Harry, y
Harry, a las plumas de la cola de Fawkes, que
resultaban curiosamente cálidas al tacto.
—Vaya, esto es increíble,
Fawkes pudo con Harry, Ron, Ginny y
hasta con el idiota de Lockhart —dijo James.
—Los fénix son muy
resistentes, señor Potter —dijo Dumbledore con una ligera sonrisa en su rostro.
—Sí, que los son —dijo
Alice.
Una extraordinaria luminosidad pareció
extenderse por todo el cuerpo del ave, y en un segundo se encontraron subiendo
por la tubería a toda velocidad. Harry podía oír a Lockhart que decía:
—¡Asombroso, asombroso! ¡Parece cosa de
magia!
—Idiota —dijeron los
gemelos Weasley.
El aire helado azotaba el pelo de
Harry, y cuando empezaba a disfrutar del paseo, el viaje por la tubería
terminó. Los cuatro fueron saltando al suelo mojado junto a Myrtle la
Llorona, y mientras Lockhart se arreglaba el
sombrero, el lavabo que ocultaba la tubería volvió a su lugar cerrando la
abertura.
Myrtle los miraba con ojos
desorbitados.
—Estás vivo —dijo a Harry sin
comprender.
—¿Qué quiere decir?
—preguntó Lily.
—Al parecer Myrtle estaba
muy interesada en Harry, y por eso lo esperaba en otras condiciones —dijo Luna.
Todos la miraron sin
comprender por un momento, pero luego Oliver siguió leyendo.
—Pareces muy decepcionada —respondió
serio, limpiándose las motas de sangre y de barro que tenía en las gafas.
—No, es que… había estado pensando. Si
hubieras muerto, aquí serías bienvenido. Te dejaría compartir mi retrete —le
dijo Myrtle, ruborizándose de color plata.
Se escucharon varias
risas por toda la sala.
—Vaya, Harry, hasta las
chicas fantasmas mueren por ti… —dijo Fred.
—… espera, espera Fred, pero
Myrtle ya está muerta —dijo George riendo.
Harry se sonrojó.
—¡Oigan! ¡Ya dejen de
reírse! —gritó Ginny, recuperando su buen semblante.
Los gemelos pararon de
reír al instante, cuando su hermana se ponía a gritar y les dedicaba esa mirara
retadora, se parecía tanto a su madre que mejor hicieron lo que la pelirroja
les dijo.
—Las pelirrojas son de
cuidado —susurró Sirius a Remus, y este rió quedamente—, y también las castañas
—dijo luego Sirius al ver a la Hermione mirarlo con seriedad, en ese momento Remus
dejo de reír.
—¡Uf! —dijo Ron, cuando salieron de los
aseos al corredor oscuro y desierto—. ¡Harry, creo que le gustas a Myrtle!
¡Ginny, tienes una rival!
Ginny taladro con la
mirada a su hermano. Y este se encogió en su asiento.
—Eres un idiota, Ron —le
dijo Ginny a Ron.
Pero por el rostro de Ginny seguían
resbalando unas lágrimas silenciosas.
—¿Adónde vamos? —preguntó Ron, mirando
a Ginny con impaciencia. Harry señaló hacia delante.
Fawkes iluminaba
el camino por el corredor, con su destello de oro. Lo siguieron a grandes
zancadas, y en un instante se hallaron ante el despacho de la profesora
McGonagall.
Harry llamó y abrió la puerta.
—Fin del capítulo —dijo
Oliver—. Solo falta un capítulo por leer —anunció.
—Yo leeré —dijo Lee
Jordan.
Porque él igual que los
demás estaban ansiosos por saber cómo terminaba todo.
Pero Remus no solo estaba
ansioso por saber el final del libro, sino que también quería saber si todo
salió bien con Hermione.
Por otra parte Hermione sin
darse cuenta se quedó mirando a Remus, pero Remus aún no se había dado cuenta,
pero el que si lo había notado era Sirius, y rápidamente le paso la voz a
James.
—¿Por qué la castaña
mirara de esa manera a Lunático? —preguntó en un susurró Sirius a James.
—No lo sé —respondió
James—. Pero parece como si… como si estuviera enamorada de Lunático, ¿no te
parece, Canuto?
Sirius se fijó bien en la
manera en que Hermione miraba a su amigo.
—¡Merlín, Cornamenta!
—exclamó Sirius—, pero ¿cómo una hija se puede enamorar de su propio padre?
—preguntó con sorpresa.
James solo negó con la
cabeza, su amigo no le había entendido. Lo que James realmente había dado a
entender es que Hermione estaba secretamente enamorada de Remus, y que había
comprobado que ella no era la hija del futuro de su amigo. Pero mejor no lo
saco de su error, porque sería muy difícil hacer comprender a Sirius lo que
había descubierto, porque cuando a Sirius se le metía una idea a la cabeza era
muy difícil quitársela.
Lee Jordan tomo el libro en sus manos y se
dispuso a leer.
Hola! Wuau , el tiempo ha volado, sin duda pareciera ayer que recién comenzabas el primer y segundo libro, respectivamente, y ya lo estáis acabando, ¡es genial! Solo un capitulito mas x3 ...
ResponderEliminarBueno nos vemos en la próxima actualización, que espero que sea muy pronto c:
Besos
Hola¡¡ woow esta terminando muy bien este segundo libro, me muero por que empiece el tercero ya que es mi favorito¡¡¡ espero que actualices pronto el ultimo capitulo y coincido con las demás no importa si tardas en actualizar pero no dejes la historia esta muy buena¡¡. :D saludos¡¡
ResponderEliminarOo gracias por actualizar tan pronto, este capítulo es muy bueno, te quedo genial, ya queda solo el capitulo de doy y se termina el libro, estoy ansiosa por que comiences el tercer libro, es mi favorito por que aparece remus y sirius, ojala puedas seguir actualizando como lo has hecho este último tiempo, bueno adiós espero que te vaya bien y nos leemos luego.
ResponderEliminarGracias por actualizar pronto estoy deseando leer el tercer libro
ResponderEliminarHola, me encantó el capítulo. Parece que James ya descubrió lo de Hermione, creo que en poco tiempo más si saca las conclusiones adecuadas podría llegar a la verdad antes de que ella lo diga jajajajajaja :) habrá que ver.
ResponderEliminarHasta el siguente capítulo, un beso.
AuLingWood.
me gusta, me encanta, excelente capitulo, muero por leer el ultimo capitulo del segundo libro y asi poder empezar con el tercero
ResponderEliminarbesos y saludos de:
Renesmee
U y estoy en las mismas, estoy muy ansiosa por seguir leyendo, espero que actualices pronto para poder seguir además que luego viene mi capítulo favorito, ojala puedas actualizar pronto Bueno nos leemos pronto
ResponderEliminaractualiza pronto por favor
ResponderEliminarbesos