Lee Jordan tomo el libro
en sus manos y se dispuso a leer.
—“La recompensa de Dobby”.
—Y ahora hay un capítulo
dedicado a un simple elfo doméstico —murmuró Lucius con asco.
Y sin que nadie lo notara
Harry le sonrió burlonamente a Lucius. El rubio se quedó mirando a Harry con
una mirada de arrogancia.
¿Qué le pasa a ese
mestizo?, se preguntaba Lucius.
Lee empezó a leer.
Hubo un momento de silencio cuando
Harry, Ron, Ginny y Lockhart aparecieron en la puerta, llenos de barro,
suciedad y, en el caso de Harry, sangre (¡Cómo
siempre!, susurró Hermione). Luego alguien gritó:
—¡Ginny!
Era la señora Weasley, que estaba
llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su
marido, y se abalanzaron sobre su hija.
—Seguramente debieron
estar más preocupados que ahora —dijo Ginny. Y Harry asintió.
Harry, sin embargo, miraba detrás de
ellos. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo,
junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una
mano al pecho. Fawkes pasó
zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore. Sin apenas
darse cuenta, Harry y Ron se encontraron atrapados en el abrazo de la señora
Weasley.
Lily miró a Molly y le
sonrió con agradecimiento.
—Gracias —le susurró, a
lo que Molly asintió.
Por su parte Harry miraba
a la Molly Weasley —21 años más joven— pero que en el futuro había sido como
una madre para él. Le sonrió a la mujer y ella le correspondió a la sonrisa.
—¡La habéis salvado! ¡La habéis
salvado! ¿Cómo lo hicisteis?
—Creo que a todos nos encantaría
enterarnos —dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.
Y aunque todos ya sabían
lo que había pasado, igual prestaron atención.
La señora Weasley soltó a Harry, que
dudó un instante, luego se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero
Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de
Ryddle.
Ginny volvió a
estremecerse al recordar aquel diario.
Harry empezó a contarlo todo. Habló
durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en
silencio (No es algo fácil de asimilar, y más si el
que te lo está contando es un niño de doce años, dijo Moody). Contó lo
de la voz que no salía de ningún sitio; que Hermione había comprendido que lo
que él oía era un basilisco que se movía por las tuberías (Dumbledore, McGonagall y Moody centraron su atención en
Hermione, y esta se sonrojó); que él y Ron siguieron a las arañas por el
bosque; que Aragog les había dicho dónde había matado a su víctima el
basilisco; que había adivinado que Myrtle la
Llorona había sido la
víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los
aseos…
—Contado de esa manera
suena increíble y fácil de resolver todo el problema —dijo Sirius.
—Sí, suena increíble,
pero vivirlas es muy distinto —dijo Ron al recordar el mal momento que pasaron
Harry y él con las acromántulas.
Los demás asintieron
antes la declaración del pelirrojo.
—Muy bien —señaló la profesora
McGonagall, cuando Harry hizo una pausa—, así que averiguasteis dónde estaba la
entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios
conseguisteis salir con vida, Potter?
—Fue casi como un milagro
—dijo Ted.
—Creo que si —aceptó
Harry.
Así que Harry, con la voz ronca de
tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes
y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada.
Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de
Ryddle y Ginny. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía
derramando silenciosas lágrimas por las mejillas. ¿Y si la expulsaban?, pensó
Harry aterrorizado. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había
quedado inservible… ¿cómo podrían demostrar que era el causante de todo?
—Me siento orgulloso de
ti, hijo —dijo James, y el ojiverde miró a su padre—, como todo Potter siempre
protegiendo a su novia —concluyó.
Lily miró a su novio y le
dedicó una cálida sonrisa. Mientras que Harry y Ginny se sonrojaron.
—Bueno —empezó a decir
Harry—, en esa época Ginny y yo no éramos…
—Lo importante es que
defendías a nuestra hermanita, Harry —dijeron los gemelos Weasley.
Lee siguió leyendo cuando
dejaron de hablar.
Instintivamente, Harry miró a
Dumbledore, y éste esbozó una leve sonrisa. La hoguera de la chimenea hacía
brillar sus lentes de media luna.
—Lo que más me intriga —dijo Dumbledore
amablemente—, es cómo se las arregló lord Voldemort para embrujar a Ginny,
cuando mis fuentes me indican que actualmente se halla oculto en los bosques de
Albania.
—¿El profesor Dumbledore
sabia donde se encontraba Voldemort? —susurró Lily a su novio.
—Seguramente sí
—respondió James en el mismo tono de voz de Lily—, nunca sabré como hace
Dumbledore para siempre estar un paso delante de todo.
Harry se sintió maravillosamente
aliviado.
—Y quien no —dijo Dean.
—¿Qué… qué? —preguntó el señor Weasley
con voz atónita—. ¿Sabe qui-quién? ¿Ginny embrujada? Pero Ginny no ha… Ginny no
ha sido… ¿verdad?
—Fue el diario —dijo inmediatamente
Harry, cogiéndolo y enseñándoselo a Dumbledore—. Ryddle lo escribió cuando
tenía dieciséis años.
—Lo que aún se me hace
muy sorprendente —dijo Frank—, ¿lograr guardar tus recuerdos en un diario, y
conservar la misma edad que tenías en esa época? No creo que muchos magos
logren hacer eso.
—Tienes razón,
Longbottom, no todos lo logran —dijo con voz ronca Moody—, solo los malignos
—susurró esto último para sí mismo.
Dumbledore cogió el diario que sostenía
Harry y examinó minuciosamente sus páginas quemadas y mojadas.
—Soberbio —dijo con suavidad—. Por
supuesto, él ha sido probablemente el alumno más inteligente que ha tenido
nunca Hogwarts. —Se volvió hacia los Weasley, que lo miraban perplejos—. Muy
pocos saben que lord Voldemort se llamó antes Tom Ryddle. Yo mismo le di clase,
hace cincuenta años, en Hogwarts. Desapareció tras abandonar el colegio… (Y debió seguir estando desaparecido, musitó Charlie con
rabia) Recorrió el mundo…, profundizó en las Artes Oscuras, tuvo trato
con los peores de entre los nuestros, acometió peligros, transformaciones
mágicas, hasta tal punto que cuando resurgió como lord Voldemort resultaba
irreconocible (Sí, se quedó con esa maldita cara de
serpiente, susurró Ron con asco). Prácticamente nadie relacionó a lord
Voldemort con el muchacho inteligente y encantador que recibió aquí el Premio
Anual.
Ni a mí se me hubiera
ocurrido relacionarlos. ¿Quién en su sano juicio relacionaría al premio anual
de Hogwarts con un mago tenebroso como Voldemort?, pensaba Moody.
—Pero Ginny —dijo la señora Weasley—.
¿Qué tiene que ver nuestra Ginny con él?
—¡Su… su diario! —dijo Ginny entre
sollozos—. He estado escribiendo en él, y me ha estado contestando durante todo
el curso…
Ginny frunció el ceño.
Esa parte de su vida aun le afectaba, por más que trataba de olvidarlo, parecía
que siempre iba a estar presente en sus recuerdos, y ahora más tenía esos
recuerdos en la cabeza porque acababa de haber sido leído.
—¡Ginny! —exclamó su padre, atónito—.
¿No te he enseñado una cosa? ¿Qué te he dicho siempre? No confíes en cosas que
tengan la capacidad de pensar, pero de las cuales no sepas dónde tienen el
cerebro. ¿Por qué no me enseñaste el diario a mí o a tu madre? Un objeto tan
sospechoso como ése, ¡tenía que ser cosa de magia negra!
—En ese momento no lo
sabía —respondió Ginny a todas las personas que tenían las miradas centradas en
ella.
—No…, no lo sabía —sollozó Ginny—. Lo
encontré dentro de uno de los libros que me había comprado mamá. Pensé que
alguien lo había dejado allí y se le había olvidado…
Draco miró de reojo a su
padre.
No le irá nada bien,
cuando descubran que padre puso el diario de Ryddle en el caldero de la mini
Weasley, pensaba Draco.
—¿Estaba entre sus
libros? —preguntó Moody y Ginny asintió—, eso muy curioso, porque según
sabemos, sus libros fueron comprados en una tienda de segunda mano.
—Así es —respondió la
pelirroja.
Moody frunció el ceño.
—Me preguntó, ¿qué hacia
el diario de Ryddle en una tienda como esa? —dijo el auror.
El trío de oro y Ginny se
miraron.
—Es verdad —dijo
Andrómeda—, no había pensado en eso.
—Pues si queremos
saberlo, entonces Lee debería seguir leyendo —dijo Hermione haciéndole una seña
al chico.
Este al instante siguió
leyendo.
—La señorita Weasley debería ir
directamente a la enfermería —terció Dumbledore con voz firme—. Para ella ha
sido una experiencia terrible (Sin duda que lo fue,
pensaba Ginny). No habrá castigo (Sería el
colmo que la castigaran, dijeron los gemelos Prewett). Lord Voldemort ha
engañado a magos más viejos y más sabios. —Fue a abrir la puerta—. Reposo en
cama y tal vez un tazón de chocolate caliente. A mí siempre me anima —añadió,
guiñándole un ojo bondadosamente—. La señora Pomfrey estará todavía despierta.
Debe de estar dando zumo de mandrágora a las víctimas del basilisco.
Seguramente despertarán de un momento a otro.
—Esa es una buena noticia
—comentó Lily.
—Sí, por fin todos los
petrificados despertaran —dijo Remus, pero él solo miraba a Hermione cuando
hablaba.
Hermione sintió una
mirada sobre ella, así que miró a la persona que la observaba, grata fue su
sorpresa al descubrir a Remus. Ella le sonrió y le sostuvo la mirada, pero no
por mucho tiempo porque Remus bajo la mirada ligeramente sonrojado.
—¡Así que Hermione está bien! —dijo Ron
con alegría.
—¿Se han dado cuenta que
Ron siempre parece muy interesado en la castaña? —preguntó Sirius en susurros a
sus amigos.
Remus rápidamente miró a
su amigo, ligeramente con el ceño fruncido.
—Ahora que lo dices, yo
creo que a Ron le gustaba Hermione —respondió James—, ¿creen que habrán tenido
alguna relación? —preguntó.
—Ron se preocupa por
Hermione porque son amigos, así como Harry también se preocupa por ella. Y no
creo que hayan tenido alguna relación, como dije ellos solo son amigos —dijo
Remus con seriedad.
—Bueno, tal vez no
tuvieron una relación, pero de seguro que compartieron unos buenos besos
—concluyó Sirius.
James sonrió, pero Remus
solo centro su mirada en Lee que tenía el libro entre sus manos.
—No les han causado un daño
irreversible —dijo Dumbledore.
La señora Weasley salió con Ginny, y el
padre iba detrás, todavía muy impresionado.
—¿Sabes, Minerva? —dijo pensativamente
el profesor Dumbledore a la profesora McGonagall—, creo que esto se merece un
buen banquete. ¿Te puedo pedir que vayas a avisar a los de la cocina?
—Guau, esa sí que fue una
indirecta muy directa —susurró Fabian a su hermano.
—Sí, Dumbledore quería
hablar con nuestro sobrinito y Harry a solas, por eso despacho a la pobre
McGonagall —susurró Gideon.
—Bien —dijo resueltamente la profesora
McGonagall, encaminándose también hacia la puerta—, te dejaré para que ajustes
cuentas con Potter y Weasley.
—Eso es —dijo Dumbledore.
—¿Qué? No pensara
castigarlos, ¿verdad? —preguntó Alice.
—Después de todo lo que
tuvieron que pasar, seria injusto que los castigaran —dijo Ted.
—No creo que los haya
castigado —respondió Dumbledore, pensando en como reaccionaria su yo del futuro.
Salió, y Harry y Ron miraron a
Dumbledore dubitativos. ¿Qué había querido decir exactamente la profesora
McGonagall con aquello de «ajustar cuentas»? ¿Acaso los iban a castigar?
—Creo recordar que os dije que tendría
que expulsaros si volvíais a quebrantar alguna norma del colegio —dijo
Dumbledore.
Ron abrió la boca horrorizado.
—No creo que lo haya
dicho en serio —dijeron los merodeadores a coro.
—Lo cual demuestra que todos tenemos
que tragarnos nuestras palabras alguna vez —prosiguió Dumbledore, sonriendo—.
Recibiréis ambos el Premio por Servicios Especiales al Colegio y… veamos…, sí,
creo que doscientos puntos para Gryffindor por cada uno.
—¡Genial! —gritaron los
merodeadores y los gemelos Prewett.
Y los Gryffindors del
futuro aplaudieron aunque eso ya había sucedió.
—Ya me había hecho
asustar, Dumbledore —dijo Sirius al director.
—Señor Black, más respeto
con el director —regañó como siempre McGonagall.
—Aunque a mi parecer son
muy pocos puntos por todo lo que tuvieron que arriesgar —volvió a hablar
Sirius, no haciendo caso al regaño de la profesora.
—Bueno, ya que no
pudieron ganar la copa de quidditch,
con esos cuatrocientos puntos podrán ganar la copa de la casa.
Lily negó con la cabeza.
—Ya decía yo que no te
olvidarías tan fácilmente del quidditch
—dijo la pelirroja
Cuando la algarabía hubo
cesado, Lee continuó leyendo.
Ron se puso tan sonrosado como las
flores de San Valentín de Lockhart, y volvió a cerrar la boca.
—Pero hay alguien que parece que no
dice nada sobre su participación en la peligrosa aventura —añadió Dumbledore—.
¿Por qué esa modestia, Gilderoy?
—Es cierto —dijo Frank—,
porque si ese hechizo no le hubiera caído a él mismo, en ese momento estaría
regodeándose con fabulosas historias donde solo él sería el protagonista.
Todos asintieron estando
de acuerdo con Frank.
Harry dio un respingo. Se había
olvidado por completo de Lockhart. Se volvió y vio que estaba en un rincón del
despacho, con una vaga sonrisa en el rostro. Cuando Dumbledore se dirigió a él,
Lockhart miró con indiferencia para ver quién le hablaba.
—Profesor Dumbledore —dijo Ron
enseguida—, hubo un accidente en la Cámara de los Secretos. El profesor
Lockhart…
—¿Soy profesor? —preguntó sorprendido—.
¡Dios mío! Supongo que seré un inútil, ¿no?
—¡Por fin lo reconoció!
—gritaron los merodeadores.
—Señores Potter, Black y
Lupin guarden silencio —los regañó McGonagall.
Snape frunció el ceño.
—Solo quieren llamar la
atención —murmuró.
—El título de profesor le
quedaba demasiado grande —comentó Luna.
Todos empezaron a reír
ante el comentario de la rubia.
—Querida futura sobrina,
tienes toda la razón —dijeron los Prewett.
—Esa chica es un poco
rara, pero me cae bien —dio Sirius a sus amigos. Los cuales asintieron.
—… intentó hacer un embrujo
desmemorizante y el tiro le salió por la culata —explicó Ron a Dumbledore
tranquilamente.
—Hay que ver —dijo Dumbledore, moviendo
la cabeza de forma que le temblaba el largo bigote plateado—, ¡herido con su
propia espada, Gilderoy!
—Es algo irónico, pero
creo que se lo merecía —dijo Lily.
—Cornamenta —dijo Sirius
y este lo miró—, creo que a tu pelirroja le empieza a brotar alma merodeadora.
—Eso sería genial —dijo
James con una sonrisa, imaginándose a su novia planear bromas hacia los
Slytherin.
—¿Espada? —dijo Lockhart con voz
tenue—. No, no tengo espada. Pero este chico sí tiene una. —señaló a Harry—. Él
se la podrá prestar.
—Imbécil —susurró Snape
con asco.
—¿Te importaría llevar también al
profesor Lockhart a la enfermería? —dijo Dumbledore a Ron—. Quisiera tener unas
palabras con Harry.
—Y ahora tendré que
aguantar escuchar la conmovedora charla del hijo de Potter y el viejo loco
—murmuró Lucius con desdén.
Draco escuchó a su padre,
pero no dijo nada, ni siquiera lo miró, simplemente lo ignoró.
Lockhart salió. Ron miró con curiosidad
a Harry y Dumbledore mientras cerraba la puerta.
Dumbledore fue hacia una de las sillas
que había junto al fuego.
—Siéntate, Harry —dijo, y Harry tomó
asiento, incomprensiblemente azorado—. Antes que nada, Harry, quiero darte las
gracias —dijo Dumbledore, parpadeando de nuevo—. Debes de haber demostrado
verdadera lealtad hacia mí en la cámara. Sólo eso puede hacer que acuda Fawkes.
—Entonces se debió a eso
a que el fénix se apareciera así de la nada —comentó James sorprendido.
—Así es, señor Potter
—confirmó Dumbledore.
—Increíble —dijo Seamus
con emoción.
Acarició al fénix, que agitaba las alas
posado sobre una de sus rodillas. Harry sonrió con embarazo cuando Dumbledore
lo miró directamente a los ojos.
—Así que has conocido a Tom Ryddle
—dijo Dumbledore pensativo—. Imagino que tendría mucho interés en verte.
De pronto, Harry mencionó algo que le
reconcomía:
—Profesor Dumbledore… Ryddle dijo que
yo soy como él. Una extraña afinidad, dijo…
—¡Eso no es cierto!
—exclamó Hermione—, Harry y Voldemort no se parecen nada.
—¿De verdad? —preguntó Dumbledore,
mirando a un Harry pensativo, por debajo de sus espesas cejas plateadas—. ¿Y a
ti qué te parece, Harry?
—¡Me parece que no soy como él!
—contestó Harry, más alto de lo que pretendía—. Quiero decir que yo…, yo soy de
Gryffindor, yo soy…
Pero calló. Resurgía una duda que le
acechaba.
—No debes dudar, tú y
Voldemort son completamente distintos —dijo Lily maternalmente a su futuro
hijo, como si recién Harry acabara de salir de la cámara y estuviera
preocupado.
Harry le sonrió a su
madre, a él le hubiera gustado tanto recibir esas palabras en ese momento.
—Igual hubieses sido una
buena persona y amigo si hubieras quedado en Slytherin —dijo Hermione.
—Profesor —añadió después de un
instante—, el Sombrero Seleccionador me dijo que yo… haría un buen papel en
Slytherin. Todos creyeron un tiempo que yo era el heredero de Slytherin, porque
sé hablar pársel…
Todos esperaban
impacientes la respuesta del director, porque los del pasado no sabían a que se
debía que Harry pudiera hablar esa rara lengua.
—Tú sabes hablar pársel,
Harry —dijo tranquilamente Dumbledore—, porque lord Voldemort, que es el último
descendiente de Salazar Slytherin, habla pársel.
Si no estoy muy equivocado, él te transfirió algunos de sus poderes la noche en
que te hizo esa cicatriz. No era su intención, seguro…
Todos quedaron anonadados
por la nueva declaración. El primero en hablar fue James.
—¿Voldemort le transmitió
sus poderes a Harry? —preguntó James con sorpresa y preocupación a la vez.
Mientras Lily miraba a su hijo con curiosidad.
—Así parece, señor Potter
—dijo Dumbledore.
—¿Pero cómo? —preguntó Sirius.
—Magia muy oscura sin
duda —respondió el auror—, y ya creo saber de cual se trata —susurró
pensativamente.
—Pero aun no nos dice
¿Cómo Voldemort hizo eso? —insistió Sirius.
—A ciencia cierta, creo
que nunca lo sabremos —respondió Dumbledore con seriedad—. Aunque tendríamos
que esperar a que la lectura avance, tal vez allí está la respuesta a sus
dudas.
Luego de eso nadie dijo
nada, y Lee siguió leyendo.
—¿Voldemort puso algo de él en mí?
—preguntó Harry, atónito.
—Eso parece.
—Así que yo debería estar en Slytherin
—dijo Harry, mirando con desesperación a Dumbledore—. El Sombrero Seleccionador
distinguió en mí poderes de Slytherin y…
—Pero Harry es un verdadero
Gryffindor, sino la espada nunca se le habría presentado —comentó Remus.
—Por supuesto —aseguraron
los otros dos merodeadores.
—Te puso en Gryffindor —dijo Dumbledore
reposadamente—. Escúchame, Harry. Resulta que tú tienes muchas de las
cualidades que Slytherin apreciaba en sus alumnos, que eran cuidadosamente
escogidos: su propio y rarísimo don, la lengua pársel…,
inventiva…, determinación…, un cierto desdén por las normas (Aunque eso último lo heredo de James, aseguró Lily, y el
aludido asintió) —añadió, mientras le volvía a temblar el bigote—. Pero
aun así, el sombrero te colocó en Gryffindor. Y tú sabes por qué. Piensa.
—Me colocó en Gryffindor —dijo Harry
con voz de derrota— solamente porque yo le pedí no ir a Slytherin…
—Exacto —dijo Dumbledore, volviendo a
sonreír—. Eso es lo que te diferencia de Tom Ryddle. Son nuestras elecciones,
Harry, las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades.
—Harry estaba en su silla, atónito e inmóvil—. Si quieres una prueba de que
perteneces a Gryffindor, te sugiero que mires esto con más detenimiento.
—¿Qué cosa tiene que
mirar? —preguntaron los gemelos Prewett con curiosidad.
Como toda respuesta Lee
siguió leyendo.
Dumbledore se acercó al escritorio de
la profesora McGonagall, cogió la espada ensangrentada y se la pasó a Harry.
Sin mucho ánimo, Harry le dio la vuelta y vio brillar los rubíes a la luz del
fuego. Y luego vio el nombre grabado debajo de la empuñadura: Godric
Gryffindor:
—Sólo un verdadero miembro de
Gryffindor podría haber sacado esto del sombrero, Harry —dijo simplemente
Dumbledore.
—¡Exacto! —dijeron los
merodeadores.
—En su cara a todos los
que pensaron que Harry era el heredo de Slytherin —dijo Sirius infantilmente
mirando hacia donde estaba sentado Ernie.
McGonagall negó con la cabeza,
Sirius era incorregible.
Durante un minuto, ninguno de los dos
dijo nada. Luego Dumbledore abrió uno de los cajones del escritorio de la
profesora McGonagall y sacó de él una pluma y un tintero.
—Lo que necesitas, Harry, es comer algo
y dormir. Te sugiero que bajes al banquete, mientras escribo a Azkaban:
necesitamos que vuelva nuestro guarda (Ya era hora,
dijeron los gemelos Prewett sonriendo al futuro profesor de Cuidado de
Criaturas Mágicas). Y tengo que redactar un anuncio para El
Profeta, además —añadió pensativo—.
Necesitamos un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Vaya, parece
que no nos duran nada, ¿verdad?
—Pues si son como los
otros dos anteriores, es mejor que no duden —dijeron los merodeadores.
—Sí es cierto, el primero
un loco mortífago y el segundo un bueno para nada —secundo Frank.
—Y eso que todavía no
saben de la quinta —susurró Ron a Harry y Hermione.
—Oh, esa mujer era
terrible —suspiró la castaña.
—¿Solo terrible? Yo creo
que era peor que eso —susurró Harry.
—¿Qué sucede? —preguntó
Hermione al descubrir muchas miradas sobre ella y sus amigos.
—¿Qué sucede? —repitió
Sirius—, eso es lo que queríamos saber nosotros, ¿por qué están cuchicheando?
—preguntó.
—Así son ellos —respondió
Neville quitándole importancia.
La lectura continúo luego
de unos minutos.
Harry se levantó y se dispuso a salir.
Pero apenas tocó el pomo de la puerta, ésta se abrió tan bruscamente que pego
contra la pared y rebotó.
Lucius Malfoy estaba allí, con el
semblante furioso; y también Dobby, encogido de miedo y cubierto de vendas.
Todos miraron a Lucius
con seriedad, puesto que suponían que su visita no traería cosas buenas.
Lucius por su parte solo
ignoraba las miradas.
—¡Claro! Tenía que volver
—bufaron los Prewett.
Mientras Narcissa se
preguntaba que hacia allí Lucius, según ella no tenía nada importante que
resolver, puesto que Draco no estaba metido en problemas.
Pero a Hermione gimió con
disgusto, lo único que le preocupaba era que Dobby había sido lastimado por el
rubio.
—Buenas noches, Lucius —dijo Dumbledore
amablemente.
El señor Malfoy casi derriba a Harry al
entrar en el despacho. Dobby lo seguía detrás, pegado a su capa, con una
expresión de terror.
Hermione bufó.
—¡Vaya! —dijo Lucius Malfoy, fijos en
Dumbledore sus fríos ojos—. Ha vuelto. El consejo escolar lo ha suspendido de
sus funciones, pero aun así, usted ha considerado conveniente volver.
—Ha vuelto porque es el
mejor director —dijeron los gemelos Weasley, todos los demás asintieron estando
de acuerdo con los pelirrojos. Claro, menos Lucius y Narcissa Malfoy.
—Bueno, Lucius, verá —dijo Dumbledore,
sonriendo serenamente—, he recibido una petición de los otros once
representantes (El único que no quería que regrese
Dumbledore era ese imbécil de Malfoy, aseguró James a sus amigos, los cuales
asintieron). Aquello parecía un criadero de lechuzas, para serle
sincero. Cuando recibieron la noticia de que la hija de Arthur Weasley había
sido asesinada (Molly se puso pálida de solo pensar
que eso hubiera sido cierto. A lo que Arthur corrigió: solo raptada), me
pidieron que volviera inmediatamente. Pensaron que, a pesar de todo, yo era el
hombre más adecuado para el cargo. Además, me contaron cosas muy curiosas.
Algunos incluso decían que usted les había amenazado con echar una maldición
sobre sus familias si no accedían a destituirme.
Todos fulminaron a Lucius
con la mirada.
—Típico de las serpientes
rastreras —gruñó Sirius sin dejar de mirar a Lucius con ira.
Por su parte Draco no
dijo nada por defender a su padre.
El señor Malfoy se puso aún más pálido
de lo habitual, pero seguía con los ojos cargados de furia.
—¿Así que… ha puesto fin a los ataques?
—dijo con aire despectivo—. ¿Ha encontrado al culpable?
—Como si de verdad le
importara —espetó Lily.
—Lo hemos encontrado —contestó
Dumbledore, con una sonrisa.
—¿Y bien? —preguntó bruscamente
Malfoy—. ¿Quién es?
—El mismo que la última vez, Lucius
—dijo Dumbledore—. Pero esta vez lord Voldemort actuaba a través de otra
persona, por medio de este diario.
Remus recordó los
capítulos anteriores.
—Creo que ya sé quién fue
el que le dio el diario a Ginny —le comentó a sus amigos.
—¿De quién se trata,
Lunático? —preguntó James.
—¿Recuerdan la pelea de
Arthur con Malfoy? —preguntó. Y James y Sirius asintieron comprendiendo al
punto al que quería llegar Remus.
—Ese maldito de Malfoy
puso el diario de Ryddle en el caldero de Ginny —bufó Sirius.
—Sí —respondió Lupin con
el ceño fruncido.
—Pues espero que todos
los Weasley se vayan contra él —dijo James con ira—, y así podremos unirnos
nosotros también.
Levantó el cuaderno negro agujereado en
el centro, y miró a Malfoy atentamente. Harry, por el contrario, no apartaba
los ojos de Dobby.
El elfo hacia cosas muy raras. Miraba
fijamente a Harry, señalando el diario, y luego al señor Malfoy. A continuación
se daba puñetazos en la cabeza.
—¡TÚ! —gritó Arthur
Weasley parándose y señalando a Lucius—. ¡Fuiste tú! ¡Pusiste ese maldito
diario en el caldero de mi hija!
Los chicos Weasley veían
a su padre con sorpresa, puesto que esta era la segunda vez que lo veían tan
enojado (La primera fue cuando había discutido con Percy en el futuro).
Molly quería decir algo,
pero sus nervios la traicionaron, ya era mucho lo que había escuchado, así que
solo se limitó a sollozar.
Malditas hormonas de
embarazada, pensaba Molly.
Lucius también comprendió
que su yo del futuro había puesto el diario de Ryddle en el caldero de Ginny.
Seguramente habrá sido
una orden del lord, pensaba el rubio con seriedad.
—¡A qué esperan para
arrestarlo y llevarlo a Azkaban! —gritó Fabian.
—Debemos terminar de leer
todos los libros primero —dijo Neville.
—Y para entonces ya
sabrán la verdad de cómo sucedieron todas las cosas en verdad —dijo Draco.
Los murmullos no se
hicieron esperar.
—Calma, señores —dijo
Dumbledore—. Ya sabemos que el señor Malfoy es el culpable, pero todavía no
podemos proceder a nada, porque aún nos faltan leer los siguientes libros. Y
tal vez las cosas no son como se pintan ahora —concluyó.
Muy a su pesar todos
hicieron caso al director, guardaron silencio y Lee siguió leyendo.
—Ya veo… —dijo despacio Malfoy a
Dumbledore.
—Un plan inteligente —dijo Dumbledore
con voz desapasionada, sin dejar de mirar a Malfoy directamente a los ojos—.
Porque si Harry, aquí presente —el señor Malfoy dirigió a Harry una incisiva
mirada de soslayo—, y su amigo Ron no hubieran descubierto este cuaderno…,
Ginny Weasley habría aparecido como culpable. Nadie habría podido demostrar que
ella no había actuado libremente…
—Qué horrible se debe
sentir que unos niños de doce años arruinen tus planes, ¿no Malfoy? —preguntó
Sirius.
Lucius se dedicó a
mirarlo con asco.
—Estúpido traidor a la
sangre —murmuró.
El señor Malfoy no dijo nada. Su cara
se había vuelto de repente como de piedra.
—E imagine —prosiguió Dumbledore— lo
que podría haber ocurrido entonces… Los Weasley son una de las familias de
sangre limpia más distinguidas (¿Distinguidas?,
murmuró Lucius y sonrió burlonamente). Imagine el efecto que habría
tenido sobre Arthur Weasley y su Ley de defensa de los muggles,
si se descubriera que su propia hija había atacado y asesinado a personas de
origen muggle.
Afortunadamente apareció el diario, con los recuerdos de Ryddle borrados de él.
Quién sabe lo que podría haber pasado si no hubiera sido así.
—Eso hubiera sido una
catástrofe —dijo Molly con nerviosismo.
El señor Malfoy hizo un esfuerzo por
hablar.
—Ha sido una suerte —dijo fríamente.
Pero Dobby seguía, a su espalda,
señalando primero al diario, después a Lucius Malfoy, y luego pegándose en la
cabeza.
Los Weasley no dejaban de
ver a Lucius con ira y ganas de querer matarlo ahí mismo.
—Es un maldito hijo perra
—murmuró Sirius.
Y Harry comprendió de pronto. Hizo un
gesto a Dobby con la cabeza, y éste se retiró a un rincón, retorciéndose las
orejas para castigarse.
—¿Sabe cómo llegó ese diario a Ginny,
señor Malfoy? —le preguntó Harry.
—Escoria —gruñó Lucius
mirando a Harry.
Lucius Malfoy se volvió hacia él.
—¿Por qué iba a saber yo de dónde lo
cogió esa tonta? —preguntó.
—¡No soy ninguna tonta,
maldito desgraciado! —gritó Ginny, sacando a flote todo el carácter Weasley.
Los hermanos de la chica
sonrieron al ver la cara de Malfoy por el grito de Ginny. Ella en verdad podía
asustar con sus gritos, no cabía duda de que había heredado el carácter de
Molly.
Sirius sonrió con
nerviosismo.
—Las pelirrojas son de
cuidado —susurró Sirius a sus amigos—. Pobre Harry, la que le espera —agregó
luego.
—Porque usted se lo dio —respondió
Harry—. En Flourish y Blotts. Usted le cogió su libro de transformación y metió
el diario dentro, ¿a que sí?
—Creo que voy a matarlo
—dijo Arthur con enojo.
—No merece la pena,
Arthur —lo detuvo Molly—. Ya los aurores se encargaran de él.
Vio que el señor Malfoy abría y cerraba
las manos.
—Demuéstralo —dijo, furioso.
—Nadie puede demostrarlo —dijo
Dumbledore, y sonrió a Harry—, puesto que ha desaparecido del libro todo rastro
de Ryddle. Por otro lado, le aconsejo, Lucius, que deje de repartir viejos
recuerdos escolares de lord Voldemort. Si algún otro cayera en manos inocentes,
Arthur Weasley se asegurará de que le sea devuelto a usted…
—Yo me aseguraré de que
no le quede ni un hueso sano —prometió Arthur.
A lo que sus hijos
festejaron, sobre todo los gemelos.
Lucius Malfoy se quedó un momento
quieto, y Harry vio claramente que su mano derecha se agitaba como si quisiera
empuñar la varita. Pero en vez de hacerlo, se volvió a su elfo doméstico.
—¡Nos vamos, Dobby!
Tiró de la puerta, y cuando el elfo se
acercó corriendo, le dio una patada que lo envió fuera. Oyeron a Dobby gritar
de dolor por todo el pasillo (¿Cómo se atreve a
lastimar a un elfo?, dijo Hermione con indignación. Lucius no tomo en cuenta
ese comentario y murmuró: asquerosa sangre sucia). Harry reflexionó un
momento, y entonces tuvo una idea.
—¿Qué idea? —preguntaron
a coro muchos.
—Ahora lo sabrán
—respondió el ojiverde.
—Profesor Dumbledore —dijo deprisa—,
¿me permite que le devuelva el diario al señor Malfoy?
—¡¿Qué?! —exclamó Alastor
con sorpresa.
—Claro, Harry —dijo Dumbledore con
calma—. Pero date prisa. Recuerda el banquete.
Harry cogió el diario y salió del
despacho corriendo. Aún se oían alejándose los gritos de dolor de Dobby, que ya
había doblado la esquina del corredor. Rápidamente, preguntándose si sería
posible que su plan tuviera éxito, Harry se quitó un zapato, se sacó el
calcetín sucio y embarrado, y metió el diario dentro. Luego se puso a correr
por el oscuro corredor.
—Quiere liberar a Dobby
de Malfoy —murmuró Remus.
Lily miró a su hijo con
ternura.
Los alcanzó al pie de las escaleras.
—Señor Malfoy —dijo jadeando y
patinando al detenerse—, tengo algo para usted.
Y le puso a Lucius Malfoy en la mano el
calcetín maloliente.
—¿Qué diablos…?
Nadie pudo evitar reír al
escuchar esa última parte, mientras Lucius miraba a todos con furia.
—Todos son unas malditas
escorias —gruñó, pero nadie lo escucho por las risas.
Cuando se hubieron calmado
la lectura prosiguió.
El señor Malfoy extrajo el diario del
calcetín, tiró éste al suelo y luego pasó la vista, furioso, del diario a
Harry.
—Harry Potter, vas a terminar como tus
padres uno de estos días (A James y Lily no les
gustó nada ese comentario, pero por el momento no le harían nada a Malfoy, ya
luego se las cobrarían) —dijo bajando la voz—. También ellos eran unos
idiotas entrometidos (¡No lo son!, rugieron Sirius
y Remus). —Y se volvió para irse—. Ven, Dobby. ¡He dicho que vengas!
Pero Dobby no se movió. Sostenía el
calcetín sucio y embarrado de Harry, contemplándolo como si fuera un tesoro de
valor incalculable.
—¡Oh, Dobby ya es libre!
—dijo Alice con alegría.
—Mi amo le ha dado a Dobby un calcetín
—dijo el elfo asombrado—. Mi amo se lo ha dado a Dobby.
—¿Qué? —escupió el señor Malfoy—. ¿Qué
has dicho?
—Dobby tiene un calcetín —dijo Dobby
aún sin poder creérselo—. Mi amo lo tiró, y Dobby lo cogió, y ahora Dobby…
Dobby es libre.
—Estúpido Potter, en
verdad es tan molesto como los idiotas de sus padres —susurró Lucius.
Lucius Malfoy se quedó de piedra,
mirando al elfo. Luego embistió a Harry.
—¡Por tu culpa he perdido a mi criado,
mocoso!
Pero Dobby gritó:
—¡Usted no hará daño a Harry Potter!
Se oyó un fuerte golpe, y el señor
Malfoy cayó de espaldas. Bajó las escaleras de tres en tres y aterrizó hecho
una masa de arrugas. Se levantó, lívido, y sacó la varita, pero Dobby le
levantó un dedo amenazador.
Los aplausos y silbidos
de alegría no se hicieron esperar, pero los merodeadores, los gemelos Weasley y
los gemelos Prewett eran los que hacían más alboroto.
—¡Dobby es increíble! —se
escuchaba por toda la sala.
Cuando llegue el momento
de tener a ese elfo en mis manos, me encargare de encerrarlo, se decía Lucius.
Y nuevamente cuando todo
el alboroto paso, Lee Jordan continuo leyendo.
—Usted se va a ir ahora —dijo con
fiereza, señalando al señor Malfoy—. Usted no tocará a Harry Potter. Váyase
ahora mismo.
Lucius Malfoy no tuvo elección.
Dirigiéndoles una última mirada de odio, se cubrió por completo con la capa y
salió apresuradamente.
—¡Harry Potter ha liberado a Dobby!
—chilló el elfo, mirando a Harry. La luz de la luna se reflejaba, a través de
una ventana cercana, en sus ojos esféricos—. ¡Harry Potter ha liberado a Dobby!
Hermione tenía los ojos
brillantes al recordar a Dobby. Se lamentaba no haber podido hacer nada por
ayudarlo.
Harry por su parte
también se sentía mal por no haber podido ayudarlo.
—Es lo menos que podía hacer, Dobby
—dijo Harry, sonriendo—. Pero prométame que no volverá a intentar salvarme la
vida.
—Yo también le hubiera
pedido lo mismo, digo con la forma tan peculiar de querer salvar la vida de
alguien —comentó Ted.
Una sonrisa amplia, con todos los
dientes a la vista, cruzó la fea cara cetrina del elfo.
—Sólo tengo una pregunta, Dobby —dijo
Harry, mientras Dobby se ponía el calcetín de Harry con manos temblorosas—.
Usted me dijo que esto no tenía nada que ver con El-que-no-debe-ser-nombrado,
¿recuerda? Bueno…
—Era una pista, señor —dijo Dobby, con
los ojos muy abiertos, como si resultara obvio—. Dobby le daba una pista. Antes
de que cambiara de nombre, el Señor Tenebroso podía ser nombrado
tranquilamente, ¿se da cuenta?
—Eso fue impresionante
—dijo Hermione.
—Aunque no fue una clave
muy sencilla —reconoció Moody.
—Bien —dijo Harry con voz débil—. Será
mejor que me vaya. Hay un banquete, y mi amiga Hermione ya estará recobrada…
Con todo eso de que
Lucius Malfoy era el que había puesto el diario en el caldero de Ginny, la
gente se había olvidado de los petrificados, así que pusieron más atención a la
lectura.
Dobby le echó los brazos a Harry en la
cintura y lo abrazó con fuerza.
—¡Harry Potter es mucho más grande de
lo que Dobby suponía! —sollozó—. ¡Adiós, Harry Potter!
Y dando un sonoro chasquido, Dobby
desapareció.
—¿Y dónde se encuentra
Dobby ahora? —preguntó James.
—Sí, ¿por qué no vino con
ustedes? —preguntó Sirius.
—Él no pudo venir —fue la
simple respuesta de Harry.
Por su parte Remus se dio
cuenta de que Hermione ponía cara de tristeza cuando preguntaron por Dobby,
cosa que lo llevo a pensar que el elfo podría estar en problemas o quizás hasta
algo peor.
Harry había estado presente en varios
banquetes de Hogwarts, pero en ninguno como aquél. Todos iban en pijama, y la
celebración duró toda la noche. Harry no sabía si lo mejor había sido cuando
Hermione corrió hacia él gritando: «¡Lo has conseguido! ¡Lo has conseguido!» (Y nadie entendía a que se refería, pero ahora sí,
comentó Hannah); o cuando Justin se levantó de la mesa de Hufflepuff y
se le acercó veloz para estrecharle la mano y disculparse infinitamente por
haber sospechado de él (El chico se sonrojó al
sentir muchas miradas sobre él); o cuando Hagrid llegó, a las tres y
media, y dio a Harry y a Ron unas palmadas tan fuertes en los hombros que los
tiró contra el postre (Lo lamento, se disculpó el
simi-gigante); o cuando dieron a Gryffindor los cuatrocientos puntos
ganados por él y Ron, con lo que se aseguraron la copa de las casas por segundo
año consecutivo (Esa es la mejor parte, comento
Fabian a su hermano); o cuando la profesora McGonagall se levantó para
anunciar que el colegio, como obsequio a los alumnos, había decidido prescindir
de los exámenes (¡Sí! ¡Ese si que es un buen
obsequio!, gritó Sirius y luego agregó mirando a la profesora, ¿Profesora, por
qué no nos obsequia lo mismo? Pero se calló cuando noto la mirada de seriedad
de McGonagall) («¡Oh, no!», exclamó Hermione) (¿Es
en serio, castaña?, Sirius la miraba con si fuera un extraterrestre. A lo que
Remus dijo: No la molestes, Canuto); o cuando Dumbledore anunció que,
por desgracia, el profesor Lockhart no podría volver el curso siguiente, debido
a que tenía que ingresar en un sanatorio para recuperar la memoria. Algunos de
los profesores se unieron al grito de júbilo con el que los alumnos recibieron
estas noticias.
—Ni siquiera los
profesores pudieron ocultar la alegría de no tener que soportar a Lockhart
—comentó Remus.
Hermione sonrió. Le hacía
gracias conocer al Remus adolescente, tenía unas ocurrencias.
—¡Qué pena! —dijo Ron, cogiendo una
rosquilla rellena de mermelada—. Estaba empezando a caerme bien.
Nadie pudo evitar reír,
hasta McGonagall sonrió un poco.
El resto del último trimestre
transcurrió bajo un sol radiante y abrasador. Hogwarts había vuelto a la
normalidad, con sólo unas pequeñas diferencias: las clases de Defensa Contra
las Artes Oscuras se habían suspendido («pero hemos hecho muchas prácticas»,
dijo Ron a una contrariada Hermione) y Lucius Malfoy había sido expulsado del
consejo escolar (Esa parte no le gustó nada a
Lucius y internamente maldecía a todos). Draco ya no se pavoneaba por el
colegio como si fuera el dueño. Por el contrario, parecía resentido y
enfurruñado. Y Ginny Weasley volvía a ser completamente feliz.
—¡Gracias a Merlín! —dijo
Molly.
Aunque no del todo, me
quedé con cierto temor, pensaba Ginny.
Muy pronto llegó el momento de volver a
casa en el expreso de Hogwarts. Harry, Ron, Hermione, Fred, George y Ginny
tuvieron todo un compartimento para ellos.
Aprovecharon al máximo las últimas
horas en que les estaba permitido hacer magia antes de que comenzaran las
vacaciones. Jugaron al snap explosivo,
encendieron las últimas bengalas del doctor Filibuster de George y Fred, y
jugaron a desarmarse unos a otros mediante la magia. Harry estaba adquiriendo
en esto gran habilidad.
James y Lily se sentían
orgullosos de su futuro hijo.
Será un buen auror,
pensaba Alastor.
Estaban llegando a Kings Cross cuando
Harry recordó algo.
—Ginny…, ¿qué es lo que le viste hacer
a Percy, que no quería que se lo dijeras a nadie?
¡Oh, no! Otra vez tienen
que mencionarlo, pensaba Percy con pesar.
—Creí que no se los
dirías —dijo Percy a su hermana.
—No era para tanto —se
justificó la pelirroja.
—Sí, claro —bufó.
—¡Ah, eso! —dijo Ginny con una risita—.
Bueno, es que Percy tiene novia.
—Lo cual nos sorprendió
demasiado —dijeron los gemelos Weasley.
—Aun me preguntó que
abras hecho Percy para que Penélope te haga caso —dijo George.
—¿Acaso le diste una
poción de amor? —preguntó Fred fingiendo inocencia.
Percy se puso rojo, pero
no exactamente de vergüenza sino de ira.
—¡Ya cierren la boca!
—gritó el tercer hijo de los Weasley.
Lo que causo la risa de
sus hermanos.
Percy resopló con
resignación.
A Fred se le cayeron los libros que
llevaba en el brazo.
—¿Qué?
—No deberían sorprenderse
tanto —bufó Percy.
—Es esa prefecta de Ravenclaw, Penélope
Clearwater —dijo Ginny—. Es a ella a quien estuvo escribiendo todo el verano
pasado. Se han estado viendo en secreto por todo el colegio. Un día los
descubrí besándose en un aula vacía (No lo puedo
creer de ti, Percy, dijo Charlie con una sonrisita burlesca). Le afectó
mucho cuando ella fue…, ya sabéis…, atacada. No os reiréis de él, ¿verdad?
—añadió.
—Ni se me pasaría por la cabeza —dijo
Fred, que ponía una cara como si faltase muy poco para su cumpleaños.
—Por supuesto que no —corroboró George
con una risita.
—Fue el peor verano
—comentó Percy.
El expreso de Hogwarts aminoró la
marcha y al final se detuvo.
Harry sacó la pluma y un trozo de
pergamino y se volvió a Ron y Hermione.
—Esto es lo que se llama un número de
teléfono —dijo Harry, escribiéndolo dos veces y partiendo el pergamino en dos
para darles un número a cada uno—. Tu padre ya sabe cómo se usa el teléfono,
porque el verano pasado se lo expliqué. Llamadme a casa de los Dursley, ¿vale?
No podría aguantar otros dos meses sin hablar con nadie más que con Dudley…
—Es comprensible —dijo
Remus.
Hermione no pudo evitar
reír mirando a Ron, al cual se le pusieron rojas las orejas.
Harry también rió
contagiado por las risas de su mejor amiga.
—¿Qué es tan gracioso?
—preguntó Sirius.
—Lo descubrirán en el
siguiente libro —respondieron Harry y Hermione a coro.
—Pero tus tíos estarán muy orgullosos
de ti, ¿no? —dijo Hermione cuando salían del tren y se metían entre la multitud
que iba en tropel hacia la barrera encantada—. ¿Y cuándo se enteren de lo que
has hecho este curso?
—¿Orgullosos? —dijo Harry—. ¿Estás
loca? ¿Con todas las oportunidades que tuve de morir, y no lo logré? Estarán
furiosos…
—Oh, Petunia —suspiró
Lily negando con la cabeza.
Y juntos atravesaron la verja hacia el
mundo muggle.
—Fin del segundo libro —anunció Lee
cerrando el libro.
—Genial, entonces empecemos con el
tercer libro —dijo un animado Sirius.
Harry miró a su padrino, el tercer
libro no lo favorecería mucho a él, además Harry temía que su padrino se
deprima al descubrir la traición de Peter.
—Me temo que eso no será posible,
señor Black —dijo Dumbledore.
Sirius hizo un mohín.
—¿Por qué? —preguntó James—. Si
todavía queda tiempo para leer el primer capítulo.
—Empezaremos a leer mañana el
siguiente libro, señor Potter, no hay apuro, recuerde que he parado el tiempo.
Además podrían relajarse en el tiempo libre que tengan. Ahora cenaremos y luego
descansaremos un poco, para mañana levantarnos temprano y continuar con el
tercer libro.
Todos asintieron, aunque algunos a
regañadientes.
Kreacher hizo aparecer la comida en
las mesas. Y mientras todos comían y a la vez platicaban sobre el final del
segundo libro, pero Remus miraba con concentración la mano izquierda de
Hermione entre confundido y sorprendido.
Ese anillo, se decía Remus, es
idéntico al de mi madre. ¿Pero por qué lo tendrá Hermione?
Hermione movió su mano y Remus ya no
pudo seguir viendo el anillo.
No, tal vez es uno muy parecido,
trataba de convencerse.
Cuando la ceno hubo terminado y ya
que era muy temprano para dormir, algunos se iban a conversar en privado en sus
habitaciones, como por ejemplo Harry se fue a platicar con sus padres, él
quería aprovechar todo el tiempo posible con ellos, Molly tomo a su hija del
brazo, quería darle su apoyo —aunque sea tarde— luego de lo que vivió, Arthur y
los demás chicos Weasley también siguieron a sus padres, claro, menos Billy y
Ron, el primero porque él y Fleur querían estar un momento solos, y el segundo
porque se había quedado platicando con su novia, los esposos Malfoy se
retiraron a su habitación, mientras que Draco y Astoria desaparecieron apenas
termino la cena, Snape también se fue a su habitación cuando termino de cenar,
Neville se fue a platicar con sus padres e invitó a Hannah para que los
acompañe y aunque ella se negó al comienzo, al final termino aceptando.
Y así uno a uno se fueron retirando a
sus habitaciones, los únicos que quedaban todavía en la mesa fueron Sirius,
Remus y Hermione con su gato.
—Bueno, Lunático espérame aquí,
quiero enseñarte algo —dijo Sirius y se encamino con toda la rapidez hacia su
habitación sin darle tiempo a Remus de contestar.
Pero Sirius había hecho todo esto
solo para vigilar a su amigo y a Hermione, quería ver como se comportaban
estando a solas.
—¿Y a este que le pasa? —murmuró Remus.
Hermione lo miró y le sonrió.
—Sirius siempre ha sido así,
impulsivo y un poco loco —respondió Hermione.
—Sí, tienes razón —concedió Remus.
Ambos se miraron fijamente, Hermione
quería acercarse a él y abrazarlo, besarlo, pero no debía, sabía que debía hacerlo,
sino que explicaciones le daría después por su manera de actuar.
—Buenas noches, Remus —le dijo
amorosamente, se acercó a él y beso su mejilla.
El corazón de Remus se aceleró y sus
mejillas tomaron un color rosa.
—Buenas noches, Hermione —dijo Remus
luego de unos minutos de silencio.
Hermione pasó por su lado, y esta vez
Remus si vio bien el anillo que Hermione llevaba en su dedo anular.
Así que Remus Lupin tomo la mano
izquierda de Hermione y miró el anillo de compromiso y luego a ella. Al
comienzo ese anillo se le hacía familiar, pero ahora viéndolo bien lo reconoció
como el anillo de su madre.
—¿Cómo llego este anillo a ti? O la
pregunta correcta seria, ¿Quién te lo dio? —preguntó entre confuso e
impresionado.
Todo el sonrojo había desaparecido del
rostro de Remus.
—Eh…, me lo dio mi esposo —contestó
la castaña nerviosamente.
Lupin la miró fijamente, sin
parpadear.
Mientras tanto Sirius miraba la
escena muy concentrado en una esquina.
—¿Cómo dijiste? —preguntó Remus.
—Que me lo dio mi esposo —repitió Hermione.
—Pero ese anillo le pertenecía a mi
madre —debatió Remus, estaba seguro de lo que decía, ese anillo de plata con un
rubí al centro y dos pequeños diamantes lo reconocería en cualquier parte.
—Bueno… —tartamudeó Hermione, sin
mirar a los ojos a Lupin.
—¿Cómo? ¿Te lo dio tu esposo?
—repitió Lupin—. Ese anillo le pertenece a mi madre, mi padre se lo dio como
anillo de compromiso.
Hermione se quedó muda, no sabía que
responder.
—Sí, tú le vendiste ese anillo al
esposo de Hermione —dijo una voz detrás de ellos.
Hermione, Remus y Sirius voltearon a
mirar. Ahí parado estaba un pelirrojo de ojos azules y pecas. Sin lugar a dudas
era el hijo menor de Molly y Arthur Weasley. Ron.
El pelirrojo se acercó a ellos, y
Hermione le dedico una mirada de agradecimiento.
—¿Yo hice eso? —preguntó Lupin con
sorpresa.
Hermione solo asintió, puesto que no
podía hablar.
—Así es —respondió Ron—, Harry y yo
acompañamos a Rem… Renzo —Ron sonrió ligeramente al decir otro nombre tan
rápidamente—, a comprarte el anillo.
Hermione soltó un suspiro. Y Remus
asintió, parecía que la explicación le había convencido.
Quizás esa explicación había
convencido a Remus —por el momento— pero a Sirius, no le parecía muy convincente.
Porque noto a Hermione muy nerviosa cuando su amigo le pregunto por ese anillo,
y luego cuando apareció Ron, dando una respuesta, Sirius la vio suspirar.
¿Qué rayos está pasando entre ellos?,
se preguntó Sirius. A menos que me haya equivocado y Lunático y la castaña no
sean padre e hija. ¿Pero entonces que parentesco podrían tener?
Eso tendré que averiguarlo, se prometió.
Anillo de Compromiso de Hermione (Antes de la madre de Remus) |
Oo o gracias por actualizar, me encantó el capítulo fue muy bueno, me hubiera gustado que Arthur le pegará a lucius jiji, me encantó la parte de Hermione con remus, por un momento creí que diría la verdad, ahora va a comenzar mi libro favorito jiji, quiero que comience luego, gracias nuevamente, nos leemos pronto.
ResponderEliminarHola! Me encanto este capitulo, y valla final que le diste...Apuesto que Sirius lo descubrirá muy pronto, o alguien mas, quien sabe...(Tu lo sabes xD) Bueno ahora viene lo mejor...Ah por cierto, quería agradecerte por actualizar pronto y HOY, pues tuve un mal día y me lo haz mejorado. Gracias. x'3 Y bueno nos vemos en el siguiente capitulo...
ResponderEliminarBesos c:
¡¡omg!! me encanto el final, sobre todo la parte de Remus y Hermione, en verdad estuvo cerca... espero que puedas actualizar pronto, me muero de ganas de leer el tercer libro
ResponderEliminarsaludos y besos
Gracias por actualizar tan rapido estaria bien que sirius averiguarq la verdad sobre herms y remus haber que dira jajauaja ya quiero leer el tercer libro
ResponderEliminarHola, perdona que no pude comentar antes... culpa de los muchos examenes! Jajajajaja =)
ResponderEliminarEn cuanto al capítulo... estuvo buenísimo! Ese final... que cerca jajajaja
Remus casi, casi que descubre a Hermione.
También me quedé con las ganas de que los Weasley le dieran su merecido a Lucius pero supongo que fue mejor así =)
Un beso, AuLingWood.
hola¡¡ Woow pero que final le diste, ya quiero que Remus se entere de todo, supongo que Sirius lo averiguara o puede que James ya que el sospecha algo aaah se pone mas emocionante y ya empieza mi libro favorito, porfa sigue, nos vemos en el próximo capitulo¡¡ saludos¡¡¡ :D
ResponderEliminar¡Hola! Admiro tu trabajo y adoro tu historia, Hermione estuvo en aprietos casi casi, espero que Sirius averigue todo jaja se viene el prisionero de azkaban (mi libro favorito) ya sabran la verdad sobre la rata y que es el mapa del merodeador, actualiza prontoo, saludos, excelente historia!
ResponderEliminarOjala puedas actualizar pronto, me gusto mucho, además ahora viene mi libro favorito, seria genial que sirius dos e diera cuenta de la verdad y como es primero lo hablaría con James, quien ya sospecha y luego harían lo posible por saber la verdad, me gustaría saber como se va a saber de la relación que tienen en los libros, e insisto en que debería estar viktor en el pasado para queremos se pusiera más celoso sobre todo cuando lean el cuarto libro jiji, bueno eso, espero que puedas actualizar pronto, nos leemos luego, un beso denisse
ResponderEliminarPorfa actualiza, ya quiero que partas el tercer libro, espero que estés bien y que no estés con problemas y que te este llendo bien en tus estudios
ResponderEliminarPorfis actualiza, me siento como un drogadicto, quiero mas, porfa no vayas a dejar la historia.
ResponderEliminarActualiza pronto porfavor estot enganchada a tu historia
ResponderEliminarDisculpa el haber abandonado tus maravillosas historias; a partir de ahora no será así, y espero que nos leamos pronto; por favor, actualiza.
ResponderEliminarEspero que la situación en la que estés no sea demasiado estresante, agobiante o alguna otra emoción. En pocas palabras que estés bien y espero que continues, porque de verdad me he quedado enganchada con esta historia; nos leemos pronto, hasta luego. Cuídate y buenas noches:3
Hola soy nueva lectora,me quede atrapada en la historia,estuve leyendo todo el dia,amo como escribes,te imploro que la continues jajaj espero que ye vaya bien en los estudios te mando besooos y hasta la prox que nos leamos!
ResponderEliminarDisculpa por la demora y muchas gracias por todos sus comentarios, mis queridas lectoras, sus comentarios me alientan a seguir escribiendo, pero antes que nada quiero dar la bienvenida a "Mayra Degea", me agrada que te hayan gusto los anteriores capítulos, dentro de dos días actualizare
ResponderEliminarbesos a todas ♥
NOO! Yo pense que por fin se descubriria.
ResponderEliminarAunque creo que Sirius y James, estan por descubrirlo.