En
1998 – Época Actual
Ginny y
Hermione se encontraban en la torre de los premios anuales. La pelirroja le
hacía compañía a su amiga. Cuando de pronto Ginny se dio cuenta de que la
castaña se sentía mal.
—¡Hermione!
¡Hermione! ¿Estás bien? —preguntó la pelirroja a su amiga.
La castaña
dejo ver una mueca de dolor en su rostro.
—No —dijo
entre dientes, el dolor que sentía era muy fuerte—, me duele mucho —siguió
hablando de la misma manera.
—Vamos a la
enfermería para que la señora Pomfrey te revise —dijo Ginny parándose de la
sala en común que compartían los premios anuales (en este caso Hermione
compartía torre con Draco Malfoy).
—Sí, está
bien —aceptó Hermione.
Ginny se
levantó del sofá donde estaba sentada, y le ofreció su mano a Hermione para
ayudarla a levantarse, esta lo tomo y con sumo cuidado se incorporó.
—¡Oh,
Hermione! —exclamó Ginny.
—¿Qué pasa?
—preguntó la castaña.
—Estás
sangrando —contestó la pelirroja.
—¿Qué?
—preguntó alarmada, miró hacia el sofá donde estaba sentada y se dio cuenta de
la gran mancha de sangre. La chica no se había dado cuenta de ese detalle—.
¡Oh, Merlín! No quiero que nada malo suceda —susurró a la vez que hacia suaves
masajes a su abultado vientre.
—Y nada malo
sucederá —Ginny trato de calmar a su amiga—. Y lo mejor será que te quedes acá,
mientras yo voy por la señora Pomfrey.
Hermione
asintió. Y Ginny salió lo más rápidamente de la sala.
Las lágrimas
resbalaban por las mejillas de Hermione, no solo lloraba por el dolor, si no
por el miedo de perder al único recuerdo de Remus, a la única prueba del gran
amor que se tenían.
—No dejaré
que nada te pase, bebé —susurraba Hermione, mientras más lágrimas rodaban por
sus mejillas—. ¡No a ti! ¡No a ti! —repitió.
Unos diez
minutos después Ginny —muy agitada de tanto correr— llego a la sala, acompañada
de la señora Pomfrey, McGonagall, Harry y Ron.
—¡Hermione!
—gritaron Harry y Ron al ver a su amiga muy pálida.
La señora Pomfrey
pasó su varita por el cuerpo de la castaña, verificando su estado de salud, e
hizo un gesto negativo.
—¿Qué sucede?
—preguntó una nerviosa Hermione, acariciando su vientre.
—¿Qué le pasa
a Hermione? —preguntó Harry.
—¿Es grave?
—preguntó Ron, seguido de Harry.
—¿Le pasa
algo al bebé? —ahora preguntó la pelirroja.
La señora
Pomfrey frunció el ceño por tantas preguntas juntas. Mientras que McGonagall
esperaba paciente la respuesta de la enfermera.
—Será mejor
trasladarla a San Mungo —fue la seria respuesta de la enfermera.
—¿Es muy
grave? —preguntó la directora.
—Pues no es
señal de bienestar que una mujer embarazada sangré —respondió la enfermera.
Hermione se
quedó muda, estaba aterrada con la idea de perder a su hijo.
—Bien,
entonces debemos apurarnos a llevarla —dijo McGonagall.
—Nosotros
también iremos con ella —se escuchó tres voces, una femenina y dos masculinas.
—Sera mejor
que se queden —ordenó la directora.
—No puede decirnos
que nos quedemos mientras nuestra amiga, está mal —alegó Harry.
McGonagall
miró a los tres chicos, que no parecían aceptar un no por respuesta. La
directora suspiró, para luego asentir.
—Está bien,
pueden ir.
—Hay que
darnos prisa, Minerva —dijo Pomfrey llamando la atención de los demás.
Media hora
después Hermione ya se encontraba en San Mungo. Estaba siendo a tendida por un
sanador. Mientras que en la sala de espera una nerviosa Ginny se retorcía los
dedos impaciente.
—Se están
demorando mucho —comentó la pelirroja.
—Sí, creo que
ya ha pasado como dos horas —dijo Ron.
—Solo ha
pasado como diez minutos —dijo Harry mirando su reloj.
—Crees que
Hermione pierda al b… —Ron fue cortado por Ginny.
—No te
atrevas a decir eso, Ronald. Eso no pasara —dijo en un tono serio—. Hermione no
lo soportaría —agregó en un tono bajo.
Un poco más
alejados de los tres chicos que hablaban, se encontraba la directora McGonagall
y la señora Pomfrey.
—Estoy muy
preocupada por Hermione —dijo la directora—. Me pregunto qué fue lo que le
causo el sangrado.
—Puede haber
sido que ha estado haciendo mucho trajín o hasta la misma tristeza con la que
lleva viviendo desde hace meses —dijo Pomfrey.
—La muerte de
Remus le dolió y le duele mucho aun. Y a pesar de haberse alegrado mucho cuando
se enteró de que estaba embarazada, eso no le devolvió sus ánimos de antes.
Ella todavía está muy afectada, y es lógico para toda mujer en la misma
situación que Hermione, desea la compañía de su esposo, ella hubiera querido
que Remus esté a su lado en todo el periodo del embarazo, pero lamentablemente
eso no es posible —comentó la directora.
—Sí, pobre
muchacha, tan joven y viuda —dijo Pomfrey.
—Y ahora
esperemos que no sea nada grave lo del sangrado —susurró McGonagall.
Dos horas
después el sanador salió de la habitación donde se encontraba Hermione.
Ron fue el
primero en acercarse al sanador.
—¿Cómo esta
Hermione? ¿Perdió al niño? —preguntó el pelirrojo, haciendo que el sanador se
sorprendiera.
—Señor
Weasley —lo regañó McGonagall—. Contrólese.
Ron se
sonrojó. Pero aun esperaba las respuestas del sanador.
El sanador
suspiró, y procedió a dar su diagnóstico.
—La señora
Lupin en estos momentos se encuentra estable. Pero eso no quiere decir que no
haya sido grave lo de la hemorragia.
—¿Pudieron
controlar la hemorragia y sobre todo saber porque sucedió? —ahora el que
preguntó fue Harry.
—Con la
poción que le di, la hemorragia está controlada, y los motivos de que sangrara son
principalmente que hubo una localización anormal de la placenta, pero no se
preocupen —agregó al ver las caras de los tres chicos de las dos mujeres
mayores—, las causas ahora son desconocidas, pero no representan ninguna
amenaza a la madre ni al bebé.
Ginny suspiro
de alivio.
Y tanto Harry
como Ron sonrieron más tranquilos, puesto que esas dos horas se le hicieron
eternas.
—Entonces eso
quiere decir que Hermione se podrá regresar a Hogwarts —preguntó la directora.
—No, lo
siento —dijo el sanador.
—¿Por qué no?
—preguntó Harry, nuevamente preocupado por su mejor amiga.
—Lo mejor
será que pase unos días aquí, para asegurarnos de que no vuelva la hemorragia.
Además también me he dado cuenta de que tiene sus defensas muy bajas.
—¿Cree que no
se alimenta bien? —preguntó Pomfrey.
—Me refiero a
que por su estado de depresión, sus defensas se están bajando —aclaró el
sanador—. Deben encontrar la manera de levantarle los ánimos, no sé, hacer que
se sienta tranquila.
McGonagall
frunció ligeramente el ceño.
—Bien eso es
todo lo que quería informales, ahora me retiro a ver a otros pacientes.
—Espere —dijo
Ron, el sanador se detuvo y lo miró—, ¿podemos pasar a verla? —preguntó.
El sanador lo
pensó por unos segundos, para luego asentir.
—Está bien,
pero no pueden quedarse mucho tiempo, ni hagan ruido, la señora debe descansar.
Aunque en estos momentos ella debe estar dormida por la poción que le di —luego
de eso el sanador se fue por otro pasillo.
—Minerva, ya
me regreso a Hogwarts —dijo Pomfrey.
—De acuerdo.
Y por favor podrías enviarle una carta a Molly Weasley contándole todo lo que
paso con Hermione —la enfermera asintió, para luego caminar hacia la salida de
San Mungo.
Un pelinegro
y dos pelirrojas caminaban hacia la habitación de la castaña, pero fueron
detenidos por la directora.
—Un momento
—dijo la mujer al escuchar la pequeña discusión entre Harry y Ron sobre quien
se quedaría a acompañar a Hermione—, ninguno de los dos se quedará.
Los chicos la
miraron fijamente.
—¿Por qué no,
profesora? —preguntó Ginny.
—Porque no
serviría de nada que se queden si Hermione estará dormida, además de que ya es
muy tarde y deben regresar al castillo. Mañana se deben de levantar temprano
para sus clases.
—Pero
profesora… —empezó Harry.
—No hay pero
que valga, Harry —dijo McGonagall—. Y mañana después de sus primeras clases,
los espero en mi despacho para hablar muy seriamente con ustedes tres, ah, y
también deben venir con la señorita Lovegood —los chicos asintieron—. Vamos,
vayan a ver a Hermione y luego regresan para ir al castillo.
Harry, Ron y
Ginny ingresaron a la habitación de Hermione. Mientras que en la sala de espera
una mujer pelirroja aparecía, pero ella no venía sola, ella venía con su
esposo.
—McGonagall
—saludaron ambos esposos.
La directora
asintió con la cabeza.
—Molly,
Arthur —saludó.
—Vinimos
apenas terminamos de leer el pergamino que nos enviaron. Estamos muy
preocupados por Hermione, ¿Qué fue exactamente lo que le ocurrió? ¿Es grave?
—preguntó Molly.
—Hermione ya
está fuera de peligro, pero se tiene que quedar unos días aquí para estarla
checando de que no vuelva la hemorragia —contestó Minerva.
—¿Y el niño?
—preguntó Arthur.
—Gracias a
Merlín el niño y Hermione están bien.
—Qué bueno
—dijo Molly.
Luego Minerva
le contó todo lo ocurrido horas antes a los esposos Weasley.
—… y Harry y
Ron se querían quedar, pero yo les dije no podían porque mañana tienen clases y
porque tienen que hacer un viaje —terminó McGonagall.
—Es mismo
viaje que nuestros demás hijos han ido —preguntó Arthur.
—Así es,
Arthur —contestó la directora.
—¿Pero a
dónde van? Hasta ahora no hemos sabido a donde los envían —Molly hablaba con un
tono de preocupación.
—No se
preocupen —los calmó—, no es nada malo, es más podría ser bueno, si es que
lograran cambiarlo todo —dijo McGonagall.
—¿Qué es lo
que tienen que cambiar? —preguntó la mujer pelirroja.
—Ya se
enteraran —esa fue la respuesta de McGongall. Respuesta que no complacía nada a
Molly.
Luego una
media hora los chicos salieron de la habitación de la castaña.
—¿Mamá, papá?
—dijeron sorprendidos Ron y Ginny.
Harry solo
miraba a la pareja de pelirrojos.
—Buenas
noches, señora y señor Weasley —saludó el pelinegro luego de unos minutos.
—Harry,
querido —dijo Molly—, estamos acá por Hermione, nos enteramos de que se había
puesto mal.
—¿Te quedaras
a cuidarla, mamá? —preguntó Ginny.
—Claro que
sí, Ginny —contestó su madre.
—Eso nos deja
más tranquilos —dijo Ron señalando a su hermana y su mejor amigo, los cuales
asintieron.
—Bien, ya es
hora de regresar a Hogwarts —dijo McGonagall—, recuerden que mañana tienen
clases y después tienen que hacer otras cosas.
¿Qué otras
cosas?, se preguntaban los chicos, pero no objetaron nada, porque en verdad
sentían el cansancio.
Los chicos y
McGonagall se despidieron de Molly y Arthur, para luego regresar al castillo.
—No se
olviden de lo que les dije, después de su primera clase los quiero en mi
despacho, y la señorita Lovegood debe venir con ustedes —les recordó, luego se
fue hacia su despacho.
Los tres
Gryffindor hicieron lo mismo, ellos se fueron hacia su sala común.
*****
Al siguiente
día como les dijo la profesora McGonagall, Harry, Ron, Ginny acompañados por
Luna tocaron la puerta del despacho de la nueva directora.
—Pase —se
escuchó la voz de la ex profesora de Transformaciones.
Los cuatro
chicos pasaron al despacho.
—Ya estamos
aquí, como nos lo pidió ayer, profesora —dijo Harry.
—Y Luna
también viene con nosotros como nos pidió ayer —dijo Ron mostrando su mano
entrelazada con la rubia. Su novia desde hace unos dos meses.
La directora
asintió.
—Bien, les
dije que vinieran porque ya llego el momento de que ustedes cuatro también
viajen…
—¿También?
—preguntó Harry interrumpiendo a la directora.
—Sí, señor
Potter también, puesto que los señores Weasley, sus hermanos —dijo a Ron y
Ginny—, ya viajaron hace un par de días. Al igual que los señores Longbottom,
Malfoy y la señorita Parkinson —comentó.
—¿Pero a
donde es el viaje? —preguntó Ron.
—¿Cómo que
adónde, Ron? No te acuerdas que a profesora nos informó hace unas semanas que
haríamos un viaje al pasado —le recordó Ginny, a lo cual Ron solo asintió
lentamente y Luna sonreía soñadoramente.
—Ah, con
razón los nargles me dijeron que hoy día sería un día especial. Ahora lo
entiendo —comentó Luna.
Los tres
chicos pusieron cara de confusión. Pero la directora decidió ignorar este
comentario y siguió hablando sobre el viaje.
—Su hermana
tiene razón, señor Weasley. Y llego el momento de que ustedes viajen al pasado,
para que de esta manera puedan cambiar las cosas desagradables del pasado.
—¿A qué año
exactamente vamos a viajar, profesora? —preguntó el pelinegro.
—Ustedes
mismos ya lo descubrirán —contestó la directora misteriosamente—. Ahora que ya
saben lo del viaje. Vamos —dijo levantándose de su silla.
—Pero
profesora, no podemos viajar ahora —dijo Ginny—, Hermione no se encuentra bien
y podría necesitarnos.
—Claro
profesora, no podemos dejarla ahora —apoyó Harry.
McGongall
sonrió ligeramente, le agradaba que ellos fueran muy unidos.
—No se
preocupe por eso, yo personalmente me haré cargo de Hermione, y Molly tampoco
la dejara sola, así que su amiga estará muy bien cuidada.
—Y si mejor
esperamos a que Hermione se recupere para viajar los cinco —propuso Ron.
—De ninguna
manera, señor Weasley. Ustedes deben viajar ahora —la directora no aceptó la
propuesta de Ron, puesto ya estaba decidido que Hermione viajara después. Y
ahora con el problema que había tenido tal vez llegaría un par de semanas
después.
No habiendo
más objeción por parte de los chicos, McGonagall los condujo hasta el séptimo
piso. Donde apareció la Sala de los Menesteres.
Harry, Ron,
Ginny y Luna se sorprendieron al ver de nuevo esta sala, sobre todo los más
sorprendido eran Harry y Ron, puesto que ellos habían estado presente cuando la
sala se había quemado.
—¿Cómo es
posible qué la Sala de los Menesteres aparezca nuevamente? Yo creí que se había
destruido —dijo Harry.
—Y se
destruyó. Pero la volvimos a reconstruir, nos costó mucho, pero al final lo
logramos —contestó la directora.
—¿Pero cómo?
—preguntó un muy asombrado Ron.
—Con magia
—fue la única respuesta de McGonagall.
Caminó hacia
la puerta y la abrió, dejo pasar primero a los chicos y luego paso ella.
—Muy bien,
antes de que se vayan tengo algo muy importante que informarles —dijo
seriamente Minerva.
—¿Qué cosa?
—preguntó Luna.
—Que Fred
Weasley también están en el pasado con sus demás hermanos.
Los cuatro
chicos miraron sorprendidos a la directora.
La primera en
hablar fue Ginny.
—Pero
profesora, Fred… Fred esta… muerto —Ginny titubeó al hablar—. Así que no
entiendo cómo es que él esta con los demás.
—Lo traje de
la guerra, para luego enviarlo con los demás al pasado —contó McGonagall,
mientras los chicos aún estaban muy sorprendidos, y Ginny y Ron tenían los ojos
brillosos por las lágrimas acumuladas—. Les explico esto para que no vayan a
cometer alguna imprudencia y las demás personas del pasado lo noten.
Se quedaron
unos minutos en silencio.
La directora
respiró profundo.
—Es hora de
partir —les anunció.
No espero
respuesta, y empezó hacer el hechizo para abrir el portal nuevamente. Una luz
cegadora hizo que un pelinegro, dos pelirrojos y una rubia salieran de sus
pensamientos.
—Vamos —los
urgió McGonagall—, no hay tiempo que perder.
Los cuatro
chicos obedecieron y caminaron hacia el portal.
—Que tengan
un buen viaje, y recuerden todo esto es para que el futuro sea mejor —dijo la
directora.
Los primeros
en pasar fueron Harry y Ginny seguidos de Ron y Luna.
Al traspasar
el portal, todas las personas del pasado miraban expectantes. Ya querían saber
de quienes se trataban esta vez. Y cuando la luz cegadora se desvaneció dejo a
la vista a los pelirrojos, a Luna y por último a un pelinegro, que todos los
del pasado miraban asombrados, por el gran parecido con James Potter.
Los cuatro
parpadearon para acostumbrarse a la luz. Y cuando ya podían ver bien, se dieron
cuenta de que habían viajado muchos años al pasado.
Luna miraba a
todos, con su típica mirada soñadora. Ron y Ginny miraban a sus padres
rejuvenecidos y sobre todo a su hermano muerto, que ahora estaba otra vez con
ellos y vivo. Y Harry, él solo miraba muy sorprendido, emocionado, feliz a dos
personas muy especiales para él. Sus padres.
Mientras
tanto Lily y James miraban cada detalle de su hijo. Su hijo que ya era un
hombre y casi de su misma edad.
Sirius y
Remus también miraban atentamente a la copia de su mejor amigo, pero con los
ojos de Lily.
—El pequeño
Cornamenta, por fin vino —susurró Sirius, muy emocionado a su amigo Remus.
—Sí, por fin
vino, pero como que ya no es muy pequeño —comentó el licántropo con una sonrisa
en sus labios.
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