—Yo leeré —se escuchó la voz de
Charlie Wesley.
Dumbledore hizo levitar el libro
hasta las manos de Charlie.
—Bien el siguiente capítulo se titula
“El sombrero seleccionador”.
Pansy y Draco se miraron con
complicidad.
Charlie dio comienzo a la lectura.
La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de
cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy
severo, y el primer pensamiento de Harry fue que se trataba de alguien con
quien era mejor no tener problemas.
—Ay, que exagerado que es mini
cornamenta —comentó Sirius, pero la profesora McGonagall logro escucharlo.
—Yo que usted haría caso a lo que
dice el señor Potter en el libro, Black, claro siempre y cuando no quiera tener
verdaderos problemas conmigo.
El animago solo le sonrió a la
profesora y luego de guiñó un ojo con coquetería, McGonagall lo miró
desconcertado y los otros dos merodeadores sonrieron por la actitud infantil de
su amigo.
—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo
Hagrid.
—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era
tan grande que hubieran podido meter toda la casa de los Dursley en él. Las
paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de
Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de
mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.
Siguieron a la profesora McGonagall a través de un
camino señalado en el suelo de piedra. Harry podía oír el ruido de cientos de
voces, que salían de un portal situado a la derecha (el resto del colegio debía
de estar allí), pero la profesora McGonagall llevó a los de primer año a una
pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca
unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su
alrededor.
—Aun puedo recordar perfectamente ese
nerviosismo —susurró Neville.
Su madre lo miró con ternura y le
acarició el rostro, Neville se sonrojó.
—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora
McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero
antes de que ocupéis vuestro lugares en el Gran Comedor deberéis ser
seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante
porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en
Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en
los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común
de la casa.
—Por lo menos los Gryffindor, todos
somos como una verdadera familia —dijo James.
Lily estuvo de acuerdo por lo dicho
de su novio.
—Sobre todo los merodeadores, que
somos como hermanos —dijo Sirius señalando a James y Remus.
—Claro los cuatro —corrigió Remus—,
porque Peter también es como un hermano para nosotros.
Los del futuro pusieron mala cara al
escuchar el nombre de la rata.
»Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff,
Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha
producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros
triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier
infracción de las reglas hará que los pierdan (Lily
miró a su novio y a Sirius porque casi siempre ellos eran los causantes de que
perdieran puntos para Gryffindor). Al finalizar el año, la casa que
obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero
que todos vosotros seréis un orgullo para la casa que os toque.
—Como nosotros Cornamenta, Lunático,
que somos el orgullo de Gryffindor —comentó Sirius con una sonrisa arrogante.
Snape lo miró con rencor al recordar
cada una de las bromas por parte de los merodeadores.
—Sí, claro, señor Black —dijo con
sarcasmo McGonagall—, el orgullo de Gryffindor sería el señor Lupin y la
señorita Evans —los aludidos sonrieron ligeramente—, porque usted, señor Black
y usted, señor Potter son unos revoltosos —concluyó la profesora de
Transformaciones.
—Como se nota que no te conocen bien,
Lunático —dijo James.
—Claro, como es Prefecto —susurró
Sirius mirando a su amigo castaño.
»La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de
pocos minutos, frente al resto del colegio. Os sugiero que, mientras esperáis,
os arregléis lo mejor posible.
Los ojos de la profesora se detuvieron un momento
en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz
manchada de Ron. Con nerviosismo, Harry trató de aplastar su cabello.
—Una tarea muy difícil —comentó Remus
en son de broma.
—El cabello Potter es único como sus
dueños —defendió James.
Lily le sonrió a su novio, y Snape
gruñó enojado.
—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la
ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperad tranquilos.
Salió de la habitación. Harry tragó con dificultad.
—¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos?
—preguntó a Ron.
—Creo que es una especie de prueba. Fred dice que
duele mucho, pero creo que era una broma.
Fred empezó a reír seguido de su
hermano gemelo por la broma que le hizo al menor de sus hermanos.
—Ese Ron, siempre es muy divertido
hacerle bromas —dijo entre risas George.
Su madre lo fulminó con la mirada.
—¡Fred, George! —los regañó, los
chicos dejaron de reír.
—Inmaduros —murmuró Percy.
—¿Acaso nunca pensaron en ayudar a
nuestro hermano para que no esté tan nervioso? —preguntó Bill.
—Anda sobrino —dijo Fabian—, eso ya
paso.
—Además fue una broma genial —apoyó
Gideon.
—Por supuesto que lo fue —dijo
Sirius, sonriendo a los gemelos Weasley.
—Silencio Black, y señores Prewett,
puede continuar con la lectura, señor Weasley —dijo Mcgonagall.
El corazón de Harry dio un terrible salto. ¿Una
prueba? ¿Delante de todo el colegio? Pero él no sabía nada de magia todavía…
¿Qué haría? No esperaba algo así (Draco sonrió con
burla al enterarse que Harry tenía miedo a la selección), justo en el
momento en que acababan de llegar. Miró temblando a su alrededor y vio que los
demás también parecían aterrorizados. Nadie hablaba mucho, salvo Hermione
Granger, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había aprendido y se
preguntaba cuál necesitaría (Lily esa chica podría
ser nuestra hija perdida, es igual que tú, dijo James y Lily lo miró seria).
Harry intentó no escucharla. Nunca había estado tan nervioso, nunca, ni
siquiera cuando tuvo que llevar a los Dursley un informe del colegio que decía
que él, de alguna manera, había vuelto azul la peluca de su maestro (Los merodeadores, los gemelos Weasley y Prewett
empezaron a reír). Mantuvo los ojos fijos en la puerta. En cualquier
momento, la profesora McGonagall regresaría y lo llevaría a su juicio final.
—Ese Potter siempre tan exagerado
—dijo Pansy.
Lily volteo a mirarla fijamente, pero
Pansy no bajo la mirada.
—Mejor ya no digas más nada,
Parkinson… —empezó Fred.
—… no sabes lo peligrosa que es una
pelirroja enojada —continuó George.
Pansy rodo los ojos exasperada.
—Hazle caso chica, te lo decimos por
experiencia propia —aconsejó Gideon
señalando a Molly.
Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en
el aire… Muchos de los que estaban atrás gritaron.
—¿Qué es…?
Resopló. Lo mismo hicieron los que estaban
alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás.
De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la
habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo
visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo y pequeño, decía:
—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle
una segunda oportunidad…
—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves
todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo
sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad… ¿Y qué estáis haciendo todos vosotros
aquí?
—¿Peeves? —dijo Andrómeda—. Nunca me
gusto ese duende.
—Pero si era genial —dijo Fabian.
—A él le encantan las bromas
—continuó Gideon.
—Claro, puesto que es nuestro fiel
compañero a la hora de hacer bromas —dijo James, mirando a Snape con malicia.
Esto le respondió con una mirada de
odio.
El fantasma, con gorguera y medias, se había dado
cuenta de pronto de la presencia de los de primer año.
Nadie respondió.
—¡Alumnos nuevos! —dijo el Fraile Gordo, sonriendo
a todos—. Estáis esperando la selección, ¿no?
Algunos asintieron.
—¡Espero veros en Hufflepuff! —continuó el Fraile—.
Mi antigua casa, ya sabéis.
—Los de Hufflepuff son buenos chicos,
pero yo prefiero que mi hijo quede en Gryffindor —dijo James.
—Estoy de acuerdo contigo Cornamenta
—apoyó Sirius.
—Yo creo que Harry será un Gryffindor
—dijo Remus y James le sonrió a su amigo.
Mientras de la otra mesa Draco Malfoy
miraba a los merodeadores con interés.
Potter se parece mucho a su padre,
pero en personalidades son diferentes. Este Potter parece ser un poco presumido
y arrogante, en cambio San Potter es tan San Potter. Y Sirius Black, parece
mucho más feliz en esta época, claro que pasar casi doce años en Azkaban
cambian a cualquiera, y Remus Lupin —su antiguo profesor de DCAO— cuando lo
conocí tenía la misma sonrisa amable como la tiene ahora, pero claro estaba más
cansado y mayor, se decía el rubio, sin dejar de mirar a los merodeadores.
—Draco, que tanto miras —el rubio
escucho la imponente voz de su padre.
Frunció el ceño.
—Nada en especial, padre —respondió
Draco, pero la única que se había dado cuenta de donde había estado la mirada
del rubio era su madre.
—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de
Selección va a comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno,
los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
—Ahora formad una hilera —dijo la profesora a los
de primer año—, y seguidme.
Con la extraña sensación de que sus piernas eran de
plomo, Harry se puso detrás de un chico de pelo claro, con Ron tras él.
Salieron de la habitación, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas
puertas dobles y entraron en el Gran Comedor.
Harry nunca habría imaginado un lugar tan extraño y
espléndido. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el
aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban
sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima,
en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los
profesores. La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y
los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los
profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían
pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los
estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar
todas las miradas, Harry levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro,
salpicado de estrellas. Oyó susurrar a Hermione: «Es un hechizo para que
parezca como el cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts».
Pansy recordó que ese comentario que
hizo Hermione se lo dijo a ella, y en ese momento ella solo asintió asombrada.
Quien diría que ellas luego estarían
en casas distintas y en bandos distintos, solo porque Granger —ahora Lupin— era
una hija de muggles y ella una sangre limpia.
—Pues si esa castaña no es la hija
perdida de la pelirroja y de James, entonces tiene que ser tu hija perdida,
Lunático —Lupin lo miró desconcertado—, no te das cuenta que tú nos dijiste lo
mismo cuando entramos por primera vez al Gran Comedor —le recordó Sirius.
—¿Su hija? —preguntó Neville, igual
de desconcertado que Remus.
—¿Su hija? —también preguntaron Draco
y Pansy, para luego mirarse con burla.
—Sí, claro, su hija —dijo con
sarcasmo Draco.
Lucius y Narcisa, solo miraron a su
futuro heredero.
—¿Qué pasa, Malfoy? ¿Acaso tienes
algo que decirnos? —preguntó seriamente Sirius.
—No, nada, nada, querido… tío
—respondió el rubio.
Todos en la sala se quedaron
sorprendidos por las palabras del menor de los Malfoy, pero claramente el más
sorprendido fue Sirius, que no supo cómo responder a eso.
Remus miró fijamente a Draco, eso lo
sorprendió más que el comentario que hizo su amigo acerca de él y Hermione.
Puesto que nunca se imaginó a un Malfoy llamar tío a Sirius, cuando la propia
familia de su amigo lo despreciaba por ser un traidor a la sangre.
Toda la sala se quedó en silencio por
unos minutos, pero luego Charlie continuó leyendo después de que Dumbledore le
diera la señal.
Era difícil creer que allí hubiera techo y que el
Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.
Harry bajó la vista rápidamente, mientras la
profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a los
de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El
sombrero estaba remendado, raído y muy sucio. Tía Petunia no lo habría admitido
en su casa.
Lily solo negó con la cabeza al
recordar lo especial que es su hermana.
Tal vez tenían que intentar sacar un conejo del
sombrero, pensó Harry (Snape soltó una risa
burlona, al escuchar lo idea tan estúpida de Harry. Lily, los merodeadores y
los Weasley miraron mal a Snape, pero este ni se inmuto, paro de reír, pero no
se le borraba del rostro esa sonrisa burlona) algo irreflexiblemente,
eso era lo típico de… Al darse cuenta de que todos los del comedor contemplaban
el sombrero, Harry también lo hizo. Durante unos pocos segundos, se hizo un
silencio completo. Entonces el sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde
se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:
Oh, podrás pensar que no soy bonito,
pero no juzgues por lo que ves.
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar
un sombrero más inteligente que yo.
Puedes tener bombines negros,
sombreros altos y elegantes.
Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts
y puedo superar a todos.
No hay nada escondido en tu cabeza
que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.
Así que pruébame y te diré
dónde debes estar.
Puedes pertenecer a Gryffindor,
donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
ponen aparte a los de Gryffindor.
Puedes pertenecer a Hufflepuff
donde son justos y leales.
Esos perseverantes Hufflepuff
de verdad no temen el trabajo pesado.
O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw,
Si tienes una mente dispuesta,
porque los de inteligencia y erudición
siempre encontrarán allí a sus semejantes.
O tal vez en Slytherin
harás tus verdaderos amigos.
Esa gente astuta utiliza cualquier medio
para lograr sus fines.
¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una bofetada!
Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).
Porque soy el Sombrero Pensante.
—Su canción es más bonita que la que
cantó cuando fue nuestra selección —comento Frank Longbottom.
Neville le sonrió a su padre.
Todo el comedor estalló en aplausos cuando el
sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se
quedó rígido otra vez.
—¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero!
—susurró Ron a Harry—. Voy a matar a Fred.
—Ese Ron, es un hablador, nunca me
hizo nada —dijo Fred.
—Seguramente nunca te hizo nada,
porque sabía que después tú le harían una broma —dijo Bill.
Los gemelos Weasley sonrieron.
Harry sonrió débilmente. Sí, probarse el sombrero
era mucho mejor que tener que hacer un encantamiento, pero habría deseado no
tener que hacerlo en presencia de todos. El sombrero parecía exigir mucho, y
Harry no se sentía valiente ni ingenioso ni nada de eso, por el momento. Si el
sombrero hubiera mencionado una casa para la gente que se sentía un poco
indispuesta, ésa habría sido la suya.
—Vaya, no era muy optimista, ¿verdad?
—dijo Alice.
—Neville, no puedo soportarlo más,
dime en que casa quedo mi hijo —exigió James.
El chico no contestó porque
McGonagall habló antes.
—Señor Potter, no sea impaciente, ya
lo sabrá.
James solo hizo una mueca de
disgusto.
La profesora McGonagall se adelantaba con un gran
rollo de pergamino.
—Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y
sentaros en el taburete para que os seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah!
Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de
la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un
momento de pausa.
—¡HUFFLEPUFF!—gritó el sombrero.
—El Fraile Gordo, debió haber estado
muy contento que la primera niña que llamo la profesora sea una Hufflepuff
—comentó Remus.
—Longbottom —llamó Parkinson, el
aludido la miró—, a ti te hubiera gustado que Abbott fuera una Gryffindor,
¿verdad? —dijo con sarcasmo la pelinegra y Draco sonrió de la lado, observando
a Neville, que estaba tan rojo como el cabello de los Weasley.
La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba
a sentarse con los de Hufflepuff. Harry vio al fantasma del Fraile Gordo
saludando con alegría a la niña.
—¡Bones, Susan!
—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan
se apresuró a sentarse al lado de Hannah.
—¡Boot, Terry!
—¡RAVENCLAW!
La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez.
Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se
reunía con ellos.
Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw, pero
Brown, Lavender resultó la primera nueva Gryffindor, en la mesa más alejada de
la izquierda, que estalló en vivas. Harry pudo ver a los hermanos gemelos de
Ron, silbando.
—Oh, Lavender, te acuerdas de ella,
George —preguntó Fred a su hermano.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó un
curioso Sirius.
Los gemelos suspiraron.
—Nuestra querida Lavender, fue la
primera novia de nuestro querido hermanito Ronnie —contestó George—. ¿Cuál era
el apodo cariñoso con que llamaba a nuestro hermano? —preguntó George a Fred.
—Creo que era algo como, «Ro-Ro»
—respondió Fred con burla.
Los merodeadores y los gemelos
Prewett rieron.
—Ya basta, no deberían seguir
hablando así de ella —los regañó Neville.
—Neville tiene razón —Percy estuvo de
acuerdo—, podrían una vez en su vida dejar de ser tan inmaduros.
—Creo que Percy tiene razón, Fred, no
deberíamos ser tan insensible —dijo George.
Bulstrode, Millicent fue a
Slytherin. Tal vez era la imaginación de
Harry; después de todo lo que había oído sobre Slytherin, pero le pareció que
era un grupo desagradable.
Draco y Pansy se
sintieron un poco mal, porque sabían que en verdad habían sido muy
desagradables, y no solo para los Gryffindors, sino también para todas las
otras casas.
Comenzaba a sentirse decididamente mal. Recordó lo
que pasaba en las clases de gimnasia de su antiguo colegio, cuando se escogían
a los jugadores para los equipos. Siempre había sido el último en ser elegido,
no porque fuera malo, sino porque nadie deseaba que Dudley pensara que lo
querían.
Pobre de mi niño, pensaba Lily.
—¡Finch-Fletchley, Justin!
—¡HUFFLEPUFF!
Harry notó que, algunas veces, el sombrero gritaba
el nombre de la casa de inmediato, pero otras tardaba un poco en decidirse.
—Finnigan, Seamus. —El muchacho de cabello arenoso,
que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes
de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.
—Oh, nuestro buen amigo Seamus, un
buen chico, un buen chico —dijeron a coro los gemelos Weasley.
—Granger, Hermione.
Fred y George miraron fijamente a
Remus luego de escuchar el nombre de cierta castaña. Remus se dio cuenta de que
lo miraban y también él miró a los gemelos.
¿Qué les pasa a este par?, pensaba
Lupin.
Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el
sombrero, muy nerviosa.
—¡GRYFFINDOR! —gritó el sombrero. Ron gruñó.
—Oh, ese niño me va escuchar por ser
tan maleducado —rezongaba Molly.
—Mamá, no te preocupes al comienzo
Hermione y Ron no se llevaban bien, pero luego se convirtieron en amigos
—defendió Charlie.
Un horrible pensamiento atacó a Harry, uno de
aquellos horribles pensamientos que aparecen cuando uno está muy intranquilo.
¿Y si a él no lo elegían para ninguna casa? ¿Y si se quedaba sentado con el
sombrero sobre los ojos, durante horas, hasta que la profesora McGonagall se lo
quitara de la cabeza para decirle que era evidente que se habían equivocado y
que era mejor que volviera en el tren?
—Como dijo, Alice, el pequeño Potter,
no es nada optimista —dijo Ted Tonks.
Neville se sorprendió por los
pensamientos del salvador del mundo mágico. Nunca creyó que Harry fuera temer
no quedar en ninguna de las cuatro casas.
Cuando Neville Longbottom (Neville
se sonrojo porque de seguro ahora todos sabrían que salió corriendo con el
sombreo puesto), el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó
con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando
finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el
sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal,
Morag.
Neville se sonrojó aún más. Su madre
le sonrió dulcemente.
—No te preocupes, hijo, a tu padre
también le paso lo mismo —lo alentó Alice.
Los merodeadores le sonrieron a
Frank, que también estaba sonrojado.
Malfoy se adelantó al oír su nombre y de inmediato
obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!
Lucius sonrió con arrogancia, su hijo
era un verdadero Slytherin, como cada miembro de su familia.
Malfoy fue a reunirse con sus amigos Crabbe y
Goyle, con aire de satisfacción.
Ya no quedaba mucha gente.
Moon… Nott… Parkinson… Después unas gemelas, Patil
y Patil… Más tarde Perks, Sally-Anne… y, finalmente:
—¡Potter; Harry!
Los merodeadores y Lily pusieron más
atención, puesto que estaban ansiosos por saber en qué casa quedaría el pequeño
Harry.
Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se
extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
—¿Ha dicho Potter?
—¿Ese Harry Potter?
Lo último que Harry vio, antes
de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de gente que
trataba de verlo bien. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del
sombrero. Esperó.
—Mm —dijo una vocecita en su oreja—. Difícil. Muy
difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala (James y Lily sonrieron orgullosos). Hay talento,
oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy
interesante… Entonces, ¿dónde te pondré?
—¿Cómo que en dónde lo pondrá? Que lo
ponga en Gryffindor y se acabó —dijo James.
—Señor Potter, guarde silencio —lo
reganó McGonagall.
Harry se aferró a los bordes del taburete y pensó:
«En Slytherin no, en Slytherin no».
Mocoso idiota, tan idiota como el
padre, pensaba Snape.
—En Slytherin no, ¿eh? —dijo la vocecita—. ¿Estás
seguro? Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin
te ayudaría en el camino hacia la grandeza (¿Qué?
No, gritaron los merodeadores, pero una sola mirada que les dirigió McGonagall,
los hizo callarse). No hay dudas, ¿verdad? Bueno, si estás seguro, mejor
que seas ¡GRYFFINDOR!
—Qué bueno, ya me había asustado, un
hijo mío en Slytherin hubiera sido horrible —dijo James.
—Si hubiera quedado en Slytherin, lo
hubiera desheredado —dijo Sirius.
—Pero ya ven quedo en Gryffindor,
como esperábamos —ahora habló Lupin.
—Quieren dejar de ser tan exagerados
—regañó Lily.
—Nosotros nunca nos enteramos de que
el sombrero casi lo manda a Slytherin —comentaron por lo bajo Fred y George.
Charlie siguió leyendo luego de que
Minerva se lo indicara.
Harry oyó al sombrero gritar la última palabra a
todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de
Gryffindor. Estaba tan aliviado de que lo hubiera elegido y no lo hubiera
puesto en Slytherin, que casi no se dio cuenta de que recibía los saludos más
calurosos hasta el momento. Percy el prefecto se puso de pie y le estrechó la
mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley gritaban: «¡Tenemos a Potter!
¡Tenemos a Potter!» (Los merodeadores y Lily
sonrieron a Percy y los gemelos Weasley). Harry se sentó en el lado
opuesto al fantasma que había visto antes. Éste le dio una palmada en el brazo,
dándole la horrible sensación de haberlo metido en un cubo de agua helada.
Podía ver bien la Mesa Alta. En la punta, cerca de
él, estaba Hagrid, que lo miró y levantó los pulgares. Harry le sonrió. Y allí,
en el centro de la Mesa Alta, en una gran silla de oro, estaba sentado Albus
Dumbledore. Harry lo reconoció de inmediato (Dumbledore
sonrió amablemente), por el cromo de las ranas de chocolate. El cabello
plateado de Dumbledore era lo único que brillaba tanto como los fantasmas.
Harry también vio al profesor Quirrell, el nervioso joven del Caldero
Chorreante. Estaba muy extravagante, con un gran turbante púrpura.
—Ese hombre no me agrada, algo
esconde —dijo Moody, con su típico tono osco al hablar.
Los chicos recién llegados del futuro
miraron al auror sorprendidos.
Si supiera que tiene razón al decir
que algo esconde, pensaba Draco.
Y ya quedaban solamente tres alumnos para
seleccionar. A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw, y después le llegó el turno a
Ron. Tenía una palidez verdosa y Harry cruzó los dedos debajo de la mesa. Un
segundo más tarde, el sombrero gritó: ¡GRYFFINDOR!
—Lógico todos los Weasley quedamos en
Gryffindor —dijo Percy orgullosamente de haber pertenecido a la casa escarlata
y dorada.
Harry aplaudió con fuerza, junto con los demás,
mientras que Ron se desplomaba en la silla más próxima.
—Bien hecho, Ron, excelente —dijo pomposamente
Percy Weasley, por encima de Harry, mientras que Zabini, Blaise era
seleccionado para Slytherin.
La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se
llevó el Sombrero Seleccionador.
Harry miró su plato de oro vacío. Acababa de darse
cuenta de lo hambriento que estaba. Los pasteles le parecían algo del pasado.
—Lo mismo que nuestro desayuno —dijo
Sirius tocándose el estómago.
—Señor Black —dijo McGonagall.
Remus negó con la cabeza, y James
reía.
—Cuando el señor Weasley termine de
leer este capítulo almorzaremos, Sirius —dijo amablemente Dumbledore.
Albus Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con
expresión radiante a los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada
pudiera gustarle más que verlos allí.
—¡Bienvenidos! —dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo
en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero deciros unas pocas
palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!… ¡Muchas
gracias!
Casi todos rieron —claro menos
Narcisa, Lucius y Snape— hasta Draco y Pansy sonrieron ligeramente.
—Excelente discurso, profesor
Dumbledore, me gustó mucho —dijo Sirius, todavía sonriendo al igual que James y
Remus.
—Muchas gracias, Sirius —contestó el
director, quien también sonreía.
Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon.
Harry no sabía si reír o no.
—Está… un poquito loco, ¿no? —preguntó con aire
inseguro a Percy.
Lily se puso roja de vergüenza al
escuchar que su hijo llamo loco al director.
—Lo siento mucho, profesor
Dumbledore, Harry no debió llamarlo loco —se disculpó la pelirroja.
—No se preocupe, señorita Evans. No
me molesta que me llamen loco, sepa esto, las mejores personas lo están
—Dumbledore no dejaba de sonreír.
—¿Loco? —dijo Percy con frivolidad—. ¡Es un genio!
¡El mejor mago del mundo! Pero está un poco loco, sí. ¿Patatas, Harry?
—¡Percival! —gritó Molly. El
pelirrojo aludido miró a su madre avergonzado.
Los hermanos de Percy, los
merodeadores y sus tíos, los Prewett se rieron de él.
—Lo siento, profesor —se disculpó
Percy, antes de que su madre empezara a regañarlo.
Albus hizo un ademan con la mano
quitándole importancia.
Harry se quedó con la boca abierta. Los platos que
había frente a él de pronto estuvieron llenos de comida. Nunca había visto
tantas cosas que le gustara comer sobre una mesa: carne asada, pollo asado,
chuletas de cerdo y de ternera, salchichas, tocino y filetes, patatas cocidas,
asadas y fritas, pudín, guisantes, zanahorias, salsa de carne, salsa de tomate
y, por alguna extraña razón, bombones de menta.
Los Dursley nunca habían matado de hambre a Harry,
pero tampoco le habían permitido comer todo lo que quería. Dudley siempre se
servía lo que Harry deseaba, aunque no le gustara (Lily
gruñó enojada. Ese niño, Dudley era un malcriado). Harry llenó su plato
con un poco de todo, salvo los bombones de menta, y comenzó a comer. Todo
estaba delicioso.
—Eso tiene muy buen aspecto —dijo con tristeza el
fantasma de la gola, observando a Harry mientras éste cortaba su filete.
—Ah, nuestro buen amigo Nick Casi
Decapitado —recordó Frank.
—¿No puede…?
—No he comido desde hace unos cuatrocientos años
—dijo el fantasma—. No lo necesito, por supuesto, pero uno lo echa de menos.
Creo que no me he presentado, ¿verdad? Sir Nicholas de Mimsy-Porpington a su
servicio. Fantasma Residente de la Torre de Gryffindor.
—¡Yo sé quién es usted! —dijo súbitamente Ron—. Mi
hermano me lo contó. ¡Usted es Nick Casi Decapitado!
—A Nick no le gusta nada ese apodo
—comentó Bill—. Ron metió la pata.
—Seguramente nadie le dijo que no
debía llamarlo de ese modo —defendió Neville.
Molly le sonrió al chico, y este se
sonrojó ligeramente.
—Yo preferiría que me llamaran Sir Nicholas de
Mimsy… —comenzó a decir el fantasma con severidad, pero lo interrumpió Seamus
Finnigan, el del pelo color arena.
—¿Casi Decapitado? ¿Cómo se puede estar casi
decapitado?
Sir Nicholas pareció muy molesto, como si su
conversación no resultara como la había planeado.
—Así —dijo enfadado. Se agarró la oreja izquierda y
tiró. Teda su cabeza se separó de su cuello y cayó sobre su hombro, como si
tuviera una bisagra. Era evidente que alguien había tratado de decapitarlo,
pero que no lo había hecho bien. Pareció complacido ante las caras de asombro y
volvió a ponerse la cabeza en su sitio, tosió y dijo: ¡Así que nuevos
Gryffindors! Espero que este año nos ayudéis a ganar el campeonato para la
casa. Gryffindor nunca ha estado tanto tiempo sin ganar. ¡Slytherin ha ganado
la copa seis veces seguidas! El Barón Sanguinario se ha vuelto insoportable… Él
es el fantasma de Slytherin.
—¡¿Cómo que Slytherin ha ganado la
copa seis veces seguidas?! —preguntaron, mejor dicho gritaron los merodeadores.
McGonagall se sorprendió al escuchar
a Remus Lupin gritar.
—Señor Lupin, nunca había visto ese
comportamiento en usted —dijo la profesora de Transformaciones.
Remus se sonrojo.
—No se deje engañar por esa carita de
niño bueno, profesora. Pero no nos cambie el tema, ¿Cómo es eso que Slytherin
ha ganado seis veces seguidas la copa? —preguntó Sirius.
—Pues no lo sé, recuerde que todavía
no ha pasado —contestó Minerva.
—Y no puede pasar, debemos evitarlo a
toda costa —dijo James.
—Que parte de que Gryffindor perdió
no entiendes, acaso tu pequeño cerebro no reconoce esa palabra, Potter —se
burló Snape.
Sí, Snape estaba dichoso al ver las
caras de perdedores de los merodeadores.
—Cierra la boca, Quijicus —gritaron
James y Sirius.
—Silencio —dijo Dumbledore, no grito,
pero su voz se dejó escuchar con un tono de orden, los tres chicos guardaron
silencio, pero aún se fulminaban con la mirara—, señores hay cosas más
importantes que debemos de tomar en cuenta, no podemos empezar una discusión
solo porque solo por escuchar algo que no nos agrada.
Después de que Dumbledore dejara las
cosas claras, Charlie continúo leyendo.
Harry miró hacia la mesa de Slytherin y vio un
fantasma horrible sentado allí, con ojos fijos y sin expresión, un rostro
demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada. Estaba justo al lado de
Malfoy que, como Harry vio con mucho gusto, no parecía muy contento con su
presencia.
—¿Cómo iba a estar feliz con un
fantasma tan con las ropas manchadas de sangre? —comentó Draco como si no fuera
obvio.
—En realidad era muy desagradable que
apareciera cuando estábamos comiendo —apoyó Pansy.
Andrómeda asintió estando de acuerdo
con su sobrino y la pelinegra.
—¿Cómo es que está todo lleno de sangre? —preguntó
Seamus con gran interés.
—Nadie lo sabe —dijo Alice.
—Nunca se lo he preguntado —dijo con delicadeza
Nick Casi Decapitado.
Cuando hubieron comido todo lo que quisieron, los
restos de comida desaparecieron de los platos, dejándolos tan limpios como
antes. Un momento más tarde aparecieron los postres. Trozos de helados de todos
los gustos que uno se pudiera imaginar; pasteles de manzana, tartas de melaza,
relámpagos de chocolate, rosquillas de mermelada, bizcochos borrachos, fresas,
jalea, arroz con leche…
Mientras Harry se servía una tarta, la conversación
se centró en las familias.
—Yo soy mitad y mitad —dijo Seamus—. Mi padre es muggle.
Mamá no le dijo que era una bruja hasta que se casaron. Fue una sorpresa algo
desagradable para él.
—Vaya, sí que debió haber sido una
gran sorpresa para el pobre hombre —dijo Ted.
Los demás rieron.
—¿Y tú, Neville? —dijo Ron.
Los padres de Neville pusieron más
atención a la respuesta de su hijo.
—Bueno, mi abuela me crio y ella es una bruja —dijo
Neville (los padre del chico se preguntaban porque
lo crio su abuela y no ellos)—, pero la familia creyó que yo era todo un
muggle, durante años. Mi tío abuelo Algie trataba de sorprenderme
descuidado y forzarme a que saliera algo de magia de mí. Una vez casi me ahoga,
cuando quiso tirarme al agua en el puerto de Blackpool, pero no pasó nada hasta
que cumplí ocho años. El tío abuelo Algie había ido a tomar el té y me tenía
cogido de los tobillos y colgando de una ventana del piso de arriba, cuando mi
tía abuela Enid le ofreció un merengue y él, accidentalmente, me soltó. Pero yo
reboté, todo el camino, en el jardín y la calle. Todos se pusieron muy contentos.
Mi abuela estaba tan feliz que lloraba. Y tendríais que haber visto sus caras
cuando vine aquí. Creían que no sería tan mágico como para venir. El tío abuelo
Algie estaba tan contento que me compró mi sapo.
—Oh, Algie se las verá conmigo
—amenazó Alice.
—Con los dos —apoyó Frank—, estoy
seguro que no fue causalidad eso de dejarte caer, Neville.
Neville no sabía que contestar, así
que solo se encogió de hombros.
Al otro lado de Harry, Percy Weasley y Hermione
estaban hablando de las clases. («Espero que empiecen en seguida, hay mucho que
aprender; yo estoy particularmente interesada en Transformaciones, ya sabes,
convertir algo en otra cosa, por supuesto parece ser que es muy difícil. Hay
que empezar con cosas pequeñas, como cerillas en y todo eso…»)
—Ese entusiasmo por aprender me
recuerda a alguien —dijo Sirius mirando a su amigo licántropo, pero antes de
que Remus replicara, también miró a Lily.
Harry, que comenzaba a sentirse reconfortado y
somnoliento, miró otra vez hacia la Mesa Alta. Hagrid bebía copiosamente de su
copa. La profesora McGonagall hablaba con el profesor Dumbledore. El profesor
Quirrell, con su absurdo turbante, conversaba con un profesor de grasiento pelo
negro, nariz ganchuda y piel cetrina.
—Esa descripción se me hace muy
familiar —comentó Sirius a los otros dos merodeadores.
—A mí también se me hace muy familiar
—dijo James mirando a Snape.
—Quizás sea Snape —dijo Remus.
—No creo que Dumbledore ponga como
profesor a alguien tan estúpido —dijeron al unisonó James y Sirius.
Mientras tanto en la mesa donde se
encontraba las serpientes, Snape ya sabía que se trataba de él, puesto que
Pansy se lo había dicho.
Todo sucedió muy rápidamente. El profesor de nariz
ganchuda miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de Harry…
y un dolor agudo golpeó a Harry en la cicatriz de la frente.
—¡Ay! —Harry se llevó una mano a la cabeza.
Lily se preocupó mucho cuando Harry
se quejó de dolor.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Percy.
—N-nada.
El dolor desapareció tan súbitamente como había
aparecido. Era difícil olvidar la sensación que tuvo Harry cuando el profesor
lo miró, una sensación que no le gustó en absoluto.
—¿Quién es el que está hablando con el profesor
Quirrell? —preguntó a Percy.
—Oh, ¿ya conocías a Quirrell, entonces? No es raro
que parezca tan nervioso, ése es el profesor Snape. Su materia es Pociones,
pero no le gusta… Todo el mundo sabe que quiere el puesto de Quirrell. Snape
sabe muchísimo sobre las Artes Oscuras.
—Por supuesto que sabe de Artes
Oscuras, puesto que será o es un mortífago —dijo Sirius con toda la seguridad
del mundo.
—Señor Black, no debe acusar a
alguien si no tiene pruebas —dijo McGonagall.
—Está bien, no tenemos pruebas, pero
como pudo poner a Quijicus de profesor, Dumbledore —reclamó James.
—James —dijo Lily.
—Señor Potter no le falte el respeto
a su compañero y al director —Minerva ya había perdido la paciencia, ahora
estaba enojada con el comportamiento de los merodeadores.
—Snape, es mejor profesor de
Pociones, Potter —defendió Draco, con voz fría.
Ese tono de voz hace mucho que no lo
usaba, pero algo que había aprendido muy bien es que nadie tenía el derecho de
juzgar a nadie.
Lucius sonrió con arrogancia.
Mientras tanto James Potter se quedó
mudo.
Ese chico parece saber cosas que
todavía no se revelará en el primer libro, pensó James.
Harry vigiló a Snape durante un rato, pero el
profesor no volvió a mirarlo.
Por último, también desaparecieron los postres, y
el profesor Dumbledore se puso nuevamente de pie. Todo el salón permaneció en
silencio.
—Ejem… sólo unas pocas palabras más, ahora que
todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que haceros para el
comienzo del año.
»Los de primer año debéis tener en cuenta que los
bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos
pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo.
—Oh, que tierno, profesor Dumbledore,
esa última frase lo decía por nosotros —dijo Fred.
—Claro, que lo decía por nosotros,
Freddie. Que viejos tiempo aquellos —murmuró George con nostalgia.
Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en
dirección a los gemelos Weasley.
Los merodeadores y los gemelos
Prewett sonrieron.
—¡Fred!,
¡George! —gritó Molly—. ¿Iban al bosque prohibido? —preguntó
alarmada.
—Calma Molly, a nosotros Dumbledore
también nos decía lo mismo, pero igual siempre vamos… —contó Sirius.
—… y nunca nos pasó nada, ¿verdad,
Lunático? —preguntó James.
—Sí, hasta ahora estamos vivos
—concluyó Remus.
McGonagall suspiró con pesar.
—El señor Filch, el celador, me ha pedido que os recuerde
que no debéis hacer magia en los recreos ni en los pasillos.
»Las pruebas de quidditch tendrán lugar en
la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los
equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch.
»Y por último, quiero deciros que este año el
pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos
para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa.
Harry rió, pero fue uno de los pocos que lo hizo.
—¿Lo decía en serio? —murmuró a Percy.
—Y sí que lo decía muy enserio
—murmuró Percy.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Ted.
—Ya lo sabrán, no sean impacientes
—contestaron los gemelos al unisonó.
—Eso creo —dijo Percy, mirando ceñudo a
Dumbledore—. Es raro, porque habitualmente nos dice el motivo por el que no
podemos ir a algún lugar. Por ejemplo, el bosque está lleno de animales
peligrosos, todos lo saben. Creo que, al menos, debió avisarnos a nosotros, los
prefectos.
—Vaya, un poco de humildad te hubiera
caído bien —comentó Sirius.
—Sirius, por favor, podrías dejar de
hacer esos comentarios sarcásticos, molestas a las personas, ¿sabes? —dijo
Remus, viendo como Percy se sonrojaba.
—No se preocupe pro… Lupin —se
corrigió inmediatamente Percy—, ese es uno de mis tantos errores que debo corregir
—Molly y Arthur miraron a su hijo, pensando en porque parecía estar tan
avergonzado, ¿acaso habría hecho algo malo?
—¡Y ahora, antes de que vayamos a acostarnos,
cantemos la canción del colegio! —exclamó Dumbledore. Harry notó que las
sonrisas de los otros profesores se habían vuelto algo forzadas.
Los gemelos Weasley sonrieron al ver
la cara de ligera molestia de la profesora McGonagall. Era como si le molestara
que Dumbledore propusiera que cantaran.
Dumbledore agitó su varita, como si tratara de
atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció, se elevó sobre las mesas,
se agitó como una serpiente y se transformó en palabras.
—¡Que cada uno elija su melodía favorita! —dijo
Dumbledore—. ¡Y allá vamos!
Y todo el colegio vociferó:
Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts,
enséñanos algo, por favor.
Aunque seamos viejos y calvos
o jóvenes con rodillas sucias,
nuestras mentes pueden ser llenadas
con algunas materias interesantes.
Porque ahora están vacías y llenas de aire,
pulgas muertas y un poco de pelusa.
Así que enséñanos cosas que valga la pena saber,
haz que recordemos lo que olvidamos,
hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el
resto,
y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se
consuman.
Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes.
Al final, sólo los gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una
lenta marcha fúnebre (Muchos rieron de las
ocurrencias de los gemelos Weasley, sobre todo los que más rieron fueron los
merodeadores y los gemelos Prewett). Dumbledore los dirigió hasta las
últimas palabras, con su varita y, cuando terminaron, fue uno de los que
aplaudió con más entusiasmo.
—¡Ah, la música! —dijo, enjugándose los ojos—. ¡Una
magia más allá de todo lo que hacemos aquí! Y ahora, es hora de ir a la cama.
¡Salid al trote!
Los de primer año de Gryffindor siguieron a Percy a
través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y subieron por la
escalera de mármol. Las piernas de Harry otra vez parecían de plomo, pero sólo
por el exceso de cansancio y comida. Estaba tan dormido que ni se sorprendió al
ver que la gente de los retratos, a lo largo de los pasillos, susurraba y los
señalaba al pasar; o cuando Percy en dos oportunidades los hizo pasar por
puertas ocultas detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes.
Subieron más escaleras, bostezando y arrastrando los pies y, cuando Harry
comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más deberían seguir, se detuvieron
súbitamente.
Unos bastones flotaban en el aire, por encima de
ellos, y cuando Percy se acercó comenzaron a caer contra él.
—Peeves —susurró Percy a los de primer año—. Es un
duende, lo que en las películas llaman poltergeist. —Levantó la voz—:
Peeves, aparece.
—Ese Peeves, le encanta molestar a
los niños de primer año —dijo Alice.
Neville estuvo de acuerdo con su
madre, al recordar lo que Peeves le haría después.
La respuesta fue un ruido fuerte y grosero, como si
se desinflara un globo.
—¿Quieres que vaya a buscar al Barón Sanguinario?
Se produjo un chasquido y un hombrecito, con ojos
oscuros y perversos y una boca ancha, apareció, flotando en el aire con las
piernas cruzadas y empuñando los bastones.
—¡Oooooh! —dijo, con un maligno cacareo—. ¡Los
horribles novatos! ¡Qué divertido!
De pronto se abalanzó sobre ellos. Todos se
agacharon.
—Vete, Peeves, o el Barón se enterará de esto. ¡Lo
digo en serio! —gritó enfadado Percy.
Peeves hizo sonar su lengua y desapareció, dejando
caer los bastones sobre la cabeza de Neville. Lo oyeron alejarse con un
zumbido, haciendo resonar las armaduras al pasar.
—Oh, Peeves lamentara haberse metido
contigo, cariño —dijo Alice, desordenándole el cabello cariñosamente a Neville.
—Tenéis que tener cuidado con Peeves —dijo Percy,
mientras seguían avanzando—. El Barón Sanguinario es el único que puede
controlarlo, ni siquiera nos escucha a los prefectos. Ya llegamos.
—Por supuesto que Peeves nunca hace
caso a los prefectos, los odia —dijo Lily.
—Odia a todo símbolo de autoridad,
por eso nunca les hará caso, puesto que él ama las bromas —razonó Lupin.
—Pero obedece a Dumbledore —dijo
Sirius.
—Porque es director, eso marca la
diferencia —habló Andrómeda.
—Pero también nos hace caso a
nosotros —dijo James, señalando a sus amigos.
—Ya lo dijo Remus, Peeves ama las
bromas y siendo ustedes los más bromistas del colegio, obvio les iba hacer caso
—explicó Lily.
Al final del pasillo colgaba un retrato de una
mujer muy gorda, con un vestido de seda rosa.
—¿Santo y seña? —preguntó.
—Caput draconis —dijo Percy, y el retrato se
balanceó hacia delante y dejó ver un agujero redondo en la pared. Todos se
amontonaron para pasar (Neville necesitó ayuda) y se encontraron en la sala
común de Gryffindor; una habitación redonda y acogedora, llena de cómodos
sillones.
Percy condujo a las niñas a través de una puerta,
hacia sus dormitorios, y a los niños por otra puerta. Al final de una escalera
de caracol (era evidente que estaban en una de las torres) encontraron, por
fin, sus camas, cinco camas con cuatro postes cada una y cortinas de terciopelo
rojo oscuro. Sus baúles ya estaban allí. Demasiado cansados para conversar, se
pusieron sus pijamas y se metieron en la cama.
—Una comida increíble, ¿no? —murmuró Ron a Harry, a
través de las cortinas—. ¡Fuera, Scabbers! Te estás comiendo mis
sábanas.
Pansy puso cara de asco al escuchar
que Ron dejaba dormir a la rata con él, más sabiendo en realidad de quien se
trataba.
—Maldita rata traicionera —dijo
George, olvidándose de que lo escuchaban.
—¿Por qué dices eso? —preguntó
Sirius, pero luego de ver la cara de desentendidos de los gemelos dijo—:
olvídenlo, seguro me dirán su típico «ya se enteraran».
George y Fred asintieron con una
sonrisa en los labios, más por la alegría de no tener que inventar algo para
corregir el error de George que por verdadera felicidad.
Harry estaba a punto de preguntar a Ron si le
quedaba alguna tarta de melaza, pero se quedó dormido de inmediato.
Tal vez Harry había comido demasiado, porque tuvo
un sueño muy extraño. Tenía puesto el turbante del profesor Quirrell, que le
hablaba y le decía que debía pasarse a Slytherin de inmediato, porque ése era
su destino. Harry contestó al turbante que no quería estar en Slytherin y el
turbante se volvió cada vez más pesado. Harry intentó quitárselo, pero le
apretaba dolorosamente, y entonces apareció Malfoy, que se burló de él mientras
luchaba para quitarse el turbante. Luego Malfoy se convirtió en el profesor de
nariz ganchuda, Snape, cuya risa se volvía cada vez más fuerte y fría… Se
produjo un estallido de luz verde y Harry se despertó, temblando y empapado en
sudor.
Pansy, Draco y Neville entendieron a
la perfección que significaba esa luz verde, y quedaron sorprendidos.
—Esa luz era… lo que creo que es…
—murmuró Lily.
—Así parece —contestó James abrazando
a su novia.
Se dio la vuelta y se volvió a dormir. Al día
siguiente, cuando se despertó, no recordaba nada de aquel sueño.
Lily suspiró aliviada al saber que
Harry no recordaría nada al siguiente día.
—Aquí termina este capítulo —anunció
Charlie, cerrando el libro.
—Muy bien —dijo Dumbledore—, pues
entonces creo que ya es hora de almorzar.
Y apenas el director dijo estás
palabras los platos, los cubiertos y las fuentes con comida recién hecha
aparecieron sobre la mesa.
—Ya era hora de que apareciera la
comida, moría de hambre —dijo Sirius.
James y Remus sonrieron.
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