viernes, 10 de abril de 2015

Segundo Libro: Harry Potter y la Cámara Secreta - Capítulo 14: Cornelius Fudge


Todos los del pasado quedaron completamente sorprendidos por todo lo leído, obviamente confiaban en Hagrid, el nunca abriría la Cámara de los Secretos, pero aun así se les hacía raro que Ryddle le echara la culpa a Hagrid, porque a él.
Padma Patil se quedó con el libro en las manos luego de que terminara de leer, su hermana Parvati se ofreció como voluntaria para leer el siguiente capítulo. Su melliza le acerco el libro, esta cambio la página.
“Cornelius Fudge” —leyó Parvati.
—¿Cornelius Fudge? —repitió Andrómeda extrañada—, ¿acaso no ese hombre no trabaja en el ministerio?
—Así es, Andrómeda —respondió Sirius—, pero no entiendo porque hay un capítulo con su nombre —cuestionó.
—Porque era el Ministro de Magia —respondió Harry.
—¿Ese hombre llego a ser ministro? —preguntó James con incredulidad.
Los chicos del futuro asintieron.
—Sí, fue ministro durante seis años —agregó Hermione.
Parvati comenzó a leer cuando se hubieron callado.
Harry, Ron y Hermione siempre habían sabido que Hagrid sentía una desgraciada afición por las criaturas grandes y monstruosas (Son solo criaturas incomprendidas, alego el semi-gigante). Durante el curso anterior en Hogwarts había intentado criar un dragón en su pequeña cabaña de madera, y pasaría mucho tiempo antes de que pudieran olvidar al perro gigante de tres cabezas al que había puesto por nombre Fluffy (Lo bueno fue que el perrito no mato a nadie, comentó Luna. Mientras que el trío y Neville se repetían en sus cabezas: “¿Perrito?”, se notaba que Luna no lo había visto en vivo y en directo). Harry estaba seguro de que si, de niño, Hagrid se enteró de que había un monstruo oculto en algún lugar del castillo, hizo lo imposible por echarle un vistazo (Exactamente, confesó Hagrid, y por más que lo busque nunca lo llegue a encontrar). Seguro que le parecía inhumano haber tenido encerrado al monstruo tanto tiempo y debía de pensar que el pobre tenía derecho a estirar un poco sus numerosas piernas (Hagrid se sonrojó, pero aclaró diciendo: “Aragog no era el monstruo”). Podía imaginarse perfectamente a Hagrid, con trece años, intentando ponerle un collar y una correa. Pero también estaba seguro de que él nunca había tenido intención de matar a nadie.
—Por supuesto que no —dijo Fabian.
—Hagrid es muy noble —agrego Gideon.
El semi-gigante les sonrió en agradecimiento a los gemelos Prewett.
Harry casi habría preferido no haber averiguado el funcionamiento del diario de Ryddle. Ron y Hermione le pedían constantemente que les contase una y otra vez todo lo que había visto, hasta que se cansaba de tanto hablar y de las largas conversaciones que seguían a su relato y que no conducían a ninguna parte.
—Es que repitiendo las cosas se puede encontrar detalles que se nota al principio —dijo Hermione.
—A lo mejor Ryddle se equivocó de culpable —decía Hermione—. A lo mejor el que atacaba a la gente era otro monstruo…
—La señora Granger tiene razón —dijo la profesora McGonagall defendiendo a Hagrid—, Ryddle se equivocó de culpable y estoy segura que una acromántula no es el monstruo que se esconde en la Cámara Secreta.
Hagrid miró a la profesora con agradecimiento.
—¿Cuántos monstruos crees que puede albergar este castillo? —le preguntó Ron, aburrido.
—Yo creo mucho más de los que te imaginas, hermanito —dijeron los gemelos Weasley.
—Ya sabíamos que a Hagrid lo habían expulsado —dijo Harry, apenado—. Y supongo que entonces los ataques cesaron. Si no hubiera sido así, a Ryddle no le habrían dado ningún premio.
—Tiene razón, señor Potter —dijo Dumbledore—, luego de que Ryddle acusara a Hagrid con el director Dippet, y que misteriosamente los ataques acabaran con la expulsión de Hagrid a Dippet no le quedo dudas, y por eso le dio ese premio a Ryddle.
Ron intentó verlo de otro modo.
—Ryddle me recuerda a Percy. Pero ¿por qué tuvo que delatar a Hagrid?
Percy miró mal a su hermano por compararlo con Ryddle. Ron solo se encogió de hombros ante la mirada de su hermano.
—Lo delataron porque estaba muriendo gente —contestó seriamente Percy—. Y deja de compárame con Ryddle —le advirtió.
—Lo siento —dijo Ron—, ese Ryddle no se parece en nada a ti.
Percy asintió.
—El monstruo había matado a una persona, Ron —contestó Hermione.
—Y Ryddle habría tenido que volver al orfanato muggle si hubieran cerrado Hogwarts —dijo Harry—. No lo culpo por querer quedarse aquí.
—Nadie lo culparía por eso —dijo Sirius. Y Snape asintió quedamente.
Porque sin querer aceptarlo ninguno de los dos, tenían muchas cosas en común, una de ellas y la principal, era que no se llevaban bien con sus padres y por eso no querían volver a sus casas.
Ron se mordió un labio y luego vaciló al decir:
—Tú te encontraste a Hagrid en el callejón Knockturn, ¿verdad, Harry?
Algunos miraron a Hagrid recordando aquello, pero no objetaron nada.
—Dijo que había ido a comprar un repelente contra las babosas carnívoras —dijo Harry con presteza.
Se quedaron en silencio. Tras una pausa prolongada, Hermione tuvo una idea elemental.
—¿Por qué no vamos y le preguntamos a Hagrid?
—¿En serio, castaña? —dijo Sirius mirando a Hermione—, ¿y cómo formularias la pregunta sin levantar sospechas sobre de dónde sacaron esa información?
Hermione se sonrojó levemente.
—Tenía doce —respondió la chica.
Adorable, pensó Remus cuando la vio con las mejillas sonrojadas. Pero luego sacudió la cabeza como tratando de que ese pensamiento saliera de su cabeza.
—¿Sucede algo, Lunático? —le preguntó James.
—No —respondió el licántropo.
James lo miró con ojos entrecerrados.
Lunático no parece tranquilo, y él solo suele ponerse un poco inquieto y vulnerable cuando la luna se acerca, pero ahora no hay luna, pensaba James.
—Sería una visita muy cortés —dijo Ron—. Hola, Hagrid, dinos, ¿has estado últimamente dejando en libertad por el castillo a una cosa furiosa y peluda?
Muchos no pudieron evitar reír, entre ellos estaban los Fred y George y los gemelos Prewett. Hasta Hagrid sonrió un poco, en esos momentos más tensos.
—Siento que tu sarcasmo me mata, hermanito —dijo George entre carcajadas, con una mano en el corazón.
Al final, decidieron no decir nada a Hagrid si no había otro ataque, y como los días se sucedieron sin siquiera un susurro de la voz que no salía de ningún sitio, albergaban la esperanza de no tener que hablar con él sobre el motivo de su expulsión (Aunque yo creo que no nos hubiera dicho nada, y solo se hubiera pasado cambiando de conversación, comentó Ron a Harry y Hermione. Estos asintieron estando de acuerdo). Ya habían pasado casi cuatro meses desde que petrificaron a Justin y a Nick Casi Decapitado, y parecía que todo el mundo creía que el agresor, quienquiera que fuese, se había retirado, afortunadamente (Que ilusos fuimos al creer eso, dijeron el trío de oro al unísono). Peeves se había cansado por fin de su canción ¡Oh, Potter, eres un zote!; Ernie Macmillan, un día, en la clase de Herbología, le pidió cortésmente a Harry que le pasara un cubo de hongos saltarines (Bueno, al menos parece que las cosas mejoran un poco, comentó Molly), y en marzo algunas mandrágoras montaron una escandalosa fiesta en el Invernadero 3. Esto puso muy contenta a la profesora Sprout.
—Esa sí que es una buena noticia —dijo Lily.
—En cuanto empiecen a querer cambiarse unas a las macetas de otras, sabremos que han alcanzado la madurez —dijo a Harry—. Entonces podremos revivir a esos pobrecillos de la enfermería.
—Gracias a Merlín —dijeron Lily y Molly.

***

Durante las vacaciones de Semana Santa, los de segundo tuvieron algo nuevo en que pensar. Había llegado el momento de elegir optativas para el curso siguiente, decisión que al menos Hermione se tomó muy en serio.
—Claro, esa es una decisión que podría afectar todo su futuro —comentó Remus.
Harry y Ron miraron a su amiga y luego a Remus. Lo mismo hacían James y Sirius. Para soltarse a reír después.
—¿Qué? ¿De qué se ríen? —preguntó Lily—. No le encuentro la gracia.
—Son iguales —respondieron a coro Harry, Ron, James y Sirius cuando calmaron un poco sus risas.
Mientras Hermione tenía una leve sonrisa al recordar su respuesta de ese momento. Y Remus la miraba disimuladamente fascinado.
—¿Quiénes son iguales? —volvieron a preguntar los gemelos Prewett.
—Ahora lo sabrán —respondió el pelirrojo.
Y al instante Parvati siguió leyendo.
—Podría afectar a todo nuestro futuro —dijo a Harry y Ron, mientras repasaban minuciosamente la lista de las nuevas materias, señalándolas.
Los dos Potter’s, Sirius y Ron rieron con más fuerza aun.
—Ahora lo entiendo —dijeron los gemelos Prewett también riendo.
Remus se sonrojó al sentir muchas miradas sobre él e igual Hermione.
Sirius dejando de reír por un momento le susurró a Remus.
—Sigo pensando que la castaña es tu hija.
Remus se puso pálido al instante. De solo pensar que Hermione y él tuvieran un parentesco como el que decía su amigo, le hacía estremecer.
—Cuando dejaras de decir tonterías, Sirius. Eso es imposible. Yo nunca voy a tener hijos —le aclaró, también hablando en susurros.
¡No, Hermione no puede ser hija mía! ¡No debe ser hija mía!, gritaba internamente.
—Lo único que quiero es no tener Pociones —dijo Harry.
—¿Y quién quisiera tener pociones con Snape? —murmuró Sirius.
Snape miró con seriedad a Harry. Y este solo se encogió de hombros.
—Imposible —dijo Ron con tristeza—. Seguiremos con todas las materias que tenemos ahora. Si no, yo me libraría de Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Con ese profesor que les toco, quien no —dijo Remus.
—Estamos de acuerdo contigo, Lunático —dijeron James y Sirius.
—¡Pero si ésa es muy importante! —dijo Hermione, sorprendida.
—No tal como la imparte Lockhart —repuso Ron—. Lo único que me ha enseñado es que no hay que dejar sueltos a los duendecillos.
—Claro, y esa es una lección muy importante —dijeron con burla los gemelos Prewett.
Neville Longbottom había recibido carta de todos los magos y brujas de su familia, y cada uno le aconsejaba materias distintas. Confundido y preocupado, se sentó a leer la lista de las materias y les preguntaba a todos si pensaban que Aritmancia era más difícil que Adivinación Antigua (No tienes que prestarle atención a todo lo que te figan, porque tú eres el único que vivirá el futuro, le aconsejó Frank. Neville le sonrió a su padre, le hubiera gustado recibir ese consejo en su momento). Dean Thomas, que, como Harry, se había criado con muggles, terminó cerrando los ojos y apuntando a la lista con la varita mágica, y escogió las materias que había tocado al azar (McGonagall miró al chico y negó con la cabeza, mientras Albus tenía una ligera sonrisa). Hermione no siguió el consejo de nadie y las escogió todas.
—Con razón la escogieron para que sea la prefecta perfecta —dijeron Fred y George con un toque de burla.
Sirius rió y lo mismo hicieron los gemelos Weasley, pero con una mirada que les dedicó Hermione se callaron.
Harry sonrió tristemente al imaginar lo que habrían dicho tío Vernon y tía Petunia si les consultara sobre su futuro de mago. Pero alguien lo ayudó: Percy Weasley se desvivía por hacerle partícipe de su experiencia.
—Oh, Percy, eso fue muy tierno de tu parte —le dijo Molly a su hijo.
—Gracias por eso, Percy —dijeron Lily y James al pelirrojo. Este asintió.
—Aunque la mayor parte del tiempo sea un pomposo insoportable, a veces suele dar buenos consejos —dijeron los gemelos Weasley.
Percy miró a sus hermanos y negó con la cabeza.
Esos dos nunca cambiaran, pensaba.
Y aunque lo molestaran, se sentía feliz de tener a Fred nuevamente junto a él.
—Depende de adónde quieras llegar, Harry —le dijo—. Nunca es demasiado pronto para pensar en el futuro, así que yo te recomendaría Adivinación (Yo creo que esa no fue una buena elección, la profesora Trelawney siempre te pronosticaba la muerte, le dijo Ron a su amigo). La gente dice que los estudios muggles son la salida más fácil, pero personalmente creo que los magos deberíamos tener completos conocimientos de la comunidad no mágica, especialmente si queremos trabajar en estrecho contacto con ellos. Mira a mi padre, tiene que tratar todo el tiempo con muggles. A mi hermano Charlie siempre le gustó el trabajo al aire libre, así que escogió Cuidado de Criaturas Mágicas. Escoge aquello para lo que valgas, Harry.
Molly y Arthur se sentían orgullosos de su hijo, por el buen consejo que le había dado a Harry.
Pero lo único que a Harry le parecía que se le daba realmente bien era el quidditch (Eso no es cierto, Harry, replicaron al unísono Ginny y Hermione). Terminó eligiendo las mismas optativas que Ron, pensando que si era muy malo en ellas, al menos contaría con alguien que podría ayudarle.
—Yo conozco a dos que también hicieron lo mismo —dijo Remus mirando a James y Sirius—. ¿Lo recuerdan? —les preguntó.
James y Sirius se miraron con fingida inocencia.
—Creo que tenemos un leve recuerdo, Lunático —respondieron al unisonó.

A Gryffindor le tocaba jugar el siguiente partido de quidditch contra Hufflepuff. Wood los machacaba con entrenamientos en equipo cada noche después de cenar (Como olvidar ese momento, ¿te acuerdas, Freddy?, preguntó George a su gemelo con cierta burla. Fred asintió, para luego los dos mirar a Wood y sonreírle), de forma que Harry no tenía tiempo para nada más que para el quidditch y para hacer los deberes (Al menos les dabas importancia a los deberes, dijo Lily a su futuro hijo. Sí, porque Hermione me lo recordaba siempre, pesaba Harry). Sin embargo, los entrenamientos iban mejor, y la noche anterior al partido del sábado se fue a la cama pensando que Gryffindor nunca había tenido más posibilidades de ganar la copa.
—Pero si en primer año tampoco la perdieron —recordó Ted.
—Sí, pero fue porque tuvimos suerte —respondió Ron.
Pero su alegría no duró mucho. Al final de las escaleras que conducían al dormitorio se encontró con Neville Longbottom, que lo miraba desesperado.
Frank y Alice miraron con interrogación a su futuro hijo.
—Harry, no sé quién lo hizo. Yo me lo encontré…
—¿Qué sucedió? —preguntó Lily.
Mirando a Harry aterrorizado, Neville abrió la puerta. El contenido del baúl de Harry estaba esparcido por todas partes. Su capa estaba en el suelo, rasgada. Le habían levantado las sábanas y las mantas de la cama, y habían sacado el cajón de la mesita y el contenido estaba desparramado sobre el colchón.
—¿Qué? —exclamaron todos los del pasado, claro menos los Malfoy y Snape.
Harry solo se encogió de hombros.
—¿Quién fue el que hizo eso? ¿Con qué motivo? —preguntó Andrómeda.
—Buscaban algo por su puesto —dijo Fabian.
—Pero la pregunta es que buscaban —dijo Gideon.
—Eso es muy sospechoso —murmuró Moody.
Ginny empalideció de pronto.
—Tal vez exagere un poco, pero es que estaba muy nerviosa —susurró Ginny para que solo Harry la escuchara.
—No te preocupes, Ginny, ya paso —respondió Harry del mismo modo que la pelirroja, a la vez que pasaba un brazo por sus hombros.
Harry fue hacia la cama, pisando algunas páginas sueltas de Recorridos con los trols. No podía creer lo que había sucedido.
En el momento en que Neville y él hacían la cama, entraron Ron, Dean y Seamus. Dean gritó:
—¿Qué ha sucedido, Harry?
Eso quería saber yo en ese momento, pensaba Harry.
—No tengo ni idea —contestó. Ron examinaba la túnica de Harry. Habían dado la vuelta a todos los bolsillos.
—Alguien ha estado buscando algo —dijo Ron—. ¿Qué te falta?
—Tal vez estaban buscando el diario de Ryddle —dijo Remus.
Todos estuvieron de acuerdo con él.
Harry empezó a coger sus cosas y a dejarlas en el baúl. Hasta que hubo separado el último libro de Lockhart, no se dio cuenta de qué era lo que faltaba.
—Se han llevado el diario de Ryddle —dijo a Ron en voz baja.
Ginny se retorcía las manos con nerviosismo por debajo de la mesa.
—¿Pero por qué se lo llevarían? —preguntó Ted.
—Es obvio, ese diario contiene mucha información valiosa —dijo Moody con voz osca.
—¿Qué?
Harry señaló con la cabeza hacia la puerta del dormitorio, y Ron lo siguió. Bajaron corriendo hasta la sala común de Gryffindor, que estaba medio vacía, y encontraron a Hermione, sentada, sola, leyendo un libro titulado La adivinación antigua al alcance de todos (¿Adivinación? ¿Tú?, preguntaron los gemelos Weasley. Hermione solo se encogió de hombros). A Hermione la noticia la dejó aterrorizada.
—Pero… sólo puede haber sido alguien de Gryffindor. Nadie más conoce la contraseña.
—En efecto —confirmó Harry.
—La castaña tiene razón —dijo Sirius.

Despertaron al día siguiente con un sol intenso y una brisa ligera y refrescante.
—¡Perfectas condiciones para jugar al quidditch! —dijo Wood emocionado a los de la mesa de Gryffindor, llevando los platos con los huevos revueltos—. ¡Harry, levanta el ánimo, necesitas un buen desayuno!
—¡Merlín! Tú y el quidditch —dijo una divertida Katie al ex capitán de Gryffindor.
A lo que Oliver le respondió con una brillante sonrisa, que hizo que Katie se sonrojara.
Harry había estado observando la mesa abarrotada de Gryffindor, preguntándose si tendría delante de las narices al nuevo poseedor del diario de Ryddle. Hermione lo intentaba convencer de que notificara el robo, pero a Harry no le gustaba la idea (Yo también creo que no hubiera sido una buena idea, dijo Remus. Hermione lo miró y sonrió, tampoco tenemos que estar de acuerdo en todo, pensó). Tendría que contar todo lo referente al diario a algún profesor, ¿y cuánta gente sabía por qué habían expulsado a Hagrid hacía cincuenta años? No quería ser él quien lo sacara de nuevo a la luz.
Hagrid le sonrió con agradecimiento a Harry.
Al abandonar el Gran Comedor con Ron y Hermione para ir a recoger su equipo de quidditch, otro motivo de preocupación se añadió a la creciente lista de Harry (¿Y ahoga qué?, preguntó Fleur). Acababa de poner los pies en la escalera de mármol cuando oyó de nuevo aquella voz:
—Matar esta vez… Déjame desgarrar… Despedazar…
—¡Oh, no! ¡Otra vez esa voz! —dijo Lily con preocupación.
Harry dio un grito, y Ron y Hermione se separaron de él asustados.
—¡La voz! —dijo Harry, mirando a un lado—. Acabo de oírla de nuevo, ¿vosotros no?
—Esto cada vez me parece más raro —dijo Moody—, a que se debe que solo tú escuchabas la voz.
Ron, con los ojos muy abiertos, negó con la cabeza. Hermione, sin embargo, se llevó una mano a la frente.
—¡Harry, creo que acabo de comprender algo! ¡Tengo que ir a la biblioteca!
—¡Por supuesto! ¡Era de esperarse! —dijeron Harry y Ron al unisonó.
Y se fue corriendo por las escaleras.
—¿Qué habrá comprendido? —dijo Harry distraídamente, mirando alrededor, intentando averiguar de dónde podía provenir la voz.
—Todos queremos saber también que fue lo que comprendió —dijeron James y Sirius mirando a Hermione.
—Yo creo que tengo una leve idea —dijo Remus con seriedad.
Ahora giraron y miraron a su amigo.
—¿Ah sí, Lunático? Pues entonces dinos —lo alentó James.
—Creo que tendrán que esperar igual que los demás —fue la respuesta de Remus.
—Eres malo, Lunático —se quejaron infantilmente James y Sirius. Mientras Hermione, Harry y Ron sonreían del comportamiento de los merodeadores.
McGonagall le indico a Parvati que siguiera leyendo y esta así lo hizo.
—Muchas más cosas que yo —respondió Ron, negando con la cabeza.
—Gran respuesta, hermanito —dijeron los gemelos Weasley con burla, a lo que Ron se sonrojo.
—Pero ¿por qué habrá tenido que irse a la biblioteca?
—Porque eso es lo que Hermione hace siempre —contestó Ron, encogiéndose de hombros—. Cuando le entra alguna duda, ¡a la biblioteca!
—En la biblioteca se encuentra mucha información —se defendió Hermione de las miradas con cierta burla.
—Sí, pero… —empezó Sirius, pero fue parado por Lily.
—No la molestes, Sirius —lo regañó, y el animago no dijo nada más.
—Gracias —dijo Hermione a la madre de su mejor amigo, esta solo le sonrió.
Harry se quedó indeciso, intentando volver a captar la voz, pero los alumnos empezaron a salir del Gran Comedor hablando alto, hacia la puerta principal. Iban al campo de quidditch.
—Será mejor que te muevas —dijo Ron—. Son casi las once…, el partido.
—Me imagino que habrá sido muy difícil concentrarse después de escuchar esa voz —dijo Charlie.
Harry subió a la carrera la torre de Gryffindor, cogió su Nimbus 2.000 y se mezcló con la gente que se dirigía hacia el campo de juego. Pero su mente se había quedado en el castillo, donde sonaba la voz que no salía de ningún sitio, y mientras se ponía su túnica de juego en los vestuarios, su único consuelo era saber que todos estaban allí para ver el partido.
No todos, pensaba Hermione.
Yo en ese momento estaba en la biblioteca buscando toda la información posible, hasta que lo encontré, pero luego paso, lo que tuvo que pasar, no pude evitarlo, recordó la castaña.
Los equipos saltaron al campo de juego en medio del clamor del público. Oliver Wood despegó para hacer un vuelo de calentamiento alrededor de los postes, y la señora Hooch sacó las bolas. Los de Hufflepuff, que jugaban de color amarillo canario, se habían reunido para repasar la táctica en el último minuto.
—Trabajamos hasta el último minuto —dijo orgullosamente Ernie.
Harry acababa de montarse en la escoba cuando la profesora McGonagall llegó corriendo al campo, llevando consigo un megáfono de color púrpura.
—El partido acaba de ser suspendido —gritó por el megáfono la profesora, dirigiéndose al estadio abarrotado (Harry y Ron miraron a Hermione. Con justa razón, dijeron el pelinegro y el pelirrojo. Remus que había estado atento a las miradas de los chicos a Hermione, se preguntaba porque dijeron eso). Hubo gritos y silbidos. Oliver Wood, con aspecto desolado, aterrizó y fue corriendo a donde estaba la profesora McGonagall sin desmontar de la escoba.
—¡Pero profesora! —gritó—. Tenemos que jugar… la Copa… Gryffindor…
—Parecía como si le hubieran dicho que se le suspendieron las Navidades —dijo Fred.
—Como si le hubieran suspendidos las vacaciones —siguió George.
Los gemelos luego miraron a Oliver y rieron.
—Sí, muy graciosos Weasley —refunfuñó Oliver.
La profesora McGonagall no le hizo caso y continuó gritando por el megáfono:
—Todos los estudiantes tienen que volver a sus respectivas salas comunes, donde les informarán los jefes de sus casas. ¡Id lo más deprisa que podáis, por favor!
—¿Qué pudo haber pasado ahora? —preguntó Remus.
—Tal vez petrificaron a alguien más —dijo James.
—Estoy de acuerdo contigo, Cornamenta —dijo Sirius.
Luego bajó el megáfono e hizo una seña a Harry para que se acercara.
—Potter, creo que será mejor que vengas conmigo.
—Pero si tú ni hiciste nada —dijo Lily mirando a su hijo.
—No era por eso que me llamaban, mamá —la tranquilizó Harry.
Preguntándose por qué sospecharía de él en aquella ocasión, Harry vio que Ron se separaba de la multitud descontenta y se unía a ellos corriendo para volver al castillo. Para sorpresa de Harry, la profesora McGonagall no se opuso.
—Sí, quizá sea mejor que tú también vengas, Weasley.
Molly miró a su hijo con interrogación.
—Esto me huele mal —susurró Moody.
Algunos de los estudiantes que había a su alrededor rezongaban por la suspensión del partido y otros parecían preocupados. Harry y Ron siguieron a la profesora McGonagall y, al llegar al castillo, subieron con ella la escalera de mármol. Pero esta vez no se dirigían a ningún despacho.
—¿A dónde, entonces? —preguntaron los merodeadores y los gemelos Prewett a coro.
—Ya lo sabrán —respondió Ron.
—Esto os resultará un poco sorprendente —dijo la profesora McGonagall con voz amable cuando se acercaban a la enfermería—. Ha habido otro ataque… Un ataque doble.
—¿Doble? —repitieron los del pasado.
Y Hermione sin poder evitarlo se estremeció al recordar su petrificación.
Estremecimiento que Remus noto. Y ahí fue cuando él se dio cuenta de que la profesora McGonagall solo llamo a Harry y Ron, pero a Hermione no.
¡Por Merlín!, gritó internamente al descubrir lo que había pasado. ¡No puede ser que Hermione haya sido petrificada!
Remus volvió a mirar a Hermione —pero esta vez sin importarle de que ella lo notara— y noto que había perdido el color sonrosado de sus mejillas. Le hubiera gustado a cercarse a ella y abrazarla, pero no podía, primero, porque tenía a Crookshanks en su regazo y segundo, porque no sabía cómo reaccionaría la chica si la abrazaba.
A Harry le dio un brinco el corazón. La profesora McGonagall abrió la puerta y entraron en la enfermería.
La señora Pomfrey atendía a una muchacha de quinto curso con el pelo largo y rizado. Harry reconoció en ella a la chica de Ravenclaw a la que por error habían preguntado cómo se iba a la sala común de Slytherin (¡Penélope!, pensó Percy, pero los chicos de Ravenclaw exclamaron el nombre de la chica). Y en la cama de al lado estaba…
—¡Hermione! —gimió Ron.
—¡No ser! —exclamaron los merodeadores y Lily.
—Pobrecilla —dijo Molly mirando a Hermione.
Remus seguía mirando con insistencia a Hermione —ahora tan pálido como la chica— esperaba que Hermione dijera algo, pero no decía nada. Él también quería preguntarle cómo es que fue petrificada junto con esa chica, pero las palabras no le salían, solo se dedicaba a mirarla. Hermione noto su mirada y quiso sonreírle, pero solo le salió un gesto.
—¿Pero cómo es que ambas fueron petrificadas a la vez? —preguntó un desconcertado Frank.
Remus agradeció internamente que Frank haya hecho la pregunta que él quería hacer, y ahora esperaba la respuesta de la chica.
Hermione miró a Remus y suspiró.
—Bueno, cuando Harry dio aquel grito, me asuste y pensé que algo sucedería, no me equivoque, porque luego nos dijo a Ron y  a mí que había oído nuevamente esa voz, y esa voz significaba que iba haber otro ataque —todos escuchaban atentos a Hermione—. Yo ya había empezado a averiguar al respecto, pero lamentablemente no había encontrado nada. Y yo no quería que siguieran acusando a Harry injustamente, así que cuando dijo que había vuelto escuchar esa voz, algo dentro de mi cabeza hizo clic, la respuesta estaba frente a mí, y no le había prestado atención suficiente. Por eso después salí corriendo hacia la biblioteca, y menos mal que los pasillos estaban vacíos porque todos se habían ido a ver el partido de quiddtch y así llegue más rápido a la biblioteca, apenas entre empecé a buscar el libro con la información correcta, información que limpiaría el nombre de Harry y Hagrid. Luego de tanto buscar, por fin lo encontré el libro, ahora sabía que mis sospechas estaban en lo cierto, ahora sabía porque Harry era el único que podía escuchar esa voz.
Hermione paro de hablar, para tomar aire.
—¿Qué paso? ¿Dinos por qué Harry era el único que oía esa voz? —preguntó Sirius con curiosidad. Hasta los Malfoy y Snape escuchaban atentos el relato de la chica.
Remus miró con seriedad a su amigo.
—Déjala respirar, Sirius —lo regañó, pero el animago no se inmuto.
—El libro del cual saque la información se titulaba “Animales fantásticos y dónde encontrarlos”, así que recordando las otras petrificaciones, di con el monstruo que se escondía en la cámara secreta, y cuando me disponía a salir de la biblioteca con el libro, alguien me hablo: «¿escuchaste eso?», me preguntó una chica de Ravenclaw, ni siquiera me había dado cuenta de su presencia, tome atención y yo también escuche el silbido —Sirius iba a interrumpir, pero James negó con la cabeza y Lily lo miró con seriedad—, lo único que hice fue escribir una palabra en la hoja del libro, luego la arranque y la estruje en mi mano, porque sabía que ya no teníamos escapatoria. Ambas salimos corriendo de la biblioteca, pero escuchábamos que el “monstro” iba detrás de nosotras, así que tuve una idea —Remus miraba fascinado a Hermione, es brillante, pensaba Lupin—, le pregunte a Penélope si tenía un espejo, esa era la única forma de salvarnos de la muerte, ella asintió y rápidamente saco un espejo de su túnica, tome el espejo y le dije que mirara al espejo… —Hermione para de hablar nuevamente—, ambas miramos al espejo, yo puede ver los ojos fríos del “monstruo” a través del espejo y luego pues empecé a sentir como mi cuerpo se iba poniendo como de piedra —culminó su relato.
—¡Por Merlín! —exclamaron Lily, Molly, Alice y Andrómeda.
—Pero aun no nos has dicho quién era el monstruo —dijo Sirius.
—Bueno creo que eso es algo que todos descubrirán al mismo tiempo —respondió Harry—. No creo que falte mucho para que lo sepan —agregó al ver la cara de descontento de su padre y de su padrino.
Luego de que todos sacaran sus propias conclusiones, el profesor Dumbledore le dijo a Parvati que siguiera leyendo.
Hermione yacía completamente inmóvil, con los ojos abiertos y vidriosos.
—Las encontraron junto a la biblioteca —dijo la profesora McGonagall—. Supongo que no podéis explicarlo. Esto estaba en el suelo, junto a ellas…
Levantó un pequeño espejo redondo.
—Interesante, muy interesante —murmuró Moody asintiendo—, el espejo.
—Pero hay algo que no entiendo muy bien —dijo Sirius.
—¿Qué? —preguntó Hermione.
—Antes dijiste que el espejo las salvo de morir, pero ¿qué tiene un espejo en especial? —preguntó el animago.
—Después entenderás —fue la única respuesta de Hermione.
Harry y Ron negaron con la cabeza, mirando a Hermione.
—Os acompañaré a la torre de Gryffindor —dijo con seriedad la profesora McGonagall—. De cualquier manera, tengo que hablar a los estudiantes.
McGonagalla miraba a Hermione y sentía orgullo que ella perteneciera a la casa de Gryffindor. Siendo tan pequeña y había descubierto que era lo que escondía la cámara de los secretos, algo que ni siquiera ella misma había descubierto en ese momento.

—Todos los alumnos estarán de vuelta en sus respectivas salas comunes a las seis en punto de la tarde. Ningún alumno podrá dejar los dormitorios después de esa hora. Un profesor os acompañará siempre al aula. Ningún alumno podrá entrar en los servicios sin ir acompañado por un profesor. Se posponen todos los partidos y entrenamientos de quidditch. No habrá más actividades extraescolares.
—¡Que horrible! —exclamó Sirius—, eso parece más como estar en Azkaban, encerrados sin nada que hacer —Harry, Ron, Hermione, Ginny, Luna y todos los Weasley miraron al animago con tristeza.
Si supieras, pensaba Harry.
Suerte que nadie se percató de las miradas que le dedicaban a Sirius, porque más estaban preocupados por los ataques.
—No creo haber podido sobrevivir si a nosotros nos dieran esas normas —se quejó dramáticamente James.
—Desde luego que no —dijo Remus.
—Y peor sin quiddtch —dijeron los gemelos Prewett.
Los alumnos de Gryffindor, que abarrotaban la sala común, escuchaban en silencio a la profesora McGonagall, quien al final enrolló el pergamino que había estado leyendo y dijo con la voz entrecortada por la impresión:
—No necesito añadir que rara vez me he sentido tan consternada. Es probable que se cierre el colegio si no se captura al agresor. Si alguno de vosotros sabe de alguien que pueda tener una pista, le ruego que lo diga.
—¿Cerrar Hogwarts? ¡Eso sí que es horrible! —dijo Ted.
—Y dice que el que tenga una pista la diga, pues eso no podrá ser, porque la que había dado con todo ha sido petrificada —dijo Sirius mirando a Hermione.
La profesora salió por el agujero del retrato con cierta torpeza, e inmediatamente los alumnos de Gryffindor rompieron el silencio.
—Típico —susurró Hannah.
—Han caído dos de Gryffindor, sin contar al fantasma, que también es de Gryffindor, uno de Ravenclaw y otro de Hufflepuff —dijo Lee Jordan, el amigo de los gemelos Weasley, contando con los dedos—. ¿No se ha dado cuenta ningún profesor de que los de Slytherin parecen estar a salvo? ¿No es evidente que todo esto proviene de Slytherin? El heredero de Slytherin, el monstruo de Slytherin… ¿Por qué no expulsan a todos los de Slytherin? —preguntó con fiereza. Hubo alumnos que asintieron y se oyeron algunos aplausos aislados.
—Yo también me pregunto eso —dijo Sirius de acuerdo con Lee.
—¡Eso es injusto! —exclamó Daphne—, solo porque no hubo ningún ataque hacia Slytherin no significa que fuéramos los culpables.
—La señorita Greengrass tiene razón —dijo Dumbledore—, sería muy injusto culparlos sin pruebas, ellos no tienen la culpa de que su fundador haya hecho cosas terribles.
Sirius no estaba del todo de acuerdo con Dumbledore. Pero ya no dijo nada más.
Percy Weasley estaba sentado en una silla, detrás de Lee, pero por una vez no parecía interesado en exponer sus puntos de vista. Estaba pálido y parecía ausente.
—Claro, estaba muy preocupado por su novia, la chica de Ravenclaw —dijo Charlie. Y Percy se sonrojó.
Molly miró a su hijo con cierta tristeza por lo que le había pasado a su novia.
—Percy está asustado —dijo George a Harry en voz baja—. Esa chica de Ravenclaw…, Penélope Clearwater…, es prefecta. Supongo que Percy creía que el monstruo no se atrevería a atacar a un prefecto.
—No era miedo —aclaró el Percy.
—Ahora lo sé —dijo George con una sonrisita en sus labios.
Pero Harry sólo escuchaba a medias. No parecía poder olvidar la imagen de Hermione, inmóvil sobre la cama de la enfermería, como esculpida en piedra. Y si no pillaban pronto al culpable, él tendría que pasar el resto de su vida con los Dursley (Lily se sintió enojada al recordar como la familia de su hermana trataba a su hijo). Tom Ryddle había delatado a Hagrid ante la perspectiva del orfanato muggle si se cerraba el colegio. Harry entendía perfectamente cómo se había sentido.
—O creí que lo entendía —aclaró Harry al ver la mirada de Hagrid.
Mientras tanto Dumbledore se encontraba ido, puesto que había encontrado muchas situaciones parecidas entre Harry y Ryddle, pero lo bueno era que habían reaccionado de manera tan diferentes. Harry pensaba en los demás antes que en el mismo, en cambio Ryddle era egoísta y solo pensaba en su bienestar.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Ron a Harry al oído—. ¿Crees que sospechan de Hagrid?
—Tenemos que ir a hablar con él —dijo Harry, decidido—. No creo que esta vez sea él, pero si fue el que lo liberó la última vez, también sabrá llegar hasta la Cámara de los Secretos, y algo es algo.
—Nunca he estado en esa maldita cámara —dijo Hagrid con seriedad.
—Lo sabemos Hagrid —dijo Ron.
—Pero en ese momento, la única pista que teníamos nos llevaba hacia a ti —dijo Harry.
—Pero McGonagall nos ha dicho que tenemos que permanecer en nuestras torres cuando no estemos en clase…
Hermione miró incrédula a Ron.
—¿Y desde cuando la obedecéis? —le preguntó, a lo que el pelirrojo se encogió de hombros.
—Creo —dijo Harry, en voz todavía más baja— que ha llegado ya el momento de volver a sacar la vieja capa de mi padre.
—¿Qué? Quieres decir que mi capa ha estado medio año guardada en un baúl, medio año —enfatizó James—. Sin que le dieras el uso correcto.
—¡Ya, basta, James! —lo regañó Lily y el aludido se calló.
—Insisto a Cornamenta lo tienen domesticado —murmuró Sirius a Remus.

Harry sólo había heredado una cosa de su padre: una capa larga y plateada para hacerse invisible. Era su única posibilidad para salir a hurtadillas del colegio y visitar a Hagrid sin que nadie se enterara. Fueron a la cama a la hora habitual, esperaron a que Neville, Dean y Seamus hubieran dejado de hablar sobre la Cámara de los Secretos y se durmieran, y entonces se levantaron, volvieron a vestirse y se cubrieron con la capa.
—Eso me parece sumamente peligroso —dijeron Lily y Molly a la vez, mirando a sus hijos.
El recorrido por los corredores oscuros del castillo no fue en absoluto agradable (Ya lo creo, murmuró Alice). Harry, que ya en ocasiones anteriores había caminado por allí de noche, no lo había visto nunca, después de la puesta del sol, tan lleno de gente: profesores, prefectos y fantasmas circulaban por los corredores en parejas, buscando cualquier detalle sospechoso (No hay nada peor para un merodeador que encontrar los pasillos llenos de personas, comentó Sirius). Como, a pesar de llevar la capa invisible, hacían el mismo ruido de siempre, hubo un instante especialmente tenso cuando Ron se dio un golpe en un dedo del pie, y estaban muy cerca del lugar en que Snape montaba guardia (Que suertecita la de ustedes, dijo Frank). Afortunadamente, Snape estornudó en el momento preciso en que Ron gritó (Bueno, su suerte cambio en un solo instante y para bien, rectificó Frank). Cuando finalmente alcanzaron la puerta principal de roble y la abrieron con cuidado, suspiraron aliviados.
Era una noche clara y estrellada. Avanzaron con rapidez guiándose por la luz de las ventanas de la cabaña de Hagrid, y no se desprendieron de la capa hasta que hubieron llegado ante la puerta.
—Qué bueno que no les paso nada más en el trayecto —dijo Arthur.
Unos segundos después de llamar, Hagrid les abrió. Les apuntaba con una ballesta, y Fang, el perro jabalinero, ladraba furiosamente detrás de él.
—¡Ah! —dijo, bajando el arma y mirándolos—. ¿Qué hacéis aquí los dos?
—Pues preguntar la dirección correcta hacia la Cámara de los Secretos —comentó Luna con su clásica sinceridad.
—¿Para qué es eso? —preguntó Harry, señalando la ballesta al entrar.
—Nada, nada… —susurró Hagrid—. Estaba esperando… No importa… Sentaos, prepararé té.
Parecía que apenas sabía lo que hacía. Casi apagó el fuego al derramar agua de la tetera metálica, y luego rompió la de cerámica de puros nervios al golpearla con la mano.
—Pobre, tal vez tenía miedo de que lo volvieran a acusar —dijo Padma Patil.
—¿Estás bien, Hagrid? —dijo Harry—. ¿Has oído lo de Hermione?
—¡Ah, sí, claro que lo he oído! —dijo Hagrid con la voz entrecortada.
Miró por la ventana, nervioso. Les sirvió sendas jarritas llenas sólo de agua hirviendo (se le había olvidado poner las bolsitas de té). Cuando les estaba poniendo en un plato un trozo de pastel de frutas, aporrearon la puerta.
—¡Por Merlín! ¿Quién será esta vez? —dijo Andrómeda.
—Era Dumbledore con el inepto de Fudge —dijo entre dientes Ron.
—¿Dijiste algo Ron? —preguntó James.
El pelirrojo negó con la cabeza.
Se le cayó el pastel. Harry y Ron intercambiaron miradas de pánico, se echaron encima la capa para hacerse invisibles y se retiraron a un rincón oculto. Tras asegurarse de que no se les veía, Hagrid cogió la ballesta y fue otra vez a abrir la puerta.
—Buenas noches, Hagrid.
Era Dumbledore. Entró, muy serio, seguido por otro individuo de aspecto muy raro.
—¿Quién era ese otro individuo? —preguntaron los gemelos Prewett.
—Un tonto —respondieron los gemelos Weasley.
El desconocido era un hombre bajo y corpulento, con el pelo gris alborotado y expresión nerviosa. Llevaba una extraña combinación de ropas: traje de raya diplomática, corbata roja, capa negra larga y botas púrpura acabadas en punta. Sujetaba bajo el brazo un sombrero hongo verde lima.
—Vaya, sí que era el último grito de la moda —se burló Sirius.
—¡Es el jefe de mi padre! —musitó Ron—. ¡Cornelius Fudge, el ministro de Magia!
—Ahora entiendo porque el título de este capítulo llevaba su nombre —comentó James.
—Sí, pero eso no es lo importante James. No te parece raro que el ministro de Magia esté en la cabaña de Hagrid —dijo Remus.
—Definitivamente eso es muy raro —dijo Moody.
Harry dio un codazo a Ron para que se callara.
Hagrid estaba pálido y sudoroso. Se dejó caer abatido en una de las sillas y miró a Dumbledore y luego a Cornelius Fudge.
—¡Feo asunto, Hagrid! —dijo Fudge, telegráficamente—. Muy feo. He tenido que venir. Cuatro ataques contra hijos de muggles. El Ministerio tiene que intervenir.
—Sería la primera vez —dijo para sorpresa de todos Neville—. Al menos la primera vez que lo hace competentemente.
—Yo nunca… —dijo Hagrid, mirando implorante a Dumbledore—. Usted sabe que yo nunca, profesor Dumbledore, señor…
—Lo sé, Hagrid, tú eres inocente —dijo Dumbledore—. Y ojala hubiera podido ayudarte antes.
—Usted ha hecho más por mí que nadie, señor —dijo Hagrid.
—Quiero que quede claro, Cornelius, que Hagrid cuenta con mi plena confianza —dijo Dumbledore, mirando a Fudge con el entrecejo fruncido.
—Mira, Albus —dijo Fudge, incómodo—. Hagrid tiene antecedentes. El Ministerio tiene que hacer algo… El consejo escolar se ha puesto en contacto…
—Con más ineptos como él —dijo Ron, causando la risa de sus tíos.
—Aun así, Cornelius, insisto en que echar a Hagrid no va a solucionar nada —dijo Dumbledore. Los ojos azules le brillaban de una manera que Harry no había visto nunca.
—¿Echar a Hagrid? ¡Hogwarts no sería lo mismo sin Hagrid! —dijo Bill con indignación.
Hagrid miró con agradecimiento al pelirrojo mayor.
—Míralo desde mi punto de vista —dijo Fudge, cogiendo el sombrero y haciéndolo girar entre las manos—. Me están presionando. Tengo que acreditar que hacemos algo (Ese hombre da asco, dijeron los merodeadores). Si se demuestra que no fue Hagrid, regresará y no habrá más que decir. Pero tengo que llevármelo. Tengo que hacerlo. Si no, no estaría cumpliendo con mi deber…
—¿Su deber? —dijo Lily.
—Su deber no le importaba en absoluto —dijo Harry.
—¿Llevarme? —dijo Hagrid, temblando—. ¿Llevarme adónde?
—Sólo por poco tiempo —dijo Fudge, evitando los ojos de Hagrid—. No se trata de un castigo, Hagrid, sino más bien de una precaución. Si atrapamos al culpable, a usted se le dejará salir con una disculpa en toda regla.
—Claro, como con una simple disculpa se soluciona todo —ironizó Lee Jordan.
—¿No será a Azkaban? —preguntó Hagrid con voz ronca.
—No pueden —rugió James—. No pueden llevarlo a Azkaban siendo inocente, sin pruebas de lo que supuestamente ha hecho.
Harry rompió a reír con amargura. Todos lo miraron con confusión.
—Conozco a alguien que paso doce años de su vida en Azkaban siendo inocente, y sin siquiera tener un juicio para demostrar su inocencia —Harry no pudo evitar decir todo eso con amargura. Aun recordaba a su padrino, lo mal que se veía cuando logró escapar de Azkaban y todo el tiempo que tuvo que permanecer escondido.
—Harry —le advirtió Hermione, pero ya era demasiado tarde.
—¿Quién paso doce años en Azkaban siendo inocente? —preguntó Sirius.
—Creo que esa respuesta la sabrás con el libro de nuestro tercer curso —respondió Hermione, porque Harry se quedó callado dándose cuenta de su error—. Parvati podrías seguir leyendo —le dijo a la chica, la cual asintió.
Antes de que Fudge pudiera responder, llamaron con fuerza a la puerta.
Abrió Dumbledore. Ahora fue Harry quien recibió un codazo en las costillas, porque había dejado escapar un grito ahogado bien audible.
El señor Lucius Malfoy entró en la cabaña de Hagrid con paso decidido, envuelto en una capa de viaje negra y con una gélida sonrisa de satisfacción. Fang se puso a aullar.
—¿Por qué no me sorprende? —dijo Sirius mirando a Lucius, este sonrió con petulacia.
—Traidor a la sangre —murmuró Lucius.
—¡Ah, ya está aquí, Fudge! —dijo complacido al entrar—. Bien, bien…
—¿Qué hace usted aquí? —le dijo Hagrid furioso—. ¡Salga de mi casa!
—¡Bien hecho, Hagrid! —lo felicitaron los merodeadores y los gemelos Prewett.
—Créame, buen hombre, que no me produce ningún placer entrar en esta… ¿la ha llamado casa? —repuso Lucius Malfoy contemplando la cabaña con desprecio—. Simplemente, he ido al colegio y me han dicho que el director estaba aquí.
—¿Y qué es lo que quiere de mí, exactamente, Lucius? —dijo Dumbledore.
—Nada bueno —dijo Draco con pesar. A lo que Lucius lo miró con amargura, pero el resto lo miró con sorpresa, aunque no era la primera vez que escuchaban que Draco le hablar de ese modo de su padre.
Hablaba cortésmente, pero aún tenía los ojos azules llenos de furia.
—Es lamentable, Dumbledore —dijo perezosamente el señor Malfoy, sacando un rollo de pergamino—, pero el consejo escolar ha pensado que es hora de que usted abandone (¿Qué?, fue la exclamación general, a la vez que miraban con furia a Lucius). Aquí traigo una orden de cese, y aquí están las doce firmas (¿Cuántas de esas firmas eran compradas?, preguntó Sirius). Me temo que este asunto se le ha escapado de las manos. ¿Cuántos ataques ha habido ya? Otros dos esta tarde, ¿no es cierto? A este ritmo, no quedarán en Hogwarts alumnos de familia muggle, y todos sabemos el gran perjuicio que ello supondría para el colegio.
—¡Hipócrita! Como si te importaran los hijos de muggles en verdad —rugió James.
—James, no —dijo Lily, y el aludido la miró con confusión—, no merece la pena —concluyó.
—¿Qué? ¡Vaya, Lucius! —dijo Fudge, alarmado—, Dumbledore cesado… No, no…, lo último que querría, precisamente ahora…
—El nombramiento y el cese del director son competencia del consejo escolar, Fudge —dijo con suavidad el señor Malfoy—. Y como Dumbledore no ha logrado detener las agresiones…
—Pero si Dumbledore se va, menos se detendrán los ataques a los hijos de muggles —dijo Andrómeda.
—Pero, Lucius, si Dumbledore no ha logrado detenerlas —dijo Fudge, que tenía el labio superior empapado en sudor—, ¿quién va a poder?
—Ya se verá —respondió el señor Malfoy con una desagradable sonrisa—. Pero como los doce hemos votado…
Hagrid se levantó de un salto, y su enredada cabellera negra rozó el techo.
—¿Y a cuántos ha tenido que amenazar y chantajear para que accedieran, eh, Malfoy? —preguntó.
—¡Bien dicho, Hagrid! —lo volvieron a felicitar los merodeadores, los gemelos Prewett, y ahora se sumaron también los gemelos Weasley, Frank y Ted.
—Muchacho, muchacho, por Dios, este temperamento suyo le dará un disgusto un día de éstos —dijo Malfoy—. Me permito aconsejarle que no grite de esta manera a los carceleros de Azkaban. No creo que se lo tomen a bien.
—Miserable, cabrón —rugió Sirius.
—Señor Black, no le permito ese vocabulario aquí —lo regañó McGonagall.
—¡Puede quitar a Dumbledore! —chilló Hagrid, y Fang, el perro jabalinero, se encogió y gimoteó en su cesta—. ¡Lléveselo, y los alumnos de familia muggle no tendrán ni una oportunidad! ¡Y habrá más asesinatos!
—Pues eso es lo que quería —dijo Draco.
—¡Draco! —siseó Lucius.
—¿Qué? Es la verdad —lo desafió Draco—, ¿lo negaras, padre?
Lucius no respondió solo se dedicó a taladrarlo con la mirada.
—Creo que el hurón empieza a caerme un poco mejor —susurró Ron a Harry.
—Cálmate, Hagrid —le dijo bruscamente Dumbledore. Luego se dirigió a Lucius Malfoy—. Si el consejo escolar quiere mi renuncia, Lucius, me iré.
Todos miraron atónitos a Dumbledore.
—Pero… —tartamudeó Fudge.
—¡No! —gimió Hagrid.
—Hay veces que no entiendo a Dumbledore —susurró Seamus a Dean.
Dumbledore no había apartado sus vivos ojos azules de los ojos fríos y grises de Malfoy.
—Sin embargo —dijo Dumbledore, hablando muy claro y despacio, para que todos entendieran cada una de sus palabras—, sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.
—Sí, la lealtad es algo que no tiene precio —dijo Dumbledore mirando a Hagrid.
—Por supuesto —afirmó James—, los merodeadores somos muy leales entre nosotros, nunca nos traicionaríamos, puesto que es lo que más valoramos.
—Cornamenta tiene razón —dijo Sirius con orgullo.
—Claro que sí —dijo Remus—, y aunque no esta Peter, estoy seguro que él también estaría de acuerdo con nosotros.
El trío de oro y todos los del futuro que conocían de la traición de Peter se quedaron callados, aun no era el momento de decirles la verdad.
—Esa maldita rata —susurró Ron, para que solo escucharan Harry, Hermione, Ginny y Luna.
Durante un instante, Harry estuvo convencido de que Dumbledore les había guiñado un ojo, mirando hacia el rincón donde Ron y él estaban ocultos.
—¿Es posible? —preguntó Remus.
—Es Dumbledore, con él todo es posible —respondió Sirius.
—Admirables sentimientos —dijo Malfoy, haciendo una inclinación—. Todos echaremos de menos su personalísima forma de dirigir el centro, Albus, y sólo espero que su sucesor consiga evitar los… asesinatos.
—Si no estuviera Minnie, juro que ahora mismo le lanzaría una maldición —gruñó Sirius, sin dejar de mirar a Lucius con furia.
—¿Y qué tiene que ver la profesora Mcgonagall? Tan solo mátalo —dijo Lily, también mirando con furia al rubio mayor.
Todos miraron con sorpresa a Lily.
—¿Qué? —dijo la pelirroja haciéndose la desentendida.
—Creo que la pelirroja se esta volviendo uno de nosotros —James miró a Sirius con suspicacia—, lo que quiero decir Cornamenta, es que a tu Lily por momentos se le sale la merodeadora que lleva dentro.
Remus asintió estando de acuerdo con Sirius.
Se dirigió con paso decidido a la puerta de la cabaña, la abrió, saludó a Dumbledore con una inclinación y le indicó que saliera. Fudge esperaba, sin dejar de manosear su sombrero, a que Hagrid pasara delante, pero Hagrid no se movió, sino que respiró hondo y dijo pausadamente:
—Si alguien quisiera desentrañar este embrollo, lo único que tendría que hacer es seguir a las arañas (Ron se estremeció al recordar lo que Harry y él tuvieron que pasar para poder escapar de las arañas). Ellas lo conducirían. Eso es todo lo que tengo que decir. —Fudge lo miró extrañado—. De acuerdo, ya voy —añadió, poniéndose el abrigo de piel de topo. Cuando estaba a punto de seguir a Fudge por la puerta, se detuvo y dijo en voz alta—: Y alguien tendrá que darle de comer a Fang mientras estoy fuera.
—¿Seguir a las arañas? ¿Qué querías decir con eso, Hagrid? —le preguntó Moody al semi-gigante.
—Eh… —Hagrid miró al auror—, pues… en el otro capítulo entenderán lo que quise decir.
Moody lo miró con recelo.
La puerta se cerró de un golpe y Ron se quitó la capa invisible.
—En menudo embrollo estamos metidos —dijo con voz ronca—. Sin Dumbledore. Podrían cerrar el colegio esta misma noche. Sin él, habrá un ataque cada día.
—Que pesimista, hermanito —dijo Charlie.
Fang se puso a aullar, arañando la puerta.
—El pobre, seguro ya empezaría a extrañar a Hagrid —dijo Parvati. Luego respiró profundo—. Fin del capítulo —anunció.
—Gracias, señorita Patil —dijo Dumbledore.

7 comentarios:

  1. Oh gracias por actualizar, a pesar de que estuvieras tan ocupada con tu tesis, me encantó el capítulo, me gusto mucho que remus y Hermione pensarán lo mismo sobre lo de las optativas y lo que me gustó arte también fue cuando Hermione contó lo que paso cuando fue petrificada, siempre quise saber que era lo que ocurriría y me gustó como lo escribiste, bueno ojalá puedas actualizar pronto y sobre todo que te vaya muy bien en tu tesis, adiós cuídate y mucha suerte, nos leemos pronto.

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  2. Muchísimas gracias por el nuevo capítulo, que, igual como los otros, fue fantástico, espero y puedas actualizar pronto una vez que tus ocupaciones terminen o sean más leves; Sólo tengo una duda, ¿cuándo Remus se enterará que Hermione es su esposa y espera un hijo? Y, sobre todo, ¿cómo reaccionará? Espero y puedas contestarme si quiera la primera pregunta, aunque no sea exactamente... Bueno, sólo te agradezco una vez más por haber actualizado, cuídate & suerte, nos leemos en la próxima actualización

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  3. Excelente capítulo, como siempre. Remus y Hermione son completamente adorables, ya muero porque él se entere de que están casados y que el bebé es suyo =)
    Hasta el otro capitulo, un beso.
    AuLingWood.

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  4. Genial! En una mañana lo leí entero; atrapante y fascinante, tal y como debería ser. Tomate tu tiempo para actualizar, me he dado cuenta, con el pasar del tiempo, que mientras menos presiones al autor de una historia, salen mejores cosas ;)
    Saludos!
    Mar

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  5. Me encantó las actualizaciones que hiciste en la pagina, están muy buenas, espero que te este llendo muy bien en tus estudios y que estés bien, ojala puedas actualizar la historia que esta muy buena, me paso todos los dias por la pagina para ver si actualizas, bueno me despido cuídate y que te vaya bien, nos leemos en otra oportunidad.

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  6. Porfis actualiza, extraño leer la historia, quedo muy buena y como que ansío saber como seguirá y ya me imagino como vienen los otros libros y trato de pensar como reaccionaria remus cuando sepa que Hermione salió con Victor, tengo muchas ganas de que esta historia siga, esta muy buena, ojalapuedas aactualizar pronto

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  7. Hola! Lo siento mucho por no comentar por un largo tiempo :'c Es que me castigaron y entre a clases D: Ojala que lo puedas actualizar pronto, pues se viene una parte interesante c:
    Besos

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