martes, 2 de diciembre de 2014

Primer Libro: Harry Potter y la Piedra Filosofal - Capítulo 14: Norberto, el ridgeback noruego



—¿Qué yo te lo deje? —preguntó más sorprendido Sirius.
Harry se dio cuenta demasiado tarde que había hablado de más, y ahora que podía hacer, era obvio que no le diría a su padrino que se lo dejo herencia, así que lo pensó por unos momentos hasta inventarse una excusa creíble.
—Sí —respondió Harry—, porque tú y Kreacher no se llevaban bien, y te querías deshacer de él, y yo te dije que yo me haría cargo de Kreacher y tú me dijiste que si quería me lo dejabas y ya vez… yo accedí —mintió, todos los del futuro sabían perfectamente porque mentía Harry, y no lo contradijeron.
—Pero ese elfo —dijo Sirius refiriéndose a Kreacher—, era muy pegado a mi hermano Regulus, él también acepto dejarlo ir —preguntó.
—Tú hermano solio de viaje y ya no reclamo a Kreacher después —respondió Ron, al ver que Harry se había quedado sin ideas.
Y lo bueno fue que Sirius creyó esa excusa, porque asintió.
Kreacher miró a su amo para luego mirar a su antiguo amo, Sirius. Kreacher no iba a decir la verdad, si su amo no lo había hecho, él tampoco lo haría.
Pero si haría otra cosa. Después de la guerra Kreacher había visto muchas veces a su amo ver el árbol genealógico que estaba en el tapiz de la casa Black, Harry miraba siempre la imagen quemada de Sirius con nostalgia, Kreacher entendió que su antiguo amo Sirius era muy importante para su nuevo amo.
Kreacher caminó hacia Sirius, el cual lo miraba serio, Harry no pudo detenerlo, pero el elfo no iba a insultar a Sirius como había escuchado antes, sino todo lo contrario.
—Amo Sirius —dijo Kreacher a la vez que hacia una reverencia ante él.
Harry, Ron, Ginny, los gemelos Weasley, los otros hermanos Weasley, James y Remus, quedaron sorprendidos con la nueva actitud del elfo con Sirius.
Sirius quedo más sorprendido.
—¿Qué quieres? —respondió Sirius con tono huraño.
—Kreacher se quería disculpar con el amo por tratarlo mal, Kreacher ahora recién se dio cuenta de que era muy irrespetuoso con el amo.
—¿Te estas disculpando conmigo? —preguntó un Sirius anonadado.
—Sí, Kreacher se está disculpando con el amo, y jura no volver a ser irrespetuoso con el amo —dijo Kreacher bajo la mirara de asombro de Harry y los demás.
Sirius asintió.
—Aunque eso tendría que comprobarlo —dijo luego de unos segundos.
—Debes creerle —dijo Harry—, Kreacher está siendo sincero.
Sirius volvió a asentir.
Luego Kreacher también se disculpó con Andrómeda y su esposo Ted, y todo lo contrario de Sirius, Andrómeda y Ted si aceptaron las disculpas del elfo porque lo notaron muy sincero.
Kreacher antes de irse miró a la otra mesa.
—Ama Narcisa, Señorito Malfoy —saludó Kreacher a Draco y a su madre, haciendo una reverencia ante ellos.
Narcisa y Draco asintieron.
—El amo necesita otra cosa de Kreacher —preguntó el elfo a Harry.
—No necesito nada más Kreacher —respondió Harry.
—Y los padres y los amigos del amo tampoco necesitan nada —volvió a preguntar Kreacher.
Todos negaron con la cabeza, claro, menos Ron que le pidió más pastel de calabaza, a lo que Krechar al instante cumplió con su pedido.
—Ya puedes retirarte, Kreacher —dijo Harry, al ver al elfo un poco incómodo.
Kreacher hizo una reverencia y luego desapareció.
—Eso fue extraño —dijo Sirius luego de que el elfo desapareció.
—Estoy de acuerdo contigo, hermano —le dijo James.
Luego de eso, todos siguieron almorzando.
—Harry —dijo Remus y este miró al licántropo—, ¿Por qué no vino tu amiga? ¿Por qué no vino, Hermione? —preguntó al notar que faltaba la famosa amiga de Harry Potter.
Ginny y Luna sonrieron con complicidad.
—Preocupado por tu futura hija, Lunático —le susurró Sirius, para que solo Remus escuchara.
Remus hizo lo más sano, ignoró el comentario de Sirius.
—Bueno, Hermione no pudo venir porque la tuvimos que llevar a San Mungo —respondió Harry.
—¿Está enferma? —preguntó James.
—Ya se está mejorando —fue lo único que respondió el pelinegro.
Cuando terminaron de comer, los platos vacíos desaparecieron.
Dumbledore se aclaró la garganta llamando la atención de todos.
—¿Quién leerá el siguiente capítulo? —preguntó.
—Yo leeré —se ofreció George.
—¿Y por qué tú? —le preguntó su gemelo.
—Porque soy el más guapo de los dos —contestó George, haciendo reír a los demás.
—No, yo soy el más guapo —rebatió Fred—, pero te dejaré leer ahora, luego lo haré yo —respondió quitándole importancia.
Se volvieron a escuchar risas por toda la sala.
“Norberto, el ridgeback noruego” —leyó George.
—Esa es una especie de dragón, ¿no? —preguntó James, y Harry y Ron asintieron.
—Querrás decir Norberta —lo corrigió Charlie.
—¿Era hembra? —preguntaron los merodeadores.
—Sí, Hagrid se llevó una gran sorpresa al enterarse —contestó Ron.
—¿Hagrid? —preguntó la profesora McGonagall.
—Eh… —susurró Ron, sonrojado.
—Tenía que habérmelo imaginado —dijo la profesora, negando con la cabeza.
—Y entonces porque no me creyó cuando se lo dije —le reclamó Draco a la profesora—, y encima me castigo y le bajo veinte puntos a Slytherin.
McGonagall miró al rubio sin saber que decir.
—Ya Malfoy, ya paso —le dijo Ron, y el rubio solo frunció el ceño.
George empezó a leer.
Sin embargo, Quirrell debía de ser más valiente de lo que habían pensado. En las semanas que siguieron se fue poniendo cada vez más delgado y pálido, pero no parecía que su voluntad hubiera cedido.
—No era su voluntad —interrumpió Fred.
Cada vez que pasaban por el pasillo del tercer piso, Harry, Ron y Hermione apoyaban las orejas contra la puerta, para ver si Fluffy estaba gruñendo, allí dentro (Las miradas se centraron en el pelinegro y el pelirrojo). Snape seguía con su habitual mal carácter, lo que seguramente significaba que la Piedra estaba a salvo. Cada vez que Harry se cruzaba con Quirrell, le dirigía una sonrisa para darle ánimo, y Ron les decía a todos que no se rieran del tartamudeo del profesor.
—Y no saben cuánto nos arrepentimos de haber hecho eso —dijeron a coro Harry y Ron, pero solo fueron oídos por Ginny, Luna y Fred.
Hermione, sin embargo, tenía en su mente otras cosas, además de la Piedra Filosofal. Había comenzado a hacer horarios para repasar y a subrayar con diferentes colores sus apuntes (Eso me recuerda a ti, pelirroja, dijo Sirius, ganándose una mirada seria de parte de Lily). A Harry y Ron eso no les habría importado, pero los fastidiaba todo el tiempo para que hicieran lo mismo.
—Y eso me recuerda a ti, Lunático —dijo James a su amigo.
—Lo hago por su bien para que no reprobaran ningún curso —se defendió Remus.
—Exacto —estuvo de acuerdo Lily.
—Hermione, faltan siglos para los exámenes.
—Diez semanas —replicó Hermione—. Eso no son siglos, es un segundo para Nicolás Flamel.
—Pero ella no es Flamel —dijo Sirius.
Remus negó con la cabeza.
—Pero nosotros no tenemos seiscientos años —le recordó Ron—. De todos modos, ¿para qué repasas si ya te lo sabes todo?
—¿Que para qué estoy repasando? ¿Estás loco? ¿Te has dado cuenta de que tenemos que pasar estos exámenes para entrar en segundo año? Son muy importantes, tendría que haber empezado a estudiar hace un mes, no sé lo que me pasó…
—Acabamos de escuchar todo lo que le pasó para no pensar en estudiar —comentó Fabian.
Pero desgraciadamente, los profesores parecían pensar lo mismo que Hermione (Como siempre, dijo Gideon). Les dieron tantos deberes que las vacaciones de Pascua no resultaron tan divertidas como las de Navidad. Era difícil relajarse con Hermione al lado, recitando los doce usos de la sangre de dragón o practicando movimientos con la varita (Me agrada que sea tan responsable, comentó Remus. Los del futuro lo miraron, y Ginny sonrió ligeramente). Quejándose y bostezando, Harry y Ron pasaban la mayor parte de su tiempo libre en la biblioteca con ella, tratando de hacer todo el trabajo suplementario.
—Pobres —dijeron James, Sirius, Fred, y los gemelos Prewett. Lily y Molly lo miraron serias.
—Nunca podré acordarme de esto —estalló Ron una tarde, arrojando la pluma y mirando por la ventana de la biblioteca con nostalgia. Era realmente el primer día bueno desde hacía meses. El cielo era claro, y las nomeolvides azules y el aire anunciaban el verano.
Harry, que estaba buscando «díctamo» en Mil hierbas mágicas y hongos no levantó la cabeza hasta que oyó que Ron decía:
—¡Hagrid! ¿Qué estás haciendo en la biblioteca?
—¿Hagrid? ¿En la biblioteca? —preguntaron los merodeadores.
—Pues si no interrumpieran, ya sabrían que hacia Hagrid en la biblioteca —dijo Andrómeda.
Hagrid apareció con aire desmañado, escondiendo algo detrás de la espalda. Parecía muy fuera de lugar; con su abrigo de piel de topo.
—Parece muy sospechoso —susurró Sirius.
—Estaba mirando —dijo con una voz evasiva que les llamó la atención—. ¿Y vosotros qué hacéis? —De pronto pareció sospechar algo—. No estaréis buscando todavía a Nicolás Flamel, ¿no?
—Oh, lo encontramos hace siglos —dijo Ron con aire grandilocuente—. Y también sabemos lo que custodia el perro, es la Piedra Fi…
—Eso no lo debiste de decir, muchacho —Moody regaño a Ron.
—Solo tenía once años, y decía las cosas sin pensar —se defendió el pelirrojo.
—¿Decía? —dijo Ginny— a mí me parece que en eso no has cambiado nada, hermano.
—Que amable —dijo entre dientes Ron.
—¡¡Shhh!! —Hagrid miró alrededor para ver si alguien los escuchaba—. No podéis ir por ahí diciéndolo a gritos. ¿Qué os pasa?
—En realidad, hay unas pocas cosas que queremos preguntarte —dijo Harry— sobre qué cosas más custodian la Piedra, además de Fluffy
—No creo que Hagrid les diga nada —dijo Remus.
—Claro que no les dirá nada, porque para que Hagrid hable, primero tienen que embriagarlo —dijo Sirius como si nada.
—Black/Sirius —lo regañaron Lily y Andrómeda.
—Pero es verdad —dijo James, ganándose un golpe en la cabeza de parte de su novia—. ¡Ay! Eso dolió, Lily —se quejó el aludido.
—Por eso lo hice, querido —contestó Lily, Harry sonrió al ver a sus padres.
—¡SHHHH! —dijo Hagrid otra vez—. Mirad, venid a verme más tarde, no os prometo que os vaya a decir algo, pero no andéis por ahí hablando, los alumnos no deben saber nada. Van a pensar que yo os lo he contado…
—Te vemos más tarde, entonces —dijo Harry.
Hagrid se escabulló.
—¿Qué escondía detrás de la espalda? —dijo Hermione con aire pensativo.
—¿Creéis que tiene que ver con la Piedra?
—Error —dijeron a coro Harry y Ron.
—Voy a ver en qué sección estaba —dijo Ron, cansado de sus trabajos. Regresó un minuto más tarde, con muchos libros en los brazos. Los desparramó sobre la mesa.
—¡Dragones! —susurró—. ¡Hagrid estaba buscando cosas sobre dragones! Mirad estos dos: Especies de dragones en Gran Bretaña e Irlanda y Del huevo al infierno, guía para guardianes de dragones
—Hagrid siempre quiso tener un dragón, me lo dijo el día que lo conocí —dijo Harry.
McGonagall negaba con la cabeza, miró a Dumbledore y lo vio con una sonrisita en los labios.
—Y al parecer consiguió tener un dragón, a espadas nuestras, pero lo consiguió —dijo Dumbledore aun con la sonrisa en sus labios.
—Pero va contra nuestras leyes —dijo Ron—. Criar dragones fue prohibido por la Convención de Magos de 1709, todos lo saben. Era difícil que los muggles no nos detectaran si teníamos dragones en nuestros jardines. De todos modos, no se puede domesticar un dragón, es peligroso. Tendríais que ver las quemaduras que Charlie se hizo con esos dragones salvajes de Rumania.
—No era necesario que dijeras eso último, Ron —dijo Charlie, sintiendo la mirada penetrante de su madre.
—Pero no hay dragones salvajes en Inglaterra, ¿verdad? —preguntó Harry.
—Claro que los hay —dijo Charlie.
—Por supuesto que hay —respondió Ron—. Verdes en Gales y negros en Escocia. Al ministro de Magia le ha costado trabajo silenciar ese asunto, te lo aseguro. Los nuestros tienen que hacerles encantamientos a los muggles que los han visto para que los olviden.
—¿Cómo sabes tanto de dragones? —preguntó George auto-interrumpiéndose el mismo.
—Será porque tengo un hermano que cría dragones —respondió Ron, y George se sonrojó ante la respuesta de su hermano menor, así que decidió seguir leyendo.
—Entonces ¿en qué está metido Hagrid? —dijo Hermione.
—Pues en un gran problema —dijo la profesora McGonagall.

Cuando llamaron a la puerta de la cabaña del guardabosques, una hora más tarde, les sorprendió ver todas las cortinas cerradas. Hagrid preguntó «¿quién es?» antes de dejarlos entrar, y luego cerró rápidamente la puerta tras ellos.
En el interior; el calor era sofocante. Pese a que era un día cálido, en la chimenea ardía un buen fuego. Hagrid les preparó el té y les ofreció bocadillos de comadreja, que ellos no aceptaron.
—Entonces ¿queríais preguntarme algo?
—Sí —dijo Harry. No tenía sentido dar más vueltas—. Nos preguntábamos si podías decirnos si hay algo más que custodie a la Piedra Filosofal, además de Fluffy.
—No se lo dirá —dijeron los merodeadores.
Hagrid lo miró con aire adusto.
—Por supuesto que no puedo —dijo—. En primer lugar; no lo sé. En segundo lugar, vosotros ya sabéis demasiado, así que tampoco os lo diría si lo supiera. Esa Piedra está aquí por un buen motivo. Casi la roban de Gringotts… Aunque eso ya lo sabíais, ¿no? Me gustaría saber cómo averiguasteis lo de Fluffy.
—El pobre e ingenuo Hagrid, antes no sabía de lo que eran capaces esos tres —dijo Fred señalando a Harry y a su hermano.
Los merodeadores se quedaron pensando sobre el comentario de Fred.
—Oh, vamos, Hagrid, puedes no querer contarnos, pero debes saberlo, tú sabes todo lo que sucede por aquí —dijo Hermione, con voz afectuosa y lisonjera. La barba de Hagrid se agitó y vieron que sonreía. Hermione continuó—: Nos preguntábamos en quién más podía confiar Dumbledore lo suficiente para pedirle ayuda, además de ti.
Con esas últimas palabras, el pecho de Hagrid se ensanchó. Harry y Ron miraron a Hermione con orgullo.
—No lo puedo creer, creo que la pequeña castaña acaba de lograr que Hagrid le cuente todo —dijo Sirius sorprendido—, y no hizo falta embriagarlo —agregó.
—Black/Sirius —volvieron a  regañar Lily y Andrómeda.
—Bueno, supongo que no tiene nada de malo deciros esto… Dejadme ver… Yo le presté a Fluffy(Y se lo está diciendo, dijeron los merodeadores y los gemelos Prewett a la vez) luego algunos de los profesores hicieron encantamientos… el profesor Sprout, el profesor Flitwick, la profesora McGonagall —contó con los dedos—, el profesor Quirrell y el mismo Dumbledore, por supuesto. Esperad, me he olvidado de alguien. Oh, claro, el profesor Snape.
—¿Snape? —preguntaron los merodeadores.
—Sí, a nosotros también se nos hacía imposible creer eso —dijo Ron.
—¿Snape?
—Ajá… No seguiréis con eso todavía, ¿no? Mirad, Snape ayudó a proteger la Piedra, no quiere robarla.
Severus hizo un amago de sonrisa al escuchar que por lo menor Hagrid si confiaba en él.
—Yo creo que soy es una trampa de Quijicus —susurró Sirius a sus amigos—, yo no confiaría tanto en él, porque con eso de que él también protege la Piedra, le sería más descubrir como la protegían los demás profesores —agregó todavía en susurros.
James asintió, pero Remus no sabía exactamente si creer en Snape, o pensar lo mismo Sirius.
Harry sabía que Ron y Hermione estaban pensando lo mismo que él. Si Snape había formado parte de la protección de la Piedra, le resultaría fácil descubrir cómo la protegían los otros profesores (James y Sirius asintieron estando de acuerdo). Es probable que supiera todos los encantamientos, salvo el de Quirrell, y cómo pasar ante Fluffy.
—Conocía todos los encantamientos, excepto pasara por Fluffy —susurró Harry.
—Tu eres el único que sabe cómo pasar ante Fluffy, ¿no, Hagrid? —preguntó Harry con ansiedad—. Y no se lo dirás a nadie, ¿no es cierto? ¿Ni siquiera a un profesor?
—Ni un alma lo sabe, salvo Dumbledore y yo —dijo Hagrid con orgullo.
—Bueno, eso es algo —murmuró Harry a los demás—. Hagrid, ¿podríamos abrir una ventana? Me estoy asando.
—No puedo, Harry, lo siento —respondió Hagrid. Harry notó que miraba de reojo hacia el fuego. Harry también miró.
—Hagrid… ¿Qué es eso?
Pero ya sabía lo que era.
—¿Y entonces para que preguntaste? —dijo Neville.
—Para confirmar mis sospechas —contestó Harry, encogiéndose de hombros.
En el centro de la chimenea, debajo de la cazuela, había un enorme huevo negro.
—Ah —dijo Hagrid, tirándose con nerviosismo de la barba—. Eso… eh…
—¿Dónde lo has conseguido, Hagrid? —preguntó Ron, agachándose ante la chimenea para ver de cerca el huevo— Debe de haberte costado una fortuna.
—Lo gané —explicó Hagrid—. La otra noche. Estaba en la aldea, tomando unas copas y me puse a jugar a las cartas con un desconocido. Creo que se alegró mucho de librarse de él, si he de ser sincero.
—Qué extraño —dijo Lily—, digo, según se, el mayor deseo de Hagrid es tener un dragón, y que en un juego con un desconocido lo ganase, no es muy normal.
—También es extraño que un mago ande con huevo de dragón por ahí —dijo Remus.
Harry y Ron se miraron.
—Pero ¿qué vas a hacer cuando salga del cascarón? —preguntó Hermione.
—Muy buena pregunta —alabó Alice.
—Bueno, estuve leyendo un poco —dijo Hagrid, sacando un gran libro de debajo de su almohada—. Lo conseguí en la biblioteca: Crianza de dragones para placer y provecho. Está un poco anticuado, por supuesto, pero sale todo. Mantener el huevo en el fuego, porque las madres respiran fuego sobre ellos y, cuando salen del cascarón, alimentarlos con brandy mezclado con sangre de pollo, cada media hora. Y mirad, dice cómo reconocer los diferentes huevos. El que tengo es un ridgeback noruego. Y son muy raros.
Parecía muy satisfecho de sí mismo, pero Hermione no.
—Hagrid, tú vives en una casa de madera —dijo.
—Ese es un buen punto —comentó Remus.
—Lo que la castaña dice, es un típico comentario de Lunático —dijo Sirius—, parece su hija —susurró esto último.
Remus rodo los ojos.
—Definitivamente Hermione es hija de Lunático —dijo James dándole la razón a Sirius.
Ahora Remus negó con la cabeza, e ignoro sus comentarios.
Que acasos James y Sirius no entendían que él nunca podía tener hijos, mejor dicho no debía tener hijos y condenarlos a una maldición, pensaba Lupin.
Harry, Ron, Fred, Ginny y Luna que habían escuchado el comentario de James, se miraron entre ellos, tratando de entender algo tan absurdo.
Pero Hagrid no la escuchaba. Canturreaba alegremente mientras alimentaba el fuego.
Así que ya tenían algo más de qué preocuparse: lo que podía sucederle a Hagrid si alguien descubría que ocultaba un dragón ilegal en su cabaña.
—Me pregunto cómo será tener una vida tranquila —suspiró Ron (Y aun me lo preguntó, dijo Ron en tono reflexivo), mientras noche tras noche luchaban con todo el trabajo extra que les daban los profesores. Hermione había comenzado ya a hacer horarios de repaso para Harry y Ron. Los estaba volviendo locos.
—Eso nos recuerda a alguien —dijeron James y Sirius a la vez, mirando a su amigo castaño.
Remus solo los miró serio.
Al contrario de James y Sirius, Lily y Molly se sentían muy agradecida a Hermione por poner a estudiar a sus hijos.
Entonces, durante un desayuno, Hedwig entregó a Harry otra nota de Hagrid. Sólo decía: «Está a punto de salir».
Ron quería faltar a la clase de Herbología e ir directamente a la cabaña. Hermione no quería ni oír hablar de eso.
Molly miró seria a su hijo.
—Ya me doy cuenta de que Hermione es la sensata del grupo —comentó Molly sin dejar de mirar a su hijo con reproche.
—Hermione, ¿cuántas veces en nuestra vida veremos a un dragón saliendo de su huevo?
—Ron tenía un poco de razón en ese momento —dijo Neville tratando de defender al pelirrojo.
—Ya ven —dijo Ron, causando la risa de sus hermanos, merodeadores, sus tíos y su novia.
—Tenemos clases, nos vamos a meter en líos y no vamos a poder hacer nada cuando alguien descubra lo que Hagrid está haciendo…
—¡Cállate! —susurró Harry.
—Eso fue grosero —lo regañó Lily.
—No lo hice con mala intención —se defendió el chico.
—Claro que no —apoyó Ron—, es solo que Malfoy andaba por ahí.
Malfoy estaba cerca de ellos y se había quedado inmóvil para escucharlos. ¿Cuánto había oído? A Harry no le gustó la expresión de su cara.
Ron y Hermione discutieron durante todo el camino hacia la clase de Herbología y (Eso no es novedad, dijo Harry), al final, Hermione aceptó ir a la cabaña de Hagrid con ellos durante el recreo de la mañana. Cuando al final de las clases sonó la campana del castillo, los tres dejaron sus trasplantadores y corrieron por el parque hasta el borde del bosque. Hagrid los recibió, excitado y radiante.
—Ya casi está fuera —dijo cuando entraron.
El huevo estaba sobre la mesa. Tenía grietas en la cáscara. Algo se movía en el interior y un curioso ruido salía de allí.
Todos acercaron las sillas a la mesa y esperaron, respirando con agitación.
Todos estaban expectantes al igual que Harry, Ron y Hermione estuvieron en su momento.
De pronto se oyó un ruido y el huevo se abrió. La cría de dragón aleteó en la mesa. No era exactamente bonito (Era espantoso, dijo Ron, causando la risa de todos, hasta Draco y Pansy sonrieron un poco). Harry pensó que parecía un paraguas negro arrugado. Sus alas puntiagudas eran enormes, comparadas con su cuerpo flacucho. Tenía un hocico largo con anchas fosas nasales, las puntas de los cuernos ya le salían y tenía los ojos anaranjados y saltones.
Estornudó. Volaron unas chispas.
—¿No es precioso? —murmuró Hagrid. Alargó una mano para acariciar la cabeza del dragón. Este le dio un mordisco en los dedos, enseñando unos colmillos puntiagudos.
—¡Que agresivo! —exclamaron Lily y Alice.
—¡Bendito sea! Mirad, conoce a su mamá —dijo Hagrid.
—Hagrid —dijo Hermione—. ¿Cuánto tardan en crecer los ridgebacks noruegos?
Charlie iba a contestar, pero George paró de leer para impedir que su hermano empezara hablar de dragones, porque si no tendría cuando terminar.
Hagrid iba a contestarle, cuando de golpe su rostro palideció. Se puso de pie de un salto y corrió hacia la ventana.
—¿Qué sucede?
—Alguien estaba mirando por una rendija de la cortina… Era un chico… Va corriendo hacia el colegio.
Harry fue hasta la puerta y miró. Incluso a distancia, era inconfundible:
Malfoy había visto el dragón.
—Chismoso —canturrearon los gemelos Prewett, sus sobrinos rieron.
Draco no contestó nada tenía que reconocer que si había sido un chismoso, y que ese chisme le costó un castigo en el bosque prohibido y veinte puntos menos a su casa.

***

Algo en la sonrisa burlona de Malfoy durante la semana siguiente ponía nerviosos a Harry, Ron y Hermione. Pasaban la mayor parte de su tiempo libre en la oscura cabaña de Hagrid, tratando de hacerlo entrar en razón.
—Déjalo ir —lo instaba Harry—. Déjalo en libertad.
—No puedo —decía Hagrid—. Es demasiado pequeño. Se morirá.
—Me imagino que fue una tarea bastante difícil hacer que Hagrid dejará libre al dragón —comentó Sirius, y Harry y Ron asintieron.
—No sabes cuánto —dijeron al unisonó Harry y Ron.
Miraron el dragón. Había triplicado su tamaño en sólo una semana. Ya le salía humo de las narices. Hagrid no cumplía con sus deberes de guardabosques porque el dragón ocupaba todo su tiempo. Había botellas vacías de brandy y plumas de pollo por todo el suelo.
—He decidido llamarlo Norberto —dijo Hagrid, mirando al dragón con ojos húmedos—. Ya me reconoce, mirad. ¡Norberto! ¡Norberto! ¿Dónde está mamá?
—Ha perdido el juicio —murmuró Ron a Harry.
—Vaya, tanto así —dijeron los merodeadores.
—Y eso que ustedes no lo vieron en vivo y en directo —dijo Ron y Harry asintió.
—Hagrid —dijo Harry en voz muy alta—, espera dos semanas y Norberto será tan grande como tu casa. Malfoy se lo contará a Dumbledore en cualquier momento.
Hagrid se mordió el labio.
—Yo… yo sé que no puedo quedarme con él para siempre, pero no puedo echarlo, no puedo.
Harry se volvió hacia Ron súbitamente.
—Charlie —dijo.
—Tú también estás mal de la cabeza —dijo Ron—. Yo soy Ron, ¿recuerdas?
—¡Ronald! —lo regañó Molly, el aludido solo se encogió de hombros.
—No… Charlie, tu hermano. En Rumania. Estudiando dragones. Podemos enviarle a Norberto. ¡Charlie lo cuidará y luego lo dejará vivir en libertad!
—Esa fue una muy buena idea —alabaron los merodeadores.
—¡Genial! —dijo Ron—. ¿Qué piensas de eso, Hagrid?
Y al final, Hagrid aceptó que enviaran una lechuza para pedirle ayuda a Charlie.

La semana siguiente pareció alargarse. La noche del miércoles encontró a Harry y Hermione sentados solos en la sala común, mucho después de que todos se fueran a acostar. El reloj de la pared acababa de dar doce campanadas cuando el agujero de la pared se abrió de golpe. Ron surgió de la nada, al quitarse la capa invisible de Harry. Había estado en la cabaña de Hagrid, ayudándolo a alimentar a Norberto, que ya comía ratas muertas.
—¡Me ha mordido! (¿Qué?, se alarmó Molly, a lo que Ron respondió con «ya pasó» para tranquilizarla) —dijo, enseñándoles la mano envuelta en un pañuelo ensangrentado—. No podré escribir en una semana (Eso es tener suerte, dijeron Fred y George, que había parado de leer). Os aseguro que los dragones son los animales más horribles que conozco (Eso es mentira, dijo Charlie, Ron solo rodó los ojos), pero para Hagrid es como si fuera un osito de peluche. Cuando me mordió, me hizo salir porque, según él, yo lo había asustado. Y cuando me fui le estaba cantando una canción de cuna.
—¿Canción de cuna para un dragón? —dijo Sirius.
—Al menos Hagrid es una buena madre —bromearon James y Sirius.
—Sí que había perdido la cabeza —dijo Remus negando con la cabeza.
Se oyó un golpe en la ventana oscura.
—¡Es Hedwig! —dijo Harry, corriendo para dejarla entrar—. ¡Debe de traer la respuesta de Charlie!
Los tres juntaron las cabezas para leer la carta.

Querido Ron:
¿Cómo estás? Gracias por tu carta. Estaré encantado de quedarme con el ridgeback noruego, pero no será fácil traerlo aquí. Creo que lo mejor será hacerlo con unos amigos que vienen a visitarme la semana que viene. El problema es que no deben verlos llevando un dragón ilegal. ¿Podríais llevar al ridgeback noruego a la torre más alta, la medianoche del sábado? Ellos se encontrarán contigo allí y se lo llevarán mientras dure la oscuridad.
Envíame la respuesta lo antes posible.
Besos,
Charlie

Molly miraba seria a Charlie, y este solo opto por esconderse detrás de Bill.
Mis hijos me van a sacar canas verdes, pesaba Molly.
Se miraron.
—Tenemos la capa invisible —dijo Harry—. No será tan difícil… creo que la capa es suficientemente grande para cubrir a Norberto y a dos de nosotros.
La prueba de lo mala que había sido aquella semana para ellos fue que aceptaron de inmediato. Cualquier cosa para liberarse de Norberto… y de Malfoy.
—Esa sí que fue una mala semana —dijo Harry.
—Querrás decir una de las tantas semanas malas que tuvimos que pasar —aclaró el pelirrojo.
Los merodeadores, Lily, Molly y Arthur, los gemelos Prewett, los Longbottom, y los Tonk miraban atentamente al pelinegro y al pelirrojo que hablaban en susurros.
—Así son ellos, y eso que falta Hermione —dijo Fred.
Se encontraron con un obstáculo. A la mañana siguiente, la mano mordida de Ron se había inflamado y tenía dos veces su tamaño normal (Tenía veneno, se volvió a alarmar Molly Ron decidió ni siquiera mirar a su madre porque le iría peor). No sabía si convenía ir a ver a la señora Pomfrey ¿Reconocería una mordedura de dragón? Sin embargo, por la tarde no tuvo elección. La herida se había convertido en una horrible cosa verde. Parecía que los colmillos de Norberto tenían veneno.
—Eso es más que evidente —dijo Molly.
Al finalizar el día, Harry y Hermione fueron corriendo hasta el ala de la enfermería para visitar a Ron y lo encontraron en un estado terrible.
—No es sólo mi mano —susurró— aunque parece que se me vaya a caer a trozos. Malfoy le dijo a la señora Pomfrey que quería pedirme prestado un libro, y vino y se estuvo riendo de mí. Me amenazó con decirle a ella quién me había mordido (yo le había dicho que era un perro, pero creo que no me creyó). No debí pegarle en el partido de quidditch. Por eso se está portando así.
Draco se dio cuenta de las miradas con enojo sobre él.
—Lo siento —se disculpó—, pero solo tenía once y mi pasatiempo favorito era molestar a los integrantes del trío de oro.
—Un Malfoy no se disculpa —lo regañó Lucius, y Draco lo ignoró. Lo que causo la molestia de su padre.
—A veces aún sigues molestando, Malfoy —rebatió Harry.
—No quieras que pierda la costumbre de un día para otro, Potter —contestó el rubio con una sonrisa arrogante, Pansy también sonrió, y Harry negó con la cabeza.
Harry y Hermione trataron de calmarlo.
—Todo habrá terminado el sábado a medianoche —dijo Hermione, pero eso no lo tranquilizó. Al contrario, se sentó en la cama y comenzó a temblar.
—¡La medianoche del sábado! —dijo con voz ronca—. Oh, no, oh, no… acabo de acordarme… la carta de Charlie estaba en el libro que se llevó Malfoy, se enterará de la forma en que nos libraremos de Norberto.
—Sí que tienen  la peor suerte —dijo Lily— no cabe duda que eres hijo de James —sonrió por su ocurrencia.
James solo rió por el comentario de su novia.
Harry y Hermione no tuvieron tiempo de contestarle. Apareció la señora Pomfrey y los hizo salir; diciendo que Ron necesitaba dormir.

—Es muy tarde para cambiar los planes —dijo Harry a Hermione—. No tenemos tiempo de enviar a Charlie otra lechuza y ésta puede ser nuestra única oportunidad de librarnos de Norberto. Tendremos que arriesgarnos. Y tenemos la capa invisible y Malfoy no lo sabe.
Fue una verdadera lástima no haberme enterado de ese detalle, pensó Draco.
Encontraron a Fang, el perro cazador de jabalíes, sentado afuera, con la cola vendada, cuando fueron a avisar a Hagrid. Éste les habló a través de la ventana.
—No os hago entrar —jadeó— porque Norberto está un poco molesto. No es nada importante, ya me ocuparé de él.
Cuando le contaron lo que decía Charlie, se le llenaron los ojos de lágrimas, aunque tal vez fuera porque Norberto acababa de morderle la pierna.
—¡Aaay! Está bien, sólo me ha cogido la bota… está jugando… después de todo es sólo un cachorro.
—¿Sólo un cachorro? —dijo Lily—, creo que si me dieran a escoger entre el dragón o Fluffy, preferiría a Fluffy.
—¿En serio? No lo creo —dijo Ginny.
El cachorro golpeó la pared con su cola, haciendo temblar las ventanas. Harry y Hermione regresaron al castillo con la sensación de que el sábado no llegaría lo bastante rápido.

Tendrían que haber sentido pena por Hagrid, cuando llegó el momento de la despedida, si no hubieran estado tan preocupados por lo que tenían que hacer. Era una noche oscura y llena de nubes y llegaron un poquito tarde a la cabaña de Hagrid, porque tuvieron que esperar a que Peeves saliera del vestíbulo, donde jugaba a tenis contra las paredes.
Hagrid tenía a Norberto listo y encerrado en una gran jaula.
—Tiene muchas ratas y algo de brandy para el viaje —dijo Hagrid con voz amable—. Y le puse su osito de peluche por si se siente solo.
—Pobre peluche, me que no habrá duro ni veinte minutos a salvo —dijo Alice.
Harry asintió.
Del interior de la jaula les llegaron unos sonidos, que hicieron pensar a Harry que Norberto le estaba arrancando la cabeza al osito.
—¡Adiós, Norberto! —sollozó Hagrid, mientras Harry y Hermione cubrían la jaula con la capa invisible y se metían dentro ellos también—. ¡Mamá nunca te olvidará!
—Que ridículo —masculló Lucius con tono aburrido.
Cómo se las arreglaron para llevar la jaula hasta la torre del castillo fue algo que nunca supieron. Era casi medianoche cuando trasladaron la jaula de Norberto por las escaleras de mármol del castillo y siguieron por pasillos oscuros. Subieron una escalera, luego otra… Ni siquiera uno de los atajos de Harry hizo el trabajo más fácil.
—¡Ya casi llegamos! —resopló Harry, mientras alcanzaban el pasillo que había bajo la torre más alta.
Entonces, un súbito movimiento por encima de ellos casi les hizo soltar la jaula. Olvidando que eran invisibles, se encogieron en las sombras, contemplando las siluetas oscuras de dos personas que discutían a unos tres metros de ellos. Una lámpara brilló.
La profesora McGonagall, con una bata de tejido escocés y una redecilla en el pelo, tenía sujeto a Malfoy por la oreja.
—Bueno, por lo menos hubo algo de diversión en ese episodio —dijo Sirius.
Draco miró mal a Sirius.
—¡Castigo! —gritaba—. ¡Y veinte puntos menos para Slytherin! Vagando en medio de la noche… ¿Cómo te atreves…?
—Usted no lo entiende, profesora, Harry Potter vendrá. ¡Y con un dragón!
—¡Qué absurda tontería! ¿Cómo te atreves a decir esas mentiras? Vamos, hablaré de ti con el profesor Snape… ¡Vamos, Malfoy!
—Ve, yo decía la verdad y usted me castigo —reprochó Draco a la profesora Mcgonagall.
—Pero de todas formas se merecía el castigo, porque también estaba fuera de su habitación a altas horas de la noche —rebatió la profesora.
Draco ya no dijo nada, porque en eso la profesora si tenía razón.
Después de aquello, la escalera de caracol hacia la torre más alta les pareció lo más fácil del mundo. Cuando salieron al frío aire de la noche, donde se quitaron la capa, felices de poder respirar bien, Hermione dio una especie de salto.
—¡Malfoy está castigado! ¡Podría ponerme a cantar!
—No lo hagas —la previno Harry.
Severus suspiró, por lo poco que sabía de Potter hijo, se parecía mucho a Lily en el carácter, pero físicamente era igual a Potter padre, y eso lo molestaba.
Riéndose de Malfoy, esperaron, con Norberto moviéndose en su jaula. Diez minutos más tarde, cuatro escobas aterrizaron en la oscuridad.
Los amigos de Charlie eran muy simpáticos. Enseñaron a Harry y Hermione los arneses que habían preparado para poder suspender a Norberto entre ellos. Todos ayudaron a colocar a Norberto para que estuviera muy seguro, y luego Harry y Hermione estrecharon las manos de los amigos y les dieron las gracias.
Por fin. Norberto se iba… se iba… se había ido.
—Así que todo les salió bien —dijo Ted.
—No tanto —confesó Harry.
Bajaron rápidamente por la escalera de caracol, con los corazones tan libres como sus manos, que ya no llevaban la jaula con Norberto. Sin el dragón, y con Malfoy castigado, ¿qué podía estropear su felicidad?
—Al parecer nada —comentó Alice.
—¿Y la capa? —preguntaron los merodeadores, cuando se dieron cuenta de ese detalle.
—Hay estaba el problema —dijo Harry.
La respuesta los esperaba al pie de la escalera. Cuando llegaron al pasillo, el rostro de Filch apareció súbitamente en la oscuridad.
—Bien, bien, bien —susurró Harry—. Tenemos problemas.
Habían dejado la capa invisible en la torre.
—¿Cómo pudieron olvidar la capa? —dijo James.
—Lo siento —se disculpó Harry—, pero es que estábamos muy contentos porque Norberto…
—Norberta —corrigió Charlie.
—… bueno, Norberta ya no estaba y no metería en problemas a Hagrid.
—Pero ahora lo importante es que paso con Filch, Cornamenta —dijo Sirius.
—Es cierto —estuvo de acuerdo James—, continua George.
—Aquí termina el capítulo —contestó George.
—Así, entonces ahora es mi turno de leer —dijo Fred, tomado el libro que le daba su hermano.

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