martes, 2 de diciembre de 2014

Hemorragia y Viajando al Pasado

En 1998 – Época Actual

Ginny y Hermione se encontraban en la torre de los premios anuales. La pelirroja le hacía compañía a su amiga. Cuando de pronto Ginny se dio cuenta de que la castaña se sentía mal.
—¡Hermione! ¡Hermione! ¿Estás bien? —preguntó la pelirroja a su amiga.
La castaña dejo ver una mueca de dolor en su rostro.
—No —dijo entre dientes, el dolor que sentía era muy fuerte—, me duele mucho —siguió hablando de la misma manera.
—Vamos a la enfermería para que la señora Pomfrey te revise —dijo Ginny parándose de la sala en común que compartían los premios anuales (en este caso Hermione compartía torre con Draco Malfoy).
—Sí, está bien —aceptó Hermione.
Ginny se levantó del sofá donde estaba sentada, y le ofreció su mano a Hermione para ayudarla a levantarse, esta lo tomo y con sumo cuidado se incorporó.
—¡Oh, Hermione! —exclamó Ginny.
—¿Qué pasa? —preguntó la castaña.
—Estás sangrando —contestó la pelirroja.
—¿Qué? —preguntó alarmada, miró hacia el sofá donde estaba sentada y se dio cuenta de la gran mancha de sangre. La chica no se había dado cuenta de ese detalle—. ¡Oh, Merlín! No quiero que nada malo suceda —susurró a la vez que hacia suaves masajes a su abultado vientre.
—Y nada malo sucederá —Ginny trato de calmar a su amiga—. Y lo mejor será que te quedes acá, mientras yo voy por la señora Pomfrey.
Hermione asintió. Y Ginny salió lo más rápidamente de la sala.
Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Hermione, no solo lloraba por el dolor, si no por el miedo de perder al único recuerdo de Remus, a la única prueba del gran amor que se tenían.
—No dejaré que nada te pase, bebé —susurraba Hermione, mientras más lágrimas rodaban por sus mejillas—. ¡No a ti! ¡No a ti! —repitió.
Unos diez minutos después Ginny —muy agitada de tanto correr— llego a la sala, acompañada de la señora Pomfrey, McGonagall, Harry y Ron.
—¡Hermione! —gritaron Harry y Ron al ver a su amiga muy pálida.
La señora Pomfrey pasó su varita por el cuerpo de la castaña, verificando su estado de salud, e hizo un gesto negativo.
—¿Qué sucede? —preguntó una nerviosa Hermione, acariciando su vientre.
—¿Qué le pasa a Hermione? —preguntó Harry.
—¿Es grave? —preguntó Ron, seguido de Harry.
—¿Le pasa algo al bebé? —ahora preguntó la pelirroja.
La señora Pomfrey frunció el ceño por tantas preguntas juntas. Mientras que McGonagall esperaba paciente la respuesta de la enfermera.
—Será mejor trasladarla a San Mungo —fue la seria respuesta de la enfermera.
—¿Es muy grave? —preguntó la directora.
—Pues no es señal de bienestar que una mujer embarazada sangré —respondió la enfermera.
Hermione se quedó muda, estaba aterrada con la idea de perder a su hijo.
—Bien, entonces debemos apurarnos a llevarla —dijo McGonagall.
—Nosotros también iremos con ella —se escuchó tres voces, una femenina y dos masculinas.
—Sera mejor que se queden —ordenó la directora.
—No puede decirnos que nos quedemos mientras nuestra amiga, está mal —alegó Harry.
McGonagall miró a los tres chicos, que no parecían aceptar un no por respuesta. La directora suspiró, para luego asentir.
—Está bien, pueden ir.
—Hay que darnos prisa, Minerva —dijo Pomfrey llamando la atención de los demás.

Media hora después Hermione ya se encontraba en San Mungo. Estaba siendo a tendida por un sanador. Mientras que en la sala de espera una nerviosa Ginny se retorcía los dedos impaciente.
—Se están demorando mucho —comentó la pelirroja.
—Sí, creo que ya ha pasado como dos horas —dijo Ron.
—Solo ha pasado como diez minutos —dijo Harry mirando su reloj.
—Crees que Hermione pierda al b… —Ron fue cortado por Ginny.
—No te atrevas a decir eso, Ronald. Eso no pasara —dijo en un tono serio—. Hermione no lo soportaría —agregó en un tono bajo.
Un poco más alejados de los tres chicos que hablaban, se encontraba la directora McGonagall y la señora Pomfrey.
—Estoy muy preocupada por Hermione —dijo la directora—. Me pregunto qué fue lo que le causo el sangrado.
—Puede haber sido que ha estado haciendo mucho trajín o hasta la misma tristeza con la que lleva viviendo desde hace meses —dijo Pomfrey.
—La muerte de Remus le dolió y le duele mucho aun. Y a pesar de haberse alegrado mucho cuando se enteró de que estaba embarazada, eso no le devolvió sus ánimos de antes. Ella todavía está muy afectada, y es lógico para toda mujer en la misma situación que Hermione, desea la compañía de su esposo, ella hubiera querido que Remus esté a su lado en todo el periodo del embarazo, pero lamentablemente eso no es posible —comentó la directora.
—Sí, pobre muchacha, tan joven y viuda —dijo Pomfrey.
—Y ahora esperemos que no sea nada grave lo del sangrado —susurró McGonagall.

Dos horas después el sanador salió de la habitación donde se encontraba Hermione.
Ron fue el primero en acercarse al sanador.
—¿Cómo esta Hermione? ¿Perdió al niño? —preguntó el pelirrojo, haciendo que el sanador se sorprendiera.
—Señor Weasley —lo regañó McGonagall—. Contrólese.
Ron se sonrojó. Pero aun esperaba las respuestas del sanador.
El sanador suspiró, y procedió a dar su diagnóstico.
—La señora Lupin en estos momentos se encuentra estable. Pero eso no quiere decir que no haya sido grave lo de la hemorragia.
—¿Pudieron controlar la hemorragia y sobre todo saber porque sucedió? —ahora el que preguntó fue Harry.
—Con la poción que le di, la hemorragia está controlada, y los motivos de que sangrara son principalmente que hubo una localización anormal de la placenta, pero no se preocupen —agregó al ver las caras de los tres chicos de las dos mujeres mayores—, las causas ahora son desconocidas, pero no representan ninguna amenaza a la madre ni al bebé.
Ginny suspiro de alivio.
Y tanto Harry como Ron sonrieron más tranquilos, puesto que esas dos horas se le hicieron eternas.
—Entonces eso quiere decir que Hermione se podrá regresar a Hogwarts —preguntó la directora.
—No, lo siento —dijo el sanador.
—¿Por qué no? —preguntó Harry, nuevamente preocupado por su mejor amiga.
—Lo mejor será que pase unos días aquí, para asegurarnos de que no vuelva la hemorragia. Además también me he dado cuenta de que tiene sus defensas muy bajas.
—¿Cree que no se alimenta bien? —preguntó Pomfrey.
—Me refiero a que por su estado de depresión, sus defensas se están bajando —aclaró el sanador—. Deben encontrar la manera de levantarle los ánimos, no sé, hacer que se sienta tranquila.
McGonagall frunció ligeramente el ceño.
—Bien eso es todo lo que quería informales, ahora me retiro a ver a otros pacientes.
—Espere —dijo Ron, el sanador se detuvo y lo miró—, ¿podemos pasar a verla? —preguntó.
El sanador lo pensó por unos segundos, para luego asentir.
—Está bien, pero no pueden quedarse mucho tiempo, ni hagan ruido, la señora debe descansar. Aunque en estos momentos ella debe estar dormida por la poción que le di —luego de eso el sanador se fue por otro pasillo.
—Minerva, ya me regreso a Hogwarts —dijo Pomfrey.
—De acuerdo. Y por favor podrías enviarle una carta a Molly Weasley contándole todo lo que paso con Hermione —la enfermera asintió, para luego caminar hacia la salida de San Mungo.
Un pelinegro y dos pelirrojas caminaban hacia la habitación de la castaña, pero fueron detenidos por la directora.
—Un momento —dijo la mujer al escuchar la pequeña discusión entre Harry y Ron sobre quien se quedaría a acompañar a Hermione—, ninguno de los dos se quedará.
Los chicos la miraron fijamente.
—¿Por qué no, profesora? —preguntó Ginny.
—Porque no serviría de nada que se queden si Hermione estará dormida, además de que ya es muy tarde y deben regresar al castillo. Mañana se deben de levantar temprano para sus clases.
—Pero profesora… —empezó Harry.
—No hay pero que valga, Harry —dijo McGonagall—. Y mañana después de sus primeras clases, los espero en mi despacho para hablar muy seriamente con ustedes tres, ah, y también deben venir con la señorita Lovegood —los chicos asintieron—. Vamos, vayan a ver a Hermione y luego regresan para ir al castillo.
Harry, Ron y Ginny ingresaron a la habitación de Hermione. Mientras que en la sala de espera una mujer pelirroja aparecía, pero ella no venía sola, ella venía con su esposo.
—McGonagall —saludaron ambos esposos.
La directora asintió con la cabeza.
—Molly, Arthur —saludó.
—Vinimos apenas terminamos de leer el pergamino que nos enviaron. Estamos muy preocupados por Hermione, ¿Qué fue exactamente lo que le ocurrió? ¿Es grave? —preguntó Molly.
—Hermione ya está fuera de peligro, pero se tiene que quedar unos días aquí para estarla checando de que no vuelva la hemorragia —contestó Minerva.
—¿Y el niño? —preguntó Arthur.
—Gracias a Merlín el niño y Hermione están bien.
—Qué bueno —dijo Molly.
Luego Minerva le contó todo lo ocurrido horas antes a los esposos Weasley.
—… y Harry y Ron se querían quedar, pero yo les dije no podían porque mañana tienen clases y porque tienen que hacer un viaje —terminó McGonagall.
—Es mismo viaje que nuestros demás hijos han ido —preguntó Arthur.
—Así es, Arthur —contestó la directora.
—¿Pero a dónde van? Hasta ahora no hemos sabido a donde los envían —Molly hablaba con un tono de preocupación.
—No se preocupen —los calmó—, no es nada malo, es más podría ser bueno, si es que lograran cambiarlo todo —dijo McGonagall.
—¿Qué es lo que tienen que cambiar? —preguntó la mujer pelirroja.
—Ya se enteraran —esa fue la respuesta de McGongall. Respuesta que no complacía nada a Molly.
Luego una media hora los chicos salieron de la habitación de la castaña.
—¿Mamá, papá? —dijeron sorprendidos Ron y Ginny.
Harry solo miraba a la pareja de pelirrojos.
—Buenas noches, señora y señor Weasley —saludó el pelinegro luego de unos minutos.
—Harry, querido —dijo Molly—, estamos acá por Hermione, nos enteramos de que se había puesto mal.
—¿Te quedaras a cuidarla, mamá? —preguntó Ginny.
—Claro que sí, Ginny —contestó su madre.
—Eso nos deja más tranquilos —dijo Ron señalando a su hermana y su mejor amigo, los cuales asintieron.
—Bien, ya es hora de regresar a Hogwarts —dijo McGonagall—, recuerden que mañana tienen clases y después tienen que hacer otras cosas.
¿Qué otras cosas?, se preguntaban los chicos, pero no objetaron nada, porque en verdad sentían el cansancio.
Los chicos y McGonagall se despidieron de Molly y Arthur, para luego regresar al castillo.
—No se olviden de lo que les dije, después de su primera clase los quiero en mi despacho, y la señorita Lovegood debe venir con ustedes —les recordó, luego se fue hacia su despacho.
Los tres Gryffindor hicieron lo mismo, ellos se fueron hacia su sala común.

*****

Al siguiente día como les dijo la profesora McGonagall, Harry, Ron, Ginny acompañados por Luna tocaron la puerta del despacho de la nueva directora.
—Pase —se escuchó la voz de la ex profesora de Transformaciones.
Los cuatro chicos pasaron al despacho.
—Ya estamos aquí, como nos lo pidió ayer, profesora —dijo Harry.
—Y Luna también viene con nosotros como nos pidió ayer —dijo Ron mostrando su mano entrelazada con la rubia. Su novia desde hace unos dos meses.
La directora asintió.
—Bien, les dije que vinieran porque ya llego el momento de que ustedes cuatro también viajen…
—¿También? —preguntó Harry interrumpiendo a la directora.
—Sí, señor Potter también, puesto que los señores Weasley, sus hermanos —dijo a Ron y Ginny—, ya viajaron hace un par de días. Al igual que los señores Longbottom, Malfoy y la señorita Parkinson —comentó.
—¿Pero a donde es el viaje? —preguntó Ron.
—¿Cómo que adónde, Ron? No te acuerdas que a profesora nos informó hace unas semanas que haríamos un viaje al pasado —le recordó Ginny, a lo cual Ron solo asintió lentamente y Luna sonreía soñadoramente.
—Ah, con razón los nargles me dijeron que hoy día sería un día especial. Ahora lo entiendo —comentó Luna.
Los tres chicos pusieron cara de confusión. Pero la directora decidió ignorar este comentario y siguió hablando sobre el viaje.
—Su hermana tiene razón, señor Weasley. Y llego el momento de que ustedes viajen al pasado, para que de esta manera puedan cambiar las cosas desagradables del pasado.
—¿A qué año exactamente vamos a viajar, profesora? —preguntó el pelinegro.
—Ustedes mismos ya lo descubrirán —contestó la directora misteriosamente—. Ahora que ya saben lo del viaje. Vamos —dijo levantándose de su silla.
—Pero profesora, no podemos viajar ahora —dijo Ginny—, Hermione no se encuentra bien y podría necesitarnos.
—Claro profesora, no podemos dejarla ahora —apoyó Harry.
McGongall sonrió ligeramente, le agradaba que ellos fueran muy unidos.
—No se preocupe por eso, yo personalmente me haré cargo de Hermione, y Molly tampoco la dejara sola, así que su amiga estará muy bien cuidada.
—Y si mejor esperamos a que Hermione se recupere para viajar los cinco —propuso Ron.
—De ninguna manera, señor Weasley. Ustedes deben viajar ahora —la directora no aceptó la propuesta de Ron, puesto ya estaba decidido que Hermione viajara después. Y ahora con el problema que había tenido tal vez llegaría un par de semanas después.
No habiendo más objeción por parte de los chicos, McGonagall los condujo hasta el séptimo piso. Donde apareció la Sala de los Menesteres.
Harry, Ron, Ginny y Luna se sorprendieron al ver de nuevo esta sala, sobre todo los más sorprendido eran Harry y Ron, puesto que ellos habían estado presente cuando la sala se había quemado.
—¿Cómo es posible qué la Sala de los Menesteres aparezca nuevamente? Yo creí que se había destruido —dijo Harry.
—Y se destruyó. Pero la volvimos a reconstruir, nos costó mucho, pero al final lo logramos —contestó la directora.
—¿Pero cómo? —preguntó un muy asombrado Ron.
—Con magia —fue la única respuesta de McGonagall.
Caminó hacia la puerta y la abrió, dejo pasar primero a los chicos y luego paso ella.
—Muy bien, antes de que se vayan tengo algo muy importante que informarles —dijo seriamente Minerva.
—¿Qué cosa? —preguntó Luna.
—Que Fred Weasley también están en el pasado con sus demás hermanos.
Los cuatro chicos miraron sorprendidos a la directora.
La primera en hablar fue Ginny.
—Pero profesora, Fred… Fred esta… muerto —Ginny titubeó al hablar—. Así que no entiendo cómo es que él esta con los demás.
—Lo traje de la guerra, para luego enviarlo con los demás al pasado —contó McGonagall, mientras los chicos aún estaban muy sorprendidos, y Ginny y Ron tenían los ojos brillosos por las lágrimas acumuladas—. Les explico esto para que no vayan a cometer alguna imprudencia y las demás personas del pasado lo noten.
Se quedaron unos minutos en silencio.
La directora respiró profundo.
—Es hora de partir —les anunció.
No espero respuesta, y empezó hacer el hechizo para abrir el portal nuevamente. Una luz cegadora hizo que un pelinegro, dos pelirrojos y una rubia salieran de sus pensamientos.
—Vamos —los urgió McGonagall—, no hay tiempo que perder.
Los cuatro chicos obedecieron y caminaron hacia el portal.
—Que tengan un buen viaje, y recuerden todo esto es para que el futuro sea mejor —dijo la directora.
Los primeros en pasar fueron Harry y Ginny seguidos de Ron y Luna.
Al traspasar el portal, todas las personas del pasado miraban expectantes. Ya querían saber de quienes se trataban esta vez. Y cuando la luz cegadora se desvaneció dejo a la vista a los pelirrojos, a Luna y por último a un pelinegro, que todos los del pasado miraban asombrados, por el gran parecido con James Potter.
Los cuatro parpadearon para acostumbrarse a la luz. Y cuando ya podían ver bien, se dieron cuenta de que habían viajado muchos años al pasado.
Luna miraba a todos, con su típica mirada soñadora. Ron y Ginny miraban a sus padres rejuvenecidos y sobre todo a su hermano muerto, que ahora estaba otra vez con ellos y vivo. Y Harry, él solo miraba muy sorprendido, emocionado, feliz a dos personas muy especiales para él. Sus padres.
Mientras tanto Lily y James miraban cada detalle de su hijo. Su hijo que ya era un hombre y casi de su misma edad.
Sirius y Remus también miraban atentamente a la copia de su mejor amigo, pero con los ojos de Lily.
—El pequeño Cornamenta, por fin vino —susurró Sirius, muy emocionado a su amigo Remus.
—Sí, por fin vino, pero como que ya no es muy pequeño —comentó el licántropo con una sonrisa en sus labios.

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