sábado, 31 de diciembre de 2016

Tercer Libro: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban - Capítulo 22: Más lechuzas mensajeras





—Bien, señor Thomas —dijo Dumbledore, y el aludido levanto la cabeza—. ¿Podría leer el siguiente capítulo? —le preguntó.
—Eh, sí —respondió Dean.
El libro levitó hasta su posición. Dean tomo el libro y lo ojeo.
—Vaya, parece que este el último capítulo —dijo—. “Más lechuzas mensajeras” —leyó.
—Por el título parece que será un capitulo tranquilo —observó Alice.
—Se podría decir que sí —respondieron a la vez el trío de oro.
Algunos se quedaron mirándolos porque no era lo primera vez que coincidían en sus respuestas.
Dean comenzó a leer.
—¡Harry! —Hermione le tiraba de la manga, mirando el reloj—. Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.
—De acuerdo —dijo Harry, apartando los ojos del cielo—, ¡vamos!
Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.
—Oh, parece que alguien se llevara una gran decepción —dijo burlonamente James, mirando a Snape.
Sirius rió y Remus sonrió.
Imbéciles. Algún día me vengaré todas las que me han hecho, pesaba Snape.
—… Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimentos —decía Snape—. ¿Le darán el Beso inmediatamente?
—Maldito —le dijo Sirius.
—Silencio —advirtió la profesora McGonagall—. No quiero ninguna pelea, ¿entendieron? —y miró reprobatoriamente a Sirius y Severus.
Ninguno de los contestó.
—En cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado (Pues se quedaran con las ganas, dijo James con tono burlón). Supongo que querrán entrevistarle, Snape… Y en cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al periódico cómo usted lo salvó.
—¡Pero por supuesto que no! —saltó James—. Mi hijo no dirá ni una sola palabra para alabar a Quejicus. ¿Escuchaste, verdad, Harry?
Harry solo observó a su padre y evito responder, ya que él había limpiado el apellido de Snape en el futuro, y por supuesto que lo había alabado por su valentía y su ayuda prestada.
—Después de todo lo que Quejicus ha hecho, no creo que Harry se atreva a defenderlo —aseguró Sirius para calmar a James.
—¡Te lo prohíbo, Harry! —volvió a advertirle James a Harry.
Harry se tuvo que morder la lengua para evitar contestarle a su padre como se debía.
A veces eres tan infantil, papá. Si supieras todo lo que Snape ha hecho por mí, te arrepentirías de tus palabras, pensaba Harry.
Harry apretó los dientes. Entrevió la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que estaban escondidos. Sus pasos se perdieron. Harry y Hermione aguardaron unos instantes para asegurarse de que estaban lejos y echaron a correr en dirección opuesta. Bajaron una escalera, luego otra, continuaron por otro corredor y oyeron una carcajada delante de ellos.
—¡Peeves! —susurró Harry, asiendo a Hermione por la muñeca—. ¡Entremos aquí!
—No es buen momento para encontrarse con él —dijo Seamus—. Estaría haciendo de las suyas, y si los ve podría llamar a Filch.
Corrieron a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dando saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.
—¡Es horrible! —susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta—. Estoy segura de que se ha puesto así de alegre porque los dementores van a ejecutar a Sirius… —Miró el reloj—. Tres minutos, Harry.
—¿Qué? —dijo Sirius—. Pues ya no me parece tan simpático.
Muchos asintieron, ya que de uno u otra manera habían sido víctimas de sus bromas de mal gusto, sobre todo Neville.
—Sí es muy molesto, pero en algunas ocasiones puede ser de ayuda —dijo Ron, recordando que cuando estaba Umbridge, Peeves fue alabado por todos, inclusive por la profesora McGonagall.
Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salieron del aula y volvieron a correr.
—Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó Harry.
—No quiero ni pensarlo —dijo Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto! —Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería—. Bueno, ya se oye a Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos, Harry!
Todos estaban expectantes por saber si los chicos habían logrado entrar a la enfermería antes de que Dumbledore cerrara la puerta. Pero sin duda los más preocupados eran los padres de los de Harry y Ron, Sirius y Remus.
Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.
—Os voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señorita Granger; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.
—Sí, llegaron justo a tiempo —dijo Lily, soltando un suspiro de alivio.
—Por supuesto que sí, Lily. ¿A qué son todos unos merodeadores? —preguntó James, quien ya se encontraba de mejor humor.
Lily solo negó con la cabeza.
Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asustados, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.
—¿Bien? —preguntó en voz baja.
—¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en Buckbeak
Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.
—Bien hecho. Creo… —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no estáis ahí dentro. Entrad. Os cerraré.
—Y será como si nunca hubieran salido de la enfermería —comentó Frank.
—Un trabajo limpio y profesional —agregó Ted, a quien en el fondo le gustaba todas las aventuras que tenían los chicos.
Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama. Después de oír la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a esconder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.
—¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?
—Y lo mejor de todo es que tendrán como testigo a la señora Pomfrey —dijo Sirius—. Ella evitara que los acuse de liberar a mi yo del futuro.
—Y lo mejor de todo es que Quejicus se morirá del coraje cuando se entere de que huiste —agregó James.
Ambos merodeadores rieron con ganas.
Snape rechinó los dientes controlando su ira.
Estaba de muy mal humor. Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Pero Harry apenas se lo podía tragar. Hermione y él aguzaban el oído, con los nervios alterados. Y entonces, mientras tomaban el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de algún distante lugar por encima de la enfermería.
—Quejicus ya descubrió que escapaste y estará furioso —dijo un burlón James—. Y luego armara todo un escándalo.
Ya me las pagarás, Potter, y Black, pensaba Snape. Y tú también, Lupin, agregó al ver a Remus sonreír.
—¿Qué ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.
Oyeron voces de enfado, cada vez más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.
—¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?
Harry intentaba oír lo que decían. Se aproximaban.
—Debe de haber desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en el despacho. Cuando esto se sepa…
—Pues fue una suerte que no te dejaran custodiado por alguien, Sirius —dijo Andrómeda—. Una verdadera suerte, sino eso hubiera complicado todo.
—Apuesto que Dumbledore fue el de la idea de no dejar que alguien se quede con él —dijo un pensativo Ted.
—¡NO HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECER NI DESAPARECER EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!
—Y es cierto —susurró amargamente.
—Vaya, para odiar tanto a mi hijo, parece que lo conoces muy bien —dijo James, aun con el tono de burla en la voz—, lástima que nunca puedas comprobar lo que dices.
Algún día los Potter me las pagaran, pensaba Snape.
—Sé razonable, Severus. Harry está encerrado.
¡PLAM!
La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso enérgico. Sólo Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.
—¡CONFIESA, POTTER! —vociferó—. ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?
—¡Profesor Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡contrólese!
—Por favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo.
—No creo que nadie pueda convencer a Snape de lo contrario —dijo Remus. En el fondo Remus sentía lastima por Snape, porque nadie le creía, y aunque sus intenciones siempre fueron acabar con su amigo, no podía culparlo, ya que ellos nunca se portaron bien con él.
—¡LE AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ! —gritó Snape, señalando a Harry y a Hermione. Tenía la cara contorsionada. Escupía saliva.
—¡Tranquilícese, hombre! —gritó Fudge—. ¡Está diciendo tonterías!
—¡NO CONOCE A POTTER! —gritó Snape—. ¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!
Era como si estuvieran escuchando el mejor de los chistes, por ni James ni Sirius podían borrar esa gran sonrisa de sus labios. Ambos disfrutaban de la furia de Snape.
Remus por su parte solo negó con la cabeza.
—Ya vale, Severus —dijo Dumbledore con voz tranquila—. Piensa lo que dices. Esta puerta ha permanecido cerrada con llave desde que abandoné la enfermería, hace diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?
—¡Por supuesto que no! —dijo ofendida la señora Pomfrey—. ¡He estado con ellos desde que usted salió!
—Ahí lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranquilidad—. A menos que crea que Harry y Hermione son capaces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.
Todos miraron a su director con sorpresa. No entendían como podía mentir con tanta facilidad.
—Ese fue un comentario bastante cínico, profesor —dijo Andrómeda con tranquilidad, sin reprocharle nada al director.
Dumbledore solo sonrió. Porque lo debía admitir, en ocasiones era bastante cínico.
—Pero todo fue para una buena causa —defendió James.
Snape se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente sorprendido por su comportamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval.
Sirius soltó una gran carcajada.
—¡CIERRA LA BOCA, BLACK! —rugió Snape.
Sirius continuó riendo, pero ahora acompañado de James.
—Merlín, Quejicus, me has puesto de un humor excelente —dijo Sirius entre risas.
—Obtuviste lo que te mereces —agregó James.
Snape de un saltó se levantó de su silla.
La profesora McGonagall al instante alzo la voz.
—Vuelva a sentarse, señor Snape —amonestó, pero Snape seguía de pie—. ¡Ahora! —Snape se volvió a sentar murmurando cosas entre dientes—. ¡Y ustedes dos guarden silencio! —les advirtió a James y Sirius. Estos hicieron lo que la profesora les ordeno, pero no borraron las sonrisas de burla.
Dean continúo leyendo en cuanto todos estuvieron en silencio otra vez.
—Su colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndolo con la vista—. Yo en su lugar; Dumbledore, tendría cuidado con él.
—Dumbledore siempre le tuvo confianza, sin importar lo que Snape hiciera —recordó Bill.
Y Fleur asintió.
—Es vegdad —dijo.
Enterarse de eso no le hizo mucha gracia a los merodeadores, y ahora el que sonreía era Snape.
—No es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, sólo que acaba de sufrir una gran decepción.
—¡No es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡El Profeta va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo teníamos arrinconado y se nos ha escapado entre los dedos! Sólo faltaría que se enterasen también de la huida del hipogrifo, y seré el hazmerreír. Bueno, tendré que irme y dar cuenta de todo al Ministerio…
—Ese Fudge es un idiota —comentó James—. Se merece que le que quiten su puesto.
—Eso pasara en el quinto curso de Harry —susurró Ginny, recordando que el ministro, o ex ministro tuvo que retractarse de las calumnias hacia Harry y Dumbledore y luego de eso perdía su puesto.
—¿Y los dementores? —le preguntó Dumbledore—. Espero que se vayan del colegio.
—Sí, tendrán que irse —dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí que intentaran darle el Beso a un niño inocente…, estaban totalmente fuera de control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner dragones en las entradas del colegio…
—Oh, eso estaría bien —dijo un animado Hagrid, que de solo escuchar la palabra «dragones» se puso muy feliz—. Si se les da el cuidado apropiado podría ser muy útiles.
Por su parte Molly, Lily y Andrómeda empezaron a protestar.
—Calma —dijo Dumbledore—. Me temo, Hagrid, que eso no podrá ser, los dragones podrían lastimar a los alumnos.
Hagrid puso mala cara.
Por su parte las madres, y futura madre, respiraron con tranquilidad.
—Eso le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, dirigiendo a Harry y a Hermione una rápida sonrisa (Y más si le regresaran a Norberta, dijo Ron). Cuando él y Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió hacia la puerta y la volvió a cerrar con llave. Murmurando entre dientes, enfadada, volvió a su despacho.
Se oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar.
Lo vieron sentarse, rascarse la cabeza y mirar a su alrededor.
—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde está Lupin? ¿Qué ocurre?
—Vaya, hermanito, no tenías ni la más mínima idea —dijeron al unísono los gemelos Weasley.
—Sí, fue una lástima no poder usar el giratiempo —admitió Ron—. Hubiera sido interesante.
Molly negó con la cabeza, otro hijo al que tenía que tener vigilado, o podría meterse en más problemas.
Harry y Hermione se miraron.
—Explícaselo tú —dijo Harry, cogiendo un poco más de chocolate.
—Eso llevará tiempo —dijeron los gemelos Weasley.
—¿Lo explicaran todo nuevamente? —preguntó Lee Jordan.
—Eh, no —respondió Dean leyendo rápidamente en silencio los siguientes párrafos.

Cuando Harry; Ron y Hermione dejaron la enfermería al día siguiente a mediodía, encontraron el castillo casi desierto. El calor abrasador y el final de los exámenes invitaban a todo el mundo a aprovechar al máximo la última visita a Hogsmeade. Sin embargo, ni a Ron ni a Hermione les apetecía ir, así que pasearon con Harry por los terrenos del colegio, sin parar de hablar de los extraordinarios acontecimientos de la noche anterior y preguntándose dónde estarían en aquel momento Sirius y Buckbeak (Uhm, creo que me dejaría ver por algún muggle, para que así dejaran de vigilar tanto a Harry, y luego me iría a disfrutar de mi liberta, dijo un pensativo Sirius). Cuando se sentaron cerca del lago, viendo cómo sacaba los tentáculos del agua el calamar gigante, Harry perdió el hilo de la conversación mirando hacia la orilla opuesta. La noche anterior; el ciervo había galopado hacia él desde allí.
James y Lily volvieron a sentir orgullo de que su hijo de trece años haya podido hacer un patronus real, salvando así a su padrino.
Una sombra los cubrió. Al levantar la vista vieron a Hagrid, medio dormido, que se secaba la cara sudorosa con uno de sus enormes pañuelos y les sonreía.
—Ya sé que no debería alegrarme después de lo sucedido la pasada noche —dijo—. Me refiero a que Black se volviera a escapar y todo eso… Pero ¿a que no adivináis…?
—¿Qué? —dijeron, fingiendo curiosidad.
—Me supieron engañar —dijo Hagrid—, y yo que pensaba que les contaba la gran noticia.
El trío dorado sonrió. Y otros cuantos rieron de la actitud de los chicos.
Buckbeak. ¡Se escapó! ¡Está libre! ¡Lo estuve celebrando toda la noche!
—¡Eso es estupendo! —dijo Hermione, dirigiéndole una mirada severa a Ron, que parecía a punto de reírse.
—Casi arruinas la actuación, Ron —los gemelos Weasley fingieron regañarlo, del mismo modo en que hablaba su madre.
Esto no le hizo gracia a Molly, la cual frunció el ceño.
—Sí, no lo atamos bien —explicó Hagrid, contemplando el campo satisfecho—. Esta mañana estaba preocupado, pensé que podía tropezarse por ahí con el profesor Lupin. Pero Lupin dice que anoche no comió nada.
A Remus se le pusieron sonrosadas las mejillas.
—Cuanta sutileza de tu parte, Hagrid —ironizó Gideon.
—No me digas que fuiste con Lupin y se lo preguntaste así como así —cuestionó Fabian.
Ahora quien se sonrojó fue Hagrid.
—Bueno… tenía que cerciorarme —se defendió el guardabosques.
—¿Cómo? —preguntó Harry.
—Caramba, ¿no lo has oído? —le preguntó Hagrid, borrando la sonrisa. Bajó la voz, aunque no había nadie cerca—. Snape se lo ha revelado esta mañana a todos los de Slytherin. Creía que a estas alturas ya lo sabría todo el mundo: el profesor Lupin es un hombre lobo. Y la noche pasada anduvo suelto por los terrenos del colegio. En estos momentos está haciendo las maletas, por supuesto.
—¡Eres un maldito, Quejicus! —rugieron James y Sirius, mientras que Lily lo miraba con decepción.
Snape iba a sonreír por su venganza, pero al notar la mirada de Lily siguió con su gesto imperturbable.
—Siempre metiendo las narices donde no te importa, Quejicus —dijo amargamente Sirius—. Eres…
Sirius no pudo seguir con su frase porque Remus lo interrumpió.
—Déjalo, Sirius. No merece la pena, si él es feliz así, pues simplemente déjalo. Además, no podría ocultar mi condición para siempre.
—Esto no se quedará así —susurró James.
—Todo es mi culpa —murmuró Hermione mirando sus manos.
—¿Que está haciendo las maletas? —preguntó Harry alarmado—. ¿Por qué?
—Porque se marcha —dijo Hagrid, sorprendido de que Harry lo preguntara—. Lo primero que hizo esta mañana fue presentar la dimisión. Dice que no puede arriesgarse a que vuelva a suceder.
Es lo correcto, pensaba Remus. No podría haber estado tranquilo sabiendo que podría haber puesto en peligro a algunos de mis futuros alumnos o profesores.
Harry se levantó de un salto.
—Voy a verlo —dijo a Ron y a Hermione.
—Yo… creo que voy a ir a la biblioteca —dijo Hermione, y también se levantó de un salto, sin darle tiempo ni a Harry ni a Ron ni a Hagrid de responder.
—Pero si ha dimitido…
—No creo que podamos hacer nada —dijo Ron.
—No importa. De todas maneras, quiero verlo. Nos veremos aquí mismo más tarde.
—Puedo preguntar ¿por qué querías ir a la biblioteca, castaña? —preguntó un curioso Sirius a Hermione.
—Eh… pues… —murmuró Hermione con las mejillas sonrojadas—. Dean, podrías seguir por favor.
El chico asintió, pero le dedico una mirada extraña a su compañera de casa.

La puerta del despacho de Lupin estaba abierta. Ya había empaquetado la mayor parte de sus cosas. Junto al depósito vacío del grindylow, la maleta vieja y desvencijada se hallaba abierta y casi llena. Lupin se inclinaba sobre algo que había en la mesa, pero no levantó la vista cuando tocaron la puerta.
—Pasa, Hermione, pero te vuelvo a repetir, tú no tienes la culpa de…
—¿Hermione? —repitieron James y Sirius con sorpresa.
—Pero no se supone que ibas a la biblioteca —dijeron los gemelos Prewett, con una ceja alzada cada uno.
Hermione se sonrojó nuevamente.
—Al parecer Hermione ha vuelto a usar su giratiempo —dijo Frank.
—Querías hablar con mi amigo Lunático antes que Harry —dijo Sirius a Hermione—. Pero me preguntó qué era eso tan urgente que le querías decir a Lunático, como para volver a usar tu giratiempo.
Hermione frunció el ceño.
—Pues si está escrito en el libro te enteraras, Sirius, y sino pues no lo siento mucho —respondió seriamente Hermione.
James rió ante la cara de sorpresa que puso Sirius por la respuesta de la mejor amiga de su hijo.
Por su parte Remus miraba a Hermione, y se preguntaba sobre que quería hablar con él.
—¿Hermione? —preguntó con sorpresa Harry al escuchar el nombre de su amiga.
Lupin levantó la vista cuando escuchó la voz de Harry.
—Harry —dijo Lupin sonriendo, evitando responder la pregunta anterior. Señaló el pergamino sobre el que estaba inclinado. Era el mapa del merodeador.
—Es cierto el mapa —recordó Ted—. Espero y se lo devuelvas —dijo a Remus.
—Por supuesto, porque sería injusto tener guardado en un cajón tal joya —agregaron los gemelos Weasley.
—El pobre se sentiría abandonado si no le dan uso —dijo Lee.
Angelina sonrió ante la actitud de los gemelos y Lee.
—Acabo de estar con Hagrid —dijo Harry—. Me ha dicho que ha presentado usted la dimisión. No es cierto, ¿verdad?
—Me temo que sí —contestó Lupin. Comenzó a abrir los cajones de la mesa y a vaciar el contenido.
—¿Por qué? —preguntó Harry—. El Ministerio de Magia no lo creerá confabulado con Sirius, ¿verdad?
Lupin fue hacia la puerta y la cerró.
—No. El profesor Dumbledore se las ha arreglado para convencer a Fudge de que intenté salvaros la vida —suspiró—. Ha sido el colmo para Severus. Creo que ha sido muy duro para él perder la Orden de Merlín (Pues se merecía no recibir nada, dijeron James y Sirius al unísono). Así que él… por casualidad… reveló esta mañana en el desayuno que soy un licántropo.
—¿Casualidad? Eso no es casualidad, eso se llama joder —gruñó Sirius.
—Por última vez, señor Black, no vuelva a decir ni un solo improperio —advirtió McGonagall.
—No deberías tener tanta consideración a Quejicus, Lunático —dijo James con el ceño fruncido—. Pero espero que antes de irte habrás hechizado al muy maldito, o por lo menos lo habrás golpeado a lo muggle.
Remus negó con la cabeza, ya que hacerle eso que James decía a Snape sería empeorar las cosas.
—¿Y se va sólo por eso? —preguntó Harry.
Lupin sonrió con ironía.
—Mañana a esta hora empezarán a llegar las lechuzas enviadas por los padres. No consentirán que un hombre lobo dé clase a sus hijos, Harry (Pues son unos verdaderos idiotas. Tú eres un buen profesor, Remus, alegaron sus amigos, y los gemelos Weasley y demás chicos a los cuales había dado clase asintieron). Y después de lo de la última noche, creo que tienen razón. Pude haber mordido a cualquiera de vosotros… No debe repetirse.
—¡Es usted el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido nunca! —dijo Harry—. ¡No se vaya!
—Deberías hacerle caso a Harry, Lunático —dijo James.
Remus no respondió, él sabía que después de que su secreto se supiera nadie lo querría como profesor, por muy bueno que fuera.
Por su parte los chicos del futuro asintieron a las palabras de Sirius, ya que ellos al igual que Harry se habían lamentado cuando se enteraron de la dimisión de Remus ese año. Para ellos, Remus siempre seria su mejor profesor de DCAO, y por supuesto el más querido.
Lupin negó con la cabeza, pero no dijo nada. Siguió vaciando los cajones. Luego, mientras Harry buscaba un argumento para convencerlo, Lupin añadió:
—Por lo que el director me ha contado esta mañana, la noche pasada salvaste muchas vidas, Harry. Si estoy orgulloso de algo es de todo lo que has aprendido (Eres un gran profesor, Remus, dijo Lily. El aludido se sonrojo). Háblame de tu patronus.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry anonadado.
—Solo tú podías hacer un patronus en ese momento —comentó Alice—, por no decir que estabas en el momento oportuno.
—¿Qué otra cosa podía haber puesto en fuga a los dementores?
Harry contó a Lupin lo que había ocurrido. Al terminar, Lupin volvía a sonreír:
—Sí, tu padre se transformaba siempre en ciervo —confirmó—. Lo adivinaste. Por eso lo llamábamos Cornamenta. —Lupin puso los últimos libros en la maleta, cerró los cajones y se volvió para mirar a Harry—. Toma, la traje la otra noche de la Casa de los Gritos —dijo, entregándole a Harry la capa invisible—: Y… —titubeó y a continuación le entregó también el mapa del merodeador—. Ya no soy profesor tuyo, así que no me siento culpable por devolverte esto. A mí ya no me sirve. Y me atrevo a creer que tú, Ron y Hermione le encontraréis utilidad.
—Y sí que le dimos utilidad —comentó Ron.
Molly miró a su hijo con el ceño fruncido, preguntándose en que más problemas se habían metido y si habían resultado heridos.
—Pero no fue tan peligroso —dijo Ginny.
Por su parte Harry recordó que el falso Alastor Moody también hizo uso de su preciado mapa.
Harry cogió el mapa y sonrió.
—Usted me dijo que Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta me habrían tentado para que saliera del colegio…, que lo habrían encontrado divertido.
—Sí, lo habríamos hecho —confirmó Lupin, cerrando la maleta—. No dudo que a James le habría decepcionado que su hijo no hubiera encontrado ninguno de los pasadizos secretos para salir del castillo.
—Lunático tiene razón —dijo James—. En verdad me hubiera sentido muy decepcionado si hubieras encontrado nuestros pasadizos secretos.
—James, James —murmuró Lily negando con la cabeza.
Harry sonrió a su padre.
Pasaron unos segundos en silencio, hasta que Harry se volvió a Lupin y le preguntó:
—Señor, cuando llegue a su despacho, me confundió con Hermione. ¿Es que ella estuvo aquí?
Hermione se sonrojo al instante, creyendo que todos sabrían sobre su conversación con Remus.
Y a decir verdad todos estaban muy interesados por saber que tanto tenía hablar Hermione con su profesor, y el más interesado era Remus.
—Sí, ella estuvo aquí, quería hablar conmigo. Oh, pero no debes preocuparte por nada, Harry. Fue solo una conversación. Una despedida nada más.
Hermione suspiró aliviada, ya que consideraba esa conversación muy importante, fue una de las principales señales en donde ella se dio cuenta en que ya no era tan niña, donde ella se daba reconocía que lo que sentía por Remus era más que admiración y compatibilidad. Sentía amor.
Se había enamorado de Remus Lupin.
Harry asintió.
Alguien llamó a la puerta. Harry se guardó rápidamente en el bolsillo el mapa del merodeador y la capa invisible.
Era el profesor Dumbledore. No se sorprendió al ver a Harry.
—Tu coche está en la puerta, Remus —anunció.
—Gracias, director.
Lupin cogió su vieja maleta y el depósito vacío del grindylow.
—Bien. Adiós, Harry —dijo sonriendo—. Ha sido un verdadero placer ser profesor tuyo. Estoy seguro de que nos volveremos a encontrar en otra ocasión. Señor director; no hay necesidad de que me acompañe hasta la puerta. Puedo ir solo.
—Insisto en que no deberías de haberte marchado —dijo Sirius.
James asintió.
—Apuesto que el profesor que te reemplace no será nada en comparación tuya —alegó James muy seguro de sus palabras.
Ahora el que asintió fue Sirius.
—Apropósito, ¿quién fue el profesor de DCAO del siguiente curso? —preguntó Ted con curiosidad.
—Alastor Moody —respondió Seamus.
El auror estaba sorprendido de que él haya aceptado ser un profesor de Hogwarts. Y los del pasado también mostraron sorpresa al enterarse de tal hecho.
—O eso era lo que pensábamos —dijo Ron.
—Explícame eso, muchacho —le exigió el auror a Ron.
—Pues lo que paso fue… —empezó a responder Ron, pero Hermione.
—Creo que lo más justo sería que se enterara luego.
Alastor miró fijamente a Hermione. El auror trataba de intimidar a la chica para que así termine hablando, pero Hermione no mostro señal de timidez ante él, parecía muy acostumbrado a su mirada.
El auror gruñó por lo bajo al no conseguir lo que quería.
Harry tuvo la impresión de que Lupin quería marcharse lo más rápidamente posible.
—Adiós entonces, Remus —dijo Dumbledore escuetamente. Lupin apartó ligeramente el depósito del grindylow para estrecharle la mano a Dumbledore. Luego, con un último movimiento de cabeza dirigido a Harry y una rápida sonrisa, salió del despacho.
Harry se sentó en su silla vacía, mirando al suelo con tristeza. Oyó cerrarse la puerta y levantó la vista. Dumbledore seguía allí.
—¿Por qué estás tan triste, Harry? —le preguntó en voz baja—. Tendrías que sentirte muy orgulloso de ti mismo después de lo ocurrido anoche.
—Por supuesto que sí, esa fue una proeza más que impresionante para un chico de tu edad —dijo James.
—Y ni siquiera nosotros hubiéramos podido hacer algo como eso a esa edad —agregó Remus.
—Pero nosotros éramos mejores en otras cosas, Lunático —dijo Sirius sonriendo ladinamente—. Por ejemplo en las bromas, y en salir de los castigos o de ser pillados en momentos inadecuados.
McGonagall tenía la boca en una línea recta, y miraba a los merodeadores con seriedad, y por el contrario Dumbledore tenía una sonrisa en sus labios.
—No sirvió de nada —repuso Harry con amargura—. Pettigrew se escapó.
—¿Que no sirvió de nada? —dijo Dumbledore en voz baja—. Sirvió de mucho, Harry. Ayudaste a descubrir la verdad. Salvaste a un hombre inocente de un destino terrible.
—Por lo cual estoy muy agradecido, Harry —dijo Sirius—. Y también contigo, castaña —le dijo a Hermione.
«Terrible.» Harry recordó algo. «Más grande y más terrible que nunca.» ¡La predicción de la profesora Trelawney!
—Profesor Dumbledore: ayer; en mi examen de Adivinación, la profesora Trelawney se puso muy rara.
—¿De verdad? —preguntó Dumbledore—. ¿Quieres decir más rara de lo habitual?
Muchos rieron por el comentario del profesor Dumbledore.
Parvati era la única que no reía, ella no creía justo que el director ofendiera así a una profesora tan acertada, según creía ella.
—Sí… Habló con una voz profunda, poniendo los ojos en blanco. Y dijo que el vasallo de Voldemort partiría para reunirse con su amo antes de la medianoche. Dijo que el vasallo lo ayudaría a recuperar el poder. —Harry miró a Dumbledore—. Y luego volvió a la normalidad y no recordaba nada de lo que había dicho. ¿Sería una auténtica profecía?
Dumbledore parecía impresionado.
—Pienso que podría serlo —dijo pensativo—. ¿Quién lo habría pensado? Esto eleva a dos el total de sus profecías auténticas. Tendría que subirle el sueldo…
Nuevamente se escucharon las risas en la sala. Había veces en las que Dumbledore era gracioso sin proponérselo. En verdad nunca terminarían de conocer al viejo director, algunas veces era tan serio, y otras tan despreocupado y risueño.
—Yo creo que no le deberías tomar tanta importancia a lo que dijo esa loca profesora, Harry, no creo que haya sido una profecía real —le aconsejó James.
Parvati frunció el ceño al oír el insulto para su profesora.
Si era una profecía real, papá, se dijo Harry en su mente recordando que en su siguiente año, Peter Pettigrew ayudo a «su señor» a subir al poder.
—Pero… —Harry lo miró aterrorizado: ¿cómo podía tomárselo Dumbledore con tanta calma?—, ¡pero yo impedí que Sirius y Lupin mataran a Pettigrew! Esto me convierte en culpable de un posible regreso de Voldemort.
—¡NO! —dijeron James, Lily, Sirius, Remus, los padres de Ron y algunos más al unísono.
—Tú no eres culpable de las acciones de los demás, hijo —dijo Lily maternalmente.
—Eso solo es culpa de Peter —dijo James, diciendo el nombre de su ex amigo con rencor.
—En absoluto —respondió Dumbledore tranquilamente—. ¿No te ha enseñado nada tu experiencia con el giratiempo, Harry? Las consecuencias de nuestras acciones son siempre tan complicadas, tan diversas, que predecir el futuro es realmente muy difícil. La profesora Trelawney, Dios la bendiga, es una prueba de ello. Hiciste algo muy noble al salvarle la vida a Pettigrew.
—Aunque si hubieras dejado a nuestros yo del futuro —dijo Sirius, señalando a Remus y luego a él—, lastimarlo aunque se un poco, no me hubiera quejado.
—Opino lo mismo —dijo James.
—¡Pero si ayuda a Voldemort a recuperar su poder…!
—Pettigrew te debe la vida. Has enviado a Voldemort un lugarteniente que está en deuda contigo. Cuando un mago le salva la vida a otro, se crea un vínculo entre ellos (Es por eso que Snape le salvo la vida a Harry en su primer curso, pensaba Remus.  Porque aunque Snape no lo quiera reconocer, James le salvo la vida cuando yo casi lo ataco). Y si no me equivoco, no creo que Voldemort quiera que su vasallo esté en deuda con Harry Potter.
—Creo que esa podría ser una ventaja más adelante —dijo Frank pensativamente.
Harry, Ron y Hermione compartieron una mirada.
Por supuesto que fue una ventaja, porque Peter salvo Harry cuando estaba en las mazmorras de la casa de los Malfoy. Aunque luego para Peter pago su traición a Voldemort.
—No creo que sea una ventaja —dijo Sirius con amargura—, ese miserable es solo un inútil.
Nadie comento nada más, así que Dean siguió leyendo.
—No quiero tener ningún vínculo con Pettigrew —dijo Harry—. Traicionó a mis padres.
—Esto es lo más profundo e insondable de la magia, Harry. Pero confía en mí. Llegará el momento en que te alegres de haberle salvado la vida a Pettigrew.
Harry asintió, en ese momento él creyó que nunca llegaría tal momento en necesitar de la ayuda de Pettigrew. Pero tal y como Dumbledore le había dicho, el momento llego, y si se alegró de haberle salvado la vida al hombre que había traicionado a sus padres.
Harry no podía imaginar cuándo sería. Dumbledore parecía saber lo que pensaba Harry.
—Traté mucho a tu padre, Harry, tanto en Hogwarts como más tarde —dijo dulcemente—. Él también habría salvado a Pettigrew, estoy seguro.
—Lo hubiera salvado para que así mis amigos no se conviertan en asesinos, pero no asegura que yo no lo hubiera matado —dijo James.
Dumbledore lo observó.
—Creo que tampoco usted se hubiera atrevido a asesinar a Pettigrew, señor Potter —aseguró Dumbledore.
James quiso negar tal afirmación, pero mejor decidió guardar silencio.
Harry lo miró. Dumbledore no se reina. Se lo podía decir.
—Anoche… pensé que era mi padre el que había hecho aparecer mi patronus. Quiero decir… cuando me vi a mí mismo al otro lado del lago, pensé que lo veía a él.
—Un error fácil de cometer —dijo Dumbledore—. Supongo que estarás harto de oírlo, pero te pareces extraordinariamente a James. Menos en los ojos: tienes los de tu madre.
Harry sonrió.
—Me lo decían tan a menudo que me termine hartando de eso —confesó Harry.
—Oh, pero deberías estar orgulloso, Harry —dijo James fingiendo estar ofendido—, heredaste mi porte, y mi rostro conquistador.
Lily frunció el ceño al oír «rostro conquistador», mientras que Snape murmuraba un «estúpido».
—Y también heredo tu miopía —dijo un sonriente Sirius.
James y Sirius empezaron a decirse de cosas como niños, mientras que Remus negaba con la cabeza.
—Harry, tu padre es igual a Sirius —dijo Hermione.
Harry se les quedo mirando para luego asentir.
—¡Hey! ¿Por qué me dices tan feo? —se quejó James Potter infantilmente.
—¡Oye! —ahora se quejó Sirius.
—Creí que eran amigos —contestó la Hermione.
—Sí, pero no somos tan iguales —respondió el pelinegro.
—No les hagas caso —dijo Remus y la castaña se sonrojo al notar que él la miraba intensamente—, así son ellos.
Luego de la pelea infantil de Sirius y James, Dean continúo leyendo.
Harry sacudió la cabeza.
—Fue una idiotez pensar que era él —murmuró—. Quiero decir… ya sé que está muerto.
—¿Piensas que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que los recordamos especialmente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry (De eso no me queda ninguna duda. Los dos igual de arrogantes, pensaba Snape), y se manifiesta más claramente cuando lo necesitas. ¿De qué otra forma podrías haber creado ese patronus tan especial? Cornamenta volvió a galopar anoche. —Harry tardó un rato en comprender lo que Dumbledore acababa de decirle—. Sirius me contó anoche cómo se convertían en animagos —añadió Dumbledore sonriendo—. Una hazaña extraordinaria… y aún más extraordinario fue que yo no me enterara (Bueno, pero ahora ya lo sabe, no debe de quejarse, profesor, dijo Sirius sonrientemente. Dumbledore también sonrió, pero la profesora McGonagall lo miraba con seriedad). Y entonces recordé la muy insólita forma que adoptó tu patronus cuando embistió al señor Malfoy en el partido contra Ravenclaw. Así que anoche viste realmente a tu padre… Lo encontraste dentro de ti mismo.
Y Dumbledore abandonó el despacho dejando a Harry con sus confusos pensamientos.
—En ese momento no lo comprendí —admitió Harry—, pero…
Harry fue interrumpido por los gemelos Prewett.
—Es que para comprender lo que Dumbledore dice, habría que estar tan loco como él.
—¡Fabian! ¡Gideon! —los regañó Molly—. ¿Cómo se atreven a faltarle el respeto al director?
Los gemelos Weasley rieron al ver a su madre regañando a sus tíos, era bueno ver que no solo a ellos los regañaba.
—No importa, Molly, yo lo dije no me importa que me llamen loco —dijo Dumbledore—. Hay algunas en que verdad creo que estoy loco.
Las risas no se hicieron esperar, sí que tenían a un director con buen sentido del humor.

Nadie en Hogwarts conocía la verdad de lo ocurrido la noche en que desaparecieron Buckbeak, Sirius y Pettigrew, salvo Harry; Ron, Hermione y el profesor Dumbledore. Al final del curso, Harry oyó muchas teorías acerca de lo que había sucedido, pero ninguna se acercaba a la verdad.
—¿Pues como crees que podríamos acercarnos a la verdad? —dijo Seamus.
—Es cierto no teníamos ni idea de que Hermione tenía un giratiempo —agregó Neville.
—No eres el único, ni siquiera a nosotros, que somos sus amigos nos contó sobre el giratiempo —dijo Ron, aun sonando ofendido.
Hermione rodó los ojos.
—Ya te dije que no podía decírselo a nadie, se lo prometí a la profesora McGonagall —aclaró la chica.
Malfoy estaba furioso por lo de Buckbeak. Estaba convencido de que Hagrid había hallado la manera de esconder el hipogrifo, y parecía ofendido porque el guardabosques hubiera sido más listo que su padre y él (Aunque no fue precisamente Hagrid quien logró salvar al hipogrifo. No entiendo como es que logran salirse con la suya, dijo Draco pensativamente. Pero por su parte Lucius frunció el ceño, estaba ofendido de que su hijo haya creído que el semi-gigante sea más inteligente que él, y también estaba ofendido de que su único hijo hablara con traidores a la sangre y con sangre sucias). Percy Weasley, mientras tanto, tenía mucho que decir sobre la huida de Sirius.
—¡Si logro entrar en el Ministerio, tendré muchas propuestas para hacer cumplir la ley mágica! —dijo a la única persona que lo escuchaba, su novia Penelope.
Los gemelos Weasley pusieron cara de terror.
—Pobre chica —comentó Fred—, no solo tuvo que pasar petrificada el curso anterior, sino también tenía que escucharte.
—Es por eso que te dejo, ¿verdad? —continuó George.
Percy frunció el ceño.
—Penelope no me dejo —prácticamente grito Percy—. Ambos decidimos terminar por mutuo acuerdo. Ella tenía planes y yo también.
—Claro —murmuraron los gemelos Weasley, no creyendo ni una palabra a su hermano mayor.
Aunque el tiempo era perfecto, aunque el ambiente era tan alegre, aunque sabía que había logrado casi lo imposible al liberar a Sirius, Harry nunca había estado tan triste al final de un curso.
Ciertamente, no era el único al que le apenaba la partida del profesor Lupin (Claro que no, yo lo lamente aún más, descubrir mis verdaderos sentimientos por él y pensar que quizás no lo volvería a ver, me destrozaba, pensaba Hermione). Todo el grupo que acudía con Harry a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras lamentaba su dimisión.
—Me hubiera gustado que se quedara en Hogwarts para que nos siguiera dando clases —dijo Luna.
—Sí, y ni siquiera nos hubiera importado que sea un licántropo —dijo Seamus.
—Sí, además, eso solo es un pequeño detalle, lo más importante era lo buen profesor que era —dijo Terry.
—Y lo más genial de todo es que seriamos los únicos estudiantes al que se nos permitía tener un profesor hombre lobo… —dijo Fred.
—… y que aparte era un merodeador —siguió George—. Eso sí es verdaderamente genial. Debiste quedarte, Remus.
Hermione abrió la boca para hablar, pero la cerró al instante porque lo que iba a decir la podría poner en evidencia sobre sus sentimientos por Remus.
Por su parte Remus se sentía sorprendido por todo lo que sus futuros alumnos, porque aun y después de enterarse de su condición de hombre lobo no lo rechazaban, si hasta se atrevían a decir que era «genial», y eso lo hacía sentir bien, más que bien, lo hacía sentir querido.
Él solo les sonrió a sus futuros alumnos.
—Me pregunto a quién nos pondrán el próximo curso —dijo Seamus Finnigan con melancolía.
—Tal vez a un vampiro —sugirió Dean Thomas con ilusión.
—¿Un vampiro? —dijeron algunos mirando fijamente al chico que leía.
—¿Qué? —dijo Dean—, solo era un comentario.
—Pues si querías un vampiro como profesor, tal vez Sanguini hubiera accedido a darte clases —dijo Luna pensativamente.
—¿Quién es Sanguini? —preguntó James.
—Es un mago vampiro —respondió Hermione—. Amigo del profesor Slughorn.
Esto no suspendió, ya que conocían que al profesor tenían muchas amistades famosas, y tener como amigo a un vampiro no sería extraño Slughorn.
—¿Tú lo conoces? —preguntó Sirius a la castaña.
—Eh, si, y Harry también lo conoce, pero no deben preocuparse, Sanguini no es violento —dijo Hermione.
Y antes de que hubieran más preguntas al respecto, la profesora McGonagall le indico a Dean que continuara leyendo.
Lo que le pesaba a Harry no era sólo la partida de Lupin. No podía dejar de pensar en la predicción de la profesora Trelawney. Se preguntaba continuamente dónde estaría Pettigrew, si estaría escondido o si habría llegado ya junto a Voldemort (Pues más le valdría a esa rata roñosa ser encontrado por su señor antes de que yo lo encuentre a él, dijo Sirius seriamente). Pero lo que más lo deprimía era la perspectiva de volver con los Dursley (Es cierto. Lamento mucho no haberte podido salvar de tus odiosos tíos, Harry, dijo Sirius lamentándose por no haber podido cumplir con su palabra. Harry le contestó que lo importante era la intención que había tenido con él, y que no era su culpa). Durante media hora, una gloriosa media hora, había creído que viviría en adelante con Sirius, el mejor amigo de sus padres. Era lo mejor que podía imaginar, exceptuando la posibilidad de tener allí otra vez a su padre. Y aunque era una buena noticia no tener noticias de Sirius, porque significaba que no lo habían encontrado, Harry no podía dejar de entristecerse al pensar en el hogar que habría podido tener y en el hecho de que lo había perdido.
—Lo lamento —volvió a disculparse Sirius.
—Lo importante es que hayas podido escapar —aseguró Harry—, lo demás podría esperar. Y soportar unos cuantos años más a los Dursley no era mucho, solo tenía que ignorarlos.
Los resultados de los exámenes salieron el último día del curso. Harry, Ron y Hermione habían aprobado todas las asignaturas. Harry estaba asombrado de que le hubieran aprobado Pociones. Sospechaba que Dumbledore había intervenido para impedir que Snape lo suspendiera injustamente (Como debe de ser, no es bueno mezclar los asuntos personales con los académicos, eso no ético, dijo McGonagall mirando seriamente a Snape). El comportamiento de Snape con Harry durante toda la última semana había sido alarmante. Harry nunca habría creído que la manía que le tenía Snape pudiera aumentar; pero así fue. A Snape se le movía un músculo en la comisura de la boca cada vez que veía a Harry, y se le crispaban los dedos como si deseara cerrarlos alrededor del cuello de Harry.
—¿Cómo? —exclamó Lily dejando salir en una sola palabra su carácter fuerte.
La voz de Lily impidió que James y Sirius volvieran a insultar a Snape, porque sabían que con las palabras de Lily podría lastimarlo más profundamente.
Lily buscó con la mirada los ojos oscuros de su antiguo amigo, pero este no la miraba, tenía la vista fija en la mesa, ya que él no tenía valor para soportar la mirada amarga de Lily Evans, le dolería mucho. Así que actuó cobardemente, siempre actuaba así cuando se trataba de ella.
Percy obtuvo las más altas calificaciones en ÉXTASIS (Molly y Arthur se sintieron orgullosos de su hijo. Pero este ni siquiera sonrió, aun le remordía la consciencia haberse comportado como un idiota con su familia). Fred y George consiguieron varios TIMOS cada uno (Molly pensó que debería estar más atenta a esos chicos, pero sería difícil cuando estaban en Hogwarts). Mientras tanto, la casa de Gryffindor; en gran medida gracias a su espectacular actuación en la copa de quidditch, había ganado la Copa de las Casas por tercer año consecutivo (¡Eso es genial!, exclamaron los orgullosos merodeadores). Por eso la fiesta de final de curso tuvo lugar en medio de ornamentos rojos y dorados, y la mesa de Gryffindor fue la más ruidosa de todas, ya que todo el mundo lo estaba celebrando. Incluso Harry, comiendo, bebiendo, hablando y riendo con sus compañeros, consiguió olvidar que al día siguiente volvería a casa de los Dursley.
—Pero solo sería por poco tiempo —dijo Ron—, porque después nos iríamos a los Mundiales.
—¿Los Mundiales de quidditch? —preguntaron James y Sirius con emoción?
—Eso es obvio, pero por favor no empiecen a hablar de quidditch —les advirtió Andrómeda.
Los chicos hicieron gestos de molestia, lo causo la risa de algunos.

***

Cuando a la mañana siguiente el expreso de Hogwarts salió de la estación, Hermione dio a Ron y a Harry una sorprendente noticia:
—Esta mañana, antes del desayuno, he ido a ver a la profesora McGonagall. He decidido dejar los Estudios Muggles.
—¿Por qué dejaste esa clases? —preguntó Frank—, ¿acaso te termino aburriendo?
—No es eso —respondió Hermione—, es solo que estaba estresada con tantos cursos.
—Era de esperarse —dijo Padma Patil.
—¡Pero aprobaste el examen con el 320 por ciento de eficacia!
—Es hija de muggles, es obvio que sería buena en ese curso —dijo Pansy con tono aburrido.
—Lo sé —suspiró Hermione—. Pero no puedo soportar otro año como éste. El giratiempo me estaba volviendo loca. Lo he devuelto. Sin los Estudios Muggles y sin Adivinación, volveré a tener un horario normal.
—¿Devolviste el giratiempo? ¿Pero por qué? —preguntó James.
—Podrías haber hecho muchas cosas con el —aseguró Sirius—. Sería perfecto para molestar a los Slytherin sin que ellos se den cuenta.
—O hacerle la vida miserable a Quejicus —agregó James.
—Silencio —demandó la profesora McGonagall, ya perdiendo la paciencia con los merodeadores.
—Tranquila, Minnie. Ya nos callamos —dijeron los dos merodeadores a la vez.
La profesora tuvo que contenerse para no volver a alzar la voz.
—Todavía no puedo creer que no nos dijeras nada —dijo Ron resentido—. Se supone que somos tus amigos.
—Prometí que no se lo contaría a nadie —dijo gravemente. Se volvió para observar a Harry, que veía cómo desaparecía Hogwarts detrás de una montaña. Pasarían dos meses enteros antes de volverlo a ver—. Alégrate, Harry —dijo Hermione con tristeza.
—Estoy bien —repuso Harry de inmediato—. Pensaba en las vacaciones.
—Sí, yo también he estado pensando en ellas —dijo Ron—. Harry, tienes que venir a pasar unos días con nosotros. Lo comentaré con mis padres y te llamaré. Ya sé cómo utilizar el felétono.
—¿Felétono? —repitió Lily—, no será teléfono.
—Sí, creo que así se dice —dijo pensativamente Ron.
—El teléfono, Ron —le corrigió Hermione—. La verdad, deberías coger Estudios Muggles el próximo curso…
—Sí, y tal vez puede cambiarlo con adivinación —dijo Fred.
—Después de todo nunca hace nada en ese curso —aseguró George—, solo inventarse desgracias.
—Harry también hacia lo mismo —acusó Ron, tratando de que sus hermanos dejen de molestarlo.
—Pero están hablando de ti, no de mí —se quejó Harry.
Hermione observaba a sus amigos, y luego observó a James y Sirius, y luego a James y Sirius y a sus amigos.
Son iguales, pensaba Hermione. No hay duda, cuando quieren comportarse infantilmente, simplemente les sale natural.
Ron no le hizo caso.
—¡Este verano son los Mundiales de quidditch! ¿Qué dices a eso, Harry? Ven y quédate con nosotros. Iremos a verlos. Mi padre normalmente consigue entradas en el trabajo.
La proposición alegró mucho a Harry.
—Sí… Apuesto a que los Dursley estarán encantados de dejarme ir… Especialmente después de lo que le hice a tía Marge…
—Fue genial lo que le hiciste a esa mujer odiosa —aseguró Sirius—. Tal vez yo le podría hacer lo mismo a mi madre —agregó.
—Oh, eso sería interesante ver. Walburga es tan irritante, pega unos gritos de muerte —dijo Ron recordando los insultas por tan amorosa mujer.
—¿Tú como sabes eso? —preguntó Sirius—. ¿Acaso tienes la desgracia de conocerla?
—Solo en su retrato —respondió Ron.
—¿Su retrato? —volvió a preguntar Sirius.
—Creo que eso lo hablaremos luego —dijo Hermione deteniendo esa larga charla.
Mucho más contento, Harry jugó con Ron y Hermione varias manos de snap explosivo, y cuando llegó la bruja con el carrito del té, compró un montón de cosas de comer; aunque nada que contuviera chocolate.
—Hermione —dijo Harry—. ¿Usaste el giratiempo para poder hablar con el profesor Lupin antes de que se vaya? —le preguntó.
Hermione se sorprendió por la pregunta y luego un sonrojo encendió las mejillas de la chica.
—Eh, sí. Solo quería despedirme del profesor Lupin —y dando esta escueta respuesta, Hermione siguió jugando al snap explosivo.
La Hermione de la sala también se sonrojo.
Ella todavía podía recordar cada una de sus palabras muy vívidamente.
Hermione le dio una vuelta a su giratiempo, todo paso muy rápido, ella ya estaba acostumbrada a esa sensación. Se acomodó la túnica y sin que nadie la vea se dirigió al despacho del profesor Lupin.
Toco la puerta tres veces, con cierto nerviosismo. Se escucharon unos pasos y segundos después un cansado profesor Lupin abrió la puerta.
—Hermione —dijo el profesor, mirando detenidamente a la niña.
—¿Puedo pasar? —preguntó Hermione.
—Claro, adelante —dijo Lupin.
Hermione paso al despacho y lo primero que vio fue la maleta del profesor sobre la mesa, y algunos cajones de su escritorio abiertos.
A ella se le formó un nudo en la garganta.
—Lo siento mucho, profesor —dijo Hermione mirando sus pies.
—¿Lo sientes? ¿Por qué te disculpas, Hermione? —preguntó Lupin, sin comprender.
Hermione levanto la cabeza, con los ojos empañados en lágrimas.
—Todo esto es mi culpa —hablo entrecortadamente—, se va a ir por mi culpa. Nunca debí haber dicho su secreto, soy una tonta…
Lupin se acercó a su alumna.
—Tú no tienes la culpa de nada, Hermione —dijo el profesor Lupin, sonriendo ligeramente—. Tarde o temprano pasaría esto, no podía quedarme aquí para siempre.
—Pero…
—Y además, fue Severus el que le dijo a todos que yo era un hombre lobo, no tú.
Hermione frunció el ceño.
—El profesor Snape nunca debió haber hecho eso, no es justo. No está bien desquitarse —dijo Hermione apretando los puños.
—Él siempre ha sido así, y dudo que cambie.
Hermione hipo.
—Lo voy a extrañar mucho —dijo una sonrojada Hermione—, y sus clases.
Remus sonrió tiernamente.
—Eres muy amable, Hermione, yo también voy a extrañar dar clases y también a todos ustedes.
—En verdad lo siento tanto, profesor —dijo Hermione y en un impulso se abalanzo sobre él y lo abrazo, pasando sus delgados brazos por la cintura de Lupin. Este hizo un gesto de dolor.
Hermione se separó del profesor y se dio cuenta de que lo había lastimado.
—Lo siento, ¿lo lastime? Que tonta soy.
—No te preocupes, suelo quedar adolorido después de la luna llena.
Esto hizo que Hermione se sintiera peor.
Lupin caminó y se sentó en una silla, recargando su espalda.
Ambos guardaron silencio por varios minutos. Y Hermione se sentía una tonta.
—No debes preocuparte por mí, Hermione —dijo Lupin al ver la cara llena de preocupación de su alumna, o ex alumna.
—Espero volverlo a ver alguna vez, profesor —dijo Hermione, y lentamente se acercó al profesor que había despertado tantas cosas en ella. Y con las mejillas sonrojadas, y sin pensarlo mucho se inclinó y beso tiernamente la mejilla de Lupin—. Adiós, cuídese mucho.
Luego de eso Hermione salió del despacho de Lupin.
Remus Lupin se llevó una mano a la mejilla en la cual Hermione había depositado un inocente beso. Le sorprendió su acción, pero no tanto como la primera vez que lo hizo.
—¿Te encuentras bien, Hermione? —le preguntó Harry, sacándola de sus recuerdos—. ¿Te duele algo?
Hermione parpadeó y luego se encontró con los esmeraldas orbes de su amigo, el cual la miraba con preocupación.
—No, no es nada, solo me quede pensando —respondió la castaña.
Harry asintió, pero aun la miraba de reojo.
Pero fue a media tarde cuando apareció lo que lo puso de verdad contento…
—Harry —dijo Hermione de repente, mirando por encima del hombro de él—, ¿qué es eso de ahí fuera?
—¿Y ahora que sucede? —preguntó Lily.
—Oh, no es nada malo —respondió Ron, sonriendo ligeramente.
Harry se volvió a mirar. Algo muy pequeño y gris aparecía y desaparecía al otro lado del cristal. Se levantó para ver mejor y distinguió una pequeña lechuza que llevaba una carta demasiado grande para ella (Es pequeña, pero eficaz, defendió Ron). La lechuza era tan pequeña que iba por el aire dando tumbos a causa del viento que levantaba el tren. Harry bajó la ventanilla rápidamente, alargó el brazo y la cogió. Parecía una snitch cubierta de plumas. La introdujo en el vagón con mucho cuidado. La lechuza dejó caer la carta sobre el asiento de Harry y comenzó a zumbar por el compartimento, contenta de haber cumplido su misión (Parece ser un animal muy tierno, comentó Alice). Hedwig dio un picotazo al aire con digna actitud de censura. Crookshanks se incorporó en el asiento, persiguiendo con sus grandes ojos amarillos a la lechuza. Al notarlo, Ron la cogió para protegerla.
—¿Qué? —dijo un indignado Ron—. Podría comérsela.
—Pero no lo hizo —recalcó Hermione, como siempre defendiendo a su querido gato.
Harry recogió la carta. Iba dirigida a él. La abrió y gritó:
—¡Es de Sirius!
Esto sorprendió a muchos, ya que veían ese acto muy arriesgado, porque si alguien que no fuera Harry hubiera cogido la carta, se hubiera metido en serios problemas.
—Creo que enviarle una carta a Harry es arriesgado —dijo Lily, preocupada por el padrino de su hijo.
—¿Qué? —exclamaron Ron y Hermione, emocionados—. ¡Léela en voz alta!

Querido Harry:
Espero que recibas esta carta antes de llegar a casa de tus tíos. No sé si ellos están habituados al correo por lechuza.
Odian todo lo que tenga que ver con magia, pensaba Harry.
Buckbeak y yo estamos escondidos. No te diré dónde por si ésta cae en malas manos. Tengo dudas acerca de la fiabilidad de la lechuza, pero es la mejor que pude hallar, y parecía deseosa de acometer esta misión.
Creo que los dementores siguen buscándome, pero no podrán encontrarme. Estoy pensando en dejarme ver por algún muggle a mucha distancia de Hogwarts, para que relajen la vigilancia en el castillo.
Hay algo que no llegué a contarte durante nuestro breve encuentro: fui yo quien te envió la Saeta de Fuego.

—Soy un padrino genial, ¿no lo creen? —dijo Sirius, a lo que muchos sonrieron y otros negaron con la cabeza.
—Por supuesto, Sirius, por supuesto. Y siempre tan arrogante —dijo Andrómeda.
—Pues tú también tienes parte de esa arrogancia Black, corre por tu venas —dijo Sirius, a lo que la aludida lo ignoró.

—¡Ja! —exclamó Hermione, triunfante—. ¿Lo veis? ¡Os dije que era de él!
—Sí, pero él no la había gafado, ¿verdad? —observó Ron—. ¡Ay!
La pequeña lechuza, que daba grititos de alegría en su mano, le había picado en un dedo de manera al parecer afectuosa.
—Es bastante inquieta —dijo Ron—, y me ha picado muchas veces.
—Pero es hermosa —dijo Luna.

Crookshanks llevó el envío a la oficina de correos. Utilicé tu nombre, pero les dije que cogieran el oro de la cámara de Gringotts número 711, la mía. Por favor, considéralo como el regalo que mereces que te haga tu padrino por cumplir trece años.
—Vaya, ese gato no deja de sorprenderme —comentó Ted—. Confía demasiado en ti —le dijo a Sirius.
—Sí, Crookshanks es muy amigo de Sirius —dijo Ginny—. Aunque parezca extraño, es verdad, un gato amigo de un perro —dijo haciendo alusión al animal que se convertía.
Esto le causo mucha gracia no solo a los merodeadores, sino también al resto.
—Y no solo de un perro, sino también de un lobo —comentó Luna.
Remus entendió perfectamente las palabras de Luna, y él también lo había comprobado, ya que al parecer el gato no le temía por su condición, es más hasta en una oportunidad estuvo durmiendo en su regazo.
También me gustaría disculparme por el susto que creo que te di aquella noche del año pasado cuando abandonaste la casa de tu tío. Sólo quería verte antes de comenzar mi viaje hacia el norte. Pero creo que te alarmaste al verme.
Te envío en la carta algo que espero que te haga disfrutar más el próximo curso en Hogwarts.
Si alguna vez me necesitas, comunícamelo. Tu lechuza me encontrará.
Volveré a escribirte pronto.
Sirius

—Eso es muy amable de tu parte, Sirius —le dijo Lily—, aunque te podías meter en problemas aun le dices a Harry que te escriba si te necesita. Te lo agradezco.
—Oh, vamos, pelirroja, no te pongas sentimental —dijo en son de broma Sirius.
Lily lo observó, en verdad estaba agradecida con Sirius, y aunque muchas veces actué antes de pensar, nadie puede recriminarle que no sea un buen padrino.

Harry miró impaciente dentro del sobre. Había otro pergamino. Lo leyó rápidamente, y se sintió tan contento y reconfortado como si se hubiera tomado de un trago una botella de cerveza de mantequilla.

Yo, Sirius Black, padrino de Harry Potter, autorizo por la presente a mi ahijado a visitar Hogsmeade los fines de semana.

—¿Qué? ¿Es posible hacer eso? —preguntó Frank.
—Es su padrino y también su tutor, así que si es posible —dijo Andrómeda.
—Y sobre todo, para Dumbledore será valido —dijo James.
—Esto le bastará a Dumbledore —dijo Harry contento. Volvió a mirar la carta de Sirius—. ¡Un momento! ¡Hay una posdata…!

He pensado que a tu amigo Ron tal vez le guste esta lechuza, ya que por mi culpa se ha quedado sin rata.

—Vaya, insisto, no solo soy un buen padrino, también soy un encanto de persona —dijo arrogantemente Sirius.
Todos rieron por la arrogancia innata de Sirius.
Solo Snape lo quería matar.
¿Buena persona? Eres un estúpido, eso es lo que eres, pensaba Snape con amargura.
Ron abrió los ojos de par en par. La pequeña lechuza seguía gimiendo de emoción.
—¿Quedármela? —preguntó dubitativo. La miró muy de cerca durante un momento, y luego, para sorpresa de Harry y Hermione, se la acercó a Crookshanks para que la olfatease.
—¿Qué te parece? —preguntó Ron al gato—. ¿Es una lechuza de verdad?
Crookshanks ronroneó.
—Es suficiente —dijo Ron contento—. Me la quedo.
—Que paranoico eres, Ron —dijeron los gemelos Weasley.
—¿Qué? Tenía que asegurarme, no vaya ser otra animago queriéndose esconder de sus crímenes —se defendió Ron.
—Eso es verdad, es mejor cerciorarse —dijo Luna, apoyando a su novio.
—Tú eres la única que me comprendes —dijo Ron a Luna, aun sintiéndose ofendido con sus hermanos.
Harry leyó y releyó la carta de Sirius durante todo el trayecto hasta la estación de King’s Cross. Todavía la apretaba en la mano cuando él, Ron y Hermione atravesaron la barrera del andén nueve y tres cuartos. Harry localizó enseguida a tío Vernon. Estaba de pie, a buena distancia de los padres de Ron, mirándolo con recelo. Y cuando la señora Weasley abrazó a Harry, confirmó sus peores suposiciones sobre ellos.
Molly frunció el ceño. No le agradaba nada ese hombre, y mucho menos que Harry tuviera que vivir con él.
—¡Te llamaré por los Mundiales! —gritó Ron a Harry, al despedirse de ellos.
Luego volvió hacia tío Vernon el carrito en que llevaba el baúl y la jaula de Hedwig. Su tío lo saludó de la manera habitual.
—¿Qué es eso? —gruñó, mirando el sobre que Harry apretaba en la mano—. Si es otro impreso para que lo firme, ya tienes otra…
—Eso no será necesario —dijeron los merodeadores.
—Ya lo firme yo, morsa odiosa —agregó Sirius con molestia.
—No lo es —dijo Harry con alegría—. Es una carta de mi padrino.
—¿Padrino? —farfulló tío Vernon—. Tú no tienes padrino.
—Sí lo tengo —dijo Harry de inmediato—. Era el mejor amigo de mis padres. Está condenado por asesinato, pero se ha escapado de la prisión de los brujos y ahora se halla escondido. Sin embargo, le gusta mantener el contacto conmigo… Estar al corriente de mis cosas… Comprobar que soy feliz…
Varios soltaron risas al escuchar la respuesta de Harry, no podían creer que él fuera capaz.
Los Slytherin no reían, porque estaban sorprendidos, esa respuesta insinuante era tan Slytherin, que se preguntaron qué hubiera pasado de Harry Potter si hubiera aceptado estar en la casa de las serpientes. Probablemente hubiera podido pulir más ese carácter.
—Una respuesta muy merodeadora —alabó James.
—Por supuesto que es una respuesta merodeadora, Cornamenta —dijo Sirius. Si Harry es el descendiente de un merodeador, ¿qué esperabas?
—Tienes razón, Canuto —dijo Potter.
Y sonriendo ampliamente al ver la expresión de terror que se había dibujado en el rostro de tío Vernon, Harry se dirigió a la salida de la estación, con Hedwig dando picotazos delante de él, para pasar un verano que probablemente sería mucho mejor que el anterior.
—Fin del libro —dijo Dean.
—Bueno, por lo menos sirvió de algo el que me sigan creyendo culpable —dijo Sirius—. Es más Harry, deberías llamarme para darles una visita.
Harry sonrió.
—Tío Vernon se podría morir de un ataque —dijo Harry.
—Buena idea, tienes que ir a la casa de los Dursley, Canuto —dijo James.
El ambiente en la Sala de los Menesteres estaba mucho mejor, todos estaban felices de que las cosas hubieran terminado bien, claro, exceptuando la dimisión de Remus, lo cual lo veían muy injusto.
—Bien, creo que ya es hora de cenar —anunció Dumbledore.
Y como si lo hubieran llamado, Kreacher apareció al instante, e inmediatamente las mesas se llenaron de comida.


🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟

Bueno como les dije anteriormente, habrá partes en donde les tengo que cambiar para dar forma a la historia, y como verán en este capítulo he cambiado algunas cosas.



LES DESEO UN



13 comentarios:

  1. me encanto, fue genial la pequeña historia de hermione y remus, aun que debo admitir que me hubiera gustado que esa interacción la hubieras puesto como parte del libro en si en vez de recuerdo, así hubiera sido mas emocionante el pensar en las reacciones que generaría, ademas remus se hubiera dado cuenta de que tal vez hermione podía responder a sus sentimientos y para el próximo libros sus celos hubieran aumentado cuando se enterara de viktor.

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  2. Gracias por actualizar 😄😆😁

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  3. Como ya te lo he dicho amo esta historia y como siempre tuvo un buen final este libro, ya espero con ansias el siguiente, un feliz año para ti también, besos!!!

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  4. Me encantó la historia estuvo magnífica, espero con mucha emoción el siguiente capítulo están genial,
    Esperó y también tengas un felíz año.
    Saludos😄

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  5. Espero que continues rápido amo tu historia.. ya quiero ver la reacción de remus por victor..

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  6. La historia esta genial, espero que la continues.

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  7. La historia esta genial, espero que la continues.

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  8. Quiero la actualización ya!!!!! Amo como evoluciona todo ya quiero ver los celos de remus..

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  9. Hola como estas! Espero que bien. Ya estoy esperando la siguiente actualizacion plis actualiza, esta muy buena la historia por favor siguele

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  10. por favor actualiza!!

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  11. hola, siento no haber comentado antes, pero es que solo lei el capitulo rapidamente y no me dio tiempo de comentar, pero ahora vuelvo a revisar tu blog, y veo que sigue sin actualizar, espero que no lo hayas abandonado, porque eso seria terrible, así que te ruego que actualices, ya quiero leer la continuacion

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  12. y por si no te ha quedado claro, amo ♥ tu historia

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  13. Esperando la actualización. Tengo ganas de ver lo de Viktor y como van evolucionando las cosas entre los personajes. Entro todos los días para ver si hay capítulo nuevo.

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