—Vaya, ¿no creen que soy el mejor padrino del mundo? —preguntó el
animago.
Remus sonrió divertido, parte de la alegría de Sirius había
regresado al enterarse de que él había sido el que le había regalado la escoba
a Harry.
—Claro que lo eres —aceptó Harry—, pero no solo por regalarme
una saeta de fuego, también porque fuiste como un padre para mí.
Todos estaban tan sorprendidos de que Sirius, siendo un prófugo
de la justicia se las arreglará para poder comprarle una escoba a Harry, que
nadie se dio cuenta de que este utilizó la palabra «fuiste» en vez de «eres»
cuando le dijo a Sirius que fue como su padre.
—Bien —dijo Dumbledore cuando poco a poco se fueron callando las
voces de júbilo—, continuemos con la lectura.
Al instante una voz se escuchó:
—Me gustaría leer —dijo Katie Bell.
El libro levito hasta posarse en las manos de la ex Gryffindor.
—“El patronus” —leyó la rubia.
Todos los del pasado sabían lo que hacia este hechizo, y por los
capítulos anteriores relacionaron esto con el hechizo que le iba enseñar Remus
a Harry para defenderse de los dementores, pero hacer un patronus era difícil llevarlo a cabo, ya que se tenía que estar muy
concentrado y pensar en el recuerdo más feliz que se tenía para poder realizar
tal hechizo; y si para un chico de 16 o 17 años era difícil no podían imaginar
lo que sería para un niño de 13 años.
Por otro lado todos los que habían pertenecido al E.D. sonrieron
al recordar cuando Harry les enseño a realizar ese hechizo, y lo mejor de todo
era que lo habían aprendido justamente en la misma sala donde se encontraban,
solo que decorado de distinta manera.
—Vaya, eso quiere decir que le enseñaste a hacer un patronus a Harry, Lunático —dijo un
sorprendido James.
—Eso parece —respondió Remus, mirando a Harry para que lo
confirmara o lo negara, pero el chico solo sonrió.
Harry
sabía que la intención de Hermione había sido buena, pero eso no le impidió
enfadarse con ella (Lily negó con la cabeza. Ella
comprendía que no le hubiera gustado que le quitaran su escoba, pero su amiga
solo había actuado con precaución, ella quería protegerlo). Había sido propietario
de la mejor escoba del mundo durante unas horas y, por culpa de Hermione, ya no
sabía si la volvería a ver. Estaba seguro de que no le ocurría nada a la Saeta
de Fuego, pero ¿en qué estado se encontraría después de pasar todas las pruebas
antihechizos?
—Creo que debería de tener más confianza en el profesor Flitwick,
señor Potter —dijo McGonagall.
—No es por justificarme, pero en ese momento estaba enfadado y
no pensaba correctamente —dijo Harry.
—Es lógico —dijo Sirius.
Ron
también estaba enfadado con Hermione (Cuando no,
dijo Ginny). En su opinión, desmontar una Saeta de Fuego completamente
nueva era un crimen (Y lo sigo creyendo, pensó Ron). Hermione, que seguía
convencida de que había hecho lo que debía, comenzó a evitar la sala común.
Harry y Ron supusieron que se había refugiado en la biblioteca y no intentaron
persuadirla de que saliera de allí (Eso no estuvo
bien, chicos, dijo Charlie. Hermione miró con gratitud al pelirrojo. Mientras
que Lily y Molly miraban con severidad a sus respectivos hijos, ninguna de las
dos apoyaba que ellos se enojaran con Hermione por una simple escoba. Harry y
Ron trataron de evitar las miradas de sus madres). Se alegraron de que
el resto del colegio regresara poco después de Año Nuevo y la torre de
Gryffindor volviera a estar abarrotada de gente y de bullicio.
Wood
buscó a Harry la noche anterior al comienzo de las clases.
—¿Qué
tal las Navidades? —preguntó. Y luego, sin esperar respuesta, se sentó, bajó la
voz y dijo—: He estado meditando durante las vacaciones, Harry. Después del
último partido, ¿sabes? Si los dementores acuden al siguiente… no nos podemos
permitir que tú… bueno…
Lily miró a Oliver con sorpresa.
—Vaya, esta es la primera vez en que escucho que te preocupas
más por los jugadores que por el partido —dijo Lily al chico.
Oliver no sabía que responder ante eso, la verdad es que él
simplemente quería ganar el partido y pues si eso significaba que tenía que
sacar a Harry del equipo, pues lo haría. Pero en realidad no lo hacía por el
bienestar del chico.
Los gemelos Weasley soltaron unas risitas, llamando la atención
de Lily.
—Oliver no estaba realmente preocupado por Harry… —dijo Fred.
—… lo que él en realidad quería era ganar el partido —dijo
George.
Oliver se puso rojo, y Lily lo miró con enojo.
—No es cierto —mintió Oliver.
Y antes de que Lily le reclamara su actitud a Oliver, Katie
siguió leyendo.
Oliver suspiró aliviado. Estaba empezando a creer eso que
anteriormente había dicho Sirius, eso de que las pelirrojas eran peligrosas.
Wood
se quedó callado, con cara de sentirse incómodo.
—Estoy
trabajando en ello —dijo Harry rápidamente—. El profesor Lupin me dijo que me
daría unas clases para ahuyentar a los dementores. Comenzaremos esta semana.
Dijo que después de Navidades estaría menos atareado.
Estaría recuperándome de
las dolorosas transformaciones,
pensaba Remus.
—Ya
—dijo Wood. Su rostro se animó—. Bueno, en ese caso… Realmente no quería
perderte como buscador; Harry. ¿Has comprado ya otra escoba?
—No
—contestó Harry.
—¿Cómo?
Pues será mejor que te des prisa. No puedes montar en esa Estrella Fugaz en el
partido contra Ravenclaw.
James asintió estando de acuerdo con Oliver.
Sería un pecado jugar
quidditch con una Estrella Fugas,
pensó el animago.
—Le
regalaron una Saeta de Fuego en Navidad —dijo Ron.
—¿Una
Saeta de Fuego? ¡No! ¿En serio? ¿Una Saeta de Fuego de verdad?
—No
te emociones, Oliver —dijo Harry con tristeza—. Ya no la tengo. Me la
confiscaron. —Y explicó que estaban revisando la Saeta de Fuego en aquellos
instantes.
—¿Hechizada?
¿Por qué podría estar hechizada?
—Sirius
Black —explicó Harry sin entusiasmo—. Parece que va detrás de mí. Así que
McGonagall piensa que él me la podría haber enviado.
—Y ese fue el momento en donde Harry le rompió todas ilusiones a
Oliver —bromearon los gemelos Weasley.
Oliver los miró mal.
—Silencio, Weasleys —dijo Oliver.
Los gemelos se miraron.
—¿Te das cuenta, Gred? —dijo George.
—Sí, Feorge —dijo Fred asintiendo—, Wood aun piensa que somos
los golpeadores de su equipo y nos quiere dar órdenes.
Oliver solo rodó los ojos exasperado.
Desechando
la idea de que un famoso asesino estuviera interesado por la vida de su
buscador; Wood dijo:
—¡Pero
Black no podría haber comprado una Saeta de Fuego! Es un fugitivo. Todo el país
lo está buscando. ¿Cómo podría entrar en la tienda de Artículos de Calidad para
el Juego del Quidditch y comprar una escoba?
—Por el simple hecho de que es un merodeador —dijo James.
—Y ser un merodeador significa que lo puede todo —preguntó
Andrómeda.
Los merodeadores compartieron una mirada.
—Básicamente si —respondieron.
Lily sonriendo entre exasperada y divertida.
—Ya
lo sé. Pero aun así, McGonagall quiere desmontarla.
Wood
se puso pálido.
—Iré
a hablar con ella, Harry —le prometió—. La haré entrar en razón… Una Saeta de
Fuego… ¡una auténtica Saeta de Fuego en nuestro equipo! Ella tiene tantos
deseos como nosotros de que gane Gryffindor… La haré entrar en razón… ¡Una
Saeta de Fuego…!
—Sí, suerte con eso —dijeron los gemelos Prewett.
—Como si alguien pueda hacer cambiar de parecer a la profesora
McGonagall —dijo Frank.
—Exacto —corroboró James—, nosotros —hizo referencia a Sirius, Remus, Peter y él—
muchas veces tratamos de hacerla cambiar de opinión a Minnie, pero fue inútil.
—Shh, Cornamenta —dijo Sirius al notar la mirada de la profesora
McGonagall.
Las
clases comenzaron al día siguiente. Lo último que deseaba nadie una mañana de
enero era pasar dos horas en una fila en el patio, pero Hagrid había encendido
una hoguera de salamandras, para su propio disfrute, y pasaron una clase
inusualmente agradable recogiendo leña seca y hojarasca para mantener vivo el
fuego, mientras las salamandras, a las que les gustaban las llamas, correteaban
de un lado para otro de los troncos incandescentes que se iban desmoronando (McGonagall asintió estando conforme con que la clase de
Hagrid no tuviera animales demasiado peligrosos). La primera clase de
Adivinación del nuevo trimestre fue mucho menos divertida. La profesora
Trelawney les enseñaba ahora quiromancia y se apresuró a informar a Harry de
que tenía la línea de la vida más corta que había visto nunca.
Lily bufó.
—Esa mujer es insoportable —murmuró.
A
la que Harry tenía más ganas de acudir era a la clase de Defensa Contra las
Artes Oscuras. Después de la conversación con Wood, quería comenzar las clases
contra los dementores tan pronto como fuera posible.
—Ah,
sí —dijo Lupin, cuando Harry le recordó su promesa al final de la clase—.
Veamos… ¿qué te parece el jueves a las ocho de la tarde? El aula de Historia de
la Magia será bastante grande… Tendré que pensar detenidamente en esto… No
podemos traer a un dementor de verdad al castillo para practicar…
Lily y Molly se estremecieron con la sola idea de que Harry se
enfrentara nuevamente a un dementor.
—No se preocupen —dijo Harry al ver las caras de las dos
pelirrojas—, no practique con un dementor —las calmo.
—Aún
parece enfermo, ¿verdad? —dijo Ron por el pasillo, camino del Gran Comedor—.
¿Qué crees que le pasa?
James y Sirius sabían que era lo que pasaba; no todas las lunas
llenas eran iguales, habían veces en que Remus tardaba más tiempo en recuperar,
como en otras que parecía estar bien tan solo a los dos días.
Oyeron
un «chist» de impaciencia detrás de ellos. Era Hermione, que había estado
sentada a los pies de una armadura, ordenando la mochila, tan llena de libros
que no se cerraba.
—¿Por
qué nos chistas? —le preguntó Ron irritado.
—Por
nada —dijo Hermione con altivez, echándose la mochila al hombro.
En realidad no quería que
nadie los escuchara sobre su “enfermedad” porque si no empezarían a sospechar
de Remus y yo no quería que él se sintiera mal o amenazado, se decía Hermione en su fuero interno.
Le dirigió una mirada a Remus y lo noto incomodo, luego giró su
rostro y sus ojos miel se encontraron con los ojos chocolates de Hermione. Ella
le sonrió tratando de reconfortarlo, pero él no le devolvió la sonrisa solo se
dedicó a mirarla.
—Por
algo será —dijo Ron—. Dije que no sabía qué le ocurría a Lupin y tú…
—Bueno,
¿no es evidente? —dijo Hermione con una mirada de superioridad exasperante.
—Si
no nos lo quieres decir, no lo hagas —dijo Ron con brusquedad.
—Vale
—respondió Hermione, y se marchó altivamente.
—No
lo sabe —dijo Ron, siguiéndola con los ojos y resentido—. Sólo quiere que le
volvamos a hablar.
Sí lo sabe, no sé cómo lo
descubrió, pero ella lo sabe,
pensó Remus.
—¡Si lo sabía! —exclamó Hermione mirando a Ron, como si el Ron
que tenía a dos asientos fuer el mismo del libro. Pero cuando se dio cuenta de
sus palabras, se puso nerviosa—, yo… eh…
James y Sirius miraron a Hermione y luego a Remus, el cual se
encontraba mirando a Hermione como si tratara de leerle los pensamientos.
—¿Qué sabías, Hermione? —preguntaron los gemelos Prewett.
—Eso ya lo descubrirán —contestaron los gemelos Weasley
enigmáticamente—. No sean curiosos.
A
las ocho de la tarde del jueves, Harry salió de la torre de Gryffindor para
acudir al aula de Historia de la Magia. Cuando llegó estaba a oscuras y vacía,
pero encendió las luces con la varita mágica y al cabo de cinco minutos
apareció el profesor Lupin, llevando una gran caja de embalar que puso encima
de la mesa del profesor Binn.
—¿Qué es? —preguntó James.
—¿Qué
es? —preguntó Harry.
Padre e hijo se sonrieron al preguntar lo mismo.
—Otro
boggart —dijo Lupin, quitándose la capa—. He estado buscando por el castillo
desde el martes y he tenido la suerte de encontrar éste escondido dentro del
archivador del señor Filch (Debiste dejar ese
boggart allí, dijo Sirius, y Remus volvió su mirada al ojigris y negó con la
cabeza. el animago se encogió de hombros). Es lo más parecido que
podemos encontrar a un auténtico dementor. El boggart se convertirá en dementor
cuando te vea, de forma que podrás practicar con él. Puedo guardarlo en mi
despacho cuando no lo utilicemos, bajo mi mesa hay un armario que le gustará.
—Hablas del boggart como si se tratara de una mascota —dijo
James.
—Tal vez son cosas de familia —respondió Sirius, haciendo
alusión del que el padre de Remus era un experto buscador de boggarts y de
otras criaturas extrañas.
Remus asintió y sonrió recordando a su padre.
—De
acuerdo —dijo Harry, haciendo como que no era aprensivo y satisfecho de que
Lupin hubiera encontrado un sustituto de un dementor de verdad.
—Así
pues… —el profesor Lupin sacó su varita mágica e indicó a Harry que hiciera lo
mismo—. El hechizo que trataré de enseñarte es magia muy avanzada… Bueno, muy
por encima del Nivel Corriente de Embrujo. Se llama «encantamiento patronus».
—Un niño de trece años tratando de hacer un patronus —dijo Alastor—, eso sí que sería digno de ver.
—Por supuesto —dijo Alice.
Lucius hizo una mueca de fastidio.
Ya me está hartando ese
mocoso, pensó. Pero si ese mestizo puede hacer un patronus,
entonces Draco también tiene que poder hacerlo.
—¿Cómo
es? —preguntó Harry, nervioso.
—Bueno,
cuando sale bien invoca a un patronus para que se aparezca —explicó Lupin— y
que es una especie de antidementor; un guardián que hace de escudo entre el
dementor y tú.
Harry
se imaginó de pronto agachado tras alguien del tamaño de Hagrid que empuñaba
una porra gigantesca (Se escucharon varias risas,
entre ellas la de los merodeadores, los Weasley, los Prewett, la profesora
McGonagall y hasta Dumbledore. Harry se sonrojo). El profesor Lupin
continuó:
—El
patronus es una especie de fuerza positiva, una proyección de las mismas cosas
de las que el dementor se alimenta: esperanza, alegría, deseo de vivir… y no
puede sentir desesperación como los seres humanos, de forma que los dementores
no lo pueden herir. Pero tengo que advertirte, Harry, de que el hechizo podría
resultarte excesivamente avanzado. Muchos magos cualificados tienen
dificultades con él.
—Y también los seguidores de Voldemort —dijo Bill.
Harry defirió de eso, ya que Snape podía hacer un perfecto
patronus, pero no lo dijo, ya lo sabrían mediante avanzará la lectura.
Por su parte Lucius le dirigió una mirada asesina a Bill, pero
el hijo mayor de los Weasley no se intimido, es más le sostuvo la mirada.
Katie notando esas miradas asesinas decidió seguir leyendo.
—¿Qué
aspecto tiene un patronus? —dijo Harry con curiosidad.
—Es
según el mago que lo invoca.
Y puede cambiar según las
emociones o sentimientos del mago o bruja, pensó Harry, mirando de reojo a su amiga castaña. El patronus de
Hermione había cambiado un año después de que aprendiera a hacerlo, y todo eso
gracias a su antiguo profesor de DCAO.
—¿Y
cómo se invoca?
—Con
un encantamiento que sólo funcionará si te concentras con todas tus fuerzas en
un solo recuerdo de mucha alegría.
Harry
intentó recordar algo alegre. Desde luego, nada de lo que le había ocurrido en
casa de los Dursley le serviría. Al final recordó el instante en que por
primera vez montó en una escoba.
—No creo que ese recuerdo sea suficiente —dijo Lily.
—Ya
—dijo, intentando recordar lo más exactamente posible la maravillosa sensación
de vértigo que había notado en el estómago.
—El
encantamiento es así —Lupin se aclaró la garganta—: ¡Expecto
patronum!
—¡Expecto
patronum! —repitió Harry entre dientes—. ¡Expecto
patronum!
—¿Te
estás concentrando con fuerza en el recuerdo feliz?
—Sí…
—contestó Harry, obligando a su mente a que retrocediese hasta aquel primer
viaje en escoba—. Expecto patrono,
no, patronum…
perdón... ¡Expecto
patronum! ¡Expecto patronum!
Snape bufó.
No lo conseguirá, es tan idiota como su padre, pensaba el futuro profesor de
pociones.
De
repente, como un chorro, surgió algo del extremo de su varita. Era como un gas
plateado.
—Eso es un buen comienzo —animó James.
Pero eso no significa
nada, pensó Snape mirando con
fastidio a Harry y luego a James.
—¿Lo
ha visto? —preguntó Harry entusiasmado—. ¡Algo ha ocurrido!
—Muy
bien —dijo Lupin sonriendo—. Bien, entonces… ¿estás preparado para probarlo en
un dementor?
—Sí
—dijo Harry, empuñando la varita con fuerza y yendo hasta el centro del aula
vacía. Intentó mantener su pensamiento en el vuelo con la escoba, pero en su
mente había otra cosa que trataba de introducirse… Tal vez en cualquier
instante volviera a oír a su madre… Pero no debía pensar en ello o volvería a
oírla realmente, y no quería… ¿o sí quería?
Lily reprimió un sollozo al enterarse que su hijo deseaba tanto
escuchar su voz que se conformaba con el último recuerdo de ella, donde lo
único que hacía era gritar para salvarle la vida.
Por su parte James miró a su hijo y se le formó un nudo en la
garganta. Maldijo en su fuero interno al que los vendió a Voldemort.
Lupin
cogió la tapa de la caja de embalaje y tiró de ella. Un dementor se elevó
despacio de la caja, volviendo hacia Harry su rostro encapuchado. Una mano
viscosa y llena de pústulas sujetaba la capa.
Las
luces que había en el aula parpadearon hasta apagarse. El dementor salió de la
caja y se dirigió silenciosamente hacia Harry, exhalando un aliento profundo y
vibrante. Una ola de intenso frío se extendió sobre él.
Algunos se estremecieron ante la descripción de la criatura.
—¡Expecto
patronum! —gritó Harry—. ¡Expecto
patronum! ¡Expecto…!
Pero
el aula y el dementor desaparecían. Harry cayó de nuevo a través de una niebla
blanca y espesa, y la voz de su madre resonó en su cabeza, más fuerte que
nunca…
—¡A Harry
no! ¡A Harry no! Por favor… haré cualquier cosa…
—A
un lado… hazte a un lado, muchacha…
A Katie le temblaba un poco la voz al leer las suplicas de Lily
para salvar a su hijo.
Mientras tanto Lily se encontraba aferrada a James, él la
abrazaba mientras ella sollozaba en su pecho; Lily no podía soportarlo, era muy
duro para ella. Pero luego reacciono y se dio cuenta de que si era duro para no
podía imaginar que tan duro seria para su hijo.
Quería decirle palabras de ánimo a su hijo, pero no le salía ni
una palabra. Harry entendía a su madre, así que no le exigía que hablara, ya que
comprendía como se sentía.
Por otra parte, Snape se puso pálido al escuchar la súplica de
Lily, y no pudo evitar sentir enojado con Harry, sabía muy en el fondo que
Harry no tenía la culpa, pero eso no hacía que su enojo menguara.
Dumbledore se encontraba particularmente serio, se preguntaba
porque Voldemort primero le pedía a Lily que se apartara, como si no quisiera
hacerle daño a ella, pero luego igual la mato.
¿Cuál sería el motivo
porque Tom no quería lastimar a la señorita Evans al comienzo?, se preguntaba el viejo director.
—¡Harry!
Harry
volvió de pronto a la realidad. Estaba boca arriba, tendido en el suelo. Las
luces del aula habían vuelto a encenderse. No necesitó preguntar qué era lo que
había ocurrido.
—Lo
siento —musitó, incorporándose y notando un sudor frío que le corría por detrás
de las gafas.
—¿Te
encuentras bien? —le preguntó Lupin.
—Sí…
—Eso no es cierto —le acusó Sirius.
—Pues… solo respondí sí por costumbre —admitió Harry.
Sirius negó con la cabeza, mientras James seguía consolando a Lily,
la cual ya se encontraba mucho mejor.
James iba a decir algo, pero mejor se lo pensó mejor, tal dijera
algo que haría que su Lily se pusiera mal otra vez.
Para
levantarse, Harry se apoyó primero en un pupitre y luego en Lupin.
—Toma.
—Lupin le ofreció una rana de chocolate—. Cómetela antes de que volvamos a
intentarlo. No esperaba que lo consiguieras la primera vez. Me habría
impresionado mucho que lo hubieras hecho.
—Cada
vez es peor —musitó Harry, mordiendo la cabeza de la rana—. Esta vez la he oído
más alto aún. Y a él… a Voldemort…
—Tal vez se deba a que no es la primera por la que el joven
Potter pasaba por ese mismo trance —dijo Dumbledore—, ese podría ser el
principal factor por la es más sencillo recordar esos sucesos bloqueados en su
mente.
Harry asintió, nunca lo había visto de esa perspectiva, y a
decir verdad tenía mucha lógica.
Lupin
estaba más pálido de lo habitual.
—Harry,
si no quieres continuar; lo comprenderé perfectamente…
—Continuará —dijo Ginny, negando con la cabeza.
Y todos los que conocían mejor a Harry estaban de acuerdo con
Ginny porque sabían que Harry podía ser muy terco en algunas situaciones.
—Por supuesto que continuará —afirmó Sirius—, ha heredado la
testarudez de James y Lily.
Los aludidos lo miraron ofendidos, pero no dijeron nada, porque
sabían que era cierto.
—¡Sí
quiero! —dijo Harry con energía, metiéndose en la boca el resto de la rana—.
¡Tengo que hacerlo! ¿Y si los dementores vuelven a presentarse en el partido
contra Ravenclaw? No puedo caer de nuevo. ¡Si perdemos este partido, habremos
perdido la copa de quidditch!
—Porque no me sorprende —murmuró Hermione, sonriendo entre
irritada y exasperada.
—De
acuerdo, entonces… —dijo Lupin—. Tal vez quieras seleccionar otro recuerdo
feliz. Quiero decir; para concentrarte. Ése no parece haber sido bastante
poderoso…
Harry
pensó intensamente y recordó que se había sentido muy contento cuando, el año
anterior; Gryffindor había ganado la Copa de las Casas. Empuñó otra vez la
varita mágica y volvió a su puesto en mitad del aula.
—Podría funcionar —comentó Ted.
—¿Preparado?
—preguntó Lupin, cogiendo la tapa de la caja.
—Preparado
—dijo Harry, haciendo un gran esfuerzo por llenarse la cabeza de pensamientos
alegres sobre la victoria de Gryffindor; y no con pensamientos oscuros sobre lo
que iba a ocurrir cuando la caja se abriera.
—¡Ya!
—dijo Lupin, levantando la tapa.
El
aula volvió a enfriarse y a quedarse a oscuras. El dementor avanzó con su
violenta respiración, abriendo una mano putrefacta en dirección a Harry.
—¡Expecto
patronum! —gritó Harry—. ¡Expecto
patronum! ¡Expecto pat…!
—¡Oh, no, otra vez no! —murmuró Lily, mirando con preocupación a
Harry.
—Cambiaremos el futuro, Lily —le susurró James al oído de su
novia, tratando de evitar que ella volviera a sollozar.
Una
niebla blanca le oscureció el sentido. En tomo a él se movieron unas formas
grandes y borrosas… Luego oyó una voz nueva, de hombre, que gritaba
aterrorizado:
—¡Lily,
coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Corre! Yo lo detendré.
Al instante todos supieron que esta era la voz de James,
tratando de salvar a su familia, pero al final no lo consiguió.
Lily lloraba silenciosamente, aun en los brazos de James, el
cual se encontraba completamente rígido, él estaba sorprendido, lleno de
impotencia al saber que no pudo hacer nada más para salvar a su esposa e hijo.
Sirius apretaba los puños lleno de ira, mientras que en su fuero interno hacia
juramentos de matar al idiota que le había dicho a Voldemort sobre el paradero
de los Potter. Por su parte Remus sentía un odio tremendo hacia el que hace
solo unos días había considerado uno de sus mejores amigos, pero el muy maldito
nunca había sido un verdadero amigo, Peter no era más que un hipócrita.
Snape estaba contrariado ante las últimas palabras de su
némesis, hasta se podría decir que sentía cierta lastima por él, y eso lo hacía
sentirse enojado con él mismo. Apretó los puños tan fuerte que los nudillos se
pusieron blancos, levanto la cabeza y se encontró con unos ojos verde esmeralda
muy conocidos para él, pero frunció el ceño al darse cuenta que esos ojos
estaban detrás de unas gafas redondas. Era Harry Potter el que lo miraba, y
parecía apenado.
En verdad sus ojos son
iguales a los de Lily, pensó Snape, para luego
apartar la mirada.
El
ruido de alguien dentro de una habitación, una puerta que se abría de golpe,
una carcajada estridente.
—¡Harry!
Harry, despierta…
Lupin
le abofeteaba las mejillas. Esta vez le costó un minuto comprender por qué
estaba tendido en el suelo polvoriento del aula.
—He
oído a mi padre —balbuceó Harry—. Es la primera vez que lo oigo. Quería
enfrentarse a Voldemort para que a mi madre le diera tiempo de escapar.
Harry
notó que en su rostro había lágrimas mezcladas con el sudor. Bajó la cabeza
todo lo que pudo para limpiarse las lágrimas con la túnica, haciendo como que
se ataba el cordón del zapato, para que Lupin no se diera cuenta de que había
llorado.
Lily se soltó de James lentamente para luego pasar un brazo por
los hombros de su hijo, Harry pasó sus brazos por la cintura de su madre. Ella
derramaba lágrimas silenciosas, mientras que Harry, ya más acostumbrado a ese
sentimiento de impotencia, estaba más tranquilo, así que solo se dedicaba a
calmar a su madre.
—¿Has
oído a James? —preguntó Lupin con voz extraña.
—Sí…
—Con la cara ya seca, volvió a levantar la vista—. ¿Por qué? Usted no conocía a
mi padre, ¿o sí?
James ya más calmado ante lo escuchado anteriormente, abrió los
ojos al escuchar esa pregunta.
—¿Por qué no le contaste que sobre nuestra amistad a Harry?
—preguntó James a Remus.
—No lo sé, James… no sé porque no lo dije —contestó Remus,
pensativo.
—¿Y dónde estabas tú, Lunático? ¿Por qué nunca te acercaste a
Harry? —ahora preguntó Sirius—. Yo no me acerque a Harry, porque estaba en
prisión, Peter estaba muerto —Sirius hizo un gesto de dolor al mencionar a otro
amigo “muerto”—, ¿pero tú? ¿Por qué nunca lo buscaste?
Remus estaba abrumado con tantas preguntas, como podría saber él
porque no busca a Harry, si aún no sucedía nada.
—Sirius —dijo Hermione, y el aludido la miró—, creo que todos
tuvieron una vida difícil después del ataque a los Potter, y al igual que tú
sufriste, Remus también lo hizo, no paso los mejores años de su vida, y él no
era ni la sombra del Remus que ustedes conocieron…
—¿Y tú como sabes todo eso? —preguntó James.
Hermione se sonrojó.
—Pues el mismo Remus me lo conto —respondió la castaña,
sorprendiendo a los merodeadores, ya que Remus no era la clase de persona de
contarle sus cosas así como así a cualquiera, él era discreto.
—¿Eran muy amigos? —preguntó Sirius, con sospecha.
Hermione se sonrojó aún más a sentir la mirada de Remus sobre
ella.
—Si —susurró, y miró a Katie para que siguiera leyendo, la rubia
comprendió la mirada de Hermione y continúo con la lectura.
—Lo…
lo conocí, sí —contestó Lupin—. Fuimos amigos en Hogwarts. Escucha, Harry. Tal
vez deberíamos dejarlo por hoy. Este encantamiento es demasiado avanzado… No
debería haberte puesto en este trance…
—No
—repuso Harry. Se volvió a levantar—. ¡Lo volveré a intentar! No pienso en
cosas bastante alegres, por eso… ¡espere!
Hizo
un gran esfuerzo para pensar. Un recuerdo muy feliz…, un recuerdo que pudiera
transformarse en un patronus bueno y fuerte…
Todos tenían curiosidad de saber que recuerdo había usado Harry
para poder hacer su patronus. Algunos pensaron en cuando se hizo amigo con Ron
y Hermione, y aunque ese sería un buen recuerdo no estaban seguros de que si
Harry lo había utilizado.
¡El
momento en que se enteró de que era un mago y de que tenía que dejar la casa de
los Dursley para ir a Hogwarts! Si eso no era un recuerdo feliz, entonces no
sabía qué podía serlo. Concentrado en los sentimientos que lo habían embargado
al enterarse de que se iría de Privet Drive, Harry se levantó y se puso de
nuevo frente a la caja de embalaje.
—¿Preparado?
—dijo Lupin, como si fuera a obrar en contra de su criterio—. ¿Te estás
concentrando bien? De acuerdo. ¡Ya!
Levantó
la tapa de la caja por tercera vez y el dementor volvió a salir de ella. El
aula volvió a enfriarse y a oscurecerse.
Lily y Molly estaban preocupadas por lo que ahora podría pasarle
a Harry, con dos experiencias nada favorables, quien les aseguraba que una
tercera sería mucho mejor que las otra dos.
—¡EXPECTO
PATRONUM! —gritó Harry—. ¡EXPECTO
PATRONUM! ¡EXPECTO
PATRONUM!
De
nuevo comenzaron los gritos en la mente de Harry, salvo que esta vez sonaban
como si procedieran de una radio mal sintonizada. El sonido bajó, subió y
volvió a bajar… (Lo está logrando, pensaba Alastor) Todavía seguía viendo al
dementor. Se había detenido… Y luego, una enorme sombra plateada salió con
fuerza del extremo de la varita de Harry y se mantuvo entre él y el dementor; y
aunque Harry sentía sus piernas como de mantequilla, seguía de pie, sin saber
cuánto tiempo podría aguantar.
Todos los chicos del E.D. estaban gratamente sorprendidos de que
Harry, en ese tiempo con trece años había podido hacer aparecer una sombra
plateada, y a ellos más grandes que Harry les costó mucho hacer su patronus.
—Eso fue sorprendente, chico —le dijo Alastor a Harry, quien
todavía seguía rodeador por los brazos de su madre—, un par de clases más y ya
podrías hacer un perfecto patronus corpóreo.
—Impresionante —dijo Dumbledore mirando a Harry.
—Más que impresionante, es genial —dijo James, y los otros dos
merodeadores asintieron.
—¡Riddíkulo!
—gritó Lupin, saltando hacia delante.
Se
oyó un fuerte crujido y el nebuloso patronus se desvaneció junto con el
dementor. Harry se derrumbó en una silla, con las piernas temblando, tan
cansado como si acabara de correr varios kilómetros. Por el rabillo del ojo vio
al profesor Lupin obligando con la varita al boggart a volver a la caja de
embalaje. Se había vuelto a convertir en una esfera plateada.
—¿Por qué se convertiría en un esfera plateada? —preguntó Ted.
Remus bajo la vista nervioso.
Snape sonrió con cierta burla y maldad, él sabía lo que en
realidad era esa esfera plateada.
—¡Estupendo!
—dijo Lupin, yendo hacia donde estaba Harry sentado—. ¡Estupendo, Harry! Ha
sido un buen principio.
—¿Podemos
volver a probar? Sólo una vez más.
—Ahora
no —dijo Lupin con firmeza—. Ya has tenido bastante por una noche. Ten…
Ofreció
a Harry una tableta del mejor chocolate de Honeydukes.
James y Sirius sonrieron a su amigo.
—El lobo puede perder pelo… —susurró James solo para que le
escuchara sus amigos.
—… pero no pierde mañas, o en este caso gustos —completó Sirius,
en el mismo tono de voz que James.
Remus negó con la cabeza.
—Cómetelo
todo o la señora Pomfrey me matará. ¿El jueves que viene a la misma hora?
—Vale
—dijo Harry. Dio un mordisco al chocolate y vio que Lupin apagaba las luces que
se habían encendido con la desaparición del dementor. Se le acababa de ocurrir
algo—: ¿Profesor Lupin? —preguntó—. Si conoció a mi padre, también conocería a
Sirius Black.
Lupin
se volvió con rapidez:
—¿Qué
te hace pensar eso? —dijo severamente.
—Nada.
Quiero decir… me he enterado de que eran amigos en Hogwarts.
El
rostro de Lupin se calmó.
—Sí,
lo conocí —dijo lacónicamente—. O creía que lo conocía. Será mejor que te
vayas, Harry. Se hace tarde.
James y Sirius miraron a Remus.
—¿Cómo que creías que conocías a Canuto? —cuestionó James.
—No es obvio —dijo Hermione—, todos, absolutamente todos creían
que Sirius era un asesino, lo siento —agregó mirando a Sirius—, y Remus no fue
la excepción, había pruebas o se creía que había pruebas de la culpabilidad de
Sirius, ¿qué querías que pensara Remus cuando su amigo es supuestamente un
traidor que vendió a sus otros amigos a Voldemort, y además, aparece como el
asesino de su otro amigo y de doce muggles?
—¿Confianza? —dijo Sirius, con el ceño fruncido.
—A veces el dolor ciega a las personas —defendió Hermione con
firmeza—. ¿Ustedes que hubieran hecho en su lugar? —les preguntó a James y
Sirius.
Ambos animagos se miraron sopesando la respuesta.
—Habríamos hecho lo mismo que Lunático —aceptaron los dos.
Hermione sonrió complacida por la respuesta de James y Sirius.
—Lo sentimos, Lunático —se disculparon los dos pelinegros.
Remus asintió comprendiendo su manera de actuar, pero por otra
parte en su cabeza no dejaba de escuchar la voz de Hermione defendiéndolo, y
esa no era la primera vez.
¿En verdad seremos muy
amigos o Sirius tendrá razón al decir que ella es mi… hija? Es por eso que me
conoce bien, es por eso que me defiende. ¿O habrá algo más en mi relación con
Hermione?, se preguntaba Remus. Estoy tan confundido, por una parte siento
que la quiero, pero no como si ella fuera mi futura hija, y por otra parte el
lobo no me deja tranquilo, él quiere a Hermione para él, y no precisamente como
a una hija, y eso me asusta.
Harry
salió del aula, atravesó el corredor; dobló una esquina, dio un rodeo por
detrás de una armadura y se sentó en la peana para terminar el chocolate,
lamentando haber mencionado a Black, dado que a Lupin, obviamente, no le había
hecho gracia. Luego volvió a pensar en sus padres.
Se
sentía extrañamente vacío, a pesar de haber comido tanto chocolate. Aunque era
terrible oír dentro de su cabeza los últimos instantes de vida de sus padres,
eran las únicas ocasiones en que había oído sus voces, desde que era muy
pequeño. Nunca sería capaz de crear un patronus de verdad si en parte deseaba
volver a oír la voz de sus padres…
James y Lily se sintieron mal al saber los pensamientos de su
hijo, e internamente se prometían cambiar todo el futuro, esta vez ellos si
estarían en la vida de su hijo, esta vez se esforzarían más y no confiarían en
cualquiera. Eso evitaría las traiciones.
—Están
muertos —se dijo con firmeza—. Están muertos y volver a oír el eco de su voz no
los traerá a la vida. Será mejor que me controle si quiero la copa de
quidditch.
Se
puso en pie, se metió en la boca el último pedazo de chocolate y volvió hacia
la torre de Gryffindor.
Lily suspiró, por lo menos estaba segura de que su hijo lograría
hacer su patronus para ganar la copa de quidditch, y eso quería decir que
lograría deshacerse de los recuerdos de sus voces. Unas voces que tenían nada
de bonito, si solo los escuchaba gritando.
Ravenclaw
jugó contra Slytherin una semana después del comienzo del trimestre. Slytherin
ganó, aunque por muy poco. Según Wood, eran buenas noticias para Gryffindor;
que se colocaría en segundo puesto si ganaba también a Ravenclaw. Por lo tanto,
aumentó los entrenamientos a cinco por semana (Charlie
miró a Oliver. Ese chico sí que está
obsesionado con el quidditch, pensó). Esto significaba que, junto
con las clases antidementores de Lupin, que resultaban más agotadoras que seis
sesiones de entrenamiento de quidditch, a Harry le quedaba tan sólo una noche a
la semana para hacer todos los deberes (Hermione
negó con la cabeza, porque ella sabía que si solo tenía un día para hacer todos
los deberes no los haría como era debido, sus redacciones serían muy pobres).
Aun así, no parecía tan agobiado como Hermione, a la que le afectaba la inmensa
cantidad de trabajo. Cada noche, sin excepción, veían a Hermione en un rincón
de la sala común, con varias mesas llenas de libros, tablas de Aritmancia,
diccionarios de runas, dibujos de muggles levantando objetos pesados y carpetas
amontonadas con apuntes extensísimos. Apenas hablaba con nadie y respondía de
malos modos cuando alguien la interrumpía.
Todas las miradas se centraron en la castaña.
—Wood parece un obsesionado con el quidditch, pero tú estabas
obsesionada con estudiar —dijo Sirius, viendo a Hermione como si estuviera loca
de remate.
—Estudiar no es malo —defendió Hermione.
—No lo es cuando se estudia de manera moderada —dijo Lily
maternalmente.
Hermione asintió, ella ya había comprendido que ese curso fue de
locos, llevar tantos cursos y luego hacer todos esos deberes la tenían agotada.
—Lo sé, ya comprendí que saturarme con tantos cursos no es bueno
—dijo Hermione, aunque los amigos de la castaña no creían del todo que haya
comprendido porque ella igual seguía estudiando, pasaba horas y horas leyendo
libros.
Aunque tal vez sería una
manera de distraerse del dolor,
pensaba Harry.
—¿Cómo
lo hará? —le preguntó Ron a Harry una tarde, mientras el segundo terminaba un
insoportable trabajo para Snape sobre Venenos
indetectables. Harry alzó la vista. A Hermione casi
no se la veía detrás de la torre de libros.
—¿Cómo
hará qué?
—Ir
a todas las clases —dijo Ron—. Esta mañana la oí hablar con la profesora
Vector, la bruja que da Aritmancia. Hablaban de la clase de ayer. Pero Hermione
no pudo ir, porque estaba con nosotros en Cuidado de Criaturas Mágicas. Y Ernie
McMillan me dijo que no ha faltado nunca a una clase de Estudios Muggles. Pero
la mitad de esas clases coinciden con Adivinación y tampoco ha faltado nunca a
éstas.
Nuevamente las miradas se centraron en Hermione.
—¿Cómo podías asistir a dos
clases a la vez? —le preguntó Frank.
—Pues yo tenía mis trucos —respondió Hermione, evadiendo la verdadera
respuesta.
Harry quiso reír.
Sí, claro, sus trucos, pensó Harry.
Pero la profesora McGonagall no se había quedado contenta con la
respuesta de la castaña, y ya había sopesado una idea de cómo Hermione podía
asistir a más clases que sus compañeros, y sobre todo cuando tenía dos clases a
la vez y ella no faltaba a ninguna de las dos. Y la respuesta la podía decir
con una sola palabra: Giratiempo.
Pero por el momento no comentaría nada, ya que no quería que los
demás empezaran a interrogar a Hermione, y más viendo el carácter cambiante de
la chica, sin duda sus hormonas le estaban jugando una mala pasada.
Harry
no tenía tiempo en aquel momento para indagar el misterio del horario imposible
de Hermione. Tenía que seguir con el trabajo para Snape. Dos segundos más tarde
volvió a ser interrumpido, esta vez por Wood.
—Malas
noticias, Harry. Acabo de ver a la profesora McGonagall por lo de la Saeta de
Fuego. Ella… se ha puesto algo antipática conmigo (Ya
dijimos que Minnie no se dejaría convencer tan fácilmente, dijo James, con una
ligera sonrisa en sus labios). Me ha dicho que mis prioridades están
mal. Piensa que me preocupa más ganar la copa que tu vida. Sólo porque le dije
que no me importaba que la escoba te tirase al suelo, siempre que cogieras la
snitch. (Lily miró con seriedad a Oliver al igual
que Molly. Y aun así se queja que la profesora McGonagall se puso antipática con
él, después de lo que dijiste, lo tienes más que merecido, gruñó Lily. A lo que
Wood dijo: Potter por favor controla a tu madre porque parece que en cualquier
momento va asesinarme. Oliver parecía asustado al ver que los ojos verdes de
Lily se asemejaban mucho a dagas envenenadas. Y Harry así lo hizo, calmo a su
madre diciendo que Oliver no actuaba con mala intención, solo que era demasiado
intenso cuando de quidditch se trataba) —Wood sacudió la cabeza con
incredulidad—. Realmente, por su forma de gritarme… cualquiera habría pensado
que le había dicho algo terrible. Luego le pregunté cuánto tiempo la tendría
todavía. —Hizo una mueca e imitó la voz de la profesora McGonagall—: «El tiempo
que haga falta, Wood.» (Creo que tendré que ser mucho más firme con el señor Wood en el futuro,
pensaba McGonagall) Me parece que tendrás que pedir otra escoba, Harry.
Hay un cupón de pedido en la última página de El
mundo de
la escoba. Podrías comprar una Nimbus 2.001 como
la que tiene Malfoy.
—No
voy a comprar nada que le guste a Malfoy —dijo taxativamente.
Draco rodó los ojos.
—Tonto Potter —murmuró por lo bajo.
Enero
dio paso a febrero sin que se notara, persistiendo en el mismo frío glaciar. El
partido contra Ravenclaw se aproximaba, pero Harry seguía sin solicitar otra
escoba. Al final de cada clase de Transformaciones, le preguntaba a la
profesora McGonagall por la Saeta de Fuego, Ron expectante junto a él, Hermione
pasando a toda velocidad por su lado, con la cara vuelta.
—Te aconsejo que molestes mucho a la profesora o podría ser
peligrosa —susurró Frank a Harry.
—No,
Potter; todavía no te la podemos devolver —le dijo la profesora McGonagall el
duodécimo día de interrogatorio, antes de que el muchacho hubiera abierto la
boca—. Hemos comprobado la mayoría de los hechizos más habituales, pero el
profesor Flitwick cree que la escoba podría tener un maleficio para derribar al
que la monta. En cuanto hayamos terminado las comprobaciones, te lo diré. Ahora
te ruego que dejes de darme la lata.
—Vaya, Harry, ni siquiera nosotros éramos tan molestos con la
profesora McGonagall —dijeron los gemelos Weasley, poniendo una cara de
inocentes.
Al instante que ellos terminaran de hablar, se empezaron a
escuchar unas risas.
—Sí, claro —dijo Lee Jordan, entre risas.
Los gemelos miraron a su moreno amigo.
—Te recuerdo que tú tampoco eras un angelito caído del cielo
—señalaron.
—Pero ustedes dos me superaban con creces —dijo Lee.
Los gemelos pusieron cara de ofendidos.
—Ya dejen de fingir —dijo Bill—, que ustedes no nacieron
inocentes.
Los gemelos se miraron.
—De acuerdo, nosotros si éramos muy molestos —admitieron.
Molly suspiró con pesar.
Para
empeorar aún más las cosas, las clases antidementores de Harry no iban tan bien
como esperaba, ni mucho menos (Debes de tener paciencia,
aconsejó Alice). Después de varias sesiones, era capaz de crear una
sombra poco precisa cada vez que el dementor se le acercaba, pero su patronus
era demasiado débil para ahuyentar al dementor. Lo único que hacía era
mantenerse en el aire como una nube semitransparente, vaciando de energía a
Harry mientras éste se esforzaba por mantenerlo. Harry estaba enfadado consigo
mismo. Se sentía culpable por su secreto deseo de volver a oír las voces de sus
padres.
Lily y James se estremecieron al oír eso, y miraron a su hijo
apenados.
—No deberías de enfadarte, es normar sentir esos deseos —dijo Andrómeda.
Harry asintió, y miró a la madre de Tonks. Era tan parecida a
Bellatrix físicamente, pero con diferentes carácter y manera de pensar, pero
aun así a veces no podía evitar confundirla con la loca de su hermana.
—Esperas
demasiado de ti mismo —le dijo severamente el profesor Lupin en la cuarta
semana de prácticas—. Para un brujo de trece años, incluso un patronus como
éste es una hazaña enorme. Ya no te desmayas, ¿a qué no?
—Creí
que el patronus embestiría contra los dementores —dijo Harry desalentado—, que
los haría desaparecer…
Lily se enterneció al oír lo que su hijo había dicho, sonaba
como lo que era en ese tiempo, solo un niño asustado por hacer que los
monstruos se fueran de su closet o debajo de su cama, pero en ese caso se
trataba de dementores, unas criaturas horribles que se alimentaban de los
recuerdos felices de las personas.
—El
verdadero patronus los hace desaparecer —contestó Lupin—. Pero tú has logrado
mucho en poco tiempo. Si los dementores hacen aparición en tu próximo partido
de quidditch, serás capaz de tenerlos a raya el tiempo necesario para volver al
juego.
—Usted
dijo que es más difícil cuando hay muchos —repuso Harry.
—Estoy seguro de que podrías con ellos —dijo Ted, mientras que
los merodeadores asentían—, además me imagino que el profesor Dumbledore estará
ahí para evitar que nada malo pase.
—Tengo
total confianza en ti —aseguró Lupin sonriendo—. Toma, te has ganado una
bebida. Esto es de Las Tres Escobas y supongo que no lo habrás probado antes…
Sacó
dos botellas de su maletín.
—¡Cerveza
de mantequilla! —exclamó Harry irreflexivamente—. Sí, me encanta. —Lupin alzó
una ceja—. Bueno… Ron y Hermione me trajeron algunas cosas de Hogsmeade —mintió
Harry a toda prisa.
Se escucharon muchas risitas.
—Pues si esa mentira iba acompañado con una cara de inocencia,
pues entonces lo más probable es que me diera cuenta de la verdad —comentó
Remus.
—¿Qué tratas de decir con eso, Lunático? —le preguntó James.
—No creo que quieras que en verdad lo diga, James —dijo Remus.
Sirius rió de la cara de su amigo.
—Sí, mejor no digas nada —dijo James.
Lily lo miró con ojos entrecerrados, pero no dijo nada, ya luego
averiguaría de qué se trataba esa conversación.
—Ya
veo —dijo Lupin, aunque parecía algo suspicaz—. Bien, bebamos por la victoria
de Gryffindor contra Ravenclaw. Aunque en teoría, como profesor no debo tomar
partido —añadió inmediatamente.
—Ningún profesor puede ser realmente imparcial —comentó Ron,
mirando disimuladamente a Snape, al igual que mucho también lo hacían.
Snape frunció el ceño, no era tonto sabía que referían a él.
Bebieron
en silencio la cerveza de mantequilla, hasta que Harry mencionó algo en lo que
llevaba algún tiempo meditando.
—¿Qué
hay debajo de la capucha de un dementor?
El
profesor Lupin, pensativo, dejó la botella.
—Mmm…,
bueno, los únicos que lo saben no pueden decimos nada. El dementor sólo se baja
la capucha para utilizar su última arma.
Los que ya sabían lo que significaba esa “última arma” se estremecieron.
—¿Cuál
es?
—Lo
llaman «Beso del dementor» —dijo Lupin con una amarga sonrisa—. Es lo que hacen
los dementores a aquellos a los que quieren destruir completamente. Supongo que
tendrán algo parecido a una boca, porque pegan las mandíbulas a la boca de la
víctima y… le sorben el alma.
Sirius se puso pálido al oír eso. Y saber que su yo del futuro
estuvo conviviendo con esas criaturas durante doce años, lo puso enfermo, tenía
ganas de vomitar y no sabía que, porque no había almorzado.
Respiró varias veces para controlar las náuseas.
Harry
escupió, sin querer; un poco de cerveza de mantequilla.
—¿Las
matan?
—No
—dijo Lupin—. Mucho peor que eso. Se puede vivir sin alma, mientras sigan
funcionando el cerebro y el corazón. Pero no se puede tener conciencia de uno
mismo, ni memoria, ni nada. No hay ninguna posibilidad de recuperarse. Uno se
limita a existir. Como una concha vacía. Sin alma, perdido para siempre. —Lupin
bebió otro trago de cerveza de mantequilla y siguió diciendo—: Es el destino
que le espera a Sirius Black (¡¿Qué?!, exclamaron
los merodeadores, estaban pálidos, pero definitivamente el que estaba peor era
Sirius. Lucius al verlos sonrió con maldad. A lo que Harry se apresuró a
desmentir esa afirmación: Nada de eso te pasara, Sirius, recuerda que tú eres
inocente. Sirius miró a su ahijado, sabía que decía la verdad, porque él venía
del futuro, lo que significa que tenía que creerle. Asintió). Lo decía El
Profeta esta mañana. El Ministerio ha dado
permiso a los dementores para besarlo cuando lo encuentren.
Como si esas criaturas
asquerosas necesitaran el permiso de alguien para lastimar a las personas, pensaba Ginny.
Harry
se quedó abstraído unos instantes, pensando en la posibilidad de sorber el alma
por la boca de una persona. Pero luego pensó en Black.
—Se
lo merece —dijo de pronto.
Ahora las miradas recayeron en Harry, todos estaban tan sorprendidos,
sobre todo los Slytherin, ya que consideraban a Harry una persona que no guarda
rencor, si por eso se había ganado el apodo de San Potter.
Sirius estaba contrariado, ¿cómo tenía que interpretar eso? el Harry
del libro le decía que se merecía tal castigo, pero el Harry que tenía en
frente de él le decía que por ser inocente no se merecía ese castigo.
—Lo siento, Sirius —se disculpó Harry—, solo lo dije porque creía
que tú eras el culpable de la muerte de mis padres, y estaba muy enojado, pero
cuando descubrí la verdad todo fue distinto.
Sirius asintió, sin decir nada.
—¿Eso
piensas? —dijo, como sin darle importancia—. ¿De verdad crees que alguien se
merece eso?
—Sí
—dijo Harry con altivez—. Por varios motivos.
A pesar de las palabras tan duras de Harry; James y Lily comprendían
a su hijo, estaba enojado creía a Sirius culpable de sus muertes, y además,
solo tenía 13 años, no se le puede pedir mucha madures a un chico de esa edad,
ya que mayormente solo actúan por impulso.
Le
habría gustado hablar con Lupin sobre la conversación que había oído en Las
Tres Escobas, sobre Black traicionando a sus padres, aunque aquello habría
supuesto revelar que había ido a Hogsmeade sin permiso. Y sabía que a Lupin no
le haría gracia. De forma que terminó su cerveza de mantequilla, dio a Lupin
las gracias y salió del aula de Historia de la Magia.
—No creo que te delatara —comentó Neville, y muchos estuvieron
de acuerdo con él.
Harry
casi se arrepentía de haberle preguntado qué había debajo de la capucha de un
dementor. La respuesta había sido tan horrible y lo había sumido hasta tal
punto en horribles pensamientos sobre almas sorbidas que se dio de bruces con
la profesora McGonagall mientras subía por las escaleras.
—Mira
por dónde vas, Potter.
—Lo
siento, profesora.
—Fui
a buscarte a la sala común de Gryffindor. Bueno, aquí la tienes. Hemos hecho
todas las comprobaciones y parece que está bien. En algún lugar tienes un buen
amigo, Potter.
—Más bien tiene un buen padrino —corrigieron los gemelos
Prewett.
Sirius sonrió ligeramente.
¿En verdad seré un buen
padrino para Harry?, se preguntaba.
—Por supuesto que lo eres —le dijo Harry, como si le hubiera leído
la mente.
—¿En serio? —preguntó.
—Sí —confirmó el pelinegro.
Los demás no preguntaron nada, ya que no querían meterse entre
esa extraña conversación de ahijado y padrino, y ni siquiera James y Remus
interrumpieron.
Minutos después Katie siguió leyendo.
Harry
se quedó con la boca abierta. La profesora McGonagall sostenía su Saeta de
Fuego, que tenía un aspecto tan magnífico como siempre.
—¿Puedo
quedármela? —dijo Harry con voz desmayada—. ¿De verdad?
—De
verdad —dijo sonriendo la profesora McGonagall—. Tendrás que familiarizarte con
ella antes del partido del sábado, ¿no? Haz todo lo posible por ganar; porque
si no quedaremos eliminados por octavo año consecutivo, como me acaba de recordar
muy amablemente el profesor Snape.
Minerva miró con ojos entrecerrados a su aun alumno.
—¿Recordar muy amablemente? ¡Ja! —dijo Fabian.
—¿No te cansas de molestar, Snape? —preguntó Gideon.
Snape ignoró olímpicamente a los hermanos Prewett.
—Cómo se va a cansar si eso es muy natural en Quejicus —dijo James.
Snape le dirigió una mirada asesina al padre Harry.
—Ten cuidado, Quejicus, no te vayas a envenenar con tu propio
veneno al morderte la lengua —dijo Sirius, desquitando su enojo con Snape.
—Cierra la boca, Black —gruñó Snape.
—Pues ven tú y has que la cierre si eres tan hombrecito —retó
Sirius.
Snape si iba a parar de su asiento, pero la voz del profesor Dumbledore
lo detuvo.
—Vuelva a sentarse, señor Snape —ordenó, y Snape se sentó
murmurando insultos hacia Sirius por lo bajo—, y usted, señor Black contrólese —lo
regañó.
—Bien —murmuró Sirius.
—Aunque suene irónico decirlo, pero Sirius esta con un humor de
perros —susurró Remus a James, el cual asintió.
—Por el momento no podemos hacer nada más que entenderlo, ya
luego volveremos hablar con él —susurró James. Y ahora el castaño asintió.
Harry
subió por las escaleras hacia la torre de Gryffindor; sin habla, llevando la
Saeta de Fuego. Al doblar una esquina, vio a Ron, que se precipitaba hacia él
con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Te
la ha dado? ¡Estupendo! ¿Me dejarás que monte en ella? ¿Mañana?
—Sí,
por supuesto —respondió Harry con un entusiasmo que no había experimentado
desde hacía un mes—. Tendríamos que hacer las paces con Hermione. Sólo quería
ayudar…
Hermione miró ofendida a sus amigos.
—Claro —dijo la castaña y se podía escuchar la molestia en su
voz—, pensaste en hacer las paces conmigo luego de recuperar tu escoba, y hasta
dijiste que solo quería ayudar, cuando yo te lo había dicho más antes, pero no
me hiciste caso.
—Hermione —dijo Harry, una sonrisa nerviosa se le formo en los
labios—, solo tenía trece años, no podías pedir madures de mi parte.
A Hermione se le pusieron brillantes los ojos, como si quisiera
llorar.
—No digas más, amigo, puede ser peligroso —susurró Ron a Harry—.
Recuerda sus cambios de humor.
—Lo siento, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Como me ti un
gran error, ahora lo entiendo.
—¿De verdad? —preguntó la castaña.
Harry asintió, y eso pareció complacer a Hermione porque asintió.
—Te salvaste a las justas —susurró ron y Harry asintió aliado de
no tener que ver a Hermione llorar por algo que era pasado o futuro en ese
caso.
Todos los del pasado miraban a los tres amigos, preguntándose qué
rayos ocurría.
Ginny se compadeció de ellos y susurró la respuesta.
—Las hormonas de Hermione son muy cambiantes, ¿ya saben? Por su
estado —hizo alusión a su vientre hinchado.
Los del pasado asintieron en comprensión.
—Sabes que puedo escucharte, Ginny —dijo Hermione, con seriedad.
—Katie sigue leyendo —pidió la pelirroja, y la aludida continuó
con la lectura.
—Sí,
de acuerdo. Está en la sala común, trabajando, para variar.
—Tú tendrías que estar haciendo lo mismo, Ronald Weasley —lo
regañó Molly, y Ron se encogió en su asiento.
Llegaron
al corredor que llevaba a la torre de Gryffindor; y vieron a Neville Longbottom
que suplicaba a sir Cadogan que lo dejara entrar.
—Las
escribí, pero se me deben de haber caído en alguna parte.
Neville se sonrojó.
—¿Escribiste las contraseñas? —le preguntó su padre.
—Sí —respondió un avergonzado Neville, evitando decir los
problemas que le causo escribir las contraseñas.
Frank y Alice miraron a su hijo con ternura, era tan inocente.
—¡Id
a otro con ese cuento! —vociferaba sir Cadogan. Luego, viendo a Ron y Harry—:
¡Voto a bríos, mis valientes y jóvenes vasallos! ¡Venid a atar a este demente
que trata de forzar la entrada!
—Cierra
la boca —dijo Ron al llegar junto a Neville.
—He
perdido las contraseñas —les confesó Neville abatido—. Le pedí que me dijera
las contraseñas de esta semana, porque las está cambiando continuamente, y
ahora no sé dónde las tengo.
Hannah también miró con ternura a Neville.
—Oh, Neville, yo también olvidaría las contraseñas si las
cambiaba tan seguido —dijo la rubia, poniendo una mano sobre el brazo de Neville,
el cual se sonrojó al sentir tal contacto, y solo atino a sonreír.
—Harían una linda pareja —comentó Luna, haciendo que ambos
chicos se sonrojaran, Neville era el más sonrojado.
—Los avergüenzas, Luna —dijo Ron, hablándole a su novia de una
manera tierna.
—¿Por qué? —preguntó Luna.
—Porque… —Ron no sabía cómo responder para que no sonara tan
insensible, así que optó por quedarse callado.
—«Rompetechos»
—dijo Harry a sir Cadogan, que parecía muy decepcionado y reacio a dejarlos
pasar. Hubo murmullos repentinos y emocionados cuando todos se dieron la vuelta
y rodearon a Harry para admirar su Saeta de Fuego.
—¿Cómo
la has conseguido, Harry?
—¿Me
dejarás dar una vuelta?
—¿Ya
la has probado, Harry?
—Ravenclaw
no tiene nada que hacer. Todos van montados en Barredoras 7.
—Oh, creo que deberíamos sentirnos ofendidos por eso —dijo Terry
Boot.
—No veo porque —dijo Luna. Y todos miraron a rubia, ya que ella
era una Ravenclaw, pero parecía que a ella no le tomaba mucha importancia a
esos comentarios.
—Además, no deberían confiarse —apoyó Padma Patil, mirando a
Luna con suspicacia.
—¿Puedo
cogerla, Harry?
Después
de unos diez minutos en que la Saeta de Fuego fue pasando de mano en mano y
admirada desde cada ángulo, la multitud se dispersó y Harry y Ron pudieron ver
a Hermione, la única que no había corrido hacia ellos y había seguido
estudiando (Como
siempre, pensó Ron). Harry y Ron se acercaron a su mesa y la
muchacha levantó la vista.
—Me
la han devuelto —le dijo Harry sonriendo y levantando la Saeta de Fuego.
—¿Lo
ves, Hermione? ¡No había nada malo en ella!
—Bueno…
Podía haberlo —repuso Hermione—. Por lo menos ahora sabes que es segura.
—Y yo te agradezco la preocupación por mi hijo, Hermione —dijo
Lily—, eres una buena amiga.
Hermione sonrió ruborizada, y casi tenía ganas de llorar, pero
respiró profundo para no hacerlo.
—Sí,
supongo que sí —dijo Harry—. Será mejor que la deje arriba.
—¡Yo
la llevaré! —se ofreció Ron con entusiasmo—. Tengo que darle a Scabbers
el tónico para ratas.
Ante la mención de ese nombre, el trío dorado y los demás Weasley
pusieron mala cara, y ahora también Remus sentía enojo ante la mención de ese
nombre.
Cogió
la Saeta de Fuego y, sujetándola como si fuera de cristal, la subió hasta el
dormitorio de los chicos.
—¿Me
puedo sentar? —preguntó Harry a Hermione.
—Supongo
que sí —contestó Hermione, retirando un montón de pergaminos que había sobre la
silla.
Harry
echó un vistazo a la mesa abarrotada, al largo trabajo de Aritmancia, cuya
tinta todavía estaba fresca, al todavía más largo trabajo para la asignatura de
Estudios Muggles («Explicad por qué los muggles necesitan la electricidad») (Y eso es algo que
me parece realmente fascinante, pensó Arthur), y a la traducción
rúnica en que Hermione se hallaba enfrascada.
Algunos de los compañeros de Hermione la miraban con fascinación
por ser tan aplicada en sus estudios mientras que otros se exasperaban por su
perfeccion.
—¿Qué
tal lo llevas? —preguntó Harry.
—Bien.
Ya sabes, trabajando duro —respondió Hermione. Harry vio que de cerca parecía
casi tan agotada como Lupin.
Pero por diferentes
motivos, pensaba Remus. Pero de todas formas no es saludable
exigirse mucho.
—¿Por
qué no dejas un par de asignaturas? —preguntó Harry, viéndola revolver entre
libros en busca del diccionario de runas.
—¡No
podría! —respondió Hermione escandalizada.
—La
Aritmancia parece horrible —observó Harry, cogiendo una tabla de números
particularmente abstrusa.
—No,
es maravillosa —dijo Hermione con sinceridad—. Es mi asignatura favorita. Es…
—Es muy difícil —terminaron los gemelos Weasley.
Molly los calló con la mirada.
Pero
Harry no llegó a enterarse de qué tenía de maravilloso la Aritmancia. En aquel
preciso instante resonó un grito ahogado en la escalera de los chicos. Todos
los de la sala común se quedaron en silencio, petrificados, mirando hacia la
entrada. Se acercaban unos pasos apresurados que se oían cada vez más fuerte. Y
entonces apareció Ron arrastrando una sábana.
—¿Qué paso? —preguntó Molly a su hijo.
Son se sonrojó, había hecho todo un drama por un maldito traidor,
que ni siquiera estaba muerto de verdad.
—¡MIRA!
—gritó, acercándose a zancadas a la mesa de Hermione—. ¡MIRA! —repitió,
sacudiendo la sábana delante de su cara.
—Siento eso, Hermione —dijo Ron.
—Ya paso, Ron —fue lo único que dijo la castaña.
—¿Qué
pasa, Ron?
—¡SCABBERS!
¡MIRA! ¡SCABBERS!
Hermione
se apartó de Ron, echándose hacia atrás, muy asombrada. Harry observó la sábana
que sostenía Ron. Había algo rojo en ella. Algo que se parecía mucho a…
—Estabas en tus días difíciles, Ron —dijeron los gemelos Weasley.
Sus tíos, y los demás rieron de la broma de los gemelos,
mientras que Ron se le pusieron rojas las orejas por el enojo.
—¡Cállense, idiotas! —les grito.
—¡Silencio los tres! —gritó Molly.
Y los tres chicos y las risas pararon.
—¡SANGRE!
—exclamó Ron en medio del silencio—. ¡NO ESTÁ! ¿Y SABES LO QUE HABÍA EN EL
SUELO?
—Merlín —murmuró Ginny.
—No,
no —dijo Hermione con voz temblorosa. Ron tiró algo encima de la traducción
rúnica de Hermione. Ella y Harry se inclinaron hacia delante. Sobre las
inscripciones extrañas y espigadas había unos pelos de gato, largos y de color
canela.
—¿Tu gato se comió a la rata de Ron? —preguntó Ted a Hermione.
Crookshanks que estaba sobre las piernas de Sirius, maulló como
respondiendo.
—No, no lo hizo —dijo Sirius.
—¿Y tú como lo sabes? —preguntaron Harry y Ron a coro.
Sirius se encogió de hombros.
—Solo lo sé —respondió el animago, pero no quiso decir que
estaba empezado a entender eso que le dijo el gato que tenía en sus piernas: «Por eso trate de atrapar a esa rata
para ti, para que puedas demostrar tu inocencia, lamento no haber podido
cumplir mi propósito». Aunque lo único que no
entendía era como esa rata podía demostrar su inocencia.
Hola, a todas mis queridas lectoras
Aquí les dejo un nuevo capítulo, espero que sea de su agrado.
Ahora una aclaración, en este capítulo he puesto que el patronus de Hermione es el que cambia, ya sé que en la historia original el patronus que cambia es el de Nymphadora Tonks, pero mi historia necesito que sea el patronus de Hermione el que cambie.
Segunda aclaración, ya sé que al comienzo de la historia había dicho que Nymphadora sería una de la villanas, pero he decidido que no lo sea, simplemente ella será una mujer despechada que comete errores por no conseguir el amor de Remus, y si se comportara mal con Hermione, pero no será capaz de otras atrocidades como tenía pensado.
Hecha las aclaraciones, me despido hasta el próximo capítulo.
Que tengan una linda mañana, tarde o noche. Bye, las adora a todas.
Merodeadora Black