jueves, 21 de enero de 2016

Tercer Libro: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban - Capítulo 12: El patronus



—Vaya, ¿no creen que soy el mejor padrino del mundo? —preguntó el animago.
Remus sonrió divertido, parte de la alegría de Sirius había regresado al enterarse de que él había sido el que le había regalado la escoba a Harry.
—Claro que lo eres —aceptó Harry—, pero no solo por regalarme una saeta de fuego, también porque fuiste como un padre para mí.
Todos estaban tan sorprendidos de que Sirius, siendo un prófugo de la justicia se las arreglará para poder comprarle una escoba a Harry, que nadie se dio cuenta de que este utilizó la palabra «fuiste» en vez de «eres» cuando le dijo a Sirius que fue como su padre.
—Bien —dijo Dumbledore cuando poco a poco se fueron callando las voces de júbilo—, continuemos con la lectura.
Al instante una voz se escuchó:
—Me gustaría leer —dijo Katie Bell.
El libro levito hasta posarse en las manos de la ex Gryffindor.
“El patronus —leyó la rubia.
Todos los del pasado sabían lo que hacia este hechizo, y por los capítulos anteriores relacionaron esto con el hechizo que le iba enseñar Remus a Harry para defenderse de los dementores, pero hacer un patronus era difícil llevarlo a cabo, ya que se tenía que estar muy concentrado y pensar en el recuerdo más feliz que se tenía para poder realizar tal hechizo; y si para un chico de 16 o 17 años era difícil no podían imaginar lo que sería para un niño de 13 años.
Por otro lado todos los que habían pertenecido al E.D. sonrieron al recordar cuando Harry les enseño a realizar ese hechizo, y lo mejor de todo era que lo habían aprendido justamente en la misma sala donde se encontraban, solo que decorado de distinta manera.
—Vaya, eso quiere decir que le enseñaste a hacer un patronus a Harry, Lunático —dijo un sorprendido James.
—Eso parece —respondió Remus, mirando a Harry para que lo confirmara o lo negara, pero el chico solo sonrió.
Harry sabía que la intención de Hermione había sido buena, pero eso no le impidió enfadarse con ella (Lily negó con la cabeza. Ella comprendía que no le hubiera gustado que le quitaran su escoba, pero su amiga solo había actuado con precaución, ella quería protegerlo). Había sido propietario de la mejor escoba del mundo durante unas horas y, por culpa de Hermione, ya no sabía si la volvería a ver. Estaba seguro de que no le ocurría nada a la Saeta de Fuego, pero ¿en qué estado se encontraría después de pasar todas las pruebas antihechizos?
—Creo que debería de tener más confianza en el profesor Flitwick, señor Potter —dijo McGonagall.
—No es por justificarme, pero en ese momento estaba enfadado y no pensaba correctamente —dijo Harry.
—Es lógico —dijo Sirius.
Ron también estaba enfadado con Hermione (Cuando no, dijo Ginny). En su opinión, desmontar una Saeta de Fuego completamente nueva era un crimen (Y lo sigo creyendo, pensó Ron). Hermione, que seguía convencida de que había hecho lo que debía, comenzó a evitar la sala común. Harry y Ron supusieron que se había refugiado en la biblioteca y no intentaron persuadirla de que saliera de allí (Eso no estuvo bien, chicos, dijo Charlie. Hermione miró con gratitud al pelirrojo. Mientras que Lily y Molly miraban con severidad a sus respectivos hijos, ninguna de las dos apoyaba que ellos se enojaran con Hermione por una simple escoba. Harry y Ron trataron de evitar las miradas de sus madres). Se alegraron de que el resto del colegio regresara poco después de Año Nuevo y la torre de Gryffindor volviera a estar abarrotada de gente y de bullicio.
Wood buscó a Harry la noche anterior al comienzo de las clases.
—¿Qué tal las Navidades? —preguntó. Y luego, sin esperar respuesta, se sentó, bajó la voz y dijo—: He estado meditando durante las vacaciones, Harry. Después del último partido, ¿sabes? Si los dementores acuden al siguiente… no nos podemos permitir que tú… bueno…
Lily miró a Oliver con sorpresa.
—Vaya, esta es la primera vez en que escucho que te preocupas más por los jugadores que por el partido —dijo Lily al chico.
Oliver no sabía que responder ante eso, la verdad es que él simplemente quería ganar el partido y pues si eso significaba que tenía que sacar a Harry del equipo, pues lo haría. Pero en realidad no lo hacía por el bienestar del chico.
Los gemelos Weasley soltaron unas risitas, llamando la atención de Lily.
—Oliver no estaba realmente preocupado por Harry… —dijo Fred.
—… lo que él en realidad quería era ganar el partido —dijo George.
Oliver se puso rojo, y Lily lo miró con enojo.
—No es cierto —mintió Oliver.
Y antes de que Lily le reclamara su actitud a Oliver, Katie siguió leyendo.
Oliver suspiró aliviado. Estaba empezando a creer eso que anteriormente había dicho Sirius, eso de que las pelirrojas eran peligrosas.
Wood se quedó callado, con cara de sentirse incómodo.
—Estoy trabajando en ello —dijo Harry rápidamente—. El profesor Lupin me dijo que me daría unas clases para ahuyentar a los dementores. Comenzaremos esta semana. Dijo que después de Navidades estaría menos atareado.
Estaría recuperándome de las dolorosas transformaciones, pensaba Remus.
—Ya —dijo Wood. Su rostro se animó—. Bueno, en ese caso… Realmente no quería perderte como buscador; Harry. ¿Has comprado ya otra escoba?
—No —contestó Harry.
—¿Cómo? Pues será mejor que te des prisa. No puedes montar en esa Estrella Fugaz en el partido contra Ravenclaw.
James asintió estando de acuerdo con Oliver.
Sería un pecado jugar quidditch con una Estrella Fugas, pensó el animago.
—Le regalaron una Saeta de Fuego en Navidad —dijo Ron.
—¿Una Saeta de Fuego? ¡No! ¿En serio? ¿Una Saeta de Fuego de verdad?
—No te emociones, Oliver —dijo Harry con tristeza—. Ya no la tengo. Me la confiscaron. —Y explicó que estaban revisando la Saeta de Fuego en aquellos instantes.
—¿Hechizada? ¿Por qué podría estar hechizada?
—Sirius Black —explicó Harry sin entusiasmo—. Parece que va detrás de mí. Así que McGonagall piensa que él me la podría haber enviado.
—Y ese fue el momento en donde Harry le rompió todas ilusiones a Oliver —bromearon los gemelos Weasley.
Oliver los miró mal.
—Silencio, Weasleys —dijo Oliver.
Los gemelos se miraron.
—¿Te das cuenta, Gred? —dijo George.
—Sí, Feorge —dijo Fred asintiendo—, Wood aun piensa que somos los golpeadores de su equipo y nos quiere dar órdenes.
Oliver solo rodó los ojos exasperado.
Desechando la idea de que un famoso asesino estuviera interesado por la vida de su buscador; Wood dijo:
—¡Pero Black no podría haber comprado una Saeta de Fuego! Es un fugitivo. Todo el país lo está buscando. ¿Cómo podría entrar en la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch y comprar una escoba?
—Por el simple hecho de que es un merodeador —dijo James.
—Y ser un merodeador significa que lo puede todo —preguntó Andrómeda.
Los merodeadores compartieron una mirada.
—Básicamente si —respondieron.
Lily sonriendo entre exasperada y divertida.
—Ya lo sé. Pero aun así, McGonagall quiere desmontarla.
Wood se puso pálido.
—Iré a hablar con ella, Harry —le prometió—. La haré entrar en razón… Una Saeta de Fuego… ¡una auténtica Saeta de Fuego en nuestro equipo! Ella tiene tantos deseos como nosotros de que gane Gryffindor… La haré entrar en razón… ¡Una Saeta de Fuego…!
—Sí, suerte con eso —dijeron los gemelos Prewett.
—Como si alguien pueda hacer cambiar de parecer a la profesora McGonagall —dijo Frank.
—Exacto —corroboró James—, nosotros  —hizo referencia a Sirius, Remus, Peter y él— muchas veces tratamos de hacerla cambiar de opinión a Minnie, pero fue inútil.
—Shh, Cornamenta —dijo Sirius al notar la mirada de la profesora McGonagall.

Las clases comenzaron al día siguiente. Lo último que deseaba nadie una mañana de enero era pasar dos horas en una fila en el patio, pero Hagrid había encendido una hoguera de salamandras, para su propio disfrute, y pasaron una clase inusualmente agradable recogiendo leña seca y hojarasca para mantener vivo el fuego, mientras las salamandras, a las que les gustaban las llamas, correteaban de un lado para otro de los troncos incandescentes que se iban desmoronando (McGonagall asintió estando conforme con que la clase de Hagrid no tuviera animales demasiado peligrosos). La primera clase de Adivinación del nuevo trimestre fue mucho menos divertida. La profesora Trelawney les enseñaba ahora quiromancia y se apresuró a informar a Harry de que tenía la línea de la vida más corta que había visto nunca.
Lily bufó.
—Esa mujer es insoportable —murmuró.
A la que Harry tenía más ganas de acudir era a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Después de la conversación con Wood, quería comenzar las clases contra los dementores tan pronto como fuera posible.
—Ah, sí —dijo Lupin, cuando Harry le recordó su promesa al final de la clase—. Veamos… ¿qué te parece el jueves a las ocho de la tarde? El aula de Historia de la Magia será bastante grande… Tendré que pensar detenidamente en esto… No podemos traer a un dementor de verdad al castillo para practicar…
Lily y Molly se estremecieron con la sola idea de que Harry se enfrentara nuevamente a un dementor.
—No se preocupen —dijo Harry al ver las caras de las dos pelirrojas—, no practique con un dementor —las calmo.
—Aún parece enfermo, ¿verdad? —dijo Ron por el pasillo, camino del Gran Comedor—. ¿Qué crees que le pasa?
James y Sirius sabían que era lo que pasaba; no todas las lunas llenas eran iguales, habían veces en que Remus tardaba más tiempo en recuperar, como en otras que parecía estar bien tan solo a los dos días.
Oyeron un «chist» de impaciencia detrás de ellos. Era Hermione, que había estado sentada a los pies de una armadura, ordenando la mochila, tan llena de libros que no se cerraba.
—¿Por qué nos chistas? —le preguntó Ron irritado.
—Por nada —dijo Hermione con altivez, echándose la mochila al hombro.
En realidad no quería que nadie los escuchara sobre su “enfermedad” porque si no empezarían a sospechar de Remus y yo no quería que él se sintiera mal o amenazado, se decía Hermione en su fuero interno.
Le dirigió una mirada a Remus y lo noto incomodo, luego giró su rostro y sus ojos miel se encontraron con los ojos chocolates de Hermione. Ella le sonrió tratando de reconfortarlo, pero él no le devolvió la sonrisa solo se dedicó a mirarla.
—Por algo será —dijo Ron—. Dije que no sabía qué le ocurría a Lupin y tú…
—Bueno, ¿no es evidente? —dijo Hermione con una mirada de superioridad exasperante.
—Si no nos lo quieres decir, no lo hagas —dijo Ron con brusquedad.
—Vale —respondió Hermione, y se marchó altivamente.
—No lo sabe —dijo Ron, siguiéndola con los ojos y resentido—. Sólo quiere que le volvamos a hablar.
Sí lo sabe, no sé cómo lo descubrió, pero ella lo sabe, pensó Remus.
—¡Si lo sabía! —exclamó Hermione mirando a Ron, como si el Ron que tenía a dos asientos fuer el mismo del libro. Pero cuando se dio cuenta de sus palabras, se puso nerviosa—, yo… eh…
James y Sirius miraron a Hermione y luego a Remus, el cual se encontraba mirando a Hermione como si tratara de leerle los pensamientos.
—¿Qué sabías, Hermione? —preguntaron los gemelos Prewett.
—Eso ya lo descubrirán —contestaron los gemelos Weasley enigmáticamente—. No sean curiosos.

A las ocho de la tarde del jueves, Harry salió de la torre de Gryffindor para acudir al aula de Historia de la Magia. Cuando llegó estaba a oscuras y vacía, pero encendió las luces con la varita mágica y al cabo de cinco minutos apareció el profesor Lupin, llevando una gran caja de embalar que puso encima de la mesa del profesor Binn.
—¿Qué es? —preguntó James.
—¿Qué es? —preguntó Harry.
Padre e hijo se sonrieron al preguntar lo mismo.
—Otro boggart —dijo Lupin, quitándose la capa—. He estado buscando por el castillo desde el martes y he tenido la suerte de encontrar éste escondido dentro del archivador del señor Filch (Debiste dejar ese boggart allí, dijo Sirius, y Remus volvió su mirada al ojigris y negó con la cabeza. el animago se encogió de hombros). Es lo más parecido que podemos encontrar a un auténtico dementor. El boggart se convertirá en dementor cuando te vea, de forma que podrás practicar con él. Puedo guardarlo en mi despacho cuando no lo utilicemos, bajo mi mesa hay un armario que le gustará.
—Hablas del boggart como si se tratara de una mascota —dijo James.
—Tal vez son cosas de familia —respondió Sirius, haciendo alusión del que el padre de Remus era un experto buscador de boggarts y de otras criaturas extrañas.
Remus asintió y sonrió recordando a su padre.
—De acuerdo —dijo Harry, haciendo como que no era aprensivo y satisfecho de que Lupin hubiera encontrado un sustituto de un dementor de verdad.
—Así pues… —el profesor Lupin sacó su varita mágica e indicó a Harry que hiciera lo mismo—. El hechizo que trataré de enseñarte es magia muy avanzada… Bueno, muy por encima del Nivel Corriente de Embrujo. Se llama «encantamiento patronus».
—Un niño de trece años tratando de hacer un patronus —dijo Alastor—, eso sí que sería digno de ver.
—Por supuesto —dijo Alice.
Lucius hizo una mueca de fastidio.
Ya me está hartando ese mocoso, pensó. Pero si ese mestizo puede hacer un patronus, entonces Draco también tiene que poder hacerlo.
—¿Cómo es? —preguntó Harry, nervioso.
—Bueno, cuando sale bien invoca a un patronus para que se aparezca —explicó Lupin— y que es una especie de antidementor; un guardián que hace de escudo entre el dementor y tú.
Harry se imaginó de pronto agachado tras alguien del tamaño de Hagrid que empuñaba una porra gigantesca (Se escucharon varias risas, entre ellas la de los merodeadores, los Weasley, los Prewett, la profesora McGonagall y hasta Dumbledore. Harry se sonrojo). El profesor Lupin continuó:
—El patronus es una especie de fuerza positiva, una proyección de las mismas cosas de las que el dementor se alimenta: esperanza, alegría, deseo de vivir… y no puede sentir desesperación como los seres humanos, de forma que los dementores no lo pueden herir. Pero tengo que advertirte, Harry, de que el hechizo podría resultarte excesivamente avanzado. Muchos magos cualificados tienen dificultades con él.
—Y también los seguidores de Voldemort —dijo Bill.
Harry defirió de eso, ya que Snape podía hacer un perfecto patronus, pero no lo dijo, ya lo sabrían mediante avanzará la lectura.
Por su parte Lucius le dirigió una mirada asesina a Bill, pero el hijo mayor de los Weasley no se intimido, es más le sostuvo la mirada.
Katie notando esas miradas asesinas decidió seguir leyendo.
—¿Qué aspecto tiene un patronus? —dijo Harry con curiosidad.
—Es según el mago que lo invoca.
Y puede cambiar según las emociones o sentimientos del mago o bruja, pensó Harry, mirando de reojo a su amiga castaña. El patronus de Hermione había cambiado un año después de que aprendiera a hacerlo, y todo eso gracias a su antiguo profesor de DCAO.
—¿Y cómo se invoca?
—Con un encantamiento que sólo funcionará si te concentras con todas tus fuerzas en un solo recuerdo de mucha alegría.
Harry intentó recordar algo alegre. Desde luego, nada de lo que le había ocurrido en casa de los Dursley le serviría. Al final recordó el instante en que por primera vez montó en una escoba.
—No creo que ese recuerdo sea suficiente —dijo Lily.
—Ya —dijo, intentando recordar lo más exactamente posible la maravillosa sensación de vértigo que había notado en el estómago.
—El encantamiento es así —Lupin se aclaró la garganta—: ¡Expecto patronum!
¡Expecto patronum! —repitió Harry entre dientes—. ¡Expecto patronum!
—¿Te estás concentrando con fuerza en el recuerdo feliz?
—Sí… —contestó Harry, obligando a su mente a que retrocediese hasta aquel primer viaje en escoba—. Expecto patrono, no, patronum… perdón... ¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum!
Snape bufó.
No lo conseguirá, es tan idiota como su padre, pensaba el futuro profesor de pociones.
De repente, como un chorro, surgió algo del extremo de su varita. Era como un gas plateado.
—Eso es un buen comienzo —animó James.
Pero eso no significa nada, pensó Snape mirando con fastidio a Harry y luego a James.
—¿Lo ha visto? —preguntó Harry entusiasmado—. ¡Algo ha ocurrido!
—Muy bien —dijo Lupin sonriendo—. Bien, entonces… ¿estás preparado para probarlo en un dementor?
—Sí —dijo Harry, empuñando la varita con fuerza y yendo hasta el centro del aula vacía. Intentó mantener su pensamiento en el vuelo con la escoba, pero en su mente había otra cosa que trataba de introducirse… Tal vez en cualquier instante volviera a oír a su madre… Pero no debía pensar en ello o volvería a oírla realmente, y no quería… ¿o sí quería?
Lily reprimió un sollozo al enterarse que su hijo deseaba tanto escuchar su voz que se conformaba con el último recuerdo de ella, donde lo único que hacía era gritar para salvarle la vida.
Por su parte James miró a su hijo y se le formó un nudo en la garganta. Maldijo en su fuero interno al que los vendió a Voldemort.
Lupin cogió la tapa de la caja de embalaje y tiró de ella. Un dementor se elevó despacio de la caja, volviendo hacia Harry su rostro encapuchado. Una mano viscosa y llena de pústulas sujetaba la capa.
Las luces que había en el aula parpadearon hasta apagarse. El dementor salió de la caja y se dirigió silenciosamente hacia Harry, exhalando un aliento profundo y vibrante. Una ola de intenso frío se extendió sobre él.
Algunos se estremecieron ante la descripción de la criatura.
¡Expecto patronum! —gritó Harry—. ¡Expecto patronum! ¡Expecto…!
Pero el aula y el dementor desaparecían. Harry cayó de nuevo a través de una niebla blanca y espesa, y la voz de su madre resonó en su cabeza, más fuerte que nunca…
¡A Harry no! ¡A Harry no! Por favor… haré cualquier cosa…
A un lado… hazte a un lado, muchacha…
A Katie le temblaba un poco la voz al leer las suplicas de Lily para salvar a su hijo.
Mientras tanto Lily se encontraba aferrada a James, él la abrazaba mientras ella sollozaba en su pecho; Lily no podía soportarlo, era muy duro para ella. Pero luego reacciono y se dio cuenta de que si era duro para no podía imaginar que tan duro seria para su hijo.
Quería decirle palabras de ánimo a su hijo, pero no le salía ni una palabra. Harry entendía a su madre, así que no le exigía que hablara, ya que comprendía como se sentía.
Por otra parte, Snape se puso pálido al escuchar la súplica de Lily, y no pudo evitar sentir enojado con Harry, sabía muy en el fondo que Harry no tenía la culpa, pero eso no hacía que su enojo menguara.
Dumbledore se encontraba particularmente serio, se preguntaba porque Voldemort primero le pedía a Lily que se apartara, como si no quisiera hacerle daño a ella, pero luego igual la mato.
¿Cuál sería el motivo porque Tom no quería lastimar a la señorita Evans al comienzo?, se preguntaba el viejo director.
—¡Harry!
Harry volvió de pronto a la realidad. Estaba boca arriba, tendido en el suelo. Las luces del aula habían vuelto a encenderse. No necesitó preguntar qué era lo que había ocurrido.
—Lo siento —musitó, incorporándose y notando un sudor frío que le corría por detrás de las gafas.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Lupin.
—Sí…
—Eso no es cierto —le acusó Sirius.
—Pues… solo respondí sí por costumbre —admitió Harry.
Sirius negó con la cabeza, mientras James seguía consolando a Lily, la cual ya se encontraba mucho mejor.
James iba a decir algo, pero mejor se lo pensó mejor, tal dijera algo que haría que su Lily se pusiera mal otra vez.
Para levantarse, Harry se apoyó primero en un pupitre y luego en Lupin.
—Toma. —Lupin le ofreció una rana de chocolate—. Cómetela antes de que volvamos a intentarlo. No esperaba que lo consiguieras la primera vez. Me habría impresionado mucho que lo hubieras hecho.
—Cada vez es peor —musitó Harry, mordiendo la cabeza de la rana—. Esta vez la he oído más alto aún. Y a él… a Voldemort…
—Tal vez se deba a que no es la primera por la que el joven Potter pasaba por ese mismo trance —dijo Dumbledore—, ese podría ser el principal factor por la es más sencillo recordar esos sucesos bloqueados en su mente.
Harry asintió, nunca lo había visto de esa perspectiva, y a decir verdad tenía mucha lógica.
Lupin estaba más pálido de lo habitual.
—Harry, si no quieres continuar; lo comprenderé perfectamente…
—Continuará —dijo Ginny, negando con la cabeza.
Y todos los que conocían mejor a Harry estaban de acuerdo con Ginny porque sabían que Harry podía ser muy terco en algunas situaciones.
—Por supuesto que continuará —afirmó Sirius—, ha heredado la testarudez de James y Lily.
Los aludidos lo miraron ofendidos, pero no dijeron nada, porque sabían que era cierto.
—¡Sí quiero! —dijo Harry con energía, metiéndose en la boca el resto de la rana—. ¡Tengo que hacerlo! ¿Y si los dementores vuelven a presentarse en el partido contra Ravenclaw? No puedo caer de nuevo. ¡Si perdemos este partido, habremos perdido la copa de quidditch!
—Porque no me sorprende —murmuró Hermione, sonriendo entre irritada y exasperada.
—De acuerdo, entonces… —dijo Lupin—. Tal vez quieras seleccionar otro recuerdo feliz. Quiero decir; para concentrarte. Ése no parece haber sido bastante poderoso…
Harry pensó intensamente y recordó que se había sentido muy contento cuando, el año anterior; Gryffindor había ganado la Copa de las Casas. Empuñó otra vez la varita mágica y volvió a su puesto en mitad del aula.
—Podría funcionar —comentó Ted.
—¿Preparado? —preguntó Lupin, cogiendo la tapa de la caja.
—Preparado —dijo Harry, haciendo un gran esfuerzo por llenarse la cabeza de pensamientos alegres sobre la victoria de Gryffindor; y no con pensamientos oscuros sobre lo que iba a ocurrir cuando la caja se abriera.
—¡Ya! —dijo Lupin, levantando la tapa.
El aula volvió a enfriarse y a quedarse a oscuras. El dementor avanzó con su violenta respiración, abriendo una mano putrefacta en dirección a Harry.
¡Expecto patronum! —gritó Harry—. ¡Expecto patronum! ¡Expecto pat…!
—¡Oh, no, otra vez no! —murmuró Lily, mirando con preocupación a Harry.
—Cambiaremos el futuro, Lily —le susurró James al oído de su novia, tratando de evitar que ella volviera a sollozar.
Una niebla blanca le oscureció el sentido. En tomo a él se movieron unas formas grandes y borrosas… Luego oyó una voz nueva, de hombre, que gritaba aterrorizado:
¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Corre! Yo lo detendré.
Al instante todos supieron que esta era la voz de James, tratando de salvar a su familia, pero al final no lo consiguió.
Lily lloraba silenciosamente, aun en los brazos de James, el cual se encontraba completamente rígido, él estaba sorprendido, lleno de impotencia al saber que no pudo hacer nada más para salvar a su esposa e hijo. Sirius apretaba los puños lleno de ira, mientras que en su fuero interno hacia juramentos de matar al idiota que le había dicho a Voldemort sobre el paradero de los Potter. Por su parte Remus sentía un odio tremendo hacia el que hace solo unos días había considerado uno de sus mejores amigos, pero el muy maldito nunca había sido un verdadero amigo, Peter no era más que un hipócrita.
Snape estaba contrariado ante las últimas palabras de su némesis, hasta se podría decir que sentía cierta lastima por él, y eso lo hacía sentirse enojado con él mismo. Apretó los puños tan fuerte que los nudillos se pusieron blancos, levanto la cabeza y se encontró con unos ojos verde esmeralda muy conocidos para él, pero frunció el ceño al darse cuenta que esos ojos estaban detrás de unas gafas redondas. Era Harry Potter el que lo miraba, y parecía apenado.
En verdad sus ojos son iguales a los de Lily, pensó Snape, para luego apartar la mirada.
El ruido de alguien dentro de una habitación, una puerta que se abría de golpe, una carcajada estridente.
—¡Harry! Harry, despierta…
Lupin le abofeteaba las mejillas. Esta vez le costó un minuto comprender por qué estaba tendido en el suelo polvoriento del aula.
—He oído a mi padre —balbuceó Harry—. Es la primera vez que lo oigo. Quería enfrentarse a Voldemort para que a mi madre le diera tiempo de escapar.
Harry notó que en su rostro había lágrimas mezcladas con el sudor. Bajó la cabeza todo lo que pudo para limpiarse las lágrimas con la túnica, haciendo como que se ataba el cordón del zapato, para que Lupin no se diera cuenta de que había llorado.
Lily se soltó de James lentamente para luego pasar un brazo por los hombros de su hijo, Harry pasó sus brazos por la cintura de su madre. Ella derramaba lágrimas silenciosas, mientras que Harry, ya más acostumbrado a ese sentimiento de impotencia, estaba más tranquilo, así que solo se dedicaba a calmar a su madre.
—¿Has oído a James? —preguntó Lupin con voz extraña.
—Sí… —Con la cara ya seca, volvió a levantar la vista—. ¿Por qué? Usted no conocía a mi padre, ¿o sí?
James ya más calmado ante lo escuchado anteriormente, abrió los ojos al escuchar esa pregunta.
—¿Por qué no le contaste que sobre nuestra amistad a Harry? —preguntó James a Remus.
—No lo sé, James… no sé porque no lo dije —contestó Remus, pensativo.
—¿Y dónde estabas tú, Lunático? ¿Por qué nunca te acercaste a Harry? —ahora preguntó Sirius—. Yo no me acerque a Harry, porque estaba en prisión, Peter estaba muerto —Sirius hizo un gesto de dolor al mencionar a otro amigo “muerto”—, ¿pero tú? ¿Por qué nunca lo buscaste?
Remus estaba abrumado con tantas preguntas, como podría saber él porque no busca a Harry, si aún no sucedía nada.
—Sirius —dijo Hermione, y el aludido la miró—, creo que todos tuvieron una vida difícil después del ataque a los Potter, y al igual que tú sufriste, Remus también lo hizo, no paso los mejores años de su vida, y él no era ni la sombra del Remus que ustedes conocieron…
—¿Y tú como sabes todo eso? —preguntó James.
Hermione se sonrojó.
—Pues el mismo Remus me lo conto —respondió la castaña, sorprendiendo a los merodeadores, ya que Remus no era la clase de persona de contarle sus cosas así como así a cualquiera, él era discreto.
—¿Eran muy amigos? —preguntó Sirius, con sospecha.
Hermione se sonrojó aún más a sentir la mirada de Remus sobre ella.
—Si —susurró, y miró a Katie para que siguiera leyendo, la rubia comprendió la mirada de Hermione y continúo con la lectura.
—Lo… lo conocí, sí —contestó Lupin—. Fuimos amigos en Hogwarts. Escucha, Harry. Tal vez deberíamos dejarlo por hoy. Este encantamiento es demasiado avanzado… No debería haberte puesto en este trance…
—No —repuso Harry. Se volvió a levantar—. ¡Lo volveré a intentar! No pienso en cosas bastante alegres, por eso… ¡espere!
Hizo un gran esfuerzo para pensar. Un recuerdo muy feliz…, un recuerdo que pudiera transformarse en un patronus bueno y fuerte…
Todos tenían curiosidad de saber que recuerdo había usado Harry para poder hacer su patronus. Algunos pensaron en cuando se hizo amigo con Ron y Hermione, y aunque ese sería un buen recuerdo no estaban seguros de que si Harry lo había utilizado.
¡El momento en que se enteró de que era un mago y de que tenía que dejar la casa de los Dursley para ir a Hogwarts! Si eso no era un recuerdo feliz, entonces no sabía qué podía serlo. Concentrado en los sentimientos que lo habían embargado al enterarse de que se iría de Privet Drive, Harry se levantó y se puso de nuevo frente a la caja de embalaje.
—¿Preparado? —dijo Lupin, como si fuera a obrar en contra de su criterio—. ¿Te estás concentrando bien? De acuerdo. ¡Ya!
Levantó la tapa de la caja por tercera vez y el dementor volvió a salir de ella. El aula volvió a enfriarse y a oscurecerse.
Lily y Molly estaban preocupadas por lo que ahora podría pasarle a Harry, con dos experiencias nada favorables, quien les aseguraba que una tercera sería mucho mejor que las otra dos.
¡EXPECTO PATRONUM! —gritó Harry—. ¡EXPECTO PATRONUM! ¡EXPECTO PATRONUM!
De nuevo comenzaron los gritos en la mente de Harry, salvo que esta vez sonaban como si procedieran de una radio mal sintonizada. El sonido bajó, subió y volvió a bajar… (Lo está logrando, pensaba Alastor) Todavía seguía viendo al dementor. Se había detenido… Y luego, una enorme sombra plateada salió con fuerza del extremo de la varita de Harry y se mantuvo entre él y el dementor; y aunque Harry sentía sus piernas como de mantequilla, seguía de pie, sin saber cuánto tiempo podría aguantar.
Todos los chicos del E.D. estaban gratamente sorprendidos de que Harry, en ese tiempo con trece años había podido hacer aparecer una sombra plateada, y a ellos más grandes que Harry les costó mucho hacer su patronus.
—Eso fue sorprendente, chico —le dijo Alastor a Harry, quien todavía seguía rodeador por los brazos de su madre—, un par de clases más y ya podrías hacer un perfecto patronus corpóreo.
—Impresionante —dijo Dumbledore mirando a Harry.
—Más que impresionante, es genial —dijo James, y los otros dos merodeadores asintieron.
¡Riddíkulo! —gritó Lupin, saltando hacia delante.
Se oyó un fuerte crujido y el nebuloso patronus se desvaneció junto con el dementor. Harry se derrumbó en una silla, con las piernas temblando, tan cansado como si acabara de correr varios kilómetros. Por el rabillo del ojo vio al profesor Lupin obligando con la varita al boggart a volver a la caja de embalaje. Se había vuelto a convertir en una esfera plateada.
—¿Por qué se convertiría en un esfera plateada? —preguntó Ted.
Remus bajo la vista nervioso.
Snape sonrió con cierta burla y maldad, él sabía lo que en realidad era esa esfera plateada.
—¡Estupendo! —dijo Lupin, yendo hacia donde estaba Harry sentado—. ¡Estupendo, Harry! Ha sido un buen principio.
—¿Podemos volver a probar? Sólo una vez más.
—Ahora no —dijo Lupin con firmeza—. Ya has tenido bastante por una noche. Ten…
Ofreció a Harry una tableta del mejor chocolate de Honeydukes.
James y Sirius sonrieron a su amigo.
—El lobo puede perder pelo… —susurró James solo para que le escuchara sus amigos.
—… pero no pierde mañas, o en este caso gustos —completó Sirius, en el mismo tono de voz que James.
Remus negó con la cabeza.
—Cómetelo todo o la señora Pomfrey me matará. ¿El jueves que viene a la misma hora?
—Vale —dijo Harry. Dio un mordisco al chocolate y vio que Lupin apagaba las luces que se habían encendido con la desaparición del dementor. Se le acababa de ocurrir algo—: ¿Profesor Lupin? —preguntó—. Si conoció a mi padre, también conocería a Sirius Black.
Lupin se volvió con rapidez:
—¿Qué te hace pensar eso? —dijo severamente.
—Nada. Quiero decir… me he enterado de que eran amigos en Hogwarts.
El rostro de Lupin se calmó.
—Sí, lo conocí —dijo lacónicamente—. O creía que lo conocía. Será mejor que te vayas, Harry. Se hace tarde.
James y Sirius miraron a Remus.
—¿Cómo que creías que conocías a Canuto? —cuestionó James.
—No es obvio —dijo Hermione—, todos, absolutamente todos creían que Sirius era un asesino, lo siento —agregó mirando a Sirius—, y Remus no fue la excepción, había pruebas o se creía que había pruebas de la culpabilidad de Sirius, ¿qué querías que pensara Remus cuando su amigo es supuestamente un traidor que vendió a sus otros amigos a Voldemort, y además, aparece como el asesino de su otro amigo y de doce muggles?
—¿Confianza? —dijo Sirius, con el ceño fruncido.
—A veces el dolor ciega a las personas —defendió Hermione con firmeza—. ¿Ustedes que hubieran hecho en su lugar? —les preguntó a James y Sirius.
Ambos animagos se miraron sopesando la respuesta.
—Habríamos hecho lo mismo que Lunático —aceptaron los dos.
Hermione sonrió complacida por la respuesta de James y Sirius.
—Lo sentimos, Lunático —se disculparon los dos pelinegros.
Remus asintió comprendiendo su manera de actuar, pero por otra parte en su cabeza no dejaba de escuchar la voz de Hermione defendiéndolo, y esa no era la primera vez.
¿En verdad seremos muy amigos o Sirius tendrá razón al decir que ella es mi… hija? Es por eso que me conoce bien, es por eso que me defiende. ¿O habrá algo más en mi relación con Hermione?, se preguntaba Remus. Estoy tan confundido, por una parte siento que la quiero, pero no como si ella fuera mi futura hija, y por otra parte el lobo no me deja tranquilo, él quiere a Hermione para él, y no precisamente como a una hija, y eso me asusta.
Harry salió del aula, atravesó el corredor; dobló una esquina, dio un rodeo por detrás de una armadura y se sentó en la peana para terminar el chocolate, lamentando haber mencionado a Black, dado que a Lupin, obviamente, no le había hecho gracia. Luego volvió a pensar en sus padres.
Se sentía extrañamente vacío, a pesar de haber comido tanto chocolate. Aunque era terrible oír dentro de su cabeza los últimos instantes de vida de sus padres, eran las únicas ocasiones en que había oído sus voces, desde que era muy pequeño. Nunca sería capaz de crear un patronus de verdad si en parte deseaba volver a oír la voz de sus padres…
James y Lily se sintieron mal al saber los pensamientos de su hijo, e internamente se prometían cambiar todo el futuro, esta vez ellos si estarían en la vida de su hijo, esta vez se esforzarían más y no confiarían en cualquiera. Eso evitaría las traiciones.
—Están muertos —se dijo con firmeza—. Están muertos y volver a oír el eco de su voz no los traerá a la vida. Será mejor que me controle si quiero la copa de quidditch.
Se puso en pie, se metió en la boca el último pedazo de chocolate y volvió hacia la torre de Gryffindor.
Lily suspiró, por lo menos estaba segura de que su hijo lograría hacer su patronus para ganar la copa de quidditch, y eso quería decir que lograría deshacerse de los recuerdos de sus voces. Unas voces que tenían nada de bonito, si solo los escuchaba gritando.

Ravenclaw jugó contra Slytherin una semana después del comienzo del trimestre. Slytherin ganó, aunque por muy poco. Según Wood, eran buenas noticias para Gryffindor; que se colocaría en segundo puesto si ganaba también a Ravenclaw. Por lo tanto, aumentó los entrenamientos a cinco por semana (Charlie miró a Oliver. Ese chico sí que está obsesionado con el quidditch, pensó). Esto significaba que, junto con las clases antidementores de Lupin, que resultaban más agotadoras que seis sesiones de entrenamiento de quidditch, a Harry le quedaba tan sólo una noche a la semana para hacer todos los deberes (Hermione negó con la cabeza, porque ella sabía que si solo tenía un día para hacer todos los deberes no los haría como era debido, sus redacciones serían muy pobres). Aun así, no parecía tan agobiado como Hermione, a la que le afectaba la inmensa cantidad de trabajo. Cada noche, sin excepción, veían a Hermione en un rincón de la sala común, con varias mesas llenas de libros, tablas de Aritmancia, diccionarios de runas, dibujos de muggles levantando objetos pesados y carpetas amontonadas con apuntes extensísimos. Apenas hablaba con nadie y respondía de malos modos cuando alguien la interrumpía.
Todas las miradas se centraron en la castaña.
—Wood parece un obsesionado con el quidditch, pero tú estabas obsesionada con estudiar —dijo Sirius, viendo a Hermione como si estuviera loca de remate.
—Estudiar no es malo —defendió Hermione.
—No lo es cuando se estudia de manera moderada —dijo Lily maternalmente.
Hermione asintió, ella ya había comprendido que ese curso fue de locos, llevar tantos cursos y luego hacer todos esos deberes la tenían agotada.
—Lo sé, ya comprendí que saturarme con tantos cursos no es bueno —dijo Hermione, aunque los amigos de la castaña no creían del todo que haya comprendido porque ella igual seguía estudiando, pasaba horas y horas leyendo libros.
Aunque tal vez sería una manera de distraerse del dolor, pensaba Harry.
—¿Cómo lo hará? —le preguntó Ron a Harry una tarde, mientras el segundo terminaba un insoportable trabajo para Snape sobre Venenos indetectables. Harry alzó la vista. A Hermione casi no se la veía detrás de la torre de libros.
—¿Cómo hará qué?
—Ir a todas las clases —dijo Ron—. Esta mañana la oí hablar con la profesora Vector, la bruja que da Aritmancia. Hablaban de la clase de ayer. Pero Hermione no pudo ir, porque estaba con nosotros en Cuidado de Criaturas Mágicas. Y Ernie McMillan me dijo que no ha faltado nunca a una clase de Estudios Muggles. Pero la mitad de esas clases coinciden con Adivinación y tampoco ha faltado nunca a éstas.
Nuevamente las miradas se centraron en Hermione.
—¿Cómo podías asistir a  dos clases a la vez? —le preguntó Frank.
—Pues yo tenía mis trucos —respondió Hermione, evadiendo la verdadera respuesta.
Harry quiso reír.
Sí, claro, sus trucos, pensó Harry.
Pero la profesora McGonagall no se había quedado contenta con la respuesta de la castaña, y ya había sopesado una idea de cómo Hermione podía asistir a más clases que sus compañeros, y sobre todo cuando tenía dos clases a la vez y ella no faltaba a ninguna de las dos. Y la respuesta la podía decir con una sola palabra: Giratiempo.
Pero por el momento no comentaría nada, ya que no quería que los demás empezaran a interrogar a Hermione, y más viendo el carácter cambiante de la chica, sin duda sus hormonas le estaban jugando una mala pasada.
Harry no tenía tiempo en aquel momento para indagar el misterio del horario imposible de Hermione. Tenía que seguir con el trabajo para Snape. Dos segundos más tarde volvió a ser interrumpido, esta vez por Wood.
—Malas noticias, Harry. Acabo de ver a la profesora McGonagall por lo de la Saeta de Fuego. Ella… se ha puesto algo antipática conmigo (Ya dijimos que Minnie no se dejaría convencer tan fácilmente, dijo James, con una ligera sonrisa en sus labios). Me ha dicho que mis prioridades están mal. Piensa que me preocupa más ganar la copa que tu vida. Sólo porque le dije que no me importaba que la escoba te tirase al suelo, siempre que cogieras la snitch. (Lily miró con seriedad a Oliver al igual que Molly. Y aun así se queja que la profesora McGonagall se puso antipática con él, después de lo que dijiste, lo tienes más que merecido, gruñó Lily. A lo que Wood dijo: Potter por favor controla a tu madre porque parece que en cualquier momento va asesinarme. Oliver parecía asustado al ver que los ojos verdes de Lily se asemejaban mucho a dagas envenenadas. Y Harry así lo hizo, calmo a su madre diciendo que Oliver no actuaba con mala intención, solo que era demasiado intenso cuando de quidditch se trataba) —Wood sacudió la cabeza con incredulidad—. Realmente, por su forma de gritarme… cualquiera habría pensado que le había dicho algo terrible. Luego le pregunté cuánto tiempo la tendría todavía. —Hizo una mueca e imitó la voz de la profesora McGonagall—: «El tiempo que haga falta, Wood.» (Creo que tendré que ser mucho más firme con el señor Wood en el futuro, pensaba McGonagall) Me parece que tendrás que pedir otra escoba, Harry. Hay un cupón de pedido en la última página de El mundo de la escoba. Podrías comprar una Nimbus 2.001 como la que tiene Malfoy.
—No voy a comprar nada que le guste a Malfoy —dijo taxativamente.
Draco rodó los ojos.
—Tonto Potter —murmuró por lo bajo.

Enero dio paso a febrero sin que se notara, persistiendo en el mismo frío glaciar. El partido contra Ravenclaw se aproximaba, pero Harry seguía sin solicitar otra escoba. Al final de cada clase de Transformaciones, le preguntaba a la profesora McGonagall por la Saeta de Fuego, Ron expectante junto a él, Hermione pasando a toda velocidad por su lado, con la cara vuelta.
—Te aconsejo que molestes mucho a la profesora o podría ser peligrosa —susurró Frank a Harry.
—No, Potter; todavía no te la podemos devolver —le dijo la profesora McGonagall el duodécimo día de interrogatorio, antes de que el muchacho hubiera abierto la boca—. Hemos comprobado la mayoría de los hechizos más habituales, pero el profesor Flitwick cree que la escoba podría tener un maleficio para derribar al que la monta. En cuanto hayamos terminado las comprobaciones, te lo diré. Ahora te ruego que dejes de darme la lata.
—Vaya, Harry, ni siquiera nosotros éramos tan molestos con la profesora McGonagall —dijeron los gemelos Weasley, poniendo una cara de inocentes.
Al instante que ellos terminaran de hablar, se empezaron a escuchar unas risas.
—Sí, claro —dijo Lee Jordan, entre risas.
Los gemelos miraron a su moreno amigo.
—Te recuerdo que tú tampoco eras un angelito caído del cielo —señalaron.
—Pero ustedes dos me superaban con creces —dijo Lee.
Los gemelos pusieron cara de ofendidos.
—Ya dejen de fingir —dijo Bill—, que ustedes no nacieron inocentes.
Los gemelos se miraron.
—De acuerdo, nosotros si éramos muy molestos —admitieron.
Molly suspiró con pesar.
Para empeorar aún más las cosas, las clases antidementores de Harry no iban tan bien como esperaba, ni mucho menos (Debes de tener paciencia, aconsejó Alice). Después de varias sesiones, era capaz de crear una sombra poco precisa cada vez que el dementor se le acercaba, pero su patronus era demasiado débil para ahuyentar al dementor. Lo único que hacía era mantenerse en el aire como una nube semitransparente, vaciando de energía a Harry mientras éste se esforzaba por mantenerlo. Harry estaba enfadado consigo mismo. Se sentía culpable por su secreto deseo de volver a oír las voces de sus padres.
Lily y James se estremecieron al oír eso, y miraron a su hijo apenados.
—No deberías de enfadarte, es normar sentir esos deseos —dijo Andrómeda.
Harry asintió, y miró a la madre de Tonks. Era tan parecida a Bellatrix físicamente, pero con diferentes carácter y manera de pensar, pero aun así a veces no podía evitar confundirla con la loca de su hermana.
—Esperas demasiado de ti mismo —le dijo severamente el profesor Lupin en la cuarta semana de prácticas—. Para un brujo de trece años, incluso un patronus como éste es una hazaña enorme. Ya no te desmayas, ¿a qué no?
—Creí que el patronus embestiría contra los dementores —dijo Harry desalentado—, que los haría desaparecer…
Lily se enterneció al oír lo que su hijo había dicho, sonaba como lo que era en ese tiempo, solo un niño asustado por hacer que los monstruos se fueran de su closet o debajo de su cama, pero en ese caso se trataba de dementores, unas criaturas horribles que se alimentaban de los recuerdos felices de las personas.
—El verdadero patronus los hace desaparecer —contestó Lupin—. Pero tú has logrado mucho en poco tiempo. Si los dementores hacen aparición en tu próximo partido de quidditch, serás capaz de tenerlos a raya el tiempo necesario para volver al juego.
—Usted dijo que es más difícil cuando hay muchos —repuso Harry.
—Estoy seguro de que podrías con ellos —dijo Ted, mientras que los merodeadores asentían—, además me imagino que el profesor Dumbledore estará ahí para evitar que nada malo pase.
—Tengo total confianza en ti —aseguró Lupin sonriendo—. Toma, te has ganado una bebida. Esto es de Las Tres Escobas y supongo que no lo habrás probado antes…
Sacó dos botellas de su maletín.
—¡Cerveza de mantequilla! —exclamó Harry irreflexivamente—. Sí, me encanta. —Lupin alzó una ceja—. Bueno… Ron y Hermione me trajeron algunas cosas de Hogsmeade —mintió Harry a toda prisa.
Se escucharon muchas risitas.
—Pues si esa mentira iba acompañado con una cara de inocencia, pues entonces lo más probable es que me diera cuenta de la verdad —comentó Remus.
—¿Qué tratas de decir con eso, Lunático? —le preguntó James.
—No creo que quieras que en verdad lo diga, James —dijo Remus.
Sirius rió de la cara de su amigo.
—Sí, mejor no digas nada —dijo James.
Lily lo miró con ojos entrecerrados, pero no dijo nada, ya luego averiguaría de qué se trataba esa conversación.
—Ya veo —dijo Lupin, aunque parecía algo suspicaz—. Bien, bebamos por la victoria de Gryffindor contra Ravenclaw. Aunque en teoría, como profesor no debo tomar partido —añadió inmediatamente.
—Ningún profesor puede ser realmente imparcial —comentó Ron, mirando disimuladamente a Snape, al igual que mucho también lo hacían.
Snape frunció el ceño, no era tonto sabía que referían a él.
Bebieron en silencio la cerveza de mantequilla, hasta que Harry mencionó algo en lo que llevaba algún tiempo meditando.
—¿Qué hay debajo de la capucha de un dementor?
El profesor Lupin, pensativo, dejó la botella.
—Mmm…, bueno, los únicos que lo saben no pueden decimos nada. El dementor sólo se baja la capucha para utilizar su última arma.
Los que ya sabían lo que significaba esa “última arma” se estremecieron.
—¿Cuál es?
—Lo llaman «Beso del dementor» —dijo Lupin con una amarga sonrisa—. Es lo que hacen los dementores a aquellos a los que quieren destruir completamente. Supongo que tendrán algo parecido a una boca, porque pegan las mandíbulas a la boca de la víctima y… le sorben el alma.
Sirius se puso pálido al oír eso. Y saber que su yo del futuro estuvo conviviendo con esas criaturas durante doce años, lo puso enfermo, tenía ganas de vomitar y no sabía que, porque no había almorzado.
Respiró varias veces para controlar las náuseas.
Harry escupió, sin querer; un poco de cerveza de mantequilla.
—¿Las matan?
—No —dijo Lupin—. Mucho peor que eso. Se puede vivir sin alma, mientras sigan funcionando el cerebro y el corazón. Pero no se puede tener conciencia de uno mismo, ni memoria, ni nada. No hay ninguna posibilidad de recuperarse. Uno se limita a existir. Como una concha vacía. Sin alma, perdido para siempre. —Lupin bebió otro trago de cerveza de mantequilla y siguió diciendo—: Es el destino que le espera a Sirius Black (¡¿Qué?!, exclamaron los merodeadores, estaban pálidos, pero definitivamente el que estaba peor era Sirius. Lucius al verlos sonrió con maldad. A lo que Harry se apresuró a desmentir esa afirmación: Nada de eso te pasara, Sirius, recuerda que tú eres inocente. Sirius miró a su ahijado, sabía que decía la verdad, porque él venía del futuro, lo que significa que tenía que creerle. Asintió). Lo decía El Profeta esta mañana. El Ministerio ha dado permiso a los dementores para besarlo cuando lo encuentren.
Como si esas criaturas asquerosas necesitaran el permiso de alguien para lastimar a las personas, pensaba Ginny.
Harry se quedó abstraído unos instantes, pensando en la posibilidad de sorber el alma por la boca de una persona. Pero luego pensó en Black.
—Se lo merece —dijo de pronto.
Ahora las miradas recayeron en Harry, todos estaban tan sorprendidos, sobre todo los Slytherin, ya que consideraban a Harry una persona que no guarda rencor, si por eso se había ganado el apodo de San Potter.
Sirius estaba contrariado, ¿cómo tenía que interpretar eso? el Harry del libro le decía que se merecía tal castigo, pero el Harry que tenía en frente de él le decía que por ser inocente no se merecía ese castigo.
—Lo siento, Sirius —se disculpó Harry—, solo lo dije porque creía que tú eras el culpable de la muerte de mis padres, y estaba muy enojado, pero cuando descubrí la verdad todo fue distinto.
Sirius asintió, sin decir nada.
—¿Eso piensas? —dijo, como sin darle importancia—. ¿De verdad crees que alguien se merece eso?
—Sí —dijo Harry con altivez—. Por varios motivos.
A pesar de las palabras tan duras de Harry; James y Lily comprendían a su hijo, estaba enojado creía a Sirius culpable de sus muertes, y además, solo tenía 13 años, no se le puede pedir mucha madures a un chico de esa edad, ya que mayormente solo actúan por impulso.
Le habría gustado hablar con Lupin sobre la conversación que había oído en Las Tres Escobas, sobre Black traicionando a sus padres, aunque aquello habría supuesto revelar que había ido a Hogsmeade sin permiso. Y sabía que a Lupin no le haría gracia. De forma que terminó su cerveza de mantequilla, dio a Lupin las gracias y salió del aula de Historia de la Magia.
—No creo que te delatara —comentó Neville, y muchos estuvieron de acuerdo con él.
Harry casi se arrepentía de haberle preguntado qué había debajo de la capucha de un dementor. La respuesta había sido tan horrible y lo había sumido hasta tal punto en horribles pensamientos sobre almas sorbidas que se dio de bruces con la profesora McGonagall mientras subía por las escaleras.
—Mira por dónde vas, Potter.
—Lo siento, profesora.
—Fui a buscarte a la sala común de Gryffindor. Bueno, aquí la tienes. Hemos hecho todas las comprobaciones y parece que está bien. En algún lugar tienes un buen amigo, Potter.
—Más bien tiene un buen padrino —corrigieron los gemelos Prewett.
Sirius sonrió ligeramente.
¿En verdad seré un buen padrino para Harry?, se preguntaba.
—Por supuesto que lo eres —le dijo Harry, como si le hubiera leído la mente.
—¿En serio? —preguntó.
—Sí —confirmó el pelinegro.
Los demás no preguntaron nada, ya que no querían meterse entre esa extraña conversación de ahijado y padrino, y ni siquiera James y Remus interrumpieron.
Minutos después Katie siguió leyendo.
Harry se quedó con la boca abierta. La profesora McGonagall sostenía su Saeta de Fuego, que tenía un aspecto tan magnífico como siempre.
—¿Puedo quedármela? —dijo Harry con voz desmayada—. ¿De verdad?
—De verdad —dijo sonriendo la profesora McGonagall—. Tendrás que familiarizarte con ella antes del partido del sábado, ¿no? Haz todo lo posible por ganar; porque si no quedaremos eliminados por octavo año consecutivo, como me acaba de recordar muy amablemente el profesor Snape.
Minerva miró con ojos entrecerrados a su aun alumno.
—¿Recordar muy amablemente? ¡Ja! —dijo Fabian.
—¿No te cansas de molestar, Snape? —preguntó Gideon.
Snape ignoró olímpicamente a los hermanos Prewett.
—Cómo se va a cansar si eso es muy natural en Quejicus —dijo James.
Snape le dirigió una mirada asesina al padre Harry.
—Ten cuidado, Quejicus, no te vayas a envenenar con tu propio veneno al morderte la lengua —dijo Sirius, desquitando su enojo con Snape.
—Cierra la boca, Black —gruñó Snape.
—Pues ven tú y has que la cierre si eres tan hombrecito —retó Sirius.
Snape si iba a parar de su asiento, pero la voz del profesor Dumbledore lo detuvo.
—Vuelva a sentarse, señor Snape —ordenó, y Snape se sentó murmurando insultos hacia Sirius por lo bajo—, y usted, señor Black contrólese —lo regañó.
—Bien —murmuró Sirius.
—Aunque suene irónico decirlo, pero Sirius esta con un humor de perros —susurró Remus a James, el cual asintió.
—Por el momento no podemos hacer nada más que entenderlo, ya luego volveremos hablar con él —susurró James. Y ahora el castaño asintió.
Harry subió por las escaleras hacia la torre de Gryffindor; sin habla, llevando la Saeta de Fuego. Al doblar una esquina, vio a Ron, que se precipitaba hacia él con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Te la ha dado? ¡Estupendo! ¿Me dejarás que monte en ella? ¿Mañana?
—Sí, por supuesto —respondió Harry con un entusiasmo que no había experimentado desde hacía un mes—. Tendríamos que hacer las paces con Hermione. Sólo quería ayudar…
Hermione miró ofendida a sus amigos.
—Claro —dijo la castaña y se podía escuchar la molestia en su voz—, pensaste en hacer las paces conmigo luego de recuperar tu escoba, y hasta dijiste que solo quería ayudar, cuando yo te lo había dicho más antes, pero no me hiciste caso.
—Hermione —dijo Harry, una sonrisa nerviosa se le formo en los labios—, solo tenía trece años, no podías pedir madures de mi parte.
A Hermione se le pusieron brillantes los ojos, como si quisiera llorar.
—No digas más, amigo, puede ser peligroso —susurró Ron a Harry—. Recuerda sus cambios de humor.
—Lo siento, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Como me ti un gran error, ahora lo entiendo.
—¿De verdad? —preguntó la castaña.
Harry asintió, y eso pareció complacer a Hermione porque asintió.
—Te salvaste a las justas —susurró ron y Harry asintió aliado de no tener que ver a Hermione llorar por algo que era pasado o futuro en ese caso.
Todos los del pasado miraban a los tres amigos, preguntándose qué rayos ocurría.
Ginny se compadeció de ellos y susurró la respuesta.
—Las hormonas de Hermione son muy cambiantes, ¿ya saben? Por su estado —hizo alusión a su vientre hinchado.
Los del pasado asintieron en comprensión.
—Sabes que puedo escucharte, Ginny —dijo Hermione, con seriedad.
—Katie sigue leyendo —pidió la pelirroja, y la aludida continuó con la lectura.
—Sí, de acuerdo. Está en la sala común, trabajando, para variar.
—Tú tendrías que estar haciendo lo mismo, Ronald Weasley —lo regañó Molly, y Ron se encogió en su asiento.
Llegaron al corredor que llevaba a la torre de Gryffindor; y vieron a Neville Longbottom que suplicaba a sir Cadogan que lo dejara entrar.
—Las escribí, pero se me deben de haber caído en alguna parte.
Neville se sonrojó.
—¿Escribiste las contraseñas? —le preguntó su padre.
—Sí —respondió un avergonzado Neville, evitando decir los problemas que le causo escribir las contraseñas.
Frank y Alice miraron a su hijo con ternura, era tan inocente.
—¡Id a otro con ese cuento! —vociferaba sir Cadogan. Luego, viendo a Ron y Harry—: ¡Voto a bríos, mis valientes y jóvenes vasallos! ¡Venid a atar a este demente que trata de forzar la entrada!
—Cierra la boca —dijo Ron al llegar junto a Neville.
—He perdido las contraseñas —les confesó Neville abatido—. Le pedí que me dijera las contraseñas de esta semana, porque las está cambiando continuamente, y ahora no sé dónde las tengo.
Hannah también miró con ternura a Neville.
—Oh, Neville, yo también olvidaría las contraseñas si las cambiaba tan seguido —dijo la rubia, poniendo una mano sobre el brazo de Neville, el cual se sonrojó al sentir tal contacto, y solo atino a sonreír.
—Harían una linda pareja —comentó Luna, haciendo que ambos chicos se sonrojaran, Neville era el más sonrojado.
—Los avergüenzas, Luna —dijo Ron, hablándole a su novia de una manera tierna.
—¿Por qué? —preguntó Luna.
—Porque… —Ron no sabía cómo responder para que no sonara tan insensible, así que optó por quedarse callado.
—«Rompetechos» —dijo Harry a sir Cadogan, que parecía muy decepcionado y reacio a dejarlos pasar. Hubo murmullos repentinos y emocionados cuando todos se dieron la vuelta y rodearon a Harry para admirar su Saeta de Fuego.
—¿Cómo la has conseguido, Harry?
—¿Me dejarás dar una vuelta?
—¿Ya la has probado, Harry?
—Ravenclaw no tiene nada que hacer. Todos van montados en Barredoras 7.
—Oh, creo que deberíamos sentirnos ofendidos por eso —dijo Terry Boot.
—No veo porque —dijo Luna. Y todos miraron a rubia, ya que ella era una Ravenclaw, pero parecía que a ella no le tomaba mucha importancia a esos comentarios.
—Además, no deberían confiarse —apoyó Padma Patil, mirando a Luna con suspicacia.
—¿Puedo cogerla, Harry?
Después de unos diez minutos en que la Saeta de Fuego fue pasando de mano en mano y admirada desde cada ángulo, la multitud se dispersó y Harry y Ron pudieron ver a Hermione, la única que no había corrido hacia ellos y había seguido estudiando (Como siempre, pensó Ron). Harry y Ron se acercaron a su mesa y la muchacha levantó la vista.
—Me la han devuelto —le dijo Harry sonriendo y levantando la Saeta de Fuego.
—¿Lo ves, Hermione? ¡No había nada malo en ella!
—Bueno… Podía haberlo —repuso Hermione—. Por lo menos ahora sabes que es segura.
—Y yo te agradezco la preocupación por mi hijo, Hermione —dijo Lily—, eres una buena amiga.
Hermione sonrió ruborizada, y casi tenía ganas de llorar, pero respiró profundo para no hacerlo.
—Sí, supongo que sí —dijo Harry—. Será mejor que la deje arriba.
—¡Yo la llevaré! —se ofreció Ron con entusiasmo—. Tengo que darle a Scabbers el tónico para ratas.
Ante la mención de ese nombre, el trío dorado y los demás Weasley pusieron mala cara, y ahora también Remus sentía enojo ante la mención de ese nombre.
Cogió la Saeta de Fuego y, sujetándola como si fuera de cristal, la subió hasta el dormitorio de los chicos.
—¿Me puedo sentar? —preguntó Harry a Hermione.
—Supongo que sí —contestó Hermione, retirando un montón de pergaminos que había sobre la silla.
Harry echó un vistazo a la mesa abarrotada, al largo trabajo de Aritmancia, cuya tinta todavía estaba fresca, al todavía más largo trabajo para la asignatura de Estudios Muggles («Explicad por qué los muggles necesitan la electricidad») (Y eso es algo que me parece realmente fascinante, pensó Arthur), y a la traducción rúnica en que Hermione se hallaba enfrascada.
Algunos de los compañeros de Hermione la miraban con fascinación por ser tan aplicada en sus estudios mientras que otros se exasperaban por su perfeccion.
—¿Qué tal lo llevas? —preguntó Harry.
—Bien. Ya sabes, trabajando duro —respondió Hermione. Harry vio que de cerca parecía casi tan agotada como Lupin.
Pero por diferentes motivos, pensaba Remus. Pero de todas formas no es saludable exigirse mucho.
—¿Por qué no dejas un par de asignaturas? —preguntó Harry, viéndola revolver entre libros en busca del diccionario de runas.
—¡No podría! —respondió Hermione escandalizada.
—La Aritmancia parece horrible —observó Harry, cogiendo una tabla de números particularmente abstrusa.
—No, es maravillosa —dijo Hermione con sinceridad—. Es mi asignatura favorita. Es…
—Es muy difícil —terminaron los gemelos Weasley.
Molly los calló con la mirada.
Pero Harry no llegó a enterarse de qué tenía de maravilloso la Aritmancia. En aquel preciso instante resonó un grito ahogado en la escalera de los chicos. Todos los de la sala común se quedaron en silencio, petrificados, mirando hacia la entrada. Se acercaban unos pasos apresurados que se oían cada vez más fuerte. Y entonces apareció Ron arrastrando una sábana.
—¿Qué paso? —preguntó Molly a su hijo.
Son se sonrojó, había hecho todo un drama por un maldito traidor, que ni siquiera estaba muerto de verdad.
—¡MIRA! —gritó, acercándose a zancadas a la mesa de Hermione—. ¡MIRA! —repitió, sacudiendo la sábana delante de su cara.
—Siento eso, Hermione —dijo Ron.
—Ya paso, Ron —fue lo único que dijo la castaña.
—¿Qué pasa, Ron?
¡SCABBERS! ¡MIRA! ¡SCABBERS!
Hermione se apartó de Ron, echándose hacia atrás, muy asombrada. Harry observó la sábana que sostenía Ron. Había algo rojo en ella. Algo que se parecía mucho a…
—Estabas en tus días difíciles, Ron —dijeron los gemelos Weasley.
Sus tíos, y los demás rieron de la broma de los gemelos, mientras que Ron se le pusieron rojas las orejas por el enojo.
—¡Cállense, idiotas! —les grito.
—¡Silencio los tres! —gritó Molly.
Y los tres chicos y las risas pararon.
—¡SANGRE! —exclamó Ron en medio del silencio—. ¡NO ESTÁ! ¿Y SABES LO QUE HABÍA EN EL SUELO?
—Merlín —murmuró Ginny.
—No, no —dijo Hermione con voz temblorosa. Ron tiró algo encima de la traducción rúnica de Hermione. Ella y Harry se inclinaron hacia delante. Sobre las inscripciones extrañas y espigadas había unos pelos de gato, largos y de color canela.
—¿Tu gato se comió a la rata de Ron? —preguntó Ted a Hermione.
Crookshanks que estaba sobre las piernas de Sirius, maulló como respondiendo.
—No, no lo hizo —dijo Sirius.
—¿Y tú como lo sabes? —preguntaron Harry y Ron a coro.
Sirius se encogió de hombros.
—Solo lo sé —respondió el animago, pero no quiso decir que estaba empezado a entender eso que le dijo el gato que tenía en sus piernas: «Por eso trate de atrapar a esa rata para ti, para que puedas demostrar tu inocencia, lamento no haber podido cumplir mi propósito». Aunque lo único que no entendía era como esa rata podía demostrar su inocencia.

Hola, a todas mis queridas lectoras 
Aquí les dejo un nuevo capítulo, espero que sea de su agrado. 
Ahora una aclaración, en este capítulo he puesto que el patronus de Hermione es el que cambia, ya sé que en la historia original el patronus que cambia es el de Nymphadora Tonks, pero mi historia necesito que sea el patronus de Hermione el que cambie. 
Segunda aclaración, ya sé que al comienzo de la historia había dicho que Nymphadora sería una de la villanas, pero he decidido que no lo sea, simplemente ella será una mujer despechada que comete errores por no conseguir el amor de Remus, y si se comportara mal con Hermione, pero no será capaz de otras atrocidades como tenía pensado. 
Hecha las aclaraciones, me despido hasta el próximo capítulo. 
Que tengan una linda mañana, tarde o noche. Bye, las adora a todas. 
Merodeadora Black