—Bien, señor Thomas —dijo Dumbledore, y el aludido levanto la
cabeza—. ¿Podría leer el siguiente capítulo? —le preguntó.
—Eh, sí —respondió Dean.
El libro levitó hasta su posición. Dean tomo el libro y lo ojeo.
—Vaya, parece que este el último capítulo —dijo—. “Más lechuzas mensajeras” —leyó.
—Por el título parece que será un capitulo tranquilo —observó
Alice.
—Se podría decir que sí —respondieron a la vez el trío de oro.
Algunos se quedaron mirándolos porque no era lo primera vez que
coincidían en sus respuestas.
Dean comenzó a leer.
—¡Harry!
—Hermione le tiraba de la manga, mirando el reloj—. Tenemos diez minutos para
regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la
puerta con llave.
—De
acuerdo —dijo Harry, apartando los ojos del cielo—, ¡vamos!
Entraron
por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al
llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge
y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.
—Oh, parece que alguien se llevara una gran decepción —dijo
burlonamente James, mirando a Snape.
Sirius rió y Remus sonrió.
Imbéciles. Algún día me
vengaré todas las que me han hecho,
pesaba Snape.
—…
Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimentos —decía Snape—. ¿Le darán el
Beso inmediatamente?
—Maldito —le dijo Sirius.
—Silencio —advirtió la profesora McGonagall—. No quiero ninguna
pelea, ¿entendieron? —y miró reprobatoriamente a Sirius y Severus.
Ninguno de los contestó.
—En
cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha
resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a El
Profeta que por fin lo hemos
atrapado (Pues se quedaran con las ganas, dijo
James con tono burlón). Supongo que querrán entrevistarle, Snape… Y en
cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al
periódico cómo usted lo salvó.
—¡Pero por supuesto que no! —saltó James—. Mi hijo no dirá ni
una sola palabra para alabar a Quejicus. ¿Escuchaste, verdad, Harry?
Harry solo observó a su padre y evito responder, ya que él había
limpiado el apellido de Snape en el futuro, y por supuesto que lo había alabado
por su valentía y su ayuda prestada.
—Después de todo lo que Quejicus ha hecho, no creo que Harry se
atreva a defenderlo —aseguró Sirius para calmar a James.
—¡Te lo prohíbo, Harry! —volvió a advertirle James a Harry.
Harry se tuvo que morder la lengua para evitar contestarle a su
padre como se debía.
A veces eres tan
infantil, papá. Si supieras todo lo que Snape ha hecho por mí, te arrepentirías
de tus palabras, pensaba Harry.
Harry
apretó los dientes. Entrevió la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge
pasaron ante el lugar en que estaban escondidos. Sus pasos se perdieron. Harry
y Hermione aguardaron unos instantes para asegurarse de que estaban lejos y
echaron a correr en dirección opuesta. Bajaron una escalera, luego otra,
continuaron por otro corredor y oyeron una carcajada delante de ellos.
—¡Peeves!
—susurró Harry, asiendo a Hermione por la muñeca—. ¡Entremos aquí!
—No es buen momento para encontrarse con él —dijo Seamus—.
Estaría haciendo de las suyas, y si los ve podría llamar a Filch.
Corrieron
a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda.
Peeves iba por el pasillo dando saltos de contento, riéndose a mandíbula
batiente.
—¡Es
horrible! —susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta—. Estoy segura de
que se ha puesto así de alegre porque los dementores van a ejecutar a Sirius…
—Miró el reloj—. Tres minutos, Harry.
—¿Qué? —dijo Sirius—. Pues ya no me parece tan simpático.
Muchos asintieron, ya que de uno u otra manera habían sido
víctimas de sus bromas de mal gusto, sobre todo Neville.
—Sí es muy molesto, pero en algunas ocasiones puede ser de ayuda
—dijo Ron, recordando que cuando estaba Umbridge, Peeves fue alabado por todos,
inclusive por la profesora McGonagall.
Aguardaron
a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salieron
del aula y volvieron a correr.
—Hermione,
¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó
Harry.
—No
quiero ni pensarlo —dijo Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto!
—Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería—. Bueno, ya se oye a
Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos, Harry!
Todos estaban expectantes por saber si los chicos habían logrado
entrar a la enfermería antes de que Dumbledore cerrara la puerta. Pero sin duda
los más preocupados eran los padres de los de Harry y Ron, Sirius y Remus.
Siguieron
por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de
Dumbledore.
—Os
voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señorita
Granger; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.
—Sí, llegaron justo a tiempo —dijo Lily, soltando un suspiro de
alivio.
—Por supuesto que sí, Lily. ¿A qué son todos unos merodeadores?
—preguntó James, quien ya se encontraba de mejor humor.
Lily solo negó con la cabeza.
Dumbledore
salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para
cerrarla mágicamente. Asustados, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore
alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.
—¿Bien?
—preguntó en voz baja.
—¡Lo
hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en Buckbeak…
Dumbledore
les dirigió una amplia sonrisa.
—Bien
hecho. Creo… —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—.
Sí, creo que ya no estáis ahí dentro. Entrad. Os cerraré.
—Y será como si nunca hubieran salido de la enfermería —comentó
Frank.
—Un trabajo limpio y profesional —agregó Ted, a quien en el
fondo le gustaba todas las aventuras que tenían los chicos.
Entraron
en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que
permanecía en la cama. Después de oír la cerradura, se metieron en sus camas.
Hermione volvió a esconder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante
después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.
—¿Ya
se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?
—Y lo mejor de todo es que tendrán como testigo a la señora
Pomfrey —dijo Sirius—. Ella evitara que los acuse de liberar a mi yo del
futuro.
—Y lo mejor de todo es que Quejicus se morirá del coraje cuando
se entere de que huiste —agregó James.
Ambos merodeadores rieron con ganas.
Snape rechinó los dientes controlando su ira.
Estaba
de muy mal humor. Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate
en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se
lo comían. Pero Harry apenas se lo podía tragar. Hermione y él aguzaban el
oído, con los nervios alterados. Y entonces, mientras tomaban el cuarto trozo
del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de
algún distante lugar por encima de la enfermería.
—Quejicus ya descubrió que escapaste y estará furioso —dijo un
burlón James—. Y luego armara todo un escándalo.
Ya me las pagarás,
Potter, y Black, pensaba Snape. Y tú también, Lupin, agregó al ver a
Remus sonreír.
—¿Qué
ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.
Oyeron
voces de enfado, cada vez más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la
puerta.
—¡Hay
que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?
Harry
intentaba oír lo que decían. Se aproximaban.
—Debe
de haber desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en
el despacho. Cuando esto se sepa…
—Pues fue una suerte que no te dejaran custodiado por alguien,
Sirius —dijo Andrómeda—. Una verdadera suerte, sino eso hubiera complicado
todo.
—Apuesto que Dumbledore fue el de la idea de no dejar que
alguien se quede con él —dijo un pensativo Ted.
—¡NO
HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECER NI
DESAPARECER EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!
—Y es cierto —susurró amargamente.
—Vaya, para odiar tanto a mi hijo, parece que lo conoces muy
bien —dijo James, aun con el tono de burla en la voz—, lástima que nunca puedas
comprobar lo que dices.
Algún día los Potter me
las pagaran, pensaba Snape.
—Sé
razonable, Severus. Harry está encerrado.
¡PLAM!
La
puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron
en la sala con paso enérgico. Sólo Dumbledore parecía tranquilo, incluso
contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.
—¡CONFIESA,
POTTER! —vociferó—. ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?
—¡Profesor
Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡contrólese!
—Por
favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave.
Acabamos de comprobarlo.
—No creo que nadie pueda convencer a Snape de lo contrario —dijo
Remus. En el fondo Remus sentía lastima por Snape, porque nadie le creía, y
aunque sus intenciones siempre fueron acabar con su amigo, no podía culparlo,
ya que ellos nunca se portaron bien con él.
—¡LE
AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ! —gritó Snape, señalando a Harry y a Hermione. Tenía
la cara contorsionada. Escupía saliva.
—¡Tranquilícese,
hombre! —gritó Fudge—. ¡Está diciendo tonterías!
—¡NO
CONOCE A POTTER! —gritó Snape—. ¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!
Era como si estuvieran escuchando el mejor de los chistes, por
ni James ni Sirius podían borrar esa gran sonrisa de sus labios. Ambos
disfrutaban de la furia de Snape.
Remus por su parte solo negó con la cabeza.
—Ya
vale, Severus —dijo Dumbledore con voz tranquila—. Piensa lo que dices. Esta
puerta ha permanecido cerrada con llave desde que abandoné la enfermería, hace
diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?
—¡Por
supuesto que no! —dijo ofendida la señora Pomfrey—. ¡He estado con ellos desde
que usted salió!
—Ahí
lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranquilidad—. A menos que crea que
Harry y Hermione son capaces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me
temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.
Todos miraron a su director con sorpresa. No entendían como
podía mentir con tanta facilidad.
—Ese fue un comentario bastante cínico, profesor —dijo Andrómeda
con tranquilidad, sin reprocharle nada al director.
Dumbledore solo sonrió. Porque lo debía admitir, en ocasiones
era bastante cínico.
—Pero todo fue para una buena causa —defendió James.
Snape
se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente
sorprendido por su comportamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos
brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo
un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval.
Sirius soltó una gran carcajada.
—¡CIERRA LA BOCA, BLACK! —rugió Snape.
Sirius continuó riendo, pero ahora acompañado de James.
—Merlín, Quejicus, me has puesto de un humor excelente —dijo
Sirius entre risas.
—Obtuviste lo que te mereces —agregó James.
Snape de un saltó se levantó de su silla.
La profesora McGonagall al instante alzo la voz.
—Vuelva a sentarse, señor Snape —amonestó, pero Snape seguía de
pie—. ¡Ahora! —Snape se volvió a sentar murmurando cosas entre dientes—. ¡Y
ustedes dos guarden silencio! —les advirtió a James y Sirius. Estos hicieron lo
que la profesora les ordeno, pero no borraron las sonrisas de burla.
Dean continúo leyendo en cuanto todos estuvieron en silencio
otra vez.
—Su
colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndolo con la vista—. Yo en su
lugar; Dumbledore, tendría cuidado con él.
—Dumbledore siempre le tuvo confianza, sin importar lo que Snape
hiciera —recordó Bill.
Y Fleur asintió.
—Es vegdad —dijo.
Enterarse de eso no le hizo mucha gracia a los merodeadores, y
ahora el que sonreía era Snape.
—No
es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, sólo que acaba de sufrir una gran
decepción.
—¡No
es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡El
Profeta va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo
teníamos arrinconado y se nos ha escapado entre los dedos! Sólo faltaría que se
enterasen también de la huida del hipogrifo, y seré el hazmerreír. Bueno,
tendré que irme y dar cuenta de todo al Ministerio…
—Ese Fudge es un idiota —comentó James—. Se merece que le que
quiten su puesto.
—Eso pasara en el quinto curso de Harry —susurró Ginny,
recordando que el ministro, o ex ministro tuvo que retractarse de las calumnias
hacia Harry y Dumbledore y luego de eso perdía su puesto.
—¿Y
los dementores? —le preguntó Dumbledore—. Espero que se vayan del colegio.
—Sí,
tendrán que irse —dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí
que intentaran darle el Beso a un niño inocente…, estaban totalmente fuera de
control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner
dragones en las entradas del colegio…
—Oh, eso estaría bien —dijo un animado Hagrid, que de solo
escuchar la palabra «dragones» se puso muy feliz—. Si se les da el cuidado
apropiado podría ser muy útiles.
Por su parte Molly, Lily y Andrómeda empezaron a protestar.
—Calma —dijo Dumbledore—. Me temo, Hagrid, que eso no podrá ser,
los dragones podrían lastimar a los alumnos.
Hagrid puso mala cara.
Por su parte las madres, y futura madre, respiraron con tranquilidad.
—Eso
le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, dirigiendo a Harry y a Hermione una
rápida sonrisa (Y más si le regresaran a Norberta, dijo Ron). Cuando él y
Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió hacia la puerta y la
volvió a cerrar con llave. Murmurando entre dientes, enfadada, volvió a su
despacho.
Se
oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar.
Lo
vieron sentarse, rascarse la cabeza y mirar a su alrededor.
—¿Qué
ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde
está Lupin? ¿Qué ocurre?
—Vaya, hermanito, no tenías ni la más mínima idea —dijeron al
unísono los gemelos Weasley.
—Sí, fue una lástima no poder usar el giratiempo —admitió Ron—.
Hubiera sido interesante.
Molly negó con la cabeza, otro hijo al que tenía que tener
vigilado, o podría meterse en más problemas.
Harry
y Hermione se miraron.
—Explícaselo
tú —dijo Harry, cogiendo un poco más de chocolate.
—Eso llevará tiempo —dijeron los gemelos Weasley.
—¿Lo explicaran todo nuevamente? —preguntó Lee Jordan.
—Eh, no —respondió Dean leyendo rápidamente en silencio los
siguientes párrafos.
Cuando
Harry; Ron y Hermione dejaron la enfermería al día siguiente a mediodía,
encontraron el castillo casi desierto. El calor abrasador y el final de los
exámenes invitaban a todo el mundo a aprovechar al máximo la última visita a
Hogsmeade. Sin embargo, ni a Ron ni a Hermione les apetecía ir, así que
pasearon con Harry por los terrenos del colegio, sin parar de hablar de los
extraordinarios acontecimientos de la noche anterior y preguntándose dónde
estarían en aquel momento Sirius y Buckbeak (Uhm, creo que me
dejaría ver por algún muggle, para que así dejaran de vigilar tanto a Harry, y
luego me iría a disfrutar de mi liberta, dijo un pensativo Sirius).
Cuando se sentaron cerca del lago, viendo cómo sacaba los tentáculos del agua
el calamar gigante, Harry perdió el hilo de la conversación mirando hacia la
orilla opuesta. La noche anterior; el ciervo había galopado hacia él desde
allí.
James y Lily volvieron a sentir orgullo de que su hijo de trece
años haya podido hacer un patronus
real, salvando así a su padrino.
Una
sombra los cubrió. Al levantar la vista vieron a Hagrid, medio dormido, que se
secaba la cara sudorosa con uno de sus enormes pañuelos y les sonreía.
—Ya
sé que no debería alegrarme después de lo sucedido la pasada noche —dijo—. Me
refiero a que Black se volviera a escapar y todo eso… Pero ¿a que no
adivináis…?
—¿Qué?
—dijeron, fingiendo curiosidad.
—Me supieron engañar —dijo Hagrid—, y yo que pensaba que les
contaba la gran noticia.
El trío dorado sonrió. Y otros cuantos rieron de la actitud de
los chicos.
—Buckbeak.
¡Se escapó! ¡Está libre! ¡Lo estuve celebrando toda la noche!
—¡Eso
es estupendo! —dijo Hermione, dirigiéndole una mirada severa a Ron, que parecía
a punto de reírse.
—Casi arruinas la actuación, Ron —los gemelos Weasley fingieron
regañarlo, del mismo modo en que hablaba su madre.
Esto no le hizo gracia a Molly, la cual frunció el ceño.
—Sí,
no lo atamos bien —explicó Hagrid, contemplando el campo satisfecho—. Esta
mañana estaba preocupado, pensé que podía tropezarse por ahí con el profesor
Lupin. Pero Lupin dice que anoche no comió nada.
A Remus se le pusieron sonrosadas las mejillas.
—Cuanta sutileza de tu parte, Hagrid —ironizó Gideon.
—No me digas que fuiste con Lupin y se lo preguntaste así como
así —cuestionó Fabian.
Ahora quien se sonrojó fue Hagrid.
—Bueno… tenía que cerciorarme —se defendió el guardabosques.
—¿Cómo?
—preguntó Harry.
—Caramba,
¿no lo has oído? —le preguntó Hagrid, borrando la sonrisa. Bajó la voz, aunque
no había nadie cerca—. Snape se lo ha revelado esta mañana a todos los de
Slytherin. Creía que a estas alturas ya lo sabría todo el mundo: el profesor
Lupin es un hombre lobo. Y la noche pasada anduvo suelto por los terrenos del
colegio. En estos momentos está haciendo las maletas, por supuesto.
—¡Eres un maldito, Quejicus! —rugieron James y Sirius, mientras
que Lily lo miraba con decepción.
Snape iba a sonreír por su venganza, pero al notar la mirada de
Lily siguió con su gesto imperturbable.
—Siempre metiendo las narices donde no te importa, Quejicus
—dijo amargamente Sirius—. Eres…
Sirius no pudo seguir con su frase porque Remus lo interrumpió.
—Déjalo, Sirius. No merece la pena, si él es feliz así, pues
simplemente déjalo. Además, no podría ocultar mi condición para siempre.
—Esto no se quedará así —susurró James.
—Todo
es mi culpa —murmuró Hermione mirando sus manos.
—¿Que
está haciendo las maletas? —preguntó Harry alarmado—. ¿Por qué?
—Porque
se marcha —dijo Hagrid, sorprendido de que Harry lo preguntara—. Lo primero que
hizo esta mañana fue presentar la dimisión. Dice que no puede arriesgarse a que
vuelva a suceder.
Es lo correcto, pensaba Remus. No podría
haber estado tranquilo sabiendo que podría haber puesto en peligro a algunos de
mis futuros alumnos o profesores.
Harry
se levantó de un salto.
—Voy
a verlo —dijo a Ron y a Hermione.
—Yo…
creo que voy a ir a la biblioteca —dijo Hermione, y también se levantó de un
salto, sin darle tiempo ni a Harry ni a Ron ni a Hagrid de responder.
—Pero
si ha dimitido…
—No
creo que podamos hacer nada —dijo Ron.
—No
importa. De todas maneras, quiero verlo. Nos veremos aquí mismo más tarde.
—Puedo preguntar ¿por qué querías ir a la biblioteca, castaña? —preguntó
un curioso Sirius a Hermione.
—Eh… pues… —murmuró Hermione con las mejillas sonrojadas—. Dean,
podrías seguir por favor.
El chico asintió, pero le dedico una mirada extraña a su
compañera de casa.
La
puerta del despacho de Lupin estaba abierta. Ya había empaquetado la mayor
parte de sus cosas. Junto al depósito vacío del grindylow,
la maleta vieja y desvencijada se hallaba abierta y casi llena. Lupin se
inclinaba sobre algo que había en la mesa, pero no levantó la vista cuando
tocaron la puerta.
—Pasa,
Hermione, pero te vuelvo a repetir, tú no tienes la culpa de…
—¿Hermione? —repitieron James y Sirius con sorpresa.
—Pero no se supone que ibas a la biblioteca —dijeron los gemelos
Prewett, con una ceja alzada cada uno.
Hermione se sonrojó nuevamente.
—Al parecer Hermione ha vuelto a usar su giratiempo —dijo Frank.
—Querías hablar con mi amigo Lunático antes que Harry —dijo
Sirius a Hermione—. Pero me preguntó qué era eso tan urgente que le querías
decir a Lunático, como para volver a usar tu giratiempo.
Hermione frunció el ceño.
—Pues si está escrito en el libro te enteraras, Sirius, y sino
pues no lo siento mucho —respondió seriamente Hermione.
James rió ante la cara de sorpresa que puso Sirius por la
respuesta de la mejor amiga de su hijo.
Por su parte Remus miraba a Hermione, y se preguntaba sobre que
quería hablar con él.
—¿Hermione?
—preguntó con sorpresa Harry al escuchar el nombre de su amiga.
Lupin
levantó la vista cuando escuchó la voz de Harry.
—Harry
—dijo Lupin sonriendo, evitando responder la pregunta anterior. Señaló el
pergamino sobre el que estaba inclinado. Era el mapa del merodeador.
—Es cierto el mapa —recordó Ted—. Espero y se lo devuelvas —dijo
a Remus.
—Por supuesto, porque sería injusto tener guardado en un cajón
tal joya —agregaron los gemelos Weasley.
—El pobre se sentiría abandonado si no le dan uso —dijo Lee.
Angelina sonrió ante la actitud de los gemelos y Lee.
—Acabo
de estar con Hagrid —dijo Harry—. Me ha dicho que ha presentado usted la
dimisión. No es cierto, ¿verdad?
—Me
temo que sí —contestó Lupin. Comenzó a abrir los cajones de la mesa y a vaciar
el contenido.
—¿Por
qué? —preguntó Harry—. El Ministerio de Magia no lo creerá confabulado con
Sirius, ¿verdad?
Lupin
fue hacia la puerta y la cerró.
—No.
El profesor Dumbledore se las ha arreglado para convencer a Fudge de que
intenté salvaros la vida —suspiró—. Ha sido el colmo para Severus. Creo que ha
sido muy duro para él perder la Orden de Merlín (Pues
se merecía no recibir nada, dijeron James y Sirius al unísono). Así que
él… por casualidad… reveló esta mañana en el desayuno que soy un licántropo.
—¿Casualidad? Eso no es casualidad, eso se llama joder —gruñó
Sirius.
—Por última vez, señor Black, no vuelva a decir ni un solo
improperio —advirtió McGonagall.
—No deberías tener tanta consideración a Quejicus, Lunático
—dijo James con el ceño fruncido—. Pero espero que antes de irte habrás
hechizado al muy maldito, o por lo menos lo habrás golpeado a lo muggle.
Remus negó con la cabeza, ya que hacerle eso que James decía a
Snape sería empeorar las cosas.
—¿Y
se va sólo por eso? —preguntó Harry.
Lupin
sonrió con ironía.
—Mañana
a esta hora empezarán a llegar las lechuzas enviadas por los padres. No
consentirán que un hombre lobo dé clase a sus hijos, Harry (Pues son unos verdaderos idiotas. Tú eres un buen
profesor, Remus, alegaron sus amigos, y los gemelos Weasley y demás chicos a
los cuales había dado clase asintieron). Y después de lo de la última
noche, creo que tienen razón. Pude haber mordido a cualquiera de vosotros… No
debe repetirse.
—¡Es
usted el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido
nunca! —dijo Harry—. ¡No se vaya!
—Deberías hacerle caso a Harry, Lunático —dijo James.
Remus no respondió, él sabía que después de que su secreto se
supiera nadie lo querría como profesor, por muy bueno que fuera.
Por su parte los chicos del futuro asintieron a las palabras de
Sirius, ya que ellos al igual que Harry se habían lamentado cuando se enteraron
de la dimisión de Remus ese año. Para ellos, Remus siempre seria su mejor
profesor de DCAO, y por supuesto el más querido.
Lupin
negó con la cabeza, pero no dijo nada. Siguió vaciando los cajones. Luego,
mientras Harry buscaba un argumento para convencerlo, Lupin añadió:
—Por
lo que el director me ha contado esta mañana, la noche pasada salvaste muchas
vidas, Harry. Si estoy orgulloso de algo es de todo lo que has aprendido (Eres un gran profesor, Remus, dijo Lily. El aludido se
sonrojo). Háblame de tu patronus.
—¿Cómo
lo sabe? —preguntó Harry anonadado.
—Solo tú podías hacer un patronus en ese momento —comentó
Alice—, por no decir que estabas en el momento oportuno.
—¿Qué
otra cosa podía haber puesto en fuga a los dementores?
Harry
contó a Lupin lo que había ocurrido. Al terminar, Lupin volvía a sonreír:
—Sí,
tu padre se transformaba siempre en ciervo —confirmó—. Lo adivinaste. Por eso
lo llamábamos Cornamenta. —Lupin puso los últimos libros en la maleta, cerró
los cajones y se volvió para mirar a Harry—. Toma, la traje la otra noche de la
Casa de los Gritos —dijo, entregándole a Harry la capa invisible—: Y… —titubeó
y a continuación le entregó también el mapa del merodeador—. Ya no soy profesor
tuyo, así que no me siento culpable por devolverte esto. A mí ya no me sirve. Y
me atrevo a creer que tú, Ron y Hermione le encontraréis utilidad.
—Y sí que le dimos utilidad —comentó Ron.
Molly miró a su hijo con el ceño fruncido, preguntándose en que
más problemas se habían metido y si habían resultado heridos.
—Pero no fue tan peligroso —dijo Ginny.
Por su parte Harry recordó que el falso Alastor Moody también
hizo uso de su preciado mapa.
Harry
cogió el mapa y sonrió.
—Usted
me dijo que Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta me habrían tentado para
que saliera del colegio…, que lo habrían encontrado divertido.
—Sí,
lo habríamos hecho —confirmó Lupin, cerrando la maleta—. No dudo que a James le
habría decepcionado que su hijo no hubiera encontrado ninguno de los pasadizos
secretos para salir del castillo.
—Lunático tiene razón —dijo James—. En verdad me hubiera sentido
muy decepcionado si hubieras encontrado nuestros pasadizos secretos.
—James, James —murmuró Lily negando con la cabeza.
Harry sonrió a su padre.
Pasaron
unos segundos en silencio, hasta que Harry se volvió a Lupin y le preguntó:
—Señor,
cuando llegue a su despacho, me confundió con Hermione. ¿Es que ella estuvo
aquí?
Hermione se sonrojo al instante, creyendo que todos sabrían
sobre su conversación con Remus.
Y a decir verdad todos estaban muy interesados por saber que
tanto tenía hablar Hermione con su profesor, y el más interesado era Remus.
—Sí,
ella estuvo aquí, quería hablar conmigo. Oh, pero no debes preocuparte por
nada, Harry. Fue solo una conversación. Una despedida nada más.
Hermione suspiró aliviada, ya que consideraba esa conversación
muy importante, fue una de las principales señales en donde ella se dio cuenta
en que ya no era tan niña, donde ella se daba reconocía que lo que sentía por
Remus era más que admiración y compatibilidad. Sentía amor.
Se había enamorado de Remus Lupin.
Harry
asintió.
Alguien
llamó a la puerta. Harry se guardó rápidamente en el bolsillo el mapa del
merodeador y la capa invisible.
Era
el profesor Dumbledore. No se sorprendió al ver a Harry.
—Tu
coche está en la puerta, Remus —anunció.
—Gracias,
director.
Lupin
cogió su vieja maleta y el depósito vacío del grindylow.
—Bien.
Adiós, Harry —dijo sonriendo—. Ha sido un verdadero placer ser profesor tuyo.
Estoy seguro de que nos volveremos a encontrar en otra ocasión. Señor director;
no hay necesidad de que me acompañe hasta la puerta. Puedo ir solo.
—Insisto en que no deberías de haberte marchado —dijo Sirius.
James asintió.
—Apuesto que el profesor que te reemplace no será nada en
comparación tuya —alegó James muy seguro de sus palabras.
Ahora el que asintió fue Sirius.
—Apropósito, ¿quién fue el profesor de DCAO del siguiente curso?
—preguntó Ted con curiosidad.
—Alastor Moody —respondió Seamus.
El auror estaba sorprendido de que él haya aceptado ser un
profesor de Hogwarts. Y los del pasado también mostraron sorpresa al enterarse de
tal hecho.
—O eso era lo que pensábamos —dijo Ron.
—Explícame eso, muchacho —le exigió el auror a Ron.
—Pues lo que paso fue… —empezó a responder Ron, pero Hermione.
—Creo que lo más justo sería que se enterara luego.
Alastor miró fijamente a Hermione. El auror trataba de intimidar
a la chica para que así termine hablando, pero Hermione no mostro señal de
timidez ante él, parecía muy acostumbrado a su mirada.
El auror gruñó por lo bajo al no conseguir lo que quería.
Harry
tuvo la impresión de que Lupin quería marcharse lo más rápidamente posible.
—Adiós
entonces, Remus —dijo Dumbledore escuetamente. Lupin apartó ligeramente el
depósito del grindylow para
estrecharle la mano a Dumbledore. Luego, con un último movimiento de cabeza
dirigido a Harry y una rápida sonrisa, salió del despacho.
Harry
se sentó en su silla vacía, mirando al suelo con tristeza. Oyó cerrarse la
puerta y levantó la vista. Dumbledore seguía allí.
—¿Por
qué estás tan triste, Harry? —le preguntó en voz baja—. Tendrías que sentirte
muy orgulloso de ti mismo después de lo ocurrido anoche.
—Por supuesto que sí, esa fue una proeza más que impresionante
para un chico de tu edad —dijo James.
—Y ni siquiera nosotros hubiéramos podido hacer algo como eso a
esa edad —agregó Remus.
—Pero nosotros éramos mejores en otras cosas, Lunático —dijo
Sirius sonriendo ladinamente—. Por ejemplo en las bromas, y en salir de los
castigos o de ser pillados en momentos inadecuados.
McGonagall tenía la boca en una línea recta, y miraba a los
merodeadores con seriedad, y por el contrario Dumbledore tenía una sonrisa en
sus labios.
—No
sirvió de nada —repuso Harry con amargura—. Pettigrew se escapó.
—¿Que
no sirvió de nada? —dijo Dumbledore en voz baja—. Sirvió de mucho, Harry.
Ayudaste a descubrir la verdad. Salvaste a un hombre inocente de un destino
terrible.
—Por lo cual estoy muy agradecido, Harry —dijo Sirius—. Y
también contigo, castaña —le dijo a Hermione.
«Terrible.»
Harry recordó algo. «Más grande y más terrible que nunca.» ¡La predicción de la
profesora Trelawney!
—Profesor
Dumbledore: ayer; en mi examen de Adivinación, la profesora Trelawney se puso
muy rara.
—¿De
verdad? —preguntó Dumbledore—. ¿Quieres decir más rara de lo habitual?
Muchos rieron por el comentario del profesor Dumbledore.
Parvati era la única que no reía, ella no creía justo que el
director ofendiera así a una profesora tan acertada, según creía ella.
—Sí…
Habló con una voz profunda, poniendo los ojos en blanco. Y dijo que el vasallo
de Voldemort partiría para reunirse con su amo antes de la medianoche. Dijo que
el vasallo lo ayudaría a recuperar el poder. —Harry miró a Dumbledore—. Y luego
volvió a la normalidad y no recordaba nada de lo que había dicho. ¿Sería una
auténtica profecía?
Dumbledore
parecía impresionado.
—Pienso
que podría serlo —dijo pensativo—. ¿Quién lo habría pensado? Esto eleva a dos
el total de sus profecías auténticas. Tendría que subirle el sueldo…
Nuevamente se escucharon las risas en la sala. Había veces en
las que Dumbledore era gracioso sin proponérselo. En verdad nunca terminarían
de conocer al viejo director, algunas veces era tan serio, y otras tan
despreocupado y risueño.
—Yo creo que no le deberías tomar tanta importancia a lo que
dijo esa loca profesora, Harry, no creo que haya sido una profecía real —le
aconsejó James.
Parvati frunció el ceño al oír el insulto para su profesora.
Si era una profecía real,
papá, se dijo Harry en su
mente recordando que en su siguiente año, Peter Pettigrew ayudo a «su señor» a
subir al poder.
—Pero…
—Harry lo miró aterrorizado: ¿cómo podía tomárselo Dumbledore con tanta
calma?—, ¡pero yo impedí que Sirius y Lupin mataran a Pettigrew! Esto me
convierte en culpable de un posible regreso de Voldemort.
—¡NO! —dijeron James, Lily, Sirius, Remus, los padres de Ron y
algunos más al unísono.
—Tú no eres culpable de las acciones de los demás, hijo —dijo
Lily maternalmente.
—Eso solo es culpa de Peter
—dijo James, diciendo el nombre de su ex amigo con rencor.
—En
absoluto —respondió Dumbledore tranquilamente—. ¿No te ha enseñado nada tu
experiencia con el giratiempo, Harry? Las consecuencias de nuestras acciones
son siempre tan complicadas, tan diversas, que predecir el futuro es realmente
muy difícil. La profesora Trelawney, Dios la bendiga, es una prueba de ello.
Hiciste algo muy noble al salvarle la vida a Pettigrew.
—Aunque si hubieras dejado a nuestros yo del futuro —dijo
Sirius, señalando a Remus y luego a él—, lastimarlo aunque se un poco, no me
hubiera quejado.
—Opino lo mismo —dijo James.
—¡Pero
si ayuda a Voldemort a recuperar su poder…!
—Pettigrew
te debe la vida. Has enviado a Voldemort un lugarteniente que está en deuda
contigo. Cuando un mago le salva la vida a otro, se crea un vínculo entre ellos
(Es por eso
que Snape le salvo la vida a Harry en su primer curso, pensaba Remus. Porque
aunque Snape no lo quiera reconocer, James le salvo la vida cuando yo casi lo
ataco). Y si no me equivoco, no creo que Voldemort quiera que su
vasallo esté en deuda con Harry Potter.
—Creo que esa podría ser una ventaja más adelante —dijo Frank
pensativamente.
Harry, Ron y Hermione compartieron una mirada.
Por supuesto que fue una ventaja, porque Peter salvo Harry
cuando estaba en las mazmorras de la casa de los Malfoy. Aunque luego para
Peter pago su traición a Voldemort.
—No creo que sea una ventaja —dijo Sirius con amargura—, ese
miserable es solo un inútil.
Nadie comento nada más, así que Dean siguió leyendo.
—No
quiero tener ningún vínculo con Pettigrew —dijo Harry—. Traicionó a mis padres.
—Esto
es lo más profundo e insondable de la magia, Harry. Pero confía en mí. Llegará
el momento en que te alegres de haberle salvado la vida a Pettigrew.
Harry asintió, en ese momento él creyó que nunca llegaría tal
momento en necesitar de la ayuda de Pettigrew. Pero tal y como Dumbledore le
había dicho, el momento llego, y si se alegró de haberle salvado la vida al
hombre que había traicionado a sus padres.
Harry
no podía imaginar cuándo sería. Dumbledore parecía saber lo que pensaba Harry.
—Traté
mucho a tu padre, Harry, tanto en Hogwarts como más tarde —dijo dulcemente—. Él
también habría salvado a Pettigrew, estoy seguro.
—Lo hubiera salvado para que así mis amigos no se conviertan en
asesinos, pero no asegura que yo no lo hubiera matado —dijo James.
Dumbledore lo observó.
—Creo que tampoco usted se hubiera atrevido a asesinar a
Pettigrew, señor Potter —aseguró Dumbledore.
James quiso negar tal afirmación, pero mejor decidió guardar
silencio.
Harry
lo miró. Dumbledore no se reina. Se lo podía decir.
—Anoche…
pensé que era mi padre el que había hecho aparecer mi patronus. Quiero decir…
cuando me vi a mí mismo al otro lado del lago, pensé que lo veía a él.
—Un
error fácil de cometer —dijo Dumbledore—. Supongo que estarás harto de oírlo,
pero te pareces extraordinariamente a James. Menos en los ojos: tienes los de
tu madre.
Harry sonrió.
—Me lo decían tan a menudo que me termine hartando de eso
—confesó Harry.
—Oh, pero deberías estar orgulloso, Harry —dijo James fingiendo
estar ofendido—, heredaste mi porte, y mi rostro conquistador.
Lily frunció el ceño al oír «rostro conquistador», mientras que
Snape murmuraba un «estúpido».
—Y también heredo tu miopía —dijo un sonriente Sirius.
James y Sirius empezaron a decirse de cosas como niños, mientras
que Remus negaba con la cabeza.
—Harry, tu padre es igual a Sirius —dijo Hermione.
Harry se les quedo mirando para luego asentir.
—¡Hey! ¿Por qué me dices tan feo? —se quejó James Potter
infantilmente.
—¡Oye! —ahora se quejó Sirius.
—Creí que eran amigos —contestó la Hermione.
—Sí, pero no somos tan iguales —respondió el pelinegro.
—No les hagas caso —dijo Remus y la castaña se sonrojo al notar
que él la miraba intensamente—, así son ellos.
Luego de la pelea infantil de Sirius y James, Dean continúo
leyendo.
Harry
sacudió la cabeza.
—Fue
una idiotez pensar que era él —murmuró—. Quiero decir… ya sé que está muerto.
—¿Piensas
que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que
los recordamos especialmente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry (De eso no me queda
ninguna duda. Los dos igual de arrogantes, pensaba Snape), y se
manifiesta más claramente cuando lo necesitas. ¿De qué otra forma podrías haber
creado ese patronus tan especial? Cornamenta volvió a galopar anoche. —Harry
tardó un rato en comprender lo que Dumbledore acababa de decirle—. Sirius me
contó anoche cómo se convertían en animagos —añadió Dumbledore sonriendo—. Una
hazaña extraordinaria… y aún más extraordinario fue que yo no me enterara (Bueno, pero ahora ya lo sabe, no debe de quejarse,
profesor, dijo Sirius sonrientemente. Dumbledore también sonrió, pero la
profesora McGonagall lo miraba con seriedad). Y entonces recordé la muy
insólita forma que adoptó tu patronus cuando embistió al señor Malfoy en el
partido contra Ravenclaw. Así que anoche viste realmente a tu padre… Lo encontraste
dentro de ti mismo.
Y
Dumbledore abandonó el despacho dejando a Harry con sus confusos pensamientos.
—En ese momento no lo comprendí —admitió Harry—, pero…
Harry fue interrumpido por los gemelos Prewett.
—Es que para comprender lo que Dumbledore dice, habría que estar
tan loco como él.
—¡Fabian! ¡Gideon! —los regañó Molly—. ¿Cómo se atreven a
faltarle el respeto al director?
Los gemelos Weasley rieron al ver a su madre regañando a sus
tíos, era bueno ver que no solo a ellos los regañaba.
—No importa, Molly, yo lo dije no me importa que me llamen loco
—dijo Dumbledore—. Hay algunas en que verdad creo que estoy loco.
Las risas no se hicieron esperar, sí que tenían a un director
con buen sentido del humor.
Nadie
en Hogwarts conocía la verdad de lo ocurrido la noche en que desaparecieron Buckbeak,
Sirius y Pettigrew, salvo Harry; Ron, Hermione y el profesor Dumbledore. Al
final del curso, Harry oyó muchas teorías acerca de lo que había sucedido, pero
ninguna se acercaba a la verdad.
—¿Pues como crees que podríamos acercarnos a la verdad? —dijo
Seamus.
—Es cierto no teníamos ni idea de que Hermione tenía un
giratiempo —agregó Neville.
—No eres el único, ni siquiera a nosotros, que somos sus amigos
nos contó sobre el giratiempo —dijo Ron, aun sonando ofendido.
Hermione rodó los ojos.
—Ya te dije que no podía decírselo a nadie, se lo prometí a la
profesora McGonagall —aclaró la chica.
Malfoy
estaba furioso por lo de Buckbeak.
Estaba convencido de que Hagrid había hallado la manera de esconder el
hipogrifo, y parecía ofendido porque el guardabosques hubiera sido más listo
que su padre y él (Aunque no fue precisamente
Hagrid quien logró salvar al hipogrifo. No entiendo como es que logran salirse
con la suya, dijo Draco pensativamente. Pero por su parte Lucius frunció el
ceño, estaba ofendido de que su hijo haya creído que el semi-gigante sea más
inteligente que él, y también estaba ofendido de que su único hijo hablara con
traidores a la sangre y con sangre sucias). Percy Weasley, mientras
tanto, tenía mucho que decir sobre la huida de Sirius.
—¡Si
logro entrar en el Ministerio, tendré muchas propuestas para hacer cumplir la
ley mágica! —dijo a la única persona que lo escuchaba, su novia Penelope.
Los gemelos Weasley pusieron cara de terror.
—Pobre chica —comentó Fred—, no solo tuvo que pasar petrificada
el curso anterior, sino también tenía que escucharte.
—Es por eso que te dejo, ¿verdad? —continuó George.
Percy frunció el ceño.
—Penelope no me dejo —prácticamente grito Percy—. Ambos
decidimos terminar por mutuo acuerdo. Ella tenía planes y yo también.
—Claro —murmuraron los gemelos Weasley, no creyendo ni una
palabra a su hermano mayor.
Aunque
el tiempo era perfecto, aunque el ambiente era tan alegre, aunque sabía que
había logrado casi lo imposible al liberar a Sirius, Harry nunca había estado
tan triste al final de un curso.
Ciertamente,
no era el único al que le apenaba la partida del profesor Lupin (Claro que no, yo
lo lamente aún más, descubrir mis verdaderos sentimientos por él y pensar que
quizás no lo volvería a ver, me destrozaba, pensaba Hermione). Todo
el grupo que acudía con Harry a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras
lamentaba su dimisión.
—Me hubiera gustado que se quedara en Hogwarts para que nos
siguiera dando clases —dijo Luna.
—Sí, y ni siquiera nos hubiera importado que sea un licántropo
—dijo Seamus.
—Sí, además, eso solo es un pequeño detalle, lo más importante
era lo buen profesor que era —dijo Terry.
—Y lo más genial de todo es que seriamos los únicos estudiantes
al que se nos permitía tener un profesor hombre lobo… —dijo Fred.
—… y que aparte era un merodeador —siguió George—. Eso sí es
verdaderamente genial. Debiste quedarte, Remus.
Hermione abrió la boca para hablar, pero la cerró al instante
porque lo que iba a decir la podría poner en evidencia sobre sus sentimientos
por Remus.
Por su parte Remus se sentía sorprendido por todo lo que sus
futuros alumnos, porque aun y después de enterarse de su condición de hombre
lobo no lo rechazaban, si hasta se atrevían a decir que era «genial», y eso lo
hacía sentir bien, más que bien, lo hacía sentir querido.
Él solo les sonrió a sus futuros alumnos.
—Me
pregunto a quién nos pondrán el próximo curso —dijo Seamus Finnigan con
melancolía.
—Tal
vez a un vampiro —sugirió Dean Thomas con ilusión.
—¿Un vampiro? —dijeron algunos mirando fijamente al chico que
leía.
—¿Qué? —dijo Dean—, solo era un comentario.
—Pues si querías un vampiro como profesor, tal vez Sanguini
hubiera accedido a darte clases —dijo Luna pensativamente.
—¿Quién es Sanguini? —preguntó James.
—Es un mago vampiro —respondió Hermione—. Amigo del profesor
Slughorn.
Esto no suspendió, ya que conocían que al profesor tenían muchas
amistades famosas, y tener como amigo a un vampiro no sería extraño Slughorn.
—¿Tú lo conoces? —preguntó Sirius a la castaña.
—Eh, si, y Harry también lo conoce, pero no deben preocuparse, Sanguini
no es violento —dijo Hermione.
Y antes de que hubieran más preguntas al respecto, la profesora
McGonagall le indico a Dean que continuara leyendo.
Lo
que le pesaba a Harry no era sólo la partida de Lupin. No podía dejar de pensar
en la predicción de la profesora Trelawney. Se preguntaba continuamente dónde
estaría Pettigrew, si estaría escondido o si habría llegado ya junto a
Voldemort (Pues más le valdría a esa rata roñosa
ser encontrado por su señor antes de que yo lo encuentre a él, dijo Sirius
seriamente). Pero lo que más lo deprimía era la perspectiva de volver
con los Dursley (Es cierto. Lamento mucho no
haberte podido salvar de tus odiosos tíos, Harry, dijo Sirius lamentándose por
no haber podido cumplir con su palabra. Harry le contestó que lo importante era
la intención que había tenido con él, y que no era su culpa). Durante
media hora, una gloriosa media hora, había creído que viviría en adelante con
Sirius, el mejor amigo de sus padres. Era lo mejor que podía imaginar,
exceptuando la posibilidad de tener allí otra vez a su padre. Y aunque era una
buena noticia no tener noticias de Sirius, porque significaba que no lo habían
encontrado, Harry no podía dejar de entristecerse al pensar en el hogar que
habría podido tener y en el hecho de que lo había perdido.
—Lo lamento —volvió a disculparse Sirius.
—Lo importante es que hayas podido escapar —aseguró Harry—, lo
demás podría esperar. Y soportar unos cuantos años más a los Dursley no era
mucho, solo tenía que ignorarlos.
Los
resultados de los exámenes salieron el último día del curso. Harry, Ron y
Hermione habían aprobado todas las asignaturas. Harry estaba asombrado de que
le hubieran aprobado Pociones. Sospechaba que Dumbledore había intervenido para
impedir que Snape lo suspendiera injustamente (Como
debe de ser, no es bueno mezclar los asuntos personales con los académicos, eso
no ético, dijo McGonagall mirando seriamente a Snape). El comportamiento
de Snape con Harry durante toda la última semana había sido alarmante. Harry
nunca habría creído que la manía que le tenía Snape pudiera aumentar; pero así
fue. A Snape se le movía un músculo en la comisura de la boca cada vez que veía
a Harry, y se le crispaban los dedos como si deseara cerrarlos alrededor del
cuello de Harry.
—¿Cómo? —exclamó Lily dejando salir en una sola palabra su
carácter fuerte.
La voz de Lily impidió que James y Sirius volvieran a insultar a
Snape, porque sabían que con las palabras de Lily podría lastimarlo más
profundamente.
Lily buscó con la mirada los ojos oscuros de su antiguo amigo,
pero este no la miraba, tenía la vista fija en la mesa, ya que él no tenía
valor para soportar la mirada amarga de Lily Evans, le dolería mucho. Así que
actuó cobardemente, siempre actuaba así cuando se trataba de ella.
Percy
obtuvo las más altas calificaciones en ÉXTASIS (Molly
y Arthur se sintieron orgullosos de su hijo. Pero este ni siquiera sonrió, aun
le remordía la consciencia haberse comportado como un idiota con su familia).
Fred y George consiguieron varios TIMOS cada uno (Molly
pensó que debería estar más atenta a esos chicos, pero sería difícil cuando
estaban en Hogwarts). Mientras tanto, la casa de Gryffindor; en gran
medida gracias a su espectacular actuación en la copa de quidditch, había
ganado la Copa de las Casas por tercer año consecutivo (¡Eso
es genial!, exclamaron los orgullosos merodeadores). Por eso la fiesta
de final de curso tuvo lugar en medio de ornamentos rojos y dorados, y la mesa
de Gryffindor fue la más ruidosa de todas, ya que todo el mundo lo estaba
celebrando. Incluso Harry, comiendo, bebiendo, hablando y riendo con sus
compañeros, consiguió olvidar que al día siguiente volvería a casa de los
Dursley.
—Pero solo sería por poco tiempo —dijo Ron—, porque después nos
iríamos a los Mundiales.
—¿Los Mundiales de quidditch? —preguntaron James y Sirius con
emoción?
—Eso es obvio, pero por favor no empiecen a hablar de quidditch
—les advirtió Andrómeda.
Los chicos hicieron gestos de molestia, lo causo la risa de
algunos.
***
Cuando
a la mañana siguiente el expreso de Hogwarts salió de la estación, Hermione dio
a Ron y a Harry una sorprendente noticia:
—Esta
mañana, antes del desayuno, he ido a ver a la profesora McGonagall. He decidido
dejar los Estudios Muggles.
—¿Por qué dejaste esa clases? —preguntó Frank—, ¿acaso te
termino aburriendo?
—No es eso —respondió Hermione—, es solo que estaba estresada
con tantos cursos.
—Era de esperarse —dijo Padma Patil.
—¡Pero
aprobaste el examen con el 320 por ciento de eficacia!
—Es hija de muggles, es obvio que sería buena en ese curso —dijo
Pansy con tono aburrido.
—Lo
sé —suspiró Hermione—. Pero no puedo soportar otro año como éste. El giratiempo
me estaba volviendo loca. Lo he devuelto. Sin los Estudios Muggles y sin
Adivinación, volveré a tener un horario normal.
—¿Devolviste el giratiempo? ¿Pero por qué? —preguntó James.
—Podrías haber hecho muchas cosas con el —aseguró Sirius—. Sería
perfecto para molestar a los Slytherin sin que ellos se den cuenta.
—O hacerle la vida miserable a Quejicus —agregó James.
—Silencio —demandó la profesora McGonagall, ya perdiendo la
paciencia con los merodeadores.
—Tranquila, Minnie. Ya nos callamos —dijeron los dos
merodeadores a la vez.
La profesora tuvo que contenerse para no volver a alzar la voz.
—Todavía
no puedo creer que no nos dijeras nada —dijo Ron resentido—. Se supone que
somos tus amigos.
—Prometí
que no se lo contaría a nadie —dijo gravemente. Se volvió para observar a
Harry, que veía cómo desaparecía Hogwarts detrás de una montaña. Pasarían dos
meses enteros antes de volverlo a ver—. Alégrate, Harry —dijo Hermione con
tristeza.
—Estoy
bien —repuso Harry de inmediato—. Pensaba en las vacaciones.
—Sí,
yo también he estado pensando en ellas —dijo Ron—. Harry, tienes que venir a
pasar unos días con nosotros. Lo comentaré con mis padres y te llamaré. Ya sé
cómo utilizar el felétono.
—¿Felétono? —repitió Lily—, no será teléfono.
—Sí, creo que así se dice —dijo pensativamente Ron.
—El
teléfono, Ron —le corrigió Hermione—. La verdad, deberías coger Estudios
Muggles el próximo curso…
—Sí, y tal vez puede cambiarlo con adivinación —dijo Fred.
—Después de todo nunca hace nada en ese curso —aseguró George—,
solo inventarse desgracias.
—Harry también hacia lo mismo —acusó Ron, tratando de que sus
hermanos dejen de molestarlo.
—Pero están hablando de ti, no de mí —se quejó Harry.
Hermione observaba a sus amigos, y luego observó a James y
Sirius, y luego a James y Sirius y a sus amigos.
Son iguales, pensaba Hermione. No hay
duda, cuando quieren comportarse infantilmente, simplemente les sale natural.
Ron
no le hizo caso.
—¡Este
verano son los Mundiales de quidditch! ¿Qué dices a eso, Harry? Ven y quédate
con nosotros. Iremos a verlos. Mi padre normalmente consigue entradas en el trabajo.
La
proposición alegró mucho a Harry.
—Sí…
Apuesto a que los Dursley estarán encantados de dejarme ir… Especialmente
después de lo que le hice a tía Marge…
—Fue genial lo que le hiciste a esa mujer odiosa —aseguró
Sirius—. Tal vez yo le podría hacer lo mismo a mi madre —agregó.
—Oh, eso sería interesante ver. Walburga es tan irritante, pega
unos gritos de muerte —dijo Ron recordando los insultas por tan amorosa mujer.
—¿Tú como sabes eso? —preguntó Sirius—. ¿Acaso tienes la
desgracia de conocerla?
—Solo en su retrato —respondió Ron.
—¿Su retrato? —volvió a preguntar Sirius.
—Creo que eso lo hablaremos luego —dijo Hermione deteniendo esa
larga charla.
Mucho
más contento, Harry jugó con Ron y Hermione varias manos de snap
explosivo,
y cuando llegó la bruja con el carrito del té, compró un montón de cosas de
comer; aunque nada que contuviera chocolate.
—Hermione
—dijo Harry—. ¿Usaste el giratiempo para poder hablar con el profesor Lupin
antes de que se vaya? —le preguntó.
Hermione
se sorprendió por la pregunta y luego un sonrojo encendió las mejillas de la
chica.
—Eh,
sí. Solo quería despedirme del profesor Lupin —y dando esta escueta respuesta,
Hermione siguió jugando al snap explosivo.
La Hermione de la sala también se
sonrojo.
Ella todavía podía recordar cada una de
sus palabras muy vívidamente.
Hermione le dio una vuelta a su giratiempo,
todo paso muy rápido, ella ya estaba acostumbrada a esa sensación. Se acomodó la
túnica y sin que nadie la vea se dirigió al despacho del profesor Lupin.
Toco la puerta tres veces, con cierto
nerviosismo. Se escucharon unos pasos y segundos después un cansado profesor Lupin
abrió la puerta.
—Hermione —dijo el profesor, mirando detenidamente
a la niña.
—¿Puedo pasar? —preguntó Hermione.
—Claro, adelante —dijo Lupin.
Hermione paso al despacho y lo
primero que vio fue la maleta del profesor sobre la mesa, y algunos cajones de
su escritorio abiertos.
A ella se le formó un nudo en la
garganta.
—Lo siento mucho, profesor —dijo
Hermione mirando sus pies.
—¿Lo sientes? ¿Por qué te disculpas,
Hermione? —preguntó Lupin, sin comprender.
Hermione levanto la cabeza, con los
ojos empañados en lágrimas.
—Todo esto es mi culpa —hablo
entrecortadamente—, se va a ir por mi culpa. Nunca debí haber dicho su secreto,
soy una tonta…
Lupin se acercó a su alumna.
—Tú no tienes la culpa de nada,
Hermione —dijo el profesor Lupin, sonriendo ligeramente—. Tarde o temprano pasaría
esto, no podía quedarme aquí para siempre.
—Pero…
—Y además, fue Severus el que le dijo
a todos que yo era un hombre lobo, no tú.
Hermione frunció el ceño.
—El profesor Snape nunca debió haber
hecho eso, no es justo. No está bien desquitarse —dijo Hermione apretando los puños.
—Él siempre ha sido así, y dudo que
cambie.
Hermione hipo.
—Lo voy a extrañar mucho —dijo una
sonrojada Hermione—, y sus clases.
Remus sonrió tiernamente.
—Eres muy amable, Hermione, yo también
voy a extrañar dar clases y también a todos ustedes.
—En verdad lo siento tanto, profesor
—dijo Hermione y en un impulso se abalanzo sobre él y lo abrazo, pasando sus
delgados brazos por la cintura de Lupin. Este hizo un gesto de dolor.
Hermione se separó del profesor y se
dio cuenta de que lo había lastimado.
—Lo siento, ¿lo lastime? Que tonta
soy.
—No te preocupes, suelo quedar adolorido
después de la luna llena.
Esto hizo que Hermione se sintiera
peor.
Lupin caminó y se sentó en una silla,
recargando su espalda.
Ambos guardaron silencio por varios
minutos. Y Hermione se sentía una tonta.
—No debes preocuparte por mí,
Hermione —dijo Lupin al ver la cara llena de preocupación de su alumna, o ex
alumna.
—Espero volverlo a ver alguna vez,
profesor —dijo Hermione, y lentamente se acercó al profesor que había despertado
tantas cosas en ella. Y con las mejillas sonrojadas, y sin pensarlo mucho se inclinó
y beso tiernamente la mejilla de Lupin—. Adiós, cuídese mucho.
Luego de eso Hermione salió del
despacho de Lupin.
Remus Lupin se llevó una mano a la
mejilla en la cual Hermione había depositado un inocente beso. Le sorprendió su
acción, pero no tanto como la primera vez que lo hizo.
—¿Te encuentras bien, Hermione? —le
preguntó Harry, sacándola de sus recuerdos—. ¿Te duele algo?
Hermione parpadeó y luego se encontró
con los esmeraldas orbes de su amigo, el cual la miraba con preocupación.
—No, no es nada, solo me quede
pensando —respondió la castaña.
Harry asintió, pero aun la miraba de
reojo.
Pero
fue a media tarde cuando apareció lo que lo puso de verdad contento…
—Harry
—dijo Hermione de repente, mirando por encima del hombro de él—, ¿qué es eso de
ahí fuera?
—¿Y ahora que sucede? —preguntó Lily.
—Oh, no es nada malo —respondió Ron, sonriendo ligeramente.
Harry
se volvió a mirar. Algo muy pequeño y gris aparecía y desaparecía al otro lado
del cristal. Se levantó para ver mejor y distinguió una pequeña lechuza que
llevaba una carta demasiado grande para ella (Es
pequeña, pero eficaz, defendió Ron). La lechuza era tan pequeña que iba
por el aire dando tumbos a causa del viento que levantaba el tren. Harry bajó
la ventanilla rápidamente, alargó el brazo y la cogió. Parecía una snitch
cubierta de plumas. La introdujo en el vagón con mucho cuidado. La lechuza dejó
caer la carta sobre el asiento de Harry y comenzó a zumbar por el
compartimento, contenta de haber cumplido su misión (Parece
ser un animal muy tierno, comentó Alice). Hedwig
dio un picotazo al aire con digna actitud de censura. Crookshanks
se incorporó en el asiento, persiguiendo con sus grandes
ojos amarillos a la lechuza. Al notarlo, Ron la cogió para protegerla.
—¿Qué? —dijo un indignado Ron—. Podría comérsela.
—Pero no lo hizo —recalcó Hermione, como siempre defendiendo a
su querido gato.
Harry
recogió la carta. Iba dirigida a él. La abrió y gritó:
—¡Es
de Sirius!
Esto sorprendió a muchos, ya que veían ese acto muy arriesgado,
porque si alguien que no fuera Harry hubiera cogido la carta, se hubiera metido
en serios problemas.
—Creo que enviarle una carta a Harry es arriesgado —dijo Lily,
preocupada por el padrino de su hijo.
—¿Qué?
—exclamaron Ron y Hermione, emocionados—. ¡Léela en voz alta!
Querido
Harry:
Espero que recibas esta carta antes de llegar a casa
de tus tíos. No sé si ellos están habituados al correo por lechuza.
Odian todo lo que tenga que ver con
magia, pensaba Harry.
Buckbeak y yo estamos escondidos. No te
diré dónde por si ésta cae en malas manos. Tengo dudas acerca de la fiabilidad
de la lechuza, pero es la mejor que pude hallar, y parecía deseosa de acometer
esta misión.
Creo que los dementores siguen buscándome, pero no
podrán encontrarme. Estoy pensando en dejarme ver por algún muggle a mucha
distancia de Hogwarts, para que relajen la vigilancia en el castillo.
Hay algo que no llegué a contarte durante nuestro
breve encuentro: fui yo quien te envió la Saeta de Fuego.
—Soy un padrino genial, ¿no lo creen? —dijo Sirius, a lo que
muchos sonrieron y otros negaron con la cabeza.
—Por supuesto, Sirius, por supuesto. Y siempre tan arrogante
—dijo Andrómeda.
—Pues tú también tienes parte de esa arrogancia Black, corre por
tu venas —dijo Sirius, a lo que la aludida lo ignoró.
—¡Ja!
—exclamó Hermione, triunfante—. ¿Lo veis? ¡Os dije que era de él!
—Sí,
pero él no la había gafado, ¿verdad? —observó Ron—. ¡Ay!
La
pequeña lechuza, que daba grititos de alegría en su mano, le había picado en un
dedo de manera al parecer afectuosa.
—Es bastante inquieta —dijo Ron—, y me ha picado muchas veces.
—Pero es hermosa —dijo Luna.
Crookshanks llevó el envío a la oficina de correos. Utilicé
tu nombre, pero les dije
que cogieran el oro de la cámara de Gringotts número 711, la mía. Por
favor, considéralo como el regalo que mereces que te
haga tu padrino por cumplir
trece años.
—Vaya, ese
gato no deja de sorprenderme —comentó Ted—. Confía demasiado en ti —le dijo a
Sirius.
—Sí, Crookshanks
es muy amigo de Sirius —dijo Ginny—. Aunque parezca extraño, es verdad, un
gato amigo de un perro —dijo haciendo alusión al animal que se convertía.
Esto le
causo mucha gracia no solo a los merodeadores, sino también al resto.
—Y no solo
de un perro, sino también de un lobo —comentó Luna.
Remus entendió
perfectamente las palabras de Luna, y él también lo había comprobado, ya que al
parecer el gato no le temía por su condición, es más hasta en una oportunidad
estuvo durmiendo en su regazo.
También me gustaría disculparme por el susto que creo
que te di aquella noche
del año pasado cuando abandonaste la casa de tu tío. Sólo quería verte
antes de comenzar mi viaje hacia el norte. Pero creo
que te alarmaste al verme.
Te envío en la carta algo que espero que te haga
disfrutar más el próximo
curso en Hogwarts.
Si alguna vez me necesitas, comunícamelo. Tu lechuza
me encontrará.
Volveré a escribirte pronto.
Sirius
—Eso es muy amable de tu parte, Sirius —le dijo Lily—, aunque te
podías meter en problemas aun le dices a Harry que te escriba si te necesita. Te
lo agradezco.
—Oh, vamos, pelirroja, no te pongas sentimental —dijo en son de
broma Sirius.
Lily lo observó, en verdad estaba agradecida con Sirius, y
aunque muchas veces actué antes de pensar, nadie puede recriminarle que no sea
un buen padrino.
Harry
miró impaciente dentro del sobre. Había otro pergamino. Lo leyó rápidamente, y
se sintió tan contento y reconfortado como si se hubiera tomado de un trago una
botella de cerveza de mantequilla.
Yo,
Sirius Black, padrino de Harry Potter, autorizo por la presente a mi
ahijado a visitar Hogsmeade los fines de semana.
—¿Qué? ¿Es posible hacer eso? —preguntó Frank.
—Es su padrino y también su tutor, así que si es posible —dijo
Andrómeda.
—Y sobre todo, para Dumbledore será valido —dijo James.
—Esto
le bastará a Dumbledore —dijo Harry contento. Volvió a mirar la carta de
Sirius—. ¡Un momento! ¡Hay una posdata…!
He
pensado que a tu amigo Ron tal vez le guste esta lechuza, ya que por mi culpa
se ha quedado sin rata.
—Vaya, insisto, no solo soy un buen padrino, también soy un
encanto de persona —dijo arrogantemente Sirius.
Todos rieron por la arrogancia innata de Sirius.
Solo Snape lo quería matar.
¿Buena persona? Eres un estúpido,
eso es lo que eres, pensaba Snape con
amargura.
Ron
abrió los ojos de par en par. La pequeña lechuza seguía gimiendo de emoción.
—¿Quedármela?
—preguntó dubitativo. La miró muy de cerca durante un momento, y luego, para
sorpresa de Harry y Hermione, se la acercó a Crookshanks
para que la olfatease.
—¿Qué
te parece? —preguntó Ron al gato—. ¿Es una lechuza de verdad?
Crookshanks
ronroneó.
—Es
suficiente —dijo Ron contento—. Me la quedo.
—Que paranoico eres, Ron —dijeron los gemelos Weasley.
—¿Qué? Tenía que asegurarme, no vaya ser otra animago queriéndose
esconder de sus crímenes —se defendió Ron.
—Eso es verdad, es mejor cerciorarse —dijo Luna, apoyando a su
novio.
—Tú eres la única que me comprendes —dijo Ron a Luna, aun sintiéndose
ofendido con sus hermanos.
Harry
leyó y releyó la carta de Sirius durante todo el trayecto hasta la estación de
King’s Cross. Todavía la apretaba en la mano cuando él, Ron y Hermione
atravesaron la barrera del andén nueve y tres cuartos. Harry localizó enseguida
a tío Vernon. Estaba de pie, a buena distancia de los padres de Ron, mirándolo
con recelo. Y cuando la señora Weasley abrazó a Harry, confirmó sus peores
suposiciones sobre ellos.
Molly frunció el ceño. No le agradaba nada ese hombre, y mucho
menos que Harry tuviera que vivir con él.
—¡Te
llamaré por los Mundiales! —gritó Ron a Harry, al despedirse de ellos.
Luego
volvió hacia tío Vernon el carrito en que llevaba el baúl y la jaula de Hedwig.
Su tío lo saludó de la manera habitual.
—¿Qué
es eso? —gruñó, mirando el sobre que Harry apretaba en la mano—. Si es otro
impreso para que lo firme, ya tienes otra…
—Eso no será necesario —dijeron los merodeadores.
—Ya lo firme yo, morsa odiosa —agregó Sirius con molestia.
—No
lo es —dijo Harry con alegría—. Es una carta de mi padrino.
—¿Padrino?
—farfulló tío Vernon—. Tú no tienes padrino.
—Sí
lo tengo —dijo Harry de inmediato—. Era el mejor amigo de mis padres. Está
condenado por asesinato, pero se ha escapado de la prisión de los brujos y
ahora se halla escondido. Sin embargo, le gusta mantener el contacto conmigo…
Estar al corriente de mis cosas… Comprobar que soy feliz…
Varios soltaron risas al escuchar la respuesta de Harry, no podían
creer que él fuera capaz.
Los Slytherin no reían, porque estaban sorprendidos, esa
respuesta insinuante era tan Slytherin, que se preguntaron qué hubiera pasado
de Harry Potter si hubiera aceptado estar en la casa de las serpientes. Probablemente
hubiera podido pulir más ese carácter.
—Una respuesta muy merodeadora —alabó James.
—Por supuesto que es una respuesta merodeadora, Cornamenta —dijo
Sirius. Si Harry es el descendiente de un merodeador, ¿qué esperabas?
—Tienes razón, Canuto —dijo Potter.
Y
sonriendo ampliamente al ver la expresión de terror que se había dibujado en el
rostro de tío Vernon, Harry se dirigió a la salida de la estación, con Hedwig
dando picotazos delante de él, para pasar un verano que
probablemente sería mucho mejor que el anterior.
—Fin del libro —dijo Dean.
—Bueno, por lo menos sirvió de algo el que me sigan creyendo
culpable —dijo Sirius—. Es más Harry, deberías llamarme para darles una visita.
Harry sonrió.
—Tío Vernon se podría morir de un ataque —dijo Harry.
—Buena idea, tienes que ir a la casa de los Dursley, Canuto
—dijo James.
El ambiente en la Sala de los Menesteres estaba mucho mejor,
todos estaban felices de que las cosas hubieran terminado bien, claro,
exceptuando la dimisión de Remus, lo cual lo veían muy injusto.
—Bien, creo que ya es hora de cenar —anunció Dumbledore.
Y como si lo hubieran llamado, Kreacher apareció al instante, e inmediatamente
las mesas se llenaron de comida.
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Bueno como les dije anteriormente, habrá partes en donde les tengo que cambiar para dar forma a la historia, y como verán en este capítulo he cambiado algunas cosas.
LES DESEO UN