domingo, 31 de julio de 2016

Tercer Libro: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban - Capítulo 18: Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta






—Bien. Muchas gracias por leer, señorita Greengrass —dijo Dumbledore.
—Si me permites, Dumbledore, me gustaría leer el siguiente capítulo —dijo Andrómeda Tonks notando aun tensos a los merodeadores y Lily, pero sobre todo de los primeros tres.
El director asintió, y el libro levito hasta las manos de la señora Tonks, la cual leyó.
“Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta”.
—Ese maldito traidor no merece ser mencionado junto con nosotros —gruñó Sirius.
—Y mucho menos merece ser un merodeador —agregó James.
—Deberíamos borrarlo del mapa —opinó Remus.
—Tienes razón, Lunático —dijeron los dos animagos.
Luego de ese intercambio de palabras —el cual nadie detuvo porque querían que los chicos se desahogaran—, Andrómeda empezó a leer.
Era tan absurdo que les costó un rato comprender lo que había dicho. Luego, Ron dijo lo mismo que Harry pensaba:
—Están ustedes locos.
—¡Absurdo! —dijo Hermione con voz débil.
—¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató hace doce años!
—El muy maldito solo fingió su muerte —dijo Ron.
—Y luego de oculto en nuestra casa —agregaron los gemelos Weasley, recordando con asco la convivencia con dicho mago.
Por cada palabra de los Weasley, Sirius apretaba los puños por debajo de la mesa, no veía el momento de salir de esa sala y acabar con Peter.
Traidor de mierda. Vendido, pensaba Sirius.
Señaló a Black, cuya cara sufría en ese momento un movimiento espasmódico.
—Tal fue mi intención —explicó, enseñando los dientes amarillos—, pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo es posible que una alimaña como esa me venciera?! —exclamó Sirius completamente enfurecido.
—No te encontrabas en tu mejor momento —dijo Ginny.
—Maldita sea, y ahora también tengo que vivir con la humillación de que esa rata me venciera —gruñó el animago.
—Nuestra venganza vendrá pronto, Sirius —dijo James de la manera más calmada posible. Y eso era raro en él, lo que significaba que nada bueno le ocurriría a Peter cuando lo tuviera frente a frente.
Y dejó en el suelo a Crookshanks antes de abalanzarse sobre Scabbers; Ron gritó de dolor cuando Black cayó sobre su pierna rota.
—¡Sirius, NO! —gritó Lupin, corriendo hacia ellos y separando a Black de Ron—. ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselo!
—Lupin tiene razón —graznó Moody—, pero siempre hay que estar en alerta permanente, y tener acorralado al enemigo es una buena táctica.
Enemigo, repitió James en su mente. De un momento para otro Peter se convirtió en nuestro enemigo.
—Podemos explicarlo después —gruñó Black, intentando desprenderse de Lupin y dando un zarpazo al aire para atrapar a Scabbers, que gritaba como un cochinillo y arañaba a Ron en la cara y en el cuello, tratando de escapar.
—¡Tienen derecho… a saberlo… todo! —jadeó Lupin sujetando a Black—. ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! ¡Y Harry…! ¡Tienes que explicarle la verdad a Harry, Sirius!
—Me da nauseas al recordar que tuve como mascota y hasta le permitir dormir en mi cama a ese traidor —susurró Ron.
Black dejó de forcejear; aunque mantuvo los hundidos ojos fijos en Scabbers, a la que Ron protegía con sus manos arañadas, mordidas y manchadas de sangre.
—De acuerdo, pues —dijo Black, sin apartar la mirada de la rata—. Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado…
McGonagall observó a su alumno con lastima, ya que a pesar de que Sirius era infantil, impulsivo y con un sentido del humor incorregible, y pensar en el futuro desastroso que le espera —y que todos iban a cambiar a como dé lugar— simplemente la hacía sentirse mal, y no solo por eso, sino porque tuvo que sufrir la traición de uno de sus amigos, la muerte de dos, separarse del otro amigo e ir a prisión por doce años siendo inocente. Y no lo justificaba su forma de pensar del Sirius del futuro, pero reconocía que el dolor volvía ciegas a las personas y las hacia hacer cosas sin pensar.
—Están locos los dos —dijo Ron con voz trémula, mirando a Harry y a Hermione, en busca de apoyo—. Ya he tenido bastante. Me marcho.
—No creo que pudieras llegar tan lejos, pequeño Ronnie —dijo Fred.
—Sí, es que acaso no recordabas tu pierna rota —siguió George.
Ron no contestó nada a sus hermanos porque sabían que tenían razón, pero tampoco les diría eso porque si no, ellos no le dejaría en paz.
Intentó incorporarse sobre su pierna sana, pero Lupin volvió a levantar la varita apuntando a Scabbers.
—Me vas a escuchar hasta el final, Ron —dijo en voz baja—. Pero sujeta bien a Peter mientras escuchas.
—¡NO ES PETER, ES SCABBERS! —gritó Ron, obligando a la rata a meterse en su bolsillo delantero, aunque se resistía demasiado (Es obvio que quiere escapar a toda costa, comentó Susan. A lo que Dean dijo: Sí, pero no le veo escapatoria, está acorralado). Ron perdió el equilibrio. Harry lo cogió y lo tendió en la cama. Sin hacer caso de Black, Harry se volvió hacia Lupin.
—Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo—. Toda una calle llena de testigos.
—Buen punto —dijo Gideon.
—Pero me preguntó cómo lo logro —agregó Fabian.
—¡No vieron, creyeron ver! —respondió Black con furia, vigilando a Scabbers, que se debatía en las manos de Ron.
—Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter —confirmó Lupin—. Yo mismo lo creía hasta que he visto el mapa esta noche. Porque el mapa del merodeador nunca miente… Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos, Harry.
—Aunque para estar completamente seguros de que Scabbers es en realidad Peter se tendría que haber la prueba del animago —dijo Frank—. Eso lo leí en un libro, podría funcionar —agregó.
Harry bajó la mirada hacia Ron, y al encontrarse sus ojos, se entendieron sin palabras: indudablemente, Black y Lupin estaban locos (Sirius miró ofendido a su futuro ahijado, mientras que Remus comprendía la actitud de los chicos). Nada de lo que decían tenía sentido. ¿Cómo iba Scabbers a ser Peter Pettigrew? Azkaban debía de haber trastornado a Black, después de todo. Pero ¿por qué Lupin le seguía la corriente?
—Por algo su apodo es Lunático —comentó James luego de estar en silencio por unos minutos—. Pero no creo que él pierda la cordura ante semejante situación.
—Eso es cierto, Cornamenta —afirmó Sirius.
Entonces habló Hermione, con una voz temblorosa que pretendía parecer calmada, como si quisiera que el profesor Lupin recobrara la sensatez.
—Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Pettigrew… Sencillamente es imposible, usted lo sabe.
—Yo creo que es porque lo sabe que lo dice —dijo Harry.
Hermione se sonrojó y asintió a lo que dijo su amigo. Quería levantar la mirada para mirar a Remus, pero aún se sentía muy avergonzada porque por ella fue que supieron el secreto de su esposo, y aunque al final todos sabían lo que él era y lo aceptaban, no dejaba de sentirse mal por él.
Él dijo que no era mi culpa, pero aun así yo creo que está enojado conmigo, y con razón, pesaba Hermione.
—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Lupin tranquilamente, como si estuvieran en clase y Hermione se limitara a plantear un problema en un experimento con grindylows.
—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.
James, Sirius y Remus sonrieron.
—Se nota que no nos conocías bien —dijo Sirius—, y no sé si sentirme ofendido o no.
—Aunque me imagino que en registro no encontrarte el nombre de Canuto o el mío, ¿verdad? —preguntó James a Hermione, a lo que esta negó con la cabeza.
Iba a asombrarse Harry de la escrupulosidad con que Hermione hacía los deberes cuando Lupin se echó a reír.
—¡Bien otra vez, Hermione! —dijo—. Pero el Ministerio ignora la existencia de otros tres animagos en Hogwarts.
James y Sirius miraron a la profesora McGonagall porque con eso último los animagos creyeron que serían regañados, pero para sorpresa de ellos la profesora ni siquiera tenía el ceño fruncido.
—Si se lo vas a contar; date prisa, Remus —gruñó Black, que seguía vigilando cada uno de los frenéticos movimientos de Scabbers—. He esperado doce años. No voy a esperar más.
—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius —dijo Lupin—. Yo sólo sé cómo comenzó…
Lupin se detuvo en seco. Había oído un crujido tras él. La puerta de la habitación acababa de abrirse. Los cinco se volvieron hacia ella. Lupin se acercó y observó el rellano.
—No hay nadie.
Los del pasado tomaron este hecho sin mucha importancia porque todo lo asumieron como alguna corriente de aire.
—Ese es el momento en que Snape aparece, pero está escondido bajo tu capa —susurró Ron a Harry.
Harry asintió.
—Y casi lo complica todo —agregó en el mismo tono de voz que su amigo.
—¡Este lugar está encantado! —dijo Ron.
—No lo está —dijo Lupin, que seguía mirando a la puerta, intrigado—. La Casa de los Gritos nunca ha estado embrujada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía yo (¿Entonces nunca hubo fantasmas?, preguntó Frank con asombro. Remus negó con la cabeza y dijo: Todo fue idea del profesor Dumbledore para que no me descubrieran). —Se apartó el ceniciento pelo de los ojos. Meditó un instante y añadió—: Con eso empezó todo… cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido… y si no hubiera sido yo tan temerario.
—El mismo discurso de cada mes —dijo Sirius negando con la cabeza.
—Creo que al pasar los años se te quitaría esa costumbre, Lunático —dijo James a un sonrojado Remus.
Por su parte ese pequeño párrafo hizo que Hermione se sintiera miserable.
Remus ya ha sufrido demasiado y yo voy cuento su secreto, se reprendía Hermione. Soy una tonta.
Estaba tranquilo, pero fatigado. Iba Ron a interrumpirle cuando Hermione, que observaba a Lupin muy atentamente (Lo observaba no solo porque eso era lo que siempre hacia si tenía oportunidad, sino también porque en ese momento quería creer todo lo que Remus decía y no decepcionarme de él al creer que era aliado de Sirius, recordó Hermione), se llevó el dedo a la boca.
—¡Chitón!
—Era muy pequeño cuando me mordieron (Esa información fue una sorpresa para muchos y sintieron pena por Remus, ya que no se podían imaginar a un pobre niño sufriendo el dolor de la transformación mes por mes) —prosiguió Lupin—. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo, ¿os dais cuenta? Si la tomo la semana anterior a la luna llena, conservo mi personalidad al transformarme… Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar (No lo puedo creer, en verdad Quejicus hizo algo bueno por uno de nosotros, dijo Sirius con la sorpresa impregnada en su voz. A lo que Snape miró de mala manera no solo a Sirius sino a los tres merodeadores. Serán imbéciles los tres, aunque en realidad no entiendo porque lo ayudaba si me cae mal, pensaba el futuro profesor de pociones. Pero a pesar de todas las rencillas que los merodeadores podían tener con Snape, Remus le agradecía el ayudarlo preparándole esa poción). Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced (Y en ese preciso momento la mirada de Remus choco con la mirada de asco de Lucius Malfoy. Remus ya estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, las conocía desde muy pequeño, y eso que era solo cuando sospechaban que él era raro y peligroso, pero como él era un valiente león no bajo la mirada, no por Malfoy). Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones, no había motivo para que yo no acudiera a clase. —Lupin suspiró y miró a Harry—. Te dije hace meses que el sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa —Lupin miró a su alrededor melancólicamente—, el túnel que conduce a ella… se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.
—Oh, vamos, Lunático ya deja de comparecerte a ti mismo  —le dijo James.
—No eres tan peligroso como dices —dijo Sirius tratando de levantarle los ánimos a su amigo.
—Eso ni tú te lo crees —retrucó Remus.
¿No era tan peligroso? Idiotas, la bestia de su amigo estuvo a punto de matarme, pensaba Snape.
Harry no sabía en qué pararía la historia, pero aun así escuchaba con gran interés. Lo único que se oía, aparte de la voz de Lupin, eran los chillidos asustados de Scabbers.
—No entiendo como ese idiota pudo quedar en Gryffindor —murmuró Ron.
—Yo tampoco —dijo Luna que había escuchado lo que había dicho su pelirrojo novio.
—En aquella época mis transformaciones eran… eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus especialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores… (Ahora la mirada de superioridad y enojo de Lucius recayó sobre el anciano director, pero este ni siquiera se inmuto) Ni siquiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca (Esa declaración llama la atención de muchos, sobre todo la Snape, ya que él no creía que se podría ser feliz con una maldición como esa. Vamos, si ni siquiera él era capaz de soportar al imbécil de su padre, y eso que era humano, mucho menos podría soportar convertirse una vez al mes en licántropo. Creo que ha enloquecido, pensaba Snape). Por primera vez tenía amigos, tres estupendos amigos: Sirius Black, Peter Pettigrew y tu padre, Harry, James Potter (Los merodeadores pelinegro sonrieron al merodeador castaño, y este le respondió con otra sonrisa). Mis tres amigos no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla… (La primera vez, la segunda y hasta la tercera vez funciono, pero luego ya no era muy creíble, dijo James, Sirius asintió y agrego: Por lo que nos vimos en la obligación de averiguar qué era lo que te pasaba) Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era (Eso es estúpido, dijeron James y Sirius al instante). Pero al igual que tú, Hermione, averiguaron la verdad. Y no me abandonaron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.
—¿Mi padre también? —preguntó Harry atónito.
—Hasta la duda ofende, querido hijo —dijo James con un atisbo de sonrisa—, además si Canuto era un animago, yo también tenía que serlo —aseguro, omitiendo a Peter, como si este ya no existiera o nunca hubiera existido.
—Sí, claro —respondió Lupin—. Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Tu padre y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter (Al escuchar ese nombre James y Sirius soltaron improperios, mientras que Remus solo tenía una mirada de pesar) necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.
—El traidor ese se convirtió exactamente en lo que en realidad era, una rata roñosa —gruñó Sirius.
—Por supuesto —aceptó James—, siempre me pregunté porque él decidió convertirse en rata, y ahora lo entiendo, siempre una rata, tanto por dentro como por fuera.
Los tres merodeadores querían acabar con Peter, pero sin duda los que estaban más impacientes eran los animagos pelinegro.
—Pero ¿en qué le benefició a usted eso? —preguntó Hermione con perplejidad.
—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales —explicó Lupin—. Un licántropo sólo es peligroso para las personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.
Lily observó con cariño a James y a Sirius, ellos podrían ser unos arrogantes en algunas ocasiones, infantiles y muy bromistas, pero a la hora de ayudar a uno de los suyos lo hacían aunque arriesgaran su propia vida, y eso lo hacía especiales. Y ahora Lily ya no se sentía tan enojada con su novio y Sirius al convertirse en animagos porque comprendía que lo habían  hecho por una noble causa.
—No eres para nada peligroso —insistió James.
—Date prisa, Remus —gritó Black, que seguía mirando a Scabbers con una horrible expresión de avidez.
—Siempre igual de impaciente —comentó Lily.
—Yo también lo estaría si hubiera estado en su lugar —afirmó James.
—Ya llego, Sirius, ya llego… Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros (En esta época tal vez, porque si supieran todo lo que descubrieron estos tres se quedarían con la boca abierta, dijeron los gemelos Weasley mirando al trío dorado. A lo que Ron dijo: No ayudan, ¿saben?). Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto, Peter Colagusano y James Cornamenta.
—¿Qué animal…? —comenzó Harry, pero Hermione lo interrumpió.
—¡Aun así, era peligroso! ¡Andar por ahí, en la oscuridad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si les hubiera dado esquinazo a los otros y mordido a alguien?
¿Por qué tenía que ser tan entrometida?, se regañaba Hermione mentalmente.
Aunque había algunos que se preguntaban lo mismo y no habían tenido el valor de hacerlo abiertamente, así que esperaron impacientes la respuesta.
—Ése es un pensamiento que aún me reconcome —respondió Lupin en tono de lamentación—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos. Éramos jóvenes e irreflexivos (Remus se sonrojó, ya que eso fue lo habían hecho la última luna llena.  No puedo creer lo inconsciente que he sido todo este tiempo, se regañaba mentalmente Lupin. Ya no lo volveré hacer, o al menos lo intentaré). Nos dejábamos llevar por nuestras ocurrencias. A menudo me sentía culpable por haber traicionado la confianza de Dumbledore (Pierda cuidado, señor Lupin, no me siento traicionado, dijo Dumbledore con calma. Esa respuesta dejo sorprendido a los merodeadores, e hizo que la ira de Lucius y ahora de su esposa también aumentará, y las ganas de cerrar Hogwarts crecía cada vez más). Me había admitido en Hogwarts cuando ningún otro director lo habría hecho, y no se imaginaba que yo estuviera rompiendo las normas que había establecido para mi propia seguridad y la de otros. Nunca supo que por mi culpa tres de mis compañeros se convirtieron ilegalmente en animagos (Pero el anciano director no se sintió ofendido, y sonrió con diversión, aunque eso no le quitara el hecho de que podría haber sido peligroso no se sentía enojado, porque todo lo que esos adolescente habían hecho no había sido con malicia, sino todo lo contrario, para ayudar a su amigo). Pero olvidaba mis remordimientos cada vez que nos sentábamos a planear la aventura del mes siguiente. Y no he cambiado… —Las facciones de Lupin se habían tensado y se le notaba en la voz que estaba disgustado consigo mismo—. Todo este curso he estado pensando si debería decirle a Dumbledore que Sirius es un animago. Pero no lo he hecho (Aunque ahora ya no sirve de mucho, porque ya todos lo sabemos, dijo Padma Patil). ¿Por qué? Porque soy demasiado cobarde. Decírselo habría supuesto confesar que yo traicionaba su confianza mientras estaba en el colegio, habría supuesto admitir que arrastraba a otros conmigo… y la confianza de Dumbledore ha sido muy importante para mí (Remus se sintió avergonzado, y comprendió que su yo del futuro al igual que él pensaban de la misma manera y nunca dejaría de pensar igual). Me dejó entrar en Hogwarts de niño y me ha dado un trabajo cuando durante toda mi vida adulta me han rehuido y he sido incapaz de encontrar un empleo remunerado debido a mi condición. Y por eso supe que Sirius entraba en el colegio utilizando artes oscuras aprendidas de Voldemort (Debería sentirme ofendido por eso, Lunático, pero te perdono porque aún no ha pasado, dijo Sirius a Remus, el cual se sonrojo más) y de que su condición de animago no tenía nada que ver… Así que, de alguna manera, Snape tenía razón en lo que decía de mí.
—¿Qué? Lunático, ¿en serio? —dijo James—. ¿Por qué habría de tener razón Quejicus?
Snape murmuró insultos hacia James.
—Es Quejicus, y él nunca tiene razón —agregó Sirius.
—¿Snape? —dijo Black bruscamente, apartando los ojos de Scabbers por primera vez desde hacía varios minutos, y mirando a Lupin—. ¿Qué pinta Snape?
—Está aquí, Sirius —dijo Lupin con disgusto—. También da clases en Hogwarts. (Para desgracia de algunos estudiantes, dijo Fred. A lo que George agregó: Sobre todo si no son de Slytherin. Y los gemelos iban a seguir hablando, pero la mirada penetrante de Snape los cayo, y estos solo se hicieron los desentendidos) —Miró a Harry, a Ron y a Hermione—. El profesor Snape era compañero nuestro. —Se volvió otra vez hacia Black—: Ha intentado por todos los medios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Le ha estado diciendo a Dumbledore durante todo el curso que no soy de fiar (Y aun así decías que Quejicus tiene razón, refunfuñó Sirius). Tiene motivos… Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.
—¿Qué? ¿Sigue con eso? —bufó James mirando a Snape—. Yo creí que en esa época ya se había olvidado de eso.
Snape rechinó los dientes con enojo.
—Además de que Lunático nunca tuvo nada que ver —dijo Sirius—. Esa broma solo fue idea mía —confesó.
Pero por la mirada que Snape le dedicaba a los merodeadores se notaba que estaba totalmente en desacuerdo con ellos.
Esos malditos cretinos mienten, se tapan unos a otros, pensaba Snape con amargura. Me hubiera gustado mucho contarles a todos el secreto de Lupin en ese momento, pero Dumbledore no me lo permitió.
—Le estuvo bien empleado. —Black se rió con una mueca—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos… para ver si nos expulsaban.
Aun así no estuvo bien que Sirius hiciera algo como eso, pudimos poner en peligro a Remus, pensaba James, pero obviamente no dijo lo que estaba pensando para no hacer sentir mal a su amigo.
—Severus estaba muy interesado por averiguar adónde iba yo cada mes —explicó Lupin a los tres jóvenes—. Estábamos en el mismo curso, ¿sabéis? Y no nos caíamos bien (Eso no tenías que explicarlo, se nota a simple vista¸ dijeron los gemelos Prewett). En especial, le tenía inquina a James. Creo que era envidia por lo bien que se le daba el quidditch… (Aunque yo creo que te odia más porque tú si pudiste quedarte con Lily, susurró Sirius a James, cosa que hizo que Potter padre sonriera con suficiencia y Sirius le siguió. Snape lo noto, y el futuro profesor de Pociones hubiera querido en ese momento que su mirada tuviera el poder de lanzar maldiciones y así ver revolcarse del dolor a ese par) De todas formas, Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la señora Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxeador para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo. Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo (Eso definitivamente va más allá de una simple broma, Sirius, dijo una Lily indignada. Y en ese momento Snape se sintió bien porque Lily lo estaba defendiendo). Si hubiera llegado hasta aquí, se habría encontrado con un licántropo completamente transformado. Pero tu padre, que había oído a Sirius, fue tras Snape y lo obligó a volver, arriesgando su propia vida (Solo estaba salvando su pellejo, espetó Snape con odio en el tono de voz. A lo que James le gritó: Piensa lo que quieras, Quejicus, deberías agradecerme que te detuviera. Y esta respuesta enervo a Snape: Arrogante como siempre. ¿Y agradecerte? Por favor, Potter, tú solo querías jugar al héroe, mi vida no te importaba. Y antes de que James contestara la voz de Harry se escuchó: ¡Ya basta los dos! ¿Podrían por favor dejar esa discusión infantil?), aunque Snape me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era…
—Entonces, por eso lo odia Snape —dijo Harry—. ¿Pensó que estaba usted metido en la broma?
—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Lupin.
Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Lupin con la varita.
Snape sonrió, porque esperaba que su yo del futuro hundiera a los dos merodeadores.
—Maldita sea —dijo James—. Quejicus estaba usando mi capa, mi preciada capa, por eso no viste a nadie cuando escuchaste ese ruido, Lunático.
—Y el profesor Snape llego en el peor momento —comentó Dean.
—Aquí termina el capítulo —comunicó Andrómeda, dejando a todos con curiosidad por saber lo que pasaba a continuación.

Nota: 
Hola de nuevo mis queridas lectoras, esta vez no demore tanto en actualizar, ojala y disfruten de este capítulo. 
Ah, y muchas gracias por sus comentarios, ellos me animan a continuar.


jueves, 28 de julio de 2016

Tercer Libro: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban - Capítulo 17: El perro, el gato y la rata







—Y qué cosa no pueden hacer cuando ellos tres están juntos —volvió a hablar Luna.
—Ese es un buen punto —dijo Neville.
El trío de oro se sonrojo al escuchar el comentario de Luna.
Minutos después todos estaban impacientes por escuchar el siguiente capítulo, ya querían saber cómo es que Buckbeak volvía a la vida luego de que supuestamente lo ejecutaban. Y por supuesto la mayoría también quería saber el porqué del desprecio de Ron —bueno, no solo de él— hacia la rata.
El libro levito hacia donde estaba Dumbledore; el director observó el libro y luego levanto la mirada, la paseo por alrededor de la sala y la detuvo hasta la mesa donde estaban sentados los chicos de Slytherin.
—Señorita Greengrass, ¿podría leer el siguiente capítulo? —preguntó.
—¿Quién de las dos Greengrass? —objetó Daphne.
—Justamente, usted señorita.
Daphne asintió.
—Por supuesto —dijo.
Dumbledore levito el libro hasta las manos de la rubia. Esta tomo el libro y cambio la página. Pero antes de leer el título se quedó confundida, no sabía el porqué de tal título. Suspiró y leyó:
“El perro, el gato y la rata”.
—Que título más extraño —comentó Astoria.
—Yo diría: interesante —dijo Frank.
Por su parte los merodeadores se miraron entre ellos, ya que estaban seguros quienes serían los protagonistas de ese capítulo: El perro, Sirius en su forma animaga, el gato, Crookshanks y la rata, la mascota de Ron.
Daphne saco de sus pensamientos a los merodeadores cuando empezó a leer.
A Harry se le quedó la mente en blanco a causa de la impresión. Los tres se habían quedado paralizados bajo la capa invisible (Yo me hubiera desmayado, comentó Susan). Los últimos rayos del sol arrojaron una luz sanguinolenta sobre los terrenos, en los que las sombras se dibujaban muy alargadas. Detrás de ellos oyeron un aullido salvaje.
—¡Hagrid! —susurró Harry. Sin pensar en lo que hacía, fue a darse la vuelta, pero Ron y Hermione lo cogieron por los brazos.
—Comprendo cómo te sentirías, Harry, pero creo que primero tenías que controlarte —dijo Lily.
—Sí, además,  no podían estar allí, ninguno de los tres —dijo Molly—. Ya habrá tiempo de acompañar a Hagrid en su dolor.
—Ay, mamá —dijeron los gemelos Weasley negando con la cabeza—. Como se nota que en esta época no los conoces, ellos siempre están en el lugar menos indicado en el momento inadecuado.
Todos miraron a Harry, Ron y Hermione.
—Sí, gracia, gemelos —susurró Ron con molestia.
Pero Molly no tuvo tiempo de regañar a su hijo, porque Daphne empezó a leer nuevamente.
Y Ron le agradeció mentalmente a la chica.
—No podemos —dijo Ron, blanco como una pared—. Se verá en un problema más serio si se descubre que lo hemos ido a visitar…
—Eso fue muy sensato de tu parte, Ron —dijo Luna, cogiéndolo de la mano por debajo de la mesa. Ron se sonrojó, pero sonrió levemente.
Hermione respiraba floja e irregularmente.
—¿Cómo… han podido…? —preguntó jadeando, como si se ahogase—. ¿Cómo han podido?
Remus y su lobo interior miraron a la chica queriendo haber estado en ese momento junto con ella, a ninguno de los dos les gustaba que Hermione sufriera.
Y casi Remus empieza a levantarse cuando su parte sensata lo detuvo.
¿Pero qué es lo que iba hacer?, se preguntó. Hermione se hubiera asustado.
—Vamos —dijo Ron, tiritando.
Reemprendieron el camino hacia el castillo, andando muy despacio para no descubrirse. La luz se apagaba. Cuando llegaron a campo abierto, la oscuridad se cernía sobre ellos como un embrujo.
Scabbers, estate quieta —susurró Ron, llevándose la mano al pecho. La rata se retorcía como loca. Ron se detuvo, obligando a Scabbers a que se metiera del todo en el bolsillo—. ¿Qué te ocurre, tonta? Quédate quieta… ¡AY! ¡Me ha mordido!
—¿Te mordió? —preguntó Fabian.
Ron asintió un poco enojado recordando ese momento.
—¿Pero qué demonios le pasaba a esa rata? —preguntó Gideon.
—Sentía pavor por lo que vendría —dijo Hermione.
—¿Y que vendría? —preguntó curiosamente Moody.
El trío de oro se dedicó una mirada.
—Su farsa se vendría abajo —fue la respuesta de Harry.
Y luego de eso, todos tenían ganas de preguntar más acerca de la «farsa», el único que entendio la respuesta de Harry, fue Remus, pero no dijo nada. Mientras los demás decidieron que lo mejor era seguir escuchando la lectura. Ya que eso les aclararía sus dudas.
—¡Ron, cállate! —susurró Hermione—. Fudge se presentará aquí dentro de un minuto…
—No hay manera.
Scabbers estaba aterrorizada. Se retorcía con todas sus fuerzas, intentando soltarse de Ron.
Todos prestaban atención al raro comportamiento de la rata.
—¿Qué le ocurre?
Pero Harry acababa de ver a Crookshanks acercándose a ellos sigilosamente, arrastrándose y con los grandes ojos amarillos destellando pavorosamente en la oscuridad. Harry no sabía si el gato los veía o se orientaba por los chillidos de Scabbers.
—Que el gato haya aparecido solo los meterá en más problemas —comentó Frank.
Y como si Crookshanks supiera que estaban hablado de él, abrió los ojos.
¡Crookshanks! —gimió Hermione—. ¡No, vete, Crookshanks! ¡Vete!
Pero el gato se acercaba más…
Scabbers… ¡NO!
Demasiado tarde… La rata escapó por entre los dedos de Ron, se echó al suelo y huyó a toda prisa. De un salto, Crookshanks se lanzó tras el roedor; y antes de que Harry y Hermione pudieran detenerlo, Ron se salió de la capa y se internó en la oscuridad.
—¡Ronald Weasley! —exclamó Molly con los nervios a flor de piel. Ron al escuchar a su madre se estremeció—. Nadie debe verlos fuera del castillo y mucho menos a esas horas.
—Ya lo sé, mamá. Reconozco que fui un estúpido —dijo Ron con sinceridad—. Pero eso sirvió para darnos cuenta de quién era el traidor en realidad —agregó.
Harry y Hermione asintieron. Ya que si no fuera porque Ron fue tras esa rata y ellos tras su amigo, nunca hubieran descubierto que Sirius era inocente.
—¿Traidor? ¿De qué traidor estás hablando? —preguntó James.
—Oh, eso lo sabrán dentro de unas horas —contestó Ginny—, lo digo en serio, ya no falta nada para que se enteren de toda la verdad.
James observó a novia de su hijo y asintió.
Daphne continúo leyendo.
—¡Ron! —gimió Hermione.
Ella y Harry se miraron y lo siguieron a la carrera. Era imposible correr a toda velocidad debajo de la capa, así que se la quitaron y la llevaron al vuelo, ondeando como un estandarte mientras seguían a Ron. Oían delante de ellos el ruido de sus pasos y los gritos que dirigía a Crookshanks.
—Aléjate de él…, aléjate… Scabbers, ven aquí…
Oyeron un golpe seco.
—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso.
—Bien, ya lo atrapaste —dijo Gideon.
—Y ahora solo les falta esconderse —agregó Fabian.
—Sí, pero queridos tíos, las cosas nunca son fáciles con ellos tres —agregaron los gemelos Weasley.
—No nos ayudes tanto —dijo Ron mirando mal a sus hermanos, a lo que estos solo sonrieron burlonamente.
Harry y Hermione casi chocaron contra Ron. Estaba tendido en el suelo. Scabbers había vuelto a su bolsillo y Ron sujetaba con ambas manos el tembloroso bulto.
—Vamos, Ron, volvamos a cubrirnos —dijo Hermione jadeando—. Dumbledore y el ministro saldrán dentro de un minuto.
Pero antes de que pudieran volver a taparse, antes incluso de que pudieran recuperar el aliento, oyeron los pasos de unas patas gigantes. Algo se acercaba a ellos en la oscuridad: un enorme perro negro de ojos claros.
James y Remus miraron divertidamente a su amigo.
—¿Qué? —dijo este, cuando descubrió esas miradas.
—Pues, creo que escogiste el peor momento para aparecer, Canuto —dijo James.
—Un momento —dijo Frank—, ¿qué tiene que ver Sirius con ese enorme perro? —preguntó.
Los merodeadores solo sonrieron.
—Secretos de merodeador —dijeron los tres a la vez.
—Que muy pronto será descubierto —susurró Remus.
Lily miró a los merodeadores, y como si algo hiciera clic en su cerebro, lo descubrió.
—¡Oh, Merlín! ¡No puedo creerlo! —dijo Lily.
—¿Qué pasa, pelirroja de mi corazón? —preguntó un preocupado James a su novia.
Lily negó con la cabeza.
—Más te vale que no sea lo que estoy pensando, James Potter —dijo seriamente Lily.
James trago saliva, pero sonrió queriendo que su novio volviera a su buen humor, aunque claramente sabía que Lily estaba enojada.
—Podrías seguir leyendo, por favor, chica serpiente —pidió James a Daphne.
La rubia la miró con enojo —Estúpido, Potter, pensó—, pero aun así siguió leyendo.
Harry quiso coger la varita, pero era ya demasiado tarde. El perro había dado un gran salto y sus patas delanteras le golpearon el pecho. Harry cayó de espaldas, con un fardo de pelo. Sintió el cálido aliento del fardo, sus dientes de tres centímetros de longitud…
—Oye, eso no fue muy amistoso, Canuto —le dijo James a su amigo en un tono bajo.
—Bueno, tal vez estaba muy desesperado que no me pare a pensar —contestó Sirius en el mismo tono que James—. Además, no me reclames, yo aún no hago nada —agregó.
Pero el empujón lo había llevado demasiado lejos. Se apartó rodando. Aturdido, sintiendo como si le hubieran roto las costillas, trató de ponerse en pie; oyó rugir al animal, preparándose para un nuevo ataque.
Lily que ahora ya estaba segura que ese perro era Sirius Black, le dedico una mirada severa. El animago noto la mirada de la pelirroja, y simplemente sonrió tratando de parecer inocente. Cosa que en verdad era, ya que eso lo había hecho su yo del futuro.
Ron se levantó. Cuando el perro volvió a saltar contra ellos, Ron empujó a Harry hacia un lado y el perro mordió el brazo estirado de Ron. Harry embistió y agarró al animal por el pelo, pero éste arrastraba a Ron con tanta facilidad como si fuera un muñeco de trapo.
—¡Oh, por Merlín! —exclamó Molly, comenzando alterarse al escuchar que su hijo había sido herido por ese perro.
Entonces, algo surgido de no se sabía dónde golpeó a Harry tan fuerte en la cara que volvió a derribarlo (¿Pero qué…?, Lily no termino la pregunta porque iba a decir un improperio y no quería ser regañada por la profesora McGonagall). Oyó a Hermione chillar de dolor y caer también. Harry manoteó en busca de la varita, parpadeando para quitarse la sangre de los ojos.
¡Lumos! —susurró.
La luz de la varita iluminó un grueso árbol. Habían perseguido a Scabbers hasta el sauce boxeador (Remus se puso pálido al escuchar que Hermione también había sido golpeada por el sauce boxeador, y él sabía que ese árbol podía golpear muy fuerte, y Hermione siendo una niña podría pasarlo muy mal); y sus ramas crujían como azotadas por un fortísimo viento y oscilaban de atrás adelante para impedir que se aproximaran.
Al pie del árbol estaba el perro, arrastrando a Ron y metiéndolo por un hueco que había en las raíces. Ron luchaba denodadamente, pero su cabeza y su torso se estaban perdiendo de vista.
Molly estaba muy nerviosa al escuchar que su hijo seguía siendo arrastrado por ese perro y para empeorar las cosas era arrastrado en el sauce boxeador.
—Tranquila, querida —dijo Arthur tratando de calmar a su esposa—, míralo, él está bien.
Molly dirigió su mirada a su hijo, y efectivamente él estaba bien, pero aun así no podía evitar estar preocupada por el Ron de esa época.
—Creo que te pasaste, Canuto —comentó Remus.
Rayos, creo que al final si herede la locura Black, pensaba Sirius.  Pero aun así, algo no encaja, ¿por qué arrastraría a Ron hasta el sauce boxeador? ¿Cuáles eran mis motivos realmente? ¿Sería por Harry? No, no lo creo, si hubiera querido hablar con Harry, hubiera tenido otros métodos.
Sirius salió de sus pensamientos cuando volvió a escuchar la voz de Daphne.
—¡Ron! —gritó Harry, intentando seguirlo, pero una gruesa rama le propinó un restallante y terrible trallazo que lo obligó a retroceder.
Lily se estremeció al escuchar eso.
Lo único que podían ver ya de Ron era la pierna con la que el muchacho se había enganchado en una rama para impedir que el perro lo arrastrase. Un horrible crujido cortó el aire como un pistoletazo. La pierna de Ron se había roto y el pie desapareció en aquel momento.
—¡Merlín! —exclamó Molly.
—Tranquila, mamá. No fue tan malo —dijo Ron, pero su madre lo miró directamente a los ojos, así que se retractó—: bueno, he de reconocer que me dolió un poco.
—¿Un poco? —dijeron los gemelos Weasley.
Sirius que había estado escuchando la conversación, se aclaró la voz antes de hablar.
—Lo lamento, Ron —le dijo.
Ron hizo un gesto de que no le daba mucha importancia.
—¿Por qué te disculpas, Sirius? —le preguntó Arthur, y la confusión se notaba en su mirada.
—Eh… creo que lo sabrán dentro de poco —dijo Sirius enigmáticamente.
—Harry, tenemos que pedir ayuda —gritó Hermione. Ella también sangraba. El sauce le había hecho un corte en el hombro.
—¡No! ¡Este ser es lo bastante grande para comérselo! ¡No tenemos tiempo!
Los merodeadores se miraron entre sí, y no pudieron evitar que una sonrisa se les formara en los labios.
—No crees que estabas exagerando un poco, Harry —comentó James a su hijo.
Harry se encogió de hombros.
—En mi defensa, he de decir que todavía no sabía quién era en realidad el perro —dijo el ojiverde.
—A mí me gusta la carne, pero no la carne humana —dijo Sirius jocosamente.
—No comprendo —dijo la profesora McGonagall con el ceño fruncido.
Sirius soltó una carcajada en vez de contestar.
—¿Qué es lo gracioso? —cuestionó la madre de Neville.
—Son solo cosas de merodeadores —alegó James.
—Sí, claro —murmuró Lily.
—No conseguiremos pasar sin ayuda.
Otra rama les lanzó otro latigazo, con las ramitas enroscadas como puños.
—Si ese perro ha podido entrar, nosotros también —jadeó Harry, corriendo y zigzagueando, tratando de encontrar un camino a través de las ramas que daban trallazos al aire, pero era imposible acercarse un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.
—¡Socorro, socorro! —gritó Hermione, como una histérica, dando brincos sin moverse del sitio—. ¡Por favor…!
—Bueno, al parecer ya no les importaba ser castigados —comentó Ted a Harry y a Hermione.
—Nuestro mejor amigo estaba en peligro —respondió Hermione.
—Y sobre el castigo —medito Harry—, no es como si nunca nos hubieran castigado antes.
—Por supuesto que no, Potter —dijo Blaise Zabini—, pero no sé cómo lo hacían, porque tú y tu grupo siempre salían inmunes.
—No siempre —dijo Ron—. Yo no me salve de limpiar los baños de la enfermería —el pelirrojo miró de reojo a Snape.
Crookshanks dio un salto al frente. Se deslizó como una serpiente por entre las ramas que azotaban el aire y se agarró con las zarpas a un nudo del tronco.
De repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.
Los tres merodeadores observaron a Crookshanks, el cual aún estaba en el regazo de Sirius.
—Le dijiste como entrar —comentó Remus por lo bajo a su amigo ojigris.
—Creo que sí —respondió Sirius en el mismo tono de voz que su amigo.
—Pero, ¿por qué se lo dijiste? —preguntó James.
Pero antes de que el ojigris dijera algo, se escuchó la voz de Frank.
—¿Cómo supo tu gato como detener al sauce boxeador?
—Pues… tal vez se lo dijo el perro —respondió Hermione mirando de reojo al padrino de su mejor amigo.
Frank asintió con la cabeza.
¡Crookshanks! —gritó Hermione, dubitativa. Cogió a Harry por el brazo tan fuerte que le hizo daño—. ¿Cómo sabía…?
—Es amigo del perro —dijo Harry con tristeza—. Los he visto juntos… Vamos. Ten la varita a punto.
En unos segundos recorrieron la distancia que les separaba del tronco, pero antes de que llegaran al hueco que había entre las raíces, Crookshanks se metió por él agitando la cola de brocha. Harry lo siguió. Entró a gatas, metiendo primero la cabeza, y se deslizó por una rampa de tierra hasta la boca de un túnel de techo muy bajo. Crookshanks estaba ya lejos de él y sus ojos brillaban a la luz de la varita de Harry. Un segundo después, entró Hermione.
Remus suspiró.
La cantidad de veces que él, James, Sirius y Peter habían tenido que cruzar ese estrecho camino.
—¿Dónde está Ron? —le preguntó con voz aterrorizada.
—Por aquí —indicó Harry, poniéndose en camino con la espalda arqueada, siguiendo a Crookshanks.
—¿Adónde irá este túnel? —le preguntó Hermione, sin aliento.
A la Casa de los Gritos, respondieron mentalmente los merodeadores.
—No sé… Está señalado en el mapa del merodeador; pero Fred y George creían que nadie lo había utilizado nunca (Craso error, dijeron los gemelos Weasley). Se sale del límite del mapa, pero daba la impresión de que iba a Hogsmeade…
Avanzaban tan aprisa como podían, casi doblados por la cintura. Por momentos podían ver la cola de Crookshanks. El pasadizo no se acababa. Parecía tan largo como el que iba a Honeydukes (Creo que más largo, susurró James). Lo único en que podía pensar Harry era en Ron y en lo que le podía estar haciendo el perrazo… (Sirius fingió poner una expresión ofendida) Al correr agachado, le costaba trabajo respirar y le dolía…
Y entonces el túnel empezó a elevarse, y luego a serpentear; y Crookshanks había desaparecido. En vez de ver al gato, Harry veía una tenue luz que penetraba por una pequeña abertura.
—Ya están cerca —dijo Sirius.
—¿Cerca? Pero ¿de dónde? —preguntó Alice.
El animago hizo como que no le había escuchado, dirigió su mirada a Daphne Greengrass como todo un conquistador, dijo:
—Señorita Greengrass, por favor, podría continuar.
La rubia azorara y con las mejillas levemente sonrojadas, asintió.
Sirius sonrió al ver la reacción de la rubia.
Vaya, ni siquiera con las serpientes pierdo mi toque, pensaba Sirius.
Se detuvieron jadeando, para coger aire. Avanzaron con cautela hasta la abertura. Levantaron las varitas para ver lo que había al otro lado.
Había una habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel se despegaba de las paredes. El suelo estaba lleno de manchas. Todos los muebles estaban rotos, como si alguien los hubiera destrozado. Las ventanas estaban todas cegadas con maderas.
El auror Moody que había estado callado hasta ese momento, abrió la boca para decir lo que pensaba.
—Todo esto es muy extraño —dijo con voz tosca.
—¿Qué te parece extraño, Alastor? —preguntó Dumbledore, como si en verdad no supiera el secreto que guardaba ese lugar.
—Según lo que creo es que ese lugar al que se dirigen es la Casa de los Gritos —hizo una pausa para observar a Harry, Ron y Hermione—, pero según la descripción de cómo se encontraba el lugar, no creo que en esa casa haya sido habitada por fantasmas alguna vez, más bien parece que un humano fue el causante de tal destrucción.
Remus empalideció al escuchar al auror, mientras que James y Sirius trataban de mostrarse con calma.
—Dime, chico —dijo Moody a Harry—. ¿Qué era lo que realmente habitaba esa casa? —interrogó.
—Alastor no hace falta que interrogues al señor Potter, si dentro de unos minutos te enteraras —dijo Dumbledore salvando la incómoda situación. Aunque sea por el momento.
Pero aun así eso no hizo que Remus se sintiera mejor, ya que aún estaba pálido.
Hermione lo noto, y estuvo a punto de acercarse a él, pero luego lo pensó mejor, porque si lo hacía hubiera llamado la atención de todos, y sobre todo hubiera aumentado las sospechas de Moody acerca de lo que habitaba en realidad la Casa de los Gritos.
Harry miró a Hermione, que parecía muy asustada, pero asintió con la cabeza.
Harry salió por la abertura mirando a su alrededor. La habitación estaba desierta, pero a la derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo en sombras. Hermione volvió a cogerse del brazo de Harry. Miraba de un lado a otro con los ojos muy abiertos, observando las ventanas tapadas.
—Harry —susurró—. Creo que estamos en la Casa de los Gritos.
Harry miró a su alrededor. Posó la mirada en una silla de madera que estaba cerca de ellos. Le habían arrancado varios trozos y una pata.
—Vaya, siempre quise saber que había en el interior de la Casa de los Gritos —comentó Ted, asumiendo ya que esa en realidad era la famosa casa donde habitaban toda clase de fantasmas.
—¡Ted! —lo regañó su esposa—, ahora no es el momento.
—Lo siento —susurró el ex Hufflepuff—. Aunque creo que tu yo del futuro se estuvo escondiendo allí todo el tiempo —agregó mirando a Sirius.
Moody también observó a Sirius, pero este con sospecha.
—Eso no lo han hecho los fantasmas —observó.
En ese momento oyeron un crujido en lo alto. Algo se había movido en la parte de arriba. Miraron al techo. Hermione le cogía el brazo con tal fuerza que perdía sensibilidad en los dedos. La miró. Hermione volvió a asentir con la cabeza y lo soltó.
—Estabas asustada —dijo Seamus a Hermione.
—Claro que lo estaba, no sabía con quién me iba a enfrentar, y además que otra cosa podríamos haber hecho. Dejar allí a Ron, de ninguna manera.
Ron se sonrojó al escuchar las palabras de su amiga. Y en esos momentos se arrepintió haberla tratado tan mal cuando se enteró de que ella tenía una relación con Remus.
Por su parte los merodeadores estaba de acuerdo con Hermione, así hubieran tenido mucho miedo ellos nunca hubieran dejado a un amigo solo y mucho menos en peligro.
Tan en silencio como pudieron, entraron en el vestíbulo y subieron por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, salvo el suelo, donde algo arrastrado escaleras arriba había dejado una estela ancha y brillante.
—Bueno, debo decir que tampoco fue un agradable que me usaran de trapeador —trato de bromear Ron, al ver la cara acongojada de su madre.
Llegaron hasta el oscuro descansillo.
Nox —susurraron a un tiempo, y se apagaron las luces de las varitas.
Solamente había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella, oyeron un movimiento al otro lado. Un suave gemido, y luego un ronroneo profundo y sonoro. Cambiaron una última mirada y un último asentimiento con la cabeza.
Sosteniendo la varita ante sí, Harry abrió la puerta de una patada.
—¿Y qué fue lo que encontraste? —preguntaron los gemelos Prewett, interrumpiendo a Daphne—. Ese perro en verdad se estaba comiendo a nuestro sobrino.
—Claro que no —contestó Ron.
Y Daphne mirando ceñuda a los Prewett y a Ron continuó con la lectura.
Crookshanks estaba acostado en una magnífica cama con dosel y colgaduras polvorientas. Ronroneó al verlos. En el suelo, a su lado, sujetándose la pierna que sobresalía en un ángulo anormal, estaba Ron (Molly contuvo un gritó horrorizado). Harry y Hermione se le acercaron rápidamente.
—¡Ron!, ¿te encuentras bien?
—¿Dónde está el perro?
—Oh, aquí viene lo bueno —dijo Sirius.
Nadie se le preguntó nada, porque estaban más atentos a la lectura.
—No hay perro —gimió Ron. El dolor le hacía apretar los dientes—. Harry, esto es una trampa…
—¿Qué…?
—Él es el perro. Es un animago…
Se escucharon algunas exclamaciones de sorpresa, por parte de los del pasado.
—Un momento —dijo Andrómeda, ya haciendo conclusiones—. ¡Sirius Orión Black! ¡Tú eres un animago! —increpó la señora Tonks a su primo preferido.
Sirius miró a su prima.
—Bueno, tal vez… un poquito. ¡Oh, rayos! ¡Sí, lo soy! —confesó, además no le quedaba de otra quedaba.
—Señor Black modere su vocabulario —dijo McGonagall—. Pero ahora, ¿cómo es posible que sea un animago? Y no intente negarlo, porque usted mismo lo acaba de confesar.
—No es para tanto, Minnie —dijo Sirius tratando de alivianar las cosas—, tú también lo eres y nadie te esta reclamando.
McGonagall miró con verdadero enojo a su alumno.
—No me tutee —le advirtió—. Y me imagino que es un animago ilegal, y también que no será el único, ¿verdad, señor Potter?
James y Harry levantaron la cabeza, pero luego Harry se dio cuenta que se dirigían a su padre.
—Vamos, cariño. Responde —dijo Lily mirándolo con enojo—. Porque no me vas a decir que tú no lo eres, ¿verdad?
—Bueno, ya nos descubrieron —dijo James encogiéndose de hombros—. Sí, yo también soy un animago. Pero no lo vuelvo hacer —agregó al notar a su novia con el rostro tan rojo como su propio cabello por el enojo.
La profesora de Transformaciones iba a hablar, pero Dumbledore hablo antes, y como siempre ayudando un poco a sus alumnos.
—Querida Minerva, cuando salgamos de esta sala, puedes regañarlos todo lo que quieras, pero ahora creo que es necesario seguir con la lectura. Eso es fundamental.
Minerva frunció los labios, pero acepto lo dicho por el director.
Pero eso no quería decir que algunas serpientes, en especial Snape y Lucius no quisieran maldecir a Sirius y a James por ocultar su animagia, y sobre todo porque por lo que veían no recibirían ningún castigo, es más podían apostar que serían alabados por tal hazaña.
Daphne cambió de página y siguió leyendo.
Ron miraba por encima del hombro de Harry. Harry se dio la vuelta. El hombre oculto en las sombras cerró la puerta tras ellos.
Una masa de pelo sucio y revuelto le caía hasta los codos. Si no le hubieran brillado los ojos en las cuencas profundas y oscuras, habría creído que se trataba de un cadáver. La piel de cera estaba tan estirada sobre los huesos de la cara que parecía una calavera. Una mueca dejaba al descubierto sus dientes amarillos. Era Sirius Black.
Sirius hizo una mueca ante su miserable apariencia del futuro.
¡Expeliarmo! —exclamó, dirigiendo hacia ellos la varita de Ron.
—¿Pero qué estabas haciendo, animal? —dijo James.
—Tú también eres un animal —contraatacó Sirius.
Remus negó con la cabeza por la discusión infantil de sus amigos.
—No entiendes, así ellos —señaló a su hijo y a sus amigos—, pensarían que de verdad quieres asesinarlos.
—Pero entonces ellos me hubieran atacado, o mejor dicho ellos hubieran atacado a mi yo del futuro —se defendió Sirius.
—Es verdad —reconoció Harry.
—Ya vez —dijo Sirius.
El intercambio de palabras quedo ahí, y la rubio volvió a leer, un poco enojada por la constante interrupción.
Las varitas que empuñaban Harry y Hermione saltaron de sus manos, y Black las recogió. Dio un paso hacia ellos, con los ojos fijos en Harry.
—Pensé que vendrías a ayudar a tu amigo —dijo con voz ronca. Su voz sonaba como si no la hubiera empleado en mucho tiempo—. Tu padre habría hecho lo mismo por mí (Claro que lo hubiera hecho, y no solo por ti, también por Remus y por Peter, confirmó James. Y ante la mención de la rata Harry, ron y Hermione hicieron una mueca de disgusto que pasó desapercibida para todos, menos por Remus). Habéis sido muy valientes por no salir corriendo en busca de un profesor. Muchas gracias. Esto lo hará todo mucho más fácil…
—Pero, Canuto —dijo James negando con la cabeza—, si sigues hablando de esa manera te creerán un loco.
—Ya, Cornamenta deja de hacer una mala imitación de Remus, al regañarme. Además yo ni siquiera se de lo que hablaba mi yo del futuro —dijo Sirius.
—Ni ahora ni en el futuro —murmuró Lily, la cual aún seguía enojada con James y Sirius por ser animagos ilegales, y aunque ya lo sospechaba no podía evitar sentirse enojada.
Harry oyó la burla sobre su padre como si Black la hubiera proferido a voces (Ni James ni Sirius lo escucharon como una burla). Notó la quemazón del odio, que no dejaba lugar al miedo. Por primera vez en su vida habría querido volver a tener en su mano la varita, no para defenderse, sino para atacar… para matar (Ron, Hermione, Ginny, Neville, James, Lily, Remus, y todos los demás chicos, incluso los Slytherin y por supuesto Sirius se estremecieron ante los deseos del chico, nunca creyeron que un niño de trece años podría albergar tal sentimiento tan horrible. Pero había algunos que lo comprendían, ya que creyendo que Sirius Black era el asesino de sus padres, ellos también hubieran querido hacer lo mismo). Sin saber lo que hacía, se adelanté, pero algo se movió a sus costados, y dos pares de manos lo sujetaron y lo hicieron retroceder.
—¡No, Harry! —exclamó Hermione, petrificada.
Ron, sin embargo, se dirigió a Black:
—Si quiere matar a Harry, tendrá que matarnos también a nosotros —dijo con fiereza, aunque el esfuerzo que había hecho para levantarse lo había dejado aún más pálido, y oscilaba al hablar.
Molly y Arthur se preocuparon por su futuro hijo, pero luego al verlo que él estaba allí, con ellos sano y salvo, se tranquilizaron.
Algo titiló en los ojos sombríos de Black.
—Échate —le dijo a Ron en voz baja— o será peor para tu pierna.
—Le hablas como si se tratara de un perro —dijo Lily a Sirius—. Aunque seguro que debes sentirte alusivo, ya sabes por tu condición de animago, ¿verdad?
Sirius hizo una mueca de avergonzada, algo poco común en él.
—Pelirroja, no seas tan dura conmigo, no te das cuenta que hieres mis sentimientos —dijo Sirius, tratando de ponerle humor a la situación.
—¿Me ha oído? —dijo Ron débilmente, apoyándose en Harry para mantenerse en pie—. Tendrá que matarnos a los tres.
—Sólo habrá un asesinato esta noche —respondió Black, acentuando la mueca.
Alastor miró expectante al adolescente Sirius, sin poder creer lo que había escuchada.
En verdad pensará matar al chico Potter, pensaba el auror.
—¿Qué dices, Sirius? —le reclamó James a su amigo.
Snape sonrió desdeñosamente.
—Al parecer el Gran Black si es un asesino —se mofó el futuro profesor de Pociones.
—¡Cierra la boca, Quejicus! —dijeron James y Sirius al unísono.
—Señores, por favor —dijo Dumbledore levantando las manos—. No quiero y mucho menos permito una pelea.
Los dos merodeadores y Snape se miraron con rencor puro, aunque en la mirada del Slytherin se podía vislumbrar odio.
Por su parte Remus si comprendió lo que había dicho el Sirius del futuro. Su amigo quería matar a Peter por su traición.
—¿Por qué? —preguntó Harry, tratando de soltarse de Ron y de Hermione—. No le importó la última vez, ¿a qué no? No le importó matar a todos aquellos muggles al mismo tiempo que a Pettigrew… ¿Qué ocurre, se ha ablandado usted en Azkaban?
—¡Harry! —exclamó Lily mirando a su hijo—. Debes medir tus palabras. Dejarte guiar por la ira no te traerá nada bueno.
Harry se sonrojó. Ahora comprendía lo que sentía su amigo Ron cuando era regañado por su madre.
—Lo siento —susurró—. Lo siento mucho, Sirius —dijo mirando a su padrino.
Sirius solo sonrió levemente y se encogió de hombros. Él no podía hacer nada más, ya que ni el mismo sabía a ciencia cierta como era su actuar en el futuro luego de haber estado encerrado en Azkaban.
—¡Harry! —sollozó Hermione—. ¡Cállate!
—¡ÉL MATÓ A MIS PADRES! —gritó Harry.
Y haciendo un último esfuerzo se liberó de Ron y de Hermione, y se lanzó.
Había olvidado la magia. Había olvidado que era bajito y poca cosa (Aun lo sigue siendo, se mofó Lucius. Pero al parecer nadie le hizo caso, porque hasta Daphne siguió leyendo) y que tenía trece años, mientras que Black era un hombre adulto y alto. Lo único que sabía Harry era que quería hacerle a Black todo el daño posible, y que no le importaba el que recibiera a cambio.
Alastor negó con la cabeza.
—Muchacho tonto, eso no es valentía, es estupidez —gruñó el auror.
Harry sabía que era cierto lo que le decía el auror, así que solo asintió.
Tal vez fuera por la impresión que le produjo ver a Harry cometiendo aquella necedad, pero Black no levantó a tiempo las varitas. Harry sujetó por la muñeca la mano libre de Black, desviando la orientación de las varitas. Tras propinarle un puñetazo en el pómulo, los dos cayeron hacia atrás, contra la pared.
Hermione y Ron gritaron. Vieron un resplandor cegador cuando las varitas que Black tenía en la mano lanzaron un chorro de chispas que por unos centímetros no dieron a Harry en la cara (Lily suspiró aliada por eso, y agradecía internamente que Sirius no intentara defenderse de Harry, por la actitud tan impertinente de su hijo). Harry sintió retorcerse bajo sus dedos el brazo de Black, pero no lo soltó y golpeó con la otra mano.
Pero Black aferró con su mano libre el cuello de Harry.
—No —susurró—. He esperado demasiado tiempo.
Se escucharon unas exclamaciones por parte de los chicos del futuro de otras casas, ya que ellos no sabían lo que en realidad había pasado en la Casa de los Gritos.
—Oh, Sirius —exclamó Andrómeda—. Cada vez te incriminas más, y aunque eres inocente, con tus palabras demuestras todo lo contrario.
—Pero no me reclames a mí, yo todavía no he hecho nada —se defendió el ojigris.
Apretó los dedos. Harry se ahogaba. Las gafas se le habían caído hacia un lado.
Entonces vio el pie de Hermione, salido de no se sabía dónde. Black soltó a Harry profiriendo un alarido de dolor. Ron se arrojó sobre la mano con que Black sujetaba la varita y Harry oyó un débil tintineo.
—Lamento haberte pateado, Sirius —se disculpó una avergonzada Hermione, haciendo masajes a su abultado vientre—, pero es que creía que lastimarías a Harry.
—Y yo lamento haberme arrojado sobre tu mano —dijo Ron.
—Y bueno, yo lamento no haber creído en ti al principio y luego haberte golpeado —dijo un sonrojado Harry.
—No importa. Ustedes solo trataban de defender a su amigo, yo también hubiera hecho lo mismo con mis amigos —dijo Sirius a Hermione y Ron—. Y Harry, está bien, no hay problema.
Se soltó del nudo de cuerpos y vio su propia varita en el suelo. Se tiró hacia ella, pero…
—¡Ah!
Crookshanks se había unido a la lucha, clavándole las zarpas delanteras en el brazo. Harry se lo sacudió de encima, pero Crookshanks se dirigió como una flecha hacia la varita de Harry.
Crookshanks siempre ha estado de la parte de Sirius, es tan tierno —comentó Luna.
Sirius miró hacia su regazo y noto al gato con los ojos abiertos. Le empezó a rascar detrás de las orejas y el minino ronroneo complacido por los mimos de su amigo.
—¡NO! —exclamó Harry, y propinó a Crookshanks un puntapié que lo tiró a un lado bufando. Harry recogió la varita y se dio la vuelta.
—¡Apartaos! —gritó a Ron y a Hermione.
No necesitaron oírlo dos veces. Hermione, sin aliento y con sangre en el labio, se hizo a un lado, recogiendo su varita y la de Ron. Ron se arrastró hasta la cama y se derrumbó sobre ella, jadeando y con la cara ya casi verde, asiéndose la pierna rota con las manos.
—Vaya, no lo puedo creer —dijo Sirius—. Tres chicos de trece años me vencieron. De seguro debí haber estado muy débil.
—Sirius eres increíble —dijo Lily con sarcasmo.
—Ya lo sé, pelirroja, pero cuidado, Cornamenta se podría poner celoso —contestó Sirius sin advertir el sarcasmo.
Lily negó con la cabeza exasperada.
Black yacía de cualquier manera junto a la pared. Su estrecho tórax subía y bajaba con rapidez mientras veía a Harry aproximarse muy despacio, apuntándole directamente al corazón con la varita.
—¿Vas a matarme, Harry? —preguntó.
—Provocar al chico no te traerá nada bueno, Black —gruñó Moody.
Harry se paró delante de él, sin dejar de apuntarle con la varita, y bajando la vista para observarle la cara. El ojo izquierdo se le estaba hinchando y le sangraba la nariz.
—Usted mató a mis padres —dijo Harry con voz algo temblorosa, pero con la mano firme.
Black lo miró fijamente con aquellos ojos hundidos.
—No lo niego —dijo en voz baja (¿Qué?, dijo Remus con sorpresa. A lo que James dijo: ¿En verdad quieres que te maten, animal?)—. Pero si supieras toda la historia…
—¿Toda la historia? —repitió Harry, con un furioso martilleo en los oídos—. Los entregó a Voldemort, eso es todo lo que necesito saber.
—Tienes que escucharme —dijo Black con un dejo de apremio en la voz—. Lo lamentarás si no… si no comprendes…
—¿Qué te quería hacer comprender? —no pudo evitar preguntar Sirius, ya que él se exigía a sí mismo comprender de una maldita vez que era inocente.
—Que eras inocente, y que el traidor era alguien más —respondió Harry.
—¿Traidor? —preguntaron Sirius y James.
—Ya no falta mucho para que se enteren de toda la verdad —dijo Ron—. Solo tienen que ser pacientes.
Los dos merodeadores asintieron.
—Comprendo más de lo que cree —dijo Harry con la voz cada vez más temblorosa—. Usted no la ha oído nunca, ¿verdad? A mi madre, impidiendo que Voldemort me matara… Y usted lo hizo. Lo hizo…
Snape apretó los puños por debajo de la mesa al escuchar como su amada Lily suplicaba al Señor Oscuro por la vida de su hijo y él sin poder hacer nada por ayudarla.
Antes de que nadie pudiera decir nada más, algo canela pasó por delante de Harry como un rayo. Crookshanks saltó sobre el pecho de Black y se quedó allí, sobre su corazón. Black cerró los ojos y los volvió a abrir mirando al gato.
Sirius miró con sorpresa al gato que tenía sobre sus piernas, nunca se hubiera imaginado que él lo protegería. Vamos, si ni siquiera sus padres o su hermano hubieran hecho eso por él.
—El gato te estaba protegiendo —murmuró Andrómeda con sorpresa.
—Eso parece —dijo Sirius sin saber que más decir.
—Vete —ordenó Black, tratando de quitarse de encima al animal. Pero Crookshanks le hundió las garras en la túnica. Volvió a Harry su cara fea y aplastada, y lo miró con sus grandes ojos amarillos (Es un gato muy particular, dijeron los gemelos Prewett). Hermione, que estaba a su derecha, lanzó un sollozo.
Harry miró a Black y a Crookshanks, sujetando la varita aún con más fuerza. ¿Y qué si tenía que matar también al gato? Era un aliado de Black… Si estaba dispuesto a morir defendiéndolo, no era asunto suyo. Si Black quería salvarlo, eso sólo demostraría que le importaba más Crookshanks que los padres de Harry…
Harry levantó la varita. Había llegado el momento de vengar a sus padres. Iba a matar a Black. Tenía que matarlo. Era su oportunidad…
Incluso los chicos del futuro estaban casi tan sorprendidos como los mis padres de Harry al enterarse de los motivaciones asesinas del niño que vivió.
Mi pobre hijo, pensaba Lily. Ya me imagino lo terriblemente traicionado que se habrá sentido al creer que el hombre frente a él había sido el culpable de la muerte de sus padre. De nuestra muerte.
El único que no se encontraba paciente era el director del colegio, ya que desde que conoció al futuro hijo de los Potter se había dado cuenta de la nobleza de su corazón, por sus acciones y sus sentimientos, y sabía que por muy enojado o defraudado que sintiera en ese momento, él nunca hubiera asesinado a nadie.
Pasaron unos segundos y Harry seguía inmóvil, con la varita en alto (Dumbledore sonrió levemente. Lo que creía si Harry en verdad hubiera querido matar a Sirius, lo hubiera hecho desde el primer momento). Black lo miraba fijamente, con Crookshanks sobre el pecho. En la cama en la que estaba tendido Ron se oía una respiración jadeante. Hermione permanecía en silencio.
Y entonces oyeron algo que no habían oído hasta entonces.
Unos pasos amortiguados. Alguien caminaba por el piso inferior.
—Me pregunto quién será la persona que sepa de ese lugar, ya que según sé, casi nadie sabía lo que se ocultaba dentro del Sauce boxeador —dijo Ted—. ¡Por Merlín! Hasta para mí es una sorpresa enterarme de todo esto.
Pero los merodeadores y Snape ya sabían quién era el que estaba subiendo a la casa: Remus Lupin. Ya que ellos eran los únicos que sabían de ese lugar; y Snape se enteró de esa casa por una broma del propio futuro prisionero de Azkaban.
—¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! —gritó Hermione de pronto—. ¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! ¡SIRIUS BLACK! ¡DENSE PRISA!
Black sufrió tal sobresalto que Crookshanks estuvo a punto de caerse. Harry apretó la varita con una fuerza irracional. ¡Mátalo ya!, dijo una voz en su cabeza. Pero los pasos que subían las escaleras se oían cada vez más fuertes, y Harry seguía sin moverse.
—Vaya, ya te habías tardado, Lunático —susurró James a su amigo—, digo, ya era hora de que detuvieras ese problemita.
Lupin sonrió de lado.
—Solo espero haber sido de ayuda y no todo lo contrario —respondió Remus con el mismo tono de voz de James.
La puerta de la habitación se abrió de golpe entre una lluvia de chispas rojas y Harry se volvió cuando el profesor Lupin entró en la habitación como un rayo. El profesor Lupin tenía la cara exangüe, y la varita levantada y dispuesta. Miró a Ron, que yacía en la cama; a Hermione, encogida de miedo junto a la puerta; a Harry, que no dejaba de apuntar a Black con la varita; y al mismo Black, desplomado a los pies de Harry y sangrando.
¡Expeliarmo! —gritó Lupin.
La varita de Harry salió volando de su mano. También lo hicieron las dos que sujetaba Hermione (Bueno, gracias por eso, Lunático. Aunque creo que desarmarlos solo haría que creyeran que eres cómplice de un prófugo de la justicia, trato de bromear Sirius. Cosa que no funciono porque eso fue exactamente lo que Harry, Ron y Hermione creyeron). Lupin las cogió todas hábilmente y luego penetró en la habitación, mirando a Black, que todavía tenía a Crookshanks protectoramente encaramado en el pecho.
Harry se sintió de pronto como vacío. No lo había matado. Le había faltado valor. Black volvería a manos de los dementores.
Sirius no pudo evitar estremecerse ante la mención de esas horribles criaturas.
Entonces habló Lupin, con una voz extraña que temblaba de emoción contenida:
—¿Dónde está, Sirius?
—Esperen un poco —dijo James—, no sé porque tengo la impresión de que Lunático del futuro sabía que Sirius era inocente.
—¿Pero cómo lo podría saber, si todos lo creían culpable? —preguntó Fabian Prewett, mientras su gemelo asentía.
Nadie contestó a esa pregunta, por lo que Daphne siguió leyendo.
Harry miró a Lupin. No comprendía qué quería decir. ¿De quién hablaba? Se volvió para mirar de nuevo a Black, cuyo rostro carecía completamente de expresión. Durante unos segundos no se movió. Luego, muy despacio, levantó la mano y señaló a Ron. Desconcertado, Harry se volvió hacia el sorprendido Ron.
—Pero que tiene que ver mi hijo en todo esto —dijo una preocupada Molly.
—No era a mí a quien señalaba en realidad —respondió Ron.
—No entendemos, querido sobrino —dijeron los gemelos Prewett.
—Es fácil de comprender —dijo Luna con voz sedosa—. Sirius Black no señalaba a Ron, sino a Scabbers.
—¿A la rata? ¿En serio estabas señalando a la rata? —preguntó un curioso James a Sirius—. Canuto, siento decirte que la locura de la serpiente de Bellatrix es contagioso, yo creo que no deberías hablarle ni siquiera para molestarla —aconsejó el jugador de quidditch.
—James —amonestó Lily—, lo mejor será que dejamos a la chica continuar con la lectura.
James asintió con la cabeza.
—Pero entonces… —murmuró Lupin, mirando tan intensamente a Black que parecía leer sus pensamientos—, ¿por qué no se ha manifestado antes? A menos que… (Remus se sorprendió al enterarse que su yo del futuro ya sospechaba que el traidor era Peter) —De repente, los ojos de Lupin se dilataron como si viera algo más allá de Black, algo que no podía ver ninguno de los presentes— … a menos que fuera él quien... a menos que te transmutaras… sin decírmelo…
—¿Pero de que hablaban? —preguntó Ted—, no puedo comprenderlo.
De que Peter es el traidor, quiso responder Remus, pero no lo hizo porque ya muy pronto todos se enterarían.
Muy despacio, sin apartar los hundidos ojos de Lupin, Black asintió con la cabeza.
—Profesor Lupin, ¿qué pasa? —interrumpió Harry en voz alta—. ¿Qué…?
Pero no terminó la pregunta, porque lo que vio lo dejó mudo. Lupin bajaba la varita. Un instante después, se acercó a Black, le cogió la mano, tiró de él para incorporarlo y para que Crookshanks cayese al suelo, y abrazó a Black, como a un hermano.
—Creo que fue un mal momento para un reencuentro entre viejos amigos —dijo Charlie.
—En definitiva, ahora ellos sí que creerán que son cómplices —agregó Bill.
Harry se sintió como si le hubieran agujereado el fondo del estómago.
—¡NO LO PUEDO CREER! —gritó Hermione.
Lupin soltó a Black y se volvió hacia ella. Hermione se había levantado del suelo y señalaba a Lupin con ojos espantados.
—Usted… usted…
—Hermione…
—¡… usted y él!
—Tranquilízate, Hermione.
—No sé tú, hermano —empezó Gideon dirigiendo a su gemelo—, pero esos diálogos no te parecen las clásicas frases de dos enamorados.
—Sí, cuando la chico descubre a su novio siéndole infiel —aceptó Fabian, y luego ambos hermanos sonrieron al ver a Hermione y a Remus sonrojados, casi tan rojo como los cabellos de los Weasley.
Ginny miró a su amiga castaña de reojo y rió entre dientes al verla sonrojada.
Por su parte Daphne observó a los Prewett con cara de pocos amigos por la interrupción, pero luego siguió con la lectura.
—¡No se lo dije a nadie! —gritó Hermione—. ¡Lo he estado encubriendo!
Esa frase dejo a los del pasado confundidos y preguntándose qué era lo que Hermione no le había dicho a nadie, de que encubría a Remus.
En cambio los merodeadores si sabían de que hablaba Hermione, y no sabían que hacer, sobre todo Remus, y ahora su sonrojo quedo en el olvido porque una palidez cubría su rostro, ya que intuía que ese día todos se enterarían de su secreto.
En cambio el único que sonreía abiertamente era Snape.
Sí, ahora todos sabrán el secreto de uno de los desadaptados, pesaba Severus.
Hermione no miraba a Remus, porque ya sabía que expresión tenía su rostro: de puro abatimiento, enojo y vergüenza. Ella lo único que hacía era acariciar su vientre nerviosamente, y cuando iba a disculparse con Remus, la voz de la Slytherin la detuvo.
—¡Hermione, escúchame, por favor! —exclamó Lupin—. Puedo explicarlo…
Harry temblaba, no de miedo, sino de una ira renovada.
—Yo confié en usted —gritó a Lupin, flaqueándole la voz— y en realidad era amigo de él.
—Estáis en un error —explicó Lupin—. No he sido amigo suyo durante estos doce años, pero ahora sí… Dejadme que os lo explique…
Daphne detuvo su lectura, y todos la miraron.
—¿Qué sucede, señorita Greengrass? —preguntó Dumbledore con calma.
—Tal vez no deba leer esta parte —dijo la rubia—. No creo que al profesor Lupin le gustaría que todos se enteren de su pequeño secreto.
Remus empalideció más, y a Hermione se le llenaron los ojos de lágrimas, puesto que sabía que en ese momento ella gritaba a los cuatro vientos el secreto de su amado esposo.
—No lo digas, Greengrass, por favor —pidió Hermione conteniendo un sollozo.
Remus levantó la cabeza y observó a Hermione, él noto que la chica tenía los ojos lleno de lágrimas, estaba vulnerable, incluso más que él.
¡ELLA ES NUESTRA, Y NO PODEMOS PERMITIR QUE SE SIENTA CULPABLE! ¡ELLA NO TIENE LA CULPA DE NUESTRO PROBLEMA!, y otra vez Remus escuchó la voz fiera de su lobo interior, pero lo que más lo dejo anonadado fue escuchar nuevamente que Hermione era suya.
El momento ha llegado, se dijo Remus.
—Sigue leyendo, por favor —dijo Remus con voz resignada.
Al instante sus amigos hablaron a la vez.
—Pero Remus…
—Ya es el momento —volvió a hablar Lupin, y Hermione sollozo.
Daphne haciendo caso a Remus continuo con la lectura.
—¡NO! —gritó Hermione—. Harry, no te fíes de él. Ha ayudado a Black a entrar en el castillo. También él quiere matarte. ¡Es un hombre lobo!
Todos se quedaron en silencio ante tal información, algunos sorprendidos, otros con temor, otros enojados —menos Snape, puesto que estaba tan sonriente que parecía que la Navidad se le había adelantado— los chicos del futuro estaban serenos, ellos ya sabían eso, pero aun así, eso no evitaba que James y Sirius sintieran cierto enojo hacia Hermione, ellos que tanto habían guardado el secreto de su amigo y la chica lo decía sin más.
—Lo siento, Remus —dijo Hermione con voz titubeante, pero antes de que el aludido pudiera decir algo, se escuchó que alguien se levantaba de su banca.
—¡¿QUÉ COSA?! —vociferó Lucius, mirando con asco a Lupin, y para luego dedicarle una mirada asesina a Dumbledore—. ESTÁ LOCO, ACEPTO A UNA BESTIA EN LA ESCUELA, Y NO SOLO SE CONFORMO CON ESO, LUEGO LO PUSO COMO PROFESOR. COMO PROFESOR DE UN MALFOY —señaló a su hijo, el cual lo miraba con cierta exasperación—. HARÉ QUE CIERREN ESTE MALDITO COLEGIO…
—¡YA CIERRA LA BOCA, MALFOY! —gritaron James y Sirius, ya de pie y con apuntándolo con las varitas.
Crookshanks estaba en el suelo bufando después de que Sirius se parara sin tener consideración con él.
—Señores, guarden la calma, por favor —dijo Dumbledore serenamente.
—¿CALMA? ¿CÓMO SE PUEDE TENER CALMA DESPUÉS DE ESTO? —gritó Lucius.
—¡Cállate, padre! —dijo Draco. Narcissa se indignó al escuchar a su hijo—. ¿Quieres dejar de hacer tanto drama? Ni que tuvieras enterado que Greyback nos daba clases —ante ese nombre Remus se sintió enfermo. Y a Parvati se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar que su amiga fue asesinada por esa bestia—. ¿No te das cuenta? Solo es Lupin, y él no mataría ni una mosca.
James y Sirius se quedaron sorprendidos, ya que Draco Malfoy a su manera había defendido a su amigo.
—Lo siento mucho, Remus —Hermione se volvió a disculpar—. Todo esto es mi culpa —y soltó otro sollozo.
—No es tu culpa, Hermione. Tú no tienes la culpa de que yo sea un licántropo —dijo Remus, consolando a la chica.
—Además no sé porque hacen tanto drama por eso —dijo Alice—, yo ya lo sabía.
—Y yo —dijo Frank levantando una mano, como si fuera a responder una pregunta.
—¿Ustedes lo sabían? —preguntó Remus con vergüenza, y sorpresa, porque en ningún momento Frank y Alice se alejaron de él o lo trataron mal, o en el peor de los casos le contaron a alguien.
—Sí —contestaron los esposos Longbottom—. Lo descubrimos porque siempre que te “enfermabas” era cerca de la luna llena.
—Bueno, yo lo sospechaba —dijo tranquilamente Andrómeda.
—Y a mí no me importa lo que seas —agregó Ted.
—Yo también lo sabía —confesó Lily—. Y no, no me lo dijo James, lo supe desde tercer curso, pero no se lo dije a nadie, ni siquiera a ti —agregó cuando Remus le iba a preguntar si él se lo había contado.
Ante las palabras de Lily, Snape se le borró la sonrisa y se sintió enojado, como era posible que su amada pelirroja no le diera importancia a la atrocidad que era Remus Lupin.
—Y por supuesto que nosotros lo sabemos —dijeron los chicos del futuro.
—No te sientas mal, Remus —dijo Harry—, nosotros no te juzgamos. Te aceptamos como eres.
—Por supuesto —dijo Ginny.
—Nosotros no lo sabíamos —dijeron los gemelos Prewett—, pero que genial —sonrieron como si hubieran descubierto una mina de oro.
—¿Genial? —preguntó Remus sin poder comprender que tenía de genial ser un hombre lobo, ya que sufrir de dolores días antes de la luna llena y luego los dolores de la transformación no era para nada genial.
—No les hagáis caso, Remus —dijo Bill—, al parecer mis tíos son igual de raros que Fred y George —los aludidos pusieron cara de ofendidos—. Y por supuesto, yo no te guzgo, ya que yo también soy un poco hombre lobo —el pelirrojo se llevó una mano a las cicatrices que tenía en el rostro.
Molly contuvo un grito.
—¿Qué dices? —le preguntó Arthur, mirando a su hijo mayor con tristeza.
—Me ataco Greyback, pero no paso a mayores, ya luego se enteraran de eso —dijo Bill, quitándole importancia al asunto.
Lucius observó a Bill de la misma manera que miró a Remus.
—NO DESCANSARÉ HASTA CERRAR ESTE COLEGIO —volvió a decir Lucius, sin ocultar su aversión por Remus y Dumbledore por permitir que él entrara en Hogwarts.
—Cálmese, señor Malfoy o me veré obligado en desalojarlo de esta sala —dijo Dumbledore, hablando seriamente—. Por favor, señorita Greengrass continúe —pidió.
Se hizo un vibrante silencio. Todos miraban a Lupin, que parecía tranquilo, aunque estaba muy pálido.
—Estás acertando mucho menos que de costumbre, Hermione —dijo—. Me temo que sólo una de tres. No es verdad que haya ayudado a Sirius a entrar en el castillo, y te aseguro que no quiero matar a Harry… —Se estremeció visiblemente—. Pero no negaré que soy un hombre lobo.
Ron hizo un esfuerzo por volver a levantarse, pero se cayó con un gemido de dolor. Lupin se le acercó preocupado, pero Ron exclamó:
—¡Aléjate de mí, licántropo!
Remus se sintió terriblemente incomodo, a pesar de que tenía que estar acostumbrado a ese tipo de reacciones luego de que supieran lo que él era.
—Lo siento, Remus —se disculpó Ron, el cual tenía las orejas rojas—. Pero estaba asustado.
—Descuida, no hay problema, Ron —dijo Remus sin sentir molestia con el pelirrojo.
—Tan sutil como siempre, hermano —ironizaron los gemelos Weasley.
Lupin se paró en seco. Y entonces, con un esfuerzo evidente, se volvió a Hermione y le dijo:
—¿Cuánto hace que lo sabes?
—Siglos —contestó Hermione—. Ya lo sospechaba, pero lo confirme desde que hice el trabajo para el profesor Snape.
—¡Maldito, Quejicus! —dijeron James y Sirius—. Siempre metiendo tu narizota donde no te importa.
Snape solo sonrió arrogantemente, ya que por lo menos algún alumno había descubierto lo que era Lupin, aunque ese alguien fuera la molesta amiga de Potter.
—Estará encantado —dijo Lupin con poco entusiasmo—. Os puso ese trabajo para que alguno de vosotros se percatara de mis síntomas. ¿Comprobaste el mapa lunar y te diste cuenta de que yo siempre estaba enfermo en luna llena? ¿Te diste cuenta de que el boggart se transformaba en luna al verme?
—Eso era muy obvio, pero nadie le prestó atención a ese detalle —dijo Seamus.
—Hermione sí —dijo Dean.
—Las dos cosas —respondió Hermione en voz baja.
Lupin lanzó una risa forzada.
—Nunca he conocido una bruja de tu edad tan inteligente, Hermione.
—No soy tan inteligente —susurró Hermione—. ¡Si lo fuera, le habría dicho a todo el mundo lo que es usted!
—Ya lo saben —dijo Lupin—. Al menos, el personal docente lo sabe.
—¿Dumbledore lo contrató sabiendo que era usted un licántropo? —preguntó Ron con voz ahogada—. ¿Está loco?
—¡Ronald Weasley! —regañó Molly, a lo que el pelirrojo solo atino a sonreír inocentemente.
—A decir verdad algunas personan aseguran que estoy loco —dijo Dumbledore como si hablara del clima—, y hay veces en las que yo mismo lo creo.
Ante esa respuesta todos miraran con sorpresa al director.
—Albus, ¿qué dices? —espetó la profesora McGonagall, con el ceño levemente fruncido.
—Lo que todos dicen —respondió quitándole importancia al asunto.
—Hay profesores que opinan que sí —admitió Lupin—. Le costó convencer a ciertos profesores de que yo era de fiar.
Las miraras de James, Sirius y algunos chicos del futuro fueron dirigidos a Snape.
—Quejicus —dijeron los dos animagos.
—¡Y ESTABA EN UN ERROR! —gritó Harry—. ¡HA ESTADO AYUDÁNDOLO TODO ESTE TIEMPO!
Señalaba a Black, que se había dirigido hacia la cama adoselada y se había echado encima, ocultando el rostro con mano temblorosa. Crookshanks saltó a su lado y se subió en sus rodillas ronroneando. Ron se alejó, arrastrando la pierna.
—No he ayudado a Sirius —dijo Lupin—. Si me dejáis, os lo explicaré. Mirad… —Separó las varitas de Harry, Ron y Hermione y las lanzó hacia sus respectivos dueños. Harry cogió la suya asombrado—. Ya veis —prosiguió Lupin, guardándose su propia varita en el cinto—. Ahora vosotros estáis armados y nosotros no. ¿Queréis escucharme?
—Ya era hora que alguien actuara con cordura —comentó McGonagall.
—Eso me sonó a insulto, Cornamenta —dijo Sirius a James.
—Shh —susurró James—, o Minnie nos regañara, recuerda que aún nos tiene jurada un buen regaño y castigo por ser animagos ilegales.
Harry no sabía qué pensar. ¿Sería un truco?
—Si no lo ha estado ayudando —dijo mirando furiosamente a Black—, ¿cómo sabía que se encontraba aquí?
—Pues por el mapa —respondieron los merodeadores.
—Cierto —dijeron los gemelos Prewett.
—Por el mapa —explicó Lupin—. Por el mapa del merodeador. Estaba en mi despacho examinándolo…
—¿Sabe utilizarlo? —le preguntó Harry con suspicacia.
—Es uno de los creadores, como no podría saber utilizarlo —dijeron los gemelos Weasley.
—Pero nadie sabía eso en ese momento, Fred, George —dijo Ginny.
—Buen punto —contestaron sus hermanos.
—Por supuesto —contestó Lupin, haciendo con la mano un ademán de impaciencia—. Yo colaboré en su elaboración. Yo soy Lunático… Es el apodo que me pusieron mis amigos en el colegio.
—¿Usted hizo…?
—Lo importante es que esta tarde lo estaba examinando porque tenía la idea de que tú, Ron y Hermione intentaríais salir furtivamente del castillo para visitar a Hagrid antes de que su hipogrifo fuera ejecutado. Y estaba en lo cierto, ¿a que sí? —Comenzó a pasear sin dejar de mirarlos, levantando el polvo con los pies—. Supuse que os cubriríais con la vieja capa de tu padre, Harry.
—¿Cómo sabe lo de la capa?
—La cantidad de veces que usamos esa capa —dijo Sirius.
—Sobre todo para hacer bromas e ir a las cocinas de madrugada —agregó James.
—¡La de veces que vi a James desaparecer bajo ella! —dijo Lupin, repitiendo el ademán de impaciencia  (Tantas veces que sería imposible contarlas, dijo Sirius)—. Que llevéis una capa invisible no os impide aparecer en el mapa del merodeador. Os vi cruzar los terrenos del colegio y entrar en la cabaña de Hagrid. Veinte minutos más tarde dejasteis a Hagrid y volvisteis hacia el castillo. Pero en aquella ocasión os acompañaba alguien.
—¿Cómo? —preguntó Alice.
—Pero, ¿quién más lo acompañan? —preguntó Frank, pensativo—, excepto la rata.
Harry, Ron y Hermione se miraron.
—¿Qué dice? —interrumpió Harry—. Nada de eso. No nos acompañaba nadie.
—No podía creer lo que veía —prosiguió Lupin, todavía paseando, sin escuchar a Harry—. Creía que el mapa estaría estropeado (El mapa fue nuestra creación más perfecta, no podría estar estropeado, dijo arrogantemente Sirius, mientras que James asentía). ¿Cómo podía estar con vosotros?
—¡No había nadie con nosotros!
—Y entonces vi otro punto que se os acercaba rápidamente, con la inscripción «Sirius Black». Vi que chocaba con vosotros, vi que arrastraba a dos de vosotros hasta el interior del sauce boxeador.
—¡A uno de nosotros! —dijo Ron enfadado.
—No, Ron —dijo Lupin—. A dos.
—Esperen —dijo Ted—, no te estarías refiriendo a la rata, ¿verdad? —preguntó a Remus.
—Creo que sí —respondió el hombre lobo. Aunque no es una rata en realidad, pensó.  Unas miradas curiosas se posaron en él—, pero lo mejor será que sigamos escuchando la lectura.
Dejó de pasearse y miró a Ron.
—¿Me dejas echarle un vistazo a la rata? —dijo con amabilidad.
—¿Qué? —preguntó Ron—. ¿Qué tiene que ver Scabbers en todo esto?
—Todo —respondió Lupin—. ¿Podría echarle un vistazo, por favor?
—Eso es una locura, porque tanta importancia a una rata —dijo Alice.
—Créeme, mamá, tiene mucho que ver —dijo Neville.
Automáticamente Sirius miró a Crookshanks, el cual ahora estaba en el regazo de Remus, ya que el minino estaba ofendido por la manera en que el animago se paró de su banca sin tener consideración con él.
—La rata —susurró Sirius—, ¿pero que tanto mal podría hacer una simple rata? —se preguntó.
Ron dudó. Metió la mano en la túnica. Scabbers salió agitándose como loca. Ron tuvo que agarrarla por la larga cola sin pelo para impedirle escapar. Crookshanks, todavía en las rodillas de Black, se levantó y dio un suave bufido.
Los del pasado —excepto Remus— no entendían todavía nada de lo que estaban escuchando, y que tenía que ver Scabbers en todo el problema.
Lupin se acercó más a Ron. Contuvo el aliento mientras examinaba detenidamente a Scabbers.
—¿Qué? —volvió a preguntar Ron, con cara de asustado y manteniendo a Scabbers junto a él—. ¿Qué tiene que ver la rata en todo esto?
—No es una rata —graznó de repente Sirius Black.
—¿Qué quiere decir? ¡Claro que es una rata!
—No lo es —dijo Lupin en voz baja—. Es un mago.
—Un animago —aclaró Black— llamado Peter Pettigrew.
Todos se quedaron en silencio por lo que acababan de escuchar, sobre todo porque se suponía que Sirius había matado a Peter Pettigrew.
—¿Qué? —dijo Lily—, pero no se supone que… —se detuvo, ya que no podía seguir hablando porque una corazonada le decía que Peter había hecho algo malo.
—Mierda —dijo Sirius, y ahora la profesora McGonagall no lo regaño porque ella también se había quedado muda ante lo último que había escuchado—. Eso quiere decir que… —Remus asintió ante el descubrimiento de su amigo— ¡Maldita sea! —gritó Sirius golpeando la mesa con su puño cerrado. Y luego se para de golpe y empezó a caminar hacia la puerta.
—Señor Black, deténgase —dijo Dumbledore, pero el animago no lo escucho.
Sirius se sentía tan enojado, traicionado, con ganas de matar y con tristeza, porque Peter era su amigo, era como su hermano, al igual que James y Remus. Pero al parecer nada de eso le importo a Peter porque los vendió a ese ser tan despreciable con delirios de pureza.
—Sirius, por favor no sigas —dijo Hermione, mientras que Harry iba tras su padrino.
—No me pidas que me detenga, castaña —graznó Sirius—. Tengo que matarlo, ahora sí que lo mataré.
—Recuerda que aún no ha hecho nada —dijo Harry tratando de razonar con Sirius.
—Sí, y nada sucederá porque antes lo mataré —dijo el ojigris.
Pero antes de que Sirius pudiera tomar el pomo de la puerta el gritó de Lily llamando a su amigo, lo detuvo.
—James —dijo—. ¿Qué le pasa? —y al ver que su amigo estaba como si le hubiera lanzado un hechizo de petrificación, regreso a su lado, y Harry lo siguió—. ¿Qué le paso?
—No lo sé —dijo Lily—. Creo que le ha impactado la noticia.
—Tal vez deberíamos parar todo —dijo Remus, mirando con preocupación a su amigo.
—Colagusano no nos traiciono, ¿verdad? —dijo James en un susurró, reaccionando por fin.
Nadie contestó, cosa que a James le confirmo lo que había entendido.
—¡ES UN MALDITO! —gritó James—. ¡TENGO QUE MATARLO!
—Lo mataremos juntos, Cornamenta —dijo Sirius—. ¿Qué dices tú, Lunático? —preguntó mirando a su amigo castaño.
—Creo que será lo mejor —respondió Lupin, con la voz impregnada de dolor.
Hermione contuvo el aliento al escuchar lo que decía su esposo.
—¡NINGUNO DE LOS TRES HARÁ NADA! —dijo Lily alzando la voz.
—Pero que dices, Lily, por culpa de ese traidor moriremos y no podremos cuidar de Harry —dijo James al borde de la desesperación.
—Y lo evitaremos, ahora que sabemos cómo sucedieron las cosas, lo evitaremos. Pero antes tenemos que tranquilizarnos.
—¿Cómo nos pides que nos tranquilicemos cuando ese cretino está muy feliz de la vida allá afuera? —gruñó Sirius.
—La señorita Evans tiene razón, señores. Nada bueno resultara tomar la justicia por sus propias manos, ya que el señor Pettigrew aún es inocente y si ustedes lo matan lo único que consiguieran será una larga estancia en Azkaban —dijo Dumbledore con seriedad—. Así que por favor, les pido que todos vuelvan a sus lugares.
Pasaron unos minutos y nadie se movía de donde estaban, pero luego de pensarlo detenidamente, poco a poco todos volvieron a sus lugares, pero eso no quería decir que los merodeadores no tuvieran ganas de acabar con Pettigrew en ese momento por destruir su amistad.
Por su parte Lucius Malfoy estaba disfrutando a lo grande la desgracia de los traidores a la sangre.
¿Quién lo hubiera dicho, Pettigrew abandono a sus estúpidos amigos para seguir al Lord?, pensaba Lucius.
Pero por otro lado, Snape también quería matar a Pettigrew porque por su culpa Lily moriría.
Maldito. Pero si los idiotas de Potter, Black y Lupin se contienen, yo no, y apenas pueda salir de esta sala, mataré a Pettigrew con mis propias manos, pensaba Snape.
—Bien. Muchas gracias por leer, señorita Greengrass —dijo Dumbledore.


Nota: 
Hola a todas mis queridas lectoras, antes que nada quisiera disculparme con ustedes por demorar más de un mes en actualizar, pero es que estado con mucho trabajo, y recién me doy un tiempo para escribir y subir el nuevo capítulo. 
Espero que lo disfruten y que sea como lo hayan esperado.
Ah, y si son peruanas como yo, les deseo unas
 
¡Felices Fiestas Patrias!