miércoles, 20 de abril de 2016

¿Qué le sucede a Lunático?


Hace cinco horas que la cena se había terminado y ahora todos dormían en la Sala de los Menesteres. Bueno, en realidad no todos, tres chicos, más conocidos en Hogwarts como “los merodeadores”, caminaban a oscuras por la sala.
—¿Están seguros que debemos de hacer esto? —preguntó una voz tranquila.
—Por supuesto que sí, Lunático —respondió Sirius—, Crookshanks sabe más cosas de las que me conto…
—Y tenemos que averiguarlo —completó James lo que Sirius estaba diciendo.
Remus se quedó pensativo.
¿Y si Crookshanks les cuenta sobre Peter?, se preguntaba Remus.
Eso le preocupaba demasiado a Lupin, ya que él no quería que sus amigos se enteraran aun de la tracción del cuarto merodeador, porque…
—¿Qué pasa, Lunático? —preguntó James poniendo una mano sobre el hombro del castaño, este salió de sus pensamientos.
—No, no pasa nada —respondió Remus, negando con la cabeza.
—Pues bien, entonces, vamos —los urgió Sirius.
—Pero, yo ni siquiera voy a poder hablar con Crookshanks —insistió Remus, tratando de que sus amigos desistan.
—No te preocupes por eso, Lunático —dijo Sirius.
—Tú te encargaras de otra cosa —terminó James, para luego sonreírse con complicidad con Sirius.
Remus presintió algo malo ante la respuesta de sus amigos, pero aun así siguió con el plan.
Los tres caminaron hacia la habitación de Hermione, y como le había dicho Crookshanks a Sirius, la puerta de la habitación de la castaña estaba entre abierta.
James empujo la puerta, y entro en la habitación seguido de Sirius y un nervioso Remus.
La habitación estaba levemente iluminada, la cama estaba pegada a la pared y estaba con los doseles abiertos, allí se notaba el cuerpo de Hermione cubierto con las mantas, y por supuesto Crookshanks estaba durmiendo a los pies de la castaña. Pero el gato apenas escuchó los pasos de los merodeadores abrió los ojos. Y demostrándole una vez más a Sirius que no era un gato común, Crookshanks le dedico a él y a los otros dos merodeadores una mirada altanera, como retándolos por haberse metido en la habitación de su ama.
Crookshanks —dijo Sirius lo más despacio posible para no despertar a Hermione. El gato maulló en respuesta. Y sin esperar nada más, Sirius cargo al gato—. Tenemos que hablar —le informó.
—Bien, ya tenemos al gato —dijo James—. Ahora, vamos.
Pero los dos pelinegros al no escuchar palabra alguna por parte de Lupin, se volvieron hacia él. Lo encontraron observando atentamente a Hermione. Sirius y James se volvieron a sonreír con complicidad.
—Lunático. ¡Lunático! —lo llamó James—, ¡Remus! —insistió, pero este no le hacía caso.
—Remus —ahora lo llamó Sirius, y como tampoco parecía escucharlo, caminó hacia él, le puso una mano en el hombro, y ahí recién el castaño les prestó atención—. Lunático, volvemos dentro de un par de horas —le avisó.
—¿Qué? —preguntó Remus, saliendo de su ensoñación—. ¿Adónde vamos?
—No, nosotros nos vamos con el gato afuera —dijo James quien se había acercado a sus amigos, y señalando a Sirius y luego señalándose el mismo, le explico que solo ellos dos con el gato se irían, pero que él se quedaba—, tú te quedaras aquí.
—No pueden dejarme. ¿Qué haré yo aquí? ¿Y si Hermione despierta y me encuentra aquí en su habitación? Se enojara, gritara y todos se darán cuenta de…
—Eso no ocurrirá. Pero si Hermione despierta y te encuentra en aquí, en su habitación… improvisa algo, invéntale cualquier cosa —dijo James.
—¡No! —dijo Remus negando con la cabeza.
—Lunático, comprende será por una buena causa —insistió Sirius, y sin esperar respuesta de Lupin, ambos pelinegros y el gato salieron de la habitación de Hermione, dejando al pobre Remus con la castaña dormida.
—Bien, ahora tú nos tienes que aclarar muchas cosas —dijo Sirius a Crookshanks, colocándolo en el suelo.
El gato movió su cola, en pose presumida.
—Para ser un gato, es demasiado presuntuoso —comentó James.
Sirius asintió.
—Tenemos que cambiar de aspectos —dijo el ojigris, y sin esperar a la respuesta de su amigo, paso de ser un apuesto adolescente a un enorme perro de brilloso pelaje negro.
James lo imito y dejo de ser un chico de gafas para pasar a ser un ciervo.
Crookshanks estaba sentado en el suelo lavándose la cara, pero cuando levanto la cabeza, vio que había un enorme perro y un ciervo frente a él.
Hola, otra vez, amigo Canuto —saludó Crookshanks, mirando de reojo al ciervo.
Sirius le dedico una sonrisa perruna al gato.
Mientras que James estaba sorprendido de poder entender al gato.
Increíble. Puedo entenderte —comentó.
Claro, que puedes entenderlo —dijo Canuto—. Y hola, Crookshanks —lo saludó.
¿Qué quieren de mí? ¿Por qué me sacaron de la habitación de mi ama así como así? —preguntó el gato de cara aplastada.
Queremos que nos expliques unas cosas —dijo el Ciervo.
¿Qué cosas? —dijo Crookshanks haciéndose el tonto.
Cosas, como por ejemplo, ¿fui yo quien te pidió que robaras el papel donde Neville tenía escritas las contraseñas? —dijo Sirius.
No. La idea de robar ese papel fue idea mía —confesó el gato—. Tú eres mi amigo, Canuto, y como sabía lo desesperado que estabas por entrar a la sala común de mi ama, decidí darte una especie de regalo para que dejaras de hacer cosas arriesgadas —Sirius recordó que su yo del futuro había asustado a la Dama Gorda al rasgar su cuadro—. Así que me metí a la habitación de los amigos de mi ama y robe ese preciado papel del humano Longbottom.
El ciervo y el perro se miraron, y luego ambos miraron al gato anaranjado.
¿Y qué iba hacer Canuto dentro de la sala común? —preguntó James—. No iba a atacar a Ron, ¿verdad?
No, no iba a atacar al chico pelirrojo —afirmó Crookshanks.
¿Entonces? —apuró Sirius.
Simplemente ibas dispuesto a acabar con la rata —respondió el minino.
Otra vez la rata —refunfuñó Sirius—. ¿Qué tiene que ver la rata de Ron en esto?
Tal vez quería que le ayudaras a atrapar a la rata. Con eso que siempre está que se la quiere desayunar, almorzar y cenar —dijo James.
Crookshanks ignoró el comentario del padre del mejor amigo de su ama.
Esa rata tiene mucho que ver. Esa rata es la causante de la muerte de tu amigo —dijo el gato de cara aplastada mirando al ciervo—, y de que tú hayas estado en prisión por años.
James se estremeció cuando escucho sobre su muerte, no importaba las veces que lo dijeran, a él siempre le daría escalofríos.
Estoy seguro que esa rata y yo apenas nos veríamos, y tú me dices que esa rata a la cual no conozco de nada es el culpable de todas mis desgracias futuras —dijo Sirius.
Crookshanks movió su cola con impaciencia.
Esa rata y tú se conocen muy bien. Ustedes dos se conocen muy bien con esa rata —se corrigió.
Y así los animagos y Crookshanks siguieron discutiendo sobre la rata.
Y es que simplemente ni James ni Sirius podían relacionar a la mascota de Ron con su amigo Peter, ellos nunca podrían creer que eran el mismo ser. Era inverosímil creer eso. Y mientras más insistía Crookshanks en culpar a la rata, los merodeadores lo creían loco.
—Tal vez nos confiamos mucho en que Crookshanks nos diría la verdad —dijo James a Sirius, cuando ya eran nuevamente dos adolescentes.
Crookshanks maulló malhumorado al escuchar el comentario de James.
—Aun así yo creo que Crookshanks sabe más de lo que dice —insistió Sirius cargando al gato—. No te seguiré presionando ahora, pero luego me dirás la verdad, ¿no? —le preguntó a Crookshanks.
El gato ni siquiera lo miró, estaba ofendido porque ninguno de los dos merodeadores le creyó lo que había dicho.
—Será mejor que vayamos a rescatar a Lunático, o sino… —dijo James.
—Sabes perfectamente que Lunático nunca se enojaría con nosotros —dijo Sirius.
Y así los dos merodeadores comenzaron a andar hacia la habitación de Hermione.

***

Por su parte Remus se había quedado parado en el mismo lugar donde James y Sirius lo dejaron, no quería hacer ningún movimiento temiendo despertar a Hermione.
—Hermione —susurró, y volvió su vista a la castaña. Concentro su vista en su rostro, el cual aún tenía características infantiles—. Eres hermosa —volvió a susurrar. Y como hipnotizado por la chica, Remus dio tres pasos acercándose a la cama, y se arrodillo para observarla mejor—; sí, eres hermosa, y no sé porque causas todas estas sensaciones en mí, es como si algo… nos uniera… —dejo de susurrar cuando escuchó a Hermione suspirar.
¿Pero qué es lo que nos uniría?, se preguntó. Nada, absolutamente nada, según dicen, nosotros solo somos amigos, se respondió al instante.
Dejo de observarle el rostro cuando su corazón empezó a latir más rápido de lo normal y su lobo interior se agito. Pero lo que paso a continuación lo asusto más de lo normal; cuando Remus dejo de observar el rostro de Hermione, su traicionera vista se posó en el níveo cuello de la chica, viendo por segunda vez la marca del lobo, marca que le decía a gritos que Hermione le pertenecía a un licántropo, pero aun así él no pudo evitar que su lobo ya agitado, se agitara más al ver esa marca.
¿Qué me pasa?, se preguntó Lupin con desesperación, a la vez que se alejaba de Hermione como si esta le quemara la piel, ¿qué me sucede? ¿Qué le sucede a Lunático?
Remus quería salir corriendo de la habitación de Hermione, sin siquiera importarle que sus amigos estaban afuera “conversando” con el gato; pero lamentablemente sus piernas no le respondían. Era como si el lobo tuviera el control de sus extremidades inferiores. Y mientras que la parte humana y la parte animal de Remus no estuvieran de acuerdo, simplemente su cuerpo no obedecería a las órdenes que le enviaba el cerebro.
Y él estaba asustado, nunca le había pasado esto antes. El lobo siempre quería salirse con la suya, pero generalmente su parte humana, su parte racional ganaba, y el lobo como tal cual cachorro regañado acataba las ordenes. Pero ahora hasta el olor a vainilla de la piel de Hermione lo estaba enloqueciendo, y no entendía cómo podía sentir la fragancia de la castaña, si estaba a varios pasos de ella.
¡ES NUESTRA!, le dijo una voz ronca de Lunático.
Remus se sobresaltó, y creía que estaba perdiendo la razón, porque simplemente no podía creer lo que su lobo interior le decía. ¿Cómo podía Hermione ser suya?
¡SI LO ES! ¡TAN SOLO OBSERVALA Y TE DARÁS CUENTA!, le refutó la voz ronca de Lunático.
Y Remus obedeciendo esa orden, se volvió para observarla nuevamente, aunque no solo la observo, porque esta vez sus pies si le respondieron y anduvieron, pero no hacia la puerta de la habitación sino que ando hacia la cama de la chica, se arrodillo junto a ella, la miró con fijeza, y como si su mano tuviera vida propia se posó sobre el hinchado vientre.
El lobo interior de Remus revoloteó gustoso por su deseo cumplido.
Pasaron varios minutos y Remus aún seguía en la misma posición, arrodillado junto a la cama de Hermione, y con una de sus manos sobre el vientre de la chica. Pero un par de pataditas en el interior del vientre hicieron que Lupin reaccionara de su letargo.
¡TE DIJE QUE ERA NUESTRA!, le volvió a decir la voz de Lunático.
—¿Qué? No —susurró Remus quitando su mano del vientre de Hermione, pero antes de poderse levantar y alejarse de la chica, él escuchó como Hermione se quejaba en sueños.
Parecía que la castaña estaba teniendo una pesadilla.
—Hermione —dijo Remus.
Por su parte Hermione si estaba teniendo una pesadilla.
Le había costado quedarse dormida, pero finalmente lo logro. Y casi había creído que tendría un sueño tranquilo, pero se equivocó.
Al comienzo parecía que lo estaba logrando, ya que el sueño era un bonito episodio de su vida. Era el día de su boda.
Hermione llevaba un largo vestido blanco, sencillo, pero hermoso; estaba maquillada naturalmente y en su dedo anular de su mano izquierda llevaba el anillo de compromiso que Remus le había dado, el cual antes había pertenecido su madre.
Remus estaba parado junto al hombre del Ministerio —el cual era uno de los pocos que no estaba a favor de Voldemort— que los iba a casar. Sería una ceremonia íntima, solo ellos dos, los señores Weasley —que eran los testigos— y el hombre que los casaría.
A Hermione le sudaban las manos, estaba nerviosa, feliz, dichosa, afortunada, encantada; puesto que por fin uniría su vida con el hombre que amaba y por el cual había esperado cuatro años. Lo único que la entristecía un poco era no poder tener a sus padres y a sus amigos con ella, en ese día tan feliz. Pero sabía que no podía exponer a sus padres llevándolos al mundo mágico, además ella les había lanzado un “Obliviate” y les había dado otra identidad, una identidad donde ella no existía en las vidas de sus padres. Y sobre sus amigos, ese era un caso aparte; Harry estaba protegido en la casa de sus tíos y no podía salir de allí, y Ron, bueno, él estaba enojado con ella, porque se casaba con Remus. Ginny si había querido asistir a su boda, pero Ron le había dicho que si asistía a su boda, entonces se olvidara de que eran hermanos, y Hermione no queriendo provocar más disgustos entre los hermanos, convenció a Ginny de que esto solo era una ceremonia sencilla y que cuando todo esta guerra terminara, haría una celebración más grande y ella, Harry y todos sus demás amigos asistirían, Ginny asintió a regañadientes y fulminó con la mirada a Ron. Por su parte Ron no podía reclamarle a sus padres de que sean los testigos de la boda de Hermione y Remus, ya que los señores Weasley le habían dejado bien en claro que ellos siempre apoyarían el amor, y si él no estaba de acuerdo, pues que estaba muy mal por no estar feliz por su amiga.
Hermione se acercó a Remus con pasos lentos, y él le sonrió y le estiro una mano, ella la cogió y le sonrió. Los señores Weasley estaban cada uno en los flancos de ellos.
—Bien, empecemos —dijo el hombre del Ministerio, al ver que Hermione ya estaba tomada de la mano de Remus. Con un movimiento de varita el hombre abrió el libro que tenía frente a él y empezó con el protocolo correspondiente, el cual ninguno de los novios prestaron atención, ya que se dedicaban a mirarse y sonreírse. Solo prestaron atención cuando el mago movió su varita y una cinta blanca empezó a entrelazarse en las muñecas de ambos, juntándolas. Remus y Hermione pudieron sentir la magia en la cinta, la cual cada vez les apretaba más las muñecas —pero sin lastimarlos— y a medida que el hombre iba hablando la cinta brillaba cada vez más, pero cuando el hombre menciono las últimas dos palabras en lo que Hermione y Remus reconocieron como en idioma latín, la cinta brillo mucho más, casi haciéndolos parpadear.
Lentamente la cinta fue dejo de brillar, y el hombre empezó a leer las clásicas palabras de una ceremonia de unión.
—Sí, quiero —dijo Remus, cuando fue el momento preciso.
Luego fue el turno de la novia, Hermione.
—Sí, quiero —dijo la castaña, llena de emoción.
El hombre del Ministerio siguió con las palabras mágicas vinculares.
—Remus Lupin y Hermione Granger, los uno a una vida llena de amor, apoyo, bienestar, felicidad y prosperidad. Y con este hechizo, yo los declaro oficialmente marido y mujer.
La varita del mago se volvió a mover y la cinta de las muñecas de los nuevos esposos brillo una vez más para luego irse desvaneciendo de sus muñecas, pero a cambio unas alianzas se posaron en sus dedos medios de su mano izquierda.
Remus miró a Hermione directo a los ojos y tomándola de la cintura la acerco a él y la beso. Ambos se besaron por varios minutos, hasta que los aplausos de los señores Weasley los hizo parar.
Cuando Hermione se giró para mirar a los señores Weasley, parpadeo con confusión al darse cuenta de que ya no estaba en el salón donde había unido su vida con la de Remus. No, ella ahora estaba en Hogwarts, en plena guerra. Los hechizos iban y venían de todas direcciones, ella los esquivaba tratando de encontrar a su esposo, pero no lograba encontrarlo por ningún lado.
—¡Remus! —gritó, pero no hubo respuesta—. ¡Remus! ¡Remus! —siguió gritando, pero nadie respondió a sus llamados.
Camino unos cuantos pasos hacia unos muros destruidos, iba tan distraída que no se había dado cuenta de que tropezó con un pedazo de piedra y cayo de bruces, al levantase se percató de que estaba con el mismo vestido que usaba en su boda, pero este estaba un poco rasgado, sucio y manchado de sangre, esto la asusto y rápidamente se levantó, volviendo a su tarea de buscar a su esposo. Se giró hacia la izquierda y lo que vio la destrozo y la lastimo más que mil crucios a la vez.
Encontró a Remus, sí, pero él estaba tirado en el suelo, más pálido que cuando se acercaba la luna llena, él estaba muerto. Hermione corrió hacia él y se tiró al suelo junto a Remus, puso una mano en la mejilla fría de su esposo.
—No —sollozó—, no puede ser, no tú. ¡No tú!
—¡No! ¡No tú! —sollozó, y abrió los ojos, anegados en lágrimas, y el corazón latiendo a mil por hora—. No, no —susurró, poniéndose una mano en el pecho—. Remus —volvió a sollozar.
Lupin creyendo que Hermione lo había pillado en una situación comprometedora, nervioso se levantó del suelo donde estaba arrodillado. Pero hizo un poco de ruido y Hermione levantó la mirada, parpadeó, para luego encontrarse con los ojos ambarinos de Remus.
—Remus —dijo la castaña con sorpresa, y fue inevitable que un sollozo saliera nuevamente—. Remus, ¿de verdad estás aquí? —preguntó.
—Yo… yo… eh… —tartamudeó Remus, pensando que la chica le gritaría por haber invadido su privacidad.
—Ven. Acércate —dijo Hermione.
Pero Remus no se movió de su sitio.
—Por favor —rogó la chica, medio sentándose en la cama.
Y Remus haciéndole caso a sus ruegos, se acercó a ella. Hermione se arrimó en la cama, dejándole lugar al adolescente Remus, donde él se sentó.
—Oh, Remus —susurró Hermione, y se echó a sus brazos cuando Lupin ya se había sentado en la cama.
Lupin se puso rígido por la acción de Hermione, pero su lobo interior disfruto del contacto, y casi podría haber aullado gozoso.
Luego de unos segundos Lupin rodeo a la castaña con sus brazos y permitió que Hermione llorara en su pecho.
Hermione lloraba por la pesadilla que había tenido, y sobre todo lloraba porque extrañaba a Remus, extrañaba levantarse por las mañanas y sentir los brazos de él rodeando su cintura, extrañaba su sonrisa sincera, extrañaba su voz, extrañaba que la besara… pero lo había perdido, lo había perdido por una estúpida guerra, guerra que provoco el malnacido de Tom Riddle y su pureza de la sangre.
Pero ahora, Hermione nuevamente sentía los brazos de Remus rodearla, y eso la hacía sentirse completa, como si la parte que él había dejado vacía en su época, la llenara el Remus del pasado. Su Remus.
—Por fin estas nuevamente conmigo —dijo Hermione.
Y esa oración dejo confundido a Remus.
¿Qué quiere decir con eso?, se preguntaba.
¡QUÉ ES NUESTRA! ¡CREÍ QUE YA TE HABÍA QUEDADO CLARO!, le respondió su lobo interior.
Pero antes de que Remus pudiera replicar, la puerta de la habitación se abrió nuevamente y dos cabezas con cabellera pelinegra asomaron, y cuando vieron la escena dentro de la habitación, ni siquiera dejaron que Crookshanks entrara a interrumpir.
James y Sirius —este último tenía a Crookshanks cargado— se preguntaban qué era lo que sucedía allí dentro. Ellos nunca habían visto a Remus tan encariñado con una chica.
—Dime que necesito lentes nuevos, Canuto —dijo un sorprendido James.
—Pues si crees que esto es solo un problema de vista, entonces, yo también necesito usar lentes, Cornamenta —dijo Sirius, igual de sorprendido que James.
—Tal vez deberíamos entrar nuevamente a la habitación para comprobar si es cierto lo que vimos —dijo James.
—No, mejor no, ya luego le sacaremos la verdad a Lunático —dijo Sirius.
James asintió. Y luego ambos amigos se dirigieron a sus habitaciones, pero Sirius se llevó a Crookshanks con él, no permitiría que nadie interrumpa a Lunático y Hermione.
Ahora Sirius tenía otra teoría completamente distinta a la que tenía antes.

Lamento la demora, mis queridas lectoras, pero es que he tenido mucho trabajo estas semanas y juntos con los estudios he estado con la agenda demasiado apretada. Pero este nuevo capítulo es para recordarles que nunca dejare mis fic abandonados, me demoraré en actualizar, pero no los abandonaré. 
Saludos cordiales 


sábado, 2 de abril de 2016

Tercer Libro: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban - Capítulo 15: La final de quidditch



Todos los del pasado estaban un poco confundidos por ante la calma de Hagrid respecto a la ejecución de su hipogrifo, pero luego de saber que unas personas ayudaban a salvar al hipogrifo, querían saber quiénes eran esas personas. Pero luego de la respuesta de Luna, no tuvieron de otra que esperar a siguieran leyendo el libro.
—Yo continuaré leyendo —anunció Dean Thomas al ver que todos querían saber sobre las personas que ayudaron a Hagrid.
Frank levito el libro hasta que este se posó en las manos del chico. Dean cambio la página y leyó el título.
“La final de quidditch”.
—¡Sí! Este parece ser un capítulo interesante —dijeron James y Sirius al mismo tiempo.
Oliver, Harry y Ron asintieron, mientras que Lily y Hermione rodaron los ojos.
—¡Oh, por favor! —murmuró Hermione.
Y cuando las exclamaciones de alegría de todos los amantes de quidditch hicieron silencio, Dean empezó a leer.
—Me ha enviado esto —dijo Hermione, tendiéndoles la carta. Harry la cogió. El pergamino estaba húmedo; las gruesas lágrimas habían emborronado tanto la tinta que la lectura se hacía difícil en muchos lugares.

Querida Hermione:
Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hogwarts, pero van a fijar la fecha del sacrificio.
A Buckbeak le ha gustado Londres.
Nunca olvidaré toda la ayuda que nos has proporcionado.
Hagrid

—Eso es terrible —comentó Alice.
—No pueden hacerlo —dijo Harry—. No pueden. Buckbeak no es peligroso.
—Bueno, en realidad los hipogrifos no son peligrosos si sabes cómo tratar con ellos —dijo Andrómeda.
—Pero Hagrid si sabe cómo tratar con los hipogrifos —comentó Luna.
—Eso es muy amable de tu parte, Luna —dijo un sonrojado Hagrid.
—El padre de Malfoy consiguió atemorizar a la Comisión para que tomaran esta determinación —dijo Hermione secándose los ojos—. Ya sabéis cómo es. Son unos viejos imbéciles y los asustó (Los merodeadores miraron con sorpresa a Hermione, por la forma de referirse a los de la Comisión: «Unos viejos imbéciles»). Pero podremos recurrir. Siempre se puede. Aunque no veo ninguna esperanza… Nada cambiará.
—Estoy de acuerdo contigo, Hermione —dijo Lily—. Aunque las cosas podrían cambiar solo si, actuaran en contra de la Comisión, pero eso sería muy arriesgado.
—Pues esas “personas” que ayudaron a Hagrid están muy acostumbradas a hacer cosas arriesgadas —dijo Fred.
—Yo no diría «arriesgadas», sino suicidas, esa palabra les queda mejor —dijo George.
—Muy cierto, hermano —aceptó Fred.
—¿De quienes hablan? —preguntó Frank.
Los gemelos Weasley solo sonrieron enigmáticos, mirando de reojo al trío de oro.
—Sí, algo cambiará —dijo Ron, decidido—. En esta ocasión no tendrás que hacer tú sola todo el trabajo. Yo te ayudaré.
—¡Ron!
Hermione le echó los brazos al cuello y rompió a llorar. Ron, totalmente aterrado, le dio unas palmadas torpes en la cabeza. Hermione se apartó por fin.
—¡Oh, que tierno, Ronnie! —se burlaron los gemelos Weasley, pestañando los ojos exageradamente.
—Aunque claro, una roca podría haber sido mucho más tierno que tú —agregó George.
Ron se sonrojó tanto que su rostro se confundía con su cabello. Mientras que Hermione se removió incomoda en su asiento.
—Creo que a la castañita le gustaba Ron —susurró Sirius.
—Parece —dijo James en el mismo tono de voz que su amigo.
—No, yo no lo creo, solo eran niños, Sirius, aún no saben de esas cosas —dijo Remus, sintiéndose un poco incómodo ante el hecho de que Hermione hubiera sentido algo por Ron.
—Era solo un amigo apoyando a su amiga, yo no le veo nada de malo —dijo Luna, defendiendo a su novio de las burlas de sus hermanos.
—Por supuesto —dijo Ron, mirando a su rubia novia con agradecimiento—, los amigos se apoyan —agregó.
—Ron, de verdad, siento muchísimo lo de Scabbers —sollozó.
—Bueno, ya era muy viejo —dijo Ron, aliviado de que ella se hubiera soltado—. Y era algo inútil. Quién sabe, a lo mejor ahora mis padres me compran una lechuza.
No era tan viejo, apenas tenía 33 años, pensaba Remus,  pero eso de inútil… sí, he de reconocer que Peter si lo es.
—Vaya, por fin se reconciliaron —comentó Gideon.
—Ya era hora —lo apoyó su gemelo.
Las medidas de seguridad impuestas a los alumnos después de la segunda intrusión de Black impedían que Harry, Ron y Hermione visitaran a Hagrid por las tardes. La única posibilidad que tenían de hablar con él eran las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Hagrid parecía conmocionado por el veredicto.
—¿Y quién no lo estaría? —dijo Alice, haciendo empatía con Hagrid.
—Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban todos allí con sus togas negras, y a mí se me caían continuamente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habías buscado, Hermione. Y entonces se levantó Lucius Malfoy, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo…
—No deberías sentirte mal por eso, Hagrid —lo consoló Lily—. Lo que paso en el juicio no fue culpa tuya.
—Por supuesto que no. Todo esto fue por culpa de la serpiente rubia —dijo Sirius, mirando despectivamente a Lucius.
Lucius noto esa mirada, y le sonrió con burla.
—¡Todavía podemos apelar! —dijo Ron con entusiasmo—. ¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!
—Eras muy optimista, Ron, pero te aseguro que con personas como Malfoy e idiotas como los de la Comisión, no se podrá hacer nada —dijo James.
—Él tiene razón —apoyó Frank.
Volvían al castillo con el resto de la clase. Delante podían ver a Malfoy, que iba con Crabbe y Goyle, y miraba hacia atrás de vez en cuando, riéndose.
—No servirá de mucho, Ron —le dijo Hagrid con tristeza, al llegar a las escaleras del castillo—. Lucius Malfoy tiene a la Comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo…
—Y si le llevaras una linda hipogrifa, él sería más feliz —dijo Sirius.
Todos se giraron para mirarlo, nadie podía creer lo que el animago había dicho, era tan ilógico. Pero a los minutos, James fue el único que empezó a reír.
—¿En serio, Sirius? —preguntó una sorprendida Andrómeda.
—¿Qué? —dijo Sirius, encogiéndose de hombros—. Si yo estuviera a punto de morir, quisiera vivir mis últimos días con una linda chica que…
—¡Cállate! —dijo una molesta Lily.
Mientras que James seguía riendo, y para este entonces ya había contagiado con su alegría a Remus, el cual también reía.
—¡ERES EL MEJOR, SIRIS! —dijo James cuando dejo de reír.
—Claro que los soy —dijo este.
—Y si fueras un poco más modesto, serías mejor —dijo un sonriente Remus.
Por su parte Harry estaba algo triste por su padrino, porque que él sepa nunca vio a Sirius interesado en una mujer. Aunque, claro, estando confiscado en su propia casa, no había forma de que él conociera a una chica y pudiera tener una relación, sin mencionar a la futura guerra.
—Sirius tendrá un mejor destino, ya verás —le susurró Ginny al oído, adivinando sus pensamientos.
Harry le sonrió y asintió. Por supuesto que su padrino tendría un mejor futuro, él se encargaría de eso, pero no solo Sirius, sino también sus padres, Remus, Fred, Moody, y las demás personas que murieron siendo inocentes en la guerra.
Hagrid dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndose el rostro con el pañuelo.
—¡Miradlo cómo llora!
Malfoy, Crabbe y Goyle habían estado escuchando en la puerta.
—¿Habíais visto alguna vez algo tan patético? —dijo Malfoy—. ¡Y pensar que es profesor nuestro! ¿Sabéis algo? —le dijo a sus amigos—, mi padre me conseguirá la cabeza del hipogrifo, y luego yo se la regalaré a los Gryffindor para que lo pongan de adorno en su sala común.
Crabbe y Goyle rieron junto con Malfoy.
—Eres tan maldito como tu padre —dijo Sirius a Draco.
—No, no lo soy —se defendió el rubio—, solo estaba confundido, a mí me criaron de esa manera.
—Sí, claro —dijo James.
Y antes de que alguien más hablara, Ron le pidió a Dean que siguiera leyendo, puesto que venía su la mejor parte del libro, según Ron.
Harry y Ron fueron hacia ellos, pero Hermione llegó antes:
¡PLAF!
Dio a Malfoy un puñetazo con todas sus fuerzas (Todos miraron a Hermione y luego a un Draco con las mejillas levemente sonrosadas. James y Sirius felicitaron a Hermione, mientras que Remus solo sonreía aun sorprendido. Por su parte Lucius miraba a su hijo, como diciendo “como permitiste que una impura te pusiera una mano encima”, pero Draco lo ignoró). Malfoy se tambaleó. Harry; Ron, Crabbe y Goyle se quedaron atónitos en el momento en que Hermione volvió a levantar la mano.
—¡No te atrevas a llamar «patético» a Hagrid, so puerco… so malvado…!
—¡Hermione! —dijo Ron con voz débil, intentando sujetarle la mano.
—Suéltame, Ron.
—Sí, suéltala, Ron —dijo Sirius—. Déjala que haga lo que tenga que hacer —el animago miraba a Hermione como si fuera una especie de Diosa.
—¡Sirius! —le reclamó Andrómeda.
—Sirius tiene razón —alegó James—, es lo que Malfoy se merecía desde el primer libro.
—¡James! —lo regañó Lily.
—Pero es cierto, pelirroja —dijo Sirius.
Lily los miró a ambos, y negó con la cabeza. Ya luego hablaría con ellos, ahora no era el momento indicado.
Hermione sacó la varita. Malfoy se echó hacia atrás. Crabbe y Goyle lo miraron atónitos, sin saber qué hacer.
—Igual que sus padres, de idiotas —comentó Andrómeda.
—Vámonos —musitó Malfoy. Y en un instante, los tres desaparecieron por el pasadizo que conducía a las mazmorras.
—¡Hermione! —dijo Ron de nuevo, atónito por la sorpresa.
—¡Harry, espero que le ganes en la final de quidditch! —dijo Hermione chillando—. ¡Espero que ganes, porque si gana Slytherin no podré soportarlo!
—Vaya, ¿te das cuenta, Feorge? —preguntó Fred a su gemelo.
—Sí, Gred —George asintió—. Hermione en ese estado de histeria es igual a nuestro ex capitán. Muy exigente.
Hermione miró molesta a los gemelos —los cuales reían— igual que Oliver.
—Hay que ir a Encantamientos —dijo Ron, mirando todavía a Hermione con los ojos como platos. Pero luego sonrió ligeramente—. Eres increíble, Hermione —murmuró.
—¿Qué? —preguntó Hermione que no había escuchado eso en su tiempo—, ¿golpear a alguien me hacía increíble?
Pero el que respondió fue Sirius, no Ron.
—Por supuesto, castañita, porque no golpeaste a un cualquiera, golpeaste a una serpiente rastrera.
Hermione negó con la cabeza, pero luego sonrió.
Subieron aprisa hacia la clase del profesor Flitwick.
—¡Llegáis tarde, muchachos! —dijo en tono de censura el profesor Flitwick, cuando Harry abrió la puerta del aula—. ¡Vamos, rápido, sacad las varitas! Vamos a trabajar con encantamientos estimulantes. Ya se han colocado todos por parejas.
Harry y Ron fueron aprisa hasta un pupitre que había al fondo y abrieron las mochilas. Ron miró a su alrededor.
—¿Dónde se ha puesto Hermione?
—Estaba con ustedes —dijo Frank.
Harry también echó un vistazo. Hermione no había entrado en el aula, pero Harry sabía que estaba a su lado cuando había abierto la puerta.
—¡¿Qué?! —exclamó Ted—. Pero como es posible que desapareciera cuando estaba con ustedes.
—Sí, nadie puede desaparecer así de la nada —comentó Lee Jordan.
—Pero recuerda que estamos hablando de uno de los integrantes del trio de oro —le recordó George.
—Lo que significa que cualquier cosa puede pasar —agregó Fred.
—¿Qué quieren decir con eso? —le preguntó Molly a sus hijos.
—Eh, bueno, ya te enteradas, querida madre —dijeron al unisonó los gemelos, imitando la voz pomposa de Percy.
Percy rodó los ojos.
—Es extraño —dijo Harry mirando a Ron—. Quizás… quizás haya ido a los lavabos…
Pero Hermione no apareció durante la clase.
—Eso si es extraño —dijo Alice—, según sabemos, tú no te perderías ninguna clase —miró a Hermione esperando una respuesta, pero esta no dijo nada.
—Pues tampoco le habría venido mal a ella un encantamiento estimulante —comentó Ron, cuando salían del aula para ir a comer; todos con una dilatada sonrisa. La clase de encantamientos estimulantes los había dejado muy contentos.
Hermione tampoco apareció por el Gran Comedor durante el almuerzo. Cuando terminaron el pastel de manzana, el efecto de los encantamientos estimulantes se estaba perdiendo, y Harry y Ron empezaban a preocuparse.
—¿No le habrá hecho nada Malfoy? —comentó Ron mientras subían aprisa las escaleras hacia la torre de Gryffindor.
—Eso es ridículo, Weasley —dijo Draco.
—Podrías haberte vengado por el puñetazo que te dio Hermione —alegó Ron, insistiendo en su punto.
—Lo admito, lo pensé, pero no lo hice —afirmó el rubio.
Pasaron entre los troles de seguridad, le dieron la contraseña («Pitapatafrita») a la señora gorda y entraron por el agujero del retrato para acceder a la sala común.
Hermione estaba sentada a una mesa, profundamente dormida, con la cabeza apoyada en un libro abierto de Aritmancia. Fueron a sentarse uno a cada lado de ella.
Remus miraba a Hermione, y aunque lo que leían ya había pasado hace por los menos cuatro años —en la época de la castaña—, Lupin no podía evitar sentirse preocupado por ella.
Estudiar siempre es bueno, pero recargarse de tareas no es bueno, pensaba Remus.
Hermione sintió la mirada de alguien sobre ella, y cuando se dio cuenta de que quien la observaba era Remus, le sonrió con ternura. Y este se sonrojó.
Harry le dio con el codo para que despertara.
—¿Qué… qué? —preguntó Hermione, despertando sobresaltada y mirando alrededor con los ojos muy abiertos—. ¿Es hora de marcharse? ¿Qué clase tenemos ahora?
—Adivinación, pero no es hasta dentro de veinte minutos —dijo Harry—. Hermione, ¿por qué no has estado en Encantamientos?
—¿Qué? ¡Oh, no! —chilló Hermione—. ¡Se me olvidó!
—¡¿Qué?! —exclamaron varios a la vez.
—¿Tú? ¿Te olvidarte de una clase? —dijo Sirius—. Vaya. Es sorprendente —sonrió.
Hermione frunció el ceño.
—Pero ¿cómo pudiste olvidarte de la clase, si ibas detrás de Harry y Ron? —preguntó Alice.
—Es que… —Hermione se quedó muda, no sabía que contestar sin revelar su secreto.
—Ya no la agobien —la defendió Ginny, y la castaña le dedico una mirada de agradecimiento—. Estoy segura que todo esas respuestas que quieres aparecerán más adelante —y con una mirada severa, muy parecida a la de su madre, callo todas las posibles replicas.
Las pelirrojas son peligrosas, pensó Sirius mirando a Ginny, luego miró a dos asientos después de la pelirroja y vio a Hermione, parecía pensativa. Y las castañas también lo son.
—Pero ¿cómo se te pudo olvidar? —le preguntó Harry—. ¡Llegaste con nosotros a la puerta del aula!
Varios esperaron ansiosos, escuchar la respuesta. Respuesta que la Hermione que estaba en la sala con ellos, no le había dado.
—¡Imposible! —aulló Hermione—. ¿Se enfadó el profesor Flitwick? Fue Malfoy. Estaba pensando en él y perdí la noción de las cosas.
—¿Sabes una cosa, Hermione? —le dijo Ron, mirando el libro de Aritmancia que Hermione había empleado como almohada—. Creo que estás a punto de estallar. Tratas de abarcar demasiado.
—Vaya, Ron, después de varios capítulos, por fin dices algo sensato —dijeron los gemelos Weasley, con cierta burla.
Ron hizo un gesto de molestia. Pero decidió no contestar nada, porque sabía que sus hermanos siempre le ganarían.
—No, no es verdad —dijo Hermione, apartándose el pelo de los ojos y mirando alrededor, buscando la mochila infructuosamente—. Me he despistado, eso es todo. Lo mejor será que vaya a ver al profesor Flitwick y me disculpe. ¡Os veré en Adivinación!
—Hermione sí que está realmente obsesionada con estudiar —susurró James.
Sirius asintió.
—Me preguntó, quien habrá sido el valiente que decidió conquistarla, y dejarla así de panzona —dijo Sirius en un susurró.
James rió.
—¡Sirius! —lo amonestó Remus, no le había gustado nada lo que había dicho su amigo.
Todos miraron a los merodeadores al escuchar a Remus regañando al ojigris.
—Solo bromeaba —se justificó el animago.
Se reunió con ellos veinte minutos más tarde, todavía confusa, a los pies de la escalera que llevaba a la clase de la profesora Trelawney.
—¡Aún no me puedo creer que me perdiera la clase de encantamientos estimulantes! ¡Y apuesto a que nos sale en el examen! ¡El profesor Flitwick me ha insinuado que puede salir!
—Es lo más probable —comentó Alice—, porque cuando yo estaba en tercero, nos salió ese tema en el examen.
Subieron juntos y entraron en la oscura y sofocante sala de la torre. En cada mesa había una brillante bola de cristal llena de neblina nacarada. Harry, Ron y Hermione se sentaron juntos a la misma mesa destartalada.
—Creía que no veríamos las bolas de cristal hasta el próximo trimestre —susurró Ron, echando a su alrededor una mirada, por si la profesora Trelawney estaba cerca.
—No te quejes, esto quiere decir que ya hemos terminado con la quiromancia. Me ponía enfermo verla dar respingos cada vez que me miraba la mano.
—Aunque, creo que ni siquiera así te dejara en paz. Apuesto a que ahora vera al Grim en la bola de cristal, o hasta tal vez te predecirá algo peor —dijo Ted.
Harry observó pensativo al padre de Nimphadora.
—Pues, casi, casi —aceptó Harry.
—¡Buenos días a todos! —dijo una voz conocida y a la vez indistinta, y la profesora Trelawney hizo su habitual entrada teatral, surgiendo de las sombras. Parvati y Lavender temblaban de emoción, con el rostro encendido por el resplandor lechoso de su bola de cristal—. He decidido que empecemos con la bola de cristal algo antes de lo planeado —dijo la profesora Trelawney, sentándose de espaldas al fuego y mirando alrededor—. Los hados me han informado de que en vuestro examen de junio saldrá la bola, y quiero que recibáis suficientes clases prácticas.
Hermione dio un bufido.
—Bueno, de verdad… los hados le han informado… ¿Quién pone el examen? ¡Ella! ¡Qué predicción tan asombrosa! —dijo, sin preocuparse de bajar la voz.
Sirius y James rieron, ante la actitud un poco irrespetuosa de la castaña.
—Parece que a la chica bien portada, a veces se le sale su alma merodeadora —dijo James.
Hermione se sonrojó. Había recordado que Remus le había dicho algo parecido un día antes de su boda.
Suspiró.
Remus la miró, había logrado escucharla suspirar, y se preguntó el porqué de ese suspiro, o mejor dicho por quién.
Era difícil saber si la profesora Trelawney los había oído, ya que su rostro estaba oculto en las sombras. Sin embargo, prosiguió como si no se hubiera enterado de nada.
—Mirar la bola de cristal es un arte muy sutil —explicó en tono soñador—. No espero que ninguno vea nada en la bola la primera vez que mire en sus infinitas profundidades. Comenzaremos practicando la relajación de la conciencia y de los ojos externos —Ron empezó a reírse de forma incontrolada y tuvo que meterse el puño en la boca para ahogar el ruido—, con el fin de liberar el ojo interior y la superconsciencia. Tal vez, si tenéis suerte, algunos lleguéis a ver algo antes de que acabe la clase.
Hermione rodó los ojos. Incluso ahora, después de años, escuchar nuevamente lo que la profesora Trelawney había dicho le parecía exasperante.
Y entonces comenzaron. Harry; por lo menos, se sentía muy tonto mirando la bola de cristal sin comprender; intentando vaciar la mente de pensamientos que continuamente pasaban por ella, por ejemplo «qué idiotez». No facilitaba las cosas el que Ron prorrumpiera continuamente en risitas mudas ni que Hermione chascara la lengua sin parar; en señal de censura.
Por su parte a Parvati le molestaba mucho esa falta de respeto de sus compañeros para su profesora preferida.
Sin duda, ninguno de ellos será un buen adivino, pensaba la Gryffindor.
—¿Habéis visto ya algo? —les preguntó Harry después de mirar la bola en silencio durante un cuarto de hora.
—Sí, aquí hay una quemadura —dijo Ron, señalando la mesa con el dedo—. A alguien se le ha caído la cera de la vela.
Los más bromistas rieron ante la respuesta de Ron, incluso el mismo volvió a reír, seguido de Harry, Ginny y Luna.
—Esto es una horrible pérdida de tiempo —dijo Hermione entre dientes—. En estos momentos podría estar practicando algo útil. Podría ponerme al día en encantamientos estimulantes.
Lily, Alice y Andrómeda asintieron estando de acuerdo con Hermione.
Acompañada por el susurro de la falda, la profesora Trelawney pasó por su lado.
—¿Alguien quiere que le ayude a interpretar los oscuros augurios de la bola mágica? —susurró con una voz que se elevaba por encima del tintineo de sus pulseras.
—Yo no necesito ayuda —susurró Ron—. Es obvio lo que esto quiere decir: que esta noche habrá mucha niebla.
—Excelente respuesta, hermano —dijo Fred, riendo.
—Sí, esa clase de respuestas es las que nos hace estar orgullosos de ti —continuó George, también riendo.
Molly les dirigió una mirada severa y ellos se callaron al instante.
Harry y Hermione estallaron en una carcajada.
—¡Venga! —les llamó la atención la profesora Trelawney, al mismo tiempo que todo el mundo se volvía hacia ellos. Parvati y Lavender los miraban escandalizadas (Lo mismo hacia la Parvati de la Sala de los Menesteres)—. Estáis perjudicando nuestras vibraciones clarividentes. —Se aproximó a la mesa de los tres amigos y observó su bola de cristal. A Harry se le vino el mundo encima. Imaginaba lo que pasaría a continuación—: ¡Aquí hay algo! —susurró la profesora Trelawney, acercando el rostro a la bola, que quedó doblemente reflejada en sus grandes gafas—. Algo que se mueve… pero ¿qué es?
—No me digan, otra vez el Grim —dijo Sirius, evitando soltar una risotada.
Harry asintió, y ahí Sirius ya no pudo seguir conteniendo su risa.
Cuando la risa de Sirius y de James —el cual se unió a sus risas al instante— cesaron, Dean continuó con la lectura.
Harry habría apostado todo cuanto poseía a que, fuera lo que fuese, no serían buenas noticias. En efecto:
—Muchacho… —La profesora Trelawney suspiró mirando a Harry—. Está aquí, más claro que el agua. Sí, querido muchacho… está aquí acechándote, aproximándose… el Gr
—¡Por Dios santo! —exclamó Hermione—. ¿Otra vez ese ridículo Grim?
Los presentes en la sala, sorprendieron por la actitud de la chica. Pero en el fondo la comprendían, porque si alguien continuamente le predecía el Grim a su mejor amigo, también actuaria de como ella.
—Que carácter, castaña —le dijo Sirius.
—Y eso que no la has conocido en sus momentos de mal humor —dijo Ron.
—¡Ronald! —le advirtió Hermione, cambiando su buen humor, por el enojo.
Ron rió nerviosamente.
—Solo bromeaba, Hermione —trato de defenderse.
Hermione lo miró con ojos entrecerrados.
—Tú no aprendes, ¿verdad, Ron? —le susurró Ginny, y este solo se encogió de hombros.
La profesora Trelawney levantó sus grandes ojos hasta la cara de Hermione. Parvati susurró algo a Lavender y ambas miraron a la muchacha. La profesora Trelawney se incorporó y la contempló con ira.
—Siento decirte que desde el momento en que llegaste a esta clase ha resultado evidente que careces de lo que requiere el noble arte de la adivinación. En realidad, no recuerdo haber tenido nunca un alumno cuya mente fuera tan incorregiblemente vulgar.
Hubo un momento de silencio.
—Bien —dijo de repente Hermione, levantándose y metiendo en la mochila su ejemplar de Disipar las nieblas del futuro—. Bien —repitió, echándose la mochila al hombro y casi derribando a Ron de la silla—, abandono. ¡Me voy!
—¡¿Qué?! —exclamaron varios del pasado. No podían creer que Hermione Granger abandonara una clase. Ya que por lo que sabían de ella era que era súper responsable.
Y ante el asombro de toda la clase, Hermione se dirigió con paso firme hacia la trampilla, la abrió de un golpe y se perdió escaleras abajo.
Los gemelos Weasley y Lee Jordan miraban a Hermione casi con asombro, porque aunque se habían enterado en su momento de lo que había hecho la castaña, todavía les sorprendía.
—Verte salir de la clase de la cucu de la profesora Trewlawney —Lee hizo un signo de locura cuando menciono a la profesora—, hubiera sido digno de ver.
Los gemelos asintieron.
Hermione solo rodó los ojos. Ella había abandonado la clase de adivinación porque sinceramente le parecía una pérdida de tiempo, pero para los gemelos y Lee lo consideraban una buena broma.
La clase tardó unos minutos en volver a apaciguarse. Parecía que la profesora Trelawney se había olvidado por completo del Grim. Se volvió de repente desde la mesa de Harry y Ron, respirando hondo a la vez que se subía el chal transparente.
—¡Aaaaah! —exclamó de repente Lavender; sobresaltando a todo el mundo—. ¡Aaaah, profesora Trelawney, acabo de acordarme! Usted la ha visto salir; ¿no es así, profesora? «En torno a Semana Santa, uno de vosotros nos dejará para siempre.» Lo dijo usted hace milenios, profesora.
—¡Ah, por favor! —exclamaron los gemelos Prewett—. Es solo una farsante.
Parvati esta vez no defendió a la profesora de Adivinación, porque más le apenaba recordar lo que le había sucedido a su amiga Lavender en la guerra.
La profesora Trelawney le dirigió una amable sonrisa.
—Sí, querida. Ya sabía que nos dejaría la señorita Granger. Una siempre tiene la esperanza, sin embargo, de haber confundido los signos… El ojo interior puede ser una cruz, ¿sabéis?
—Sí, claro —murmuró Andrómeda. Mientras que algunos ponían caras de exasperación, entre ellas Lily y Hermione.
Lavender y Parvati parecían muy impresionadas y se apartaron para que la profesora Trelawney pudiera ponerse en su mesa.
—Hermione se la está buscando, ¿verdad? —susurró Ron a Harry, con expresión sobrecogida.
—Sí…
—Eso se veía venir. Yo tampoco hubiega sopogtado una clase más con una pgofesoga como esa —comentó Fleur.
Harry miró en la bola de cristal, pero no vio nada salvo niebla blanca formando remolinos. ¿De verdad había vuelto a ver al Grim la profesora Trelawney? ¿Lo vería él? Lo que menos falta le hacía era otro accidente casi mortal con la final de quidditch cada vez más cerca.
Increíble, pensó Lily sarcásticamente. Supuestamente la profesora Trelawney le predice la muerte, y a él lo único que le importa es el quidditch. Esa actitud es tan James.

Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo qué se dice relajantes. Los de tercero nunca habían tenido tantos deberes. Neville Longbottom parecía encontrarse al borde del colapso nervioso y no era el único.
Neville se sonrojó, y su madre, le acarició la mejilla con ternuera.
—¿A esto lo llaman vacaciones? —gritó Seamus Finnigan una tarde, en la sala común—. Los exámenes están a mil años de distancia, ¿qué es lo que pretenden?
—Que estudien, señor Finnigan —respondió una severa profesora McGonagall—. Los exámenes no son un juego.
—Por supuesto que no son un juego —afirmaron Hermione y Lily.
Harry se volvió para mirar a su madre y su mejor amiga; sonrió levemente. Estaba claro que si lograban cambiar el futuro, su madre lo haría estudiar en las vacaciones.
—¿Pero que hay con el descanso? —preguntaron los gemelos Prewett.
La profesora McGonagall los miró con seriedad.
—Todo tiene su momento, señores Prewett —respondió la profesora.
Y luego de esa respuesta y de ver la seriedad de la Jefa de Gryffindor, nadie se atrevió a replicar.
Pero nadie tenía tanto trabajo como Hermione. Aun sin Adivinación, cursaba más asignaturas que ningún otro. Normalmente era la última en abandonar por la noche la sala común y la primera en llegar al día siguiente a la biblioteca. Tenía ojeras como Lupin y parecía en todo momento estar a punto de echarse a llorar.
—Eso no es cierto. No estaba a punto de echarme a llorar —se defendió Hermione.
Harry y Ron compartieron una mirada, mirada que claramente decía todo lo contrario que Hermione. Pero no dijeron nada, porque no querían discutir con ella por lo que había pasado hace años, o pero aun que en uno de sus cambios de humor, en vez de enojarse, se pusiera a llorar.
Ron se estaba encargando de la apelación en el caso de Buckbeak. Cuando no hacía sus propios deberes estaba enfrascado en enormes volúmenes que tenían títulos como Manual de psicología hipogrífica o ¿Ave o monstruo? Un estudio de la brutalidad del hipogrifo. Estaba tan absorto en el trabajo que incluso se olvidó de tratar mal a Crookshanks.
A Molly —la cual estaba embarazada de los gemelos— se le llenaron los ojos de lágrimas, al escuchar sobre como su hijo trataba de ayudar a Hagrid y su hipogrifo.
—Oh, Ron, eres un poco impulsivo, pero en definitiva un buen chico —dijo Molly.
Ron se sonrojó, y sonrió nerviosamente, mientras los gemelos le hacían burla, pestañando rápidamente hacia él.
—Te agradezco lo que hiciste por Buckbeak, Ron —agregó Hagrid, haciendo que el pelirrojo se sonrojara más.
Harry, mientras tanto, tenía que combinar sus deberes con el diario entrenamiento de quidditch, por no mencionar las interminables discusiones de tácticas con Wood. El partido entre Gryffindor y Slytherin tendría lugar el primer sábado después de las vacaciones de Semana Santa. Slytherin iba en cabeza y sacaba a Gryffindor doscientos puntos exactos.
—¡Doscientos puntos! —exclamaron los merodeadores, Frank y los gemelos Prewett, parecían indignados por esa información.
—Es una diferencia, bastante grande —comentó Remus—. Tendrán que esforzarse mucho si desean ganar la copa.
—¡Y se esforzaran! —dijeron James y Sirius.
Lily y Hermione negaron con la cabeza, había veces que no soportaban el quidditch.
Esto significaba, como Wood recordaba a su equipo constantemente, que necesitaban ganar el partido con una ventaja mayor; si querían ganar la copa. También significaba que la responsabilidad de ganar caía sobre Harry en gran medida, porque capturar la snitch se recompensaba con ciento cincuenta puntos.
—Debes tener cuidado, hijo —dijo James, no tomando en cuenta que el partido fue hace años, sino que como si el partido fuera al día siguiente—, las serpientes son harán cualquier cosa por sabotearte a ti, o al equipo.
Sirius asintió.
Por su parte Snape resoplo con fastidio.
Estúpidos leones, pensó.
—Así, si les sacamos una ventaja de cincuenta puntos, no tienes más que cogerla —decía Wood a Harry todo el tiempo—. Sólo si les llevamos más de cincuenta puntos, Harry, porque de lo contrario ganaremos el partido pero perderemos la copa. Lo has comprendido, ¿verdad? Tienes que atrapar la snitch sólo si estamos…
—¡YA LO SÉ, OLIVER! —gritó Harry.
—Vaya, te salió el carácter de tu madre, Harry —bromeó Sirius.
Lily rodó los ojos.
—Y a quien no —dijo James—, me imagino que debe ser muy molesto que te repitan las cosas siempre.
—Por supuesto que es molesto, Cornamenta —dijo Sirius—, deberías dejar de hacerlo.
—¿Qué? —preguntó James, no entendiendo de lo que hablaba su amigo.
—Pues que tú haces exactamente lo mismo que Wood, cada vez que se acerca un partido —afirmó Sirius, a lo que James puso cara de ofendido—, y no pongas esa cara, que es verdad. Nos repites las cosas como mil veces al día, ¿verdad, Lunático?
James miró a su amigo castaño.
—Bueno…, si, un poco —respondió Remus.
—Pero todo lo hago para que ganemos —se defendió James.
Sirius ý Remus sonrieron al ver a su amigo con poses infantiles.
Toda la casa de Gryffindor estaba obsesionada por el partido. Gryffindor no había ganado la copa de quidditch desde que el legendario Charlie Weasley (el segundo de los hermanos de Ron) había sido buscador (Charlie se sintió orgulloso de sí mismo, porque lo habían mencionado como un buen jugador). Pero Harry dudaba de que alguien de Gryffindor; incluido Wood, tuviera tantas ganas de ganar como él. Harry y Malfoy se odiaban más que nunca (Como James y Snape, pensó Frank). A Malfoy aún le dolía el barro que había recibido en Hogsmeade, y le había puesto furioso que Harry se hubiera librado del castigo. Harry no había olvidado el intento de Malfoy de sabotearle en el partido contra Ravenclaw, pero era el asunto de Buckbeak lo que le daba más ganas de vencer a Malfoy delante de todo el colegio.
Draco sonrió sin malicia, pero Lucius al ver esa sonrisa en su hijo, pensó que era porque pronto le cortarían la cabeza al hipogrifo. Pero en realidad Draco sonreía por las peleas tan simples que tenía con Harry en esas época, peleas que nada se comparaba con las peleas de los siguientes años, donde incluía al bando de Potter contra los mortífagos, y él estaba en el bando equivocado.
—A mí también me gustaría que le ganes a Malfoy, Harry —dijo James.
Harry sonrió a su padre, pensando algo parecido a Draco.
Nadie recordaba un partido precedido de una atmósfera tan cargada. Cuando las vacaciones terminaron, la tensión entre los equipos y entre sus respectivas casas estaba al rojo. En los corredores estallaban pequeñas peleas que culminaron en un desagradable incidente en el que un alumno de cuarto de Gryffindor y otro de sexto de Slytherin terminaron en la enfermería con puerros brotándoles de las orejas.
La profesora McGonagall miró con severidad a los chicos de Gryffindor y Slytherin del futuro.
La profesora también era una fanática del deporte, y lo había jugado en su temporada como estudiante, pero no recordaba que las rencillas entre ambos equipos fueran tan fuertes.
Harry lo pasaba especialmente mal. No podía ir a las aulas sin que algún Slytherin sacara la pierna y le pusiera la zancadilla (Malditas serpientes, dijeron James y Sirius). Crabbe y Goyle aparecían continuamente donde estaba él, y se alejaban arrastrando los pies, decepcionados, al verlo rodeado de gente. Wood había dado instrucciones para que Harry fuera acompañado a todas partes, por si los de Slytherin trataban de quitarlo de en medio (Esa fue una excelente idea, Wood, dijo James al ex capitán de Gryffindor. A lo que Oliver respondió: Gracias, señor Potter). Toda la casa de Gryffindor aceptó la misión con entusiasmo, de forma que a Harry le resultaba imposible llegar a tiempo a las clases porque estaba rodeado de una inmensa y locuaz multitud. Estaba más preocupado por la seguridad de su Saeta de Fuego que por la suya propia (Lily miró entre asombrada y enojada a su hijo. Esos sí que son los genes Potter. Preocuparse más por una escoba que por su seguridad, pensaba la pelirroja). Cuando no volaba en ella, la tenía guardada con llave en su baúl, y a menudo volvía corriendo a la torre de Gryffindor para comprobar que seguía allí.
—Si sabes que eso se llama paranoia, ¿verdad, Harry? —dijo Seamus.
—Temía que hechizaran mi escoba —admitió Harry—, y entonces perderíamos el partido.
—Yo estoy de acuerdo contigo, hijo —dijo James—, yo en tu caso también hubiera hecho lo mismo —lo apoyó.
Lily rodó los ojos.

La víspera del partido por la noche, en la sala común de Gryffindor, se abandonaron todas las actividades habituales. Incluso Hermione dejó sus libros.
—Eso si es raro —dijo Sirius. Hermione lo miró mal, a lo que este solo le sonrió.
—No puedo trabajar; no me puedo concentrar —dijo nerviosa.
Había mucho ruido. Fred y George Weasley habían reaccionado a la presión alborotando y gritando más que nunca. Oliver Wood estaba encogido en un rincón, encima de una maqueta del campo de quidditch, y con su varita mágica movía figurillas mientras hablaba consigo mismo (Varios soltaron risitas ante eso, Oliver no hizo caso a esas risas, pero se sonrojo cuando descubrió a Katie Bell mirándolo y luego rió también). Angelina, Alicia y Katie se reían de las gracias de Fred y George. Harry estaba sentado con Ron y Hermione, algo alejado del barullo, tratando de no pensar en el día siguiente, porque cada vez que lo hacía le acometía la horrible sensación de que algo grande se esforzaba por salir de su estómago.
—Tranquilo, Harry, estoy seguro de que juras genial —animó James.
—Creo que tú también deberías de tomar ese consejo que le acabas de dar a nuestro hijo, James —dijo Lily—. Porque que yo recuerde, estas como un loco antes del partido —pero James no escucho lo demás que dijo su novia, él solo escuchaba en su cabeza «nuestro hijo», sonaba tan bien—. ¿James? ¿Qué te sucede, James? —preguntó Lily al no escuchar el reclamo de su novio al decirle que él tampoco estaba tranquilo antes del partido.
—Eh… nada. No tengo nada, Lily —respondió James después de unos minutos.
Lily lo observó, y este le sonrió y le paso un brazo por los hombros, pegándola a él.
—Vas a hacer un buen partido —le dijo Hermione, aunque en realidad estaba aterrorizada.
—¡Tienes una Saeta de Fuego! —dijo Ron.
—Sí —admitió Harry.
Fue un alivio cuando Wood, de repente, se puso en pie y gritó:
—¡Jugadores! ¡A la cama!
—No creo que pudieras dormir —comentó Ted.

Harry no durmió bien (Lo sabía, dijo Ted). Primero soñó que se había quedado dormido y que Wood gritaba: «¿Dónde te habías metido? ¡Tuvimos que poner a Neville en tu puesto!» (Esa sí que no hubiera sido una buena idea, dijo Neville). Luego soñó que Malfoy y el resto del equipo de Slytherin llegaban al terreno de juego montados en dragones. Volaba a una velocidad de vértigo, tratando de evitar las llamaradas de fuego que salían de la boca de la cabalgadura de Malfoy, cuando se dio cuenta de que había olvidado la Saeta de Fuego. Se cayó en el aire y se despertó con un sobresalto.
—Eso sería anti las reglas, ningún equipo podría ir montado en dragones —dijo James.
—Solo fue un sueño, James —dijo Remus, sonriendo ante el reclamo de su amigo.
—Aunque de las serpientes se espera todo —dijo Sirius. James asintió.
Tardó unos segundos en comprender que el partido aún no había empezado, que él estaba metido en la cama, y que al equipo de Slytherin no lo dejarían jugar montado en dragones. Tenía mucha sed. Lo más en silencio que pudo, se levantó y fue a servirse un poco de agua de la jarra de plata que había al pie de la ventana.
Los terrenos del colegio estaban tranquilos y silenciosos. Ni un soplo de viento azotaba la copa de los árboles del bosque prohibido. El sauce boxeador estaba quieto y tenía un aspecto inocente. Las condiciones para el partido parecían perfectas.
—Ojala y siga así —comentó Alice.
Harry dejó el vaso y estaba a punto de volverse a la cama cuando algo le llamó la atención. Un animal que no podía distinguir bien rondaba por el plateado césped.
—¿Qué animal? —preguntó Frank.
—Tal vez el Grim —bromeó Lee.
Los gemelos Weasley se rieron.
Harry corrió hasta su mesilla, cogió las gafas, se las puso y volvió a la ventana a toda prisa. Esperaba que no se tratara del Grim. No en aquel momento, horas antes del partido.
Miró los terrenos con detenimiento y tras un minuto de ansiosa búsqueda volvió a verlo. Rodeaba el bosque… no era el Grim ni mucho menos: era un gato. Harry se apoyó aliviado en el alféizar de la ventana al reconocer aquella cola de brocha. Sólo era Patizambo.
—Vaya, al parecer solo era Crookshanks —dijo una aliviada Lily.
Pero… ¿sólo era Crookshanks? Harry aguzó la vista y pegó la nariz al cristal de la ventana. Crookshanks estaba inmóvil. Harry estaba seguro de que había algo más moviéndose en la sombra de los árboles.
¿Sería yo?, se preguntaba Sirius.
Un instante después apareció: un perro negro, peludo y gigante que caminaba con sigilo por el césped. Crookshanks corría a su lado, y hasta parecía que el gato le hablaba. Harry observó con atención. ¿Qué significaba aquello? Si Crookshanks también veía al perro, ¿cómo podía ser un augurio de la muerte de Harry?
—Entonces, si tu gato andaba tras el perro, eso quería decir que no era un augurio de muerte —dijo Andrómeda a Hermione.
—Por supuesto que no lo era —aseguró Hermione.
—Pero entonces, sino era el Grim. ¿Qué hacia ese perro en Hogwarts? ¿De quién era? —preguntó Frank.
Moody que había estado pensativo durante todo el capítulo, ya tenía una teoría. Estaba prácticamente seguro de que ese perro, al cual la profesora de Adivinación lo creía un Grim, no era otro que un animago. Y también intuía que la forma humana del perro, era Sirius Black, el prisionero de Azkaban.
Por su parte Sirius miraba al gato que estaba sobre su regazo. Había escuchado atentamente el último párrafo, decía que: Crookshanks corría tras de él y que parecía como si le hablara. ¿Qué era lo que hablábamos? ¿Cómo es que pude confiar en él, y como él confió en mí?, se preguntaba.
El gato sintiendo la mirada del animago sobre él, abrió los ojos y maulló.
Sirius levantó la mirada hacia sus amigos, ahora más que nunca necesitaban hablar a solas con Crookshanks. Él sabía muchas cosas y se las iba a contar.
—¡Ron! —susurró Harry—. ¡Ron, despierta!
—¿Mmm?
—Gran idea, Harry —dijo George.
—Sí, pedirle a nuestro dormilón hermano que corrobore lo que habías visto —agregó Fred.
—¡Oye! —se quejó Ron.
—Apuesto a que ni siquiera te despertaste —dijo Ginny.
Ron no dijo nada.
—¡Necesito que me digas si puedes ver una cosa!
—Está todo muy oscuro, Harry —dijo Ron con esfuerzo—. ¿A qué te refieres?
—Ahí abajo…
Harry volvió a mirar por la ventana.
Crookshanks y el perro habían desaparecido. Harry se subió al alféizar para ver si estaban debajo, junto al muro del castillo. Pero no estaban allí. ¿Dónde se habrían metido?
Un fuerte ronquido le indicó que Ron había vuelto a dormirse.
—¡Ay, Ron! Espero que no te pongan a testificar un asesinato que paso de madrugada —se burló George.
Su gemelo rió. Mientras que Ron se puso rojo, de enojo y de vergüenza.

Harry y el resto del equipo de Gryffindor fueron recibidos con una ovación al entrar por la mañana en el Gran Comedor. Harry no pudo dejar de sonreír cuando vio que los de las mesas de Ravenclaw y Hufflepuff también les aplaudían. Los de Slytherin les silbaron al pasar. Malfoy estaba incluso más pálido de lo habitual.
—Parece que alguien tenía miedo —se mofó James, mirando a Draco.
—Lógico, todas las serpientes son unos cobardes —agregó Sirius.
—¡Sirius! —le reclamó Andrómeda—. Yo fui una Slytherin y no me considero una cobarde.
—No todos los Slytherin son unos cobardes —dijo Draco, mirando de reojo a Snape—; ni todos los Gryffindor son tan valientes y leales…
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Frank.
Draco ignoró al padre de Neville y siguió hablando.
—… hay algunos cobardes y traidores —al terminar de hablar, Draco miró hacia los merodeadores.
Sirius se sintió ofendido al notar la mirada del rubio sobre él, y creyendo que lo de «cobarde» y «traidor» se lo decía a él, dijo:
—¿Estas tratando de decirme algo? Porque si es así…
—No estoy tratando de decirte nada a ti, querido tío Sirius —dijo Draco, y sonrió cuando noto el gesto de molestia en Sirius, cuando fue llamado nuevamente «tío».
—Entonces, ¿por qué dijiste hay algunos Gryffindor cobardes y traidores? —preguntó James.
—¡Malfoy! —advirtieron Harry, Ron y Hermione.
Draco se encogió de hombros.
—Por nada, Potter, por nada —respondió el rubio, haciendo caso a la advertencia del trío dorado.
James no le creyó, pero no quiso rogarle la verdad a un Slytherin. Por su parte Remus si había entendido perfectamente lo que había dicho Draco, pero no quiso aclararle las cosas ni James ni a Sirius, ya era demasiado duro para él haber descubierto la traición de Peter, y no quería que sus amigos se pusieran como locos al enterarse. Por lo menos no ahora.
Wood se pasó el desayuno animando a sus jugadores a que comieran, pero él no probó nada. Luego les metió prisa para ir al campo antes de que los demás terminaran. Así podrían hacerse una idea de las condiciones. Cuando salieron del Gran Comedor; volvieron a oír aplausos.
—¡Buena suerte, Harry! —le gritó Cho Chang. Harry se puso colorado.
Ginny resoplo enojada; y Michael Corner frunció el ceño.
—Parece que alguien esta celosa —canturreó Sirius.
James asintió, y sonrió a su futura nuera.
—No la molestes, Sirius o podrías terminar mal —dijo Remus y Sirius lo miró con interrogación—, tú mismo no dices que las pelirrojas son peligrosas —le recordó.
Sirius asintió y miró a Ginny, por fortuna, Ginny estaba tan concentrada en una pequeña conversación con Harry, que no había escuchado.
De la que me salve, pensó Sirius.
—Muy bien…, el viento es insignificante. El sol pega algo fuerte y puede perjudicarnos la visión. Tened cuidado. El suelo está duro, nos permitirá un rápido despegue.
Wood recorrió el terreno de juego, mirando a su alrededor y con el equipo detrás. Vieron abrirse las puertas del castillo a lo lejos y al resto del colegio aproximándose al campo.
—¡A los vestuarios! —dijo Wood escuetamente. Nadie habló mientras se cambiaban y se ponían la túnica escarlata. Harry se preguntó si se sentirían como él: como si hubiera desayunado algo vivo (Harry está nervioso, y eso no es muy bueno. Solo espero que toda salga bien, quiero escuchar al finalizar el capítulo que los Gryffindor les ganaron a las serpientes rastreras, pensaba James). Antes de que se dieran cuenta, Wood les dijo:
—¡Ha llegado el momento! ¡Adelante…!
Salieron al campo entre el rugido de la multitud. Tres cuartas partes de los espectadores llevaban escarapelas rojas, agitaban banderas rojas con el león de Gryffindor o enarbolaban pancartas con consignas como «ÁNIMO, GRYFFINDOR» y «LA COPA PARA LOS LEONES» (Por supuesto que los leones tienen que ganar la copa, dijo Frank, el cual parecía emocionado porque Dean leyera como se había llevado a cabo el partido). Detrás de la meta de Slytherin, sin embargo, unas doscientas personas llevaban el verde; la serpiente plateada de Slytherin brillaba en sus banderas. El profesor Snape se sentaba en la primera fila, de verde como todos los demás y con una sonrisa macabra.
—Pero si es la única sonrisa que tiene —aseguraron James y Sirius.
Snape murmuró insultos por lo bajo a los dos leones.
Por su parte Lily quiso contradecir a su novio y a Sirius, y decirles que ella si había conocido la verdadera sonrisa de Severus —aunque hace años que no veía su sonrisa amable—, y que no era para nada macabra, pero mejor decidió guardar silencio.
Tal vez Severus se lo puede tomar a mal, y podría decir algunos de sus comentarios ácidos; James se metería a defenderme y entonces se armaría una batalla en plena sala, pensaba Lily.
—¡Y aquí llegan los de Gryffindor! —comentó Lee Jordan, que hacía de comentarista, como de costumbre (Lee sonrió con orgullo)—. ¡Potter, Bell, Johnson, Spinnet, los hermanos Weasley y Wood! Ampliamente reconocido como el mejor equipo que ha visto Hogwarts desde hace años. —Los comentarios de Lee fueron ahogados por los abucheos de la casa de Slytherin—. ¡Y ahora entra en el terreno de juego el equipo de Slytherin, encabezado por su capitán Flint! Ha hecho algunos cambios en la alineación y parece inclinarse más por el tamaño que por la destreza (El Draco de la sala aceptó el comentario de Lee sin enojarse, porque sabía que era verdad, todo lo contrario al Draco de la época del libro, que se sintió terriblemente humillado por el comentario del león). —Más abucheos de los hinchas de Slytherin. Harry, sin embargo, pensó que Lee tenía razón. Malfoy era el más pequeño del equipo de Slytherin. Los demás eran enormes.
—Enormes y muy bestias también —comentó Daphne Greengrass. Draco, Theo y Blaise miraron a la rubia, esta rodó los ojos—. Lo digo por Flint —aclaró.
Astoria sonrió, su hermana a veces podía decir a los cuatro vientos todas las debilidades de Slytherin, sin darle mucha importancia a que sus propios compañeros de casa, y de las otras casas la escucharan.
—¡Capitanes, daos la mano! —ordenó la señora Hooch.
Flint y Wood se aproximaron y se estrecharon la mano con mucha fuerza, como si intentaran quebrarle al otro los dedos.
—¡Montad en las escobas! —dijo la señora Hooch—. Tres… dos… uno…
Al instante todos los que amaban el quidditch, prestaron más atención al relato del partido, no se querían perder ningún detalle.
El silbato quedó ahogado por el bramido de la multitud, al mismo tiempo que se levantaban en el aire catorce escobas. Harry sintió que el pelo se le disparaba hacia atrás. Con la emoción del vuelo se le pasaron los nervios. Miró a su alrededor. Malfoy estaba exactamente detrás. Harry se lanzó en busca de la snitch.
—Y Gryffindor tiene el quaffle. Alicia Spinnet, de Gryffindor; con el quaffle, se dirige hacia la meta de Slytherin. Alicia va bien encaminada. Ah, no. Warrington intercepta el quaffle. Warrington, de Slytherin, rasgando el aire. ¡ZAS! Buen trabajo con la bludger por parte de George Weasley. Warrington deja caer el quaffle. Lo coge Johnson. Gryffindor vuelve a tenerlo. Vamos, Angelina. Un bonito quiebro a Montagne. ¡Agáchate, Angelina, eso es una bludger! ¡HA MARCADO! ¡DIEZ A CERO PARA GRYFFINDOR!
Los Gryffindor del pasado celebraron.
Lily por su parte sonreía al ver a su novio emocionado por un partido que tendría lugar 17 años después.
Angelina golpeó el aire con el puño, mientras sobrevolaba el extremo del campo. El mar escarlata que se extendía debajo de ella vociferaba de entusiasmo.
—¡AY!
Angelina casi se cayó de la escoba cuando Marcus Flint chocó contra ella.
—¡Son unos malditos tramposos! —dijo Sirius.
—Señor Black, modere su vocabulario —lo regañó McGonagall.
—Pero… —Sirius iba a replicar, pero una mirada de la profesora lo silencio.
—¡Perdón! —se disculpó Flint, mientras la multitud lo abucheaba—. ¡Perdona, no te vi!
—Sí, perdón. Que fácil, después de que casi cae de la escoba —dijo George, con ironía.
Un momento después, Fred Weasley lanzó el bate hacia la nuca de Flint. La nariz de Flint dio en el palo de su propia escoba y comenzó a sangrar.
—Lo dije en su momento, y lo vuelvo a decir, Gred. Ese fue un buen lanzamiento —dijo George.
—Gracias. Se hace lo que se puede —respondió Fred, sonriendo a su gemelo.
—¡Basta! —gritó la señora Hooch, metiéndose en medio a toda velocidad—. ¡Penalti para Gryffindor por un ataque no provocado sobre su cazadora! ¡Penalti para Slytherin por agresión deliberada contra su cazador!
—¡No diga tonterías, señora! —gritó Fred. Pero la señora Hooch pitó y Alicia retrocedió para lanzar el penalti.
—Vaya, sí que ese partido estuvo muy agresivo —comentó Andrómeda.
—Y eso que no lo tuvo que jugar, señora Tonks —dijo Angelina.
Hermione al escuchar el apellido «Tonks», hizo un gesto de molestia, porque recordó a la hija de Andrómeda, la cual no se había portado muy bien con ella en los dos últimos años.
Remus que estaba observando a Hermione, se dio cuenta del gesto que hizo, y se preguntó qué era lo que le molestaba, él no había escuchado decir nada malo.
La siguió observando, pero Hermione parecía estar absorta en sus pensamientos, así que no le devolvió la mirada.
—¡Vamos, Alicia! —gritó Lee en medio del silencio que de repente se había hecho entre el público— ¡SÍ, HA BATIDO AL GUARDAMETA! ¡VEINTE A CERO PARA GRYFFINDOR!
Harry se dio la vuelta y vio que Flint, que seguía sangrando, volaba hacia delante para ejecutar el penalti. Wood estaba delante de la portería de Gryffindor; con las mandíbulas apretadas.
—¡Wood es un soberbio guardameta! —dijo Lee Jordan a la multitud, mientras Flint aguardaba el silbato de la señora Hooch—. ¡Soberbio! Será muy difícil parar este golpe, realmente muy difícil… ¡SÍ! ¡NO PUEDO CREERLO! ¡LO HA PARADO!
Los Gryffindor celebraron como si el partido se estuviera jugando en ese momento. Pero cuando todos se quedaron en silencio, Dean pudo seguir leyendo.
Aliviado, Harry se alejó como una bala, buscando la snitch, pero asegurándose al mismo tiempo de que no se perdía ni una palabra de lo que decía Lee. Era esencial mantener a Malfoy apartado de la snitch hasta que Gryffindor sacara a Slytherin más de cincuenta puntos.
—Gryffindor tiene el quaffle, no, lo tiene Slytherin. ¡No! ¡Gryffindor vuelve a tenerlo, y es Katie Bell, Katie Bell lleva el quaffle! Va rápida como un rayo… ¡ESO HA SIDO INTENCIONADO!
—¿Y ahora que paso? —preguntó Frank.
Como toda respuesta Dean siguió leyendo.
Montague, un cazador de Slytherin, había hecho un quiebro delante de Katie y en vez de coger el quaffle, le había cogido a ella la cabeza. Katie dio una voltereta en el aire y consiguió mantenerse en la escoba, pero dejó caer el quaffle.
—¡Malditos tramposos! —dijeron los gemelos Prewett.
—¡Señores Prewett! —los regañó la profesora McGonagall.
—Lo sentimos —dijo Fabian.
—Aunque las serpientes si son unos tramposos —agregó Gideon.
La profesora McGonagall se contuvo para no volverlos a regañar, porque en el fondo admitía que era cierto lo que decían los Prewett.
El silbato de la señora Hooch volvió a sonar; mientras se dirigía a Montague gritándole. Un minuto después, Katie metía otro gol de penalti al guardameta de Slytherin.
—¡TREINTA A CERO! ¡CHÚPATE ÉSA, TRAMPOSO!
—¡Jordan, si no puedes comentar de manera neutral…!
—¡Lo cuento como es, profesora!
McGonagall miró al moreno que estaba sentado al lado de los gemelos Weasley, el cual reía con ellos.
Ese chico será otro dolor de cabeza en el futuro, pensaba la profesora.
Harry sintió un vuelco de emoción. Acababa de ver la snitch. Brillaba a los pies de uno de los postes de la meta de Gryffindor. Pero aún no debía cogerla. Y si Malfoy la veía…
Simulando una expresión de concentración repentina, dio la vuelta con la Saeta de Fuego y se dirigió a toda velocidad hacia el extremo de Slytherin. Funcionó. Malfoy fue tras él como un bólido, creyendo que Harry había visto la snitch en aquel punto.
Draco sonrió de lado.
—Debo reconocer que me engañaste, Potter —admitió Draco.
—Aunque casi me rompen la cabeza —dijo Harry.
Lily se estremeció.
—¿Y que querías, Potter? Te metiste en el territorio enemigo —dijo Zabini.
¡ZUUUM!
Una de las bludgers, desviada por Derrick, el gigantesco golpeador de Slytherin, se aproximó y le pasó a Harry rozando el oído derecho. Al momento siguiente…
¡ZUUUM!
La segunda bludger le había arañado el codo. El otro golpeador; Bole, se aproximaba.
Harry vio fugazmente a Bole y a Derrick, que se acercaban muy aprisa con los bates en alto.
En el último segundo viró con la Saeta, y Bole y Derrick se dieron un batacazo.
Lily respiró aliviada, estaba tan asustada de que su hijo hubiera resultado lastimado.
—¡Gracias a Merlín! —susurró.
—¡Ja,ja,ja! —rió Lee Jordan mientras los dos golpeadores de Slytherin se separaban y alejaban, tambaleándose y agarrándose la cabeza—. Es una lástima, chicos. ¡Tendréis que espabilar mucho para vencer a una Saeta de Fuego! Y Gryffindor vuelve a tener el quaffle, porque Johnson lo ha recogido. Flint va a su lado. ¡Métele el dedo en el ojo, Angelina! (Muchos rieron ante esta broma) ¡Era una broma, profesora, era una broma! ¡Oh, no! ¡Flint lleva el quaffle, va volando hacia la meta de Gryffindor! ¡Ahora, Wood, párala!
Pero Flint ya había marcado (¡Mierda!, exclamaron James y Sirius. A lo que la profesora McGonagall los regaño por su vocabulario). Hubo un ovación en la parte de Slytherin y Lee lanzó una expresión tan malsonante que la profesora McGonagall quiso quitarle el megáfono mágico.
—¡Perdón, profesora, perdón! ¡No volverá a ocurrir! Veamos, Gryffindor va ganando por treinta a diez y ahora Gryffindor está en posesión del quaffle.
Se estaba convirtiendo en el partido más sucio que Harry había jugado (¿Sucio? Yo no diría que ese partido era sucio, yo creo que…, pero Sirius se cayó antes de soltar una palabrota, porque la profesora McGonagall lo estaba observando). Indignados porque Gryffindor se hubiera adelantado tan pronto en el marcador; los de Slytherin estaban recurriendo a cualquier medio para apoderarse del quaffle. Bole golpeó a Alicia con el bate y arguyó que la había confundido con una bludger (Idiota, murmuró Alicia al recordar ese hecho). George Weasley, para vengarse, dio a Bole un codazo en la cara. La señora Hooch castigó a los dos equipos con sendos penaltis, y Wood logró evitar otro tanto espectacular; consiguiendo que la puntuación quedara en 40 a 10 a favor de Gryffindor.
—Eso está muy bien, pero aun no deben de confiarse —dijo James.
La snitch había vuelto a desaparecer. Malfoy seguía de cerca a Harry, mientras éste sobrevolaba el campo de juego buscándola. En cuanto Gryffindor le sacara a Slytherin cincuenta puntos…
Katie marcó: 50 a 10 (Sí, por fin llegó el momento de ir por la snitch, dijeron los gemelos Prewett). Fred y George Weasley bajaron en picado para situarse a su lado, con los bates en alto por si a alguno de Slytherin se le ocurría tomar represalias. Bole y Derrick aprovecharon la ausencia de Fred y George para lanzar a Wood las dos bludgers. Le dieron en el estómago, primero una y después la otra. Wood dio una vuelta en el aire, sujetándose a la escoba, sin resuello.
—Eso debió doler —dijo Frank.
—Creo que aunque sea uno de ustedes debió quedarse con él —dijo Remus a los gemelos Weasley.
—Sí, he de reconocer que cometimos un error, Gred —dijo George a su gemelo.
Fred asintió.
—Tal vez en un futuro podríamos cambiar eso —dijo Fred.
La señora Hooch estaba fuera de sí.
—¡Sólo se puede atacar al guardameta cuando el quaffle está dentro del área! —gritó a Boyle y a Derrick—. ¡Penalti para Gryffindor!
Y Angelina marcó: 60 a 10. Momentos después, Fred Weasley lanzaba a Warrington una bludger, quitándole el quaffle de las manos. Alicia la cogió y volvió a marcar: 70 a 10.
—Bien, ahora sí deberías ir por la snitch, Harry —dijo James.
Harry solo sonrió a su padre.
La afición de Gryffindor estaba ronca de tanto gritar. Gryffindor sacaba sesenta puntos de ventaja. Y si Harry cogía la snitch, la copa era suya. Harry notaba que cientos de ojos seguían sus movimientos mientras sobrevolaba el campo por encima del nivel de juego, con Malfoy siguiéndolo a toda velocidad.
Y entonces la vio: la snitch brillaba a siete metros por encima de él.
Harry aceleró con el viento rugiendo en sus orejas. Estiró la mano, pero de repente la Saeta de Fuego redujo la velocidad.
—¿Qué sucedía? —preguntó Sirius.
—No me digas que la Saeta vino fallada —dijo Ted.
—Claro que no, solo que alguien estaba haciendo trampa —dijo Seamus.
Horrorizado, miró alrededor. Malfoy se había lanzado hacia delante, había cogido la cola de la Saeta y tiraba de ella.
—Claro. Tenía que ser la serpiente albina —dijo Sirius, mirando mal a su sobrino.
Draco también lo miró mal al escuchar el insulto.
—¡Serás…!
Harry estaba lo bastante enfadado para golpear a Malfoy, pero no lo podía alcanzar. Malfoy jadeaba por el esfuerzo de sujetar la Saeta de Fuego, pero tenía un brillo de malicia en los ojos. Había logrado lo que quería: la snitch había vuelto a desaparecer.
—¡Penalti! ¡Penalti a favor de Gryffindor! ¡Nunca he visto tácticas semejantes! —chilló la señora Hooch, saliendo disparada hacia el punto donde Malfoy volvía montar en su Nimbus 2.001.
—¡SO CERDO, SO TRAMPOSO! —gritaba Lee Jordan por el megáfono, alejándose de la profesora McGonagall—. ¡ASQUEROSO HIJ…!
La profesora McGonagall ni siquiera se molestó en decirle que se callara. La verdad es que levantaba el puño en dirección a Malfoy. Se le había caído el sombrero y también ella gritaba furiosa.
Todas las miradas se posaron sobre la estricta profesora, la cual se encontraba sonrojada.
Dumbledore miraba sonriente a la profesora.
—Vaya, Minnie. Se ve que eres de las nuestras —dijo un sonriente James.
La profesora estaba tan sorprendida de su comportamiento que no regaño a James por el sobrenombre ni porque la había tuteado.
—¿Sabes, Minnie? —dijo Sirius, tuteándola —, ya sé cómo te puedes vengar de Malfoy —la profesora no respondió—, en los exámenes, pónselos más difícil a él.
—Silencio, Black —dijo McGonagall cuando escucho lo último que le dijo Sirius.
Luego de eso Dean siguió leyendo.
Alicia lanzó el penalti de Gryffindor; pero estaba tan enfadada que lo envió fuera. El equipo de Gryffindor perdía concentración, y los de Slytherin, entusiasmados por la falta de Malfoy contra Harry, cada vez se atrevían a más.
—Slytherin en posesión del quaffle, Slytherin se dirige a la meta… Montague marca —gruñó Lee—: 70 a 20 a favor de Gryffindor…
—Esto no es bueno —dijo James.
Por su parte Snape que veía a un desesperado James, sonreía con triunfo.
Harry marcaba en ese momento a Malfoy desde tan cerca que sus rodillas chocaban. Harry no iba a dejar que Malfoy se acercara a la snitch…
—¡Quítate de en medio, Potter! —gritó Malfoy con enojo, e intentó dar la vuelta, pero encontró a Harry bloqueándole el paso.
—Angelina Johnson coge el quaffle. ¡Vamos, Angelina! ¡VAMOS!
Harry miró a su alrededor. Excepto Malfoy, todos los jugadores de Slytherin, incluido el guardameta, habían salido disparados contra Angelina. Iban a bloquearla.
—Son unos imbéciles —dijo Alice con enojo.
Neville miró asombrado a su madre.
—Así es tu madre —le dijo Frank, encogiéndose de hombros.
Harry dio la vuelta a la Saeta de Fuego, se agachó hasta quedar paralelo al palo de la escoba y se lanzó hacia delante. Como una bala, se dirigió en dirección a los de Slytherin.
—¡VOOOOOY!
Se dispersaron cuando la Saeta de Fuego se lanzó contra ellos como un torpedo. El camino de Angelina quedó despejado.
—¡HA MARCADO!, ¡HA MARCADO! ¡Gryffindor en cabeza por 80 a 20!
—¡Sí! Bien hecho, Harry —alobó James.
Harry, que casi salió despedido hacia las gradas, frenó en el aire bruscamente, dio la vuelta y regresó veloz al centro del campo.
Y entonces vio algo como para pararle el corazón. Malfoy bajaba a toda velocidad con una expresión de triunfo en la cara. Allí, a unos metros del suelo, había un resplandor dorado.
—¡Oh, rayos! —exclamó Sirius.
—Espero que esa escoba sea tan veloz como dice ser, porque si no entonces estaremos perdidos —se lamentó James.
Harry orientó hacia abajo el rumbo de su saeta, pero Malfoy le llevaba muchísima ventaja.
—¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos! —dijo para espolear a la escoba. Ya reducía la distancia…
Harry se pegó al palo de la escoba cuando Bole le lanzó una bludger… estaba ya ante los tobillos de Malfoy… a su misma altura…
Harry se echó hacia delante, soltando las dos manos de la escoba. Desvió de un golpe el brazo de Malfoy y…
—¡SÍ!
—Un momento, ¿ese «¡SÍ!» significa que lo conseguiste, verdad? —preguntó James a su hijo.
—Por supuesto —respondió Harry.
Entonces los Gryffindor volvieron a celebrar emocionados, porque eso significaba que los leones ganaban la copa.
Snape miró mal a los merodeadores, los cuales estaban celebrando su triunfo.
—Estúpidos leones —murmuró.
Cuando las celebraciones pararon, Dean continúo leyendo.
Recuperó la horizontal, con la mano en el aire, y el estadio se vino abajo. Harry sobrevoló a la multitud con un extraño zumbido en los oídos. La pequeña pelota dorada estaba fuertemente sujeta en su puño, batiendo las alas desesperadamente contra sus dedos.
Wood se acercó a él a toda velocidad, casi cegado por las lágrimas; cogió por el cuello a Harry y sollozó en su hombro irrefrenablemente. Harry sintió dos golpes en la espalda cuando Fred y George se acercaron. Luego oyó las voces de Angelina, Alicia y Katie:
—¡Hemos ganado la copa! ¡Hemos ganado la copa!
—¡Y todo gracias a mi hijo! —decía un orgulloso James.
El ego de los Potter me asco, pensaba Snape.
—El cual es mi ahijado —decía Sirius.
Remus sonreía ante este capítulo, donde por lo menos no había sido tan malo, pero estaba seguro en los demás capítulos las cosas serían distintas, y entonces vendría la decepción de James y Sirius al enterarse de lo que él ya se había enterado.
Atrapado en un abrazo colectivo, el equipo de Gryffindor bajó a tierra dando gritos con la voz quebrada.
Los grupos de hinchas del equipo escarlata saltaban ya las barreras y entraban en el terreno de juego. Multitud de manos palmeaban las espaldas de los jugadores. Harry estaba aturdido por el ruido y la multitud de cuerpos que lo apretaban. La afición los subió en hombros a él y al resto del equipo. Cuando pudo ver algo, vio a Hagrid cubierto de escarapelas rojas:
—¡Los has vencido, Harry! ¡Los has vencido! ¡Cuando se lo cuente a Buckbeak…!
—Oh, Hagrid, es cierto —dijo Alice—, nos hemos olvidado de Buckbeak por la emoción del partido…
—No importa, Alice —dijo Hagrid—. De todas maneras él está bien.
Allí estaba Percy, dando saltos como un loco, olvidado de su dignidad (Percy se sonrojó, él no pensaba que en el libro hablaran de su reacción). La profesora McGonagall sollozaba incluso más sonoramente que Wood, y se secaba los ojos con una enorme bandera de Gryffindor. Y allí, abriéndose camino hacia Harry; se encontraban Ron y Hermione. No podían articular palabra. Se limitaron a sonreír mientras Harry era conducido a las gradas, donde Dumbledore esperaba de pie, con la enorme copa de quidditch.
Si hubiera habido un dementor por allí… Mientras Wood le pasaba la copa a Harry, sin dejar de sollozar; mientras la elevaba en el aire, Harry pensó que podía materializar al patronus más robusto del mundo.
—Estoy seguro que sí, Harry —dijo James—. Porque ganar la copa es lo mejor.
Y así, siguieron celebrando, hasta que Dumbledore llamo su atención diciendo que cenarían y luego se irían a dormir.
Y apenas Sirius escuchó que ese sería el último capítulo que leerían ese día, recordó que tenían que platicar con Crookshanks esa noche, tan solo tenían que esperar que Hermione se durmieran y entonces él acompañado de sus amigos entrarían al cuarto de la castaña y sacarían al gato.


Nota: 
Buenas noches, mis queridas lectora 
Primero que nada quisiera disculparme por no haber actualizado, pero es que el word que guardaba en mi USB se me elimino por casualidad y me he demorado dos días en recuperarlo. Espero que este capítulo sea de su grado, he cambiado la cachetada que le da Hermione a Draco por el puñete que le da en la película. 
Hasta el próximo capítulo