lunes, 22 de junio de 2015

Tercer Libro: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban - Capítulo 2: El error de tía Marge






Hermione cambió de página al libro y leyó.
“El error de tía Marge”.
Cuando Hermione termino de leer el título, las risas de los gemelos Weasley, Ron, Ginny y Harry inundaron la sala.
Hermione frunció ligeramente el ceño.
—¿De qué se ríen? —preguntó Ted.
—¿Y quién es tía Marge? —preguntaron los merodeadores.
—Es la hermana de tío Vernon —contestó Harry cuando dejo de reír.
—Mejor conocida como la “Tía Globo” —dijo Ron aun riendo.
—No me parece gracioso, Ronald —dijo una Hermione muy seria.
—Pues que falta del sentido del humor, querida Hermione —le dijeron los gemelos Weasley.
 Y antes de que Sirius empezara con sus preguntas, Hermione empezó a leer.
Cuando Harry bajó a desayunar a la mañana siguiente, se encontró a los tres Dursley ya sentados a la mesa de la cocina. Veían la televisión en un aparato nuevo, un regalo que le habían hecho a Dudley al volver a casa después de terminar el curso (Pues si su inteligencia era igual a la de Crabbe y Goyle entonces es un gran logro que terminara el curso, dijo para sorpresa de todos Draco. Y Harry, Ron y los gemelos Weasley no pudieron evitar reír. “Ahora si me hiciste reír, hurón albino”, le dijo Ron y Draco ni se inmuto por el apodo con que lo llamo el pelirrojo), porque se había quejado a gritos del largo camino que tenía que recorrer desde el frigorífico a la tele de la salita (Lily solo negó con la cabeza al imaginar a su futuro sobrino). Dudley se había pasado la mayor parte del verano en la cocina, con los ojos de cerdito fijos en la pantalla y sus cinco papadas temblando mientras engullía sin parar.
—¿En verdad ese chico es tu sobrino, Lily? —le preguntó a Alice a la pelirroja.
—Lamentablemente sí —contestó Lily con un suspiro.
Harry se sentó entre Dudley y tío Vernon, un hombre corpulento, robusto, que tenía el cuello corto y un enorme bigote. Lejos de desearle a Harry un feliz cumpleaños, ninguno de los Dursley dio muestra alguna de haberse percatado de que Harry acababa de entrar en la cocina, pero él estaba demasiado acostumbrado para ofenderse (Los padres, padrino, Remus y amigos del ojiverde se sintieron apenados y enojados por como lo trataban, pero ellos tenían la esperanza de que todo eso cambiaria ahora que se enteraran de su futuro. Por otra parte Snape, sintió algo que nunca pensó sentir por un Potter. Pena. Puesto que él por lo menos tiene a su madre que lo trata mejor, pero a Harry todos lo ignoran o lo regañan por todo). Se sirvió una tostada y miró al presentador de televisión, que informaba sobre un recluso fugado.
El trío de oro, los Weasley, Luna y todos los que conocían sobre ese “recluso fugado” evitaron mirar a Sirius; puesto que no querían que el animago notara que algo pasaba con él en ese tercer libro.
Pero Harry no pudo evitar sentirse impotente, frustrado, enojado y apenado a la vez. Se trataba del destino de su padrino y le dolía que Sirius al igual que sus padres hayan tenido un injusto destino.
—Él sabrá sobrellevar esto, míralo, es fuerte —susurró Ginny a Harry, tratando de levantarle el ánimo.
Harry miró de reojo a su padrino, sus ojos grises tenían una chispa de travesura, chispa que no tenía en su adultez, y todo por su injusta condena. Harry apretó sus puños con ira, pero luego vio a su padrino sonreír por algo que le había dicho su padre, así que respiró hondo tratando de controlar su mal humor.
—Gracias por tus palabras, Ginny —le susurró el ojiverde a su novia. Esta asintió y le regalo una dulce sonrisa.
«Tenemos que advertir a los telespectadores de que Black va armado y es muy peligroso (¿Black?, preguntó James con confusión. ¿Hablan de mí?, preguntó un sorprendido Sirius. Nadie respondió, pero Remus se daba cuenta de que algo raro pasaba, por las miradas que Hermione, Ron, Ginny y Luna le dirigían a Harry y luego a Sirius, pero no se atrevió a preguntar que sucedía. Y Lily al notar que nadie respondía, ella hablo: “No creo que se trate de ti, Sirius. Las noticias están pasando en una televisión, un objeto muggle, o sea son noticias muggles, y además ‘Black’ es un apellido común en el mundo muggle”. Y esto gracias a Merlín logro tranquilizar al animago). Se ha puesto a disposición del público un teléfono con línea directa para que cualquiera que lo vea pueda denunciarlo.»
—No hace falta que nos digan que no es un buen tipo —resopló tío Vernon echando un vistazo al fugitivo por encima del periódico—. ¡Fijaos qué pinta, vago asqueroso! ¡Fijaos qué pelo!
—Por supuesto que no se trata de mí —dijo Sirius con toda seguridad, y todos le prestaron atención—, porque mi porte y elegancia son únicas —concluyó arrogantemente.
Todos rieron, pero Remus que estaba atento a las reacciones del trío de oro y de los Weasley, se dio cuenta que su sonrisas no le llegaba a los ojos, sobre todo a Harry.
Lanzó una mirada de asco hacia donde estaba Harry, cuyo pelo desordenado había sido motivo de muchos enfados de tío Vernon (Esa ballena de Vernon Dursley me las pagara, se está burlando de mi hermoso cabello, porque Harry lo heredo de mí, se quejó infantilmente James. A lo que Lily le sonrió y dijo: “A mí me gusta tu cabello”. James sonrió satisfecho). Sin embargo, comparado con el hombre de la televisión, cuya cara demacrada aparecía circundada por una revuelta cabellera que le llegaba hasta los codos, Harry parecía muy bien arreglado.
Bueno, el trío de oro tuvo que reconocer que la primera vez que vieron a Sirius de carne y hueso —y no en fotografías— su aspecto si parecía de alguien realmente peligroso, nada que ver con el Sirius del pasado que siempre andaba muy bien arreglado, con una sonrisa arrogante y mirada traviesa y seductora a la vez.
Volvió a aparecer el presentador.
«El ministro de Agricultura y Pesca anunciará hoy…
—¡Un momento! —ladró tío Vernon, mirando furioso al presentador—. ¡No nos has dicho de dónde se ha escapado ese enfermo! ¿Qué podemos hacer? ¡Ese lunático podría estar acercándose ahora mismo por la calle!
Sin saber porque algo dentro de Sirius hizo que se enfurezca ante esas palabras.
¿Por qué me molesta tanto esas palabras, si no se refieren a mí?, se preguntaba el animago.
Tía Petunia, que era huesuda y tenía cara de caballo, se dio la vuelta y escudriñó atentamente por la ventana de la cocina. Harry sabía que a tía Petunia le habría encantado llamar a aquel teléfono directo (Sin duda alguna, dijo Lily con un suspiró cansino). Era la mujer más entrometida del mundo, y pasaba la mayor parte del tiempo espiando a sus vecinos, que eran aburridísimos y muy respetuosos con las normas.
—¡Aburridos! —exclamaron los gemelos Prewett en son de queja.
—¡Cuándo aprenderán —dijo tío Vernon, golpeando la mesa con su puño grande y amoratado— que la horca es la única manera de tratar a esa gente!
—¡No puedes sancionar una crueldad con otra crueldad! —comentó Luna abriendo un poco más sus ojos azules.
Aunque hay algunos que si merecen la muerte, pensó George con tristeza y enojo a la vez al recordar la muerte de su gemelo.
—Muy cierto —dijo tía Petunia, que seguía espiando las judías verdes del vecino.
Tío Vernon apuró la taza de té, miró el reloj y añadió:
—Tengo que marcharme. El tren de Marge llega a las diez.
—¿Y qué tal es ella? —preguntó Lily a su futuro hijo.
—Espero que sea mejor que todos esos energúmenos con los que vives —dijo James.
Harry negó con la cabeza.
—Es la versión femenina de tío Vernon —contestó el ojiverde.
Lily y James fruncieron el ceño.
Harry, cuya cabeza seguía en la habitación con el equipo de mantenimiento de escobas voladoras, volvió de golpe a la realidad.
—¿Tía Marge? —barbotó—. No… no vendrá aquí, ¿verdad?
—Por desgracia sí —murmuró Harry, respondiendo la pregunta que el mismo había formulado años atrás.
Tía Marge era la hermana de tío Vernon. Aunque no era pariente consanguíneo de Harry (cuya madre era hermana de tía Petunia), desde siempre lo habían obligado a llamarla «tía» (Lily tenía el ceño mucho más fruncido aun). Tía Marge vivía en el campo, en una casa con un gran jardín donde criaba bulldogs. No iba con frecuencia a Privet Drive porque no soportaba estar lejos de sus queridos perros, pero sus visitas habían quedado vívidamente grabadas en la mente de Harry.
—No creo que me guste mucho lo que vendrá a continuación —dijo James.
—Estoy de acuerdo contigo, Cornamenta —afirmó Sirius.
En la fiesta que celebró Dudley al cumplir cinco años, tía Marge golpeó a Harry en las espinillas con el bastón para impedir que ganara a Dudley en el juego de las estatuas musicales (Maldita mujer tramposa, dijeron los merodeadores). Unos años después, por Navidad, apareció con un robot automático para Dudley y una caja de galletas de perro para Harry (¡Es una desgraciada!, exclamaron Lily y Molly a coro). En su última visita, el año anterior a su ingreso en Hogwarts, Harry le había pisado una pata sin querer a su perro favorito. Ripper persiguió a Harry, obligándole a salir al jardín y a subirse a un árbol, y tía Marge no había querido llamar al perro hasta pasada la medianoche. El recuerdo de aquel incidente todavía hacía llorar a Dudley de la risa.
James y Sirius tenían la mandíbula tensa, y Remus se encontraba visiblemente serio. Estaba tan serio que Hermione tuvo un déjà vu, a ella le recordó la vez que le dijo a Remus que se iba con Harry y Ron a la misión que le había encargado Dumbledore, él no la quería dejar ir —y con razón porque apenas tenían un mes de casados— pero luego Hermione lo convenció, le costó, pero lo convenció.
Por otra parte Lily estaba muy tensa, le parecía irreal que alguien tratara mal a un niño inocente, porque lo que había ocurrido con el perro solo había sido un accidente.
Los demás que también se encontraban en la sala, estaban conmocionados con lo terrible que podrían ser en verdad esos muggles con un niño.
—Marge pasará aquí una semana —gruñó tío Vernon—. Y ya que hablamos de esto —y señaló a Harry con un dedo amenazador—, quiero dejar claras algunas cosas antes de ir a recogerla.
Dudley sonrió y apartó la vista de la tele. Su entretenimiento favorito era contemplar a Harry cuando tío Vernon lo reprendía.
—Tan bestia como el padre —comentó Ernie, y todos estuvieron de acuerdo con el rubio.
—Primero —gruñó tío Vernon—, usarás un lenguaje educado cuando te dirijas a tía Marge.
—De acuerdo —contestó Harry con resentimiento—, si ella lo usa también conmigo.
—¡Así se habla! —lo felicitaron los merodeadores, los gemelos Weasley y los gemelos Prewett.
McGonagall los escuchó, pero no los regaño.
—Segundo —prosiguió el tío Vernon, como si no hubiera oído la puntualización de Harry—: como Marge no sabe nada de tu anormalidad, no quiero ninguna exhibición extraña mientras esté aquí. Compórtate, ¿entendido?
—Me comportaré si ella se comporta —contestó Harry apretando los dientes.
—El carácter de la pelirroja sale a la vista —celebró Sirius.
Lily sonrió ligeramente.
—Y tercero —siguió tío Vernon, casi cerrando los ojos pequeños y mezquinos, en medio de su rostro colorado—: le hemos dicho a Marge que acudes al Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juveniles Incurables.
—¿Qué? —gritó Harry.
—¡¿Qué?! —exclamaron los merodeadores y Lily a la vez, que Hermione también hablaba.
—¿Cómo? —empezó McGonagall totalmente seria—, tratar un colegio tan importante y con tanta tradición como es Hogwarts con un… centro para delincuentes.
—Clama, Minerva —dijo Dumbledore, también serio.
—Esa tía Marge merece una lección —dijo Sirius y los otros dos merodeadores asintieron.
—Descuiden, Harry ya le dio una muy buena —susurró Ron y Harry sonrió recordando a su tía inflada.
Hermione retomo la lectura cuando todos se silenciaron.
—Y eso es lo que dirás tú también, si no quieres tener problemas —soltó tío Vernon.
Harry permaneció sentado en su sitio, con la cara blanca de ira, mirando a tío Vernon, casi incapaz de creer lo que oía. Que tía Marge se presentase para pasar toda una semana era el peor regalo de cumpleaños que los Dursley le habían hecho nunca, incluido el par de calcetines viejos de tío Vernon.
A James se le estaba acabando la paciencia, y solo esperaba el momento de terminar de leer los otros cuatro libros restantes, para salir de la Sala de los Menesteres y del colegio, para buscar a esos muggles y darles su merecido.
—Bueno, Petunia —dijo tío Vernon, levantándose con dificultad—, me marcho a la estación. ¿Quieres venir; Dudders?
—No —respondió Dudley, que había vuelto a fijarse en la tele en cuanto tío Vernon acabó de reprender a Harry
—Duddy tiene que ponerse elegante para recibir a su tía —dijo tía Petunia alisando el espeso pelo rubio de Dudley—. Mamá le ha comprado una preciosa pajarita nueva.
Fred y George rieron al imaginar al gordo de Dudley con una pajarita en su escaso cuello.
Tío Vernon dio a Dudley una palmadita en su hombro porcino.
—Vuelvo enseguida —dijo, y salió de la cocina. Harry, que había quedado en una especie de trance causado por el terror; tuvo de repente una idea. Dejó la tostada, se puso de pie rápidamente y siguió a tío Vernon hasta la puerta.
Tío Vernon se ponía la chaqueta que usaba para conducir:
—No te voy a llevar —gruñó, volviéndose hacia Harry; que lo estaba mirando.
—Como si yo quisiera ir —repuso Harry (Muchos soltaron risitas ante la respuesta de Harry)—. Quiero pedirte algo. —Tío Vernon lo miró con suspicacia—. A los de tercero, en Hog… en mi colegio, a veces los dejan ir al pueblo.
—Creo saber lo que va hacer —comentó Sirius a los otros dos merodeadores. Los cuales asintieron también intuyendo los mismo que Sirius.
—¿Y qué? —le soltó tío Vernon, cogiendo las llaves de un gancho que había junto a la puerta.
—Necesito que me firmes la autorización —dijo Harry apresuradamente.
—No creo que haya sido un buen momento para pedirle que te firmara la autorización —dijo Dean.
—¿Y por qué habría de hacerlo? —preguntó tío Vernon con desdén.
—Bueno —repuso Harry, eligiendo cuidadosamente las palabras—, será difícil simular ante tía Marge que voy a ese Centro… ¿cómo se llamaba?
Muchos miraban a Harry con asombro porque prácticamente estaba chantajeando a su tío.
—¡Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juveniles Incurables! —bramó tío Vernon.
Y a Harry le encantó percibir una nota de terror en la voz de tío Vernon.
—Ajá —dijo Harry mirando a tío Vernon a la cara, tranquilo—. Es demasiado largo para recordarlo. Tendré que decirlo de manera convincente, ¿no? ¿Qué pasaría si me equivocara?
—¡Merlín! Eres igual a tu padre —dijo Lily con sorpresa.
Los Slytherin estaban sorprendidos de la manera de actuar de Harry, porque claramente ese era un chantaje, y en ese momento para nada le quedaba el apodo que le puso Draco de San Potter.
—Te lo haría recordar a golpes —rugió tío Vernon, abalanzándose contra Harry con el puño en alto. Pero Harry no retrocedió.
—Y nosotros le haríamos comerse su propia lengua si se atreve a ponerle una mano encima —amenazaron los merodeadores.
—Eso no le hará olvidar a tía Marge lo que yo le haya dicho —dijo Harry en tono serio.
Tío Vernon se detuvo con el puño aún levantado y el rostro desagradablemente amoratado.
—Pero si firmas la autorización, te juro que recordaré el colegio al que se supone que voy, y que actuaré como un mug… como una persona normal, y todo eso.
—Ese es un buen trato —comentó Ted.
—Sí, pero no funciono —susurró Harry.
Harry vio que tío Vernon meditaba lo que le acababa de decir; aunque enseñaba los dientes, y le palpitaba la vena de la sien.
—De acuerdo —atajó de manera brusca—, te vigilaré muy atentamente durante la estancia de Marge. Si al final te has sabido comportar y no has desmentido la historia, firmaré esa cochina autorización.
—¿Y pudiste soportar a esa odiosa mujer? —preguntó Frank.
A lo que Harry solo se encogió de hombros.
—Yo no la hubiera soportado ni diez minutos —comentó Lee Jordan.
Dio media vuelta, abrió la puerta de la casa y la cerró con un golpe tan fuerte que se cayó uno de los cristales de arriba.
Harry no volvió a la cocina. Regresó por las escaleras a su habitación. Si tenía que obrar como un auténtico muggle, mejor empezar en aquel momento. Muy despacio y con tristeza, fue recogiendo todos los regalos y tarjetas de cumpleaños y los escondió debajo de la tabla suelta, junto con sus deberes (Que poco le duro a mi hijo la alegría de su cumpleaños, pensó Lily con pesar). Se dirigió a la jaula de Hedwig. Parecía que Errol se había recuperado. Hedwig y él estaban dormidos, con la cabeza bajo el ala. Suspiró. Los despertó con un golpecito.
Hedwig —dijo un poco triste—, tendrás que desaparecer una semana. Vete con Errol. Ron cuidará de ti. Voy a escribirle una nota para darle una explicación. Y no me mires así.
—Claro, una gran explicación —ironizó Ron—. Querido Ron —empezó a recitar—: Tía Marge, la hermana del tío Vernon, vendrá a casa, y se quedara una semana completa; ella no sabe que soy mago. Por lo tanto no puedo tener a Hedwig conmigo, por favor tú cuídala por mí. Nos vemos en Kring Kross. Saludos Harry.
Harry se sonrojó.
—Un momento —dijo Hermione quitando su mirada chocolate del libro, para mirar a su amigo pelirrojo con sorpresa—, recuerdas la nota completa que te envió Harry hace cinco años, pero no recuerdas todo lo que estudias para un examen y eso que es de un día para otro.
Ahora fue el turno de Ron para sonrojarse.
Los gemelos Weasley, los gemelos Prewett junto con los merodeadores empezaron a reír ante lo dicho por Hermione. McGonagall simplemente negó con la cabeza.
Cuando las risas cesaron, Hermione nuevamente empezó a leer.
Hedwig lo miraba con sus grandes ojos ambarinos, con reproche.
—No es culpa mía. No hay otra manera de que me permitan visitar Hogsmeade con Ron y Hermione.
James iba a proponerle a Harry que si no conseguía la firma de Vernon, podría usar el mapa del merodeador para salir del castillo sin que nadie se dé cuenta, pero luego pensó que seguramente Harry no conocía de la existencia del mapa, y por otra parte tampoco quería que Minnie supiera de la existencia de su tan preciado mapa.
—Sí la hubo —susurraron Ron y Hermione, esta última haciendo una pausa en la lectura.
Diez minutos más tarde, Errol y Hedwig (ésta con una nota para Ron atada a la pata) salieron por la ventana y volaron hasta perderse de vista. Harry, muy triste, cogió la jaula y la escondió en el armario.
Pero no tuvo mucho tiempo para entristecerse. Enseguida tía Petunia le empezó a gritar para que bajara y se preparase para recibir a la invitada.
—¡Péinate bien! —le dijo imperiosamente tía Petunia en cuanto llegó al vestíbulo.
—¡Qué amable! —ironizaron las hermanas Patil.
—Que ellos no entienden que ese cabello no nació para ser peinado —dijo un sonriente Sirius.
Remus soltó una risita, mientras que James miraba serio a sus dos amigos, pero luego el también rió.
—Tienes razón, Canuto —dijo James, pasándose una mano por su cabello, desordenándoselo más—, el cabello Potter no nació para ser peino, nació para volar libre como el viento —agregó con un tono arrogante.
Todos sonrieron ante el comentario de James —claro, menos Snape, y los esposos Malfoy— sobretodo Harry, que no dejaba de sorprenderle la actitud tan inmadura, infantil y arrogante de su padre.
—Es un poquito arrogante, ¿no? —le comentó Ron a Harry en un susurro.
—Un poquito nada más —le respondió este también en el mismo tono—, yo creo que es muy arrogante —sonrió.
Harry no entendía por qué tenía que aplastarse el pelo contra el cuero cabelludo. A tía Marge le encantaba criticarle, así que cuanto menos se arreglara, más contenta estaría ella.
Molly frunció el ceño, no conocía a esa mujer, pero le molestaba tanto que tratara mal a Harry, cuando a simple vista se notaba que Harry era tan amable.
Oyó crujir la gravilla bajo las ruedas del coche de tío Vernon. Luego, los golpes de las puertas del coche y pasos por el camino del jardín.
—¡Abre la puerta! —susurró tía Petunia a Harry.
—No es un elfo doméstico —dijo Andrómeda con molestia.
Hermione hizo un gesto de molestia, puesto que a ella no le gusta que los elfos sean tratados como esclavos.
Harry abrió la puerta con un sentimiento de pesadumbre.
En el umbral de la puerta estaba tía Marge. Se parecía mucho a tío Vernon: era grande, robusta y tenía la cara colorada. Incluso tenía bigote, aunque no tan poblado como el de tío Vernon (Todos se rieron ante la descripción de Marge. “Sin duda una belleza de mujer”, comentó Sirius entre risas). En una mano llevaba una maleta enorme; y debajo de la otra se hallaba un perro viejo y con malas pulgas.
—Pues seguramente no sería nada feliz al tener una dueña como esa —comentó Sirius, pero con cierto retintín al mencionar a Marge.
—¿Dónde está mi Dudders? —rugió tía Marge—. ¿Dónde está mi sobrinito querido?
Dudley se acercó andando como un pato, con el pelo rubio totalmente pegado al gordo cráneo y una pajarita que apenas se veía debajo de las múltiples papadas (Me hubiera encantado verlo, comentó Remus con una sonrisa dibujada en su pálido rostro. Y los otros dos merodeadores asintieron). Tía Marge tiró la maleta contra el estómago de Harry (y le cortó la respiración) (Que tal si yo te corto la respiración, mujer endemoniada, murmuró Lily con enojo), estrechó a Dudley fuertemente con un solo brazo, y le plantó en la mejilla un beso sonoro.
—Vaya, ¿pudo abrazar a tu primo con un solo brazo? —preguntó Gideon.
Harry asintió.
—Sí que es enorme —dijo Fabian con sorpresa.
Harry sabía bien que Dudley soportaba los abrazos de tía Marge sólo porque le pagaba muy bien por ello, y con toda seguridad, al separarse después del abrazo, Dudley encontraría un billete de veinte libras en el interior de su manaza.
—¡Que familia! —dijo Pansy, luego de un buen rato de no comentar nada.
—Y eso que tú no tuviste que vivir con ellos —dijo Harry.
—¡Petunia! —gritó tía Marge pasando junto a Harry sin mirarlo, como si fuera un perchero.
Tía Marge y tía Petunia se dieron un beso, o más bien tía Marge golpeó con su prominente mandíbula el huesudo pómulo de tía Petunia.
—Eso debió doler —dijo Katie.
Entró tío Vernon sonriendo jovialmente mientras cerraba la puerta.
—¿Un té, Marge? —preguntó—. ¿Y qué tomará Ripper?
—Ripper sorberá el té que se me derrame en el plato —dijo tía Marge (Todos hicieron una mueca de asco, sobre todo los Slytherin. Y Narcissa no entendía como esa mujer podía ser tan mal educada y desagradable) mientras entraban todos en tropel en la cocina, dejando a Harry solo en el vestíbulo con la maleta. Pero Harry no lo lamentó; cualquier cosa era mejor que estar con tía Marge. Subió la maleta por las escaleras hasta la habitación de invitados lo más despacio que pudo.
Cuando regresó a la cocina, a tía Marge le habían servido té y pastel de frutas, y Ripper lamía té en un rincón, haciendo mucho ruido. Harry notó que tía Petunia se estremecía al ver a Ripper manchando el suelo de té y babas. Tía Petunia odiaba a los animales.
—Odia a los animales —dijo Charlie con un leve tono de molestia, pero luego sonrió—, pues entonces alguien debería enseñarle las mascotas de Hagrid.
—Esa no es una mala idea, Charlie —dijeron los merodeadores, para luego mirarse entre ellos y sonreír con complicidad, como tramando algo.
—¿Has dejado a alguien al cuidado de los otros perros, Marge? —inquirió tío Vernon.
—El coronel Fubster los cuida —dijo tía Marge con voz de trueno—. Está jubilado. Le viene bien tener algo que hacer. Pero no podría dejar al viejo y pobre Ripper. ¡Sufre tanto si no está conmigo…!
—¡Claro, quien no sufriría sin tenerla a ella! —ironizaron los gemelos Prewett.
Ripper volvió a gruñir cuando se sentó Harry. Tía Marge se fijó en él por primera vez.
—Conque todavía estás por aquí, ¿eh? —bramó.
—Sí —respondió Harry.
—No digas sí en ese tono maleducado —gruñó tía Marge (Es ella la que ha sido maleducada con Harry desde que llego, dijo Alice)—. Demasiado bien te tratan Vernon y Petunia teniéndote aquí con ellos. Yo en su lugar no lo hubiera hecho. Si te hubieran abandonado a la puerta de mi casa te habría enviado directamente al orfanato.
—Pues seguramente hubieras estado mejor en un orfanato —dijo Ted.
Pego no podía —comenzó a hablar Fleur, y Sirius la miraba embelesado, lo bueno es que Bill no se dio cuenta de esto—, pogque había una gazón muy impogtante paga vivig con esos muggles.
—¿Qué razón? —preguntó Lily.
Dumbledore estaba serio, él sabía perfectamente cuál era esa razón.
—Ya sabrán la verdadera razón por la que yo tuve que vivir en casa de tía Petunia, pero por ahora se tendrán que quedar con la duda —respondió Harry.
Nadie dijo nada, así que Hermione retomo la lectura.
Harry estuvo a punto de decir que hubiera preferido un orfanato a vivir con los Dursley, pero se contuvo al recordar la autorización para ir a Hogsmeade. Se le dibujó en la cara una triste sonrisa.
—¡No pongas esa cara! —rugió tía Marge—. Ya veo que no has mejorado desde la última vez que te vi. Esperaba que el colegio te hubiera enseñado modales. —Tomó un largo sorbo de té, se limpió el bigote (Y después dice que a mi hijo le falta modales, dijo una Lily asqueada por la mujer) y preguntó—: ¿Adónde me has dicho que lo enviáis, Vernon?
—Sí le dirían en verdad a donde lo envían, le daría un para cardiaco —comentó Ted.
—Alguien debería decírselo —dijo Sirius.
—Señor Black —lo regañó McGonagall, con la boca fruncida.
—Lo siento, Minnie —se disculpó el animago.
—Al colegio San Bruto —dijo con prontitud tío Vernon—. Es una institución de primera categoría para casos desesperados.
James gruñó con molestia.
—Bien —dijo tía Marge—. ¿Utilizan la vara en San Bruto, chico? —dijo, orientando la boca hacia el otro lado de la mesa.
—¿La vara? —preguntó McGonagall—, ¿en qué clase de colegio usarían un método tan salvaje para educar a los niños?
—Bueeenooo…
Tío Vernon asentía detrás de tía Marge.
—Sí —dijo Harry, y luego, pensando que era mejor hacer las cosas bien, añadió—: sin parar.
—Excelente —dijo tía Marge—. No comprendo esas ñoñerías de no pegar a los que se lo merecen. Una buena paliza es lo que haría falta en el noventa y nueve por ciento de los casos. ¿Te han sacudido con frecuencia?
—Ya lo creo —respondió Harry—, muchísimas veces.
Lily estaba roja de la ira.
Esa mujer es una maldita desgraciada, pensaba Lily apretando sus puños.
—Bueno, si has tenido muchas sacudidas, pero nada tenía que ver con tu educación mágica —dijo Alice.
Tía Marge arrugó el entrecejo.
—Sigue sin gustarme tu tono, muchacho. Si puedes hablar tan tranquilamente de los azotes que te dan, es que no te sacuden bastante fuerte. Petunia, yo en tu lugar escribiría. Explica con claridad que con este chico admites la utilización de los métodos más enérgicos.
—¡Esa maldita mujer! —gruñó Lily—, cuando terminemos con los libros tendrá su merecido —prometió.
—Yo creo que ya lo tuvo —susurró Ron, sonriendo ligeramente.
—Por supuesto, Lily —afirmó James.
Tal vez a tío Vernon le preocupara que Harry pudiera olvidar el trato que acababan de hacer; de cualquier forma, cambió abruptamente de tema:
—¿Has oído las noticias esta mañana, Marge? ¿Qué te parece lo de ese preso que ha escapado?
—¿Ese preso va a seguir apareciendo en el resto del libro? —preguntó James.
—¿Por qué lo preguntas? —dijo Harry.
—Solo curiosidad —respondió James.
Harry asintió, pero no dijo nada más.
Aparecerá hasta el final y el resto de los libros, respondió Harry mentalmente.

Con tía Marge en casa, Harry empezaba a echar de menos la vida en el número 4 de Privet Drive tal como era antes de su aparición. Tío Vernon y tía Petunia solían preferir que Harry se perdiera de vista, cosa que ponía a Harry la mar de contento. Tía Marge, por el contrario, quería tener a Harry continuamente vigilado, para poder lanzar sugerencias encaminadas a mejorar su comportamiento. A ella le encantaba comparar a Harry con Dudley, y le producía un placer especial entregarle a éste regalos caros mientras fulminaba a Harry con la mirada, como si quisiera que Harry se atreviera a preguntar por qué no le daba nada a él (Nunca se me paso por la cabeza preguntarle porque no me regalaba nada a mí. Siempre supe que yo no le agradaba, dijo Harry encogiéndose de hombros). No dejaba de lanzar indirectas sobre los defectos de Harry.
Esa muggle es tan desagradable como mi padre, pensaba Snape con amargura.
—Harry no tiene defectos —comentó Ginny, y Harry le sonrió como respuesta.
—No debes culparte por cómo ha salido el chico, Vernon —dijo el tercer día, a la hora de la comida—. Si está podrido por dentro, no hay nada que hacer.
—La única podrida es ella —dijo Molly.
Harry intentaba pensar en la comida, pero le temblaban las manos y el rostro le ardía de ira.
«Tengo que recordar la autorización, tengo que pensar en Hogsmeade, no debo decir nada, no debo levantarme.»
—Yo no hubiera soportado —dijo Sirius.
Tía Marge alargó el brazo para coger la copa de vino.
—Es una de las normas básicas de la crianza, se ve claramente en los perros: de tal palo, tal astilla.
James, Lily, Sirius y Remus fruncieron el ceño.
—Un mal comentario —dijo Frank—, tal vez Harry soporte que hable mal de él, pero no de James y Lily.
En aquel momento estalló la copa de vino que tía Marge tenía en la mano. En todas direcciones salieron volando fragmentos de cristal, y tía Marge parpadeó y farfulló algo. De su cara grande y encarnada caían gotas de vino.
—Magia accidental —dedujo Remus.
Harry asintió.
—Sin duda alguna —susurró Moody.
—¡Marge! —chilló tía Petunia—. ¡Marge!, ¿te encuentras bien?
—No te preocupes —gruñó tía Marge secándose la cara con la servilleta—. Debo de haber apretado la copa demasiado fuerte. Me pasó lo mismo el otro día, en casa del coronel Fubster. No tiene importancia, Petunia, es que cojo las cosas con demasiada fuerza…
—Por lo menos la gorda no se dio cuenta de nada —dijeron los gemelos Weasley.
Pero tanto tía Petunia como tío Vernon miraban a Harry suspicazmente, de forma que éste decidió quedarse sin tomar el pudín y levantarse de la mesa lo antes posible.
Se apoyó en la pared del vestíbulo, respirando hondo. Hacía mucho tiempo que no perdía el control de aquella manera, haciendo estallar algo. No podía permitirse que aquello se repitiera. La autorización para ir a Hogsmeade no era lo único que estaba en juego… Si continuaba así, tendría problemas con el Ministerio de Magia.
—Sí, claro y sobretodo con ese gran ministro —dijo Lee.
—No es más que un cobarde —le siguieron los gemelos Weasley.
Harry era todavía un brujo menor de edad y tenía prohibido por la legislación del mundo mágico hacer magia fuera del colegio. Su expediente no estaba completamente limpio. El verano anterior le habían enviado una amonestación oficial en la que se decía claramente que si el Ministerio volvía a tener constancia de que se empleaba la magia en Privet Drive, expulsarían a Harry del colegio.
—No creo que por algo tan insignificante lo expulsen —dijo Sirius.
No por eso, pero casi me expulsan cuando me enfrente a un dementor, recordó Harry.
Oyó a los Dursley levantarse de la mesa y se apresuró a desaparecer escaleras arriba.

Harry soportó los tres días siguientes obligándose a pensar en el Manual de mantenimiento de la escoba voladora cada vez que tía Marge se metía con él (Parece que el regalo de Hermione le sirvió, comentó Remus. Harry asintió y Hermione se sonrojó, pero lo hizo porque se encontró con la mirada de Remus). El truco funcionó bastante bien, aunque debía de darle aspecto de atontado y tía Marge había empezado a decir que era subnormal.
—Subnormales son ellos —comentó Susan.
Por fin llegó la última noche que había de pasar tía Marge en la casa (¡Gracias a Merlín!, exclamó Molly). Tía Petunia preparó una cena por todo lo alto y tío Vernon descorchó varias botellas de vino. Tomaron la sopa y el salmón sin hacer ninguna referencia a los defectos de Harry (¡Que milagro!, comentó Seamus); durante el pastel de merengue de limón, tío Vernon aburrió a todos con un largo discurso sobre Grunnings, la empresa de taladros para la que trabajaba (Fred y George bufaron); luego tía Petunia preparó café y tío Vernon sacó una botella de brandy.
—Lo bueno es que no se han metido contigo —le dijo dulcemente Lily a su hijo.
—No todavía —susurró l ojiverde.
—¿Puedo tentarte, Marge?
Tía Marge había bebido ya bastante vino. Su rostro grande estaba muy colorado.
—Sólo un poquito —dijo con una sonrisita—. Bueno, un poquito más… un poco más… ya vale.
Pagece que tiene pgoblemas con el alcohol —comentó una asqueada Fleur.
Dudley se comía su cuarta ración de pastel. Tía Petunia sorbía el café con el dedo meñique estirado (Esos asquerosos muggles sí que se merecen la maldición asesina, pensaba Lucius con asco). Harry habría querido subir a su habitación, pero tropezó con los ojos pequeños e iracundos de tío Vernon y supo que debía quedarse allí.
—He ahí al culpable —comentó Ron.
—¿El culpable de qué? —preguntó Lily.
—Pues… de… eh… ah… —empezó a balbucear el pelirrojo.
Hermione decidió ayudar a su amigo y siguió con la lectura.
—¡Aaah! —dijo tía Marge lamiéndose los labios y dejando la copa vacía en la mesa—. Una comilona estupenda, Petunia. Por las noches me contento con cualquier frito. Con doce perros que cuidar… —Eructó a sus anchas y se dio una palmada en la voluminosa barriga—. Perdón (Esa muggle es un verdadero asco, comentó Narcissa escandalizada). Pero me gusta ver a un buen mozo —prosiguió guiñándole el ojo a Dudley (¿Ese buen mozo?, se mofó Sirius)—. Serás un hombre de buen tamaño, Dudders, como tu padre. Sí, tomaré una gota más de brandy, Vernon… En cuanto a éste…
Señaló a Harry con la cabeza. El muchacho sintió que se le encogía el estómago.
Lily y Molly fruncieron el ceño.
—Y ahí va de nuevo —dijo Alice.
«El manual», pensó con rapidez.
—Éste no tiene buena planta, ha salido pequeñajo (Todos los Potter son así, pero a partir de los catorce empiezan a desarrollar, comentó Sirius. James asintió). Pasa también con los perros. El año pasado tuve que pedirle al coronel Fubster que asfixiara a uno, porque era raquítico. Débil. De mala raza.
—¿Está tratando de decir que debería de deshacerse de los niños que no son perfecto, según ella? —dijo una horrorizada Molly.
—Esa mujer es peor de lo que me imaginaba —dijo Lily con enojo.
Harry intentó recordar la página 12 de su libro: «Encantamiento para los que van al revés.»
—Como decía el otro día, todo se hereda. La mala sangre prevalece (¿Perdón?, dijo Lily. Y James rugió: ¿Qué quiere decir con eso?). No digo nada contra tu familia, Petunia. —Con su mano de pala dio una palmadita sobre la mano huesuda de tía Petunia—. Pero tu hermana era la oveja negra (James y Severus apretaron la mandíbula con fuerza, ambos estaban verdaderamente enojados). Siempre hay alguna, hasta en las mejores familias. Y se escapó con un gandul. Aquí tenemos el resultado.
—¿Me llamo gandul? —preguntó James con ira—. Yo no soy ningún gandul.
—Claro que no lo eres —confirmó Lily tomándolo de la mano, eso pareció tranquilizar un poco al pelinegro.
Harry miraba su plato, sintiendo un extraño zumbido en los oídos. «Sujétese la escoba por el palo.» No podía recordar cómo seguía. La voz de tía Marge parecía perforar su cabeza como un taladro de tío Vernon.
—Eso va acabar mal —gruñó Moody.
—Ese Potter —dijo tía Marge en voz alta, cogiendo la botella de brandy y vertiendo más en su copa y en el mantel—, nunca me dijisteis a qué se dedicaba.
—Que no se atreva a meterse con Cornamenta o con la pelirroja número 1 —rugió Sirius, pero Lily lo miró desconcertado por lo de “pelirroja número 1”—, la pelirroja número 2, es ella —dijo de manera más amable, señalando a Ginny.
—Pues parece que si lo va hacer —dijo Remus con enojo.
Tío Vernon y tía Petunia estaban completamente tensos. Incluso Dudley había retirado los ojos del pastel y miraba a sus padres boquiabierto.
—No… no trabajaba —dijo tío Vernon, mirando a Harry de reojo—. Estaba parado.
—Por supuesto que no trabajaba, en esa época todavía estaba estudiando —dijo James con impotencia y enojo a la vez.
—Claro, la carrera de auror conlleva muchos años —dijo Remus.
—¡Lo que me imaginaba! —comentó tía Marge echándose un buen trago de brandy y limpiándose la barbilla con la manga—. Un inútil, un vago y un gorrón que…
—¿Quién se cree esa ballena para hablar así de mi James? —rugió Lily.
Cuando James escuchó esa forma tan posesiva de hablar de Lily, hizo que se relajara un poco.
Hermione comprendía perfectamente el enojo de Lily, puesto que esa era su misma reacción cuando alguien se refería a Remus de una forma tan despectiva. Sí hasta una vez estuvo a punto de golpear a Pansy Parkinson porque se refirió a Remus como: “Maldito licántropo”, “bestia” y “engendro”.
—No era nada de eso —interrumpió Harry de repente. Todos se callaron. Harry temblaba de arriba abajo. Nunca había estado tan enfadado.
—¡Eso es cachorro! —lo alabó Sirius.
—¡MÁS BRANDY! —gritó tío Vernon, que se había puesto pálido. Vació la botella en la copa de tía Marge—. Tú, chico —gruñó a Harry—, vete a la cama.
—No, Vernon —dijo entre hipidos tía Marge, levantando una mano. Fijó en los de Harry sus ojos pequeños y enrojecidos—. Sigue, muchacho, sigue. Conque estás orgulloso de tus padres, ¿eh? Van y se matan en un accidente de coche… borrachos, me imagino…
—¡NOSOTROS NO MORIMOS EN UN ACCIDENTE DE COCHE, MALDITA BALLENA! —gritó Lily, roja de la furia.
—Calma, Lily —dijo James abrazándola por la cintura.
—Además parece que la borracha es otra —comentó Luna.
—No murieron en ningún accidente de coche —repuso Harry, que sin darse cuenta se había levantado.
—¡Murieron en un accidente de coche, sucio embustero, y te dejaron para que fueras una carga para tus decentes y trabajadores tíos! —gritó tía Marge, inflándose de ira—. Eres un niño insolente, desagradecido y…
—Ahora viene lo bueno —susurró Fred a su gemelo, y este asintió.
—¡AHORA SI VOY A MATAR A ESA MALDITA MUJER! —volvió a gritar Lily.
—Canuto, Lunático —dijo James en tono serio, estos al instante le prestaron atención—, apenas terminemos de leer los libros, vamos a ir al mundo muggle y buscaremos a esa mujer y…
—… y le haremos la pero broma —siguió Sirius.
—Peor de la que le hacíamos a Snape —agregó Remus, con una sonrisita desconocida para Hermione. Puesto que era una sonrisa entre burlona, sarcástica y un poco vengativa.
Hermione parpadeo varias veces, y mejor decidió seguir leyendo.
Pero tía Marge se cortó en seco. Por un momento fue como si le faltasen las palabras. Se hinchaba con una ira indescriptible… (¿Cómo?, preguntaron los gemelos Prewett. Pero se luego se distrajeron viendo las sonrisas en las caras de Fred, George y Ron) Pero la hinchazón no se detenía. Su gran cara encarnada comenzó a aumentar de tamaño. Se le agrandaron los pequeños ojos y la boca se le estiró tanto que no podía hablar. Al cabo de un instante, saltaron varios botones de su chaqueta de mezclilla y golpearon en las paredes… Se inflaba como un globo monstruoso. El estómago se expandió y reventó la cintura de la falda de mezclilla. Los dedos se le pusieron como morcillas…
—¿Pero cómo? —cuestionó Frank.
Pero en ese momento ni los gemelos Weasley, ni Ron y los gemelos Prewett pudieron evitar reír.
—Es por eso que al comienzo la llamaron la “Tía Globo” —recordó Remus.
James, Sirius, Remus, los demás Weasley, los del futuro y para sorpresa de todos Lily empezaron a reír, sí hasta Hermione tenía una sonrisita en sus labios.
—¡Bien hecho, Harry! —los felicitaron todos, sobre todo los merodeadores.
Luego de varios minutos las risas cesaron y Hermione pudo volver a leer.
—¡MARGE! —gritaron a la vez tío Vernon y tía Petunia, cuando el cuerpo de tía Marge comenzó a elevarse de la silla hacia el techo (Más risas se escucharon). Estaba completamente redonda, como un inmenso globo con ojos de cerdito. Ascendía emitiendo leves ruidos como de estallidos. Ripper entró en la habitación ladrando sin parar.
—¡Estamos muy orgullosos de ti, Harry! —dijeron los merodeadores; James y Sirius fingían secarse una lágrima imaginaria.
—¡NOOOOOOO!
Tío Vernon cogió a Marge por un pie y trató de bajarla, pero faltó poco para que se elevara también con ella. Un instante después, Ripper dio un salto y hundió los colmillos en la pierna de tío Vernon.
—Esto cada vez se está poniendo mejor —comentó Sirius, y Lily asintió.
—Se lo merece —dijo Lily.
Dumbledore y McGonagall se sorprendieron por la actitud de la pelirroja.
Harry salió corriendo del comedor, antes de que nadie lo pudiera detener; y se dirigió al armario que había debajo de las escaleras. Por arte de magia, la puerta del armario se abrió de golpe cuando llegó ante ella (Sorprendente, dijo Ted). En unos segundos arrastró el baúl hasta la puerta de la casa. Subió las escaleras rápidamente, se echó bajo la cama, levantó la tabla suelta y sacó la funda de almohada llena de libros y regalos de cumpleaños. Salió de debajo de la cama, cogió la jaula vacía de Hedwig, bajó las escaleras corriendo y llegó al baúl en el instante en que tío Vernon salía del comedor con la pernera del pantalón hecha jirones.
—¡VEN AQUÍ! —bramó—. ¡REGRESA Y ARREGLA LO QUE HAS HECHO!
—Aunque pudiera hacerlo, no creo que lo haga —dijo Gideon.
—¿O lo hiciste? —preguntó Fabian, pero Harry negó con la cabeza.
—¡Genial! —exclamaron los gemelos Prewett a coro.
Pero una rabia imprudente se había apoderado de Harry. Abrió el baúl de una patada, sacó la varita y apuntó con ella a tío Vernon.
—Tía Marge se lo merecía —dijo Harry jadeando—. Se merecía lo que le ha pasado. No te acerques.
—Y nuevamente el carácter de Lily combinado con el de Cornamenta se hace presente —comentó Sirius.
Tentó a sus espaldas buscando el tirador de la puerta.
—Me voy —añadió—. Ya he tenido bastante.
Momentos después arrastraba el pesado baúl, con la jaula de Hedwig debajo del brazo, por la oscura y silenciosa calle.
—¿Y qué más, castaña? —preguntó un impaciente Sirius.
Hermione frunció el ceño, y respondió.
—Aquí termina el capítulo.
—Pues alguien debería seguir leyendo —dijo Terry Boot.
—Yo leeré —dijo Draco con una sonrisita de suficiencia. Lucius lo miró con seriedad, pero este lo ignoró olímpicamente. Se acercó hasta Hermione y tomo el libro, pero cuando lo tomo roso de casualidad la mano de la castaña, la miró y le guiñó un ojo, Hermione se sonrojó levemente, pero Remus se había percatado de ese rose de manos, de giño de ojo del rubio y sobre todo que Hermione se había sonrojado. Él frunció el ceño con enojo—. Aunque he de decirte, Potter —Harry miró al rubio con interrogación—, ya que habías inflado a tu tía, y tenías amenazado a tu tío, lo siguiente que podrías haber obligado a tu tío para que firmara la autorización.
—El hurón tiene razón —dijeron los gemelos Weasley.
Draco sonrió, y los gemelos Weasley lo miraron —¿desde cuándo Draco Malfoy sonreía cuando lo insultaban?— Pero lo que ellos no sabían, es que el rubio no sonreía por el motivo que ellos creían, él sonreía porque rosarle la mano a Hermione lo había hecho adrede. El rubio no era tonto y desde hace mucho se había dado cuenta que a Remus le gustaba su futura esposa, y como la serpiente viperina que era, él tenía que soltar de vez en cuanto su veneno, aunque en este caso solo uso un poco de sus encantos, podría decirse.
Draco regreso a su sitio, se sentó y cambio de hoja. Pero antes de empezar a leer levantó la vista del libro y se dio cuenta de que Remus lo miraba con seriedad, a lo que él sonrió con arrogancia, para luego volver su vista al libro.
Remus apretó los puños con ira por debajo de la mesa.
—¿Te sucede algo, Lunático? —le preguntó James y este negó con la cabeza.
Entre ellos no hay nada, y nunca lo abra —se repetía Remus— él es un sangre puro y Hermione es una hija de muggles, además esta casada.
Draco se aclaró la garganta para empezar a leer.