lunes, 1 de mayo de 2017

Cuarto Libro: Harry Potter y el Cáliz de Fuego - Capítulo 3: La invitación

Apenas Charlie termino de leer, Angelina Jhonson se ofreció para leer el capítulo siguiente.
El libro levito hasta su lugar, y ella lo tomo con las manos, cambio la página.
“La invitación” —leyó.
El título los relajo, sobre todo a Lily, ya que al parecer no encontraban ningún peligro.
Los tres Dursley ya se encontraban sentados a la mesa cuando Harry llegó a la cocina. Ninguno de ellos levantó la vista cuando él entró y se sentó. El rostro de tío Vernon, grande y colorado, estaba oculto detrás de un periódico sensacionalista, y tía Petunia cortaba en cuatro trozos un pomelo, con los labios fruncidos contra sus dientes de conejo.
—¿Qué es un pomelo? —preguntó Padma Patil.
—Un fruto cítrico, parte de la dieta de Dudley —contestó Harry.
—Ja, que gracioso se debe haber visto ese gordinflón haciendo una dieta —comentó Sirius.
—Él odia hacer dietas —dijo Harry—. Muchas veces hacia trampa —agregó.
Dudley parecía furioso, y daba la sensación de que ocupaba más espacio del habitual, que ya es decir, porque él siempre abarcaba un lado entero de la mesa cuadrada. Cuando tía Petunia le puso en el plato uno de los trozos de pomelo sin azúcar con un temeroso «Aquí tienes, Dudley, cariñín», él la miró ceñudo (Por supuesto que le teme, quitarle la comida a un gordo debe ser muy difícil, comentaron los gemelos Prewett con cierta burla, causando algunas risas). Su vida se había vuelto bastante más desagradable desde que había llegado con el informe escolar de fin de curso.
Como de costumbre, tío Vernon y tía Petunia habían logrado encontrar disculpas para las malas notas de su hijo: tía Petunia insistía siempre en que Dudley era un muchacho de gran talento incomprendido por sus profesores (Los gemelos Weasley soltaron unas carcajadas llamando la atención de todos, mientras que Fred le decía a su gemelo: «¿Escuchaste eso, Georgy? ¿Talento incomprendido?». George no le pudo contestar porque parecía tener un ataque de risa), en tanto que tío Vernon aseguraba que no quería «tener por hijo a uno de esos mariquitas empollones». Tampoco dieron mucha importancia a las acusaciones de que su hijo tenía un comportamiento violento. («¡Es un niño un poco inquieto, pero no le haría daño a una mosca!», dijo tía Petunia con lágrimas en los ojos.)
—No a una mosca, pero a Harry sí —dijo Ron.
—Bueno, ahora ya no lo hace —dijo Harry—, parece que ha cambiado.
—Sí, seguro —comentó Sirius sarcásticamente—. Es por eso que el gordo de su hijo es así, siempre apañándole su mal comportamiento.
Esa frase dejo perplejas a Lily, Andrómeda y Alice. Sirius Black hablando de mal comportamiento. ¿Qué acaso estaba enfermo?
Lily que estaba más cerca de él, puso una mano sobre la frente del animago.
—No, no tiene calentura —comunicó a las demás.
—Me ofendes, pelirroja. Que acaso a veces no puedo hablar como el adulto que soy —se quejó Sirius.
—Sí, sí puedes, pero es tan extraño —contestó Lily.
—Cornamenta, tu novia me está ofendiendo —se quejó Sirius.
—Lily, por favor no lo molestes —pidió James a su novia.
—Bueno, ese ya es un comportamiento más normal —dijo esta.
Algunos rieron ante la ocurrencia de los merodeadores. Y cuando todo estuvo en silencio nuevamente, Angelina continuo leyendo.
Pero al final del informe había unos bien medidos comentarios de la enfermera del colegio que ni siquiera tío Vernon y tía Petunia pudieron soslayar. Daba igual que tía Petunia lloriqueara diciendo que Dudley era de complexión recia, que su peso era en realidad el propio de un niñito saludable, y que estaba en edad de crecer y necesitaba comer bien: (Y sí que le daban de comer, se burlaron los gemelos Weasley) el caso era que los que suministraban los uniformes ya no tenían pantalones de su tamaño (Esto causo la risa de los bromistas, mientras que Andrómeda comentaba: ¡Por Merlín! ¡Ni Crabbe y Goyle!). La enfermera del colegio había visto lo que los ojos de tía Petunia (tan agudos cuando se trataba de descubrir marcas de dedos en las brillantes paredes de su casa o de espiar las idas y venidas de los vecinos) sencillamente se negaban a ver: que, muy lejos de necesitar un refuerzo nutritivo, Dudley había alcanzado ya el tamaño y peso de una ballena asesina joven.
—Mierda —exclamó Sirius—, no puedo creer que ese Dudley pese lo mismo que nosotros tres juntos —comentó señalando a James, Remus y luego a él mismo.
—Señor Black —dijo la profesora McGonagall con severidad—, se lo digo por última vez, un solo improperio más y tendré que verme en la penosa necesidad de desalojarlo de la sala.
—De acuerdo, Minnie —dijo Sirius asintiendo, mientras que los gemelos Weasley no dejaban de admirar la osadía de uno de sus ídolos al contestarle de esa manera a la seria profesora de Transformaciones.
Y de esa manera, después de muchas rabietas y discusiones que hicieron temblar el suelo del dormitorio de Harry y de muchas lágrimas derramadas por tía Petunia, dio comienzo el nuevo régimen de comidas. Habían pegado a la puerta del frigorífico la dieta enviada por la enfermera del colegio Smeltings, y el frigorífico mismo había sido vaciado de las cosas favoritas de Dudley (bebidas gaseosas, pasteles, tabletas de chocolate y hamburguesas) y llenado en su lugar con fruta y verdura y todo aquello que tío Vernon llamaba «comida de conejo». Para que Dudley no lo llevara tan mal, tía Petunia había insistido en que toda la familia siguiera el régimen (¿Tú también tuviste que seguir esa dichosa dieta?, preguntó James a Harry. El cual asintió no muy feliz al recordar ese tiempo). En aquel momento le sirvió su trozo de pomelo a Harry, quien notó que era mucho más pequeño que el de Dudley. A juzgar por las apariencias, tía Petunia pensaba que la mejor manera de levantar la moral a Dudley era asegurarse de que, por lo menos, podía comer más que Harry.
—Oh, Petunia es una tonta —exclamó Lily enojada—. ¡No tiene derecho hacer eso! Pero si tu no necesitas hacer una dieta.
—Bueno… —murmuró Harry, pero fue interrumpido.
—Esa mujer está mal de la cabeza, pero si Harry ya es lo suficientemente delgado. Es que acaso lo quería dejar en los huesos —dijo Molly horrorizada del actuar de la hermana de Lily.
Pero tía Petunia no sabía lo que se ocultaba bajo la tabla suelta del piso de arriba. No tenía ni idea de que Harry no estaba siguiendo el régimen (Esto sorprendió a todos, incluso a los merodeadores. Pero luego Sirius sonriendo burlonamente comentó: Esos son los genes de merodeador. Y James sonrió orgulloso). En cuanto éste se había enterado de que tenía que pasar el verano alimentándose de tiras de zanahoria, había enviado a Hedwig a casa de sus amigos pidiéndoles socorro, y ellos habían cumplido maravillosamente: Hedwig había vuelto de casa de Hermione con una caja grande llena de cosas sin azúcar para picar (los padres de Hermione eran dentistas); Hagrid, el guardabosque de Hogwarts, le había enviado una bolsa llena de bollos de frutos secos hechos por él (Llegando a esta parte, Harry se encontró con la mirada de Angelina y negó con la cabeza, dándole a entender que no leyera lo que había hecho en ese momento, ya que no quería que Hagrid se sintiera mal. Para su buena suerte Angelina entendió y se saltó a leer lo que la señora Weasley le había enviado) (Harry ni siquiera los había tocado: ya había experimentado las dotes culinarias de Hagrid); en cuanto a la señora Weasley, le había enviado a la lechuza de la familia, Errol, con un enorme pastel de frutas y pastas variadas (Lily y James agradecieron la amabilidad de Hermione, Hagrid y Molly. La última respondió, que no tenían nada que agradecerle porque aún no había hecho nada. Y Lily le contestó: Pero en el futuro lo has hecho). El pobre Errol, que era viejo y débil, tardó cinco días en recuperarse del viaje. Y luego, el día de su cumpleaños (que los Dursley habían pasado olímpicamente por alto) (Lily no comento nada, pero Merlín sabía que tenía unas ganas de hechizarla por ser tan mala con su hijo), había recibido cuatro tartas estupendas enviadas por Ron, Hermione, Hagrid y Sirius. Todavía le quedaban dos, y por eso, impaciente por tomarse un desayuno de verdad cuando volviera a su habitación, empezó a comerse el pomelo sin una queja.
Tío Vernon dejó el periódico a un lado con un resoplido de disgusto y observó su trozo de pomelo.
—¿Esto es el desayuno? —preguntó de mal humor a tía Petunia.
—A la morsa con bigote tampoco le debe de agradar esa dieta —comentó sonrientemente Gideon.
—No, y por eso estaba de mal humor —dijo Harry—, más que de costumbre —agregó.
Ella le dirigió una severa mirada y luego asintió con la cabeza, mirando de forma harto significativa a Dudley, que había terminado ya su parte de pomelo y observaba el de Harry con una expresión muy amarga en sus pequeños ojos de cerdito.
—No me digas que te lo quito —dijo Ted.
—No —respondió Harry—, pero si lo hubiera hecho no me hubiera molestado en absoluto.
Tío Vernon lanzó un intenso suspiro que le alborotó el poblado bigote y cogió la cuchara.
Llamaron al timbre de la puerta. Tío Vernon se levantó con mucho esfuerzo y fue al recibidor. Veloz como un rayo, mientras su madre preparaba el té, Dudley le robó a su padre lo que le quedaba de pomelo.
—Vaya, es tanta su hambre que es capaz de dejar a su padre sin comida —dijo Seamus.
—Como esos animales salvajes que hacen lo que sea por un poco de comida, inclusive se comen a sus propias crias —dijo Dean.
—¿Tú como sabes eso? —le preguntó Oliver Wood a Dean, parecía realmente interesado.
—Pues he visto los documentales en la televisión —contestó el aludido.
—La televisión —repitió Oliver, él ya había escuchado esa palabra antes—. Oh, sí. Lo recuerdo, es algo con lo que se entretienen los muggles.
—Sí, y en mi humilde opinión, creo que debería de haber algo parecido en el mundo mágico —dijo Dean.
—Esa es una buena idea —dijo Justin.
Y cuando alguien más iba a hablar Angelina lo silencio, ya perdiendo su buen humor porque todos parecían querer interrumpirla.
Harry oyó un murmullo en la entrada, a alguien riéndose y a tío Vernon respondiendo de manera cortante. Luego se cerró la puerta y oyó rasgar un papel en el recibidor.
Tía Petunia posó la tetera en la mesa y miró a su alrededor preguntándose dónde se había metido tío Vernon. No tardó en averiguarlo: regresó un minuto después, lívido.
—Tú —le gritó a Harry—. Ven a la sala, ahora mismo.
—¿Y ahora que se supone que hiciste? —preguntó Alice a Harry.
—Me enviaron una carta —respondió sonriente el buscador de Gryffindor.
Desconcertado, preguntándose qué demonios había hecho en aquella ocasión, Harry se levantó, salió de la cocina detrás de tío Vernon y fue con él hasta la habitación contigua. Tío Vernon cerró la puerta con fuerza detrás de ellos.
—Vaya —dijo, yendo hasta la chimenea y volviéndose hacia Harry como si estuviera a punto de pronunciar la sentencia de su arresto—. Vaya.
—¿Vaya qué? —preguntó James—. ¿Quién envió esa carta?
A Harry le hubiera encantado preguntar «¿Vaya qué?» (James y Harry sonrieron por la coincidencia. Mientras que Snape murmuraba insultos por lo bajo, detestaba la idea de que en mundo hubiera dos Potter tan estúpidos), pero no juzgó prudente poner a prueba el humor de tío Vernon tan temprano, y menos teniendo en cuenta que éste se encontraba sometido a una fuerte tensión por la carencia de alimento. Así que decidió adoptar una expresión de cortés desconcierto.
—Acaba de llegar esto —dijo tío Vernon, blandiendo ante Harry un trozo de papel de color púrpura—. Una carta. Sobre ti.
—¿Pero quién envía la carta? ¿Acaso fuiste tú, Canuto? —le preguntó James.
—No creo que me atreva a tanto —respondió el animago, pero todos lo quedaron mirando como diciéndole: «Sí, claro»—. Bueno, tal vez si lo hubiera hecho, pero no en ese momento, aun soy el más buscado —le recordó.
James se quedó pensativo.
—¿Tú que crees, Lunático? —le preguntó a su otro amigo, pero este no respondió—. Lunático —volvió a llamarlo, pero tampoco respondió. Tuvo que llamarlo tres veces más y recién Lupin se volvió lo miró—. ¿Qué tienes, Lunático? Te he estado hablando hace cinco minutos y no me haces caso.
—Solo pensaba —respondió Remus distraídamente—. ¿Qué me preguntabas?
—¿Qué, quien crees que le haya enviado la carta? —repitió James.
—No lo sé, James —respondió Remus, y volvió a enmudecer.
—Esta así por el descubrimiento de anoche —susurró Sirius, y James recordó.
Observaron a Remus y vieron como este miraba a Hermione, pero rápidamente apartaba la mirada, como regañándose por haberlo hecho.
Angelina volvió a leer cuando todos se quedaron en silencio.
El desconcierto de Harry fue en aumento. ¿Quién le escribiría a tío Vernon sobre él? ¿Conocía a alguien que enviara cartas por correo?
Tío Vernon miró furioso a Harry; luego bajó los ojos al papel y empezó a leer:

Estimados señor y señora Dursley:
No nos conocemos personalmente, pero estoy segura de que Harry les habrá hablado mucho de mi hijo Ron.
—Así que fuimos nosotros los que enviamos la carta —dijo Molly.
Harry asintió.
Como Harry les habrá dicho, la final de los Mundiales de quidditch tendrá lugar el próximo lunes por la noche, y Arthur, mi marido, acaba de conseguir entradas de primera clase gracias a sus conocidos en el Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.
Espero que nos permitan llevar a Harry al partido, ya que es una oportunidad única en la vida. Hace treinta años que Gran Bretaña no es la anfitriona de la Copa y es extraordinariamente difícil conseguir una entrada. Nos encantaría que Harry pudiera quedarse con nosotros lo que queda de vacaciones de verano y acompañarlo al tren que lo llevará de nuevo al colegio.
Sería preferible que Harry nos enviara la respuesta de ustedes por el medio habitual, ya que el cartero muggle nunca nos ha entregado una carta y me temo que ni siquiera sabe dónde vivimos.
Esperando ver pronto a Harry, se despide cordialmente
Molly Weasley
P. D.: Espero que hayamos puesto bastantes sellos.

Luego de escuchar la posdata, Harry estaba conteniéndose de reír al recordar el sobre que Molly había llenado de sellos.
—¿Qué sucede? —preguntó Sirius.
—Nada —respondió Harry.
Sirius lo miró con ojos entre cerrados, y luego se encogió de hombros.
Tío Vernon terminó de leer, se metió la mano en el bolsillo superior y sacó otra cosa.
—Mira esto —gruñó.
Levantó el sobre en qué había llegado la carta, y Harry tuvo que hacer un esfuerzo para contener la risa. Todo el sobre estaba cubierto de sellos salvo un trocito, delante, en el que la señora Weasley había consignado en letra diminuta la dirección de los Dursley.
Harry no lo pudo evitar más y soltó una carcajada, carcajada que luego fue seguida por la risa de Hermione, Justin, Dean, Lily y Ted.
Todos los demás miraban extrañados, no sabían que les causaba tanta risa.
—No entiendo que les causa tanta gracia —dijo Sirius.
—Yo menos —dijo James—. ¿Qué tiene de malo que el sobre este lleno de sellos?
Molly también quería saber el motivo de la risa de los demás, porque no sabía exactamente cuál había sido su error, o el error de la Molly del futuro.
—Bueno, es que generalmente solo se pone dos o tres sellos a los sobres —explicó Lily.
Molly se avergonzó.
—Espero no haberte metido en problemas por eso —dijo la pelirroja mayor.
—No se preocupe, señora Weasley, en verdad fue muy divertido ver a mi tío Vernon tan desconcertado y enojado —respondió Harry.
—Oh —dijo Molly—. Espero recordar poner en número de sellos correctos en el futuro.
—Creo que sí que han puesto bastantes sellos —comentó Harry, como si cualquiera pudiera cometer el error de la señora Weasley.
Hubo un fulgor en los ojos de su tío.
—El cartero se dio cuenta —dijo entre sus dientes apretados—. Estaba muy interesado en saber de dónde procedía la carta. Por eso llamó al timbre. Daba la impresión de que le parecía divertido.
—Si contara con un poquito de sentido de humor, encontraría lo divertido de la situación —dijo Sirius sonriente, ahora que ya entendía el chiste.
—Esa morsa ni volviendo a nacer tendría sentido de humor, Canuto —dijo James.
—Cierto —aceptó el ojigris.
Harry no dijo nada. Otra gente podría no entender por qué tío Vernon armaba tanto escándalo porque alguien hubiera puesto demasiados sellos en un sobre, pero Harry había vivido demasiado tiempo con ellos para no comprender hasta qué punto les molestaba cualquier cosa que se saliera de lo ordinario. Nada los aterrorizaba tanto como que alguien pudiera averiguar que tenían relación (aunque fuera lejana) con gente como la señora Weasley.
—Ya quisiera ellos tener algo que ver con gente como los Weasley —comentó Luna.
Ron sonrió a la rubia con ternura. Y Molly se sintió agradecida con la menuda bruja.
Tío Vernon seguía mirando a Harry, que intentaba mantener su expresión neutra. Si no hacía ni decía ninguna tontería, podía lograr que lo dejaran asistir al mejor espectáculo de su vida. Esperó a que tío Vernon añadiera algo, pero simplemente seguía mirándolo. Harry decidió romper el silencio.
—Entonces, ¿puedo ir? —preguntó.
—Si no te dejan ir, yo podría ir a hacerle una visita —dijo Sirius sonriendo misteriosamente.
—O podrían enviar a Hagrid, después de lo que le hizo a la morsa menor, lo dejarían ir al instante —dijo Fabian.
—Esa es una buena idea —dijo su gemelo.
Hagrid sonrió sonrojado.
—Con gusto hubiera ido a por Harry, pero creo que en ese momento no me necesitaban —comentó el profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Un ligero espasmo cruzó el rostro de tío Vernon, grande y colorado. Se le erizó el bigote. Harry creía saber lo que tenía lugar detrás de aquel mostacho: una furiosa batalla en la que entraban en conflicto dos de los instintos más básicos en tío Vernon. Permitirle marchar haría feliz a Harry, algo contra lo que tío Vernon había luchado durante trece años. Pero, por otro lado, dejar que se fuera con los Weasley lo que quedaba de verano equivalía a deshacerse de él dos semanas antes de lo esperado, y tío Vernon aborrecía tener a Harry en casa. Para ganar algo de tiempo, volvió a mirar la carta de la señora Weasley.
—Deberías de meterle más presión a esa morsa —le aconsejaron los gemelos Prewett a Harry.
—O amenazarlo con Sirius… —dijo Fred.
—… ya que un padrino prófugo de la justicia le causara más susto que cualquier otra cosa —continuó George.
Sirius se les quedo mirado pensativo.
—Podría sentirme ofendido por eso —dijo el animago—, pero la verdad es que no me molesta —terminó sonriendo. Al parecer Sirius había aceptado que su futuro yo, este prófugo, ya que tenía planeado cobrárselas todas a Peter, cuando saliera de la Sala de los Menesteres.
—¿Quién es esta mujer? —inquirió, observando la firma con desagrado.
—La conoces —respondió Harry—. Es la madre de mi amigo Ron. Lo estaba esperando cuando llegamos en el expreso de Hog… en el tren del colegio al final del curso.
Había estado a punto de decir «expreso de Hogwarts», y eso habría irritado a tío Vernon. En casa de los Dursley no se podía mencionar el nombre del colegio de Harry.
Tío Vernon hizo una mueca con su enorme rostro como si tratara de recordar algo muy desagradable.
—¿Una mujer gorda? —gruñó por fin—. ¿Con un montón de niños pelirrojos?
—Un gordo como él no debería de hablar así de los demás, y menos de una mujer —dijo un enojado Arthur.
Molly se sintió ofendida, pero no dijo nada al respecto.
—A él también debimos de hacerle algo, George —susurró Fred.
—Sí, pero no hay que desanimarnos, aun podemos hacerlo —aseguró George, sonrió.
Su gemelo sonrió junto con él.
Harry frunció el entrecejo pensando que tenía gracia que tío Vernon llamara gordo a alguien cuando su propio hijo, Dudley, acababa de lograr lo que había estado intentando desde que tenía tres años: ser más ancho que alto.
—Algo que primero él logró —dijo James.
Sirius asintió.
Tío Vernon volvió a examinar la carta.
—Quidditch —murmuró entre dientes—, quidditch. ¿Qué demonios es eso?
—El mejor deporte del mundo —dijo Oliver.
Y a todos los que les gustaba este deporte asintieron.
Harry sintió una segunda punzada de irritación.
—Es un deporte —dijo lacónicamente— que se juega sobre esc…
—¡Vale, vale! —interrumpió tío Vernon casi gritando.
—Si no quiere saber la respuesta, entonces no tiene que preguntar —dijo Ron.
Hermione lo escuchó y tuvo un déjà vu, algo parecido había dicho él cuando la defendió del profesor Snape, el día que había suplantado a Remus en una de sus clases.
Con cierta satisfacción, Harry observó que su tío tenía expresión de miedo. Daba la impresión de que sus nervios no aguantarían el sonido de las palabras «escobas voladoras» en la sala de estar. Disimuló volviendo a examinar la carta. Harry descubrió que movía los labios formando las palabras «que nos enviara la respuesta de ustedes por el medio habitual».
—¿Qué quiere decir eso de «el medio habitual»? —preguntó irritado.
—No creo que la respuesta le agrade —comentó Susan.
—Habitual para nosotros —explicó Harry y, antes de que su tío pudiera detenerlo, añadió—: Ya sabes, lechuzas mensajeras. Es lo normal entre magos.
Tío Vernon parecía tan ofendido como si Harry acabara de soltar una horrible blasfemia. Temblando de enojo, lanzó una mirada nerviosa por la ventana; parecía temeroso de ver a algún vecino con la oreja pegada al cristal.
—¡Ja! Como si todos fueran como Petunia —ironizó Lily.
—Como dice un dicho muggle: El león piensa que todos son de su misma condición —dijo Ted.
—¡Oye! ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Sirius, porque ese dicho le sonaba a insulto.
—Me siento ofendido —dijo James dramáticamente.
Y los demás Gryffindor también empezaron a reclamarle a Ted.
—Bien, lo siento. Un mal dicho. Pero lo que quise decir es que, cada quien cree que los demás son iguales a él —aclaró Ted, un poco azorado por el error.
—Ese debería ser el dicho de una serpiente —dijo Sirius, al ver a Snape sonreír por lo bajo. El Slytherin borro la sonrisa y lo miró con cara de pocos amigos.
Unos minutos más de comentarios sarcásticos por parte de dos merodeadores de cabelleras negras y de miradas oscuras de un Slytherin; y Angelina continúo leyendo.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no menciones tu anormalidad bajo este techo? —dijo entre dientes. Su rostro había adquirido un tono ciruela vivo—. Recuerda dónde estás, y recuerda que deberías agradecer un poco esa ropa que Petunia y yo te hemos da…
—Después de que Dudley la usó —lo interrumpió Harry con frialdad; de hecho, llevaba una sudadera tan grande para él que tenía que dar cinco vueltas a las mangas para poder utilizar las manos y que le caía hasta más debajo de las rodillas de unos vaqueros extremadamente anchos.
—Tú no tienes que agradecerles nada a ninguno de los tres —dijo James a su hijo, visiblemente enojado.
—Oh, Petunia y su prometido se las verán conmigo —soltó Lily, enfurecida con su hermana y futuro cuñado—. Y su hijo…
—No —dijo Harry—. Dudley ha cambiado, él ya no es mismo chico malcriado. Se ha disculpado conmigo, y estamos tratando de construir una relación de primos… como siempre debió haber sido —hizo una pausa—. Aunque no puedo decir lo mismo de tío Vernon y tía Petunia.
Lily asintió enternecida.
Mientras tanto, Snape que había escuchado todo, estaba asqueado con el Potter hijo, no entendía como podía defender a un chico que le había hecho la vida imposible, porque así hubiera cambiado, no merecía perdón. Él en su lugar nunca lo hubiera perdonado y es más hubiera encontrado la manera de desquitarse.
—¡No consentiré que se me hable en ese tono! —exclamó tío Vernon, temblando de ira.
Pero Harry no pensaba resignarse. Ya habían pasado los tiempos en que se había visto obligado a aceptar cada una de las estúpidas disposiciones de los Dursley. No estaba siguiendo el régimen de Dudley, y no se iba a quedar sin ir a los Mundiales de quidditch por culpa de tío Vernon si podía evitarlo.
—Muy bien, Harry, esa es la actitud —le felicitaron su padre y padrino.
Harry simplemente sonrió.
Harry respiró hondo para relajarse y luego dijo:
—Vale, no iré a los Mundiales. ¿Puedo subir ya a mi habitación? Tengo que terminar una carta para Sirius. Ya sabes… mi padrino.
Sirius rió.
—Eso fue genial —dijo—. Espero que haya infringido suficiente miedo como para que te den permiso.
—No diré nada, eso le quitaría la emoción —dijo Harry contagiándose del buen entusiasmo de su padrino.
Lily no pudo evitarlo y sonrió.
Lo había hecho, había pronunciado las palabras mágicas. Vio cómo la colorada piel de tío Vernon palidecía a ronchas, dándole el aspecto de un helado de grosellas mal mezclado.
—Le… ¿le vas a escribir, de verdad? —dijo tío Vernon, intentando aparentar tranquilidad. Pero Harry había visto cómo se le contraían de miedo los diminutos ojos.
—Bueno, sí… —contestó Harry, como sin darle importancia—. Hace tiempo que no ha tenido noticias mías y, bueno, si no le escribo puede pensar que algo va mal.
Los bromistas soltaron carcajadas al escuchar como un chico de 14 años amenazaba a su tío, con tan solo mencionar a su padrino prófugo de la justicia.
—Insisto, esos son los genes de merodeador —dijo Sirius.
Cuando las risas cesaron, angelina continúo con la lectura.
Se detuvo para disfrutar el efecto de sus palabras. Casi podía ver funcionar los engranajes del cerebro de tío Vernon debajo de su grueso y oscuro cabello peinado con una raya muy recta. Si intentaba impedir que Harry escribiera a Sirius, éste pensaría que lo maltrataban. Si no lo dejaba ir a los Mundiales de quidditch, Harry se lo contaría a Sirius, y Sirius sabría que lo maltrataban (Esta acorralado, murmuró Dean). A tío Vernon sólo le quedaba una salida, y Harry pudo ver esa conclusión formársele en el cerebro como si el rostro grande adornado con el bigote fuera transparente. Harry trató de no reírse y de mantener la cara tan inexpresiva como le fuera posible. Y luego…
—Bien, de acuerdo. Puedes ir a esa condenada… a esa estúpida… a esa Copa del Mundo. Escríbeles a esos… a esos Weasley para que vengan a recogerte, porque yo no tengo tiempo para llevarte a ningún lado. Y puedes pasar con ellos el resto del verano. Y dile a tu… tu padrino… dile… dile que vas.
—Muy bien —asintió Harry, muy contento.
—¡Le ganaste a la morsa! —festejaron los gemelos Prewett.
—Y lo mejor aún está por venir —dijeron los gemelos Weasley.
—¿A qué se refieren, queridos sobrinitos? —preguntaron los Prewett, y se podía ver la emoción en sus ojos.
Molly suspiró, se llevó una mano a su hinchado vientre.
Me darán mucho trabajo, pensó.
—Oh, eso es una sorpresa —contestaron Fred y George, acordándose del dulce que dejaron caer de casualidad.
Se volvió y fue hacia la puerta de la sala, reprimiendo el impulso de gritar y dar saltos. Iba a… ¡Se iba con los Weasley! ¡Iba a presenciar la final de los Mundiales! En el recibidor estuvo a punto de atropellar a Dudley, que acechaba detrás de la puerta esperando oír una buena reprimenda contra Harry y se quedó desconcertado al ver su amplia sonrisa.
—¡Qué buen desayuno!, ¿verdad? —le dijo Harry—. Estoy lleno, ¿tú no?
—Cada vez me siento más orgulloso de ti, Harry. Eres todo un Potter —dijo James secándose una lágrima falsa.
—Y yo también me siento tan orgulloso —dijo a su vez Sirius, que al igual que James, él también se secaba una falsa lágrima—. ¿Y tú, Lunático? ¿No tienes nada que decir?
Pero nuevamente Remus Lupin parecía estar muy lejos de la sala.
—¿Lunático? —insistió Sirius.
Hermione lo miró preocupada, se mordió el labio inferior.
—Parece que el profesor Lupin se le ha metido un torposoplo —comentó Luna.
—¿Un qué? —preguntó James.
—Una criatura invisible que se mete por tus oídos y hace que tu cerebro se embote, o algo así —dijo Ron pensativamente.
—Es correcto —dijo una sonriente Luna.
—Remus —lo llamó Hermione, y apenas el Gryffindor escuchó la tierna voz de la castaña se volvió y la observó—. ¿Te encuentras bien? —le preguntó.
—Sí, estoy bien —le contestó este fríamente.
Esta respuesta dejo perpleja a Hermione, no sabía lo que había hecho para causar la molestia de Remus. Bajo la mirada controlando las ganas de llorar.
Pero no fue a la única a quien sorprendió esta respuesta. A los demás que conocían a Remus, el cual siempre era amable y atento, se empezaron a preguntar que le había causado tal molestia.
Los únicos que sabían que le sucedía a Remus, eran James, Sirius, Harry y Ron.
—Hermione va a matarme cuando se entere de que yo soy el causante de esto —murmuró Ron a Harry, entendiendo el porqué de la nueva actitud de Remus hacia su amiga.
—No lo creo, Hermione es demasiado noble —susurró a su vez Harry.
—Tal vez debería decirle, para que así sepa que… —dijo Ron en un susurró, pero Harry lo interrumpió.
—No, se empeorará, deja que primero Remus asimile su futuro y luego hablaremos con Hermione.
Ron asintió, sintiéndose culpable.
Riéndose de la cara atónita de Dudley, Harry subió los escalones de tres en tres y entró en su habitación como un bólido.
Lo primero que vio fue que Hedwig ya había regresado. Estaba en la jaula, mirando a Harry con sus enormes ojos ambarinos y chasqueando el pico como hacía siempre que estaba molesta. Harry no tardó en ver qué era lo que le molestaba en aquella ocasión.
—¿Por qué estaría molesta? —preguntó Frank.
—Quizás esta hambrienta —respondió Neville.
—¡Ay! —gritó.
Acababa de pegarle en un lado de la cabeza lo que parecía ser una pelota de tenis pequeña, gris y cubierta de plumas (Es la lechuza de Ron, dijo Ginny. A lo que Luna agregó soñadoramente: Sí, el pequeño Pig). Harry se frotó con fuerza la zona dolorida al tiempo que intentaba descubrir qué era lo que lo había golpeado, y vio una lechuza diminuta, lo bastante pequeña para ocultarla en la mano, que, como si fuera un cohete buscapiés, zumbaba sin parar por toda la habitación (Siempre se pone a dar vueltas por toda la habitación para que le hagan caso, comentó Ron). Harry se dio cuenta entonces de que la lechuza había dejado caer a sus pies una carta. Se inclinó para recogerla, reconoció la letra de Ron y abrió el sobre. Dentro había una nota escrita apresuradamente:

Harry:
¡MI PADRE HA CONSEGUIDO LAS ENTRADAS! Irlanda contra Bulgaria, el lunes por la noche. Mi madre les ha escrito a los muggles para pedirles que te dejen venir y quedarte. A lo mejor ya han recibido la carta, no sé cuánto tarda el correo muggle. De todas maneras, he querido enviarte esta nota por medio de Pig.

—¿Pig? —dijo Padma, a ella siempre le había sorprendido que esa pequeña lechuza tuviera es nombre—. Aun no comprendo porque le pusiste así, Ron. Pig, significa cerdo en inglés.
—No se llama así, es solo un diminutivo —dijo Ginny sonriendo a su hermano, al verlo fruncir el ceño.
—Un tonto diminutivo que tú le pusiste —la acusó Ron.
—Reconoce que le queda bien —dijo a su vez la pelirroja.
—Eso no es verdad… —empezó Ron, pero ambos hermanos fueron detenidos por su madre.
—Ya basta los dos —los regañó.
—Lo sentimos —dijeron los dos.
Harry reparó en el nombre «Pig», y luego observó a la diminuta lechuza que zumbaba dando vueltas alrededor de la lámpara del techo. Nunca había visto nada que se pareciera menos a un cerdo. Quizá no había entendido bien la letra de Ron. Siguió leyendo:

Vamos a ir a buscarte tanto si quieren los muggles como si no, porque no te puedes perder los Mundiales. Lo que pasa es que mis padres pensaban que era mejor pedirles su consentimiento. Si dicen que te dejan, envía a Pig inmediatamente con la respuesta, e iremos a recogerte el domingo a las cinco en punto. Si no te dejan, envía también a Pig e iremos a recogerte de todas maneras el domingo a las cinco.
Hermione llega esta tarde. Percy ha comenzado a trabajar: en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional. No menciones nada sobre el extranjero mientras estés aquí a menos que quieras que te mate de aburrimiento.
Hasta pronto,
Ron

—Un momento —dijo Sirius—. ¿Tú también fuiste a los Mundiales, castaña? —preguntó. Hermione asintió—. Pero, creí que detestabas el quidditch.
—No lo detesto, simplemente no soy una fanática como Harry, Ron, Ginny y los gemelos —contestó Hermione, pero en su voz se podía notar la tristeza.
Remus evito mirarla. Porque si lo hacía podría cometer una locura.
¡ERES UN IDIOTA, MIRA LO QUE HAS HECHO! ¡LA HAS LASTIMADO! —rugió su lobo interior—. HAS LASTIMADO A NUESTRA COMPAÑERA. VE JUNTO A ELLA, Y PÍDELE PERDÓN, DE RODILLAS SI ES NECESARIO.
No puedo acercarme a ella, pensaba Remus. ¡Tenemos que olvidarla!
ES NUESTRA —rugió enojado—. Y SI TÚ NO LA QUIERES, YO SÍ. AHORA SERÉ YO EL QUE HABLE POR TI —sentenció el lobo.
Ni se te ocurra, pensó Remus, sintiéndose nervioso y con miedo a lo que podía hacer el lobo que habitaba en él, y el cual solo salía un día al mes.
—¡Cálmate! —dijo Harry a la pequeña lechuza, que revoloteaba por encima de su cabeza gorjeando como loca (Harry supuso que era a causa del orgullo de haber llevado la carta a la persona correcta)—. ¡Ven aquí! Tienes que llevar la contestación.
La lechuza revoloteó hasta posarse sobre la jaula de Hedwig, que le echó una mirada fría, como desafiándola a que se acercara más. Harry volvió a coger su pluma de águila y un trozo de pergamino, y escribió:

Todo perfecto, Ron: los muggles me dejan ir. Hasta mañana a las cinco. ¡Me muero de impaciencia!
Harry

Plegó la nota hasta hacerla muy pequeña y, con inmensa dificultad, la ató a la diminuta pata de la lechuza, que aguardaba muy excitada. En cuanto la nota estuvo asegurada, la lechuza se marchó: salió por la ventana zumbando y se perdió de vista.
—Bien, toda esta listo para el gran día —dijo Frank.
—Habrá sido muy emocionante estar allí, ¿verdad? —comentó Ted.
—Sí, muy emocionante, sobre todo lo que paso al final —dijo Ron.
—¿Qué paso? —preguntó Lily alzando una ceja pelirroja.
—Nada —se apresuró a contestar Harry, mientras le dirigía una mirada seria a su mejor amigo.
Lily no le creía a su hijo, y ahora ya empezaba a temer que algo malo le podría haber ocurrido en esos Mundiales. Tal vez no era del todo buena idea que asistiera.
Harry se volvió hacia Hedwig.
—¿Estás lista para un viaje largo? —le preguntó. Hedwig ululó henchida de dignidad.
—¿Puedes hacerme el favor de llevar esto a Sirius? —le pidió, cogiendo la carta—. Espera: tengo que terminarla.
Volvió a desdoblar el pergamino y añadió rápidamente una postdata:

Si quieres ponerte en contacto conmigo, estaré en casa de mi amigo Ron hasta el final del verano. ¡Su padre nos ha conseguido entradas para los Mundiales de quidditch!

Una vez concluida la carta, la ató a una de las patas de Hedwig, que permanecía más quieta que nunca, como si quisiera mostrar el modo en que debía comportarse una lechuza mensajera.
—Esa lechuza es demasiado orgullosa —comentó Andrómeda sonriendo ante la actitud del animal.
—Sí, lo era —susurró Harry, recordando nostálgicamente a su fiel mascota.
—Estaré en casa de Ron cuando vuelvas, ¿de acuerdo? —le dijo Harry.
Ella le pellizcó cariñosamente el dedo con el pico y, a continuación, con un zumbido, extendió sus grandes alas y salió volando por la ventana.
Harry la observó mientras desaparecía. Luego se metió debajo de la cama, tiró de la tabla suelta y sacó un buen trozo de tarta de cumpleaños. Se lo comió sentado en el suelo, disfrutando de la felicidad que lo embargaba: tenía tarta, mientras que Dudley sólo tenía pomelo; era un radiante día de verano; se iría de casa de los Dursley al día siguiente, la cicatriz ya había dejado de dolerle e iba a presenciar los Mundiales de quidditch. Era difícil, precisamente en aquel momento, preocuparse por algo. Ni siquiera por lord Voldemort.
—Espero que siga así de tranquilo todo —dijo James, preocupado al escuchar el nombre del mago oscuro—. Y que ese maldito no se aparezca.
—Lo veo muy difícil —murmuró Draco, al recordar lo que había pasado en esos Mundiales.
—Fin del capítulo —anunció Angelina.
—Bien. Entonces, yo leeré el siguiente capítulo —se ofreció Katie Bell.
Y como Katie estaba al lado de Angelina, esta solo le paso el libro.
Katie cambio la página. Respiró hondo y se dispuso a leer.

¡Hola a todas! 
Lamento mucho haber demorado mucho más de un mes en actualizar, pero he estado con mucho trabajo, y no he tenido ni un solo día de descanso. 
También quería pedir disculpas, si el capítulo no esta muy entretenido, pero ya en los siguientes aparecerá Viktor Krum, y también aparecerá los celos de un hombre lobo, y a partir de esos capítulos, les prometo que serán mucho más interesantes. 
Hasta la próxima actualización, que les prometo será dentro de estos días.


20 comentarios:

  1. si, al fin actualizastes, muchas gracias!!!!

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  2. No nos importa esperar pero por fa no la dejes!! Gracias por actualizar, estoy ansiosa por los próximos capítulos!! Saludos.

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  3. guau, fabuloso, me encanta como escribes, por favor continuala

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  4. ah, y por si acaso, soy tu nueva fiel lectora!!!

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  5. me encanta, siguela por fis
    sobre todo ya quiero ver lo que el lobo dentro de Remus hara, ya que lei algo como que el tendra en control, si, esa parte me gusto mucho
    besos

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  6. oh, por todos los dioses, muchas gracias por actualizar, ame este capitulo, aunque no me gusta la actitud de Remus para con Hermione, por has que Remus la acepte como su futura esposa de una vez
    saludos

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  7. hola, hace mucho tiempo que no comento, pero no es que te haya dejado de leer, es solo que, he de confesar que me daba flojera comentar, pero ahora tengo más tiempo y por eso lo estoy haciendo, y dejamen decirte o escribirte que estas haciendo un gran trabajo... continua por favor y no te demores
    nos vemos

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  8. me gusto el capitulo, me emociono mucho que dijeras que remus empezara con celos con la entrada de Viktor.

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  9. me gusto mucho el capitulo, por favor esta vez no te demores en actualizar

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  10. hola, me gusta tu blog, por favor sigue escribiendo :p

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  11. Genial espero que actualizes pronto se va a poner bueno seguro

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  12. Que bueno que actualizaste, hacelo más seguido.. ya quiero vér las acciones de Remus!
    Saludos☆

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  13. Hey Dijiste en estos días paso una semana:_ en fin sigo esperando...

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  14. por favor actualiza, necesito leer mas, esta buena esta historia, me tienes enganchada desde el primer capitulo, realmente amo esta historia, todos los dias reviso por si actualizaste, ya empieza lo bueno en la historia, el momento oscuro ya esta empezando ademas de que me encanta remus y viktor y quiero saber si agregaras mas detalles entre viktor y hermione en la historia para que se tenga un lobito mas celoso.

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  15. concuerdo totalmente contigo, siempre espere que remus apareciera en el pasado como queriendo seguir cuidando a hermione y ese tiepo de cosas para que remus sufriera de celos.

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  16. Porfavorsito!!
    Actualiza me muero de ganas de ver los celos de Remus cuando vea a Víctor y Hermione juntos,estaria genial que Víctor llegara al pasado y todo eso,ver los celos de Remus

    Saludos 😄😃

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  17. Ya quiero leer los próximos cap.. como prometiste subir "dentro de estos dias" nos debes dos cap�� no enserio espero que actualicen pronto, saludos☆

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  18. Dijiste que actualizarias a los pocos dias

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