—Y qué cosa no pueden hacer cuando
ellos tres están juntos —volvió a hablar Luna.
—Ese es un buen punto —dijo Neville.
El trío de oro se sonrojo al escuchar
el comentario de Luna.
Minutos después todos estaban
impacientes por escuchar el siguiente capítulo, ya querían saber cómo es que Buckbeak
volvía a la vida luego de que supuestamente lo ejecutaban. Y por supuesto la
mayoría también quería saber el porqué del desprecio de Ron —bueno, no solo de
él— hacia la rata.
El libro levito hacia donde estaba
Dumbledore; el director observó el libro y luego levanto la mirada, la paseo
por alrededor de la sala y la detuvo hasta la mesa donde estaban sentados los
chicos de Slytherin.
—Señorita Greengrass, ¿podría leer el
siguiente capítulo? —preguntó.
—¿Quién de las dos Greengrass? —objetó
Daphne.
—Justamente, usted señorita.
Daphne asintió.
—Por supuesto —dijo.
Dumbledore levito el libro hasta las
manos de la rubia. Esta tomo el libro y cambio la página. Pero antes de leer el
título se quedó confundida, no sabía el porqué de tal título. Suspiró y leyó:
—“El
perro, el gato y la rata”.
—Que título más extraño —comentó
Astoria.
—Yo diría: interesante —dijo Frank.
Por su parte los merodeadores se
miraron entre ellos, ya que estaban seguros quienes serían los protagonistas de
ese capítulo: El perro, Sirius en su forma animaga, el gato, Crookshanks
y la rata, la mascota de Ron.
Daphne saco de sus pensamientos a los
merodeadores cuando empezó a leer.
A
Harry se le quedó la mente en blanco a causa de la impresión. Los tres se
habían quedado paralizados bajo la capa invisible (Yo
me hubiera desmayado, comentó Susan). Los últimos rayos del sol
arrojaron una luz sanguinolenta sobre los terrenos, en los que las sombras se
dibujaban muy alargadas. Detrás de ellos oyeron un aullido salvaje.
—¡Hagrid!
—susurró Harry. Sin pensar en lo que hacía, fue a darse la vuelta, pero Ron y
Hermione lo cogieron por los brazos.
—Comprendo cómo te sentirías, Harry, pero creo que primero
tenías que controlarte —dijo Lily.
—Sí, además, no podían
estar allí, ninguno de los tres —dijo Molly—. Ya habrá tiempo de acompañar a
Hagrid en su dolor.
—Ay, mamá —dijeron los gemelos Weasley negando con la cabeza—.
Como se nota que en esta época no los conoces, ellos siempre están en el lugar
menos indicado en el momento inadecuado.
Todos miraron a Harry, Ron y Hermione.
—Sí, gracia, gemelos —susurró Ron con molestia.
Pero Molly no tuvo tiempo de regañar a su hijo, porque Daphne
empezó a leer nuevamente.
Y Ron le agradeció mentalmente a la chica.
—No
podemos —dijo Ron, blanco como una pared—. Se verá en un problema más serio si
se descubre que lo hemos ido a visitar…
—Eso fue muy sensato de tu parte, Ron —dijo Luna, cogiéndolo de
la mano por debajo de la mesa. Ron se sonrojó, pero sonrió levemente.
Hermione
respiraba floja e irregularmente.
—¿Cómo…
han podido…? —preguntó jadeando, como si se ahogase—. ¿Cómo han podido?
Remus y su lobo interior miraron a la chica queriendo haber
estado en ese momento junto con ella, a ninguno de los dos les gustaba que
Hermione sufriera.
Y casi Remus empieza a levantarse cuando su parte sensata lo
detuvo.
¿Pero qué es lo que iba
hacer?, se preguntó. Hermione se hubiera asustado.
—Vamos
—dijo Ron, tiritando.
Reemprendieron
el camino hacia el castillo, andando muy despacio para no descubrirse. La luz
se apagaba. Cuando llegaron a campo abierto, la oscuridad se cernía sobre ellos
como un embrujo.
—Scabbers,
estate quieta —susurró Ron, llevándose la mano al pecho. La
rata se retorcía como loca. Ron se detuvo, obligando a Scabbers
a que se metiera del todo en el bolsillo—. ¿Qué te ocurre,
tonta? Quédate quieta… ¡AY! ¡Me ha mordido!
—¿Te mordió? —preguntó Fabian.
Ron asintió un poco enojado recordando ese momento.
—¿Pero qué demonios le pasaba a esa rata? —preguntó Gideon.
—Sentía pavor por lo que vendría —dijo Hermione.
—¿Y que vendría? —preguntó curiosamente Moody.
El trío de oro se dedicó una mirada.
—Su farsa se vendría abajo —fue la respuesta de Harry.
Y luego de eso, todos tenían ganas de preguntar más acerca de la
«farsa», el único que entendio la respuesta de Harry, fue Remus, pero no dijo
nada. Mientras los demás decidieron que lo mejor era seguir escuchando la
lectura. Ya que eso les aclararía sus dudas.
—¡Ron,
cállate! —susurró Hermione—. Fudge se presentará aquí dentro de un minuto…
—No
hay manera.
Scabbers
estaba aterrorizada. Se retorcía con todas sus fuerzas,
intentando soltarse de Ron.
Todos prestaban atención al raro comportamiento de la rata.
—¿Qué
le ocurre?
Pero
Harry acababa de ver a Crookshanks acercándose
a ellos sigilosamente, arrastrándose y con los grandes ojos amarillos
destellando pavorosamente en la oscuridad. Harry no sabía si el gato los veía o
se orientaba por los chillidos de Scabbers.
—Que el gato haya aparecido solo los meterá en más problemas
—comentó Frank.
Y como si Crookshanks
supiera que estaban hablado de él, abrió los ojos.
—¡Crookshanks!
—gimió Hermione—. ¡No, vete, Crookshanks! ¡Vete!
Pero el gato se acercaba más…
—Scabbers…
¡NO!
Demasiado
tarde… La rata escapó por entre los dedos de Ron, se echó al suelo y huyó a toda prisa. De un salto, Crookshanks
se lanzó tras el roedor; y antes de que Harry y Hermione pudieran detenerlo,
Ron se salió de la capa y se internó en la oscuridad.
—¡Ronald Weasley! —exclamó Molly con los nervios a flor de piel.
Ron al escuchar a su madre se estremeció—. Nadie debe verlos fuera del castillo
y mucho menos a esas horas.
—Ya lo sé, mamá. Reconozco que fui un estúpido —dijo Ron con
sinceridad—. Pero eso sirvió para darnos cuenta de quién era el traidor en
realidad —agregó.
Harry y Hermione asintieron. Ya que si no fuera porque Ron fue
tras esa rata y ellos tras su amigo, nunca hubieran descubierto que Sirius era
inocente.
—¿Traidor? ¿De qué traidor estás hablando? —preguntó James.
—Oh, eso lo sabrán dentro de unas horas —contestó Ginny—, lo
digo en serio, ya no falta nada para que se enteren de toda la verdad.
James observó a novia de su hijo y asintió.
Daphne continúo leyendo.
—¡Ron!
—gimió Hermione.
Ella
y Harry se miraron y lo siguieron a la carrera. Era imposible correr a toda velocidad debajo de la capa, así que se
la quitaron y la llevaron al vuelo, ondeando como un estandarte mientras seguían a
Ron. Oían delante de ellos el ruido de sus pasos y los gritos que dirigía a Crookshanks.
—Aléjate
de él…, aléjate… Scabbers,
ven aquí…
Oyeron
un golpe seco.
—¡Te
he atrapado! Vete, gato asqueroso.
—Bien, ya lo atrapaste —dijo Gideon.
—Y ahora solo les falta esconderse —agregó Fabian.
—Sí, pero queridos tíos, las cosas nunca son fáciles con ellos
tres —agregaron los gemelos Weasley.
—No nos ayudes tanto —dijo Ron mirando mal a sus hermanos, a lo
que estos solo sonrieron burlonamente.
Harry
y Hermione casi chocaron contra Ron. Estaba tendido en el suelo. Scabbers había vuelto a su bolsillo y Ron
sujetaba con ambas manos el tembloroso bulto.
—Vamos,
Ron, volvamos a cubrirnos —dijo Hermione jadeando—. Dumbledore y el ministro saldrán dentro de un
minuto.
Pero
antes de que pudieran volver a taparse, antes incluso de que pudieran recuperar el aliento, oyeron los pasos
de unas patas gigantes. Algo se acercaba a ellos en la oscuridad: un enorme perro negro de
ojos claros.
James y Remus miraron divertidamente a su amigo.
—¿Qué? —dijo este, cuando descubrió esas miradas.
—Pues, creo que escogiste el peor momento para aparecer, Canuto
—dijo James.
—Un momento —dijo Frank—, ¿qué tiene que ver Sirius con ese
enorme perro? —preguntó.
Los merodeadores solo sonrieron.
—Secretos de merodeador —dijeron los tres a la vez.
—Que muy pronto será descubierto —susurró Remus.
Lily miró a los merodeadores, y como si algo hiciera clic en su
cerebro, lo descubrió.
—¡Oh, Merlín! ¡No puedo creerlo! —dijo Lily.
—¿Qué pasa, pelirroja de mi corazón? —preguntó un preocupado
James a su novia.
Lily negó con la cabeza.
—Más te vale que no sea lo que estoy pensando, James Potter
—dijo seriamente Lily.
James trago saliva, pero sonrió queriendo que su novio volviera
a su buen humor, aunque claramente sabía que Lily estaba enojada.
—Podrías seguir leyendo, por favor, chica serpiente —pidió James
a Daphne.
La rubia la miró con enojo —Estúpido,
Potter, pensó—, pero aun así siguió leyendo.
Harry
quiso coger la varita, pero era ya demasiado tarde. El perro había dado un gran salto y sus patas delanteras le
golpearon el pecho. Harry cayó de espaldas, con un fardo de pelo. Sintió el cálido aliento
del fardo, sus dientes de tres centímetros de longitud…
—Oye, eso no fue muy amistoso, Canuto —le dijo James a su amigo
en un tono bajo.
—Bueno, tal vez estaba muy desesperado que no me pare a pensar
—contestó Sirius en el mismo tono que James—. Además, no me reclames, yo aún no
hago nada —agregó.
Pero
el empujón lo había llevado demasiado lejos. Se apartó rodando. Aturdido, sintiendo como si le hubieran roto las
costillas, trató de ponerse en pie; oyó rugir al animal, preparándose para un nuevo
ataque.
Lily que ahora ya estaba segura que ese perro era Sirius Black,
le dedico una mirada severa. El animago noto la mirada de la pelirroja, y
simplemente sonrió tratando de parecer inocente. Cosa que en verdad era, ya que
eso lo había hecho su yo del futuro.
Ron
se levantó. Cuando el perro volvió a saltar contra ellos, Ron empujó a Harry hacia un lado y el perro mordió el
brazo estirado de Ron. Harry embistió y agarró al animal por el pelo, pero éste
arrastraba a Ron con tanta facilidad como si fuera un muñeco de trapo.
—¡Oh, por Merlín! —exclamó Molly, comenzando alterarse al
escuchar que su hijo había sido herido por ese perro.
Entonces,
algo surgido de no se sabía dónde golpeó a Harry tan fuerte en la cara que volvió a derribarlo (¿Pero qué…?, Lily no termino la pregunta porque iba a
decir un improperio y no quería ser regañada por la profesora McGonagall).
Oyó a Hermione chillar de dolor y caer también. Harry manoteó en busca de la varita, parpadeando para
quitarse la sangre de los ojos.
—¡Lumos!
—susurró.
La
luz de la varita iluminó un grueso árbol. Habían perseguido a Scabbers
hasta el sauce
boxeador (Remus se puso pálido al escuchar que
Hermione también había sido golpeada por el sauce boxeador, y él sabía que ese árbol
podía golpear muy fuerte, y Hermione siendo una niña podría pasarlo muy mal);
y sus ramas crujían como azotadas por un fortísimo viento y oscilaban de atrás adelante para impedir que se
aproximaran.
Al
pie del árbol estaba el perro, arrastrando a Ron y metiéndolo por un hueco que había en las raíces. Ron luchaba
denodadamente, pero su cabeza y su torso se estaban perdiendo de vista.
Molly estaba muy nerviosa al escuchar que su hijo seguía siendo
arrastrado por ese perro y para empeorar las cosas era arrastrado en el sauce
boxeador.
—Tranquila, querida —dijo Arthur tratando de calmar a su
esposa—, míralo, él está bien.
Molly dirigió su mirada a su hijo, y efectivamente él estaba
bien, pero aun así no podía evitar estar preocupada por el Ron de esa época.
—Creo que te pasaste, Canuto —comentó Remus.
Rayos, creo que al final
si herede la locura Black, pensaba Sirius. Pero
aun así, algo no encaja, ¿por qué arrastraría a Ron hasta el sauce boxeador?
¿Cuáles eran mis motivos realmente? ¿Sería por Harry? No, no lo creo, si
hubiera querido hablar con Harry, hubiera tenido otros métodos.
Sirius salió de sus pensamientos cuando volvió a escuchar la voz
de Daphne.
—¡Ron!
—gritó Harry, intentando seguirlo, pero una gruesa rama le propinó un restallante y terrible trallazo que lo
obligó a retroceder.
Lily se estremeció al escuchar eso.
Lo
único que podían ver ya de Ron era la pierna con la que el muchacho se había enganchado en una rama para impedir que
el perro lo arrastrase. Un horrible crujido cortó el aire como un pistoletazo. La
pierna de Ron se había roto y el pie desapareció en aquel momento.
—¡Merlín! —exclamó Molly.
—Tranquila, mamá. No fue tan malo —dijo Ron, pero su madre lo
miró directamente a los ojos, así que se retractó—: bueno, he de reconocer que
me dolió un poco.
—¿Un poco? —dijeron los gemelos Weasley.
Sirius que había estado escuchando la conversación, se aclaró la
voz antes de hablar.
—Lo lamento, Ron —le dijo.
Ron hizo un gesto de que no le daba mucha importancia.
—¿Por qué te disculpas, Sirius? —le preguntó Arthur, y la
confusión se notaba en su mirada.
—Eh… creo que lo sabrán dentro de poco —dijo Sirius
enigmáticamente.
—Harry,
tenemos que pedir ayuda —gritó Hermione. Ella también sangraba. El sauce le había hecho un corte en el
hombro.
—¡No!
¡Este ser es lo bastante grande para comérselo! ¡No tenemos tiempo!
Los merodeadores se miraron entre sí, y no pudieron evitar que
una sonrisa se les formara en los labios.
—No crees que estabas exagerando un poco, Harry —comentó James a
su hijo.
Harry se encogió de hombros.
—En mi defensa, he de decir que todavía no sabía quién era en
realidad el perro —dijo el ojiverde.
—A mí me gusta la carne, pero no la carne humana —dijo Sirius
jocosamente.
—No comprendo —dijo la profesora McGonagall con el ceño fruncido.
Sirius soltó una carcajada en vez de contestar.
—¿Qué es lo gracioso? —cuestionó la madre de Neville.
—Son solo cosas de merodeadores —alegó James.
—Sí, claro —murmuró Lily.
—No
conseguiremos pasar sin ayuda.
Otra
rama les lanzó otro latigazo, con las ramitas enroscadas como puños.
—Si
ese perro ha podido entrar, nosotros también —jadeó Harry, corriendo y zigzagueando, tratando de encontrar un
camino a través de las ramas que daban trallazos al aire, pero era imposible acercarse
un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.
—¡Socorro,
socorro! —gritó Hermione, como una histérica, dando brincos sin moverse del sitio—. ¡Por favor…!
—Bueno, al parecer ya no les importaba ser castigados —comentó
Ted a Harry y a Hermione.
—Nuestro mejor amigo estaba en peligro —respondió Hermione.
—Y sobre el castigo —medito Harry—, no es como si nunca nos
hubieran castigado antes.
—Por supuesto que no, Potter —dijo Blaise Zabini—, pero no sé
cómo lo hacían, porque tú y tu grupo siempre salían inmunes.
—No siempre —dijo Ron—. Yo no me salve de limpiar los baños de
la enfermería —el pelirrojo miró de reojo a Snape.
Crookshanks
dio un salto al frente. Se deslizó como una serpiente por
entre las ramas
que azotaban el aire y se agarró con las zarpas a un nudo del tronco.
De
repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.
Los tres merodeadores observaron a Crookshanks, el cual aún estaba en el regazo de Sirius.
—Le dijiste como entrar —comentó Remus
por lo bajo a su amigo ojigris.
—Creo que sí —respondió Sirius en el mismo tono de voz que su
amigo.
—Pero, ¿por qué se lo dijiste? —preguntó James.
Pero antes de que el ojigris dijera algo, se escuchó la voz de
Frank.
—¿Cómo supo tu gato como detener al sauce boxeador?
—Pues… tal vez se lo dijo el perro —respondió Hermione mirando
de reojo al padrino de su mejor amigo.
Frank asintió con la cabeza.
—¡Crookshanks!
—gritó Hermione, dubitativa. Cogió a Harry por el brazo tan fuerte que le hizo daño—. ¿Cómo sabía…?
—Es
amigo del perro —dijo Harry con tristeza—. Los he visto juntos… Vamos. Ten la varita a punto.
En
unos segundos recorrieron la distancia que les separaba del tronco, pero antes de que llegaran al hueco que había
entre las raíces, Crookshanks se
metió por él agitando
la cola de brocha. Harry lo siguió. Entró a gatas, metiendo primero la cabeza,
y se
deslizó por una rampa de tierra hasta la boca de un túnel de techo muy bajo. Crookshanks estaba
ya lejos de él y sus ojos brillaban a la luz de la varita de Harry. Un segundo después, entró Hermione.
Remus suspiró.
La cantidad de veces que él, James, Sirius y Peter habían tenido
que cruzar ese estrecho camino.
—¿Dónde
está Ron? —le preguntó con voz aterrorizada.
—Por
aquí —indicó Harry, poniéndose en camino con la espalda arqueada, siguiendo a Crookshanks.
—¿Adónde
irá este túnel? —le preguntó Hermione, sin aliento.
A la Casa de los Gritos, respondieron mentalmente los merodeadores.
—No
sé… Está señalado en el mapa del merodeador; pero Fred y George creían que nadie lo había utilizado nunca (Craso error, dijeron los gemelos Weasley). Se
sale del límite del mapa, pero daba la impresión de que iba a Hogsmeade…
Avanzaban
tan aprisa como podían, casi doblados por la cintura. Por momentos podían ver la cola de Crookshanks.
El pasadizo no se acababa. Parecía tan largo como el que iba a Honeydukes (Creo que más largo, susurró James). Lo único en
que podía pensar Harry era en Ron y en lo que le podía estar haciendo el perrazo… (Sirius fingió poner una expresión ofendida) Al
correr agachado, le costaba trabajo respirar y le dolía…
Y
entonces el túnel empezó a elevarse, y luego a serpentear; y Crookshanks
había desaparecido.
En vez de ver al gato, Harry veía una tenue luz que penetraba por una pequeña abertura.
—Ya están cerca —dijo Sirius.
—¿Cerca? Pero ¿de dónde? —preguntó Alice.
El animago hizo como que no le había escuchado, dirigió su
mirada a Daphne Greengrass como todo un conquistador, dijo:
—Señorita Greengrass, por favor, podría continuar.
La rubia azorara y con las mejillas levemente sonrojadas,
asintió.
Sirius sonrió al ver la reacción de la rubia.
Vaya, ni siquiera con las
serpientes pierdo mi toque, pensaba Sirius.
Se
detuvieron jadeando, para coger aire. Avanzaron con cautela hasta la abertura. Levantaron las varitas para ver lo que había
al otro lado.
Había
una habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel se despegaba de las paredes. El suelo estaba lleno de
manchas. Todos los muebles estaban rotos, como si alguien los hubiera destrozado. Las
ventanas estaban todas cegadas con maderas.
El auror Moody que había estado callado hasta ese momento, abrió
la boca para decir lo que pensaba.
—Todo esto es muy extraño —dijo con voz tosca.
—¿Qué te parece extraño, Alastor? —preguntó Dumbledore, como si
en verdad no supiera el secreto que guardaba ese lugar.
—Según lo que creo es que ese lugar al que se dirigen es la Casa
de los Gritos —hizo una pausa para observar a Harry, Ron y Hermione—, pero
según la descripción de cómo se encontraba el lugar, no creo que en esa casa
haya sido habitada por fantasmas alguna vez, más bien parece que un humano fue el causante de tal
destrucción.
Remus empalideció al escuchar al auror, mientras que James y
Sirius trataban de mostrarse con calma.
—Dime, chico —dijo Moody a Harry—. ¿Qué era lo que realmente
habitaba esa casa? —interrogó.
—Alastor no hace falta que interrogues al señor Potter, si
dentro de unos minutos te enteraras —dijo Dumbledore salvando la incómoda
situación. Aunque sea por el momento.
Pero aun así eso no hizo que Remus se sintiera mejor, ya que aún
estaba pálido.
Hermione lo noto, y estuvo a punto de acercarse a él, pero luego
lo pensó mejor, porque si lo hacía hubiera llamado la atención de todos, y
sobre todo hubiera aumentado las sospechas de Moody acerca de lo que habitaba
en realidad la Casa de los Gritos.
Harry
miró a Hermione, que parecía muy asustada, pero asintió con la cabeza.
Harry
salió por la abertura mirando a su alrededor. La habitación estaba desierta, pero a la derecha había una puerta
abierta que daba a un vestíbulo en sombras. Hermione volvió a cogerse del brazo de
Harry. Miraba de un lado a otro con los ojos muy abiertos, observando las ventanas
tapadas.
—Harry
—susurró—. Creo que estamos en la Casa de los Gritos.
Harry
miró a su alrededor. Posó la mirada en una silla de madera que estaba cerca de ellos. Le habían arrancado varios
trozos y una pata.
—Vaya, siempre quise saber que había en el interior de la Casa
de los Gritos —comentó Ted, asumiendo ya que esa en realidad era la famosa casa
donde habitaban toda clase de fantasmas.
—¡Ted! —lo regañó su esposa—, ahora no es el momento.
—Lo siento —susurró el ex Hufflepuff—. Aunque creo que tu yo del
futuro se estuvo escondiendo allí todo el tiempo —agregó mirando a Sirius.
Moody también observó a Sirius, pero este con sospecha.
—Eso
no lo han hecho los fantasmas —observó.
En
ese momento oyeron un crujido en lo alto. Algo se había movido en la parte de arriba. Miraron al techo. Hermione le
cogía el brazo con tal fuerza que perdía sensibilidad en los dedos. La miró.
Hermione volvió a asentir con la cabeza y lo soltó.
—Estabas asustada —dijo Seamus a Hermione.
—Claro que lo estaba, no sabía con quién me iba a enfrentar, y
además que otra cosa podríamos haber hecho. Dejar allí a Ron, de ninguna
manera.
Ron se sonrojó al escuchar las palabras de su amiga. Y en esos
momentos se arrepintió haberla tratado tan mal cuando se enteró de que ella
tenía una relación con Remus.
Por su parte los merodeadores estaba de acuerdo con Hermione,
así hubieran tenido mucho miedo ellos nunca hubieran dejado a un amigo solo y
mucho menos en peligro.
Tan
en silencio como pudieron, entraron en el vestíbulo y subieron por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba
cubierto por una gruesa capa de polvo, salvo el suelo, donde algo arrastrado
escaleras arriba había dejado una estela ancha y brillante.
—Bueno, debo decir que tampoco fue un agradable que me usaran de
trapeador —trato de bromear Ron, al ver la cara acongojada de su madre.
Llegaron
hasta el oscuro descansillo.
—Nox
—susurraron a un tiempo, y se apagaron las luces de las
varitas.
Solamente
había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella, oyeron un movimiento al otro lado. Un suave
gemido, y luego un ronroneo profundo y sonoro. Cambiaron una última mirada y un último
asentimiento con la cabeza.
Sosteniendo
la varita ante sí, Harry abrió la puerta de una patada.
—¿Y qué fue lo que encontraste? —preguntaron los gemelos
Prewett, interrumpiendo a Daphne—. Ese perro en verdad se estaba comiendo a
nuestro sobrino.
—Claro que no —contestó Ron.
Y Daphne mirando ceñuda a los Prewett y a Ron continuó con la
lectura.
Crookshanks
estaba acostado en una magnífica cama con dosel y colgaduras polvorientas. Ronroneó al verlos. En el
suelo, a su lado, sujetándose la pierna que sobresalía en un ángulo anormal, estaba
Ron (Molly contuvo un gritó horrorizado).
Harry y Hermione se le acercaron rápidamente.
—¡Ron!,
¿te encuentras bien?
—¿Dónde
está el perro?
—Oh, aquí viene lo bueno —dijo Sirius.
Nadie se le preguntó nada, porque estaban más atentos a la
lectura.
—No
hay perro —gimió Ron. El dolor le hacía apretar los dientes—. Harry, esto es una trampa…
—¿Qué…?
—Él
es el perro. Es un animago…
Se escucharon algunas exclamaciones de sorpresa, por parte de
los del pasado.
—Un momento —dijo Andrómeda, ya haciendo conclusiones—. ¡Sirius
Orión Black! ¡Tú eres un animago! —increpó la señora Tonks a su primo
preferido.
Sirius miró a su prima.
—Bueno, tal vez… un poquito. ¡Oh, rayos! ¡Sí, lo soy! —confesó,
además no le quedaba de otra quedaba.
—Señor Black modere su vocabulario —dijo McGonagall—. Pero
ahora, ¿cómo es posible que sea un animago? Y no intente negarlo, porque usted
mismo lo acaba de confesar.
—No es para tanto, Minnie —dijo Sirius tratando de alivianar las
cosas—, tú también lo eres y nadie te esta reclamando.
McGonagall miró con verdadero enojo a su alumno.
—No me tutee —le advirtió—. Y me imagino que es un animago
ilegal, y también que no será el único, ¿verdad, señor Potter?
James y Harry levantaron la cabeza, pero luego Harry se dio
cuenta que se dirigían a su padre.
—Vamos, cariño. Responde —dijo Lily mirándolo con enojo—. Porque
no me vas a decir que tú no lo eres, ¿verdad?
—Bueno, ya nos descubrieron —dijo James encogiéndose de
hombros—. Sí, yo también soy un animago. Pero no lo vuelvo hacer —agregó al
notar a su novia con el rostro tan rojo como su propio cabello por el enojo.
La profesora de Transformaciones iba a hablar, pero Dumbledore
hablo antes, y como siempre ayudando un poco a sus alumnos.
—Querida Minerva, cuando salgamos de esta sala, puedes
regañarlos todo lo que quieras, pero ahora creo que es necesario seguir con la
lectura. Eso es fundamental.
Minerva frunció los labios, pero acepto lo dicho por el
director.
Pero eso no quería decir que algunas serpientes, en especial
Snape y Lucius no quisieran maldecir a Sirius y a James por ocultar su
animagia, y sobre todo porque por lo que veían no recibirían ningún castigo, es
más podían apostar que serían alabados por tal hazaña.
Daphne cambió de página y siguió leyendo.
Ron
miraba por encima del hombro de Harry. Harry se dio la vuelta. El hombre oculto en las sombras cerró la puerta
tras ellos.
Una
masa de pelo sucio y revuelto le caía hasta los codos. Si no le hubieran brillado los ojos en las cuencas
profundas y oscuras, habría creído que se trataba de un cadáver. La piel de cera estaba tan
estirada sobre los huesos de la cara que parecía una calavera. Una mueca dejaba al
descubierto sus dientes amarillos. Era Sirius Black.
Sirius hizo una mueca ante su miserable apariencia del futuro.
—¡Expeliarmo!
—exclamó, dirigiendo hacia ellos la varita de Ron.
—¿Pero qué estabas haciendo, animal? —dijo James.
—Tú también eres un animal —contraatacó Sirius.
Remus negó con la cabeza por la discusión infantil de sus
amigos.
—No entiendes, así ellos —señaló a su hijo y a sus amigos—,
pensarían que de verdad quieres asesinarlos.
—Pero entonces ellos me hubieran atacado, o mejor dicho ellos
hubieran atacado a mi yo del futuro —se defendió Sirius.
—Es verdad —reconoció Harry.
—Ya vez —dijo Sirius.
El intercambio de palabras quedo ahí, y la rubio volvió a leer,
un poco enojada por la constante interrupción.
Las
varitas que empuñaban Harry y Hermione saltaron de sus manos, y Black las recogió. Dio un paso hacia ellos, con
los ojos fijos en Harry.
—Pensé
que vendrías a ayudar a tu amigo —dijo con voz ronca. Su voz sonaba como si no la hubiera empleado en mucho
tiempo—. Tu padre habría hecho lo mismo por mí (Claro
que lo hubiera hecho, y no solo por ti, también por Remus y por Peter, confirmó
James. Y ante la mención de la rata Harry, ron y Hermione hicieron una mueca de
disgusto que pasó desapercibida para todos, menos por Remus). Habéis
sido muy valientes por no salir corriendo en busca de un profesor. Muchas gracias. Esto lo hará todo mucho
más fácil…
—Pero, Canuto —dijo James negando con la cabeza—, si sigues
hablando de esa manera te creerán un loco.
—Ya, Cornamenta deja de hacer una mala imitación de Remus, al
regañarme. Además yo ni siquiera se de lo que hablaba mi yo del futuro —dijo
Sirius.
—Ni ahora ni en el futuro —murmuró Lily, la cual aún seguía
enojada con James y Sirius por ser animagos ilegales, y aunque ya lo sospechaba
no podía evitar sentirse enojada.
Harry
oyó la burla sobre su padre como si Black la hubiera proferido a voces (Ni James ni Sirius lo escucharon como una burla).
Notó la
quemazón del odio, que no dejaba lugar al miedo. Por primera vez en su vida
habría querido
volver a tener en su mano la varita, no para defenderse, sino para atacar… para matar (Ron,
Hermione, Ginny, Neville, James, Lily, Remus, y todos los demás chicos, incluso
los Slytherin y por supuesto Sirius se estremecieron ante los deseos del chico,
nunca creyeron que un niño de trece años podría albergar tal sentimiento tan
horrible. Pero había algunos que lo comprendían, ya que creyendo que Sirius
Black era el asesino de sus padres, ellos también hubieran querido hacer lo
mismo). Sin saber lo que hacía, se adelanté, pero algo se movió a sus
costados, y dos pares
de manos lo sujetaron y lo hicieron retroceder.
—¡No,
Harry! —exclamó Hermione, petrificada.
Ron,
sin embargo, se dirigió a Black:
—Si
quiere matar a Harry, tendrá que matarnos también a nosotros —dijo con fiereza, aunque el esfuerzo que había
hecho para levantarse lo había dejado aún más pálido, y oscilaba al hablar.
Molly y Arthur se preocuparon por su futuro hijo, pero luego al
verlo que él estaba allí, con ellos sano y salvo, se tranquilizaron.
Algo
titiló en los ojos sombríos de Black.
—Échate
—le dijo a Ron en voz baja— o será peor para tu pierna.
—Le hablas como si se tratara de un perro —dijo Lily a Sirius—.
Aunque seguro que debes sentirte alusivo, ya sabes por tu condición de animago,
¿verdad?
Sirius hizo una mueca de avergonzada, algo poco común en él.
—Pelirroja, no seas tan dura conmigo, no te das cuenta que
hieres mis sentimientos —dijo Sirius, tratando de ponerle humor a la situación.
—¿Me
ha oído? —dijo Ron débilmente, apoyándose en Harry para mantenerse en pie—. Tendrá que matarnos a los tres.
—Sólo
habrá un asesinato esta noche —respondió Black, acentuando la mueca.
Alastor miró expectante al adolescente Sirius, sin poder creer
lo que había escuchada.
En verdad pensará matar
al chico Potter, pensaba el auror.
—¿Qué dices, Sirius? —le reclamó James a su amigo.
Snape sonrió desdeñosamente.
—Al parecer el Gran
Black si es un asesino —se mofó el futuro profesor de Pociones.
—¡Cierra la boca, Quejicus! —dijeron James y Sirius al unísono.
—Señores, por favor —dijo Dumbledore levantando las manos—. No
quiero y mucho menos permito una pelea.
Los dos merodeadores y Snape se miraron con rencor puro, aunque
en la mirada del Slytherin se podía vislumbrar odio.
Por su parte Remus si comprendió lo que había dicho el Sirius
del futuro. Su amigo quería matar a Peter por su traición.
—¿Por
qué? —preguntó Harry, tratando de soltarse de Ron y de Hermione—. No le importó la última vez, ¿a qué no? No
le importó matar a todos aquellos muggles al mismo tiempo que a Pettigrew… ¿Qué
ocurre, se ha ablandado usted en Azkaban?
—¡Harry! —exclamó Lily mirando a su hijo—. Debes medir tus
palabras. Dejarte guiar por la ira no te traerá nada bueno.
Harry se sonrojó. Ahora comprendía lo que sentía su amigo Ron
cuando era regañado por su madre.
—Lo siento —susurró—. Lo siento mucho, Sirius —dijo mirando a su
padrino.
Sirius solo sonrió levemente y se encogió de hombros. Él no
podía hacer nada más, ya que ni el mismo sabía a ciencia cierta como era su
actuar en el futuro luego de haber estado encerrado en Azkaban.
—¡Harry!
—sollozó Hermione—. ¡Cállate!
—¡ÉL
MATÓ A MIS PADRES! —gritó Harry.
Y
haciendo un último esfuerzo se liberó de Ron y de Hermione, y se lanzó.
Había
olvidado la magia. Había olvidado que era bajito y poca cosa (Aun lo sigue siendo, se mofó Lucius. Pero al parecer
nadie le hizo caso, porque hasta Daphne siguió leyendo) y que tenía trece años, mientras que Black era un
hombre adulto y alto. Lo único que sabía Harry era que quería hacerle a Black todo el
daño posible, y que no le importaba el que recibiera a cambio.
Alastor negó con la cabeza.
—Muchacho tonto, eso no es valentía, es estupidez —gruñó el
auror.
Harry sabía que era cierto lo que le decía el auror, así que
solo asintió.
Tal
vez fuera por la impresión que le produjo ver a Harry cometiendo aquella necedad, pero Black no levantó a tiempo
las varitas. Harry sujetó por la muñeca la mano libre de Black, desviando la
orientación de las varitas. Tras propinarle un puñetazo en el pómulo, los dos cayeron hacia atrás,
contra la pared.
Hermione
y Ron gritaron. Vieron un resplandor cegador cuando las varitas que Black tenía en la mano lanzaron un
chorro de chispas que por unos centímetros no dieron a Harry en la cara (Lily suspiró aliada por eso, y agradecía internamente
que Sirius no intentara defenderse de Harry, por la actitud tan impertinente de
su hijo). Harry sintió retorcerse bajo sus dedos el brazo de Black, pero no lo soltó y golpeó con la otra mano.
Pero
Black aferró con su mano libre el cuello de Harry.
—No
—susurró—. He esperado demasiado tiempo.
Se escucharon unas exclamaciones por parte de los chicos del
futuro de otras casas, ya que ellos no sabían lo que en realidad había pasado
en la Casa de los Gritos.
—Oh, Sirius —exclamó Andrómeda—. Cada vez te incriminas más, y
aunque eres inocente, con tus palabras demuestras todo lo contrario.
—Pero no me reclames a mí, yo todavía no he hecho nada —se
defendió el ojigris.
Apretó
los dedos. Harry se ahogaba. Las gafas se le habían caído hacia un lado.
Entonces
vio el pie de Hermione, salido de no se sabía dónde. Black soltó a Harry profiriendo un alarido de dolor. Ron se
arrojó sobre la mano con que Black sujetaba la varita y Harry oyó un débil tintineo.
—Lamento haberte pateado, Sirius —se disculpó una avergonzada
Hermione, haciendo masajes a su abultado vientre—, pero es que creía que
lastimarías a Harry.
—Y yo lamento haberme arrojado sobre tu mano —dijo Ron.
—Y bueno, yo lamento no haber creído en ti al principio y luego
haberte golpeado —dijo un sonrojado Harry.
—No importa. Ustedes solo trataban de defender a su amigo, yo
también hubiera hecho lo mismo con mis amigos —dijo Sirius a Hermione y Ron—. Y
Harry, está bien, no hay problema.
Se
soltó del nudo de cuerpos y vio su propia varita en el suelo. Se tiró hacia
ella, pero…
—¡Ah!
Crookshanks
se había unido a la lucha, clavándole las zarpas delanteras
en el brazo. Harry
se lo sacudió de encima, pero Crookshanks se
dirigió como una flecha hacia la varita de Harry.
—Crookshanks siempre ha estado de la parte de
Sirius, es tan tierno —comentó Luna.
Sirius miró hacia su regazo y noto al
gato con los ojos abiertos. Le empezó a rascar detrás de las orejas y el minino
ronroneo complacido por los mimos de su amigo.
—¡NO!
—exclamó Harry, y propinó a Crookshanks un
puntapié que lo tiró a un lado
bufando. Harry recogió la varita y se dio la vuelta.
—¡Apartaos!
—gritó a Ron y a Hermione.
No
necesitaron oírlo dos veces. Hermione, sin aliento y con sangre en el labio, se hizo a un lado, recogiendo su varita y
la de Ron. Ron se arrastró hasta la cama y se derrumbó sobre ella, jadeando y con la
cara ya casi verde, asiéndose la pierna rota con las manos.
—Vaya, no lo puedo creer —dijo Sirius—. Tres chicos de trece
años me vencieron. De seguro debí haber estado muy débil.
—Sirius eres increíble —dijo Lily con sarcasmo.
—Ya lo sé, pelirroja, pero cuidado, Cornamenta se podría poner celoso
—contestó Sirius sin advertir el sarcasmo.
Lily negó con la cabeza exasperada.
Black
yacía de cualquier manera junto a la pared. Su estrecho tórax subía y bajaba con rapidez mientras veía a Harry
aproximarse muy despacio, apuntándole directamente al corazón con la varita.
—¿Vas
a matarme, Harry? —preguntó.
—Provocar al chico no te traerá nada bueno, Black —gruñó Moody.
Harry
se paró delante de él, sin dejar de apuntarle con la varita, y bajando la vista para observarle la cara. El ojo
izquierdo se le estaba hinchando y le sangraba la nariz.
—Usted
mató a mis padres —dijo Harry con voz algo temblorosa, pero con la mano firme.
Black
lo miró fijamente con aquellos ojos hundidos.
—No
lo niego —dijo en voz baja (¿Qué?, dijo Remus con
sorpresa. A lo que James dijo: ¿En verdad quieres que te maten, animal?)—.
Pero si supieras toda la historia…
—¿Toda
la historia? —repitió Harry, con un furioso martilleo en los oídos—. Los entregó a Voldemort, eso es todo lo que
necesito saber.
—Tienes
que escucharme —dijo Black con un dejo de apremio en la voz—. Lo lamentarás si no… si no comprendes…
—¿Qué te quería hacer comprender? —no pudo evitar preguntar
Sirius, ya que él se exigía a sí mismo comprender de una maldita vez que era
inocente.
—Que eras inocente, y que el traidor era alguien más —respondió
Harry.
—¿Traidor? —preguntaron Sirius y James.
—Ya no falta mucho para que se enteren de toda la verdad —dijo
Ron—. Solo tienen que ser pacientes.
Los dos merodeadores asintieron.
—Comprendo
más de lo que cree —dijo Harry con la voz cada vez más temblorosa—. Usted no la
ha oído nunca, ¿verdad? A mi madre, impidiendo que Voldemort me matara… Y usted lo hizo. Lo hizo…
Snape apretó los puños por debajo de la mesa al escuchar como su
amada Lily suplicaba al Señor Oscuro por la vida de su hijo y él sin poder
hacer nada por ayudarla.
Antes
de que nadie pudiera decir nada más, algo canela pasó por delante de Harry como un rayo. Crookshanks
saltó sobre el pecho de Black y se quedó allí, sobre su corazón. Black cerró los ojos y los volvió
a abrir mirando al gato.
Sirius miró con sorpresa al gato que tenía sobre sus piernas,
nunca se hubiera imaginado que él lo protegería. Vamos, si ni siquiera sus
padres o su hermano hubieran hecho eso por él.
—El gato te estaba protegiendo —murmuró Andrómeda con sorpresa.
—Eso parece —dijo Sirius sin saber que más decir.
—Vete
—ordenó Black, tratando de quitarse de encima al animal. Pero Crookshanks le
hundió las garras en la túnica. Volvió a Harry su cara fea y aplastada, y lo miró con sus grandes ojos amarillos (Es un gato muy particular, dijeron los gemelos Prewett).
Hermione, que estaba a su derecha, lanzó un sollozo.
Harry
miró a Black y a Crookshanks,
sujetando la varita aún con más fuerza. ¿Y qué si tenía que matar también al gato?
Era un aliado de Black… Si estaba dispuesto a morir defendiéndolo, no era asunto
suyo. Si Black quería salvarlo, eso sólo demostraría que le importaba más Crookshanks
que los padres de Harry…
Harry
levantó la varita. Había llegado el momento de vengar a sus padres. Iba a matar a Black. Tenía que matarlo. Era
su oportunidad…
Incluso los chicos del futuro estaban casi tan sorprendidos como
los mis padres de Harry al enterarse de los motivaciones asesinas del niño que
vivió.
Mi pobre hijo, pensaba Lily. Ya me
imagino lo terriblemente traicionado que se habrá sentido al creer que el
hombre frente a él había sido el culpable de la muerte de sus padre. De nuestra
muerte.
El único que no se
encontraba paciente era el director del colegio, ya que desde que conoció al
futuro hijo de los Potter se había dado cuenta de la nobleza de su corazón, por
sus acciones y sus sentimientos, y sabía que por muy enojado o defraudado que
sintiera en ese momento, él nunca hubiera asesinado a nadie.
Pasaron
unos segundos y Harry seguía inmóvil, con la varita en alto (Dumbledore sonrió levemente. Lo que creía si Harry en
verdad hubiera querido matar a Sirius, lo hubiera hecho desde el primer
momento). Black lo miraba
fijamente, con Crookshanks sobre
el pecho. En la cama en la que estaba tendido Ron se oía una respiración jadeante.
Hermione permanecía en silencio.
Y
entonces oyeron algo que no habían oído hasta entonces.
Unos
pasos amortiguados. Alguien caminaba por el piso inferior.
—Me pregunto quién será la persona que sepa de ese lugar, ya que
según sé, casi nadie sabía lo que se ocultaba dentro del Sauce boxeador —dijo
Ted—. ¡Por Merlín! Hasta para mí es una sorpresa enterarme de todo esto.
Pero los merodeadores y Snape ya sabían quién era el que estaba
subiendo a la casa: Remus Lupin. Ya que ellos eran los únicos que sabían de ese
lugar; y Snape se enteró de esa casa por una broma del propio futuro prisionero
de Azkaban.
—¡ESTAMOS
AQUÍ ARRIBA! —gritó Hermione de pronto—. ¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! ¡SIRIUS BLACK! ¡DENSE
PRISA!
Black
sufrió tal sobresalto que Crookshanks estuvo
a punto de caerse. Harry apretó la
varita con una fuerza irracional. ¡Mátalo ya!,
dijo una voz en su cabeza. Pero los pasos que subían las escaleras se oían cada vez más fuertes,
y Harry seguía sin moverse.
—Vaya, ya te habías tardado, Lunático —susurró James a su
amigo—, digo, ya era hora de que detuvieras ese problemita.
Lupin sonrió de lado.
—Solo espero haber sido de ayuda y no todo lo contrario
—respondió Remus con el mismo tono de voz de James.
La
puerta de la habitación se abrió de golpe entre una lluvia de chispas rojas y Harry se volvió cuando el profesor
Lupin entró en la habitación como un rayo. El profesor Lupin tenía la cara exangüe, y
la varita levantada y dispuesta. Miró a Ron, que yacía en la cama; a Hermione, encogida
de miedo junto a la puerta; a Harry, que no dejaba de apuntar a Black con la
varita; y al mismo Black, desplomado a los pies de Harry y sangrando.
—¡Expeliarmo!
—gritó Lupin.
La
varita de Harry salió volando de su mano. También lo hicieron las dos que sujetaba Hermione (Bueno, gracias por eso, Lunático. Aunque creo que
desarmarlos solo haría que creyeran que eres cómplice de un prófugo de la
justicia, trato de bromear Sirius. Cosa que no funciono porque eso fue
exactamente lo que Harry, Ron y Hermione creyeron). Lupin las cogió
todas hábilmente y luego penetró en la habitación, mirando a Black, que todavía tenía a Crookshanks
protectoramente encaramado en el pecho.
Harry
se sintió de pronto como vacío. No lo había matado. Le había faltado valor. Black volvería a manos de los
dementores.
Sirius no pudo evitar estremecerse ante la mención de esas
horribles criaturas.
Entonces
habló Lupin, con una voz extraña que temblaba de emoción contenida:
—¿Dónde
está, Sirius?
—Esperen un poco —dijo James—, no sé porque tengo la impresión
de que Lunático del futuro sabía que Sirius era inocente.
—¿Pero cómo lo podría saber, si todos lo creían culpable?
—preguntó Fabian Prewett, mientras su gemelo asentía.
Nadie contestó a esa pregunta, por lo que
Daphne siguió leyendo.
Harry
miró a Lupin. No comprendía qué quería decir. ¿De quién hablaba? Se volvió para mirar de nuevo a Black,
cuyo rostro carecía completamente de expresión. Durante unos segundos no se movió.
Luego, muy despacio, levantó la mano y señaló a Ron. Desconcertado, Harry se volvió
hacia el sorprendido Ron.
—Pero que tiene que ver mi hijo en todo esto —dijo una
preocupada Molly.
—No era a mí a quien señalaba en realidad —respondió Ron.
—No entendemos, querido sobrino —dijeron los gemelos Prewett.
—Es fácil de comprender —dijo Luna con voz sedosa—. Sirius Black
no señalaba a Ron, sino a Scabbers.
—¿A la rata? ¿En serio estabas
señalando a la rata? —preguntó un curioso James a Sirius—. Canuto, siento
decirte que la locura de la serpiente de Bellatrix es contagioso, yo creo que
no deberías hablarle ni siquiera para molestarla —aconsejó el jugador de
quidditch.
—James —amonestó Lily—, lo mejor será
que dejamos a la chica continuar con la lectura.
James asintió con la cabeza.
—Pero
entonces… —murmuró Lupin, mirando tan intensamente a Black que parecía leer sus pensamientos—, ¿por
qué no se ha manifestado antes? A menos que… (Remus
se sorprendió al enterarse que su yo del futuro ya sospechaba que el traidor
era Peter) —De
repente, los ojos de Lupin se dilataron como si viera algo más allá de Black,
algo que
no podía ver ninguno de los presentes— … a menos que fuera él quien... a menos que te transmutaras… sin decírmelo…
—¿Pero de que hablaban? —preguntó Ted—, no puedo comprenderlo.
De que Peter es el
traidor, quiso responder Remus,
pero no lo hizo porque ya muy pronto todos se enterarían.
Muy
despacio, sin apartar los hundidos ojos de Lupin, Black asintió con la cabeza.
—Profesor
Lupin, ¿qué pasa? —interrumpió Harry en voz alta—. ¿Qué…?
Pero
no terminó la pregunta, porque lo que vio lo dejó mudo. Lupin bajaba la varita. Un instante después, se acercó
a Black, le cogió la mano, tiró de él para incorporarlo y para que Crookshanks
cayese al suelo, y abrazó a Black, como a un hermano.
—Creo que fue un mal momento para un reencuentro entre viejos
amigos —dijo Charlie.
—En definitiva, ahora ellos sí que creerán que son cómplices
—agregó Bill.
Harry
se sintió como si le hubieran agujereado el fondo del estómago.
—¡NO
LO PUEDO CREER! —gritó Hermione.
Lupin
soltó a Black y se volvió hacia ella. Hermione se había levantado del suelo y señalaba a Lupin con ojos espantados.
—Usted…
usted…
—Hermione…
—¡…
usted y él!
—Tranquilízate,
Hermione.
—No sé tú, hermano —empezó Gideon dirigiendo a su gemelo—, pero
esos diálogos no te parecen las clásicas frases de dos enamorados.
—Sí, cuando la chico descubre a su novio siéndole infiel —aceptó
Fabian, y luego ambos hermanos sonrieron al ver a Hermione y a Remus
sonrojados, casi tan rojo como los cabellos de los Weasley.
Ginny miró a su amiga castaña de reojo y rió entre dientes al
verla sonrojada.
Por su parte Daphne observó a los Prewett con cara de pocos
amigos por la interrupción, pero luego siguió con la lectura.
—¡No
se lo dije a nadie! —gritó Hermione—. ¡Lo he estado encubriendo!
Esa frase dejo a los del pasado confundidos y preguntándose qué
era lo que Hermione no le había dicho a nadie, de que encubría a Remus.
En cambio los merodeadores si sabían de que hablaba Hermione, y
no sabían que hacer, sobre todo Remus, y ahora su sonrojo quedo en el olvido
porque una palidez cubría su rostro, ya que intuía que ese día todos se
enterarían de su secreto.
En cambio el único que sonreía abiertamente era Snape.
Sí, ahora todos sabrán el
secreto de uno de los desadaptados,
pesaba Severus.
Hermione no miraba a Remus, porque ya sabía que expresión tenía
su rostro: de puro abatimiento, enojo y vergüenza. Ella lo único que hacía era
acariciar su vientre nerviosamente, y cuando iba a disculparse con Remus, la
voz de la Slytherin la detuvo.
—¡Hermione,
escúchame, por favor! —exclamó Lupin—. Puedo explicarlo…
Harry
temblaba, no de miedo, sino de una ira renovada.
—Yo
confié en usted —gritó a Lupin, flaqueándole la voz— y en realidad era amigo de él.
—Estáis
en un error —explicó Lupin—. No he sido amigo suyo durante estos doce años, pero ahora sí… Dejadme que os lo
explique…
Daphne detuvo su lectura, y todos la miraron.
—¿Qué sucede, señorita Greengrass? —preguntó Dumbledore con
calma.
—Tal vez no deba leer esta parte —dijo la rubia—. No creo que al
profesor Lupin le gustaría que todos se enteren de su pequeño secreto.
Remus empalideció más, y a Hermione se le llenaron los ojos de
lágrimas, puesto que sabía que en ese momento ella gritaba a los cuatro vientos
el secreto de su amado esposo.
—No lo digas, Greengrass, por favor —pidió Hermione conteniendo
un sollozo.
Remus levantó la cabeza y observó a Hermione, él noto que la
chica tenía los ojos lleno de lágrimas, estaba vulnerable, incluso más que él.
¡ELLA ES NUESTRA, Y NO
PODEMOS PERMITIR QUE SE SIENTA CULPABLE! ¡ELLA NO TIENE LA CULPA DE NUESTRO
PROBLEMA!, y otra vez Remus
escuchó la voz fiera de su lobo interior, pero lo que más lo dejo anonadado fue
escuchar nuevamente que Hermione era suya.
El momento ha llegado, se dijo Remus.
—Sigue leyendo, por favor —dijo Remus con voz resignada.
Al instante sus amigos hablaron a la vez.
—Pero Remus…
—Ya es el momento —volvió a hablar Lupin, y Hermione sollozo.
Daphne haciendo caso a Remus continuo con la lectura.
—¡NO!
—gritó Hermione—. Harry, no te fíes de él. Ha ayudado a Black a entrar en el castillo. También él quiere
matarte. ¡Es un hombre lobo!
Todos se quedaron en silencio ante tal información, algunos
sorprendidos, otros con temor, otros enojados —menos Snape, puesto que estaba
tan sonriente que parecía que la Navidad se le había adelantado— los chicos del
futuro estaban serenos, ellos ya sabían eso, pero aun así, eso no evitaba que
James y Sirius sintieran cierto enojo hacia Hermione, ellos que tanto habían
guardado el secreto de su amigo y la chica lo decía sin más.
—Lo siento, Remus —dijo Hermione con voz titubeante, pero antes
de que el aludido pudiera decir algo, se escuchó que alguien se levantaba de su
banca.
—¡¿QUÉ COSA?! —vociferó Lucius, mirando con asco a Lupin, y para
luego dedicarle una mirada asesina a Dumbledore—. ESTÁ LOCO, ACEPTO A UNA
BESTIA EN LA ESCUELA, Y NO SOLO SE CONFORMO CON ESO, LUEGO LO PUSO COMO
PROFESOR. COMO PROFESOR DE UN MALFOY —señaló a su hijo, el cual lo miraba con
cierta exasperación—. HARÉ QUE CIERREN ESTE MALDITO COLEGIO…
—¡YA CIERRA LA BOCA, MALFOY! —gritaron James y Sirius, ya de pie
y con apuntándolo con las varitas.
Crookshanks estaba en el suelo bufando después de que Sirius se parara sin tener
consideración con él.
—Señores, guarden la calma, por favor
—dijo Dumbledore serenamente.
—¿CALMA? ¿CÓMO SE PUEDE TENER CALMA
DESPUÉS DE ESTO? —gritó Lucius.
—¡Cállate, padre! —dijo Draco.
Narcissa se indignó al escuchar a su hijo—. ¿Quieres dejar de hacer tanto
drama? Ni que tuvieras enterado que Greyback nos daba clases —ante ese nombre
Remus se sintió enfermo. Y a Parvati se le llenaron los ojos de lágrimas al
recordar que su amiga fue asesinada por esa bestia—. ¿No te das cuenta? Solo es
Lupin, y él no mataría ni una mosca.
James y Sirius se quedaron sorprendidos,
ya que Draco Malfoy a su manera había defendido a su amigo.
—Lo siento mucho, Remus —Hermione se
volvió a disculpar—. Todo esto es mi culpa —y soltó otro sollozo.
—No es tu culpa, Hermione. Tú no
tienes la culpa de que yo sea un licántropo —dijo Remus, consolando a la chica.
—Además no sé porque hacen tanto
drama por eso —dijo Alice—, yo ya lo sabía.
—Y yo —dijo Frank levantando una
mano, como si fuera a responder una pregunta.
—¿Ustedes lo sabían? —preguntó Remus
con vergüenza, y sorpresa, porque en ningún momento Frank y Alice se alejaron
de él o lo trataron mal, o en el peor de los casos le contaron a alguien.
—Sí —contestaron los esposos
Longbottom—. Lo descubrimos porque siempre que te “enfermabas” era cerca de la
luna llena.
—Bueno, yo lo sospechaba —dijo
tranquilamente Andrómeda.
—Y a mí no me importa lo que seas
—agregó Ted.
—Yo también lo sabía —confesó Lily—.
Y no, no me lo dijo James, lo supe desde tercer curso, pero no se lo dije a
nadie, ni siquiera a ti —agregó cuando Remus le iba a preguntar si él se lo
había contado.
Ante las palabras de Lily, Snape se
le borró la sonrisa y se sintió enojado, como era posible que su amada
pelirroja no le diera importancia a la atrocidad que era Remus Lupin.
—Y por supuesto que nosotros lo
sabemos —dijeron los chicos del futuro.
—No te sientas mal, Remus —dijo
Harry—, nosotros no te juzgamos. Te aceptamos como eres.
—Por supuesto —dijo Ginny.
—Nosotros no lo sabíamos —dijeron los
gemelos Prewett—, pero que genial —sonrieron como si hubieran descubierto una mina
de oro.
—¿Genial? —preguntó Remus sin poder
comprender que tenía de genial ser un hombre lobo, ya que sufrir de dolores
días antes de la luna llena y luego los dolores de la transformación no era
para nada genial.
—No les hagáis caso, Remus —dijo Bill—,
al parecer mis tíos son igual de raros que Fred y George —los aludidos pusieron
cara de ofendidos—. Y por supuesto, yo no te guzgo, ya que yo también soy un
poco hombre lobo —el pelirrojo se llevó una mano a las cicatrices que tenía en
el rostro.
Molly contuvo un grito.
—¿Qué dices? —le preguntó Arthur, mirando a su hijo mayor con
tristeza.
—Me ataco Greyback, pero no paso a mayores, ya luego se
enteraran de eso —dijo Bill, quitándole importancia al asunto.
Lucius observó a Bill de la misma manera que miró a Remus.
—NO DESCANSARÉ HASTA CERRAR ESTE COLEGIO —volvió a decir Lucius,
sin ocultar su aversión por Remus y Dumbledore por permitir que él entrara en
Hogwarts.
—Cálmese, señor Malfoy o me veré obligado en desalojarlo de esta
sala —dijo Dumbledore, hablando seriamente—. Por favor, señorita Greengrass
continúe —pidió.
Se
hizo un vibrante silencio. Todos miraban a Lupin, que parecía tranquilo, aunque estaba muy pálido.
—Estás
acertando mucho menos que de costumbre, Hermione —dijo—. Me temo que sólo una de tres. No es verdad que
haya ayudado a Sirius a entrar en el castillo, y te aseguro que no quiero matar a Harry…
—Se estremeció visiblemente—. Pero no negaré que soy un hombre lobo.
Ron
hizo un esfuerzo por volver a levantarse, pero se cayó con un gemido de dolor. Lupin se le acercó preocupado, pero Ron
exclamó:
—¡Aléjate
de mí, licántropo!
Remus se sintió terriblemente incomodo, a pesar de que tenía que
estar acostumbrado a ese tipo de reacciones luego de que supieran lo que él
era.
—Lo siento, Remus —se disculpó Ron, el cual tenía las orejas
rojas—. Pero estaba asustado.
—Descuida, no hay problema, Ron —dijo Remus sin sentir molestia
con el pelirrojo.
—Tan sutil como siempre, hermano —ironizaron los gemelos
Weasley.
Lupin
se paró en seco. Y entonces, con un esfuerzo evidente, se volvió a Hermione y le dijo:
—¿Cuánto
hace que lo sabes?
—Siglos
—contestó Hermione—. Ya lo sospechaba, pero lo confirme desde que hice el
trabajo para el profesor Snape.
—¡Maldito, Quejicus! —dijeron James y Sirius—. Siempre metiendo
tu narizota donde no te importa.
Snape solo sonrió arrogantemente, ya que por lo menos algún
alumno había descubierto lo que era Lupin, aunque ese alguien fuera la molesta
amiga de Potter.
—Estará
encantado —dijo Lupin con poco entusiasmo—. Os puso ese trabajo para que alguno de vosotros se percatara de
mis síntomas. ¿Comprobaste el mapa lunar y te diste cuenta de que yo siempre estaba
enfermo en luna llena? ¿Te diste cuenta de que el boggart se transformaba en luna al
verme?
—Eso era muy obvio, pero nadie le prestó atención a ese detalle
—dijo Seamus.
—Hermione sí —dijo Dean.
—Las
dos cosas —respondió Hermione en voz baja.
Lupin
lanzó una risa forzada.
—Nunca
he conocido una bruja de tu edad tan inteligente, Hermione.
—No
soy tan inteligente —susurró Hermione—. ¡Si lo fuera, le habría dicho a todo el mundo lo que es usted!
—Ya
lo saben —dijo Lupin—. Al menos, el personal docente lo sabe.
—¿Dumbledore
lo contrató sabiendo que era usted un licántropo? —preguntó Ron con voz ahogada—. ¿Está loco?
—¡Ronald Weasley! —regañó Molly, a lo que el pelirrojo solo
atino a sonreír inocentemente.
—A decir verdad algunas personan aseguran que estoy loco —dijo
Dumbledore como si hablara del clima—, y hay veces en las que yo mismo lo creo.
Ante esa respuesta todos miraran con sorpresa al director.
—Albus, ¿qué dices? —espetó la profesora McGonagall, con el ceño
levemente fruncido.
—Lo que todos dicen —respondió quitándole importancia al asunto.
—Hay
profesores que opinan que sí —admitió Lupin—. Le costó convencer a ciertos profesores de que yo era de
fiar.
Las miraras de James, Sirius y algunos chicos del futuro fueron
dirigidos a Snape.
—Quejicus —dijeron los dos animagos.
—¡Y
ESTABA EN UN ERROR! —gritó Harry—. ¡HA ESTADO AYUDÁNDOLO TODO ESTE TIEMPO!
Señalaba
a Black, que se había dirigido hacia la cama adoselada y se había echado encima, ocultando el rostro con mano
temblorosa. Crookshanks saltó
a su lado y se subió
en sus rodillas ronroneando. Ron se alejó, arrastrando la pierna.
—No
he ayudado a Sirius —dijo Lupin—. Si me dejáis, os lo explicaré. Mirad… —Separó
las varitas de Harry, Ron y Hermione y las lanzó hacia sus respectivos dueños. Harry cogió la suya asombrado—.
Ya veis —prosiguió Lupin, guardándose su propia varita en el cinto—. Ahora
vosotros estáis armados y nosotros no. ¿Queréis escucharme?
—Ya era hora que alguien actuara con cordura —comentó
McGonagall.
—Eso me sonó a insulto, Cornamenta —dijo Sirius a James.
—Shh —susurró James—, o Minnie nos regañara, recuerda que aún
nos tiene jurada un buen regaño y castigo por ser animagos ilegales.
Harry
no sabía qué pensar. ¿Sería un truco?
—Si
no lo ha estado ayudando —dijo mirando furiosamente a Black—, ¿cómo sabía que se encontraba aquí?
—Pues por el mapa —respondieron los merodeadores.
—Cierto —dijeron los gemelos Prewett.
—Por
el mapa —explicó Lupin—. Por el mapa del merodeador. Estaba en mi despacho examinándolo…
—¿Sabe
utilizarlo? —le preguntó Harry con suspicacia.
—Es uno de los creadores, como no podría saber utilizarlo
—dijeron los gemelos Weasley.
—Pero nadie sabía eso en ese momento, Fred, George —dijo Ginny.
—Buen punto —contestaron sus hermanos.
—Por
supuesto —contestó Lupin, haciendo con la mano un ademán de impaciencia—. Yo
colaboré en su elaboración. Yo soy Lunático… Es el apodo que me pusieron mis amigos en el colegio.
—¿Usted
hizo…?
—Lo
importante es que esta tarde lo estaba examinando porque tenía la idea de que tú, Ron y Hermione intentaríais salir
furtivamente del castillo para visitar a Hagrid antes de que su hipogrifo fuera ejecutado. Y
estaba en lo cierto, ¿a que sí? —Comenzó a pasear sin dejar de mirarlos,
levantando el polvo con los pies—. Supuse que os cubriríais con la vieja capa de tu
padre, Harry.
—¿Cómo
sabe lo de la capa?
—La cantidad de veces que usamos esa capa —dijo Sirius.
—Sobre todo para hacer bromas e ir a las cocinas de madrugada
—agregó James.
—¡La
de veces que vi a James desaparecer bajo ella! —dijo Lupin, repitiendo el ademán de impaciencia (Tantas veces que
sería imposible contarlas, dijo Sirius)—. Que llevéis una capa invisible
no os impide aparecer en el mapa
del merodeador. Os vi cruzar los terrenos del colegio y entrar en la cabaña de Hagrid. Veinte minutos más tarde
dejasteis a Hagrid y volvisteis hacia el castillo. Pero en aquella ocasión os acompañaba
alguien.
—¿Cómo? —preguntó Alice.
—Pero, ¿quién más lo acompañan? —preguntó Frank, pensativo—,
excepto la rata.
Harry, Ron y Hermione se miraron.
—¿Qué
dice? —interrumpió Harry—. Nada de eso. No nos acompañaba nadie.
—No
podía creer lo que veía —prosiguió Lupin, todavía paseando, sin escuchar a Harry—. Creía que el mapa estaría
estropeado (El mapa fue nuestra creación más
perfecta, no podría estar estropeado, dijo arrogantemente Sirius, mientras que
James asentía). ¿Cómo podía estar con vosotros?
—¡No
había nadie con nosotros!
—Y
entonces vi otro punto que se os acercaba rápidamente, con la inscripción «Sirius Black». Vi que chocaba con
vosotros, vi que arrastraba a dos de vosotros hasta el interior del sauce boxeador.
—¡A
uno de nosotros! —dijo Ron enfadado.
—No,
Ron —dijo Lupin—. A dos.
—Esperen —dijo Ted—, no te estarías refiriendo a la rata,
¿verdad? —preguntó a Remus.
—Creo que sí —respondió el hombre lobo. Aunque no es una rata en realidad, pensó. Unas miradas curiosas se posaron en él—, pero
lo mejor será que sigamos escuchando la lectura.
Dejó
de pasearse y miró a Ron.
—¿Me
dejas echarle un vistazo a la rata? —dijo con amabilidad.
—¿Qué?
—preguntó Ron—. ¿Qué tiene que ver Scabbers en
todo esto?
—Todo
—respondió Lupin—. ¿Podría echarle un vistazo, por favor?
—Eso es una locura, porque tanta importancia a una rata —dijo
Alice.
—Créeme, mamá, tiene mucho que ver —dijo Neville.
Automáticamente Sirius miró a Crookshanks, el cual ahora estaba en el regazo de Remus, ya que el minino estaba
ofendido por la manera en que el animago se paró de su banca sin tener
consideración con él.
—La rata —susurró Sirius—, ¿pero que
tanto mal podría hacer una simple rata? —se preguntó.
Ron
dudó. Metió la mano en la túnica. Scabbers salió
agitándose como loca. Ron tuvo
que agarrarla por la larga cola sin pelo para impedirle escapar. Crookshanks, todavía en las rodillas de Black, se
levantó y dio un suave bufido.
Los del pasado —excepto Remus— no entendían todavía nada de lo
que estaban escuchando, y que tenía que ver Scabbers en todo el problema.
Lupin
se acercó más a Ron. Contuvo el aliento mientras examinaba detenidamente a Scabbers.
—¿Qué?
—volvió a preguntar Ron, con cara de asustado y manteniendo a Scabbers junto
a él—. ¿Qué tiene que ver la rata en todo esto?
—No
es una rata —graznó de repente Sirius Black.
—¿Qué
quiere decir? ¡Claro que es una rata!
—No
lo es —dijo Lupin en voz baja—. Es un mago.
—Un
animago —aclaró Black— llamado Peter Pettigrew.
Todos se quedaron en silencio por lo que acababan de escuchar,
sobre todo porque se suponía que Sirius había matado a Peter Pettigrew.
—¿Qué? —dijo Lily—, pero no se supone que… —se detuvo, ya que no
podía seguir hablando porque una corazonada le decía que Peter había hecho algo
malo.
—Mierda —dijo Sirius, y ahora la profesora McGonagall no lo
regaño porque ella también se había quedado muda ante lo último que había
escuchado—. Eso quiere decir que… —Remus asintió ante el descubrimiento de su
amigo— ¡Maldita sea! —gritó Sirius golpeando la mesa con su puño cerrado. Y
luego se para de golpe y empezó a caminar hacia la puerta.
—Señor Black, deténgase —dijo Dumbledore, pero el animago no lo
escucho.
Sirius se sentía tan enojado, traicionado, con ganas de matar y
con tristeza, porque Peter era su amigo, era como su hermano, al igual que
James y Remus. Pero al parecer nada de eso le importo a Peter porque los vendió
a ese ser tan despreciable con delirios de pureza.
—Sirius, por favor no sigas —dijo Hermione, mientras que Harry
iba tras su padrino.
—No me pidas que me detenga, castaña —graznó Sirius—. Tengo que
matarlo, ahora sí que lo mataré.
—Recuerda que aún no ha hecho nada —dijo Harry tratando de
razonar con Sirius.
—Sí, y nada sucederá porque antes lo mataré —dijo el ojigris.
Pero antes de que Sirius pudiera tomar el pomo de la puerta el
gritó de Lily llamando a su amigo, lo detuvo.
—James —dijo—. ¿Qué le pasa? —y al ver que su amigo estaba como
si le hubiera lanzado un hechizo de petrificación, regreso a su lado, y Harry
lo siguió—. ¿Qué le paso?
—No lo sé —dijo Lily—. Creo que le ha impactado la noticia.
—Tal vez deberíamos parar todo —dijo Remus, mirando con
preocupación a su amigo.
—Colagusano no nos traiciono, ¿verdad? —dijo James en un susurró,
reaccionando por fin.
Nadie contestó, cosa que a James le confirmo lo que había
entendido.
—¡ES UN MALDITO! —gritó James—. ¡TENGO QUE MATARLO!
—Lo mataremos juntos, Cornamenta —dijo Sirius—. ¿Qué dices tú,
Lunático? —preguntó mirando a su amigo castaño.
—Creo que será lo mejor —respondió Lupin, con la voz impregnada
de dolor.
Hermione contuvo el aliento al escuchar lo que decía su esposo.
—¡NINGUNO DE LOS TRES HARÁ NADA! —dijo Lily alzando la voz.
—Pero que dices, Lily, por culpa de ese traidor moriremos y no
podremos cuidar de Harry —dijo James al borde de la desesperación.
—Y lo evitaremos, ahora que sabemos cómo sucedieron las cosas,
lo evitaremos. Pero antes tenemos que tranquilizarnos.
—¿Cómo nos pides que nos tranquilicemos cuando ese cretino está
muy feliz de la vida allá afuera? —gruñó Sirius.
—La señorita Evans tiene razón, señores. Nada bueno resultara
tomar la justicia por sus propias manos, ya que el señor Pettigrew aún es
inocente y si ustedes lo matan lo único que consiguieran será una larga
estancia en Azkaban —dijo Dumbledore con seriedad—. Así que por favor, les pido
que todos vuelvan a sus lugares.
Pasaron unos minutos y nadie se movía de donde estaban, pero
luego de pensarlo detenidamente, poco a poco todos volvieron a sus lugares, pero
eso no quería decir que los merodeadores no tuvieran ganas de acabar con
Pettigrew en ese momento por destruir su amistad.
Por su parte Lucius Malfoy estaba disfrutando a lo grande la
desgracia de los traidores a la sangre.
¿Quién lo hubiera dicho,
Pettigrew abandono a sus estúpidos amigos para seguir al Lord?, pensaba Lucius.
Pero por otro lado, Snape también quería matar a Pettigrew
porque por su culpa Lily moriría.
Maldito. Pero si los
idiotas de Potter, Black y Lupin se contienen, yo no, y apenas pueda salir de
esta sala, mataré a Pettigrew con mis propias manos, pensaba Snape.
—Bien. Muchas gracias por leer, señorita Greengrass —dijo
Dumbledore.
Nota:
Hola a todas mis queridas lectoras, antes que nada quisiera disculparme con ustedes por demorar más de un mes en actualizar, pero es que estado con mucho trabajo, y recién me doy un tiempo para escribir y subir el nuevo capítulo.
Espero que lo disfruten y que sea como lo hayan esperado.
Ah, y si son peruanas como yo, les deseo unas
¡Felices Fiestas Patrias!