El siguiente en leer fue Ted Tonks.
—“El vasallo de lord
Voldemort” —leyó Ted, pero pronuncio con cierto temor el nombre del mago
oscuro. Y algunos chicos del pasado se sintieron un estremecimiento al escuchar
tal nombre.
Todos pusieron atención a la lectura, expectantes a las nuevas
verdades que descubrirían.
Hermione
dio un grito. Black se puso en pie de un salto. Harry saltó también como si
hubiera recibido una descarga eléctrica.
—He
encontrado esto al pie del sauce boxeador —dijo Snape, arrojando la capa a un
lado y sin dejar de apuntar al pecho de Lupin con la varita—. Muchas gracias,
Potter, me ha sido muy útil.
—¿Qué? ¿Te atreviste a tocar mi apreciada capa, Quejicus?
—exclamó James dedicando una de sus peores miradas a Snape—. Esa capa ha pasado
de generación en generación a los Potter… y tú…
Snape sonrió socarronamente.
—Hay que mandar a lavar tu capa, Cornamenta, de seguro te la
dejo llena de grasa —dijo Sirius tan enojado como James, ya que esa capa de
invisibilidad era un gran tesoro para los merodeadores.
Estaba vez Snape miró con desdén a los dos pelinegros.
—¡Ya basta! No vayan a empezar una discusión estúpida solo por
quien usa la capa —dijo Harry, ya aburrido de las discusiones de los
merodeadores y Snape.
—¿Lo estas defendiendo? —lo acusó Sirius.
—No defiendo a nadie, solo les pido que no vayan a empezar
nuevamente —dijo el ojiverde sobándose la sien.
Y para sorpresa de todos James y Sirius hicieron caso a Harry, y
no provocaron a Snape.
Snape
estaba casi sin aliento, pero su cara rebosaba sensación de triunfo.
—Tal
vez os preguntéis cómo he sabido que estabais aquí —dijo con los ojos
relampagueantes—. Acabo de ir a tu despacho, Lupin. Te olvidaste de tomar la
poción esta noche, así que te llevé una copa llena (La luna llena, mi peor enemiga, pensaba
Remus con pesar). Fue una suerte. En tu mesa había cierto mapa. Me bastó
un vistazo para saber todo lo que necesitaba. Te vi correr por el pasadizo.
—¡Por Merlín, Lunático! —exclamaron James y Sirius.
—¿Cómo se te ocurrió dejar nuestro preciado mapa abierto a la
vista de todos? —le reclamó Sirius.
Remus miró contrariado a sus amigos.
—Pues supongo que ver a Peter —el licántropo menciono el nombre
de su ex amigo con amargura—, cuando supuestamente estaba muerto, me impresiono
tanto olvide todo lo demás.
Ya ninguno de los dos merodeadores pelinegros reclamo nada al
castaño.
—Severus…
—comenzó Lupin, pero Snape no lo oyó.
—Le
he dicho una y otra vez al director que ayudabas a tu viejo amigo Black a
entrar en el castillo, Lupin. Y aquí está la prueba. Ni siquiera se me ocurrió
que tuvierais el valor de utilizar este lugar como escondrijo.
—Imbécil —murmuró James apretando los puños.
—Te
equivocas, Severus —dijo Lupin, hablando aprisa—. No lo has oído todo. Puedo
explicarlo. Sirius no ha venido a matar a Harry.
—No creo que quiera escucharte, Remus —dijo Fabian.
—Y menos creo que le importe la vida de Harry —ahora hablo
Gideon.
Harry observó a su huraño y sarcástico profesor de pociones, y
este al notar su mirada, le regreso una de desdén. El pelinegro dejo de mirarlo
para no provocar un comentario mal intencionado de Snape y una futura pelea con
su padre y padrino.
Todos estábamos tan
equivocados contigo, pensó Harry.
—Dos
más para Azkaban esta noche —dijo Snape, con los ojos llenos de odio—. Me
encantará saber cómo se lo toma Dumbledore. Estaba convencido de que eras
inofensivo, ¿sabes, Lupin? Un licántropo domesticado…
Hermione miró al profesor Snape con molestia, mientras que por
su parte James y Sirius estaban a punto de sacar sus varitas y atacar a Snape.
Ya que ahora no solo quería volver a encarcelar a Sirius sino también quería
encarcelar a Remus.
Remus negó con la cabeza cuando noto a James sacando su varita.
—No vale la pena, James —le dijo.
—Pero…
—Espera un poco, tal vez se soluciona todo —dijo Remus.
—Solo un poco —dijo Sirius entrando a la conversación.
Remus asintió.
—Idiota
—dijo Lupin en voz baja—. ¿Vale la pena volver a meter en Azkaban a un hombre
inocente por una pelea de colegiales?
¡PUM!
Del
final de la varita de Snape surgieron unas cuerdas delgadas, semejantes a
serpientes, que se enroscaron alrededor de la boca, las muñecas y los tobillos
de Lupin. Este perdió el equilibrio y cayó al suelo, incapaz de moverse (El profesor Snape
puede que siempre estuvo de parte de Harry, pero en situaciones como esas me
dan ganas de patearle el trasero, pensaba Hermione). Con un rugido
de rabia, Black se abalanzó sobre Snape, pero Snape apuntó directamente a sus
ojos con la varita.
—Dame
un motivo —susurró—. Dame un motivo para hacerlo y te juro que lo haré.
Snape sonrió, en verdad estaba disfrutando tener en sus manos a
Sirius Black.
—¡Maldito, Quejicus! —gruñó Sirius—. Si hubiera tenido una
varita en ese momento no la contabas.
—Yo que tú no estaría tan seguro —respondió Snape—. Además,
perro que ladra no muerde.
Sirius se paró de golpe, y saco su varita.
—Pues te tengo noticias, Quejicus, este perro no solo ladra,
también muerde —dijo Sirius. James y Remus se pararon a sus flancos.
—Y sí que muerde —murmuró Ron.
—¡Basta, señores! Les ordeno que sienten, ¡ahora! —ordenó
McGonagall—. O me obligaran a castigarlos, recuerden que aun soy su profesora.
Los merodeadores se miraron, luego asintieron y se sentaron.
—Ya me las pagarás, Quejicus —amenazó Sirius.
Snape ignoró a los merodeadores, pero mentalmente se reía de
ellos.
Al ver a todos sentados, Ted continúo leyendo.
Black
se detuvo en seco. Era imposible decir qué rostro irradiaba más odio. Harry se
quedó paralizado, sin saber qué hacer ni a quién creer. Dirigió una mirada a
Ron y a Hermione. Ron parecía tan confundido como él, intentando todavía
retener a Scabbers.
Hermione, sin embargo, dio hacia Snape un paso vacilante y dijo casi sin
aliento:
—Profesor
Snape, no… no perdería nada oyendo lo que tienen que decir; ¿no cree?
—Mala idea, Hermione —dijo Fred negando con la cabeza—,
terminaras mal parada.
—Tienes razón, Fred —dijo George—, no importa lo que Snape haya
hecho, él siempre será una…
—No digas nada más, George Weasley —lo regañó Ginny, y este al
instante le hizo caso, ya que la mirada de su hermana menor era igual a la que
le dedicaba su madre cuando lo regañaba y aunque no lo dijera en voz alta lo
asustaba.
Pobre Harry. Ginny es mi
hermana y la quiero, pero eso no quiere decir que no compadezca a quien se case
con ella, porque tiene un carácter, incluso peor que el de mi madre, pensaba George.
—Señorita
Granger; me temo que va a ser expulsada del colegio —dijo Snape—. Tú, Potter y
Weasley os encontráis en un lugar prohibido, en compañía de un asesino escapado
y de un licántropo. Y ahora te ruego que, por una vez en tu vida, cierres la
boca.
—Sí, la señora Granger y los señores Potter y Weasley se
encuentran en un lugar prohibido —aceptó McGonagall—, pero repruebo
absolutamente su traro para con los alumnos, señor Snape —el aludido hizo un
gesto de molestia que no pasó desapercibido para la profesora—. Me preguntó
cómo fue que le permitieron dar clases.
James y Sirius sonrieron con burla a Snape.
—Pero
si… si fuera todo una confusión…
—¡CALLATE,
IMBÉCIL! —gritó de repente Snape, descompuesto—. ¡NO HABLES DE LO QUE NO
COMPRENDES! —Del final de su varita, que seguía apuntando a la cara de Black,
salieron algunas chispas. Hermione guardó silencio, mientras Snape proseguía—.
La venganza es muy dulce —le dijo a Black en voz baja—. ¡Habría dado un brazo
por ser yo quien te capturara!
—¿Ah sí? —dijo Sirius sonriendo sin diversión alguna—. Pues que
bien, Quejicus, lo hubieras dicho antes… yo con gusto te los arrancaré —dijo
parándose.
—Siéntese, Black —le ordenó McGongall.
—Pero, profesora, yo solo le daré lo que tanto pide —dijo
inocentemente Sirius.
—No lo vuelvo a repetir, señor Black —dijo la profesora con el
ceño fruncido y los labios rectos.
—Eres
tú quien no comprende, Severus —gruñó Black—. Mientras este muchacho meta su
rata en el castillo —señaló a Ron con la cabeza—, entraré en él sigilosamente.
—¿En
el castillo? —preguntó Snape con voz melosa—. No creo que tengamos que ir tan
lejos. Lo único que tengo que hacer es llamar a los dementores en cuanto
salgamos del sauce. Estarán encantados de verte, Black… Tanto que te darán un
besito, me atrevería a decir…
Lily miró fijamente a Snape, sin ocultar su enojo. La pelirroja
no podía entender la crueldad de su ex amigo, ¿por qué el Snape del futuro no
escuchaba las palabras de su hijo o Hermione? Si tan solo escuchará, podría
salvar la vida de un hombre inocente.
Snape al detectar la mirada de Lily borró su sonrisa de dicha y
bajo la mirada, el futuro profesor de pociones no soportaba esa mirada de la
pelirroja, podía soportar la peor de las torturas, pero no el desprecio de
Lily.
El
rostro de Black perdió el escaso color que tenía.
—Tienes
que escucharme —volvió a decir—. La rata, mira la rata…
Pero
había un destello de locura en la expresión de Snape que Harry no había visto
nunca. Parecía fuera de sí.
¿Destello de locura?, repitió mentalmente Snape. Casi
parece que estuvieran describiendo a Bellatrix y no a mí.
—Vamos
todos —ordenó. Chascó los dedos y las puntas de las cuerdas con que había atado
a Lupin volvieron a sus manos—. Arrastraré al licántropo. Puede que los
dementores lo besen también a él.
James, Sirius e inclusive la mismísima Lily se pararon
dispuestos a atacar a Snape.
—¡No! —dijo Remus con firmeza—. ¡No lo hagan!
—Pero, Remus… Quejicus se merece que… —alegó James.
—Ya lo sé, pero eso aún no sucede, no pueden atacar a Snape por
algo que todavía no ha hecho.
—No te comprendo, Lunático, por poco que eso yo ya lo habría
matado —rezongó Sirius.
—Por favor siéntense —pidió amablemente a sus amigos. Lily le
sonrió sintiéndose orgullosa de la madurez de su amigo y se sentó nuevamente,
pero James y Sirius compartieron una mirada cómplice, luego miraron a Snape con
furia y finalmente se sentaron.
Snape se quedó anonadado por unos segundos, ya que no creyó que
Lupin lo defendiera, pero luego se sintió ira, ira contra los merodeadores y
contra el mismo, porque por su actitud de su yo del futuro lo único que
conseguía era que Lily lo detestara.
Hermione
se quedó estática, con una expresión horrorizada al escuchar las palabras de
Snape. Y sin saber lo que hacía, Harry cruzó la habitación con tres zancadas y
bloqueó la puerta.
—Quítate
de en medio, Potter. Ya estás metido en bastantes problemas —gruñó Snape—. Si
no hubiera venido para salvarte…
—No creo que haya pasado nada malo —dijo Dean—, porque de haber
querido el profesor Lupin hacerle daño, ya lo habría hecho.
—Sí, pero el profesor Snape no lo sabía y tampoco creo que le
importaría mucho —aportó Seamus. Su amigo asintió conociendo el actuar de su ex
profesor de pociones.
—El
profesor Lupin ha tenido cientos de oportunidades de matarme este curso
—explicó Harry—. He estado solo con él un montón de veces, recibiendo clases de
defensa contra los dementores. Si es un compinche de Black, ¿por qué no acabó
conmigo?
—No
me pidas que desentrañe la mente de un licántropo —susurró Snape—. Quítate de
en medio, Potter.
—Imbécil —dijo por lo bajo Sirius—. Lunático siempre fue mucho
mejor que tú, Quejius. Es por eso que le tienes envidia, ¿verdad?
Snape no respondió solo le dedico una sonrisa cargada de
sarcasmo.
—¡DA
USTED PENA! —gritó Harry—. ¡SE NIEGA A ESCUCHAR SÓLO PORQUE SE BURLARON DE
USTED EN EL COLEGIO!
Lily negó con la cabeza. Que su hijo le hablara de esa manera a
Snape solo le traería más problemas.
—Heredo la impulsividad de ti —dijo por lo bajo Lily a James.
—Combinado con tu carácter —agregó James—. Hemos creado un arma
mortal —sonrió. A pesar de que él también sabía que las palabras de su hijo lo
metería en problemas estaba orgulloso de él, de su valentía de enfrentar a un
enemigo que también era su profesor.
Sirius le sonrió a su futuro ahijado aprobando su forma de
actuar.
Mientras que sus demás compañeros estaban sorprendidos del
actuar de Harry, ya que ninguno de ellos se habría atrevido a hablarle de ese
modo a su temido profesor, ni siquiera los alumnos de su casa.
—Ahora comprendo porque Snape bajaba puntos y castigaba
constantemente a Harry —comentó Angelina a George.
Este asintió, y se quedó mirando por unos segundos a la chica
junto a él. Hasta que la risa de Fred lo saco de su ensoñación.
—¡SILENCIO!
¡NO PERMITIRÉ QUE ME HABLES ASÍ! —chilló Snape, más furioso que nunca—. ¡De tal
palo tal astilla, Potter! ¡Acabo de salvarte el pellejo, tendrías que
agradecérmelo de rodillas! ¡Te estaría bien empleado si te hubiera matado! (Lily le dedicó una mirada sombría a Snape, y este
nuevamente bajo la mirada, al no poderle sostener la mirada a la pelirroja.
Pero ni siquiera la actitud de Snape hizo que Lily dejara de mirar; a la
pelirroja le reventaba que se metieran con su hijo) Habrías muerto como
tu padre, demasiado arrogante para desconfiar de Black. Ahora quítate de en
medio o te quitaré yo. ¡APARTATE, POTTER!
—¡SIRIUS ES INOCENTE! —gritó Snape—. Y por supuesto que confío
en él.
Sirius sintió alegría al escuchar que su amigo siempre confiaba
en él, dijeron lo que dijeran de su persona.
Harry
se decidió en una fracción de segundo. Antes de que Snape pudiera dar un paso
hacia él había alzado la varita.
—¡Expeliarmo!
—gritó.
La sorpresa invadió a todos los del pasado, ya que una cosa era
que le hablara de mal modo a su profesor, pero otra muy distinta era que lo
atacara.
Por su parte James y Sirius sonreían orgullosos a Harry.
—¡Bien hecho! —lo felicitaron.
Harry sonrió y negó con la cabeza.
Pero
la suya no fue la única voz que gritó. Una ráfaga de aire movió la puerta sobre
sus goznes. Snape fue alzado en el aire y lanzado contra la pared. Luego
resbaló hasta el suelo, con un hilo de sangre que le brotaba de la cabeza.
Estaba sin conocimiento.
Rápidamente las miradas no solo fueron dirigidas a Harry, sino
también a Ron y Hermione; el pelirrojo sonrió forzadamente al notar la mirada
seria de su madre, mientras que Hermione se sonrojó.
—¿Hasta para eso están sincronizados? —preguntaron los gemelos
Prewett, ya habiendo escuchado antes sobre su actuar a la par de los tres chicos.
—En realidad no lo pensamos, y cuando menos lo esperamos… ¿ya
sabes? —dijo Ron.
Por su parte Snape observaba al trío de amigos con molestia.
Suficiente tengo con el
padre y sus estúpidos amigos, como ahora también tener que soportar a su hijo y
sus amiguitos, pensaba Snape.
Harry
miró a su alrededor. Ron y Hermione habían intentado desarmar a Snape en el
mismo momento que él. La varita de Snape planeó trazando un arco y aterrizó
sobre la cama, al lado de Crookshanks.
—No
deberías haberlo hecho —dijo Black mirando a Harry—. Tendrías que habérmelo
dejado a mí…
Sirius sonrió socarronamente,
—Aunque debo reconocer que ustedes lo hicieron mejor que yo
—dijo Sirius a su futuro ahijado, ron y Hermione.
—Nunca fue mi intención atacar a un profesor, ni siquiera a
Snape que en ocasiones era un poco molesto —aclaró Hermione.
Y Ron dijo por lo bajo:
—¿Qué Snape era un poco molesto en lagunas ocasiones? Yo diría
que siempre era muy molesto.
—Bueno, no fue tu intención, Hermione, pero lo hiciste muy bien
—dijo James con tono de alago a la castaña.
Después de esa pequeña conversación, se quedaron en silencio y
Ted continuo con la lectura.
Harry
rehuyó los ojos de Black. No estaba seguro, ni siquiera en aquel momento, de
haber hecho lo que debía.
—¡Hemos
agredido a un profesor…! ¡Hemos agredido a un profesor…! —gimoteaba Hermione,
mirando asustada a Snape, que parecía muerto—. ¡Vamos a tener muchos problemas!
—No es para tanto, castaña —le dijo Sirius a Hermione, no
dándole importancia al asunto—. Además tampoco es tan importante lo que le pase
a Quejicus.
Hermione observó a Sirius y negó con la cabeza, no teniendo
ganas de discutir con él sobre temas de enemistades de juventud.
—Sirius, por favor, ya deja el coraje —le pidió Harry—, no creo
que sea bueno discutir cosas que aún no pasan en este tiempo.
Sirius hizo un gesto de molestia, pero asintió.
—Bien —gruñó.
Mientras que Hermione y Ginny sonreían al notar mucho más maduro
a Harry, ya nada quedaba de ese chiquillo que conocieron en los primeros años
en Hogwarts, ahora él era todo un hombre.
Lupin
forcejeaba para librarse de las ligaduras. Black se inclinó para desatarlo.
Lupin se incorporó, frotándose los lugares entumecidos por las cuerdas.
—Gracias,
Harry —dijo.
—Aún
no creo en usted —repuso Harry.
—Por supuesto, una prueba aclararía muchas cosas —dijo Frank.
—Pues ahí tienen a la rata —alegó Alice con desagrado, ya que
ella también había convivido con Peter—, tan solo falta que hagan que se
convierta en humano otra vez.
—Entonces
es hora de que te ofrezcamos alguna prueba —dijo Black—. Muchacho, entrégame a
Peter. Ya.
Ron
apretó a Scabbers aún
más fuertemente contra el pecho.
—Venga
—respondió débilmente—, ¿quiere que me crea que escapó usted de Azkaban sólo
para atrapar a Scabbers?
Quiero decir… —Miró a Harry y a Hermione en busca de apoyo—. De acuerdo,
supongamos que Pettigrew pueda transformarse en rata… Hay millones de ratas.
¿Cómo sabía, estando en Azkaban, cuál era la, que buscaba?
Los padres y los tíos del pelirrojo lo observaron, ya que ellos
también se hacían la misma pregunta: ¿Cómo podría estar seguro Sirius Black de
que la mascota de Ron en realidad era Peter Pettigrew?
—Esa es una buena pregunta —dijo Arthur.
—Sí, una buena pregunta —dijo Fred asintiendo.
—Tanto que ni siquiera parece que Ron haya hecho esa pregunta
—agregó George.
Ron miró con molestia a sus hermanos.
—¿Sabes,
Sirius? Ésa es una buena pregunta —observó Lupin, volviéndose hacia Black y
frunciendo ligeramente el entrecejo—. ¿Cómo supiste dónde estaba?
Black
metió dentro de la túnica una mano que parecía una garra y sacó una página
arrugada de periódico, la alisó y se la enseñó a todos. Era la foto de Ron y su
familia que había aparecido en el diario El
Profeta el verano anterior. Sobre el hombro de
Ron se encontraba Scabbers.
—El periódico que le pidió a tonto de Fudge —recordó Dean.
—Y era por eso que repetía constantemente: «Esta en Hogwarts»
—dijo Gideon, y su gemelo asintió.
—¿Cómo
lo conseguiste? —preguntó Lupin a Black, estupefacto.
—Fudge
—explicó Black—. Cuando fue a inspeccionar Azkaban el año pasado, me dio el
periódico. Y ahí estaba Peter, en primera plana… en el hombro de este chico. Lo
reconocí enseguida. Cuántas veces lo vi transformarse. Y el pie de foto decía
que el muchacho volvería a Hogwarts, donde estaba Harry…
—Pero entonces, si Sirius lo reconoció al instante gracias a las
características de la rata, ¿por qué Remus no lo descubrió también? —preguntó
Alice.
Remus se quedó pensando un momento.
—Supongo, porque en primera, yo creía que Peter estaba muerto
—respondió Lupin—, y segundo, porque lo que he escuchado mi yo del futuro no le
prestó atención en ningún momento a la “supuesta” mascota de Ron.
—Sí, podría ser —murmuró Alice.
—¡Dios
mío! —dijo Lupin en voz baja, mirando a Scabbers,
luego la foto y otra vez a Scabbers—.
Su pata delantera…
—¿Qué
le ocurre? —preguntó Ron, poniéndose chulito.
—Le
falta un dedo —explicó Black.
—Claro
—dijo Lupin—. Sencillo… e ingenioso. ¿Se lo cortó él?
—Poco
antes de transformarse —dijo Black—. Cuando lo arrinconé, gritó para que toda
la calle oyera que yo había traicionado a Lily y a James. Luego, para que no
pudiera echarle ninguna maldición, abrió la calle con la varita en su espalda,
mató a todos los que se encontraban a siete metros a la redonda y se metió a
toda velocidad por la alcantarilla, con las demás ratas…
—Ese maldito, ¿cómo es que nos dejamos engañar por él? —dijo
Sirius, con las puños muy apretados—. ¿Y cómo es que se me escapó, cuando mi yo
del futuro fue tras él?
—Creo que no debió ir tras él, señor Black —dijo la profesora
McGonagall, también dolida por la traición de Peter, no solo porque pertenece a
su casa, sino sobre todo porque por su culpa murieron dos personas, dejando así
a un niño huérfano, y uno fue a parar a prisión siendo inocente—. Lo más
sensato era que dejara que los aurores se encargaran de él.
—Sí, eso hubiera sido lo más sensato, pero todos sabemos que
Sirius no es para nada sensato —dijo Andrómeda, ya que conocía el actuar de su
primo.
Sirius iba a replicar, pero no encontró palabras para negar su
manera de actuar, así que por ahora decidió no decir nada.
—¿Nunca
lo has oído, Ron? —le preguntó Lupin—. El mayor trozo que encontraron de Peter
fue el dedo.
—Sí que lo había oído —aseguró Percy—, pero Ron es muy terco y
no creo que crea lo que Lupin haya intentado explicar.
—Mire,
seguramente Scabbers tuvo
una pelea con otra rata, o algo así. Ha estado con mi familia desde siempre.
—Desde que Percy lo encontró en nuestro jardín para ser más
exactos —alegó Charlie.
—¿Pelea con otra rata? —murmuró Dean—. Como dicen los muggles:
“No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
—Doce
años exactamente ¿No te has preguntado nunca por qué vive tanto?
A Ron se le pusieron rojas las orejas.
—Creía que era saludable —confesó Ron entre avergonzado y
enojado.
—En realidad, ningún miembro de mi familia le presto mucha
atención a la edad de la rata —dijo Bill, tratando de hacer sentir mejor a su
hermano menor.
—Bueno,
la hemos cuidado muy bien —dijo Ron.
Fred y George no pudieron evitar reírse de su hermano. Ya que
Ron nunca se había preocupado por su “mascota”, solo le empezó a interesar
cuando la “rata” empezó a adelgazar y a quedarse calva, pero todo lo atribuyo a
que el gato de Hermione no lo dejaba en paz.
—Pero
ahora no tiene muy buen aspecto, ¿verdad? —observó Lupin—. Apostaría a que su
salud empeoró cuando supo que Sirius se había escapado.
—¡La
ha asustado ese gato loco! —repuso Ron, señalando con la cabeza a Crookshanks,
que seguía ronroneando en la cama.
Crookshanks que desde hace casi una hora estaba en el suelo, maulló en protesta al
escuchar que la rata traidora estaba mal por su culpa.
—Eso no es cierto, Ron —le dijo
Ginny—, esa rata se puso mal desde que regresamos de Egipto.
—Sí, lo sé —dijo Ron—, creo que solo
buscaba un culpable —confesó.
Hermione lo miró indignada, y con cada
segundo que pasaba el enojo florecía en ella.
—¿Solo querías buscar un culpable?
—repitió Hermione entre dientes—. Pero que…
—Lo siento mucho, Hermione —se
apresuró a disculparse Ron, ya que no quería ni podría soportar el enojo o el
llanto (o puede que las dos cosas a la vez) de su amiga. Las hormonas de
embarazada hacían cosas irreparables en ella—, pero solo tenía trece años, y
era inmadura e insensible.
—¿Eras? —preguntaron los gemelos
Weasley. Ron los ignoró olímpicamente, como si los que hablaron no hayan sido
sus hermanos sino un fastidioso mosquito.
—¿Ah sí que pondrás de pretexto la
edad? —dijo Hermione, y parecía a punto de llorar. Ron estaba sudando frío—.
Bien —dijo la castaña y soltó un suspiro—, acepto tus disculpas.
—¿Las aceptas? —preguntó Ron con
sorpresa, ya que pensaba que se pondría a llorar.
—Sí, porque fueron sinceras —alegó
Hermione.
Ron sonrió confuso.
—De la que te salvaste —le susurró
Harry, y su pelirrojo amigo y cuñado asintió.
Pero
no había sido así, pensó Harry inmediatamente. Scabbers
ya tenía mal aspecto antes de encontrar a Crookshanks.
Desde que Ron volvió de Egipto. Desde que Black escapó…
—Uhm —carraspeó Moody—, por supuesto, todo tiene sentido. Porque
de ser Pettigrew estaría muy asustado de que Black lo encontrada… o el gato.
—Este
gato no está loco —dijo Black con voz ronca. Alargó una mano huesuda y acarició
la cabeza mullida de Crookshanks—.
Es el más inteligente que he visto en mi vida. Reconoció a Peter
inmediatamente. Y cuando me encontró supo que yo no era un perro de verdad (Sirius observó a Crookshanks,
y lo mismo hicieron los demás merodeadores, Lily, Andrómeda, Ted, Frank, Alice
y todos los que estaban al canse del misterioso gato). Pasó un tiempo
antes de que confiara en mí. Finalmente, me las arreglé para hacerle entender
qué era lo que pretendía, y me ha estado ayudando…
—¿Qué? ¿Quieres decir que ese gato —Alice señaló a Crookshanks— te estaba ayudando, o mejor dicho estaba ayudando a tu yo del futuro
a atrapar a Peter?
—Así parece —murmuró Sirius, aun
mirando a Crookshanks.
Extraordinario. ¿Pero cómo un gato puede ser tan perceptivo?, pensaba Moody.
¡Merlín! Es solo gato, no le pueden dar tanta importancia, pensaba Narcissa con impaciencia.
—No lo comprendo. Es solo un gato
—dijo Gideon.
—¿O acaso él también es un animago?
—preguntó Fabian, mirando con el entrecejo fruncido a Crookshanks.
—No es un animago —aseguro Hermione—.
Crookshanks es… es mitad gato, mitad kneazle —confesó, y esto sorprendió a
muchos, inclusive a los del tiempo de la castaña, que no sabían de esto hecho,
menos a los merodeadores que ya lo sabían, porque el mismo Crookshanks se lo dijo a Sirius, y este a sus amigos.
—¿Crookshanks es un
Kneazle? —preguntó Lily.
—¿Pero no son peligrosos, y sobre todo tener licencia? —preguntó
Susan.
—Crookshanks es solo
mitad Kneazle —defendió Hermione—, y no es peligroso, él es muy cariñoso y
leal.
—Si es cierto, Crookshanks
no parece para nada peligroso, solo un poco orgulloso —comentó Sirius.
—¿Y sobre la licencia? —preguntó Moody con brusquedad, como era
su costumbre en él.
—Ya empecé los tramites —contó Hermione.
Moody asintió mirando fijamente a Hermione, pero luego su mirada
al gato color jengibre, y este también le devolvía la mirada con cierta
impertinencia.
—¿Qué
quiere decir? —preguntó Hermione en voz baja.
—Intentó
que Peter se me acercara, pero no pudo… Así que se apoderó de las contraseñas
para entrar en la torre de Gryffindor. Según creo, las cogió de la mesilla de
un muchacho…
La mirada de Neville se posó rápidamente en el gato.
—Lo siento, Neville —se disculpó Hermione visiblemente
avergonzada.
Pero Neville en vez de enojarse, como sería la reacción normal
de cualquier otra persona, este simplemente sonrió.
—No te preocupes, Hermione —dijo Neville—, sé que tu gato no
actuó con mala intención.
—Eres un amor, Neville —dijo Hermione sin pensarlo. Lo que llevo
que Neville se sonrojara, Hannah se removió incomoda en su asiento y Remus
sintió molestia al escuchar tal apelativo.
—Eso explica porque Sirius estaba con un cuchillo inclinado
sobre nuestro querido sobrino —dijeron al unísono los gemelos Prewett.
El
cerebro de Harry empezaba a hundirse por el peso de las muchas cosas que oía.
Era absurdo… y sin embargo…
—Sin
embargo, Peter se olió lo que ocurría y huyó. Este gato, ¿decís que se llama Crookshanks?,
me dijo que Peter había dejado sangre en las sábanas. Supongo que se mordió…
Simular su propia muerte ya había resultado en otra ocasión.
—Y fue tan idiota como para creer que funcionaria nuevamente
—dijo James con rabia, que no era otra cosa que dolor y decepción, por un amigo al cual había protegido cuando
algún Slytherin se metía con él.
—Siempre fue corto de cerebro —dijo Sirius, igual de enojado que
James.
Por su parte Remus solo tenía el semblante sombrío.
Estas
palabras impresionaron a Harry y lo sacaron de su ensimismamiento.
—¿Y
por qué fingió su muerte? —preguntó furioso—. Porque sabía que usted lo quería
matar; como mató a mis padres.
—No,
Harry —dijo Lupin.
—Y
ahora ha venido para acabar con él.
—Sí,
es verdad —dijo Black, dirigiendo a Scabbers
una mirada diabólica.
—Tu actitud no ayudara en nada, Canuto —comentó James a Sirius.
—Me imagino que lo único que quería era acabar con ese traidor
—dijo el ojigris.
—Entonces
yo tendría que haber permitido que Snape lo entregara —gritó Harry.
—Harry
—dijo Lupin apresuradamente—, ¿no te das cuenta? Durante todo este tiempo hemos
pensado que Sirius había traicionado a tus padres y que Peter lo había
perseguido. Pero fue al revés, ¿no te das cuenta? Peter fue quien traicionó a
tus padres. Sirius le siguió la pista y…
—¡ESO
NO ES CIERTO! —gritó Harry—. ¡ERA SU GUARDIÁN SECRETO! ¡LO RECONOCIÓ ANTES DE
QUE USTED APARECIESE! ¡ADMITIÓ QUE LOS MATÓ!
Lily negó con la cabeza.
—No comprendo la razón por la que se te ocurrió decir eso,
Sirius —dijo la pelirroja con incredulidad—, lo único que lograste es que Harry
confirmara todo lo malo que había escuchado antes de ti.
—Pues… supongo que solo fue un impulso —dijo Sirius.
Señalaba
a Black, que negaba lentamente con la cabeza. Sus ojos hundidos brillaron de
repente.
—Harry…,
la verdad es que fue como si los hubiera matado yo —gruñó—. Persuadí a Lily y a
James en el último momento de que utilizaran a Peter. Los persuadí de que lo
utilizaran a él como guardián secreto y no a mí. Yo tengo la culpa, lo sé. La
noche que murieron había decidido vigilar a Peter, asegurarme de que todavía
era de fiar. Pero cuando llegué a su guarida, ya se había ido. No había señal
de pelea alguna. No me dio buena espina. Me asusté. Me puse inmediatamente en
camino hacia la casa de tus padres. Y cuando la vi destruida y sus cuerpos… me
di cuenta de lo que Peter había hecho. Y de lo que había hecho yo.
Su
voz se quebró. Se dio la vuelta.
—No fue tu culpa, Sirius —dijo James al ver la expresión de
impotencia de su amigo—. Hiciste lo creíste lo mejor en ese momento.
—Por supuesto —dijo Lupin—, nadie se imaginaba que Peter nos
traicionaría.
Sirius no contestó, sólo asintió. Lo que era raro, ya que él
siempre solía ser impulsivo y decir lo que sentía, pero en esos momentos Sirius
Black se sentía tan decepcionado de la vida, por una parte le afectaba mucho el
destino de sus amigos y del él mismo, y por otra quería matar en ese mismo
momento al hombre al cual consideraba uno de sus amigos.
Maldito traidor, pensaba con amargura. Pagarás
muy caro lo que has hecho o harás.
—Es
suficiente —dijo Lupin, con una nota de acero en la voz que Harry no le había
oído nunca—. Hay un medio infalible de demostrar lo que verdaderamente sucedió.
Ron, entrégame la rata.
—¿Qué
va a hacer con ella si se la doy? —preguntó Ron con nerviosismo.
—Obligarla
a transformarse —respondió Lupin—. Si de verdad es sólo una rata, no sufrirá
ningún daño.
Ron
dudó. Finalmente puso a Scabbers en
las manos de Lupin (Vaya, eso fue rápido, con lo
terco que eres Ron, creí que Remus tendría que arrancarte la rata de las manos,
comentó Charlie. Ron solo se encogió de hombros). Scabbers
se puso a chillar sin parar; retorciéndose y agitándose. Sus
ojos diminutos y negros parecían salirse de las órbitas.
—Estaba muerto de miedo el muy cobarde —dijo Seamus.
—Ni que lo digas —agregó Parvati.
—¿Preparado,
Sirius? —preguntó Lupin.
Black
ya había recuperado la varita de Snape, que había caído en la cama. Se aproximó
a Lupin y a la rata. Sus ojos húmedos parecían arder.
—Solo espero que no hayas cometido una locura, Sirius —dijo Lily
al animago.
—¿Acaso estas defendiendo a esa asquerosa rata traicionera?
—cuestionó Sirius al instante—. Por su culpa iré a Azkaban.
—No, no la defiendo, solo que si matas a Peter perderías las
pruebas de tu inocencia, y volverías a estar encerrado —alegó Lily con
seriedad.
—Lily tiene razón, Canuto —dijo Remus, y James asintió de mala
gana.
—¿A
la vez? —preguntó en voz baja.
—Venga
—respondió Lupin, sujetando a Scabbers con
una mano y la varita con la otra—. A la de tres. ¡Una, dos y… TRES!
Un
destello de luz azul y blanca salió de las dos varitas. Durante un momento Scabbers
se quedó petrificada en el aire, torcida, en posición
extraña. Ron gritó. La rata golpeó el suelo al caer. Hubo otro destello cegador
y entonces…
—Peter —escupió James el nombre de su ex amigo. Mientras que
Sirius apretaba los puños debajo de la mesa y Remus tenía una mirada de dolor y
resentimiento.
Fue
como ver la película acelerada del crecimiento de un árbol. Una cabeza brotó
del suelo. Surgieron las piernas y los brazos. Al cabo de un instante, en el
lugar de Scabbers se
hallaba un hombre, encogido y retorciéndose las manos. Crookshanks
bufaba y gruñía en la cama, con el pelo erizado.
—Peter —ahora no solo James era el que había escupido el nombre
de su ex amigo con rabia, ahora habían sido los tres merodeadores.
Era
un hombre muy bajito, apenas un poco más alto que Harry y Hermione. Tenía el
pelo ralo y descolorido, con calva en la coronilla. Parecía encogido, como un
gordo que hubiera adelgazado rápidamente. Su piel parecía roñosa, casi como la
de Scabbers, y le quedaba algo
de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los ojos
pequeños y húmedos. Los miró a todos, respirando rápida y superficialmente.
Todos escuchaban atentos, inclusive Lucius y Narcissa Malfoy.
Mientras que los merodeadores se sentían asqueados de ese ser
que había sido su amigo, con el que habían compartido la habitación, las tareas
—porque Peter nunca fue muy bueno en los estudios— las bromas y las salidas
nocturnas bajo la capa de invisibilidad de James.
Harry
vio que sus ojos iban rápidamente hacia la puerta.
—No es raro que quiera escapar —comentó Oliver Wood.
—Pues no deben perderlo de vista. Deben estar atentos a cada uno
de sus movimientos y de sus palabras —espetó Moody—. Sin duda tratara de
escapar o de convencerlos de lo contrario.
El trío de oro compartió una mirada.
Hicimos todo lo que
pudimos, pero igual se escapó,
pensaba Harry con coraje.
—Hola,
Peter —dijo Lupin con voz amable, como si fuera normal que las ratas se
convirtieran en antiguos compañeros de estudios—. Cuánto tiempo sin verte.
—Si…
Sirius. Re… Remus —incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a mirar
a la puerta—. Amigos, queridos amigos…
—¡¿CÓMO SE ATREVE A LLAMARNOS “AMIGOS”, DESPUÉS DE HABERNOS
TRAICIONADO? —gritaron James y Sirius.
—¡Que cinismo! —dijo Remus con amargura.
Los merodeadores no podían creer lo sinvergüenza que era Peter,
después de todo lo que había hecho, aun después de la muerte de dos de sus
amigos, el encarcelamiento de otro y el abandono de otro, aparecía y los
llamaba “amigos”, sin duda los merodeadores estaban con unas ganas de
arrancarle la cabeza en ese mismo instante si Peter aparecía en esos momentos.
Los demás también sentían repugnancia por ese hombre tan cobarde
y miserable, y compadecían a Ron y a su familia por haber tenido que soportarlo
en su forma animaga.
Black
levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una
mirada de advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y
despreocupada.
—Acabamos
de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en que
murieron Lily y James. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más
interesantes mientras chillabas en la cama.
—Yo opino que dejen de hablar y que lo lleven de una buena vez
al Ministerio —dijo Gideon.
—Mejor con los dementores —agregó Fabian.
—Remus
—dijo Pettigrew con voz entrecortada, y Harry vio gotas de sudor en su pálido
rostro—, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí…
—Y no te me escaparas, apenas salga de esta sala te mataré con
mis propias manos —susurró Sirius, lleno de amargura.
—Eso
es lo que hemos oído —dijo Lupin más fríamente—. Me gustaría aclarar contigo un
par de puntos, Peter; si fueras tan…
—¡Ha
venido porque otra vez quiere matarme! —chilló Pettigrew señalando a Black, y
Harry vio que utilizaba el dedo corazón porque le faltaba el índice—. ¡Mató a
Lily y a James, y ahora quiere matarme a mí…! ¡Tienes que protegerme, Remus!
—Y lo hemos protegido por más de seis años —dijo James—. Si
hubiera sabido que nos traicionaría después, hubiera dejado que los Slytherin
lo lastimaran.
—No creo que lo lastimaran, Cornamenta, después de todo las
malditas serpientes se convirtieron en sus aliados —dijo Sirius, y Andrómeda se
sintió un poco ofendida al escuchar que su primo insultaba a la que una vez fue
su casa en la escuela.
—Peter solo actuaba por conveniencia, y creo que en ese momento
le fue más conveniente unirse al bando enemigo, ya sea por temor o porque le
parecía más fácil —dijo Remus pensativamente.
El
rostro de Black semejaba más que nunca una calavera, mientras miraba a Peter
Pettigrew con sus ojos insondables.
—Nadie
intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos —dijo Lupin.
—¿Aclarar
puntos? —chilló Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor; hacia las
ventanas cegadas y hacia la única puerta—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía
que volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!
—¿Cómo? —dijo una confundida Andrómeda—. ¿Acaso Pettigrew temía
que Sirius escapara de Azkaban, cuando ningún preso había podido escapar antes?
—Una prueba más de su culpabilidad —comentó Hagrid.
—¿Sabías
que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta
ahora? —preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.
—Eso mismo —dijo Andrómeda.
—¡Tiene
poderes oscuros con los que los demás sólo podemos soñar! —chilló Pettigrew con
voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El-Que-No-Debe-Nombrarse
le enseñó algunos trucos.
Sirius gruñó, casi pareciendo un perro rabioso.
—Aunque, me resulta sumamente interesante saber cómo lograste
escapar de Azkaban —dijo Alice a su ex compañero de clases.
Sirius tenía una teoría, pero guardo silencio, y opto por
simplemente encogerse de hombros.
Black
comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.
—¿Que
Voldemort (A Ted le costó un poco mencionar el
nombre del mago oscuro) me enseñó trucos? —dijo y Peter Pettigrew
retrocedió como si Black acabara de blandir un látigo en su dirección—. ¿Qué te
ocurre? ¿Te asustas al oír el nombre de tu antiguo amo? —preguntó Black—. No te
culpo, Peter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?
—No
sé… qué quieres decir, Sirius —murmuró Pettigrew, respirando más aprisa aún.
Todo su rostro brillaba de sudor.
—¡Que caradura! —dijo Padma.
—No
te has estado ocultando durante doce años de mí —dijo Black—. Te has estado
ocultando de los viejos seguidores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos
piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas. Les he oído
gritar en sueños todo tipo de cosas. Cosas como que el traidor les había
traicionado. Voldemort acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y
allí conoció la derrota. Y no todos los seguidores de Voldemort han terminado
en Azkaban, ¿verdad? Aún quedan muchos libres, esperando su oportunidad,
fingiendo arrepentimiento… (Rápidamente la mirada
de Moody se posó en Lucius Malfoy) Si supieran que sigues vivo…
—Es lógico que pensar que a los seguidores de Vol-Volde-mort
—Alice se trabo al decir el nombre del mago tenebroso—, quisieran tomar
venganza de la persona que los había traicionado.
—Sobre todo a los que están en Azkaban —dijo Katie Bell.
—No
entiendo de qué hablas… —dijo de nuevo Pettigrew, con voz más chillona que
nunca. Se secó la cara con la manga y miró a Lupin—. No creerás nada de eso, de
esa locura…
—Tengo
que admitir; Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre inocente se pasa
doce años convertido en rata —dijo Lupin impasible.
—Doce años —murmuró Remus, y de pronto recordó la profecía de
Trelawney. Su vasallo ha
estado encadenado doce años. Hoy, antes de la medianoche, el vasallo se
liberará e irá a reunirse con su amo. El Señor de las Tinieblas se alzará de nuevo, con la
ayuda de su vasallo, más grande y más terrible que nunca.
—¿Te sucede algo, Lunático? —le
preguntó James.
Pero Remus solo negó con la cabeza.
—¡Inocente,
pero asustado! —chilló Pettigrew—. Si los seguidores de Voldemort me persiguen
es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía Sirius
Black.
Primero lo torturaré y
luego lo mataré, pensaba Sirius, con las
manos hechas puños, y tenía los nudillos tan blancos que casi parecía que la
sangre por volvería a sus manos nuevamente.
El
rostro de Black se contorsionó.
—¿Cómo
te atreves? —gruñó, y su voz se asemejó de repente a la del perro enorme que
había sido—. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que eran más
fuertes y poderosos? Pero tú, Peter… no entiendo cómo no comprendí desde el
primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos
para que te protegieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros: Remus y yo… y
James…
Los merodeadores asintieron estando de acuerdo con el Sirius del
futuro, ya que había sido muchas veces que ellos velaban por Peter, lo
protegieron y amaron como a un hermano. ¿Pero todo para qué? Para que al final
los traicionara sin tener el más mínimo de consideración para con ellos.
Pettigrew
volvió a secarse el rostro; le faltaba el aire.
—¿Yo,
espía…? Estás loco. No sé cómo puedes decir…
—Maldito mentiroso —dijo Sirius entre dientes.
—Lily
y James te nombraron guardián secreto sólo porque yo se lo recomendé —susurró
Black con tanto odio que Pettigrew retrocedió (Estúpido e imbécil fue mi yo del futuro al
confiarle algo tan importante como las vidas de James, Lily y Harry a Peter
Pettigrew, pensaba Sirius)—. Pensé que era una idea perfecta… una
trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a
alguien débil y mediocre como tú… Sin duda fue el mejor momento de tu miserable
vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter.
Pettigrew
murmuraba cosas, aturdido. Harry captó palabras como «inverosímil» y «locura»,
pero no podía dejar de fijarse sobre todo en el color ceniciento de la cara de
Pettigrew y en la forma en que seguía mirando las ventanas y la puerta.
—Su actitud es más que suficiente para darnos cuenta quien es el
verdadero culpable —comentó Alice.
Frank asintió estando de acuerdo con su esposa.
—¿Profesor
Lupin? —dijo Hermione, tímidamente—. ¿Puedo decir algo?
—Por
supuesto, Hermione —dijo Lupin cortésmente.
—Pues
bien, Scabbers…,
quiero decir este… este hombre… ha estado durmiendo en el dormitorio de Harry
durante tres años. Si trabaja para Quien-Usted-Sabe, ¿cómo es que nunca ha
intentado hacerle daño?
—No hizo nada porque eso lo delataría —dijo Lily con el ceño
levemente fruncido.
—Y porque el muy cobarde nunca haría nada sin recibir un
beneficio a cambio —agregó James.
Ted continúo con la lectura luego de meditar las palabras de
James. Y por supuesto que el pelinegro tenía razón.
—Eso
es —dijo Pettigrew con voz aguda, señalando a Hermione con la mano lisiada—.
Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le he hecho a Harry el más leve daño! ¿Por qué
no se lo he hecho?
—Yo
te diré por qué —dijo Black—. Porque no harías nada por nadie si no te reporta
un beneficio (James y Sirius se miraron y
sonrieron, ya que el primero había dicho algo similar anteriormente).
Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio muerto. Tú no
cometerías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a una piltrafa
de brujo que ha perdido todo su poder; ¿a qué no? Tendrías que estar seguro de
que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para
qué, si no, te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado,
¿verdad, Peter? Sólo por si tu viejo protector recuperaba las fuerzas y volvía
a ser conveniente estar con él.
—Por supuesto —dijo Arthur asintiendo—. Pettigrew solo habría
actuado si hubiera tenido la certeza de que…
—Voldemort —dijo Percy al notar que su
padre no podía mencionar el nombre del mago tenebroso.
Arthur asintió.
—… que Vo-Voldemort era más fuerte.
—Y Pettigrew no era tan tonto como para perder a la familia de
magos que lo protegía solo para cumplir lo que su amo tanto anhelaba —dijo
Molly.
Pettigrew
abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.
—Eh…
¿Señor Black… Sirius? —preguntó tímidamente Hermione. A Black le sorprendió que
lo interpelaran de esta manera, y miró a Hermione fijamente, como si nadie se
hubiera dirigido a él con tal respeto en los últimos años (Y seguramente que
era verdad, me imagino que en Azkaban solo sería el preso Black o el preso del
tal código, pensaba Sirius impotentemente. Ser encarcelado siendo inocente es otra de las cosas de las cuales me
vengaré Peter)—. Si no le importa que le pregunte, ¿cómo escapó
usted de Azkaban? Si no empleó magia negra…
Todos pusieron especial atención a lo que vendría a
continuación, puesto que querían saber cómo es que Sirius había podido escapar
de Azkaban, burlando no solo a los aurores sino también a los dementores.
—¡Gracias!
—dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza—. ¡Exacto! ¡Eso es precisamente lo
que yo…!
Pero
Lupin lo silenció con una mirada. Black fruncía ligeramente el entrecejo con
los ojos puestos en Hermione, pero no como si estuviera enfadado con ella: más
bien parecía meditar la respuesta.
—Vaya, ya era hora de que empezaras a darle un buen usa a esa
cabeza tuya —le dijo Andrómeda a Sirius, y este la miró ofendido—, y tú sabes
que es verdad. Ya que siempre actúas por impulso.
Sirius no replicó nada, por ahora.
—No
sé cómo lo hice —respondió—. Creo que la única razón por la que nunca perdí la
cabeza es que sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que
los dementores no me lo podían absorber… Gracias a eso conservé la cordura y no
olvidé quién era… Gracias a eso conservé mis poderes… así que cuando ya no pude
aguantar más me convertí en perro. Los dementores son ciegos, como sabéis. (Claro, como se me pudo pasar ese detalle, dijo Moody con
voz hosca. Luego el auror se quedó mirando a Sirius por unos segundos. Y
entonces todos comprendieron que gracias a su condición de animago lo había
ayudo a burlar la segura de Azkaban) —Tragó saliva—. Se dirigen hacia la
gente porque perciben sus emociones… Al convertirme en perro, notaron que mis
sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero pensaron, claro, que
estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero
yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una
varita. Entonces vi a Peter en aquella foto… comprendí que estaba en Hogwarts,
con Harry… en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de
las Tinieblas recuperaba fuerzas… —Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca
sin emitir sonido alguno, mirando a Black como hipnotizado—… Estaba dispuesto a
hacerlo en cuanto estuviera seguro de sus aliados…, estaba dispuesto a
entregarles al último de los Potter. Si les entregaba a Harry, ¿quién se
atrevería a pensar que había traicionado a lord Voldemort? Lo recibirían con
honores…
—Sin duda alguna, esa situación le beneficiaba de sobremanera
—comentó Frank.
Nunca había tenido tangas
ganas de matar a alguien como en este momento quiero matar a Peter, pensaba James con los puños apretados.
—Así
que ya veis, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba
vivo…
—Y el único que tiene derecho a matarlo —agregó Sirius.
—Te olvidas de mí, Canuto —dijo James con una mirada tan
enojada, que Lily nunca había visto antes en su novio, el siempre bromista
James Potter.
Harry
recordó lo que el padre de Ron le había dicho a su esposa: «Los guardianes
dicen que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas
palabras: “Está en Hogwarts.”»
—Todo está muy claro ahora —dijo Susan pensativamente.
—Y erróneamente creímos que se trataba de Harry —comentó Percy.
—Era
como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los dementores no
podían apagarla. No era un pensamiento agradable…, era una obsesión… pero me
daba fuerzas, me aclaraba la mente (Moody asintió. Lo que Black dice es importante, porque
puede que otros presos también no se vean afectados por los dementores,
pensaba el auror). Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para
dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil
percibir las emociones animales que se confundieron. Estaba delgado, muy
delgado… Lo bastante delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un
perro. Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro… He
vivido en el bosque desde entonces… menos cuando iba a ver el partido de
quidditch, claro… Vuelas tan bien como tu padre, Harry… (Vaya, gracias, Canuto. Aunque creo que Harry debe volar mejor que yo,
dijo James a Sirius) —Miró al muchacho, que esta vez no apartó la
vista—. Créeme —añadió Black—. Créeme. Nunca traicioné a James y a Lily. Antes
habría muerto.
—Por supuesto que moriría antes que traicionar a uno de mis
amigos —confirmó Sirius.
—Y nosotros te creemos, Sirius —dijeron James y Remus.
Y
Harry lo creyó. Asintió con la cabeza, con un nudo en la garganta.
—Ya era hora —dijo James mirando a su hijo, el cual se sonrojo
al instante.
—¡No!
Pettigrew
se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de Harry hubiera sido su
propia sentencia de muerte. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con
las manos unidas en actitud de rezo.
James negó con la cabeza.
—¿Cómo es que nos pudimos hacer amigo de ese ser tan repugnante?
—preguntó a sus amigos.
—No lo sé —murmuró Remus.
—Tal vez solo fuimos muy estúpidos —dijo Sirius.
Todos ustedes son unos
estúpidos, pensaba Snape.
—Sirius,
soy yo, soy Peter… tu amigo. No…, tú no…
Black
amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.
—Ya
hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.
—¡Remus!
—chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él, implorante—.
Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?
Todos se quedaron pensativos ante esa respuesta.
Remus miró Sirius.
—¿Qué pasa, Lunático, no dirás que estas desconfiando de mí,
verdad? —preguntó Sirius.
—No, no es eso —respondió rápidamente el castaño—. Solo creo que
si tu yo del futuro creía que mi yo del futuro era el espía, no me diría nada.
—Tiene sentido —dijo Lily y James asintió.
—Aun así en que universo alterno podrías creer que Remus nos
traicionaría, Canuto —le reclamó James—. ¿Y tú, Lunático, como creíste a Canuto
culpable?
—Pues supongo que la guerra me confundió —dijo Sirius.
—Y tal vez yo creo que me deje llevar por esas falsas pruebas
—dijo Remus.
—Idiotas, los dos —dijo James observando a sus amigos.
—No
si creía que el espía era yo, Peter (Una misma
respuesta, eso quiere decir que no has cambiado mucho, Lunático, dijo James)
—dijo Lupin—. Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius —dijo Lupin
despreocupadamente, mirándolo por encima de Pettigrew.
—Perdóname,
Remus —dijo Black.
—No
hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lupin, subiéndose las mangas—. Y a
cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?
—Por
supuesto —respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su demacrado
rostro. También empezó a remangarse—. ¿Lo matamos juntos?
—Creo
que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.
—¿Tristeza? —preguntó Sirius con amargura.
—Al fin y al cabo fue nuestro amigo por muchos años —se
justificó Remus—, y me imagino que matarlo… no sería fácil.
—Oh, para mí si será muy fácil —alegó Sirius.
—Para mí también —dijo James.
Por su parte Lily miraba a Remus como si fuera un extraño.
—No lo puedo creer, Remus —dijo Lily—. Acepto que Sirius, por su
impulsividad y enojo quiera matar a Pettigrew, ¿pero tú, el más sensato del
grupo, también lo querías matar?
Remus abrió la boca, pero nada salió de ella, él no sabía porque
su yo del futuro actuaba de esa forma tan… agresiva, no lo comprendía. Ya que
él generalmente es agresivo cuando esta convertido en lobo, pero los demás días
es pasivo.
Ted continuo con la lectura al ver que Remus no contestaría nada
a Lily.
—No
lo haréis, no seréis capaces… —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron,
arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes
que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que sí?
Pero
Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.
—La quería cuando creí que era una rata, mi mascota, pero luego
de enterarme de la verdad, la repudie al instante —contó Ron—. Y saber que por
culpa de esa miserable me estuve peleando con Hermione casi todo el curso, me dan
ganas de matarlo con mis propias manos.
—Ya, Ron, no te martirices más —dijo Ginny a su hermano—, todos sabemos
que eres un idiota —y Ron que empezaba a sonreírle a su hermana por tener su “apoyo”
rápidamente cambio su semblante a ofendido.
Ginny soltó una risita, contagiando a Harry con su risa. Luego se
le sumaron los gemelos y sus tíos, los Prewett.
Ron miró a su amigo con reproche, pero este solo se encogió de hombros.
—¡Te
dejé dormir en mi cama! —dijo.
—Eso es lo más gracioso de todo —dijeron los gemelos Weasley.
Ron les dedico una mirada nada agradable a sus hermanos, pero estos
no se inmutaron, es más, sonrieron con más ganas.
Imbéciles. Ellos habían visto
que siempre aparecía el nombre de Pettigrew junto a mí, gracias al mapa del merodeador,
pero aun así no me advirtieron nada. Solo espero que mamá los castigue al descubrir
eso, pensaba Ron.
—Buen
muchacho… buen amo… —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No lo
consentirás… yo era tu rata… fui una buena mascota…
—Si
eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear —dijo
Black con voz ronca.
—Aunque pensándolo bien, por lo que hemos escuchado de Pettigrew
cuando estaba en su forma animaga, tampoco era tan maravillosa como él piensa
—dijo Gideon.
—Eso quiere decir que como hombre y como rata era un bueno para
nada —agregó Fabian.
—A menos que crean que crean que comer y dormir sea algo bueno
—dijo Dean con sarcasmo.
Ron,
palideciendo aún más a causa del dolor; alejó su pierna rota de Pettigrew.
Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la
túnica de Hermione.
—Dulce
criatura… inteligente muchacha… no lo consentirás… ayúdame…
Hermione
tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió
horrorizada.
—¡No
la toques! —bramó Remus—. La ensuciaras con tu cinismo, tu sola persona cerca
de ella la desprestigiará y contaminará.
Remus e sonrojo al escuchar a su yo del futuro defender a
Hermione con tanto fervor y posesividad a su parecer, la observó de reojo y
noto que ella también estaba con las mejillas sonrojadas.
—Vaya, Lunático —dijo Sirius entre sorprendido y sonriente—,
nunca había conocido esa faceta tuya, tan vehemente —susurró eso último, cosa que
hizo sonrojar más al castaño, sobre todo cuando se dio cuenta que todos lo
miraban a él y luego a Hermione, inclusive Harry, Ginny y Luna tenían unas
sonrisitas, las cuales no trataban de ocultar.
Por su parte Hermione recordó cómo se sintió en ese momento en
que Remus le advirtió a Pettigrew que no la tocará. Ella nunca espero esa reacción
de Remus, pero la sensación de estar completa le lleno el alama y el corazón,
si hasta por un momento se olvidó de su imprudencia al decir su secreto y la
desconfianza que sintió hacia él.
Remus, te amo, dijo en su mente.
Luego de esa extraña contestación Remus, por parte de algunos,
Ted continuó leyendo, también un poco sorprendido por la reacción de Remus.
Hermione
quedo sorprendida ante las palabras de Lupin, que no hizo ni un movimiento. Mientras
Pettigrew temblaba sin control y volvió lentamente la cabeza hacia Harry.
—Harry,
Harry… qué parecido eres a tu padre… igual que él…
—¿CÓMO
TE ATREVES A HABLAR A HARRY? —bramó Black—. ¿CÓMO TE ATREVES A MIRARLO A LA
CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR A JAMES DELANTE DE ÉL?
—Me preguntó porque no lo mate en ese momento —murmuró Sirius.
Y algunos del futuro y pasado estuvieron de acuerdo con él.
—Harry
—susurró Pettigrew, arrastrándose hacia él con las manos extendidas—, Harry,
James no habría consentido que me mataran… (Creo que si lo hubiera consentido,
pensaba James) James habría comprendido, Harry… Habría sido clemente
conmigo…
—¿Qué yo habría comprendido? —dijo James con ira—. Pero por
supuesto que no. No lo comprendo que me traicionara, ni ahora ni mañana ni
nunca.
Observó a sus amigos, y pensó mejor eso de que sus amigos
asesinaran a Pettigrew.
—Aunque creo que no dejaría que ninguno de ustedes dos lo
mataran.
—¿Pero qué dices, James? —le reclamó Sirius.
—Pues justamente eso, no permitiría que ustedes dos se
convirtieran en asesinos, y no es por defender a Pettigrew, sino por ustedes
—aclaró James.
Lily que estaba sentada junto a él, lo tomo de la mano y la
apretó, James se volvió para mirarla y esta le sonrió con orgullo.
—Tienes razón, James —dijo Remus, aun sonrojado—, Peter ni
siquiera merece que nosotros lo matemos.
Sirius estaba con el ceño fruncido, pero asintió tratando de
comprender el punto de vista de James.
Tanto
Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo cogieron por los
hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror;
mirándolos fijamente.
—Vendiste
a Lily y a James a lord Voldemort —dijo Black, que también temblaba—. ¿Lo
niegas?
Pettigrew
rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que se
encogía de miedo en el suelo.
—Sirius,
Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas… no tienes ni
idea… Tiene armas que no podéis imaginar… Estaba aterrado, Sirius (El ojigris apretaba los puños por debajo de la mesa. Maldito, pensaba. Por su parte Lucius aceptaba
que había veces que le temía a su señor, pero muchas otras veces admiraba su
poder y su nueva ideología: Acabar con todos los impuros y traidores a la
sangre. Draco en cambio, al principio estaba orgulloso de que el Señor de las
Tinieblas lo quisiera a él como uno de sus seguidores, hasta que se dio cuenta
que Voldemort solo lo había querido como mortífago para castigar el error de su
padre, y que esperaba que muriera al fallar con la misión que le había dado, y
por supuesto él odiaba ser una marioneta más en manos de ese ser tan
despreciable). Yo nunca fui valiente como tú, como Remus y como James.
Nunca quise que sucediera… El-Que-No-Debe-Nombrarse me obligó.
—Sí, claro —dijo Sirius con amargura—, eso no se lo cree ni el
mismo. Pero ya vera lo que le haremos cuando salgamos de esta sala.
—Pero, Sirius, tal vez él todavía no ha hecho nada —le dijo
Lily.
—Ni lo hará, pelirroja. Ni lo hará —contestó Sirius—. No lo
dejaremos.
—No le daremos
oportunidad —agregó James. Lily lo miró con suspicacia.
—Pero te aseguro que no
le haremos daño —secundó Remus.
—¡NO
MIENTAS! —bramó Black—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO
ANTES DE LA MUERTE DE LILY Y DE JAMES! ¡ERAS SU ESPÍA!
—¡Estaba
tomando el poder en todas partes! —dijo Pettigrew entrecortadamente—. ¿Qué se
ganaba enfrentándose a él?
—¿Qué
se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? —preguntó Black,
furioso—. ¡Sólo vidas inocentes, Peter!
Los chicos de Slytherin del futuro se miraron entre ellos. En ese
momento ellos no pensaban en las vidas inocentes, solo creían todas las tonterías
que le decía el Señor Oscuro, y porque no, también obedecían por temor a acabar
como todos los que estaban en contra de él.
—¡No
lo comprendes! —gimió Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.
—¡ENTONCES
DEBERÍAS HABER MUERTO! —bramó Black—. ¡MEJOR MORIR QUE TRAICIONAR A TUS AMIGOS!
¡TODOS HABRÍAMOS PREFERIDO LA MUERTE A TRAICIONARTE A TI!
Y todos los que conocían a los merodeadores estaban seguros de
las palabras de Sirius. Si hasta incluso Snape con pesar, reconocía que eso era
cierto, los merodeadores siempre se defendían entre ellos, estaban dispuestos a
morir por uno de ellos si era necesario. Y además, si Snape era si sincero
consigo mismo, reconocía que para él, Pettigrew nunca fue alguien importante, y
hubiera sido un cero a la izquierda de no ser por sus amigos, si ni siquiera
era digno de su odio, eso lo dejaba para Potter, Black y Lupin.
Black
y Lupin se mantenían uno al lado del otro, con las varitas levantadas.
—Tendrías
que haberte dado cuenta —dijo Lupin en voz baja— de que si Voldemort no te
mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.
—¿Qué? ¿En verdad lo mataron? —preguntó una sorprendida Andrómeda,
mirando a Sirius y a Remus.
—Y si lo hicimos, pues se lo merecía —dijo Sirius.
Hermione
se cubrió el rostro con las manos y se volvió hacia la pared.
—¡No!
—gritó Harry. Se adelantó corriendo y se puso entre Pettigrew y las varitas—.
¡No podéis matarlo! —dijo sin aliento—. No podéis.
Tanto
Black como Lupin se quedaron de piedra.
Los del pasado se quedaron anonadados ante la reacción de Harry.
Porque se suponía que a él no le debería de importar el destino de Pettigrew, luego
de enterarse que por su culpa se había quedado huérfano, pero nuevamente los había
dejado prácticamente con la boca abierta.
Los únicos que comprendían el actuar de Harry eran sus amigos y
algunos chicos del futuro, ya que Harry Potter tenía un alma pura.
—Harry,
esta alimaña es la causa de que no tengas padres —gruñó Black—. Este ser
repugnante te habría visto morir a ti también sin mover ni un dedo. Ya lo has
oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu familia.
—Lo
sé —jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores.
Puede ir a Azkaban. Pero no lo matéis.
—Lástima que Pettigrew nunca se fue con los dementores ni piso
Azkaban —murmuró Ron, pero el oído fino de Remus pudo escucharlo, y miró a Ron
con interrogación.
—¡Harry!
—exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas de Harry con los
brazos—. Tú… gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.
—Suéltame
—dijo Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco—. No lo hago por ti. Lo
hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores amigos se
convirtieran en asesinos por culpa tuya.
—Y tienes razón, Harry —dijo James—. No me sentiría bien al
saber que Remus o Sirius se convirtieran en asesinos y mucho menos por alguien
como Peter —el pelinegro observó a su futuro hijo—. Gracias por cuidar de que
este par no cometieran una estupidez tan grande como esa.
Harry sonrió como respuesta, con los ojos brillantes de emoción,
había momento en que veía a sus padres y creía que estaba soñando, pero luego
negaba con la cabeza y se daba cuenta de que estaba con ellos, y si todo salía bien
y podían cambiar el futuro él crecería con sus padres.
Nadie
se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el
pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.
—Tú
eres la única persona que tiene derecho a decidir; Harry —dijo Black—. Pero
piensa, piensa en lo que hizo.
—Que
vaya a Azkaban —repitió Harry—. Si alguien merece ese lugar; es él.
—Y apenas salga de esta sala lo mantendré bien vigilado —gruñó
Moody—. Y cuando lo encierre en Azkaban tendré que tomar las medidas apropiadas
para que no se vaya a escapar igual que Black.
—No creo que logre escapar, Pettigrew no parece muy inteligente
—dijo Charlie.
—Aun así, tendré que estar en alerta permanente —dijo el auror.
El trío dorado, los gemelos Weasley, Charlie, Bill y Fleur
sonrieron al recordar que Moody siempre les decía eso en el futuro.
Pettigrew
seguía jadeante detrás de él.
—De
acuerdo —dijo Lupin—. Hazte a un lado, Harry —Harry dudó—. Voy a atarlo —añadió
Lupin—. Nada más, te lo juro.
Harry
se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron
disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el
suelo, atado y amordazado.
—Pero
si te transformas, Peter —gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su varita—, te
mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry?
Harry
bajó la vista para observar la lastimosa figura, y asintió de forma que lo
viera Pettigrew.
—Yo creo que lo más fácil sería matarlo —dijo Blaise Zabini—. Además,
las pocas veces que lo vi, me pareció un ser nauseabundo, casi como Greyback.
Theodore Nott miró con una ceja alzada a Zabini.
—Nadie es tan repulsivo como Greyback —dijo Nott, y Pansy y las
hermanas Greengrass asintieron.
—De
acuerdo —dijo de repente Lupin, como cerrando un trato—. Ron, no sé arreglar
huesos como la señora Pomfrey, pero creo que lo mejor será que te entablillemos
la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.
Se
acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y
murmuró:
—¡Férula!
Unas
vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó
a ponerse en pie. Ron se apoyó con cuidado en la pierna y no hizo ni un gesto
de dolor.
—Mejor
—dijo—. Gracias.
—¿Y
qué hacemos con el profesor Snape? —preguntó Hermione, en voz baja, mirando a
Snape postrado en el suelo.
—Déjenlo ahí —sugirió Sirius con una sonrisita burlona—,
encadenado y amordazado. Puedo apostar que nadie lo buscará.
Snape miró de tal manera a Sirius, que si las miradas mataran el
ojigris ya estaría muerto.
—Señor Black —amonestó la profesora McGonagall.
Sirius solo sonrió inocentemente, mientras que James reía y
Remus negaba con la cabeza.
—No
le pasa nada grave —explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—. Sólo os
pasasteis un poco. Sigue sin conocimiento. Eh… tal vez sea mejor dejarlo así
hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está. —Luego
murmuro—: Mobilicorpus.
El
cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas
invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba
como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y
los pies le colgaban. Lupin cogió la capa invisible y se la guardó en el
bolsillo.
Esa descripción no agrado para nada a Snape, sobre todo cuando
vio que algunos de sus futuros alumnos reían por lo bajo.
—Dos
de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Black, dándole a Pettigrew un
puntapié—, sólo para estar seguros.
—Yo
lo haré —se ofreció Lupin.
—Y
yo —dijo Ron, con furia y cojeando.
Black
hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie, con
el brazo izquierdo encadenado al derecho de Lupin y el derecho al izquierdo de
Ron. El rostro de Ron expresaba decisión. Se había tomado la verdadera
identidad de Scabbers como
un insulto (Pues no esperarían que estaría muy
contento al descubrir que esa rata era un asqueroso traidor y encima que yo lo
dejaba dormir en mi cama, dijo Ron con asco y enojo). Crookshanks
saltó ágilmente de la cama y se puso el primero, con la cola
alegremente levantada.
—Aquí termina este capítulo —avisó Ted.
—Bien, gracias, señor Tonks —dijo Dumbledore.
—Lo bueno es que en este capítulo ya todo quedó al descubierto —dijo
Frank.
Sirius por fin podía respirar tranquilo, porque ahora si era se había
comprobado que él era inocente, y que el culpable era Peter.
Nota:
Hola, queridas lectoras, quiero pedirles disculpas por no haber actualizado hace más de un mes, pero es que estado con mucho trabajo, pero en verdad agradezco sus comentarios, los cuales me motivan a continuar.
He aumentado un diálogo más de parte de Remus para que la historia tomara forma, de esto ya les había avisado con anterioridad. Ahora solo espero que disfruten este capítulo, y si no está como ustedes esperaban, perdónenme.